Capitulo 012
Inazuma Eleven no es de mi propiedad, el anime pertenece a LEVEL-5, yo solo secuestro a sus personajes e historia por mera diversión.
·Una nueva Aventura T-2·
Su respiración seguía entre cortada, había sido... tan humillante.
Seguía ahí parada, viendo como esa sonrisa radiante, llena de superioridad adornaba su cara. ¿Esto es lo que habría sucedido si no le hubiera lesionado?
― Uf... lo tienes jodido si quieres sobrevivir a los alienígenas.
Su ego estaba por las nubes. Lo había conseguido, había conseguido su venganza, y lo mejor delante de todos sus compañeros. Valía la pena que ahora sintiera como cientos de objetos punzantes se clavaban en su rodilla.
Fuera del campo, sus compañeros les observaba sin poder creerlo. Una agilidad que superaba a Rosen. Una potencia de salto a la altura del Tornado de fuego de Goenji, y una fuerza digna a un disparo de Fubuki.
Debía entrar en el equipo.
Eso gritaba la mirada de Hitomiko. Ahora que Someoka había tenido que dejar el equipo y que los disparos de Fubuki no pudieron hacer nada contra su nuevo rival, estaba claro que necesitaban reforzar la delantera.
No sabía que sentir. La ira y frustración se acumulaba en su parte izquierda, la sorpresa y fascinación en la derecha. Ahora mismo su mente era un caos. Su personalidad más salvaje gritaba por pedir enfrentarse a ella. La más tranquila rogaba por correr a felicitar a la rubia.
― Os lo dije, mi hermana es la mejor― comentaba con orgullo el pequeño.
― Ah... si...
Una risa nerviosa escapaba de los labios de los jugadores.
Con la cabeza en alto, y sin mostrar ni un síntoma de dolor comenzó a caminar aquel hombre que le hizo acabar con todo de una vez. Sus ojos azules le miraban con desaprobación y al mismo tiempo preocupado. Cuando pasó a su lado levantó la mano, chocándola con la de ella. No fue el mejor modo, pero al fin su hija se quitó ese peso de encima.
― Menudo disparo... ― comentaba aun asombrado el portero tomando el balón entre sus manos.
Lo sabía, aquella chica amaba el fútbol. ¡Que ganas de entrenar con ella!
― Rosen...
Sus amigos veían con tristeza como la albina se dejaba caer al suelo sentándose, dejando la mira perdida.
Albin entraba en casa encontrando a su hermano mayor mirándole con desaprobación, pero ver entrar por detrás a su padre le hizo perder todo enfado.
― Avisa a mamá
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Quería apoyarle, querían levantarle el ánimo. Pero no salían las palabras. Sentada en la banca miraba el suelo reconstruyendo el enfrentamiento parte por parte.
― Estuvo tan reñido...
― No... Rosen no tuvo oportunidad.
― ¡Ichinose!
Protestaba Aki. No tenía otro momento para decirlo.
― Ah... yo....
Tomo todo el aire posible antes de levantarse.
― No se puede hacer nada. Esta he perdido, pero la siguiente pienso ganarle. Todo está bien chicos. Alegren esas caras.
Sus palabras no le convencían, y las miradas que se hacían entre ellos lo confirmaban.
― Ha todo esto... Vosotras ya os conocíais, ¿no es cierto?
La pregunta de Kido le dejo sin palabra.
― Así es...
― Por eso estabas tan rara desde que lleguemos.
― Y di, ¿Qué os pasó?
No sabía por dónde empezar, y la llegada de la entrenadora le salvo de tener que dar explicaciones.
― Atended. Ya os lo dije. No entra en mis planes perder ni un partido más. Por ello... quiero que Albin Drago se una a la caravana.
Esta noticia le dejo aún más muda. Incluso a los integrantes desde el inicio preocupado. ¿Y si le echaba por ella?
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De nuevo estaba sentada en aquella silla azul e incómoda esperando su turno. A su lado su madre, suspirando con cansancio.
― ¿Ha.... valido la pena?
Por fin cruzaron palabras. Sabía lo frustrada que estaba su hija con ese tema. Por todo lo que tuvo que pasar estos años, todo lo que conllevó la operación, y ahora... que solo hace unos días que el doctor le había dicho que pronto volvería a jugar...
― Si
Una respuesta rápida y segura. Su mirada volvía a brillar. Ahora solo pensaba en volver a salir a un campo. Entrenar, jugar partidos. Deseaba volver.
