Capítulo Veintitrés


Capítulo veintitrés.

Maximiliano.


22 de marzo, 2016.

Le ofrezco algo de beber a Allen y ella elige agua, por lo que ahora mientras bebo un vaso de whisky la observo con su vestido blanco y descalza en el balcón de mi apartamento.

La noche ha transcurrido de una manera que con honestidad no esperaba, supongo que colapsé, que finalmente me rompí y se sintió tan bien, cómo dejar ir unas cadenas que ni siquiera sabía que me estaban sujetando.

Puedo admitirme que estuve celoso de cada chisme que salió de Allen durante su ausencia incluso si me decía que podrían ser simples tonterías, pero más allá de los celos estaba la preocupación de su silencio, de su ausencia y la manera en la que en la mayoría de las fotos capturadas por fanático o paparazzi siempre traía lentes de sol, lo que en mi mundo se conoce cómo una máscara para ocultar cuando te ves y te sientes cómo una mierda. Así que esa emoción estuvo por encima de los celos, pero también impulsó la de la molestia.

Mi preocupación se convirtió en molestia cuando los días pasaron y la incertidumbre me carcomió, se suponía éramos amigos y me sentía cómo una mierda pensando en cualquier escenario en donde pudiera estar pasándolo lo suficiente mal y además de ello estar siendo acosada por la prensa, pero en algún punto desistí y conservé mi molestia hasta que apareció pretendiendo que nunca se había ido, cómo si no me hubiese importado, cómo si no me hubiese planteado escenarios en donde estaba lastimada. Creo que en ese instante mi molestia se convirtió en rabia y siendo este hombre controlador que sabía que podía decir cosas de las que se arrepentiría, preferí la cordialidad fría, irme y enfocarme en mis propios asuntos y todo mi trabajo, lo que siempre hago.

Pero el problema de contenerte y reprimirlo todo es que llega un momento en el que todo explota y eso es lo que nos ha sucedido la madrugada de hoy. Pasé de querer tener una conversación civilizada en donde se suponía ignoraría tocar el tema sobre cómo pasó de mí en la fiesta desde que llegó a gritarme con ella cómo un niño sobre qué se supone qué no hace un buen amigo; la catalogo cómo una de las discusiones más estúpidas que he tenido en mi vida, pero también una de las que más he disfrutado.

Y fue precisamente en ese momento, cuando luche contra la risa y sentí que me quitaba la tensión de encima, que me rendí porque pensé que quería más momentos cómo esos y ¿Qué hay de malo en disfrutar de algo que deseamos? No tengo ni idea de lo que estamos haciendo más allá de las cosas que se suponen que no hacen personas que son simplemente amigos, supongo que fingimos que el futuro no es incierto y aceptamos que incluso iniciando todo tiene fecha caducidad, pero que vamos a disfrutarlo.

Me gustó que se pegara a mi cuerpo cuando la besé, me gustó la sonrisa llena de picardía y suficiencia cuando poco después murmuró "finalmente la galleta es mía" y fue más que difícil volver a una fiesta en la que debíamos fingir normalidad, porque cuando ignoraba lo que deseaba y me repetía todas las razones por las que no debía caer, todo era más fácil. Ahora que todo se ha destapado y las cartas están puestas sobre la mesa, es difícil fingir que nada ocurre.

Así que tras un mensaje discreto sobre que podríamos conversar mejor en mi apartamento, no era una llamada de sexo pero la vida es incierta, de una manera discreta me retiré de la fiesta sabiendo que corría el riesgo de encontrar en unas horas desastre por BG.5 basándome en el estado de ebriedad en el que los dejé y esperé durante poco más de cuarenta minutos a una Allen que llegó con una sonrisa, me plantó un beso en la comisura de la boca y luego procedió a sentirse tan cómoda cómo si fuese su propia casa. La puerta cerrándose detrás de nosotros de alguna manera se sintió cómo la última cadena cayendo.

Y aquí estamos, ella con su vestido blanco ajustado que moldea cada espacio de su figura, descalza y con los rizos despeinados mientras yo me he desabrochado unos cuantos botones de la camisa y me he subido las mangas hasta los codos.

