Capitulo 23

Inazuma Eleven no es de mi propiedad, el anime pertenece a LEVEL-5, yo solo secuestro a sus personajes e historia por mera diversión.

__Capitulo 23__

― Jajaja, vamos, Erik. Para― Reía mientras acaricia el cabello de su marido. Ella estaba acostada en la camilla del hospital mientras el hombre no paraba de besar el vientre de su mujer.

― Pero es que aquí esta creciendo nuestro pequeño.

La sonrisa del hombre era enorme, por fin iban a tener un pequeño. Su viaje al hospital fue más por un pequeño susto, su mujer no se encontraba nada bien, incluso las largar vomitonas le tenían muy preocupado. ¿Cómo no pensaron en esa posibilidad? Una vez en el hospital, y pasar por algunas consultas de urgencia los médicos dieron en el clavo. Namine Fire estaba embarazada.

― O pequeña, aun es muy pronto para saberlo.― Sonreía mirando a su marido y su vientre, en unos meses estará más hinchado y más cerca de poder tomar en brazo a su hijo.

― Tengo una corazonada, es un niño hermoso que saldrá igual a su madre.― Reía bajo acercándose a sus labios para depositar un tierno beso lleno de amor.

El doctor no tardo mucho en volver con ellos. Conecto la maquina y tras echar un liquido viscoso y frío sobre su vientre coloco el "mando" con el que comenzaron a ver una cosita muy pequeñita que tenía un pequeño hilo en el estomago. El doctor comenzó a contarles que era su hijo, aun seguía manteniendo una forma algo amorfa, pero comenzaba a tomar más cuerpo de humano. La pareja ilusionada, y tomada de la mano miraba la pantalla. Su pequeño amor...

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Byron Love, el capitán del Zeus había aparecido delante de los chicos de Raimon. Su visita no era amistosa, solo quería advertirles que era inútil que unos simples mortales quisieran oponerse a los poderes de unos dioses. La soberbia y su forma de hablar consiguieron enfadar a Mark. Aun no habían jugado el partido, no podría saber si ganarían o perderían el partido, eso era algo que se sabría el sábado. Aun dentro de su superioridad quiso demostrarles que era absurdo. Lanzó el balón al cielo, y como si se hubiera teletrasportado llegó al balón. El balón con gran poder y velocidad se acercaba a la portería, lo más sorprendente es que solo rozó el esférico. Mark se quedo parado, volviendo a repetir esas palabras: Sí soy capaz de acumular todas mis fuerzas en la tripa, no habrá disparo imparable. El chut fue directo a sus manos, trato con todas sus fuerzas atraparlo, pero la fuerza comenzaba hacer que retrocedieran y al final fue lanzado al fondo de la red. El portero quedo tirado en el suelo. A no responder todos comenzaron a preocuparse y pensar que su amigo se había desmallado, pero nada de eso. Apretando sus dientes comenzó abrir los ojos, veía al "dios" claramente, aun que a sus amigos los viera borrosos.

― Apartaos.

Dijo enfadado apartando a quienes estaba a su lado comenzando a levantarse con dificultad mientras todos le miraban preocupado. Antes que pudiera quedar recto del todo, Jude tuvo que ayudarle, o acabaría de nuevo en el suelo. Con movimientos bruscos hizo que Jude le soltara mientras miraba retador y enfadado al chico de cabello rubio.

― Venga, tira otro. Porque este no ha ido enserio. Ahora quiero que tires de verdad.

Byron le miraba sin expresión, no valía la pena. Las piernas le comenzaron a temblar, y por más que trato de mantenerse de píe le fue imposible. El portero quedo de nuevo en el suelo, pero ahí no se quedarían. Luchando contra todo comenzó a levantar con lentitud, no logro subir mucho más y volvió a hincar la rodilla en el suelo. Una risa arrogante escapaba de sus labios. La final sería divertida. De la misma forma que llegó se fue. Sin el "dios" presente Mark se dejo caer del todo en el suelo, sentándose mientras miraba el suelo.

― Vamos Mark.

― Toma mi mamo.

Jude y Axel se colocaron frente a el con una leve sonrisa estirando sus brazos para ayudar a levantar al capitán. Con una sonrisa acepto su ayuda levantándose. Ahora sabía a que se enfrentaba. Podían hacerlo.

― No. Tal y como estáis es imposible que lo consigáis.

