Capitulo 011
Inazuma Eleven no es de mi propiedad, el anime pertenece a LEVEL-5, yo solo secuestro a sus personajes e historia por mera diversión.
·Una nueva Aventura T-2·
El sol brillaba, era un día perfecto, y seguiría siéndolo si la caravana no hubiera decidido sufrir un colapso. Estaban apunto de salir de la capital cuando la caravana comenzó hacer ruidos extraños. Por precaución decidieron parar y echar un ojo. Había un problema con el motor y el Sr. Furukabu intentaba arreglarlo. Los chicos esperaba dentro ansiosos. Épsilon les retó a un partido en diez días, ahora ya solo le quedaban ocho, no podían seguir perdiendo tiempo. Una pequeña explosión hizo que todos salieran corriendo.
― ¿¡Qué ha pasado!?
Ambos adultos tranquilizaron a los adolescentes, no había pasado nada grave, solo que el problema era mucho más grave de lo esperado. Necesitaban un especialista para repararlo. Genial. Más tiempo perdido.
Ahora la cosa era encontrar un taller y que trabaje rápido. Aunque... ¿donde lo encontrarían? Estaban casi a la entrada de un pueblo, uno algo alejado de todo el barullo de la ciudad, estaban parados en el camino de tierra y en todo el tiempo que llevan allí no ha pasado nadie.
― Deberíamos entrar y buscar a alguien...
― Sería lo mejor... Pero podríamos perder aun más tiempo.
― Si al menos pasara alguien por aquí...― susurró Toko mirando a su alrededor.
Solo hicieron falta las palabras de la pelirosa para de nuevo escuchar la voz del albino. Se encontraba detrás de todos hablando con una chica con un pie puesto en un monopatín. El chico le miraba con una sonrisa encantadora y le hablaba con su tono dulce y tranquilo, pero ella ni le hacía caso.
― ¿Un taller? Quien sabe.
Su respuesta seca sorprendió al chico y sin esperar a nada más se impulsó para avanzar con rapidez en dirección al pueblo. Todos miraban sorprendidos como se marchaba antes de mirar a Fubuki.
― Ah... jaja, tendremos que buscarlo nosotros...― comentó con una leve risa Kurimatsu para quitar peso en la situación.
Hablaban de quienes irían a buscar el taller, pero él solo podía mirar por donde se había ido aquella chica, era la primera que le ignoraba de esa forma.
― Bien, decidido. Nosotros iremos a buscar uno. No tardaremos― dijo con energía el capitán.
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— ¡Hermana!- gritó con energía desde el patio.
Acababa de volver a casa, sus dos hermanos menores estaban en la cancha del patio. El de cabellos azules miraba fijamente el moviendo que hacía el balón hacer pateado por su hermano. El mayor se detuvo en cuanto vio llegar a la chica alzando los brazos y moviéndolos de un lado a otro. A escucharle se detuvo y saludo con la mamo mas tranquila.
— ¡Vamos al parque! Mis amigos están allí.
— ¿Aaah? ¿Ahora?- protestó en un susurro antes de suspirar-. Esta bien. Dejo esto y nos vamos.
Con esa afirmación el de cabellos rubios tomo el balón entre sus manos y salió corriendo a la entrada seguido con mas tranquilidad por el menor. Entró al garaje, por la puerta metálica que estaba abierta. Estaba totalmente amueblado como un taller profesional, no fue sencillo traer todo aquí desde el viejo taller de su abuelo.
— Ya he vuelto.— dijo a acercarse al anciano que se encontraba trabajando en un coche.
— Gracias.
Dejo la bolsa en la mesa de trabajo antes de mirarle. Sin decir nada mas entrelazó sus dedos y levantó los brazos por encima de su cabeza susurrando algo parecido a un maullido.
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Acababan de entrar al pueblo, y solo encontraban a su alrededor casas y bloques de pisos.
— Esto parece un pueblo fantasma...
— ¿Y si es por eso que esa chica no hizo caso a Fubuki?- decía medio en broma medio enserio Kurimatsu.
— Los fantasmas no existen. Solo que es muy temprano. Seguro que enseguida vemos a alguien.
Su enérgico capitán camina por delante siendo observado con una sonrisa cariñosa de parte de Aki. Le gustaba el capitán, eso era obvio, pero cuando tenía esa aptitud aún más. A su lado otro castaño veía con celos esto. ¿Por qué tenía que ser todo tan amargo?
Se adentraron mas en el pueblo, llegando a distrito comercial. Las tiendas que ocupaban una parte de los hogares de aquellas personas se llenaban, algunos compraban rápidos, otros permanecían allí hablando con todo el mundo, y por otro lado los muchachos que intentaban encontrar un hueco para preguntar. Tanto ajetreo les hizo salir de ahí con poca información.
— Yo solo logré escuchar algo de... Dragón, o algo así.
— ¿Dragón?
Toko asintió ante la pregunta de Kido.