― Quien sabe si tendré otra oportunidad. Este era mi momento. No me importa si tengo que volver a estar un año sin mover la pierna. Lo he conseguido...
No podía dejar de verle con tristeza...
Todos sus sueños...
Todo podría haber acabado porque alguien daño el orgullo de un dragón.
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― ¿Um? Mi hermana... ― Dejó a parte el muñeco de acción que tenía entre sus manos para ver al castaño pensativo―. Creo... que se ha ido con mamá.
― Vaya... yo que quería entrenar con ella...
El lamento del portero hizo que el pequeño se levantara de un salto.
― ¡Entrena conmigo! Me lo prometiste.
Era cierto. Estos días con tantas cosas en la cabeza ni se había acordado del partido con los amigos de Adrian. Se disculpó enseguida y le dijo que preparara todo. Hasta por la tarde del día siguiente no se irían. Jugarían antes de marcharse.
Salía del cuarto cuando la vio subir las escaleras. Trato de detenerla. Pero pudo ver en sus ojos que quería estar a solas. Aún estaba asimilando el dolor de la derrota. Su mirada se perdía en un punto fijo de aquella habitación. Rebuscando entre sus cosas encontró el libro de su familia. No encontró nada de utilidad cuando lo inspecciono por primera vez, y ahora tampoco. Solo frases que animarían a su hermano en ciertos momentos, o cosa que ya sabía de sobra. Con que esto... fue lo que ella sintió todo este tiempo.
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No podían ir mejor las cosas. La revisión era perfecta. La radiografía no mostraba una nueva rotura, o que la vieja hubiera aparecido. La molestia a mover la pierna había desaparecido casi del todo. Solo tuvo una regañina por ser tan imprudente. Pero estaba casi lista. Puede que sí mantenía la venda, o con una rodillera que amortiguara los esfuerzos fuera suficiente para volver al terreno de juego, pero con tranquilidad.
¿Tranquilidad? ¿¡Estaba loco o que!? Desde que escucho que podía volver a jugar solo pensaba en correr a casa y jugar hasta quedarse sin energías.
― Ya has oído al doctor. Con calma y sigue con la medicación― le recordaba mirándole.
― Tranquila. Yo controlo. Ja, que ganas de volver a jugar contra papá.
Un suspiro agotador. No sabe si prefiere a la Albin arrogante que no podía jugar, o la Albin arrogante e imperativa que si puede.
― Como sea. Tú tienes que descansar y tú padre también. Seguro que está agotado del trabajo.
Algo de razón tenía. Pero aquel hombre, que se había puesto más cómodo y conocía de la situación de los invitados, no pensaba exactamente en echarse a descansar.
― Jaja... ha tenido que estar echando humos.
― Si... ¿Cómo te ha ido?
Bebía agua tranquilo antes de agacharse a coger al menor de sus hijos quien sostenía un cuento. La conversación familiar continuo tranquila. Podía tener dieciséis años, pero como cuando era pequeño, disfrutaba de los relatos futbolísticos de su padre.
― Papá, papá― bajaba las escaleras enérgico dando pequeños saltos hasta llegar al mayor―. ¿A qué no sabes? Mamoru me ha prometido que jugaran un partido contra mí y mis amigos.
― ¿Enserio? Wooo, son muy fuerte. ¿Vais a poder contra ellos?
― ¡Claro que sí!
Padre e hijo rieron bajo ante la determinación del pequeño.
Unos leves golpes a la madera. Hitomiko se asomaba a la puerta buscando la atención del mayor.
― Sr.Drago. Me gustaría hablar con usted.
― Claro, adelante.
Revolvió los cabellos del pequeño antes de dejarle en el suelo diciéndole a ambos que fueran arriba a jugar.
― Lo primero... le agradezco todo lo que ha hecho su familia por nosotros― decía tranquila mientras realizaba una reverencia―. Luego... me gustaría hablar sobre Albin― escuchar su nombre le puso en alerta―. Me gustaría contar con ella para enfrentarnos contra la Academia Alius.
Silencio.
Antonio le observaban esperando una respuesta. El cabeza de familia procesaba todas las posibilidades, pero la primordial era la que garantizara la seguridad de su hija.
― Um... ¿está segura? Ya lo ha visto, tiene problemas con una de sus jugadoras.
― No importa. Lo importante es-
― Es que no se esfuerce de más solo por pelear contra Rosenthal― le interrumpió severo―. No lo sabe, ¿cierto?
― ¿A qué se refiere?
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Madrid-España
Hace dos años.
