Capítulo 11

—La prensa ya está hablando —informó Valentina al dejar una revista en mi escritorio—, es sorprendente. Nuestro plan funcionó; debemos mantener este rumbo solo por unos meses más, antes de que surja otro escándalo y nos olviden.

—Espero que sí —evité detallar la portada, ya que la foto era lo justo y necesario para captar la atención de la prensa y mantenerlos ocupados.

—Marcus ya firmó los papeles —comentó al sentarse en el sillón marrón y apartar su taza de chocolate caliente—. Me envió un informe extenso con cincuenta hojas, expresando su opinión sobre los nuevos restaurantes.

—Siempre tan eficiente —murmuré ante el cambio de tema.

—Es típico de él —respondió—. Su escándalo no es suficiente para opacar el nuestro.

—Existen muchos escándalos —la miré seriamente—, dejemos las cosas como están.

The Moon 2028

¡Escándalo en el mundo del tenis! Leonardo Cassiatore visto en un encuentro con su exesposa en el otro lado del mundo

Después de meses de especulaciones y rumores, el tenista internacionalmente famoso, Leonardo Cassiatore, fue sorprendido recientemente en Sino-Fusión Street Bistro. Aunque la única imagen disponible es borrosa, no hay duda de que se trata de Cassiatore y Liang compartiendo el mismo espacio. La fotografía captura a ambos en lo que parece ser un momento de cordialidad. Fuentes cercanas a la pareja sugieren que Leonardo ha viajado al otro lado del mundo para hacerse cargo de la situación que afecta a su "familia olvidada". La presencia de Cassiatore en el restaurante, propiedad de su exesposa, sugiere que ambos están intentando manejar la situación discretamente.

Se desconocen los detalles exactos de la situación familiar, es evidente que hay asuntos pendientes entre Cassiatore y Liang. ¿Están considerando una reconciliación, o este encuentro es simplemente para cerrar capítulos no resueltos? El aire de misterio que rodea a esta reunión sugiere que hay más en juego de lo que parece. ¿Será este el comienzo de una nueva etapa en la vida de Leonardo Cassiatore o solo una pausa antes de que estalle la tormenta?

Manténgase atento a más detalles, ya que estamos a la espera de cualquier declaración oficial por parte de las partes involucradas. Este escándalo en el mundo del tenis promete ser una historia que capturará la atención de los fanáticos y los curiosos por igual.

—¿Cómo lo tomó Lucca? —preguntó tratando de evitar mi mirada, como si fuera una pregunta que no quería hacer, pero la necesitaba para entender mejor el contexto de nuestro encuentro.

—Bien —respondí, tratando de que el asunto quedara zanjado y no siguiera indagando.

—¿Cómo te sentiste? —continuó como una periodista ávida de información jugosa para compartir en sus redes.

—No sentí nada.

Mentira. Estaba aterrada con su presencia; mi estómago se retorcía como la primera vez que tuvimos una cita sin ni siquiera saberlo. Todavía usa el mismo perfume, los mismos anillos, algunos nuevos, con los que juega todo el tiempo como si tuviera algún tic del que no puede desprenderse. Hace los mismos gestos cuando le gusta la comida, la acompaña con agua y limón. Estaba tentada en cada momento a preguntarle sinceramente cómo ha estado, pero los recuerdos persistentes de nuestro pasado eran un gran obstáculo.

—Eso me parece una tontería —cerró su carpeta y la dejó con desgana en el escritorio—. No puede ser que no hayas sentido nada, es tu exesposo, algo debió surgir.

—Desagrado, porque no debíamos volver a vernos.

Esa respuesta selló la conversación; la frialdad y el escaso interés en mi respuesta fueron los ingredientes necesarios para que Valentina no preguntara más sobre el tema. Bien, debía mostrar el mismo desinterés por esta situación desde el principio; si no le daba importancia, pronto se iría.

—Bueno, para que lo sepas, todavía sigue en la ciudad —murmuró.