Con esa información se detuvieron para pensar en que hacer. Mientras pensaban el sonido de risas les llamó la atención, estaban cerca de un parque. Seguro que alguien les podría ayudar.
Sentada en un banco a la sombra bebía de su botella azul con gesto de asco. Su hermano de siete años jugaba con sus amigos en la pequeña cancha, de mientras el más pequeño en el arenero junto a ella. Los gritos de su hermano y amigos le hacía mirar algunas veces.
— Aah... Tu hermano es un pesado— susurró a ver como peleaba con su amigo, por lo que lograba escuchar, una tontería.
No pudo evitar comenzar a reír a ver como el pequeño asentía.
— Ey, hola
Se acercó a la cancha con una sonrisa saludando a los pequeño, estos a verles no pudieron evitar quedarse embobados. Trató de hacer la pregunta, pero al niño que le faltaba uno de los dientes gritó enérgico con brillos en los ojos.
— ¡Aaaah! ¡Sois el Raimon!
Su gritó provocó la sorpresa de la mayoría, pero también una sonrisa tierna a ver su emoción. No tardaron en aparecer muchas mas niños que querían conocerles. Si que les había hecho famoso el torneo.
— Jaja... muchas gracias chicos— sonreía el capitán un poco nervioso pero muy enérgico.
— Alguno sabe donde podemos encontrar un taller— entró en la conversación Kido con su tono serio.
— ¡¡Yo, yo, yo!! yo lo sé
El niño de cabellos rubio saltaba estirando el brazo.
— Genial, ¿donde esta?
Su sonrisa se borro un poco a ver como el pequeño movía su dedo índice negando.
— Os lo diré si jugamos un partido.
— ¿Un partido?— Aki se sorprendió por sus palabras.
— ¡Si! ¡Contra mis amigos y yo!
Los jugadores se miraron sin saber muy bien que hacer. Un partido no estaría mal, pero todos les esperaban.
— Esta bien, jugaremos el partido—Endo se agacho para quedar a la altura del pequeño—. Pero necesitamos que alguien vaya a por nuestros amigos primero. Te prometo que jugaremos, pero ahora necesitamos que alguien recoja a nuestros compañeros.
La corta charla fue suficiente para convencer al pequeño a llevarle a casa. Olvidándose de sus hermanos se fue corriendo con ellos.
— Neee... Abi...— el pequeño agarraba el pantalón de su hermana para que le mirara-. Adi se ha ido.
— Ya. ¿Quieres volver?
Solo tuvo que estirar los brazos para hacerle saber que quería.
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Raimon al completo se encontraba frente a la gran casa que en la cochera, situada al lado izquierdo, se encontraba el taller de aquella familia.
— Por fin, solo queda que la arreglen y mañana estaremos en marcha— dijo optimista el grandote.
— Eso claro si se puede arreglar.
— ¡Kogure!
Risas y algunas bromas. Acaban de quitarse un peso de encima a ver que conseguirían repararla y volver a la carretera. Por otro lado Rosen se notaba tensa, tratando de hacerse notar aun menos. Miraba en todas direcciones con disimulo. "que no este..."
— Bueno, ¿vamos a estar aquí parados sin hacer nada?
— Eso. No podemos seguir parados aquí.
Con una sonrisa Endo levantó los brazos con un balón en sus manos. Al grito de juguemos al fútbol todos levantaron el puño junto felices. Incluso el pequeño de cabellos rubios.
— Y este niño... — ¿Se ha perdido?— dijo Natsumi junto a las otras dos. — No me he perdido!— protestó el pequeño—. Soy Adrian Drago, y juego al fútbol— dijo seguro y con orgullo. —¿Drago?— repitió pensativo el número catorce.
Algunos no pudieron evitar reír con ternura. El pequeño hincho la mejilla protestando a escuchar sus risas. Entre protesta y movimientos acabo fijando sus ojos en los negros de la chica. Ella le saludo, pero su repuesta fue sacarle la lengua.
— Hay que ver como es este chico.
Miró al pequeño extrañado, ¿por qué hacia eso? De nuevo los movimientos inesperado del pequeño llamaron su atención haciendo que giraran para ver a quien saludaba.
— ¡Hermana! ¡El Raimon esta aquí! — Aaah.... Ya les veo.
Todos miraron en esa dirección sorprendiéndose. Era esa chica. Con paso lento se acercaba al grupo, su mirada estaba al frente con expresión aburrida. Su mirada solo cambio por unos segundos cuando pasó junto a Rosenthal. Movió sus labios diciendo algo que la mayoría no entendieron, pero esas palabras hicieron enfadar a la albina.
— Vamos a casa. — ¿Aaah? Yo quiero jugar con ellos— protestaba viendo como su hermana cruzaba la verja.
No dijo nada mas, y el pequeño no necesito mas para volver a casa despidiéndose de sus nuevos amigos.
— ¿Que le pasa a esa?— dijo Toko viendo por donde se había ido. — Ni idea... — Oye... Rosen, ¿qué pasa?