Las duras palabras del entrenador sorprendió a los tres amigos. Había que admitirlo, tenía razón. Si su portero no era capaz de detener sus disparos no llegarían a nada. Sería imposible enfrentarse al Zeus. Debía volver a entrenar, entrenar, y volver a entrenar. Las horas habían pasado, y a fuera del Campo Centella comenzaban anaranjarse el cielo, pero él continuaba entrenando, no pensaba asumir así por las buenas que no podrían ganar. Agotado y magullado seguía con el entrenamiento siendo observado por sus compañero, los cuales, algunos comenzaban a desilusionare por no llegar a conseguir nada. Esto no andaba bien. Mark estaba demasiado concentrado en conseguir la Mano Mágica que no prestaba atención a nada más, y así sí que no iban a ganar nunca. Había que hacer algo.

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Los meses pasaban, y la pareja comenzaban a preparar el cuarto para su pequeña. Sí al final sera una pequeña. La familia de Erik había ido a echarle una mano. Erik y su hermano mayor, Kevin, discutían por como se montaba la cuna. Namine sentada en una mecedora acaricia su vientre ya bien hinchado y duro, a su lado su pequeño sobrino de nueve años, Andy. El castaño miraba divertido a su padre y tío.

― El tito y papá son unos torpes, ¿verdad, cariño?― Con una sonrisa beso la mejilla de su hijo antes de darle un vaso con agua y una pastilla a su cuñada.

― Jaja, si. ¿Um? ¿Qué es eso, tita?― Preguntaba curioso a ver como se lo tomaba.

― ¿Ah? Esto es una medicina cielo. Para que tu primita este muy bien y pueda nacer muy fuerte y sana.

La sonrisa de la mujer de cabello azul partía el corazón de la mujer de cabello rojizo, pero si ella era así de fuerte, no se podía quedar a tras. Todo saldría bien.

― ¡Ah! ¡Pero sujetalo bien!― Protestaba el de gafas cuando uno de las partes de madera caía en su píe, y como si eso fuera el detonante todo lo que tenían montado por ahora acabo cayendo al suelo.

― Ay... no pienso meter ahí a mi pequeña Rosenthal.― Dijo con un falso enfado mientras apoyaba la mano en su vientre.

― ¡Yo quiero ayudar!― Dijo animado el pequeño acercándose a su padre.― ¿Puedo?

Revolvió su cabello castaño mientras le contaba que podía hacer.

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Acaba de llegar a casa, apoyado en el marco de la puerta de la cocina comenzaba a contarle a su madre sobre la idea del entrenador, idea que no le parecía nada buena.

― ¿Concentración?

― Si. Haremos la cena todos juntos y eso.

Su voz demostraba desagrado, y así era. No tenían tiempo para preparar la cena entre todos, o dormir en el gimnasio. Tenían que entrenar y seguir entrenado hasta que consiguiera la Mano Mágica. ¿Es que nadie más se daba cuenta? Jugarían contra el Zeus, el equipo que ha ido aplastando a sus contrarios sin esfuerzo, no tenían tiempo que perder. Molesto se separo del marco caminando a las escaleras para subir a su cuarto.

― Creo que tienes limpia la otra camiseta. ¿Ah? ¿No estarás pensando en subir a tu cuarto con esas pintas? El baño ya esta caliente, asi que vete ahora mismo― con tono enfadado comenzaba a decirle ante de ir tras él. Una vez arriba abrió la puerta con rapidez―. ¿Me estas escuchado, Mark?

No le veía, extrañada miro al otro lado, y con una sonrisa cariñosa se acerco a la cama, donde su hijo dormía. Debe de estar agotado con tanto entrenar. Le tapo con una manta. Unos minutos de descanso no le hará daño.

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La tormenta ahogaban los gritos de dolor de la mujer de cabello azul. Estaba de parto, las contracciones la mataba y que su pequeña no quería salir, aun más. Lloraba agarrando con fuerza la mano de su marido. El cual casi gritaba más que ella, si que tenía fuerza. El parto fue largo, normal es primeriza. Las horas pasaban y aun no había noticia. En medio de esa tormenta un llanto inocente se hizo hueco entre todo el ruido. Una pequeña había nacido y su madre agotada miraba en todas direcciones.

― Amor, ya... esta todo bien.― Beso sus labios barias veces acariciando su mano.― No, no, no cierres los ojos, aun no has vito a Rosenthal.― Pellizcaba con cuidado su mejilla y le hablaba para que no lograra dormir.

― No hay tiempo. A quirófano.

La voz del doctor partía su ya cansado corazón. Con pena y tristeza veía como sacaban a los dos mujeres que más amaba. No podía irse, no podía irse sin ver a su pequeña. Eso no le podía pasar a ella.

