Capítulo 7.

El trayecto hacia un rumbo desconocido, ante los ojos del más joven, prosiguieron con una conversación fuera del entendimiento, y de completa carencia de sentido según JungKook. Estaba hastiado con todo eso que escuchaba apenas, lo odiaba, no, más que eso… ¿Qué es más que el odiar algo? Mmm ¿Aborrecer? ¡Sí! ¡Eso! ¡Aborrecía toda esa situación! ¡Y mucho más a ese imbécil que se parece a su hyung!

Suspiró.

Miraba al cielo a la espera de un milagro, una señal de que tarde o temprano despertaría de ese mal sueño y que todo sería tal como debería ser. Él, en su cuarto, despertando de este momento onírico para después reírse de sí mismo por su gran imaginación para después estar jugando videojuegos, escuchar música, practicando algún baile o cantando como siempre… ¿Por qué la sensación de que pide demasiado lo invade? ¿Acaso realmente su subconsciente cree que esto está pasando de verdad?

El firmamento iba oscureciendo, mientras que las primeras apariciones de las algunas estrellas se mostraban en todo su esplendor, a pesar de las nubes que amenazaban con ocultarlas, los ojos de Kook se perdían viéndolas, brillaban con tal intensidad que creyó irreal.

El cielo hablaba por sí mismo, dando a entender que parecía acompañarlo en su angustia, dejando presenciar su resplandor, y que en cada aparición mostraba un fragmento de sus recuerdos con los chicos, su familia, sus amigos, siendo todas esas imágenes una gota deslizándose por sus mejillas. ¿Cuánto más seguiría esa pesadilla? ¿Cuándo despertará?

Mientras pensaba menos pasos daba, atrás se quedaba, la distancia marcada lo dejaba más lejos de quienes desconocía, pero que al mismo tiempo tan familiares parecían. Un hueco se instalaba en su pecho ahogándolo, asfixiándolo, aunque sus pulmones respiraran con tranquilidad, su mente vagaba al pasado, al presente y visualizando un futuro incierto.

¿Cuán perdido se puede sentir una persona?

¿Cuánto tiempo permanecerá expectante ante las posibilidades?
¿Cuántas veces hará tantas preguntas sin obtener respuestas?

Sin lugar a dudas, innumerables.

Aún con la vista alzada, se permitía verse absorto entre sus cavilaciones y la magnificencia de los relámpagos acaparando los cielos, así como una representación gráfica de su mente. La realidad que se presentaba ante sus ojos resaltaba que tan misterioso es el universo, el mundo y la vida misma. 

¿Habría alguien del otro lado, de su lado específicamente, que sepa de la existencia de otro mundo alternativo?

¿Alguien se habría dado cuenta de que no está en el departamento?

¿Qué estarían haciendo? Sus padres, los miembros, sus amigos… todos ellos…. ¿Lo estarían buscando al haberse percatado de su ausencia?

No tenía su móvil encima, y dudaba de obtener señal allí. Pero tal vez, solo tal vez estarían llamándolo desesperados por saber dónde se había ido.
O tal vez, solo tal vez, ni siquiera se hubieran dado cuenta.

Suspiró.

Ya no tenía ganas de pensar, y mucho menos de caminar, sentía un hueco en su pecho, un nudo en su garganta o, quizás, sea el llanto acumulado. Sumado a eso, sus ojos escocían y se le nublaban por tratar de retener esas lágrimas que persistían en salir.

Se negaba a ello. Se rehusaba a permitir que lo vean llorar, a pesar de que estaba tan alejado de ese grupo, no quería ver la satisfacción de verlo llorar como un niño. Inspiró aire profundamente, sosteniéndolo, para soltarlo pausadamente.

Hizo eso unas cinco veces, y ya lograba sentirse más calmado. Aunque el remolino en su pecho no cesaba, e involuntariamente desde su interior afloraba el deseo de expresar lo que su corazón gritaba por cantar.

Bajó la mirada observando a ese grupo que avanzaba sin él, estando a una distancia considerable y, por alguna razón, le dio el incentivo necesario para hacerlo, volvió a mirar hacia arriba.

(Play music)

Y lo hizo. Empezó a cantar.

Sin dudarlo un segundo, dejó que fluyera como sus recuerdos en su mente, con emociones entrelazadas en mutuo acuerdo a llenarlo de las mejores imágenes que se escondían en lo profundo de su memoria y que avistaba como una secuencia de fotos, formando la película que nunca pensó ver hasta ese instante.