El silencio reinaba en aquel vestuario. Único sonido hueco de los tacos de las botas. Vandali se jugaba mucho en aquel partido. El fútbol infantil de Europa contaba con más torneo aparte del FF, este era un torneo de menor categoría. Liga, FF y Europeo de Club. Hoy era partido de liga, uno contra el mayor rival, y en tres días el primer partido de EC.
Tiraba de sus muñequeras, era la quita vez que se las ponía y quitaba. Estaba nerviosa. Era una novata y jugaría de titular. La adrenalina corría por su cuerpo alterando cada centímetro.
― A por todas
Unas manos se colocaron en sus hombros ejerciendo presión levemente mientras ella tomaba aire y lo soltaba poco a poco.
Ya era hora del entrenamiento de la tarde. Estiraban tranquilos planeando entre ellos como sería el entrenamiento de ese día. Cuando estaban listos para entrar al terreno se sorprendieron a ver a Draco y Adri llevar y colocar algunos conos.
― ¿Qué estáis haciendo? ― pregunto Haruna curiosa.
― Preparad el entrenamiento.
No era una contestación que esperaran la verdad. Enseguida salía el hermano mayor llevando unas vallas con él, ante la mirada confusa del equipo solo pudo contestar encogiéndose de hombros.
Un pitido.
― Muy bien equipo, a formar.
¡No podía ser!
Sus ojos se abrieron de golpe a ver aquel hombre. Al final sí que era la familia Drago famosa en Europa. Todo comenzaba a cobrar algo de sentido para algunos. Aun sorprendidos, asimilando lo sucedido se colocaron en fila prestando atención aquel hombre frente a ellos.
― Vuestra entrenadora me ha pedido que-
― Se lo has dicho tú, no te hagas el interesante― le corto Antonio mientras se colocaba a su lado siendo imitado por sus hermanos los cuales reían bajo.
― jaja, cría cuervos... ―susurraba manteniendo la sonrisa―. Como sea. Yo me encargaré del entrenamiento de hoy.
La ilusión se reflejaba en el rostro de la mayoría. Ser entrenados por una estrella como él... era como un sueño.
― Hoy será un entrenamiento físico. Esta totalmente prohibido utilizar Hitsatsu― su ilusión se fue de golpe―. Antonio, Adri y Draco serán mis... árbitros. A quien pille usando una le impondrán un castigo.
No estaban muy seguros. Si querían ganar a Épsilon tendrían que encontrar nuevas técnicas, no dejarlas de lado.
― Ya, ya, todo eso está muy bien. Pero... ¿y yo que hago a este lado?
¿Cuándo había llegado? No esperaron ver de repente a la rubia entre ellos. Rosen se apresuró a mirar su uniforme. No era el de Raimon. Un suspiro de alivio escapo de sus labios.
― Porque yo lo digo. Venga, empezamos. Cinco vueltas a la manzana.
Enfrente a ellos los Demonios Rojos. Salían al campo con tres novatos de titulares. Entre los aficionados llamados: Relámpago amarillo, Relámpago plateado y Relámpago nego. Defensa, centro campista y delantero. El grupo de ataque y defensa más extraño de toda la competición.
Una sonrisa arrogante comenzaba a dibujarse en sus labios. No solo sería esencial en aquel partido, sino que encima iba a dejar por los suelos a esos trillizos de nuevo.
El pitido de inicio dio comienzo con el partido.
Los de blanco se lanzaron al ataque, uno bien organizado y rápido. Los de rojo ni olieron el balón hasta que el delantero veterano abrió el marcador.
1-0
Mantenían el ritmo dejando que la rubia guiara el recorrido. Más porque aún había una pequeña hostilidad hacia ella y cuanta más distancia, mejor. Los murmullos resonaban en la fila, una parte del equipo seguía impresionados por su fuerza, otros más curiosos trataban de averiguar que les paso a ambas.
― Como sigáis así de lento os voy a dejar atrás.
Su tono molestó a más de uno. La mayoría guardaron silencio, y los que querían protestar fueron persuadidos por la mirada de sus compañeros, no hacía falta entrar en su juego. Endo se mantenía cerca de la rubia, deseaba volver a parar uno de sus tiros, puede que sus amigos no aguantarán su humor, pero era innegable que le gustaba el fútbol y para el capitán era más que suficiente para comenzar hacer amigos. La mirada del nueve se tornó naranja mientras aceleraba el paso adelantando a la chica, no sé dejaría ganar por ella. Esta actitud hizo que sonriera de lado colocándose a su par.
― Oye― trató de llamar su atención―. estas muy callada. ¿Aun te afecta?
