Capítulo 5: Dalas
Estaba cansado, aburrido, aburrido de la monótona que se había convertido mi vida últimamente, decidí salir a caminar un rato, a despejarme, tratando de seguir adelante y pensar de una forma optimista, una carga menos tenía, eso debía ser bueno ¿no?, pero aún recibía todos los mensajes negativos, puras críticas a mi vida juzgando cosas de las cuales no tenían ni idea de cómo eran, esto era injusto, yo lo di todo y ahora resulto ser el gilipollas en esto. Estaba harto, a veces se volvía muy cansino el ser yo, no el ser yo no, el ser reconocido por la gente, por las personas, difícilmente tenía privacidad, las personas creían conocerme, pero no tenían idea, y no faltaban aquellos quienes querían aprovechar la oportunidad de hacerse algo de fama, tenía pocos amigos, mejor dicho pocos verdaderos amigos desinteresados. No me molestaban los pambisitos, en cambio alegraban mis tardes y me daban fuerzas para seguir, pero siempre estaban aquellos falsos que se hacían pasar por pambisitos, no encuentro motivo por el cuál mentir así, me gustaría conocer a más personas con la oportunidad de empezar de cero, que seamos completos extraños, poder hacer amigos nuevos.
Llevaba así toda la mañana, mejor iba a comprar algo de comida para Argos, tal vez este fin de semana podría llegar a verlo, aún tenía la esperanza, cuando noto mis agujetas desatadas, me agacho a atarlas cuando siento que alguien choca conmigo, al levantarme veo a un morojo de pelos, y debajo de él una muchacha en el suelo sobándose el tobillo con lágrimas cayéndose de los ojos.
Yo: ¿Estás bien? – le pregunte preocupado, parece que de verdad se había golpeado, me acerqué a ella cuidadosamente.
Chica: Si, si, perdón fue mi culpa – ella no levantaba la cabeza creo que era por vergüenza, veo un rubor asomar en sus pómulos.
Yo: Déjame ayudarte – creo que no confiaba en que yo quiera ayudarla – mi nombre e Daniel – me presenté a ella - ¿te duele el tobillo? – fue entonces cuando levantó la cabeza y pude ver su rostro, estaba roja sí, pero no sé si era por retener las lágrimas o por vergüenza, pero aún no contestaba, creo que la mejor forma de aliviar el ambiente era con una broma – Oye tía ¿sigues aquí? – y se puso más roja aún, si es que eso era posible.
Chica: Si, perdón, estaba repasando mentalmente si dolía mucho o no, para pararme – cuando volvió hablar agachó su cabeza, tenía una voz melodiosa, no era ni irritante ni monótona, era dulce, como una niña.
Yo: ¿Te ayudo? – aún no sabía su nombre, la tome por los codos, no creí que fuera propio tomarla por los hombros o de la mano, sin saber por qué me ponía nervioso el contacto con ella, pero aun así no quería soltarla, se sentía bien, ella sólo asintió con la cabeza, aún no estaba seguro de soltarla - ¿puedes sostenerte en pie? – sólo asintió otra vez – voy a recoger tus cosas – pero cuando la suelto, en un segundo veo como volvía a caer, la volví a tomar en mis brazos, impidiendo que caiga al suelo, ella solo estaba con los ojos cerrados, me quedé observándola fijamente, era bella, y me quedaba corto en decirlo, con su cabello largo, negro, unos ojos castaños, no un castaño común, sino uno intenso, poseían un magnetismo el cual te poseían y no puedes dejar de verlos. Necesitaba saber cómo se encontraba – Ostia tía, ¿estás bien?-
Chica: Me duele mucho – su voz sonaba ahogada, estaba preocupado, se torció el tobillo, mejor es llevarla a su casa y asegurarme de que esté bien,
Yo: ¿Vives muy lejos? – Pregunté mirando para todos lados, tal vez estaba acompañada cosa que dudo ya que nadie ha venido – No puedo dejarte así, sola – no quiero dejarla sola así.
Chica: No te preocupes, puedo tomar un taxi – me miro a los ojos sonrojada - ¿no tendrás el número de alguno? – la verdad es que nunca tomo taxis, me gusta caminar, solo negué con la cabeza, tomé u cosas que aún estaban en el suelo, sin soltarla y pasé mi brazo por su cintura para sostenerla dándole fuerza y seguridad donde apoyarse - ¿Qué haces? – preguntó algo exaltada y sorprendida a la vez, me causó mucha gracia y ternura verla así, creo que era algo evidente lo que estaba haciendo.