Las palabras preocupadas del más alto hicieron que negara con la cabeza para alejar los recuerdos de su mente. Se intento excusar con que no sabía y con rapidez quiso cambiar de tema y que fueran a entrenar. Cosa que hicieron enseguida. Fubuki se quedó retrasado viendo por donde había desaparecido la rubia intrigado.
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— Son invitados. No puedes comportarte así.
Le regañaba su madre mientras terminaba de cortar la fruta. La chica rodó los ojos cogiendo el plato de plástico del menor.
— Sé que no quieres verle. Pero... después de todo están salvando Japón, debemos ayudarle. — Oh, vamos, mamá. ¿De verdad? Los alienígenas no existen. — ¡Claro que si! Y Raimon les están enfrentando. — Merienda y calla, anda.
A escuchar como su madre le regañaba se burlo de ella antes de empezar a comer.
— No hay mas que hablar Albin. Se amable, y si tienes algún problema ya sabes como solucionarlo. — Ja, me encantaría pero una jili-
— ¡Albin!
— ¡A dicho una palabra fea!
Con solo eso comenzó la discusión entre los hermano de si la había dicho o no. La mujer de cabellos castaños suspiraba dejando el plato con fruta y galletas junto al pequeño.
— No crezcas nunca, Draco.
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Con la ropa sudorosa y manchada de la tierra volvían al taller con una sonrisa. Aunque estaban agotados sabían que la caravana estaría reparada, un baño, una cena nutritiva y un sueño antes de volver a coger la carretera.
O... eso era lo que ellos esperaban.
— ¡No puede ser!
Gritaron al unísono la mayoría.
— ¡No puede ser entrenadora. Debemos marcharnos ya! — No se puede hacer nada. Sin la caravana no llegaríamos a ningún sitio. Nos quedaremos aquí hasta que este completamente reparada. No hay nada mas que hablar.
Era inútil protestar.
Pidiendo permiso y quitándose los zapatos entraron en la casa teniendo enfrente a un chico de cabellos morados oscuros y a su lado a su madre. Con respeto todos hicieron una leve reverencia agradeciéndoles.
— Jaja, no se preocupen chicos. Siento que tenga que compartir habitaciones. Él es mi hijo mayor. Antonio. ¿Por qué no les enseña la casa y les lleva al baño? Seguro que están agotados.
A diferencia de sus otros hermanos les saludo con tranquilidad y les pidió que le siguiera. La casa constaba de dos pisos, y una terraza en lo mas alto que constaba con una habitación que utilizaba su hermana. Les guió por abajo enseñando la cocina, aseo, salón y el jardín. Mas de uno se asombró a ver la pequeña cancha de fútbol.
— Wa, ¿Tenéis hasta un campo de fútbol? — Jaja... Si, bueno... todos somos muy futboleros.
Volvieron a entrar pasando por el pasillo, el mayor le contaba algo sobre sus hermanos o quien sabe. Subieron las escaleras y les mostró cual sería su cuarto, era el que antes usaban los pequeños como cuarto de juegos, se podía ver por los juguetes que quedan por ahí aun entre los futones que habían preparado.
— El baño es el cuarto al fondo. — Muchas gracias por todo— agradeció la mayor. — No se preocupe. Usted puede dormir en el cuarto de invitados, y vosotras...— comenzaba hablar viendo a las chicas como si lo que fuera a decir fuera malo—. Dormiréis en el cuarto de Albin.
Se miraron entre ellas. Tenían un mal presentimiento si su hermano se ponía de esa forma. Rosen soltó un largo suspiro subiendo detrás de todas.
—Seguro que es muy amable... en el fondo. —Lo dudo... ¿tanto le costaba decirnos que en su casa había un taller?
Las protesta cesaron a llegar a la puerta entornada. Llamaron antes de entrar encontrando una habitación de tamaño normal. Un escritorio al fondo junto a la puerta que daba a una terraza. Ya encontraron los futones en el suelo colocados perfectamente para conseguir moverse sin problema.
—Podéis dejar lo que tengáis bajo la cama.
Sus palabras le alteraron haciendo que vieran aquella pared con una cama colgada de cadenas al techo, que ahora se balanceaba con lentitud por el impulso que hacía ella. Ni les miraba, unos cacos sobre sus oídos y los ojos cerrados.
—Gracias... por dejarnos quedarnos. —Si, si.— levantó la mano moviéndola con pesadez antes de girar dándoles la espalda.
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La noche había caído hace rato. Inquieto se removía en la cama. Sin poder dormir acabó decidiendo levantarse a por un vaso de agua. En su bajada logró escuchar el metal siendo golpeado. Conocía ese ruido, era un balón chocando contra una portaría. Con paso tranquilo se asomo al jardín, encontrando a la rubia pateando un balón, el cual rebotaba en una escuadra y volvía a ella para volver a chutar.
— Wo... increíble...