Camino hasta el balcón y me estremezco ante el frío. Tentativamente deslizo mi mano desde su hombro, pasando por su brazo y llegando a su mano que se encuentra fría, luego traslado mi toque a su cadera finalizando en su abdomen plano en donde extiendo mis dedos, presionando con la palma para que su espalda esté contra mi pecho.

—Deberíamos entrar, podrías resfriarte o al menos podemos buscarte un abrigo.

—Me gusta este frío, ahora me resulta familiar —Recarga todo el peso de su cuerpo contra mí y se estremece cuando mi pulgar traza círculos por encima de su ombligo—. Eres cálido.

—¿Gracias? —pregunto sonriendo antes de beber lo que resta de mi trago e inclinarme para dejar el vaso sobre una de las sillas.

—Así que mi tweet no fue realmente una broma ni siquiera lo pensé antes de postearlo, admito que tampoco me arrepentí, dije que era una broma para que no te enojaras conmigo.

—Y al final eso me enojó más.

—Pero bueno, mi tweet fue recibido muy bien por el postulante —comenta y no la veo, pero intuyo que sonríe—. ¿Significa eso que soy tu novia temporal?

—¿Qué implica para ti ser una novia temporal?

Mi mano libre se desplaza por el centro de su cuerpo, pasando entre sus pechos y terminando entorno a su garganta, deleitándome con su pulso debajo de mi dedo.

—Implica exclusividad por el tiempo que esto dure, besos, complicidad, compañerismo, sexo, mucho sexo y momentos que repetiré en mi cabeza una y otra vez...También creo que incluye una que otra discusión junto a la reconciliación.

»Y el temporal nos hace recordar que en algún punto tendré que irme —susurra esto último.

—Lo sé —Con la mano aun en su cuello extiendo más arriba mis dedos para acariciar con mi pulgar su barbilla, mi otra mano persiste en los pequeños círculos en su abdomen—. Espero y entiendas el tipo de novio temporal que puedo ser. Tengo mucho trabajo y me gusta el control de lo que hago, mis tiempos libres son escasos y sé que también tienes una agenda apretada.

—Lo que nos hace compatible.

—Eso dices —Me rio—. El temporal tendría que restarle drama a esto, no podemos perder el tiempo que conseguimos en ello.

—El drama es parte de la pasión, no siempre es malo.

—Es una manera interesante de percibirlo.

La hago girar para poder verla al rostro en el momento en el que hable, pero antes me enfoco en la manera en la que le brillan los ojos y sus labios se abren cuando le acaricio el inferior, deslizando mi mano en su abdomen hasta su espalda baja y extendiendo tanto mis dedos que toco el inicio de su trasero para presionarla al ras contra mi cuerpo.

Abandono el toque en su labio para sostenerle los rizos entre los dedos en el centro de su cabeza y hacerla inclinarla hacia atrás, sonrío.

—Cuando digo que me gusta el control, es que me gusta —Le hago saber viéndola con firmeza—. ¿Entiendes lo que significa?

—¿Qué si dices "chúpamela" tengo que preguntar "¿Qué tan profundo lo hago"? —pregunta sin aliento y una risa escapa de mí.

—¿Y si te digo: ponte sobre manos y rodillas? —pregunto.

—Entonces en cuatro me tendrás.

Ésta mujer podría ser mi perdición.

—Me gusta el control, pero también que de tanto en tanto haya iniciativa y algo me dice que a ti te gusta mucho eso.

—Me encantaría ponerme a tu disposición en todo lo que quieras, pero también jugaremos a mi modo y haremos cosas que yo desee.

—Me parece justo —asiento.

—Bien.

Retrocedo y la libero de mi agarre, lo que parece desconcertarla, pero entones me siento en una de las sillas estilo sofá individual, abro las piernas y apoyo los codos sobre las rodillas mientras mi barbilla se recarga de mis manos que se encuentran entrelazadas. Le sonrío.

—Desnúdate —pido sin dudar.

Parece sorprendida y sus ojos se pasean por el lugar cómo si esperara ver a miles de fotógrafos o mis vecinos con sus teléfonos alzados.

No tengo muchos vecinos y pocos han manifestado su existencia en las ventanas en todo el tiempo que llevo viviendo aquí, las luces están apagadas en todos los pisos y la iluminación de mi balcón es tenue e incluso si alguien se asomara, no la reconocerían, en todo caso sabrían que soy yo y sin siquiera verme bien. Los fotógrafos tampoco me persiguen cuando saben que tienen a los peces gordos en la fiesta del cumpleaños de Andrew y vivo en un piso bastante alto.