No quiso levantar la mirada. Seguía la formación con tranquilidad, dejando su vista fija al suelo. Claro que le afectaba. Comenzaba a volver a sentirse inútil en el equipo. A este ritmo también le echarían del equipo...
― ¡Y nos acercamos al final de la primera parte! ¿Qué harán los demonios Rojos para igualar el marcador?
La voz del locutor sonaba por todo el estadio, pero ella no escuchaba ninguna de sus palabras. No escuchaba las ordenes de su capitán. Daba igual lo que hicieran, era imposible robar el balón.
Se forzó el saque de banda.
Los tres novatos estaban agotados, no aguantarían mucho tiempo así.
―Demostrad porque os apodan "relámpago."
Las palabras severas de su superior les puso en alerta y de los nervios. Estaba claro que sacar a unos novatos en un partido tan importante no era casualidad. Pero... era tan complicado abrirse hueco para que uno chutara...
―Los tres juntos. Una Única ramita se rompe con facilidad, pero cuando juntas varías...
Una carrera corta, saltar unas vallas por los tobillos en fila, recibir un pase, devolver y recuperar antes de empezar el zigzag, por último, un tiro a puerta.
Los jugadores ofensivos se mantenían en fila al comienzo del ejercicio, uno tras otro comenzaban hacerlo. A más de uno el balón se le escapaba, no entendían como hacerlo al principio o se liaba ellos solos. Adrian no podía aguantar las ganas de reír, por algún motivo le hacía gracia verlos fallar.
La parte defensiva se encontraban al otro lado del campo, siendo vigilados por el hermano mayor, el cual les daba instrucciones en el rondo. Los jugadores se encontraban colocados en círculo, en el centro uno de ellos, este debía recuperar el balón, y el resto pasar el balón a su compañero con un máximo de dos toques, quien diera más, o perdiera el esférico, debía ponerse en el centro.
Acabado el camino de conos corría directa al punto donde debía chutar. Endole esperaba con ansía, Fubuki que estaba por comenzar no se perdía ni un segundo. Un pequeño toque para colocarse el balón y un disparó certero a la escuadra.
― ¡Goooooool! A diez minutos de acabar el partido, Vandali vuelve a tomar la delantera.
Gritaba de alegría corriendo hasta llegar al cornet seguida por sus compañeros, los cuales festejaban a gritos y con abrazos.
El partido estaba llegando a su final.
La tensión era presente en cada jugador y aficionado.
Aquel gol ponía aún más inquieto a los de rojo.
En esos diez minutos debían empatar y anotar un gol más.
Un pequeño descanso. No estaban acostumbrados a un entrenamiento tan físico.
― Es... ¿así cómo se entrena en Europa? ― preguntó Ichinose llevando su mirada al otro lado de la cancha donde los hermanos jugaban a algo que llamaron "reloj".
― Esto solo es el calentamiento...
Todos miraron de golpe a Rosen, la cual estiraba sus espalda y brazos con la respiración agitada. Recibir tanta atención le ponía algo nerviosa, pero sabía que querían saber más.
― ¿¡Solo calentamiento!?
― Si, incluso lo que ellos están haciendo. En Europa no se utiliza tanto las técnicas, se valora más el juego de piernas y resistencia de un jugador.
Impresionados por conocer un poco más el fútbol de otros países volvieron a ver a los tres hermanos. Se pasaba el balón de un toque sin que cayera al suelo mientras llevaban una cuenta.
― Curioso el fútbol eh― aquel hombre se acercó a ellos con una sonrisa sin apartar la mirada de sus hijos―. Une a todo el mundo, es el deporte rey por excelencia, y cada uno... juega a su manera. ¿No es maravilloso?
La emoción recorría su cuerpo. Escuchar de una nueva forma de como ver el fútbol le emocionaba, ¿su abuelo sabría de eso? ¿Habría escrito algo? Sin poder aguantar más la emoción se levantó de un salto apretando sus puños con una sonrisa boba.
― ¿Qué te pasa Endo?
― Me muero de ganas por enseñarle a Desarm y al resto que el fútbol es divertido y sorprendente, no un arma para atacar otros planetas. Es el lazo que nos une del otro extremo del planeta, incluso de la galaxia― su expresión se relajaba según iba hablando, dibujando una sonrisa cada vez mayor, que contagió a sus compañeros.
― Eso es Endo. Mostrémosle que el fútbol es divertido
― Que es para unir a las personas y no para destruir y causar miedo.