—¿Qué? —pregunté con interés; él había indicado en su mensaje cuando nos organizamos que debía volver a casa para seguir entrenando, ya que se avecinaba una competencia importante.

—Sí —me miró intrigada por mi arrebato al preguntar—. Nunca se fue a su casa; lo vi en las redes en fotos con su representante hace tres días en lo que parecían ser reuniones, supongo que por sus patrocinadores o algo así. Ahora debe estar haciendo buena letra, ningún deportista quiere perder su fuente de ingresos, ¿no?

—Exacto —concordé y, disimuladamente, escribí su nombre en el buscador de mi computadora; afortunadamente, Valentina no podía ver la pantalla.

Entré en el primer enlace que encontré y vi las fotografías. Sí, estaba en la ciudad, participando en lo que parecía ser una reunión importante y sofisticada en algún museo. En una de las imágenes, lucía un traje a medida de color azul y sostenía una copa de champán en una mano. Noté los anillos y luego cerré la página para no detallarlo más.

—¿Sería muy estúpido que vuelvas con él?

—¿Qué pregunta es esa? —desvié la mirada de la pantalla y arqueé la ceja.

—Vi algunas fotos, parecían felices. Tu hermano... tu familia en general solo me contaron superficialmente tu historia y nunca me atreví a preguntar por más información. Admito que leí algunas revistas y notas en línea, pero nunca lo consulté con la información oficial. —Me señaló.

Hacía mucho tiempo que no hablaba sobre nosotros, me sentaba y contaba aquella historia rememorando cada detalle, porque lo recordaba a la perfección. Nadie lo había pedido nunca más después de los primeros meses de que volví a casa de mis padres al firmar el divorcio. Fue difícil no volver a verlo, resistir la tentación de enviar algún mensaje de arrepentimiento en el momento, lo mucho que estuve tentada de llamarlo y lo hice tres veces, pero él nunca respondió.

Al final, después de algunos meses de terapia, entendí que no me arriesgaba porque no quería enfrentar un rechazo de nuevo, un adiós, ser de nuevo un desastre. Nos dimos cuenta de que fuimos demasiado inmaduros y al mismo tiempo quisimos madurar antes de tiempo, y al chocar, fracasamos porque no teníamos las herramientas para entendernos mutuamente. Quise volver a verlo después de que solo habíamos pactado la manutención, pensé que cuando la idea de nuestro hijo se materializó y estabilizó, las cosas serían un poco diferentes. Intenté volver a verlo, solo que su vida nunca estuvo diseñada para nosotros; Leonardo nunca lo quiso de esa manera. Estaba triunfando en un deporte complicado y de un nivel demasiado complejo, donde cualquier distracción intentando llegar a la cima podía provocar una caída dolorosa. Entonces lo dejé, abandoné ese amor que sentía por él y lo guardé en la caja color verde musgo en mi armario, detrás de mis zapatos de diseñador, contenido a través de las fotografías de cuando fuimos felices.

—No hay nada de qué hablar. Ahora terminemos con esto, tengo una cita.

Subí las escaleras con una velocidad que no creía posible con estos tacones, sintiéndome enojada, sin duda. Había organizado esta cita con dos semanas de antelación, esforzándome por encontrar un hueco en mi agenda para disfrutar de unas horas donde pudiera despejar mi mente y coquetear con un hombre con el que sabía que no tendría un futuro a largo plazo, pero un poco de juego superficial no estaba mal.

Sin embargo, mi padre llamó hace cuarenta minutos para informarme sobre la audacia de mi exesposo y su estupidez. En esta ciudad, con tantos restaurantes, eligió precisamente el mío para perturbar mi paz mental. Tuve que abandonar ese lugar y trasladarme al otro lado de la ciudad para tener una discusión. No habría dicho nada ante su movimiento, pero cuando se publicaron fotos de él en redes sociales que solo generaron especulaciones, sentí el impulso de descubrir qué juego estaba tramando. Subí a la azotea, un poco más tranquila, y caminé entre las mesas hasta encontrarlo.