A mí me suena cómo un plan perfecto.

Allen tiene al menos un minuto reflexivo en donde supongo que su confianza hacia mí gana porque sonríe con travesura con su decisión definitiva. Ella sabe que bajo ningún pretexto la expondría a un escándalo y también tengo que admitir que es revelador ver cuánto confía en mí.

La veo llevarse las manos detrás de la espalda y a medida que el vestido ajustado se floja, me doy cuenta de que baja la cremallera. La tela alrededor de su pecho se afloja, pero no lo suficiente para revelar sus pechos, sin embargo, sí para hacerme saber que no trae sujetador.

—Antes de continuar —digo cuando está dispuesta a bajarse el vestido, deteniéndola—. ¿Alguna preferencia sobre el nombre que quieres que jadee? ¿Allen? ¿Mary Alena? Porque tengo el presentimiento que eso sucederá mucho.

¡Carajo, Max! Me tienes absolutamente mojada —Las pupilas se le dilatan—. Tú llámame cómo quieras, que seguramente mis gemidos resuenan más altos que los tuyos.

—Uhmmm....Continúa —asiento hacia el vestido.

Se contonea a medida que lo baja y cuando sus pechos pequeños aparecen a la vista con uno de sus pezones reluciendo con una barra de metal con una esfera brillante en cada punta, sonrío. Ingenuamente pensé, cuando le vi los pechos por accidente al conocernos, que era una visión que no volvería a tener, pero aquí estamos. Puedo sentirme tenso contra el pantalón, tan duro cómo podría estarlo cuando la tela está alrededor de su cintura y luego cae por sus piernas largas y tonificadas revelando un escaso trozo de tela de seda.

Es delgada, su cintura más pequeña que sus caderas no prominentes y es toda piernas. Hago un recorrido visual desde sus pies con uñas pintadas de azul cielo hasta sus ojos.

—¿Quieres que gire? —pregunta con diversión y con un toque levemente enronquecido en su entonación.

—No —Me echo hacia atrás en la silla para verla mejor, ubicando mis brazos a los lados de la silla.

—¿Quieres que me quite el tanga?

—No.

—¿Qué quieres?

—Qué vengas hacia mí, eso quiero.

—Puedo hacer eso.

Y ella no camina hacia mí, ella modela los pequeños pasos que nos separan cómo si mi balcón fuese su pasarela para seducirme y atraparme en el hechizo en el que ya me encuentro bastante envuelto. Se detiene frente a mí y me incorporo hasta estar sentado derecho con las piernas lo suficiente abiertas para que esté de pie entre ellas.

—¿Estás mojada?

—¿Quieres comprobarlo?

—Eso me gustaría —Sonrío pasándome el índice por el labio inferior y ella sigue el movimiento—, pero ¿Sabes cómo quiero comprobarlo?

—Tendrás que iluminarme.

—Mete tus dedos debajo de esa tela endeble y muéstrame que tan mojada estás.

Un resoplido que también es una risa se le escapa mientras sacude su cabeza.

—Eres un bastardo sucio, ya veo, siempre me diste esas vibras.

—Estoy esperando, Allen y mientras más tardas, más lejano se hace el que te corras.

Traga y luego separa sus piernas, mis ojos siguen por completo la manera en la que su mano se aplana sobre su abdomen y luego sus dedos se cuelan debajo de su ropa interior. Un gemido bajo se le escapa y a mí se me erizan los vellos de la piel mientras veo el movimiento de sus dedos debajo de la tela.

—¿Se siente bien? —pregunto, consciente de cuán profunda se ha vuelto mi voz.

—Estoy segura de que tú harías que se sintiera mejor.

—Seguramente —digo en acuerdo—. Ahora saca tus dedos y muéstrame.

Dedos relucientes aparecen frente a mí y le tomo la muñeca, sosteniéndole la mirada cuando me los llevo a la boca saboreándola, es mejor de lo que esperaba y mentiría si no dijera que estoy tan excitado, tan envuelto en este momento.

