B- BANDO

Disclaimer: los personajes de este fic pertenecen a M. Kurumada y Toie, gracias por prestárnoslos. No hay más ánimo de lucro que el del propio espíritu. 


 BANDO

(General)

Se mantenía en silencio sin mover un músculo de su cuerpo. Cuando despertó la vio de espaldas a su cama y, por alguna razón, prefirió hacerse el dormido.

No era la primera vez que la descubría en su habitación. Desde poco después de salir del coma, cuando los efectos de la medicación de entonces le dejaban más aturdido, la había sentido varias veces a su lado mientras dormía; otras, como aquella mañana, simplemente cuidaba de él como si fuera una enfermera más. Aunque al principio aquello le extrañó, incluso llegó a parecerle un sueño o que era fruto de los delirios provocados por los fármacos, poco a poco llegó a acostumbrarse a esa rutina, rutina que sin darse cuenta esperaba cada día.

La cuchilla se deslizaba con suavidad por su piel mientras con delicadeza sujetaba su mentón.

Disfrutaba de aquel momento de intimidad, hasta el punto que llegó a sentirse culpable, aún así no quiso interrumpirla. ¿Cómo un acto tan cotidiano le podía resultar tan placentero? Un gustoso hormigueo recorría su cuerpo con cada gesto de la mujer. Se sentía extrañamente cómodo con sus atenciones, deseaba que aquella sensación no acabara nunca.

Oyó el golpeteo de la cuchilla en el cuenco de agua a su lado. Con un paño caliente retiró los restos de espuma de afeitar de su rostro. Dejó escapar un leve suspiro y, aunque no podía verla, la sintió sonreír mientras le observaba. Seguro estaba contenta con el resultado.

Entonces lo notó. La suavidad de su piel sobre sus labios. Con la punta de sus dedos había recorrido de un extremo a otro su boca con una sutil caricia.

Ese gesto final lo dejó petrificado, cosa que agradeció, de lo contrario hubiera sido difícil explicar su extremecimiento, aquella ola de calor que recorrió su cuerpo al sentir su tacto. Nunca antes había sentido nada parecido. Nuevamente esa culpabilidad surgió.

La oyó retirar los artilugios de que se había servido para afeitarle y, sin apenas hacer ruido, abandonar la habitación.

Esperó un tiempo prudencial antes de abrir los ojos e incorporarse en la cama. Acercó sus dedos a sus labios repitiendo aquel gesto que le había sobrecogido momentos antes. Aún podía recordar la sensación de calor sobre su piel.

Apenas disfrutaba de ese fugaz recuerdo cuando Seika entró.

- ¡Uy! ¿ya estás despierto? Saori me dijo que seguías dormido.

- Si, acabo de despertar. ¿Saori estuvo aquí? - mintió.

- Si, creo que pasó a ver qué tal estabas pero como te encontró dormido no quiso molestarte. - También mintió. - ¿Qué tal te encuentras hoy?

- Digiriendo toda la información de estos días. Es difícil hacerse a la idea de que han pasado dos años desde...

- Lo sé hermano. No te mentiría si te dijera que esto también ha sido muy difícil para nosotros. - Dos lágrimas cayeron por sus mejillas. - Lo siento mucho Seiya, si te soy sincera me derrumbé en varias ocasiones y casi pierdo la esperanza. Si tus amigos y Saori no hubieran estado a mi lado, no sé cómo lo habría superado. Son gente extraordinaria, nunca tiraron la toalla. Y Saori o Athena, mejor dicho, aunque se me hace raro pensar que es una diosa viéndola tan humana, creo que ha sido su cosmos el que finalmente ha conseguido salvarte y hacerte despertar casi sin secuelas. Ella ha luchado mucho por tí, por todos vosotros. En el fondo estoy contenta de que ella también pueda descansar ahora.