Escapó de sus labios un susurró sin poder parar de ver a la chica. Pronto se alteró a ver como se dejaba caer al suelo apoyando su rosilla izquierda en el suelo mientras sostenía la otra, que ahora podía ver que estaba vendada. La preocupación se reflejo en su rostro sin poder dejar de ver a la chica, que ahora bebía con ansia de aquella botella azul, fue corriendo a su ayuda.
— ¿Ah? ¿Qué haces aquí? — Ah yo...
Sus palabras le dejaron sin argumento una vez a su lado. Escuchar sus protestas mientras se echaba en el frío césped le preocuparon aun más.
— ¿Estas bien? Ha sido tan de repente... Pero si estabas chutando tan tranquila y de pronto...— relató preocupado observando como pasaba una mano por su rodilla con gesto de dolor.
Su mirada fue hasta la de él, mostraba frialdad, incluso se podría decir que le gritaba que se fuera. Estaba por hacerlo, pero noto algo, no sabría como decirlo, pero noto como si ahora necesitará a alguien. Sin pronunciar ni una palabra más se sentó frente a ella manteniéndose en silencio.
Un suspiro al mismo tiempo que se impulsaba para sentarse quedando viendo al chico.
—¿Qué hacías? ¿Un entrenamiento especial? —um... algo así— susurró antes de volver a beber más tranquila. —No sabía que te gustase el fútbol. —Normal, no nos conocemos.
Su respuesta cortante volvió a dejarle sin palabras. Un nuevo suspiro.
—Mamoru, ¿verdad?
El usar su nombre le sorprendió un poco*, pero no le dio importancia.
—Si, y tu eres... Drago.
—Albin. Aquí hay demasiados Drago— bromeo mirándole.
Siguieron ahí sentados hablando hasta que la chica pudo volver a ponerse de píe. Era distante, y podía parecer algo borde. Pero le gustaba el fútbol, si le gustaba no podía ser mala persona, o eso pensaba el capitán.
(¹* En Japón no es costumbre dirigirse a alguien poco cercano por su nombre, es más normal usar el apellido, pero como Albin es española usa su nombre.)
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La mañana había llegado, y como de costumbre las chicas fueron las primeras en levantarse. Tras arreglar su prendas vieron con diversión como sus dos compañeras dormían ocupando todo el hueco que ellas dejaron.
—Menudo par. — Si. Aunque ella también— dijo divertida la menor mientras miraba a la rubia durmiendo con una postura muy propia de los gatos.
Con una leve risa comenzaron a bajar las escaleras mientras hablaban de que tenían que animar a los chicos, la reparación acabaría pronto no podían dejar que sus ánimos bajaran por no estar ya cerca de Osaka.
— Oh, buenos días chicas.
La voz dulce de la mujer hizo que las tres le saludaran con respeto. Entre leves risas le dijo que no le trataran de usted, y comenzaron a tener conversaciones triviales mientras preparaban el desayuno. Colocaron unas mesas extensible para el desayuno. No tuvieron que esperar mucho mas para ver bajar a los primero.
— Aaah, que sueño... — Ahora con un buen entrenamiento se le pasa, capitán.
Se asomaron a la cocina saludando a las presentes, y enseguida ocupando sitio. No tuvieron que seguir esperando por mucho más, enseguida estaban todos los jugadores sentados a la mesa disfrutando del deliciosos pescado con arroz.
— Podemos ir a entrenar al campo de fútbol que vimos— propuso el americano.
Todos hablaban de cosas diversas, donde entrenar, que harían, o simplemente disfrutar de poder repetir todas las veces que se pueda. Fubuki por otra parte se mantenía callado comiendo tranquilo y con la mirada algo perdida. Ahora él era el único delantero del equipo, y él tendrán que dar todo de sí, ser perfecto...
— ¡Albin!
La voz de la mujer le saco de sus pensamiento levantando la cabeza, encontrando a la chica entrar mientras rascaba su nuca y con la única prenda visible una camiseta por la mitad de los muslos. Su interior se alteró junto al de algunos más. No se inmuto de la presencia de ellos, solo fue a la nevera tomando una botella de color azul opaco.
— ¿Quéeeeeee?
— ¡Pero tu ves normal como bajas!— se acerco a ella enfadada, pero antes de que pudiera decir nada la chica levantó la camiseta dejando ver que llevaba unos pantalones ajustados y bastante cortos.
—Nos vemos— acercó la boquilla a sus labios comenzado a beber mientras mueve la mano libre como despedida.
Mientras la mujer protestaba en susurro, el chico albino no podía dejar de ver por donde se había ido. Esa chica cada vez le rompía más los esquemas.
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— ¡Muy bien chicos! ¡Ha entrenar!
Gritó animado el capitán alzando el puño.
Con el consentimiento de la familia comenzaron su entrenamiento en aquella cancha de su jardín. Los jugadores se dividieron en defensa y ataque. Kabeyama, Kurimatsu, kogure y los demás estiraban sus músculos mientras que el otro grupo ya comenzaban a tocar balón. Una pequeña parte del equipo se encontraba junto a uno de los bancos escuchando a su capitán.