Los hermanos se detuvieron a escuchar al castaño. La sonrisa en el pequeño era casi tan grande como la del castaño. Si que le había llegado sus palabras. Hasta la chica arisca sonríe levemente.
― Es un chico extraño, eh...
El entrenamiento tenía que comenzar. El portero se colocó bajo palos ansioso por ver como sería aquel nuevo entrenamiento. El resto del equipo esperaba las instrucciones separados en dos grupos, uno a cada lado de los palos. El mayor de los hermanos en la última línea que marcaba el área de la portería.
― Vale, vamos hacer una ronda de ataque y defensa. De cada lado saldréis uno, cuando lo hagáis diré que lado defiende y cual ataca, será todo aleatorio― explicaba tranquilo mientras agarraba un balón de la cesta―. En ese momento daré un pase al centro. Si lo coge el atacante su misión es anotar, si es el defensa tiene que correr hasta detrás de la línea llevando el balón. Se termina cuando se marque gol, el balón traspase la línea o el portero atrape el balón.
No muy seguros de haberlo entendido todo comenzó con la práctica. Los primeros en salir fueron Kogure y Ichinose, defensa ataque. El primero que tomo el balón fue el castaño, le costó librarse la marca del pequeño, pero a conseguirlo un disparo al centro que no fue ningún problema para Endo.
El balón iba de un lado a otro, ningún equipo daba su brazo a torcer. La rivalidad entre ambos equipos era conocida, y mucho más cuando se juegan tres puntos del torneo. El recuento quedaba en 2-1, un gol del veterano y el otro de la novata que llegaba a salvar el día a diez minutos. Al otro lado el gol que consiguieron anotar entre los tres, uno que les llenó de coraje. No dejarían escapar ni un punto.
El rubio delantero disparaba a la desesperada antes de resbalar junto al defensa contrario. El disparó era complicado, el portero se encontraba al otro lado. Si le lanzaba conseguiría despejar, pero les podría dar una oportunidad de anotar, si corría un poco más... era posible que llegará a tiempo. Dudaba.
―¡Despeja!
Una orden que no le dio ni tiempo a procesar, solo se lanzó golpeando el balón con el puño cerrado despejando donde estaba su nuevo diez. Controlo con el pecho antes de girar sobre sí misma dispuesta a correr al campo rojo, pero un destello plateado fue más rápido. Ahí comenzó una disputa interminable.
Tres minutos.
Fubuki disputaba el balón contra Kazemaru, había mejorado mucho su velocidad. Divertidos mencionaron algo de ser como el viento. La mirada grisácea del más bajo se topo con la siguiente en su fila. Tenía que demostrarle de que era capaz. Con rabia sus ojos chocaron con unos felinos que prestaba poca atención al asunto. Demostrando toda su rabia chocó su hombro con el defensa dejándolo atrás antes de chutar a puerta con todas sus fuerzas. Llegó a ver el balón, pero solo consiguió rozarlo.
― ¿Has visto eso?― comentaba con su arrogancia mirando a la rubia―. Así es como marca un verdadero delantero.
Aquel comentario le había molestado. ¿De que iba? ¿Qué le había pasado? Ayer no parecía ese chico engreído. Quiso jugar su juego, encogiéndose de hombros movió su mano con aburrimiento.
― ¿Así? Pues que patético. Aparta y deja que te demuestre como se hace.
Sus miradas se chocaban imponiéndose una sobre la otra. Albin solo jugaba, pero parecía que él en verdad estaba enfadado. Con una llamada del mayor se despejó el campo para continuar. Las siguiente Rosen y Albin. Se miraron desafiantes antes de ver al frente esperando que lanzara el balón. Comenzó a rodar y las dos dejaron sus puestos lo más rápido que podían, estaba apunto de dar la orden cuando su padre se adelantó.
― ¡Rosen ataca, Albin defiende!
Si una se lo llevaba la otra llegaba enseguida comenzando con una carga para conseguir llevar el balón. Ambas disputaban el balón sin ayudarse en nadie más. Esto era un uno contra uno. El balón lo llevaba la de blanco se llevaba el balón, pero no duró mucho, la de cabellos plateados se tiro en racha haciendo que el balón se alejara de ambas.
Era su oportunidad.
Ni se dio cuenta que había caído.
Solo pensaba en ir a por el balón...
Nunca quiso...
― ¡AAAAAAAAH!
Un grito que silenció el campo junto al pitido del árbitro. Cuando la de abajo comenzó a retorcerse de dolor, ella calló al suelo a perder el equilibrio.
Había pisado la parte posterior de su rodilla. Había empeorado el pequeño golpe que le causo la caída.