Le lamo entre los dedos hasta dejarlos húmedos con mi boca y no por su excitación y antes de liberarlos, le mordisqueo las yemas. Estoy completamente seguro de que debo de tener las pupilas dilatadas y el rostro en tensión e incluso con un clima tan frío siento calor.

—Así que te dejaré elegir, Allen.

—Qué privilegio.

—Puedo darte mi boca o puedo darte esto —Me llevo una mano apretándome la erección y ella jadea.

Los segundos pasan y mientras su silencio permanece, le bajo las bragas por las piernas, dejándola completamente desnuda y haciéndola subir a horcajadas sobre mí, bastante seguro de que está arruinando mi pantalón, pero poco me importa cuando está abierta sobre mí y presionada contra mi dureza.

—¿Ya decidiste? —pregunto arrastrando mis labios entre sus pechos y dirigiéndome a su pecho perforado—. ¿Allen? —Mi susurro contra su pezón la hace estremecer.

—Es difícil escoger.

Paso la lengua por el pequeño brote, viéndolo endurecerse aún más antes de capturarlo con mis dientes haciéndola dar un pequeño grito y luego envolverlo en mi boca en una succión que la tiene arqueando la espalda. Cuando mis dientes tiran de la barra de metal fría que hace contraste con el calor de mi boca, sus manos van hacia atrás apoyándose en mis rodillas, dándome una visión espectacular de su cuerpo. Torturo su pezón durante breves segundos que se sienten eternos y lo libero dejándolo reluciente mientras mis dedos tiran del otro.

—Espero una respuesta, Allen.

—¿Qué pasa si no elijo?

—Que lo haré por ti.

—Bien, hazlo, porque en este momento no puedo jodidamente pensar.

Le sonrío y luego ubico mis manos debajo de su trasero, alzándola y subiéndola mientras bajo hasta estar semi acostado en la silla y consiguiendo que esté a horcajadas sobre mis hombros.

—¡Maldita sea! ¡Max! Tú... —dice sin aliento.

—Elijo que tengas ambas cosas —susurro contra su piel húmeda antes de pasar mi lengua.

Todo lo que escucho son sus gemidos mientras con lentitud la descubro, lamiéndola y besándola con la boca abierta, con atención para captar qué la hace gemir más fuerte o humedecerse muchísimo más, me toma un minuto descubrir ciertos puntos y cuando creo que estoy en sintonía con lo que gusta a su cuerpo, me lanzó de lleno lamiéndola y presionándola contra mi rostro. Mis dedos se aprietan con fuerza en la carne de su trasero con cuando mi lengua se adentra a su cuerpo, ocasionando que se remueve y presione más contra mi rostro.

—Oh, maldita sea ¡Maximiliano!

Podría incluir mis dedos, pero quiero probar que tan lejos puedo llevarla solo con mi boca y sé que está al borde, la manera en la que su humedad cae sobre mi lengua, en la que se restriega, gime y presiona el nudo de nervios contra el rastro de barba por encima de mi labio superior, me lo hace saber, pero la dejo al borde cada vez que parece estar cerca, una y otra vez.

—¡Déjame correrme!

Me rio contra su piel y se estremece, luego grita de nuevo cuando me pongo de pie con sus piernas sobre mis hombros y entrepierna contra mi boca, consiguiendo milagrosamente el equilibrio cuando presiono su espalda de la puerta corrediza y finalmente al tiempo que mi lengua juega con el pequeño nudo de placer entre sus piernas, introduzco dos de mis dedos a su cuerpo. Se desarma, apretando sus muslos contra mis orejas y tirando de mi cabello con fuerza mientras tiembla en tanto la saboreo mientras cabalga su orgasmo y cuando ha terminado, la ayudo a bajar hasta dejarla sobre sus piernas temblosas.

—¿Qué me has hecho? Me has arruinado —dice desconcertada y con los ojos muy abiertos.

—Debiste pensar en ello antes de hacer que la galleta se rompiera —Sonrío—. Así es cómo sumo y resto.

—¿A dónde vas? —pregunta cuando entro a la casa.

—A mi habitación, cuando seas capaz de caminar ahí te veo.

En cuanto estoy en mi habitación, me saco el reloj que dejo sobre la mesita de noche, en donde aprovecho de tomar un preservativo; no tengo que ocuparme de teléfonos porque estos se encuentran en la sala desde que llegué y en silencio para no distraerme.