— Endo... ¿estás seguro?— cuestionaba el castaño no muy convencido. — Muy seguro. Estoy seguro que le gusta el fútbol, y sobre todo que es muy fuerte.
Sus palabras sonaban cada vez más animadas, pero los presentes solo se miraban no muy convencidos. Esa chica, desde el primer momento, le ha puesto las cosas difíciles. Quien sabe si sería buena idea pedirle que se uniera.
—Si es cierto que el apellido Drago es muy conocido por el fútbol Europeo. Incluso hay un jugador con ese nombre en la liga japonesa— comentó pensativo el de extrañas gafas—. Pero nada indica que ellos sean familia —Pero tampoco es que no lo sean ¿no? —Ya... Pero aun así, Endo....— continuó dudoso Kazemaru. —Si son conocidos en Europa... Rosen, ¿tú viviste en España, no es así?
Bajo su pie un balón, el cual movía de delante a tras fijando su mirada en él. Prefería no entrar en la conversación. No la quería en el equipo, pero tampoco quería hablar del tema, pero... si seguía como hace unos años... era el nuevo nueve que necesitaban.
—¿Rosen?
La llamada de sus amigos le hizo levantar la vista de golpe mirándoles. Sus rostros extrañados, incluso algunos preocupados, le ponían nerviosa, aunque esa pregunta le crispo aun más. Por suerte no tuvo tiempo ni ha contestar.
— No te preocupes por esas tonterías. Capitán— de nuevo ese tono arrogante del nueve—. Conmigo en la delantera no necesitamos a nadie más. — Ah... jaja, esta bien Fubuki. Venga chicos, comencemos con el entrenamiento— chocó sus puños animado antes de correr a la portería.
El mayor de los hermanos miraba el entrenamiento apoyado en el marco de la puerta. Hacía tiempo que esa cancha no estaba tan llena. El pequeño rubio se encontraba a su lado, sin poder evitar mostrar la emoción que sentía a ver de tan cerca aquellos jugadores.
— Hermano. Sal a jugar con ellos. ¡Enséñale tu poder!
El tono feliz y orgulloso del pequeño, le provocó una sonrisa cariñosa. Se excuso diciendo que era mayor, no sería justo, y con solo eso fue suficiente para que el de ojos azules comenzara a desvariar con el talento de sus hermanos y padre.
Una leve risa.
Era adorable ver como ese chico de siete año admiraba tanto a su padre y hermanos. Se podría decir que nació entre balones de fútbol, su padre fue uno de los más grande en el fútbol europeo. Sus goles, regates, carreras, cada jugada en la que era presente hacía que el corazón de los rivales se encogiera, y el de los aficionados gritara a todo pulmón. Él estuvo en uno de los mejores equipo juveniles de España, y su hermana optaba por una carrera brillante, si no hubiera pasado nada...
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Ya habían entrado todos, era el único que aun queda en la cancha disparando un balón tras otro. La frustración e ira se dibujaba en su rostro cada vez que le recordaba. Tenía que ser perfecto, debía serlo. Tomo aire mientras cerraba los ojos, en cuanto los abrió estos mostraban aun mas fuerza y calor. El balón se elevaba con él mientras se envolvía en el hielo, un disparo certero, no era suficiente.
— Vaya.
El sonido de un silbido y esas palabras hicieron que volteara alterado observando como esa chica le miraba sin borrar aquella sonrisa arrogante.
— ¿Qué quieres? — Um... ¿yo? Nada. Solo salí y te vi— elevó sus hombros restándole importancia.
Esa actitud le intrigaba... algo le decía que pasara tiempo con ella. No podía explicarlo, pero... era lo que sentía. Creía que se quedaría, que hablarían por mas tiempo, pero no esperó que se despidiera.
— Ah, espera.
¿Por qué dijo eso?
— Um. ¿Qué pasa? — Ah... Y-yo...
No sabía que decir. Venga, piensa en algo coherente. Aquella mirada felina le ponía aun mas nervioso. Su ropa, se fijo en ese atuendo deportivo y los cascos que se apoyaban en su cuello.
— ¿Vas a entrenar...? — Woo, que listo— rodó lo ojos apoyando la mano en el lado derecha de su cadera echando el peso en el lado izquierdo. — Ah ya...
El silencio volvió. Era tan incomodo.
Un suspiro para romperlo.
— Si tantas ganas tienes. Trata de seguirme.
Posicionó los cascos en su lugar antes de dar media vuelta y comenzar a correr. No le entendía... pero quería ir con ella.
Le seguía de cerca, unos pasos por detrás. Curioso observaba todo a su alrededor y a ella. No le costaba seguirle, ¿tan baja era su velocidad?
Su sonrisa se ensanchaba a comprobar que seguía detrás de ella. Poco a poco el camino asfaltado comenzaba a dejar paso a la tierra. Las calles rectas a elevaciones que cada vez se hacían mas empinadas. Su velocidad aumentó, reforzando la fuerza en sus piernas a "escalar" entre las rocas sin detener su paso.