Las horas seguían pasando. La pequeña estaba con los demás pequeños que nacieron antes de tiempo, ya subió a revisar que estaba bien, y eso le relajaba un poco, aun faltaba que saliera su mujer, que le dijeran que todo andaba bien. Daría lo que fuera por que su mujer lograra llegar a ver su hija, solo unos minutos, unos minutos que pudiera tener en brazos a la pequeña, preferiría que fuera la vida entera, pero si no era posible solo pedía eso.

La angustia le dejaba casi sin respiración. Esa maldita enfermedad.

― ¿Familiares de Namine Fire?

La voz del doctor fue el detonante para ponerse en pía y correr donde él, miles de pregunta rondaba su cabeza, con la cara que traía no iba a tener buenas respuestas...

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Tras una media hora de sueño despertó para ir al baño. Se vistió y fuer a preparar su mochila encontrándose con algo poco normal en su ropa interior. Bajo las escaleras con rapidez para enseñárselos a su madre.

― ¿Que es esto?

Dijo mientras le mostraba sus calzoncillos con su nombre escrito, el nombre en una pierna, y el apellido en la otra. Su madre con una sonrisa divertida le contesto:

― Pues para la concentración.

― ¡Pero no tenías porque escribir mi nombre con letras enormes sobre el calzoncillos!

― ¿Y si se mezcla la ropa y te pones la de tu amigo Jack?

Esa pregunta tenía demasiados fallos... uno: ¿cómo se iba a mezclar la ropa interior?... sería muy raro. Y Dos: Jack es más grande que él, ¡ Es imposible que se pusiera sus calzoncillos!

Mark comenzó a imaginar eso, antes de caer y comenzar a gritar enfadado.

― ¡Pero cómo me voy a confundir!

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Estaba feliz, dos semanas desde que nació su hija, aun que tenían que estar en el hospital, pero era muy feliz. Miraba con una sonrisa como su mujer daba de comer a la pequeña, la cual había salido total a la familia de su padre. Cabello plateado, ojos negros y una piel muuuuy clarita. Pero claro, ella tenía la marca de los Hato. Unas marcas más oscura, o clara, del tono de su piel en el cuello, antebrazo y gemelo, su mujer también tenía esas marcar. Sus dos amores con las mismas marcar.

― Oye, ¿qué miras con esa sonrisa de tonto?― Dijo burlona mirando al hombre mientras echaba a la pequeña en su pecho para darle unos golpecitos en la espalda haciendo que soltara los gases.― ¡Ay! Mi marranita, jaja.

Ojala durara por siempre esto.

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Nelly, desde el despacho del presiente de la junta, terminaba algunos trasmites. En unas horas comenzarían a llegar todos para la concentración, debía darse prisa. Unos suaves golpes provenientes de la puerta llamaron su atención. Bajo la parte superior del portátil mientras le daba paso a esa persona. Se extraño a ver quien era, pero enseguida se mantuvo como siempre.

― Pensaba que estaría el director de la junta.

Mientras el hombre comenzaba hablar ella se levanto con lentitud, mirando a ese hombre directamente a sus ojos negros.

― No se preocupe. Estoy segura que yo puedo ayudarle. Qué sucede.

Era él, el hombre que golpeo a Ren a la salida del estadio. ¿Quien era? Y lo más importante ¿ Qué quería del presidente de la junta?

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Al final llegó, ese día que no tenía que llegar. Encima el mundo se reía de él, cuando su hija nació había tormenta y hoy un sol radiante. Su corazón dedil se encontraba destrozado, lloraba mientras carba a su hija de siete meses que no paraba de llorar, seguro por el hambre, pero quería creer que sentía como su madre se iba para no volver. Ese día tan soleado y maravilloso, era el entierro. Su mujer lucho por mucho tiempo contra esa enfermedad, le dijeron que no había problema con el embarazo, pero era mentira, eso hizo que se agravara, tenía muy pocas posibilidades de salir viva del parto, pero ella se agarro a la vida y paso siete meses con su familia, con su amada hija.

― Ssssh... Rosen... mamá te esta cuidando... n...no... no te... te preocupes.― Le constaba mantener la compostura, junto a su hija comenzó a llorar como nunca había hecho. Allí lloraban dos bebes.

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Caminaba con tranquilidad, la idea de la concentración le seguía sin hacer ninguna gracia. Aun así, sigue siendo el capitán, él también tiene que ir, y bueno... quien sabe que puede tener planeado el entrenador.

― Eh, Mark Evans. Que llegas tarde, date prisa.

La voz del profesor le alteró, por algún motivo su mente pensaba que era por la mañana. Una pequeña charla con el profesor que estaría con ellos esa noche, y entró para ir junto a los demás al gimnasio. Sorprendido comenzó a ver como sus compañeros estaba cada uno en su mundo. Los de primero hacían una guerra de almohadas, uno de los lanzamientos acabo en la cabeza de Kevin... Willy colocaba unas de sus figuras por encima de su futon. ¿Acaso estaba en su casa? Steven y Sam preparaban sus camas, este primero sorprendiéndose de que el otro llevara su propia almohada, pero era realmente blandita.