Los mayores se sorprendieron al empezar a oír la armoniosa voz del chico, tanto que, se detuvieron y voltearon a verlo.

JungKook rememoraba los momentos con sus verdaderos hyungs, las risas, los bailes, todas las actividades que hicieron juntos, los juegos, las siestas, las fotos que se tomaban para army, el escenario que compartían, los programas, las grabaciones, los chistes, los abrazos, las pláticas, los viajes, las bromas, sus enseñanzas, inclusive, las peleas, que si bien no duraban más de un día, siempre acababan en un abrazo grupal y diciéndose lo mucho que se querían, todo lo que vivió estando con ellos. Sonrió. Podía, incluso, oírlos reír, hablarle, los veía, los sentía.

Lágrimas se deslizaban por sus mejillas, nuevamente, salvo que ésta vez lo que le recorría por el cuerpo no era miedo, frustración, ni odio, sino que sintió una paz en su pecho, con sinceridad y clara alegría. Sonreía. Cantaba.

Los espectadores permanecían inmersos en escucharlo, más de uno se conmovió por la vista que presenciaron de aquel joven de rosados cabellos y mirada de cielo siendo iluminado por la tenue luz de la luna, sus orbes lucían como faros de majestuosa candela con reflejos de agua en una noche de absoluta templanza, sumado con la tersa y nívea piel que dejaba ver, daba la apariencia de un ser cándido.

El canto de JungKook se mezclaba con la fluidez del viento, las hojas se movían a la par del sonido de ambos, creando así la sinfonía magistral más solemne que hayan escuchado antes, los pasos eran pausados, siempre con la vista hacia el cielo mientras que sus delicados labios entonaban esa dulce melodía adornada de tristeza y melancolía, así como felicidad.

Algunos sintieron que esos sentimientos se adentraban en el fondo de su alma, envolviéndoles a cada uno con una sensación distinta, llevándoles a recuerdos que creían olvidados, a momentos de antaño, en el que la esperanza era el anhelo que perduraba en los corazones de creencia marchita como las flores en pleno invierno.

El bosque se adornaba con la melodiosa voz de Jeon, capturando y poniendo a su merced a los seis mercenarios, quienes lo observaban deleitándose ante su notorio talento vocal, invadidos por lo que trasmitía, sumergidos en un trance a causa de los recuerdos. Y sobre todo, perdidos en semejante dulzura y suavidad del sonido que ejecutaba con maestría.

La emoción que cargaba al cantar era sublime, dejarse atrapar era inevitable, como quien oye el canto de una sirena quedando cautivado por la belleza del cántico de dicha criatura mística.

Las miradas de aquellos hombres de fornido tamaño, se sumían perdidamente en el chico.

Su voz se asemejaba a un calmante, un timbre de voz tan dulce y cristalina, tan clara, tan ligera. Incentivaba a relajarse y entregarse a oírlo, las miradas enfocadas sobre él parecían querer entregarse a la sensación cautivante en que sus oídos se sumergían. Cuanto más estrofas entonaba, más hundía sus emociones en los corazones de aquellos hombres, y más grande era la necesidad de uno de ellos por ser el único en escucharlo.

Mientras cantaba, y aquellos seis hombres lo escuchaban, no se percataron de que a sus alrededor comenzaron a haber sonidos fuera de la naturaleza. Sonidos que, si bien eran casi imperceptibles, desentonaron con el ambiente.

Con esos dulces labios hechizó a quien menos y, seguramente, jamás pensó en conquistar. Una angelical voz como la de él, evidentemente impostada con los años de trayectoria, sería imposible no lograr trascender a través de la corteza que resguardaba el interior humano que aún se preserva.

Hasta que un cruje de ramas se dejó oír más nítido, alertando a uno de ellos.

–Jefe.– Llamó la atención Hyeok.

–Habla.– Contesta hastiado.

–Estamos rodeados.

Por un microsegundo los ojos de aquel proclamado líder se agrandan por la sorpresa que le causó esas palabras. Más, en un instante, se recupera y con tranquilidad dice.

-Protejan al Sairan(*1) y eviten a toda costa que lleguen a él.– Observa el entorno, minucioso. Aún podía escuchar la voz de JungKook cantando, respiró y se centró en la arboleda.– Sharp, conmigo.– Pasó la vista por toda la parte derecha del bosque.– Los demás con el chico.– Fijó la mirada en él.– Ahora.