Su respiración cada vez se hacía más costosa, incluso le costaba seguirle el paso. ¿Qué demonios era esto? Cada roca que pisaba teniendo que estirar la otra pierna para avanzar notaba como los músculos llegaban a su tope de estiramiento.
El terreno se volvió mas llano, dándole la oportunidad de darse se la vuelta caminando de espalda viendo al chico.
— Vaya, pero si aun sigues aquí.
Tragó saliva manteniendo el trote sin apartar la vista de ella.
— Por supuesto. Esto no es nada.
Su risa le hizo sonreír.
— Muy bien. Entonces vamos. Aun nos queda mucho.
Levantó la mano señalando un mirador a lo lejos, sobre aquella montaña. ¿Dónde se había metido?
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Entraba en aquella habitación donde ahora era ocupa. Buscaba en su bolsa el libro de matemáticas. La entrenadora volvía a ponerse pesada con que estudiaran. Prestaba más atención a su alrededor que a su búsqueda. Era extraño estar en esa habitación. Los trofeos sobre las estanterías del fondo hicieron que comenzará a recordad, eran tan frustrante. Con el libro en la mano se disponía a marcharse, pero tenía que ver de más cerca aquel trofeo que por poco, no fue para Green Breeze. Los recuerdos comenzaron a enfadarle, sobretodo a ver aquella foto que acompañaba al trofeo, volvía a sentirse tan humillada. Su mirada se relajo a ver el trofeo continuo junto aquella foto, una donde esa chica se encontraba en la cama de un hospital sosteniendo un trofeo y a su alrededor compañeros de equipo. ¿Qué habría pasado si hubiera sido un poco diferente? Si no hubiera perdido los nervios....
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Su paso era tranquilo, su cabeza se movía con lentitud de un lado a otro, al ritmo de la música que resonaba en sus oídos. El atardecer estaba apunto de dar paso a la noche, y ellos dos se encontraban a escasas calles del hogar de la chica. El albino pasos atrás de ella respiraba un poco entrecortado.
— ¿Qué tal? ¿Sigues vivo?
Su comentario no le hizo gracia, pero aun así solo logró a soltar una leve risa sarcástica. Ella detuvo su paso mientras se quitaba los cascos dejando que ahora caminaran a la par.
— ¿Qué fue todo eso?
Se atrevió a preguntar.
— Mi entrenamiento — ¿Entrenamiento? — Claro. Lo has notado, ¿verdad?— le miró confundido, ¿de que hablaba?—. Los tirones. ¿Los has notado en los gemelos? — Ah... Eso, si. ¿Qué tiene que ver eso?
Otra vez elevaba los hombros.
— jaja, ya lo descubrirás.
Movió la mano antes de avanzar corriendo llegando a la entrada donde el pequeño de cabellos azules le esperaba para entrar juntos. Una leve sonrisa que reflejaba tristeza se dibujo en sus labios.
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Día nuevo, y con él un nuevo entrenamiento. Los balones iban de un lado a otro seguido por la mirada ilusionada y feliz del tercer hijo de la familia, aunque cuando cierta albina tocaba el esférico deseaba que la fastidiará, y como si tuviera poderes eso sucedía. No era su día para nada.
— ¿Te encuentras bien?
La voz preocupada de Domon le hizo volver a ponerse recta mientras recuperaba su respiración normal poco a poco.
— Si, solo... parece que no es mi día jaja.
— ¿Estas segura? Desde que lleguemos estas muy rara.
Su pregunta le hizo pensar por unos segundos antes de contestar.
— Si tranquilo. Todo va genial. A todo esto. ¿Y Fubuki? No le veo desde el desayuno.
Trató de cambiar de tema, y lo consiguió, pero su amigo aun seguía curioso por su actitud...
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— Anda, toma.
El tono divertido de la chica le hizo levantar la mirada, y enseguida sobresaltarse a notar aquel plástico frió en su mejilla. Esa mañana también había salido con ella. No entendía el porque, pero le agradaba estar a su lado.
— Gracias.
Habían llegado a lo más alto, aquel mirador que dejaba una vista completa de todos aquellos terrenos de cultivos y pequeño pueblo de donde venían. Se sentaron en uno se los bancos observando el paisaje mientras bebían
— Oye.... ¿Qué hay en esa botella? Como siempre bebes de ella
Su pregunta inocente le hizo separar la boquilla de sus labios antes de verle.
— Um... Vaya... No esperaba que me vigilaras jaja.
— ah, n-no es eso.
Sus nervios y leve sonrojo provocó la risa de la chica. Su mirada rápido fue al lado contrario algo avergonzado, aunque lo más profundo de él protestaba y le gritaba que se fuera.
— Oooh, ¿te has enfadado? Solo era broma.
— Ya...
Una leve risa mientras negaba con la cabeza volviendo a mirar el cielo. El silencio que se había hecho presente entre los dos. La mirada de ella se perdía en el celeste cielo, y la mirada de él se perdía en esos ojos celestes felinos.