Demonios Rojos se quedaban con diez jugadores en el campo, y el diez del otro equipo abandonaba el campo en camilla.
― ¡Despeja!
Ordeno con rabia a ver como el disparó de la albina iba al portero, lo podría coger, pero no quería que esto acabara así. Sin entenderle muy bien le hizo caso. El balón llegaba a los pies de la rubia quien corría con un único objetivo, pero Rosen no se lo iba a dejar tan fácil. Corriendo hacía ella por delante se disponía a tirarse en racha, pero un recuerdo amargo hizo que se quedara de piedra dejando pasar a la otra dándola por ganadora.
https://youtu.be/UyGr4Ko_r3k
(preferís vídeos o como siempre?)
La rabia comenzó a subir por todo su cuerpo, tanta era que solo atino a patear con fuerza el balón mientras gritaba. Grito que dejo a todos parados mirándolos sin entender nada. Había ganado, ¿por qué se ponía así?
― ¿¡Qué demonios te pasa!? No necesito que te dejes ganar― gritaba enfada según se iba acercando a ella. Una vez a su lado agarró con fuerza su camiseta tirando de ella para que se agachara, quedando frente con frente. Sus ojos ardían de rabia.
― Y-yo...
Solo desviaba la mirada, no quería dejarse ganar... solo... no quería que volviera a suceder lo mismo que hace dos años.
Estaba apunto de volver a gritarle, pero alguien se interpuso entre ellas. Fubuki empujó a la rubia, lo suficiente para que le soltara.
― ¿¡Qué crees que estás haciendo!?
Sus miradas se encontraron con rabia. Ninguno se daba por vencido. No fue hasta que los demás se acercaron que tuvieron que dejar su duelo.
― Ya vasta, esto no está bien― Endo se colocó por delante de Albin extendiendo los brazos―. Déjalo Fubuki, esto no ha llegado a más. Albin, tú también. Dejalo pasar.
Chasqueo la lengua molesta mientras se daba la vuelta caminando a la casa.
― ¿¡A dónde vas!? ¡El entrenamiento aún no ha acabado! ― le llamaba su padre, su contestación fue recibida en su idioma natal.
― ¡A donde me dé la puñetera gana!
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Estaba preocupado por ella. Después de ese numerito Rosen les conto porque de ese comportamiento, por lo menos lo que ella suponía que le habría hecho comportarse de esa forma. Algunos llegaron a comprender los sentimientos de la rubia, pero esa no era la forma de enfrentarlos. Con el entrenamiento concluido, y consiguiendo algo de información en donde podía estar, Endo salió corriendo aquel mirador.
Todos habían entrado en casa, pero ella seguía a fuera recogiendo. Aki, Harna y Natsumi se ofrecieron ayudarle, pero necesitaba estar sola. Ahora mismo sus pensamientos eran muy negativos. Estaba claro que Albin era mucho más fuerte que ella, y que sería de mucha más ayuda en el equipo. Acaso... ¿ahí acababa su camino con Raimon?
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― Aaaah, que pesado que eres. Ya te he dicho que te largues.
Estaba ya harta de sus voces. Iba a matar a quien le había dicho de este lugar. No contento con haberle despertado de su pequeña siesta, que ahora se ponía a gritar como un loco que jugaran al fútbol.
― Venga, será divertido. Entrenemos solo un poco. Quiero volver a intentar detener tus tiros.
Ese tono le estaba sacando de quicio, si que iba a levantar y chutar, pero a su cara, a ver si así se callaba de una vez. ¿Cómo podía llegar hacer más pesado que Adrian?
― Aaaaah, calla de una vez― ya no podía más. Tapando sus oídos con las manos se levantó viéndole molesta―. Tres tiros, cuando te marque me dejas en paz.
― ¡Esta bien! Pero si consigo detener uno, seguiremos entrenando.
Esa apuesta le parecía estúpida... pero era una apuesta, y no podía perder. En aquel mismo lugar improvisaron la portería. Usando dos árboles y usando la imaginación para el larguero ya tenían listo el terreno.
― ¿Preparado para perder?
Su única respuesta fue el chocar los puños, cosa que le hizo gracia. Esto se ponía interesante. Dejó el balón en el suelo y tomó algo de distancia antes de chutar. Un disparo a la parte central pero desviado a la derecha. No sería complicado, Endo ya estaba en el aire con el puño extendido, pero su sorpresa llegó cuando de la nada el balón comenzó a bajar más rápido entrando pasando por debajo de su bazo.