A una velocidad de vértigo el dúo desaparece, mientras que el resto corrió hacia JungKook.

Él, al percibir el sonido de los pasos fuertes viniendo hacia su dirección, deja de cantar, baja la vista y se encuentra con que cuatro de ellos estaban rodeándolo. Asustado, los mira, y nota que éstos ni siquiera lo veían, en vez de eso, estaban con armas en mano en una posición clara y dispuesta a atacar. Luego se percata, faltaban dos. Vuelve a examinarlos.

No estaban HoSeok y JiMin.

¿Qué estaba pasando?

Entonces sucede. Comienzan a haber gritos, algunos que parecían de guerra y otros que se realzaban, lo que fácilmente se podía decir, de puro dolor. Provenientes de la espesa vegetación.

JungKook queda pasmado viendo al lugar que aseguraba que algo se estaba llevando a cabo.

Y cuando se da cuenta. Un sujeto del doble de su tamaño, con un machete estrambótico, planeaba llegar a él. Si no fuera porque NamJoon se interpuso entre esa arma y su carne, habría muerto ya.

El aire se le escapó, sintió por un momento que su alma casi se le cayó al suelo, aunque a estas alturas aseguraba que si se le había caído.

NamJoon y aquel loco forcejeaban con sus armas, provocaban una paralizante resonancia metálica que lo dejaban aún más sin saber que hacer. Al girar para decirles a alguno de los otros que lo ayudaran, se topa con que Nam no era el único que peleaba allí. Todos lo hacían.

Se congeló. No podía creer la forma en la que ellos daban batalla, la fiereza que se veía en cada uno, era temible.

Lo que más lo dejó en shock, fue ver a la imagen de TaeHyung de este mundo, golpear y arremeter sin piedad contra su oponente. La sonrisa tan característica de él, llena de picardía, jovialidad e, incluso, inocencia, se mostraba teñida de un maligno y espeluznante gozo de diversión al cortar, apuñalar y rebanar al condenado tipo con el que peleaba.

No. No sólo era él. Todos. Todos ellos tenían una expresión de excitación al herir a sus contrincantes.

Se quedó mirándolos espantado. Tanto que no vio venir al hombre a su derecha.

Cuando lo hizo. Éste ya estaba a un metro de llegar a él. JungKook lo miró, ése sujeto tenía exactamente la misma cara que las de sus hyungs. Vio que en sus manos tenía una clase de pistola, está de más decir que rara pero hay que detallar, de doble cañón y adornada con figuras doradas en su mango. En ningún momento el tipo quitó su expresión de locura y diversión.

-Todos ustedes.– El sujeto levantó el arma, apuntando directo a su cráneo.– Están dementes.– Dijo con repulsión. En respuesta el otro le sonrió hipócrita.

Como si con ello, le afirmara a sus palabras.

Volteó el cuerpo y lo enfrentó. Veía directamente a los ojos del hombre, casi como desafiándolo, el sujeto aún mantenía aquella asquerosa sonrisa. Lo vio mover la mano, mas precisamente su piel en sí, destacaba un tatuaje de enredaderas, siguió recorriendo con la mirada hasta hallarse con capullos en los antebrazos, espinas en los bíceps, y rosas en el cuello. Alzó los ojos denotando su rostro.

Se sorprendió.

Ése. Quien le apuntaba con una clase de escopeta corta. Quien amenazaba con desterrarlo de ese y cualquier mundo. No era más ni nada menos que Jackson Wang….

-Hyung…– Susurró apenas. El otro sonrió de lado.

-Adiós. Niño bonito.

Oyó el seguro.

Cerró sus ojos esperando la llegada de la muerte que tantas veces le ha estado acechando. Tragó saliva. Suspiró por última vez, entregándose.

¿Por qué cada vez que sentía sería su último respiro pensaba en su hyung?
Ya estaba harto de ver su cara.

Aunque ahora, maquinando en lo vivido con el de ese mundo y comparándolo con el otro, tuvo más oportunidades aquí que en su propia tierra. ¿Se acostó con él, no? Y debía admitir que el de ese mundo…

Era excelente en la cama…

Sonrió.

Bueno…

Al menos no morirá virgen.

Crack.

Arrugó el entrecejo. Ese no era el sonido de un disparo.

¡pock!

Eso… sonó… como si algo se hubiera caído al piso.

Abrió los ojos extrañado. Miró hacia el suelo, encontrando el cuerpo del que en el mundo conocido es rapero y cantante. Lentamente levantó la mirada topándose con la de HoSeok.