Mi camisa cae al suelo y me estoy sacando el pantalón cuando Allen en toda su desnudes y despeinada aparece en el marco de la puerta viéndome desvestirme. Bajo su atenta mirada me bajo el bóxer, quedando tan desnudo cómo ella cuya reacción es lamerse el labio inferior antes de morderlos al ver mi erección difícil de ignorar.

—Puede leerte en este momento muy bien, sé lo que quieres —Le hago saber.

—¿Qué quiero?

—Quieres esto —Me rodeo con una mano— en tu boca.

—Estás en lo correcto.

—Pero habrá tiempo para eso —desestimo con una mano—. ¿Qué posición es tu favorita?

—¿Eh?

—¿En cuál posición te desarmas durante el sexo? —Me ve con desconcierto y dejo de tocarme—. Ya sabes, una en la que particularmente sientas que podrías estar durante horas.

—Eh...Pues no la tengo, el sexo es bueno y lo disfruto cómo venga mientras el orgasmo esté cómo objetivo a alcanzar, yo me dejo llevar.

Largos segundos transcurren en los que simplemente la veo, haciendo que se remueva en sus pies y se aclare la garganta. Termino por sacudir la cabeza en negación.

—No importa, lo descubriremos, ya luego sabremos cuál te desarma.

—¿Lo haremos?

—Es lo que he dicho —respondo mientras se adentra por completo a la habitación.

—Siento que soy una presa caminando alrededor de un depredador —dice pasando por mi lado y dejándose caer sentada en la cama—. ¿Y ahora?

No respondo, tomo el condón y con lentitud lo deslizo sobre mí, ella traga. Tal vez al igual que yo, se da cuenta en este momento de cuán real es nuestra situación y lo que va a suceder, eso cambiará totalmente nuestra dinámica, pero ya he aceptado la decisión y estoy bastante a gusto con ella.

—Ahora —Le doy un golpecito con los dedos en la cadera antes de que grite cuando la giro dejándola boca abajo—, te follo.

»Sube las piernas a la cama...Perfecto. Abre las piernas...Más, sé que puedes hacerlo más.

Brevemente me pregunto si es demasiado y si mi lado mandón y controlador no le gusta, pero basta con ver cómo se contonea para saber que le encanta y la visión que tengo frente a mí es espectacular.

—Apóyate en los codos y pega el torso de la cama...Bien, muy bien, Allen.

—¿Te gusta así? —sacude su trasero y sonrío.

—Me encanta así.

Me acerco detrás de ella dejándola sentir el roce de mi dureza contra su humedad y luego solo me quedo de pie durante segundos.

—¿Max?

No hablo, no hago nada.

—¿Maximiliano?

Todo permanece igual.

—¡Joder! ¿Y ahora qué mierda pasa? ¡Fóllame! ¿No ves cuánto lo deseo?

—No entiendo el español, pero me encanta cómo suenas en este momento —rompo el silencio, le separo con las manos las mejillas del culo y de un solo movimiento, sin advertencia y agradecido de que esté tan húmeda, me deslizo dentro de ella.

—¡Joder! Dios mío, por todo...Yo...Wow...Max —Gime y sus manos empuñan la sabana—. Te sientes tan, pero tan bien.

Me retiro con lentitud y vuelvo a empujar, hago esto hasta que parece adaptarse a mí y entonces mis dedos de nuevo aprietan su carne mientras empujo con profundidad y fuerza descubriendo que en tanto yo no hablo durante el sexo más allá de maldiciones y uno que otro halago sobre cómo se siente, Allen es vocal sobre lo que quiere, cómo lo disfruta y lo bien que se siente. Ella es una mezcla de inglés con español mientras empuja hacia atrás cuando golpeo con fuerza y rapidez una y otra vez contra ella, amando la manera en la que me recibe en su interior.

—Estoy cerca... ¡Joder! Que se siente cómo el puto cielo, Max. No te detengas.

—¿Qué tan cerca?

—Casi ahí.

—No, no —Me burlo—, aun no —Le digo disminuyendo la velocidad y volteándola para que esté frente a mí, sobre su espalda y con las piernas abiertas.

