Mauricio: Te extraño

Ese día no era el mejor. Nunca era sencillo lidiar con la familia Sifuentes. Para mi infortunio tuve que hacerlo desde temprano, porque mi padre y Rubén, su primogénito, habían arribado al aeropuerto para el aniversario de la Constructora. Su propósito no era ir al festejo planeado para ese año. Se trataba del día elegido para el informe privado de actividades, y los dos iban dispuestos a despedazarme. No me hacía mal: en realidad era un buen ensayo para las cuentas que tendría que rendir frente a los accionistas. Pero aborrecía tener que verme cuestionado por ellos, sobre todo, por Rubén. 

Apenas unos pocos años mayor que Mariana, Rubén era por mucho uno de los hombres más despiadados para los negocios que hubiera conocido. Vivía para obtener ganancias, de lo que fuera y de quien fuera, el más parecido a mi padre de sus hijos. Mi proyecto solo le representaba una gran e inútil pérdida, y desde el inicio debí luchar contra los numerosos argumentos y cifras que se dedicaba a buscar durante meses para desestabilizarme. Él quería ver a la empresa hundida o sirviendo a sus propósitos, y yo no estaba dispuesto a permitírselo. La constructora, que para mí era un proyecto social, para él implicaba un negocio poco rentable, y no tenía reparos en hacerme ver la diferencia.

—Mauricio, esto debe mejorar o la inversión no habrá valido la pena, tú sabes eso; y si no, Mariana debería decírtelo.

Las palabras de mi padre y su mirada acusadora me causaban dolor de cabeza. Ese sería un día largo y sumamente agotador. Lo único que deseaba era que acabara pronto. Luego de discutir y planear nuevas estrategias que sirvieran al objetivo de la constructora, pero también a los de mi padre como inversionista mayoritario, dimos fin a la reunión. Él y Mariana salieron de la sala de juntas, pero Rubén se quedó, midiéndome como lo hacía siempre que me veía.

—¿Hay algo más que quieras discutir, Rubén? —pregunté con fastidio.

—En realidad no, solo te noto bastante cansado... Mauricio, no te lo tomes a mal, pero si me vendieras en este momento tus acciones de la constructora, podrías vivir cómodamente toda tu vida. Hasta podrías seguir siendo el director algunos años si no quieres aburrirte, pero ya no tendrías que preocuparte más por negocios que no se te dan bien.

—Para ti nada se me da bien.

—Conquistar mujeres sí que se te da. La hija de mi mujer sigue preguntando por ti. Espera poder verte esta noche en la cena.

—Dile a Mónica que estaré encantado de acompañarla —resoplé resignado, viendo que esa decisión estaba tomada mucho antes de preguntarme.

—Esa muchacha es un dolor de cabeza, no te voy a mentir. La preferiría contigo que con cualquiera de los vagos de los que se hace acompañar.

—Para ella tampoco es fácil vivir bajo tu techo. Te casaste con su madre. Al menos intenta comprenderla. Sobre lo otro... olvídalo. Mónica y yo somos amigos, pero nada más. Ahora, si me permites, tengo mucho más que hacer.

—Mejor di que me quieres fuera de tu vista... Bien, nos vemos en la noche, hermanito.

Rubén se retiró, dejándome por fin solo. Apenas podía creer que fuéramos hijos del mismo padre. Todo en él me molestaba; en particular, la manera en que despreciaba a los demás. Mónica, su hijastra, era el mejor ejemplo de esto último. Rubén se había casado con su madre cuando ella tenía quince años y desde entonces no había hecho más que dificultarle la vida. Lo sabía bien. Mónica y yo nos habíamos conocido en una reunión familiar años atrás y en algún momento llegamos a ser más que amigos. Pero ahora la única que ocupaba mi mente era Alejandra, así que esos dos tendrían que resolver sus diferencias por sí mismos.

Estando más tranquilo, recordé que no había llamado a mi chica. Ya era tarde para intentarlo, y en la noche dudaba que tuviera tiempo, dado el compromiso que me esperaba. Marqué a su oficina. Nadie respondió.

Me consoló pensar que quizá lo mejor por ese día era no hablar con ella, necesitaba concentrarme. En la cena estaría la mayoría de los accionistas y, aunque el evento no era para eso, sabía que de una u otra forma tendría que rendirles cuentas.