-¿Qué crees que haces?– Dice serio, con un toque molesto.

-Ahmm.– Se vieron directamente a los orbes.

-¿Quieres morir?– Escupe furioso. JungKook lo mira, irracionalmente, pacífico, debatiéndose si responder.– ¿Y bien idiota?

-Si eso…– Su voz sonó como un murmullo hasta desvanecerse.

-¿Qué dijiste?– Cuestiona irritado.

-Dije que si eso me aleja de ti.– Lo ve directamente a los ojos sin titubear. – Eso quiero.

De forma imperceptible la expresión de sorpresa comienza a adornar en el rostro de HoSeok. JungKook tuvo la impresión de que no esperaba que le contestara y mucho menos que respondiera con aquellas palabras. Sonrió satisfecho, de que por una vez, vio un gesto humano y ordinario en aquel rostro. Y por sobretodo, el haber sido él quien causara esa mueca en el rostro que, muy a su pesar, lo atraía incondicionalmente.

Iba a decirle algo más, quería que por una vez oyera lo que tenía que decir, sin callarse y sin inmiscuirse ni dudar.
Lo hubiera hecho.

De no ser porque lo vio, o creyó ver por escasos microsegundos, el rostro de YoonGi. Juraba haberlo visto entre los árboles a una gran distancia, reconocería la cara del pálido donde fuera. Estaba seguro, era él.

Se enfocó en buscarlo, no obstante, mirara por donde mirara no estaba ahí. Fue apenas unos segundos ¿cómo era posible que ya no lo viera?

¿Había sido su imaginación?

Entre tanto rebuscar con la mirada esa zona, los deseos de ir hacia allá podían más con él, no obstante, sus pies no obedecían las órdenes de su mente. O eso pensó, hasta que se percató de que lo estaban agarrando con fuerza por el brazo izquierdo. Miró su procedencia, encontrando los oscuros e intensos ojos del HoSeok de ese mundo, viéndolo.

Con una fuerza impresionante, y de un solo tirón, hizo que estuviera pegado a su cuerpo. Alrededor se oían gritos, alaridos y lo que parecían súplicas, sin embargo, apenas audibles para JungKook, él estaba sumido en la profundidad de una mirada amarga de ojos cafés.

En cambio, la contraria se rendía ante las miles de emociones asaltándole, nublando su juicio y obstruyendo la poca racionalidad que le quedaba. Aquellos faros azules iluminados por la tenue luz de la luna, sumergían a todo aquel que quisiera ver a través de ellos. Hipnotizantes. Abrumadores. Intensos. Sencillamente… eran….

Un siseo hizo acto de aparición.

Tan veloz y certero como una bala.
Impactando de lleno en el brazo izquierdo de HoSeok. Él se quejó de forma leve, pero audible ante la cercanía de JungKook.

Jeon no evitó expresar el susto que le dio. Más aún cuando vio que el mayor tomó con su diestra la saeta, desencajándola de su carne y provocando que chorros de sangre se escurrieran de la herida. La impresión en su rostro era tanta, más, por el hecho de ver la cara de indiferencia que el mayor tenía.

Inmutable. Sus facciones no se alteraban, ni siquiera cuando pudo oír esa breve queja que se le escapó. Sin embargo, los ojos de aquel personaje con la apariencia similar del conocido rapero de bangtan, Jung HoSeok, se teñían de la más terrorífica oscuridad. Una que, ante la vista de JungKook, ocasionaba escalofríos por las múltiples sensaciones de alerta que mandaban a cada uno de los nervios del cerebro.

Aquel osado que se había atrevido a herirlo se hallaba a tan solo unos veinte metros de distancia, esbozando una sonrisa torcida y maquiavélica. Preparándose para otro disparo.

Un disparo que jamás ejecutó.

Cuando menos se lo esperaba, el maknae, en un solo parpadear atestigua la imposibilidad humana de una acción. En apenas un segundo con la velocidad más escalofriantemente impresionante, el líder, llega hasta el posible futuro cadáver del osado, y desde un estuche en su espalda saca con una agilidad certera una larga, reluciente y, de extravagante forma, espada. Una espada que imitaba la forma de un rayo.

