Alejandra: Cuenta conmigo

El espejo me devolvió una imagen que no reconocí. El vestido rojo de noche que Vanessa me había insistido en comprar sin duda estaba muy lejos de reflejar mi estilo. Su llamativo color y el pronunciado escote, que dejaba al desnudo mi espalda, no se parecían en nada a lo que estaba acostumbrada a usar... aunque no podía negar que me agradaba cómo me hacía lucir. Excepto por la piel de mi espalda, era discreto en todo lo demás, y la caída de su falda era perfecta. El maquillaje adecuado, unos zapatos de tacón comprados para la ocasión y un peinado de salón completaban mi atuendo.

—Creo que seré la envidia de muchos esta noche- dijo amablemente Erik al vernos llegar a Vanessa y a mí. Habíamos decidido encontrarnos en el sitio, así sería más fácil para todos. La cena de gala se celebraría en un renombrado hotel que, pese a la proximidad del evento, se veía con poco movimiento.

—Ellos siempre llegan tarde —nos aclaró Erik.

—Entonces quizá podríamos divertirnos en el bar- sugirió Vanessa con su característico desenfado. Acepté que en esa ocasión tenía razón. Entrar en un salón casi vacío no me apetecía en lo absoluto, sobre todo sabiendo que Mauricio no estaba ahí.

Estuvimos bastante tiempo en el bar, un par de horas como mínimo. El lugar era muy acogedor y tenía una muy linda vista de la ciudad. Al final bajamos al salón para encontrarnos con que ya estaba repleto. Por suerte, Erik tenía una mesa reservada. Los tres nos sentamos. Ver tanta gente desconocida comenzó a alterar mis nervios. 

Nunca he sido sociable y no reconocer a Mauricio en ninguno de los rostros que me rodeaba incrementaba mi incomodidad. Mi plan de sorprenderlo comenzaba a frustrarse y terminó de desmoronarse cuando escapé al baño en busca de un lugar tranquilo y al salir, lo vi acompañado de una linda chica que no reconocí. La estocada fue doble al ver la familiaridad con la que se trataban y que dejaba claro que Mauricio la conocía muy bien.

Me quedé mirándolos algunos minutos desde una posición que no delataba mi presencia. Si hubiera sabido que me dolería tanto ver cómo ella abrazaba su cintura mientras él le rodeaba amorosamente la espalda con su brazo, me habría retirado inmediatamente. No lo hice. Me quedé ahí, deseando desaparecer. Al final solo conseguí escabullirme de vuelta a la mesa donde Erik y Vanessa conversaban alegremente. Mi amiga siempre ha sido muy perceptiva y enseguida notó que algo sucedía.

—¿Qué tienes? —me preguntó apenas vio la mueca de decepción tatuada en mi rostro, aprovechado que Erik se había puesto de pie para saludar a unos recién llegados.

—Vi a Mauricio y viene acompañado.

—¿De una mujer?

Asentí.

—Seguro has visto mal.

—Por supuesto que no. Los he sorprendido mientras saludaban a Mariana. Definitivamente están juntos.

—Cabezota, ese hombre no tiene ojos más que para ti. ¿Por qué no te acercaste a hablarle?

—¿Para qué incomodarlo? Te aseguro que lo último que quiere es verme aquí.

—No estoy segura de eso. Pero entonces, ¿qué hacemos? ¿Nos vamos?

—Ni hablar. No quiero arruinarles la noche a ti y a Erik, con lo bien que se la pasan juntos. No te preocupes que yo me voy sola en cuanto Mauricio esté lo suficientemente lejos para no verme.

—Como quieras. Solo piénsalo bien ¿Sí? Te ha costado demasiado llegar hasta aquí y sabes que no me refiero a la compra del vestido y los zapatos.

Hice lo que Vanessa me pedía. Lo pensé largamente, tal y como había pensado durante meses si aceptar o no lo que sentía por Mauricio. Decidí que me quedaría un poco más. No sabía qué esperaba al hacerlo, pero me armé de valor. Por las siguientes dos horas me dediqué a dar pequeños sorbos al trago que reposaba en la mesa frente a mí, mientras veía a Erik y Vanessa bailar al ritmo de la música. 

Era una buena fiesta. Pensé en lo lindo que sería disfrutarla con mi amigo, para luego reprocharme por no haberle dicho antes lo que sentía por él. Hacía tiempo que Mauricio no mencionaba sus sentimientos. Incluso los besos que alguna vez me permitiera saborear junto a él luego de su apasionada confesión se habían vuelto más esporádicos, hasta desaparecer de nuestros encuentros. Mauricio ya no buscaba mi boca cuando la casualidad nos llevaba a quedarnos solos. En las últimas semanas había extrañado sus palabras cariñosas, los halagos y la forma en que tomaba mi mano cuando hablábamos. Algo en su mirada se había apagado.

¿En realidad se había rendido después de prometer que no lo haría? Esperaba que no pero tampoco quería atormentarme. Había jurado no volver a dejarme devastar por un hombre. Así que, recordando a mi hijo, saqué mi móvil del bolso de noche. No lo había revisado en mucho tiempo y quería asegurarme de que todo estuviera bien. Llamé a casa de su amigo y después me percaté de una llamada perdida de Mauricio y de su mensaje.

—Eres un sinvergüenza —murmuré, intentando adivinar si el mensaje lo había enviado antes o después de encontrarse con su acompañante. Le respondí. Estaba tan aburrida que no tenía nada que perder.

"¿Aún te hago falta?"

Seguro lo vería hasta el día siguiente, pero al menos yo me divertiría tratando de adivinar su respuesta por el resto de la noche.

"¿Tú qué crees?"

Sí que era rápido. Por lo visto la linda morena que lo acompañaba no era suficiente para entretenerlo.

"Que seguramente hay muchas bellas mujeres en esa cena que pueden hacer que te olvides de mí"

"¿Y si te dijera que en este mismo momento acabo de escaparme de esa horrible fiesta y estoy intentando disfrutar de un trago en el bar de arriba?"

Su respuesta me sorprendió. Intentando ser discreta, tomé mis cosas y me levanté de la mesa. Recorrí el salón viendo a mi alrededor. El sitio era grande, pero no me tomó tanto tiempo darme cuenta de que ni Mauricio ni su acompañante estaban ahí.

"¿Estás solo?" escribí en la pequeña pantalla. No estaba segura de querer leer la respuesta.

"Ahora lo estoy"

Era todo lo que necesitaba saber. Él no me mentiría, no en algo tan simple, y por el momento no me importaba mucho saber a dónde había ido la morena que antes lo abrazaba. Sin explicar demasiado, me despedí de Vanessa y Erik para luego subir al bar donde había pasado parte de la tarde.

El bar era pequeño en comparación con el resto del hotel y esa noche no estaba muy concurrido. Apenas entré, vi a Mauricio. Estaba sentado en la barra, cabizbajo y con un trago a medio tomar entre las manos. No apartaba la vista del móvil sobre la barra. Lo miraba ansioso. 

Me conmovió darme cuenta de lo agobiado que se veía. Ya antes me había dicho que ese evento sería una pesadilla para él. Me olvidé de su confesión cuando lo vi comportarse tan cariñoso con esa morena, pero viéndolo ahí, pude comprobar que no me había mentido. Ese había sido un día terrible para él. Lo único que deseaba era abrazarlo y decirle que podía contar conmigo.

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