― Chicos, ¿vosotros a qué habéis venido?

Preguntó en un susurro el capitán, si que era decepcionante esto.

Ya era de noche, y con la ayuda de las luces del exterior los componente del equipo comenzaron a preparar la cena entre todos. Aunque todos se lo estaban pasando bien, y disfrutaba del momento había alguien que no lo hacía. Mark, apartado de los demás, seguía mirando el cuaderno de su abuelo, obsesionado con la súper técnica. El entrenador con Nelly miraban al chico preocupados, estaba demasiado mal para el sábado jugar el partido, pero si le decían lo ultimo sucedido en el equipo... quien sabe como reaccionaría.

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Ya había pasado un año, uno año desde que el destino le dejo viudo, desde que su pequeña se quedo sin madre. Estaba agotado. Su corazón no soportaba tanto dolor. Dese joven tiene problemas de corazón, y este dolor que lleva con él desde hace un año le mata por dentro.

― Api.

La dulce voz de su pequeña le hace sonreír un poco. La pequeña levanta las manos acercándose a el con paso lento y torpe.

― Que bien mi niña.― la tomo en brazo echándola en su pecho.― Que bien camina mi niña. ¿Quieres comer?― Con su hija se hacía el fuerte, no podía dejar ella perdiera a alguien más, hará como ella, hasta el ultimo minuto con una sonrisa en los labios. Ese recuerdo hace que sus ojos se llenes de lagrimas y abrace con fuerza a la pequeña.― Namine... te extraño tanto... te necesitamos...

Su enfermedad empeoro... su corazón ya no era tan fuerte, no tenía la suficiente fuerza para seguir trabajando en el mundo del deporte. Un marca pasos tuvo que ser colocado en su cuerpo hace menos de cinco meses. Su pequeña ya tenía dos años. Activa y sonriente, había salido a su madre. Él quiso seguir adelante, pensaba seguir a su lado, ver como crecía, contemplar lo grande y hermosa que se ponía. Pero ese no era el plan que había para él...

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La noche seguía su curso, incluso ya le quedaba poco a la cena y el capitán había vuelto con todos, pero el grito de Jack extraño a todos. Se escucho desde lejos y al poco tiempo llegó corriendo como nunca había corrido, a pasar a todos se echo al suelo y uso el pequeño cuerpo de Willy para esconderse tras él.

― E-e-e-eh visto u-u-un fa-fan-fa-fantasma ―tartamudeo asustado―. Es-est-esta estaba en la número tres.

― ¿En la clase número tres?

― Y esta-esta-estaba haciendo algo. ¡Que miedo!

― ¿Pero qué estas diciendo? Cómo va haber fantasma en un mundo con el nuestro, que se rige por las ciencia ― protesto Willy una vez se dio la vuelta.

De la nada apareció Jim, quien minutos atrás fue con Jack a los baños, y fue ahí cuando vieron al fantasma. La afirmación del chico misteriosos hizo que todos comenzaran a dudar. ¿Y sí era Ray Dark? No es la primera vez que sabotea a un equipo rival antes de un partido. Con rapidez todos se prepararon y fueron corriendo a la clase tres, se separaron en dos grupos, cada uno entraría por una puerta y así no podría escapar. Pero ahí no había nadie. Que raro.

― ¿Eh? ¡Eh! Le e visto. Ahí esta ― con rapidez Erik comenzó a correr detrás de la imagen oscura que vio echar a correr.

Mark fue tras él, cogió la almohada que tenía Sam en las manos y cuando estaba en una buena posición la lanzó para chutarla con fuerza, llegando a darle al intruso.

― ¡Bueno lanzamiento capitán!

Comenzaron acercarse poco a poco aquel hombre de negro tirado en el suelo. Mark tomo la iniciativa, colocando una mano en el hombro de aquella persona le hizo girar. No podía ser. Era Joseph, uno de los antiguos integrantes del Inazuma Eleven

― ¿Que es ese escándalo?

Y no solo él estaba ahí. Constant, Gerret y Arthr también lo estaban. Todos bajaron a la entrada e invitados por los chicos se sentaron a la mesa para acompañarles a comer. Tenían mucho que explicar.

― Ian, nos contó que hoy ibais a concentraros.

― Y se nos ocurrió traeros eso para ayudaros.