Todavía se le hacía raro oír a Seika hablar con tanta naturalidad de sus amigos y de Saori. La entendía perfectamente en lo que respecta a su percepción para con la diosa, en el fondo él siempre tuvo esa misma sensación. A pesar de verla desplegar todo su poder, enfrentarse a mil penurias y a los dioses más crueles del Olimpo, por alguna extraña razón él siempre vio a Saori, la mujer, antes que a la diosa. Quizás su forma de pensar y de afrontar las batallas, se vio influenciada en parte por aquel sentimiento de culpa que alguna vez le reconcomía por prejuzgarla sin conocerla cuando se encontraron por primera vez a su regreso de Grecia. Quién sabe. Lo único cierto era que comprendía a su hermana y sus sentimientos encontrados para con la diosa mujer.

- No debes preocuparte Seika, ya estoy bien que es lo que importa. Además, soy yo quien debería disculparse por hacerte pasar por todo esto.

Es curioso como una mirada puede decir tanto. Así lo hizo la que en aquel momento cruzaron ambos hermanos que durante tanto tiempo habían estado separados. Ambos sintieron que ya nada del pasado importaba pues volvían a estar juntos de nuevo.

- Bueno, creo que va siendo hora de que te ayude a prepararte o llegaremos tarde a la sesión de rehabilitación.

- Buf...¿otra vez? Soy un caballero, un santo de Athena, no necesito hacer esos tontos ejercicios...

- No me seas cabezota y acata las órdenes de tus médicos. Bastante que hemos conseguido que estés aquí en la Mansión y no en un hospital.

Seiya dejó escapar un leve bufido de protesta, aquella batalla sabía que no la podría ganar de ningún modo.

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Aunque no se sentía del todo cómodo ocupando la habitación principal de la mansión, tenía que reconocer que la posibilidad de salir por si mismo al balcón y sentir el aire en su cara le daba vida. Tener que valerse de una silla de ruedas hasta recuperar las fuerzas, aunque a regañadientes, podía tolerarlo; pero depender de todos para bajar y subir escaleras, acceder a otros lugares de la casa he incluso ir al baño... era demasiado.

Cuando Shun entró en la habitación le encontró allí, en el balcón, su lugar favorito, miraba al jardín sin dirección a un punto fijo mientras se acariciaba el mentón.

- Buenos días Seiya. ¿Qué tal te encuentras hoy? ¿Dormiste bien?

- Hola Shun, mejor aunque sigo teniendo pesadillas con lo ocurrido cada vez son menos intensas. - Desde que despertó cada noche le acechaban las imágenes de la batalla con Hades. Sus sueños eran tan reales al principio que se despertaba sobresaltado y con sudores fríos, pero de un tiempo a esta parte, cuando el sueño llegaba a su punto más trágico, el momento en el que sentía la espada de Hades y gritaba de dolor, una extraña sensación de calma le invadía apaciguando su congoja.

- Me alegra oírlo. - Cogió una silla y se acomodó a su lado. - Por cierto, tengo algo para tí.

- ¿Lo conseguiste?

- Te dije que lo haría, algo me decía que Tatsumi seguramente había guardado una copia y no me equivoqué.

Cuando Seiya hubo recuperado las suficientes fuerzas sus amigos le informaron de todo lo sucedido desde el final de la guerra santa. El mundo al fin se encontraba en una paz sin precedentes, sin embargo, la sensación en el Santuario era otra. La desolación y tristeza por los caballeros caídos en aquella cruenta batalla recorría cada rincón del lugar que otrora brillaba con la actividad y risas de los jóvenes protectores de la diosa.

Movida por el deseo de no perder la esperanza en la búsqueda de un destino más justo para sus santos Athena acudió a Olimpo a implorar a su padre su perdón. Cuando la diosa regresó trajo consigo a todos los caballeros caídos en batalla y una promesa que devolvió la vida y la ilusión al Santuario.