Durante las dos horas siguientes me dediqué a repasar los números y prepararme mentalmente. Sólo me distrajo el sonido de mi móvil. Respondí pensando que era Alejandra, pero se trataba de Mónica.

—Hola, amor, ¿Nos veremos esta noche?

Respiré tan hondo como pude para armarme de paciencia.

—Hola Mónica. No me llames así por favor, haces que Rubén piense de más y sabes que se le da fácil.

—Perdóname, Mauricio, es que hace tanto que no te veo... Desde la última cena de Navidad en la casa de tu padre, hace más de tres años, si mal no recuerdo.

—Sí, bastante. Creí que ya te habrías olvidado de mí.

—Nunca haría eso después de lo bien que la pasamos aquella noche. ¿Has recibido mis últimos mensajes? Me gustaría que me respondieras de vez en cuando.

—Lo hago.

—No tan rápido como yo quisiera.

—Moni, en verdad estoy ocupado, paso por ti a la noche, ¿Estás en la casa de mi padre?

—No me queda más remedio que quedarme con ese par de amargados. No quiero tener que pagar hotel y la casa tiene una hermosa piscina, tu padre debería usarla más seguido.

—Bien, te veo más tarde ¿Sí?

—Dime una cosa, Mauricio, hay otra mujer. ¿Cierto?

— ¿A qué viene esa pregunta, Mónica? Hasta dónde sé lo nuestro era solo ocasional, me lo dijiste tú cada vez que estuvimos juntos.

—Sé lo que dije, pero tenme piedad. Sabes que me encantas ¿no? Solo quiero saber si nos divertiremos esta noche.

—Lo siento, Mónica, esta noche solo iremos juntos a la cena.

—Qué cruel, comienzas a parecerte a los otros Sifuentes... No me quedará más que disfrutar tu compañía en la bendita cena.

—Adiós, Moni.

—¡Pero si estás hecho otro! Ya sabré yo quién te está cambiando así... No llegues tarde.

Colgué sintiéndome culpable. Odiaba tratar así a Mónica cuando habíamos pasado juntos ratos tan agradables, pero su costumbre de entrometerse en la vida de otros no me agradaba. Mucho menos que sintiera el derecho de hacerlo en la mía. Mi hermano tenía razón en algo: se empeñaba en que su nombre significara siempre problemas para los que la rodeaban. Y yo no quería más de los que tenía encima. Le daría el gusto de llevarla a la cena porque sabía de antemano que Alejandra no podía acompañarme, pero esperaba que volviera pronto a la capital con Rubén y mi padre, y no tener que preocuparme más por ella.

Intenté llamar a Alejandra por segunda ocasión, esta vez a su móvil. Realmente necesitaba que su voz me diera ánimo, pero estaba lo suficientemente ocupada para no responderme, así que le envíe un mensaje.

"Te extraño, ahora mismo me haces demasiada falta" escribí en la pantalla antes de presionar el botón de enviar. Hubiera deseado que, al recibirlo, Alejandra apareciera allí por arte de magia. Me reí de mí mismo; no era tan importante para ella. 

Alejandra llevaba meses siendo mi amiga, pero seguía sin mostrar interés en algo más pese al tiempo que pasábamos juntos y los pensamientos profundos que compartíamos. Muchas veces me permitió besarla, otras más nos abrazamos como si de eso dependiera nuestra vida. Y siempre que las caricias más íntimas aparecían, ella las detenía repitiendo lo mismo que me dijo aquella mañana en que le confesé lo que sentía:

—No puedo ser más que tu amiga.

Esa afirmación comenzaba a calarme. Cada que la escuchaba, mi esperanza moría un poco más. Realmente no sabía lo que significaba para Alejandra lo que había entre nosotros. La incertidumbre me mataba porque lo único claro era que me apartaría de su lado en el momento que quisiera y yo me quedaría otra vez sin nada. Tal vez la idea del compromiso no era de su agrado. Quizá era demasiado egocéntrico de mi parte esperar algo así en lugar de disfrutar lo que ella me brindaba. Pero lo que teníamos seguía sin ser lo que yo deseaba, y mucho menos lo que había esperado por años.

Aparté a Alejandra de mi mente. Me desconcentraba demasiado y no me lo podía permitir aquel día. Además, Mónica me esperaba. No quería llegar tarde a nuestra cita, y en realidad también deseaba verla. Su compañía siempre había tenido un efecto embriagante en mi ánimo. Me atreví a pensar que me ayudaría a sobrellevar esa noche.    

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