¿Eso? ¿A que se referían con eso? Tras una cena tranquila, llena de risas y algunas anécdotas acabaron bajando al Campo Centella. Allí, en una las habitaciones había colocada una vieja maquina de madera con algunas piezas de metal. Esa maquina la construyeron hace cuarenta años para ayudar al entrenador a conseguir la Mano Mágica. Los mecanismos del suelo y techo ayudaban a concentrar toda la coordinación en la parte inferior del cuerpo.

― Entonces... ¿Al final conseguisteis la técnica?

― Pues no.

― ¿¡Cómo que no!? ―protestó Steven a escuchar al más alto de los seis mayores.

― Pero estuvimos muy cerca de lograrlo.

Eso era todo lo que querían oír. Con esta maquina conseguirían que Mark se acercara mucho más a conseguir la técnica. La maquina se movía con cuatro palancas rotatorias manuales, era costoso moverlas, aun así todos echaron unas manos para que Mark lograra la nueva técnica. Este gesto de sus amigos le hizo darse cuenta de lo idiota que había sido, con la Mano Mágica o sin ella, daba igual, de todas forma se enfrentaría contra el Zeus, y no estaría solo, todos sus amigos estarán a su lado apoyándole y él a ellos.

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El llanto de una pequeña hambrienta, con el pañal sucio y sin poder salir del cercado de plástico resonaba por todo el departamento.

― ¡Papi! ¡Papi! ¡Papi!

Llamaba inútilmente. No entendía que pasaba. ¿Por qué no venía? Nunca le hacía esperar, siempre llegaba corriendo en su ayuda cuando le necesitaba. Por horas continuo llorando, nadie iba a por ella, comenzaba a vomitar de tanto llanto, aun así no dejaba de llamar a su padre, el cual nunca podría ir a por ella, su corazón se había parado, esta vez, para siempre.

El llanto del bebe acabo a alarmando a los vecinos, hacía horas que no paraba. Tras llamar mucho tiempo y no recibir ninguna respuesta algunos hombres decidieron usar la fuerza para abrir la puerta. No tardaron mucho en encontrar el cuerpo inerte tirado en el suelo con el biberón de leche derramado junto a él. Rápidamente trataron de localizar su pulso, pero ya era tarde, estaba frío. Otros de los vecinos que se adentraron fueron a por la niña mientras alguien llamaba a una ambulancia. Quien sabe por cuanto tiempo se quedo sola.

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El entrenamiento había terminado, Mark ya había superado la maquina y ahora tocaba comprobar si el esfuerzo de todos había servido para algo. El equipo entero se encontraba en la habitación con la portería. Mark se colocaba debajo de los palos. Tomó aire por la nariz y los soltó todo por la boca, estaba listo para comenzar. Al otro lado Jude, Axel y el entrenador, entre ellos harían la Ruptura Relámpago, la actual técnica más poderosa del Raimon. Mark echo para atrás su brazo junto un poco de su espalda y con energía y fuerza lanzo la mano hacía arriba gritando el nombre de la técnica. Un aura dorada rodeó todo su cuerpo, con ella pudo notar una fuerza superior. Bajo el brazo haciendo que impactara contra el balón. Pero no lo consiguió, el balón pudo pasarle entrando en la portería.

Siguieron intentándolo una y otra vez, pero no había forma, todos los intento acababan de la misma forma: Mark en el suelo, y el balón entrando en la red. Nadie se explicaba que pasaba, ni siquiera el entrenador. Estaban tan cerca.

― Jum... debe faltar algo, desde luego. Pero, no sé el que. Seguramente algo básico en la técnica.

― ¿Cómo? ¿Algo básico dice?

― Puede que la Mano Mágica sea una técnica ilusoria que solo David Evans podía realizar.

Esa afirmación comenzó a desanimar a los muchachos. Sí eso era de esa forma era posible que Mark nunca lo consiguiera, aunque fuera su mismísimo nieto.

― No pongáis esa cara chicos ―con seriedad y coraje Silvia se posiciono delante de todos ―. Parece como si ya hubiéramos perdido, y recuerdo que ni siquiera a empezado el partido.

― Pe-pero pero sin la Mano Magia no habrá nada que hacer.

― Entonces tenéis que marcar un gol más. Sí marcan diez, nosotros once. Sí marcan cien, nosotros ciento uno. Así seguro que ganamos.

― Silvia tiene mucha razón. Hay que marcar un gol más que ellos ―le apoyo Celia.

El animo comenzó a subir entre los muchachos.

― Sí ellos marcan diez, nosotros once.

― Sí ellos marcan cien, nosotros ciento uno.