Internamente rogaba que no hiciera lo que pensaba que él iba a hacer. Quería gritar. Detenerlo. Pero no conseguía mover un músculo. Estaba petrificado. Y más aún, cuando levantó el brazo y de un simple movimiento, cercenó la cabeza del sujeto de su cuerpo. Los chorros de sangre no se hicieron esperar. La sangre brotaba cual geiser de pulpa sanguinolenta.

La cabeza del hombre rodó hasta quedar de lado. Lo peor del hecho, no era la acción de HoSeok, no, lo peor era que la expresión marcada en el rostro del desgraciado, aún seguía presente aquella muestra de diversión y locura. Sumado a eso, las facciones del tipo se deformaban en una tétrica y espeluznante mueca sombría.

Fue lo último que hizo aquel sujeto.

La luz desapareció de sus ojos, apagándose, la sangre que aún descendía de la garganta comenzó a hacer un charco a su alrededor. Justo en dirección a JungKook.

Faltaban palabras para describir la terrible sensación que le envolvió al denotar quién era aquel sujeto.

Era Kwon JiYong…

-Sum… Sunbaenim…– Susurró, sus ojos no se apartaban de él.

Ahora sí, su alma se le cayó al suelo embadurnado con el ferroso líquido carmesí. Quedó estático. Sin habla. Sin saber respirar correctamente.

HoSeok lo escaneó completo. Vio como JungKook caía de rodillas al piso con la vista fija en la cabeza del pobre diablo que asesinó, miró como de sus orbes se deslizaban lágrimas, arrugando el entrecejo y apartando la mirada para observar el entorno.

Habían alrededor de quince cuerpos tirados por todo el lugar.

Se enfocó en buscar a alguien en especial de su equipo. Encontró a tres de ellos hablando, continuó hasta dar con TaeHyung, que se encontraba viendo a una dirección en particular, se extrañó por eso y se acercó.

-¿Qué sucede Lion?– Cuestiona. Éste, se tensa en el momento.

-Je-jefe…– Los ojos del mayor se agrandan.

-Fue él.– Dice reteniendo su ira.– Fue él, ¿no es así?

-Si señor…– Contesta en un murmullo.– Se fue en esa dirección.– Acto seguido, apunta con su índice.– Lynx lo siguió.
En respuesta, el mayor resopló con un toque de satisfacción y malicia.

En un momento dado, divisan a la lejanía a JiMin, él lucía una clara muestra de disgusto e inconformidad. A poco de estar unos cinco metros de distancia, conecta miradas con el líder haciéndole un gesto, que sólo ellos usaban para comunicarse.

A pesar de lo que habían esperado. JiMin no pudo alcanzarlo, su increíble capacidad física se vio obstruida por la avanzada habilidad del objetivo. La incógnita se reflejaba en sus semblantes. Era imposible que las altas destrezas de un Weise fueran inferiores comparadas con las de un Drakes durante una persecución. Totalmente inverosímil.

En eso, la sonora aparición de un relámpago, acalló todos los pensamientos, entre miradas transmitían lo que en palabras no podía quedar expuesto. Así que, obviando lo siguiente que harían, se reunieron con los otros.

Ya estando a poco de llegar con ellos, inevitablemente el líder posa su atención en el chico aún de rodillas al piso, sintió verdadero fastidio de solo verlo.

– Hey chicos, mata…– La voz de Hyeok fue interrumpida por la demandante del líder.

– Levántate.– Ordena. JungKook lo mira ausente.– ¡QUE TE LEVANTES CON UN DEMONIO!

Nada. No hubo reacción de su parte, y eso, alteró más al mayor. Lo tomó del cuello de la camiseta, acercándolo hasta que sus alientos chocaran en el rostro contrario.

– CUANDO TE DIGO QUE TE LEVANTES. LO HACES PERRO.– La mirada de JungKook temblaba.– ¿QUÉ? ¿ACASO QUERÍAS MORIR JUNTO A ESE BASTARDO?– Escupió.– SIGUE COMPORTÁNDOTE COMO IMBÉCIL Y TERMINARÁS PEOR QUE ÉL.– Lo suelta y lo empuja, haciendo que perdiera el equilibrio y terminara cayendo al suelo de espalda.– ¡VÁMONOS!– Gruñó.
Sin objetar, emprenden nuevo rumbo.

Y nuevamente, TaeHyung, con una compasión que ni él mismo sabía que tenía, ayuda a incorporarse al menor, para juntos ir detrás de los demás.

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Significado de las palabras raras:

Sairan(*1): sirena en canarés 😅
             

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Ojalá les haya gustado!

Cuídense mucho!😘😘😘

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