Aquella promesa con que la diosa obsequió a todos sus caballeros se recogió en un bando que se colocó en cada edificio del Santuario y se remitió a cada lugar del planeta en que alguna vez hubiera habitado uno de los santos de Athena. Una copia de ese bando fue custodiada por Tatsumi y ahora Shun se la mostraba al último caballero que quedaba por conocer sobre la promesa de su diosa.

- ¿Podrías leérmelo Shun? Todavía me cansa y me da dolor de cabeza hacerlo.

- Por supuesto. - Tras un leve carraspeo para aclarar su voz comenzó a leer.

"A mis adorados santos:Han sido numerosas las batallas que, en mi nombre y en el de esta Tierra a la que adoro, os habéis visto obligados a pelear tanto en esta era como en anteriores.Finalmente, tras innumerables sacrificios y gracias a vuestra fuerza de voluntad y constancia, nuestra victoria ha sido absoluta permitiéndome, por primera vez, poder conocer como diosa una nueva era de paz.Por ello, en agradecimiento a vuestra entrega, he intercedido ante los dioses del Olimpo y, en concreto, ante el dios de dioses Zeus, mi padre, con el objetivo de rogar su perdón por vuestras almas y garantizaros el descanso que tanto merecéis.Los dioses, en su magnanimidad, comprensión y benevolencia, accedieron a nuestra súplica y, no solo eso, consideraron justo otorgar a todos los caballeros caídos fieles a Athena en esta era idéntico presente. Es por ello que todos los caballeros, ya fueren dorados, plateados o bronceados, cuyas almas así lo desearan fueron revividos.Es por todo ello que, mis queridos caballeros, podréis disfrutar de una vida tranquila y en paz como personas normales. Ya no habrá más guerras ni dioses a los que derrotar, en adelante sólo espero de vosotros que seáis felices y que en vuestro camino cuidéis de las personas que os encontréis como hasta ahora habéis cuidado de mí.A partir de este momento las leyes del Santuario quedarán abolidas, incluida la de las mascaras, ningún castigo derivará de su incumplimiento por mi parte. Os libero de vuestras obligaciones para conmigo y de vuestro voto de fidelidad y consagración de vuestra vida a mi servicio. Disfrutad de vuestra vida y libertad y recordad que a pesar de ello siempre os amaré y estaré a vuestra disposición para ayudaros en el camino que decidáis tomar.Solo tengo un último deseo, ya que pronto regresaré a Japón, os pido que, por favor, me escribáis y me hagáis participe de alguna manera de vuestra felicidad. Necesito conocer de vuestra dicha para ser igualmente feliz.Quien siempre os guarda en su corazón.Athena."

Ambos amigos se mantuvieron en silencio tras la lectura por Shun del que era conocido como el "Bando de Athena".

- Me gustaría leer esas cartas. - Fue más bien un pensamiento en alto de Seiya que una petición, aún así Shun quiso complacer a su amigo.

- Puedes pedirle a Saori que te las enseñe, no creo que le importe, más bien al contrario.- Una sonrisa le fue devuelta a modo de respuesta por el castaño.

- Oye Shun, hablando de la vida del resto de nuestros amigos ¿dónde está tu hermano Ikki? Siempre ha sido muy independiente, pero me gustaría volver a ver su cara seria para variar. - Le guiñó un ojo cómplice ante su último comentario aunque se sorprendió al ver como la tristeza empañaba en rostro de su amigo.

- Verás... Ikki está bien y está vivo, que es lo importante. Pero el camino que eligió no nos permite verlo tan fácilmente, tendrás que esperar a que llegue la noche antes a la luna nueva.

- ¿La luna nueva?

- Sí, es largo de explicar, pero te prometo que lo haré. Ahora es mejor que bajemos al salón, recuerda que hoy regresaba alguien que tiene muchas ganas de conocerte en persona.

- ¡Es cierto! Y yo también la verdad, me ha salvado la vida tantas veces que no sabré cómo agradecérselo...

(continuará)

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