No había vuelta atrás, marcarían hasta ciento uno o hasta docientos si hacía falta, pero Raimon no iba a bajar los brazos solo por que no lograran detener un disparo. Lucharían hasta el final del partido, dando todo lo que tienen y más, ese es el juego del Raimon.

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Alterada corría por los pasillos del hospital. Ellos eran la única familia que le quedaba a la pequeña Rosen, por lo que fueron a los que avisaron. Apoyo su mano en el cristal viendo como su pequeña sobrina estaba conectada a montones de cables para poder hacer que vuelva a la normalidad después de todo el tiempo que estuvo sola sin alimento y vomitando. Su marido se acerca con paso mas lento, hablando por teléfono con la madre de un amigo de su hijo, al cual dejaron allí para que no tuviera que vivir aquello.

― Pobre de ella... primero su madre y ahora su padre...― susurra tapando su cara por el llanto que no paraba.

No sabia que decir, solo pasaba una mano por su espalda abrazándola. Se mantuvo fuerte, pero no podía creer que su hermano menor hubiera muerte. Esto tenía que ser una pesadilla, y de las peores. No podía haber muerto.

El matrimonio comenzó con todos los tramites de la defunción de Erik y con los papeles de adopción de Rosen. No dejarían que estuviera sola, ellos serían su familia, y en unos años le contaría sobre sus padres. De mientras, ellos harán que tenga una gran vida siendo ellos sus padres.

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Todos estaban durmiendo, pero él aun no lograba coger el sueño. Mira al techo usando sus manos como soporte para su cabeza. Su mente solo podía pensar en su hermana y amiga. Con fuerza mordió su labio inferior. No pensaba perder, no perdería contra él, ¿cómo pudo llegar hacerle eso a una niña pequeña? Solo para que él no fuera al estadio. Hartos de no conseguir dormir y no parar de darle vuelta a lo mismo decidió levantarse y con cuidado salir para ir a unas de las fuentes, debía mojarse la cara. No tuvo que andar mucho para encontrar aquel chico de cabello castaño mirando el cielo con una mirada decidida. Guardo las manos en los bolsillos de su chaqueta y se acerco a paso lento.

― ¿Qué haces levantado, Mark?

― ¿Ah? Oh, Axel― susurro mirando al chico con una sonrisa―. No podía dormir. ¿Y tú?

― Igual.

Sin mediar más palabras el de cabello castaño volvió a mirar el cielo, y el otro decidió sentarse a su lado mirando lo mismo que él. Ninguno decía nada, solo dejaron pasar los minutos. Ambos querían hablar del mismo tema, pero ninguno se atrevía hablar.

― Oye Axel.

Esas fueron las palabras que hicieron llamar la atención del delantero. Un leve ruido sin dejar de mirar el cielo fue suficiente para que supiera que le atendía.

― Ayer me encontré con Rosen.

― ... Entonces... ya lo sabes.

― Si...

Un susurro que cerro, por ahora, la conversación. De nuevo el silencio.

― No lo hizo con malas intenciones. Solo quería jugar al fútbol.

― Lo sé― Dijo el castaño mirándole―. Pero... ¿cómo lo sabias tú?

― ... Somos amigos desde niños.

Volvieron a callarse por unos minutos.

― Quiero que entienda que somos amigos... sea Ren o Rosen. Aunque... si es verdad que cuando me lo dijo no sabía que decir. No me esperaba que Ren... bueno... ya sabes.

― Ja...― una leve risa bromista escapo de sus labios cuando noto que se puso nervioso― Ya sabes porque no me cambiaba hasta que ella salía.

― ¡Ha! ¡No me refería a eso!― Grito comenzando a negar con las manos algo alterado. Una leve risa escapaba de sus labios volviendo a relajarse―. A los demás tampoco le importará. Todos quieren que vuelva. Somos un equipo, todos juntos.

― Ya... pero lo difícil es hacer que ella lo entienda. Ella piensa que es una farsante. No sera fácil hacer vuelva al equipo

― Pero eso no hará que me rinda― miró a su amigo con energía apretando su puño―. Conseguiré hacer que vuelva al equipo.

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Corría detrás de su "hermano" de trece años, ella sonreía estirando los brazos. Costo que le comenzara a llamar papá, mamá y hermano a sus tíos y primo. Incluso muchas noches se las paso llorando por no tener cerca a su padre biológico. Pero eso ya era parte del pasado. La pequeña tenía tres años y medio, y era feliz. Su riza fue interrumpida por unos segundos, se había tropezado y raspo su rodilla. Comenzó a llorar levantándose con dificultad, se quedo en el lugar llorando mientras llamaba a su madre y padre... y aun que ella no lo supiera, ellos ya estaban ahí consolándola.