Yo: Vamos, te acompaño, por mi culpa estas así – no debí ponerme en medio del camino a atarme las agujetas, supongo que comprare las cosas más tarde.
Chica: Está bien – finalmente se rindió y dejo que la ayudara.
La llevé hasta su casa, podía notar lo tensa que se encontraba y que le dolía demasiado pero ella trataba de ocultarlo supongo que para parecer fuerte, aún no sabía su nombre, claro que ella no confiaba en un extraño total el decirle su nombre, no la presionaría.
Chica: Gracias por todo de verdad, ya te puedes ir, has de estar muy ocupado – yo no quería irme, no así, no aún.
Yo: Venga, déjame curarte, debes ponerle hielo antes de que empeore – me dirigí al refrigerador, su departamento era pequeño, pero se veía cómodo para una persona, saqué un poco de hielo, luego tome un repasador de la mesada lo humedecí y coloque el resto del hielo dentro, volví a donde ella se encontraba y saqué su zapatilla con delicadeza y también su medía, con sumo cuidado apoye el hielo en su tobillo mientras ella hacía pequeñas muecas, luego me miro a los ojos y me sonrió.
Chica: Gracias Daniel por todo – era raro que me llamase asi, de oía diferente, todos me decían por el seudónimo que yo mismo me hice hace unos años.
Yo: No es nada pero ¿me harías un favor?
Chica: Lo que quieras – al terminar de decir eso abrió los ojos como plato y se puso roja, yo solo me reí ante su reacción.
Yo: No es nada grave - pude ver como se relajaba de vuelta, pero el rubor en sus mejillas continuaba – Sólo que es raro que me llamen así, dime Dalas – le sonreí inspirándole confianza, o al menos esa era mi intención, deseaba su confianza – Dalasito Pambisito a su servicios – me presenté haciendo una pequeña reverencia y guiñándole un ojo en forma de chiste. Ella sólo reía
Chica: Meredithsita Pambisita a la orden – contestó imitando mi acción, Meredithsita me quedé pensando entonces su nombre habrá de ser Meredith, era la primera vez que lo escuchaba.
Yo: Al fin sé tu nombre, Meredith ¿no? – tal vez me equivocaba, pero ella solo contesto asintiendo - ¿eres pambisita? - me miró extrañada y negó al no saber a lo que me refería.
Nos quedamos charlando un rato, ella se encontraba sentada en el puf, si me había quedado sentado sobre mis talones, pasó el rato pero me sentía cómodo con Meredith, ella no me conocía ya sea porque no sigue a los Youtubers o porque no es de por aquí, su acento es raro, me gustaba, podía notar que ya en confianza era una persona muy risueña y activa, no paraba de gesticular con las manos o hacer ruidos graciosos.
Yo: ¿De dónde eres? Por su habla sé que no eres española.
Meredith: Adivina – me dijo riendo – ya sé ya sé, juguemos vos tenés que adivinar– decía con una impecable sonrisa y muy animada.
Yo: Está bien, supongo que no eres española – ella sentía con una mirada de intriga.
Meredith: ¿Cómo estas tan seguro? – era fácil la respuesta.
Yo: Fácil, el hecho de que no pronunciamos igual las eses o el utilizar distintas las propiedades de las palabras a la hora de gesticular – por su mirada creo que no comprendía lo que trataba de explicar - a ver, por ejemplo el que digas vos y no tú, o cuando dijiste tenés que adivinar, acá decimos tenéis que adivinar, ¿me explico?- ella asintió sonriente.
Meredith: ya, ya, entiendo, vamos adivina – a esta tía le gusta jugar, negué con la cabeza pero le seguí el rollo.
Yo: ¿Latinoamericana? – ella asintió.
Y así seguimos jugando un poco más hasta adivinar que era Argentina, me contó que se mudó sola aquí porque siempre había querido viajar y conocer, y que se llevaba mal con otros idiomas, quería ser mochilera pero que sus padres la convencieron de que viva en un departamento para estar tranquilos, me ofrecí a serle de guía, de mostrarle la ciudad y ser su amigo, ya que no conocía a nadie y me agradaba.
Luego de un rato me di cuenta de la hora y mefui, no sin antes intercambiar números.
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