― Uno, cero.
Narró con una sonrisa arrogante mientras le mostraba el resultado con su mano. Una mirada incrédula se dibujaba en su rostro. ¿Cómo hizo eso? Un nuevo tiro, y otro... y otro... y muchos más. Al final se había emocionado y obvio la condición que había puesto. Agotado, se dejó caer al suelo. La sonrisa iluminaba su rostro mientras miraba la inmensa oscuridad de la noche.
― No se te da nada mal esto.
― Jaja, a ti tampoco.
Compartieron una sonrisa cómplice mientras ella se sentaba frente a él. Estiro Su pierna derecha mientras masajeaba la parte posterior de su rodillas, el capitán no perdía ningún movimiento.
― Ya... ¿estas recuperada del todo?
Su pregunta le pillo por sorpresa, pero tampoco le extrañaba que supiera algo. Total, después de como se fue seguro que a alguno de sus hermanos se le habría escapado. No quiso responder, pero eso no hizo que el castaño se detuviera.
― AH.... Eres muy pesado, ¿te lo han dicho alguna vez?
― Um... creo que eres la única― comentó divertido.
Una risa escapo de sus labios, una sincera.
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La caravana ya casi estaba lista para comenzar de nuevo su viaje. Había sido una parada muy productiva, gracias a los Drago habían comenzado a ver el fútbol de otro modo, el punto de vista que tenían en otros países. Incluso en esa parada el corazón dividido de uno de ellos empeoraba con cada segundo...
― Aaah, esta tarde ya podremos poner rumbo a Osaka dijo― animada Toko mientras se estiraba
― Si, tenemos que encontrar su base antes de que ellos ataquen
Levantaron el brazo animados. El nuevo delantero estrella de Raimon miraba a todos con una sonrisa. Mientras hablaban de comenzar a entrar su mirada fue a la entrada de la casa viendo salir a la chica gato. Con una pequeña sonrisa se acercó a ella mientras esta hacia sus estiramientos diarios.
― Um...
Susurró viendo de reojo al chico desde casi el suelo estirando la pierna. Se levantó colocando las manos en su espalda baja inclinando la espalda hacia atrás.
― A entrenar, eh.
― Si... Eso están diciendo.
― Muy bien.
Una pequeña sonrisa del mayor. La mente del albino buscaba la forma de ir a entrenar con ella por última vez, pero la llamada de alguien hizo que todo cambiara en su ser.
― ¡Eh, Fubuki! ¿Vienes?
― Claro, de que vale entrenar sin mí.
Su cambio de personalidad hizo que la rubia mirara algo molesta al chico, le caía bien, pero esos cambios tan bruscos...
―Ya nos veremos Shiro.
― Si, eso. Ya te mostraré que hace un delantero de verdad— quería picarle, después de todo solo quería humillarle como hizo ella con Rosen.
―Eso ya lo veremos.
Una última mirada retadora antes de comenzar a correr en dirección opuesta a donde estaban los demás.
Se le había pasado volando el tiempo, tanto que ya casi era hora de comer y ella seguía corriendo por los empinados senderos. De vuelta a su hogar hacía estiramiento de cintura para arriba. A escasos metros de casa comenzó a escuchar gritos. Imaginado que pasaba suspiró entrando en casa encontrando a su madre que iba a salir al patio.
― Hola cariño. ¿Cómo te ha ido? La medicina está en el frigorífico.
― Ah, vale. Gracias. Bien... ¿Qué es lo que pasa?
La mujer sonrío divertida y sin contestarle salió donde los gritos. Suspiró agotada por los juegos de su madre. Tomó la botella y salió al jardín bebiendo. Estaban sus hermanos junto a los amigos de Adri preparado para seguir con el partido contra Raimon.
― ¡Albin!— le llamó animado el portero—. Ven a jugar con nosotros.
― ¡Hermana! ¡Ven, que papá no quiere jugar!
Habían montado toda una fiesta en lo que ella no estuvo. A un lado el partido, a otro una gran mesa que terminaban de preparar las gerentes junto a su padre, en la que había algo de picoteo. No muy lejos una gran paellera que vigilaba su hermano mayor. Las voces animadas no era lo único que sonaba, sino también la música que salía de los altavoces sobre el alféizar de la ventana
la insistencia de su hermano le cansaba, contó mentalmente los jugadores. Estaban jugando con diez ambos equipos.
― Nah, así estáis bien. Disfrutad.
Levantó la mano en forma de despedida antes de volver a entrar dejando al rubio protestando a gritos.
― Esta chica es muy...