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No podía controlarse, las lagrimas no paraban de salir de sus ojos, un nudo en su garganta le impedía gritar por todo el dolor que sentía. Con sus sollozos de fondo escuchó como su "tía" le contaba sobre sus verdaderos padres.

― Rosen... cariño...

Preocupada la mantenía entre sus brazos acariciando su espalda. Ella también soltaba alguna que otra lagrima, siempre le dolía recordar a sus cuñados.

― Sssh... tranquila.. suéltalo todo...― Susurraba besando la frente de la pequeña sin soltarla.― Yo estoy a tu lado.. y ellos... tranquila...― Susurraba apretándole contra su pecho.

Su llanto continuó por largo tiempo, no les conoció, bueno, si, pero no les recordaba, pero aun así, no podía aguantar, sentía un gran dolor en su pecho que le impedía hacer algo más aparte de llorar. El nudo de su garganta comenzaba aflojarse y sus ojos le dolía de lo hinchado y rojos que estaban. Andrea volvió a besar su frente.

― Cariño... Kevin, te ama mucho, de verdad. No quiere que te pase nada, por eso te prohibió jugar... teme que tengas la misma enfermedad que tu padre, que te pase algo malo y nosotros no podamos hacer nada. No le odies por favor...― Peinaba su cabello con delicadeza mirandole.

No decía nada, no sabía que decir. ¿Todo este tiempo solo lo hizo por su bien? ¿No por molestarle?

― Rosen... para mi eres mi hija...― susurró acariciando la mejilla de ella retirando algunas lagrimas.― Entiendo que ahora estés confundida... pero de verdad, te amamos.

― Por... ¿por qué..? ¿Por qué ahora?― Susurraba en un tartamudeo por el llanto.

Limpio sus ojos antes de besar su mejilla. Había mucho que explicar.

― Porque sentía que necesitabas saberlo. Estas dolida y enfadada por no poder volver con tus amigos. Te comprendo. Pero... tú padre... tú tío, tiene un gran motivo para prohibírtelo, y para comprendelo tenía que saber de ellos...

Sin soltar a la chica tomo el taco de fotos comenzado a verlas una a una junto a ella. Le explicaba quienes parresia y que pasó. Había muchas de sus padres de jóvenes. Él llevaba un uniforme de fútbol y ella de basket. Ambos amaba el deporte, incluso llegaron hacer muy buenos, pero con el paso de los años han quedado en el olvido. Las fotos acabaron con una de la familia a completo, Erik, Namime y Rosen abrazados y mirando al frene con una sonrisa. Tomó esa foto acariciando donde estaba sus padres.

― Él... bueno, Namine le regalo esto― comenzó a relatar mientras le entregaba el collar.― Se puede abrir y hay espacio para dos fotos. Erik lleva siempre fotos de Namine, todo un romántico jajaja... cuando naciste colocó la primera foto que te echo y en el otro lado la cambio por una de ellos dos cuando Namine estaba más recuperada.

Mientras hablaba abrió ese collar encontrando las fotos que dijo. Casi sin expresión miraba la pequeña foto de sus padres sentados en salón, él abrazaba a la mujer besando su mejilla mientras miraba al frente. Agarró con fuerza el colgante una vez lo cerro.

Se mantuvo en silencio. Observo como comenzaba a revisar todos los recuerdos en aquellas cajas, su silencio solo era roto para contarle de que se trataba. Había llegado a ese libro negro, ese con el nombre de su familia en el frontal y el costado del libro. Lo miraba al igual que lo demás. Con cuidado ebrio la tapa dura comenzando a leer lo que había escrito a pluma.

Las memorias de la Familia Fire.

Aquí anotaremos los logros de nuestra familia.

Desde el más humilde hasta el más grandioso.

Pasó una nueva pagina, Ethan Fire era el primero, seguro que su tatara abuelo, o quien sabe. Él fue un gran soldado, aun que murió en batalla. Las generaciones avanzaban, hijos, hijas, primos, primas, hermanos, hermanas, tíos, tías, abuelos, abuelas, madres, padres. Todos estaban allí, todos los descendientes directos, es decir, solo los hijos, nietos y tatara nietos de Etah, esposas o esposos no aparecían. Todos empezaban de la misma forma. Escrito a mano, y en el centro el nombre de a quien le tocaba, una foto a un lado y unas palabras de aquella persona antes de comenzar a narrar sus logros. En el primero que se detuvo fue en el de su tío, solo aparecía su foto y nombre.

― No quiso hacerlo. Fue Erik quien le preparó su pagina.

La afirmación de la pelirroja no le pillo por sorpresa. Él nunca haría algo así. Pasó la pagina, ahí estaba la de su padre.