—¿Qué estás haciendo aquí? —me puse a su lado, pronunciando las palabras con un toque de odio, interrumpiendo la conversación que tenía con otro hombre.

Él levantó la mirada, sorprendido al verme, y me escudriñó de la misma manera en que yo lo había hecho al verlo. El traje negro casual le sentaba bien.

—¿Comiendo? —respondió.

—En mi restaurante, ¿con todo el lío en el que estamos metidos?

—¿Si?

—Lo lamento —interrumpió el otro hombre—. Lo invité aquí porque la comida es deliciosa, ¿se conocen?

—Sí —dije con los dientes apretados, mirándolo—, es mi... exesposo.

El silencio que siguió a mi respuesta fue incómodo, doloroso, similar a cuando firmé los papeles de divorcio y se acabó todo entre nosotros, ente ese silencio no sabía qué decir, así que recogí mis cosas y lo dejé atrás volviendo a la casa de mis padres.

—Ah —carraspeó—. Soy Jonathan, un gusto.

Miré con atención al hombre que acompañaba a Leonardo, y sí, me resultaba familiar. Un leve rubor tiñó mis mejillas porque interrumpí su cena con una determinación y falta de educación en igual medida. Rápidamente escudriñé el entorno y afortunadamente no era la hora de mayor concurrencia; estábamos a salvo.

—Fue un error insistir; debería haber notado tu incomodidad y negación desde el principio —se disculpó con Leonardo, mostrando sinceridad—. No quise complicar más las cosas entre ustedes.

—Tranquilo —Leonardo tomó un sorbo de agua y se levantó. Di unos pasos hacia atrás cuando se volvió hacia mí—. Hablemos.

Con un movimiento rápido y delicado, tomó mi muñeca y me condujo por el pasillo hacia el estacionamiento. Al descender las escaleras, tiré de mi mano para separarme de él. Aunque me mantenía cerca, también distante; era una contradicción y un deseo en constante lucha entre nosotros. Leonardo no pasó por alto mi movimiento ni mi dilema interno; parecía estar experimentando algo similar.

—No quería causarte problemas; Jonathan insistió demasiado en venir a tu restaurante —sonrió como si fuera un elogio—. Tienes una mina de oro. Felicidades.

Felicidades. Una palabra que, aunque pronunciada de sus labios, no era banal en absoluto. Era una adicción que había consumido durante años, y parecía que era una de las pocas personas que la había dicho sinceramente, sin prejuicios ni envidia al expresarla.

—Gracias, supongo —hice una mueca—. Lamento haber interrumpido tu reunión, pero hay fotos en internet de nosotros entrando al restaurante y debemos mantener una posición neutral al respecto de vernos juntos —señalé.

—Perdón —soltó un suspiro cargado de cansancio—. Lamento que parezcan ser las únicas palabras que puedo decir a tu alrededor, y lamento que sea así —rió ante sus propias palabras y pasó una mano por su barba.

—Yo... —no sabía cómo responder.

—Perdona por interrumpir tu reunión —Señaló mi ropa, usaría este lindo vestido azul en otra ocasión.

—Solo era una cita, nada importante —murmuré y saqué mi celular que vibraba en mi bolso blanco—. ¿Sí?

Tenemos un problema —escuché bullicio del otro lado—, debes venir rápido.

—¿Qué pasa, Tao?

Es Lucca, no se encuentra bien —parecía que en el fondo se escuchaban sirenas.

—¿Qué sucede? —Me puse en alerta. Dejé a mi hijo bajo su cuidado solo por algunas horas y a ninguno de los dos parecía importarles realmente; se divertían juntos.

Debes venir al hospital.

—¿Hospital? —repetí con angustia. Leonardo se acercó preocupado ante mi inquietud.

—¿Todo bien? —preguntó.

—Es Lucca —respondí, notando un toque de preocupación en su rostro.

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