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Volvía a entrar en el garaje. Extrañamente escuchaba la voz de su abuelo un poco animada. Conversaba con aquel señor que había llegado con el Raimon.
— Oh. Albin, pásame la llave del ocho.
Siguiendo la orden como de costumbre, tomo la herramienta que le pedía antes de acercarse a ambos.
— ¿Cómo va?
— Casi listo— contesto antes de ejercer fuerza apretando la tuerca—. Un cambio de aceite, inflar las ruedas y estarán listos para continuar.
—Se lo agradezco mucho.
No podía evitar sonreír como nunca. Se iría, solo un día más y bay bay. No tendría que fingir que todo va bien, no tendría que aguantar más a su hermano pequeño ilusionado por cada cosa que hagan, que ganas de que ya fuera mañana.
—¡Woo! ¡Increíble!
La voz del rubio le hizo salir se sus pensamientos tan felices. Con paso tranquilo se acercó a la cancha, viendo como ella levantaba el brazo alegre, como si hubiera logrado algo. Y así era, su técnica comenzaba a tener poder, puede que al final si sirva para algo contra Épsilon.
—No esta nada mal. Pero aun te queda mucho para igualarme.
Su chulería ya no le afectaba, todo lo contrarío, le hacía gracia y todo.
—Jaja... ten cuidado, que te quito el puesto de delantero estrella.
El pequeño observaba todo con brillos en los ojos. Esa chica que tanto "odiaba" por lo que le hizo a su hermana... ¡era increíble! Tenía sus dudas de si era buena o no, pero después de esto no había duda. El más pequeño le miraba Intrigado. En verdad no entendía nada de nada.
Molesta sus planes cambiaron. Claro. No podía dejar pasar la oportunidad. Era su momento de humillarla, cobrarse su venganza. Sin pensarlo mucho subió a su cuarto a buscar esa equipación blanca y dorada.
Raimon abajo recibió la gran noticia. Por fin podrían volver a tomar rumbo a Osaka. La alegría era reflejada en el rostro de todos. Animados y con los ánimos por las nubes tomaron posiciones en el campo para volver al. Entrenamiento. así si daba gusto volver a entrenar.
Kido dirigía el ataque. Un pase a Ichinose, quien regateo a Kurimatsu, y un centro a Rosen. Ella y Shawn saltaron a la vez. Aunque era defensa, durante el saltó su parte más agresiva tomo control de su cuerpo despejando el balón con un rodillazo. Su salto había mejorado.
—Menudo salto...—susurró Kazemaru impresionado.
—¡Muy bien defendido Fubuki!... Ah... ¿Qué te pasa?
Desde que toco suelo mantiene la cabeza gacha agarrando con fuerza la bufanda, hasta que noto la mano de alguien en su hombro no consiguió salir del trance.
—Todo...¿bien?— susurró la albina mirándole preocupada.
—Ah jaja si, todo esta bien. Jaja ¿continuamos?
No eran muy convincentes sus palabras, pero aun así continuaron con el entrenamiento.
Ambos hermanos sentados en la banca disfrutaban del espectáculo hasta que notaron ese aura. Adrian era muy pequeño la ultima vez que sintió ese escalofrío, pero no había duda. Sus ojos se iluminaron aun más a ver a su hermana vestir de nuevo la equipación blanca y dorada de Vandali. No solo los pequeños habían notado su llegada. Tras volver a realizar su técnica volvió la mirada aquella chica que de sus ojos saltaban chispas y su sonrisa era aun más arrogante.
—¿solo eso Fire? Esperaba algo más.
—Oye, tú que sabrás.
Tori no aguantaba más. Siempre Tenía algo con lo que quejarse. La tensión era notaria, ninguna de las dos bajaba la mirada. Esto era un duelo de miradas. Era obvio que entre ellas había habido un problema, pero no esperaban que se fueran a enfrentar ahora.
—¿Qué quieres?
—¿No es obvio? Aun me debes una ultima jugada. Un ultimo disparo a puerta. Que mejor momento que cobrármelo que ahora.
Dudaba.
Si aceptaba había una gran posibilidad que volviera a pasar algo similar a la ultima vez pero si se negaba... no, negarse no era una opción. Su mirada se paseo por la de sus compañeros. Nadie entendía nada.
—¿Qué sucede? ¿Te asusta? ¿Tanto miedo tienes? O es que no quieres demostrarlo.— encaraba a la chica tratando de provocarle.
—¿Demostrar? ¿De que estas hablando?
—Nadie te dio la palabra.—contestó cortante—. Esto es entre nosotras.
Sus puños se cerraban con fuerza. Era tan frustrante.
Las burlas de la rubia continuaron. Cosa que comenzaba a irritar al nueve. Estaba apunto de saltar pero aquellas palabras en otro idioma que nadie entendió, le hizo detenerse. La mirada de Rosen echaba fuego, nunca había visto así a su amiga.
—Esta bien. Como tu quieras. Empecemos.