― Se merece algún escarmiento— dijo el pequeño kogurecomenzando a reír con malicia.
Era agradable ver como habían hecho que estos niños amaran aún más el fútbol por ello, era divertido ver la cara de ilusión a estar en el mismo equipo que alguno de ellos.
Rápido entró en la casa, ¡Tenía que volver en seguida a fuera! Hacía mucho tiempo que no jugaba sin preocupaciones, solo por el gusto de jugar. Sus acelerados pasos se detuvieron a ver a la rubia en el sofá mientras bebía de su botella azul. Su mirada felina se clavó en sus ojos negros.
―... no... ¿vas a salir? ― preguntó casi en un susurro sin moverse.
― No me interesa.
― ¿Aaah?... ― fue hablar, pero en ese momento se dio cuenta que tenía la pierna sobre la pequeña mesa y tenía una venda alrededor de la rodilla. El mundo se le echo encima. ¿Había vuelto a provocarle una lección?
― ¿Es que quieres una foto? ― aquel tono borde le hizo salir de sus pensamientos.
― Ah... no. Solo me preocupaba que ayer....
Su mira se volvió más dura, ¿enserio? ¿¡Tan débil se estaba viendo!?
Un largo suspiro.
― No te pongas así. Solo estaba preocupada. Me sentí fatal la primera vez, y si ahora te hubiera vuelto a pasar lo mismo...
― ¿Qué? Eh. ¿Te habrías puesto a llorar? ― se levantó clavando sus ojos en la de la otra. ― Es un deporte de contacto, me leccionaste, no hay nada más que discutir. Ya me cobré mi venganza el otro día. Te derrote y puedo volver a jugar. Ya que me importas. No eres rival para mí.
Sus palabras llegaron a molestarle. Ella solo quería ser amable y disculparse, ¡y le saltaba con esas!
― Vale, di lo que quieras. ― protestaba mientras caminaba a la puerta―. Pero para decir eso.... Estas aquí escondida.
―Ahg. ¿Qué pasa? Es que quieres que vuelva a dejarte en ridículo.
Sus miradas se cruzaron con seriedad.
― Oh... tal vez te deje yo en ridículo.
― Ja, eso me gustaría verlo. ― se acercaba a la otra con arrogancia y dispuesta a cerrarle la boca.
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― Tenéis que volver pronto ¡eh!
El equipo se despedía de la familia que le dio cobijo durante esos días. A la vez hicieron una reverencia como agradecimiento por todo lo que tenían que haber estado aguantando con ellos.
― Bueno muchachos... mucha suerte con vuestra lucha― tomo la palabra el hombre mientras miraba a todos sonriendo―. Tenéis un gran futuro, nunca os rindáis.
― Claro que no señor. Muchas gracias por el entrenamiento de ayer. Le llevaremos el mensaje a la Academia Alius.
― Bueno, es hora de poneros en marcha. De nuevo muchas gracias por todo― estrecho la mano con los adultos, aunque le parecía extraño que rieran un poco nerviosos.
Su mirada volvió aquella ventana donde no llegaba a verle. Fue divertido jugar a su lado, pero le habría gustado poder despedirse bien. Un largo suspiro mientras miraba al frente dispuesto a subir. Una mano en su hombro le detuvo, era Rosen quien le miraba con una sonrisa. Se la devolvió tratando de parecer más animado.
― Gracias a usted y... cualquier problema que ocasione puede contactar con notros. Puede ser... algo rebelde.
En un principio no llegó a entenderles, pero enseguida cayo en la cuenta.
Ese día pensaba que me había quitado un peso de encima.
Me alegraba que Drago estuviera bien, y que aquel choque no le hubiera hecho dejar el fútbol, pero no quería volver a verle en mucho tiempo. No es que me cayera muy bien, ni yo a ella. Por eso... cuando creía que solo quedaba por enfrentarnos a los aliens...
― Ya era hora. Me iba a quedar dormida.
Me tocaba hacerlo también a un Dragón-gato orgulloso.
― ¿¡PERO QUÉ HACES AQUÍ!?
― Woo, pero Albin.
Con aquel grito la mayoría subieron enseguida agolpándose en la entrada. Estaba claro, había aceptado pertenecer a la caravana Inazuma, y esa noticia... bueno, había alguno que le gustaba y a otros que no le hacía mucha gracia. Con todos abordo y sentados volvían a poner rumbo a Osaka, dejando atrás al pequeño Adri queriendo ir con ellos y dentro del vehículo a alguien queriendo cambiar al hermano que se les unió.
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