No olvides sonreír. Eso fue lo que la mujer más importante en mi vida me enseño.

La sonrisa ayuda a levantarte todas las veces que necesites y más. NO subestime el poder de una sonrisa decidida, con valor y fuerza, siempre ganara.

Las palabras de su padre le llegaron al corazón. "Una sonrisa decidida, con valor y fuerza siempre ganara". Una leve risa se escapo de sus labios. Era algo tan típico que diría Mark, incluso su hermano, bueno... primo. Leía con atención como su padre logró graduarse por los pelo, en los deportes siempre sobre salia y como logro entrar en un equipo pequeño, pero en el que estaba feliz. Entre sus logros incluyo: casarse con Namine Hato; dejar embarazada a su mujer; y tener una hermosa hija. En la esquina inferior de esa pagina se podía leer:

Sonríe mi amor. Tú madre y yo te cuidaremos desde arriba.

Las lagrimas se acumularon en sus ojos. Lo sabia. Sabía que sería cuestión de tiempo en que se fuera para siempre. Apretó sus labios y dejando que las lagrimas cayeras por sus mejillas sonrió pasando de pagina. Era turno de Andy. Como en todos estaba su nombre, una foto de él, pero en este caso no había usa frase, solo un espacio en blanco y debajo todo lo que consiguió, parece que le gustaba tener todo en regla ya que aparte del ultimo titulo que consiguió con su equipo antes de morir ya no había nada más en esa pagina. Pasó la pagina encontrando algo que no había encontrando en las anteriores. Era... sus ideas como futbolista. Las paginas se dividían por secciones, estas eran notable por el fondo subrayado y sobre el color las palabras: Lo que tiene que saber un portero; un buen delantero; el corazón del equipo; los defensas; el equipo; técnica; la sabiduría; las súper técnicas y montones más, esto ocupaba veinte paginas, y habría durado más si no llega hacer por ese accidente. Luego se detendría en leer todo. Soltó el aire poco a poco según cerraba el libro. Si su mente era un lío ahora lo era mucho más. Lograba entender porque lo hizo, incluso... puede que lo sucedido en el partido tuviera que ver con lo que le pasaba a su padre, pero aun así no compartía sus ideas. Lucharía hasta el final con una sonrisa.

― Espero que no estés muy enfada... eras muy pequeña para entender. Luego pasó lo de Andy, la discusiones con tu tío... no era un buen momento― comenzaba a guardar todo en la caja de nuevo.

― ... no te preocupes...― susurró agarrando los marcos de sus padres y el otro en el que salía con Andy y Erik, y el collar de su padre―. Lo comprendo, mamá.

El susurro de Rosen hizo que le mirara extrañada y feliz porque aun le considerara su madre.

― Sigues siendo mi madre... por lo que me has contado siento que ellos me amaban, y van a estar a mi lado allá donde estén, pero... aquí, la que me aconseja, la que me ayuda eres tú. Mi madre― le sonrió mirándole a los ojos―. Entiendo lo que hizo, solo estaba preocupado, lo demuestra mal, pero esta preocupado. Aun así no estoy de acuerdo. Estoy seguro que ellos habrían luchado hasta el final, y yo quiero hacer igual.

Estaba decidido. Mark, solo espera un poco más. El relámpago plateado iba a volver al Raimon con una sonrisa que podría con todo. El yo Azul había conseguido escapar e iba a seguir insistiendo hasta acabar con todas las dudas.

Madre e hija guardaron todo y bajaron. Andrea fue a terminar de preparar la cena y Rosen a su habitación. Colocó los nuevos marcos con los de su amigos y foto de su hermano. Sentada en la silla movía la cabeza al son de la melodía de la música que resonaba por sus cascos mientras recortaba con la forma exacta la foto que acaba de imprimir. Sacó su foto de bebe y colocó la que había recortado. Ató la cuerda dorada en su cuello, tomo el dije y lo miró con una sonrisa, a un lado sus padres biológico, y al otro su hermano.

Con la llamada de su madre bajó las escaleras con tranquilidad guardando el collar bajo su camiseta. A Entrar en la cocina se encontró con su padre sentado a un lado de la mesa, y justo enfrente su madre. Iba hablar, le contaría lo que tenía que decirle. Pero un papel le impidió articular palabra.

― Ren Fire ya no esta en Raimon. El sábado por la maña partirás a Sendai. Allí asistirás a un internado. Esto lo has conseguir tu sola con tu insolencia― sentenció con seriedad dejando la hoja sobre la mesa antes de salir―. Comienza a empaquetar.

No decía nada, solo lograba mirar al frente sorprendida, sin poder articular palabra. Todo... había acabado.

Continuará...

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