Todo se decidiría a un gol, lo harían como siempre se resorbía estos juegos en España. Una única portería con su portero. Ambos rivales en el centro, uno a un lado. Un tercero lanzaría el balón en el centro, el primer bote sería el pitido de inicio. Mismo reglamento de un partido. El portero debe parar todo lo que pueda, gana quien primero parque.
Con todos en sus puesto estaban listos para comenzar. Aki lanzaría el balón. Ambas se mantenían en posición fijando sus ojos en la otra.
—¡Animo Rosen!
—¡Ciérrale la boca! ¡Demuéstrale de lo que eres capaz!
Coge aire...
Lo suelta poco a poco...
El esférico sube...
Un sonido hueco que hace empezar todo.
Apoyó todo su peso en la puntera se su píe derecho girando sobre si misma. Antes de que Rosen tocara el balón ella ya le había dado un toque de tacón llevando el balón a delante bajo sus píes. Molesta por perder el primer toque se lanzaba al ataque, un duelo igualado, pero en el que siempre perdía. Albin se movía con agilidad junto al balón. Bajo su piernas. De izquierda a derecha, sobre su cabeza y volvía a sus píes.
No podían creerlo. Rosen estaba...
—Oooh, vamos, esto no ha hecho nada más que empezar.
Se burlaba de la otra a verla ya inclinada apoyando las manos en sus rodillas. La rabia recorría su cuerpo, cada carga que hacía contra ella era inútil.
—¿Por qué no intenta marcar?— preguntaba inocente Haruna.
—No quiere ganar así...—contesto su hermano sin perder detalle del enfrentamiento—. Solo quiere... demostrar que es superior a ella.
—¿Pero porque todo esto?
Las carreras se prolongaban por todo el campo. Siempre pegadas, unos centímetros de diferencia. Un hueco, era su oportunidad. Aumentó la velocidad de su carrera cargando contra el lado derecho de la rubia. Intento pasarse el balón antes, pero el miedo le hizo apartarse. Rosen tenía ahora el balón.
La albina retomaba el aire. La otra se quedaba en el sitio haciendo leves estiramientos con su pierna derecha. Unos leves pinchazos... nada grave.
—Nada mal... aunque... ¿Cuánto duraras con el balón?
—Hasta que anote y vuelva a ganar.
No terminó de hablar cuando ya se había lanzado a por ella. Izquierda, derecha, amagos. Era imposible, no conseguía librarse de esa presión agobiante. Se quedaba sin ideas. Solo podía retroceder. No tenía espacio para disparar y si perdía el balón puede que no lo volviera a recuperar. Mordía con fuerza su labio inferior. Si no le hubiera lesionado ... ¿esto es lo que habría pasado?
Todo este encuentro era observado por la entrenadora. Casi escondida de todos observaba el encuentro pensativa. Era un poder explosivo excelente para Raimon... La presencia de otra persona a su lado altero levemente a la mujer, aunque eso aumento a reconocer aquel hombre de cabellos negros y ojos celestes.
—¡Aaah!
Una patada a la vez que hizo elevar el balón sobre sus cabezas. Se acabo el jugar. Su sonrisa se hizo más amplia al tiempo que doblaba las rodillas saltando tras el balón, un movimiento que no esperaba.
Todo su alrededor se oscureció, el cielo tomo un tono rojizo junto a unas nubes negras. Del suelo, al mismo tiempo que ella saltaba un dragón de escamas brillantes le perseguía rugiendo. En el punto más alto el dragón escupió una gran bola de fuego que llegó al esférico en el mismo momento que ella remataba de chilena.
—¡Llamarada!
Un grito que se unió a un nuevo rugido del dragón.
No se iba a dejar ganar. Sin intenciones de rendirse corría a la portería intentado defender. Pero fue inútil. El disparo era mas rápido que ella.
Tocó suelo, una rodilla clavaba en el suelo y otra elevada. No miró a su espalda. No lo necesitaba. Sabía que había marcado.
Endo se emocionó a ver como se realizaba esa técnica. Estaba deseando batir sus fuerzas contra las de ella. Pero... cuando quiso darse cuenta el balón ya estaba clavado en la red.
Apretaba con rabia ambos puños. Por una parte sentía la necesidad de enfrentarse ahora él contra ella. Pero por el otro solo sentía rabia a no poder asegurar que si hubiera estado en la defensa habría podido detenerlo.
—¡AAAAAAH!
Dos gritos simultáneos.
Uno de rabia y otro de felicidad
Muuuuy buenas.
Ya, es raro que ande por aquí escribiendo, pero... aaah hoy necesito hacerlo.
¿qué os pareció el capitulo? ¿os gustaron los dibujos? ¿tiene lo que tendría un capitulo de IE?
hoy, por favor, me haría tan feliz conocer vuestra opinión, tanto por votos o por comentarios. Pues para salir de la rutina, este capitulo y el siguiente serán totalmente de mi creación. AAAh... estoy tan nerviosa... de verdad. Espero que os guste ♥.♥
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