Parpadea sorprendida y le tomo las piernas envolviéndola alrededor de mi cintura inclinándome hacia adelante y empujando profundo en su interior una vez más, pero con lentitud. Eso también le gusta con base a los gemidos profundos y la manera en la que su interior me abraza.

—¿Qué hice para merecer esto? Se siente tan bien —murmura entre jadeos.

Podría reír si no me encontrara apretando los labios mientras sudo empujando contra. Está tan excitada que estoy seguro de que tendré que cambiar mis sabanas que se encuentran excesivamente mojadas y cuando me alejo lo suficiente para tomar una de sus piernas y presionarla contra su pecho yendo más profundo, grita alguna mierda en español que suena bastante bien y con base a lo que dice en inglés, tiene que ser altamente lascivo.

—Estoy ahí, estoy ahí —Parece desesperada mientras se tira de los pezones.

Disminuyo la fuerza de mis embestidas, dándole pequeñas estocadas superficiales que la tienen gimiendo y retorciéndose.

—Por favor, estoy casi ahí —Me dice con los ojos vidriosos y apretándome dentro de ella.

—No... Aún no.

—Sí, claro que sí ¡Por supuesto que sí!

Rio de manera ronca saliendo de ella lo que la hace gritar de frustración en tanto subo a la cama, poniendo una almohada detrás de mi cabeza, acostándome sobre mi espalda y viéndola directamente a los ojos.

—Te dije que encontraríamos tu posición favorita, ahora sube de espalda hacia mí, prometo que te dejaré acabar.

Trepa sobre mí casi de inmediato, viéndose cómo la diosa que es y luego con lentitud desciende sobre mi longitud haciéndonos gemir. Con honestidad, sé que este será el momento final porque estoy a poco de perderlo cuando su caderas se mueven con lentitud de forma circular y luego de adelante hacia atrás. Afianza sus manos sobre mis rodillas mientras sube y baja cada vez con mayor desesperación haciéndome apretar los dientes cuando veo la manera en la que su culo se sacude y el cómo se mueve sobre mí; y justo cuando está cerca de alcanzar el orgasmo, la detengo con mis manos en sus caderas. Un gritito la abandona y me clava las uñas en los muslos cómo un gesto de rebeldía que escuece y seguramente dejará un profundo rasguño, pero no me importa.

—¡No! ¡Lo prometiste! Prometiste que me dejarías correrme.

—Qué dramática. Gira —Ordeno y lo hace, no creo que siquiera se dé cuenta de que podría solo seguir moviéndose y encontrar su orgasmo sin escucharme—. Así, increíble, te ves muy bien, Mary Alena —Deslizo mis manos por sus muslos ahora que la tengo abierta sobre mí y de frente.

Llevo mis dedos entre sus piernas dando movimientos circulares donde más lo ansía y haciendo que gima profundamente clavando ahora sus uñas en mi abdomen.

—Eso te gusta, puedo sentir cómo me aprietas más fuerte.

—Me encanta.

Hago un recorrido visual desde la manera en la que se encuentra abierta sobre mí, reluciendo con su humedad y conmigo dentro de ella, pasando por su abdomen tenso, los pequeños pechos con pezones erguidos que suben y bajan con rapidez debido a su respiración y la belleza de su rostro reluciendo de sudor y placer. Le guiño un ojo y ella rueda los ojos, pero se muerde el labio inferior para contener la sonrisa. Está tensa, su cuerpo demasiado sensible a todas las retenciones que le he hecho a su orgasmo.

—¿Quieres correrte? —Le pellizco entre las piernas.

—Sabes que sí. Déjame correrme.

—¿Por qué?

—Porque lo necesito.

—Uhmm —Muevo mis dedos en círculos—. No lo sé...

—Porque también lo deseas.

—Lo hago.

—¡Joder! Déjame correrme, bastardo infeliz.

Enarco una ceja hacia ella y empujo mis caderas hacia arriba haciendo que sus ojos rueden hacia atrás, pero es todo lo que le doy.

—Déjame correrme para que sientas cómo te aprieto y te mojo mientras me vengo sobre ti y lato a tu alrededor. Sé que te encantará sentirme —murmura moviéndose con lentitud sobre mí—. Déjame correrme porque sé que amarás cada segundo de ello y porque finalmente todo estará dicho entre nosotros, déjame hacerlo.

—¿Ves? No era tan difícil —Le sonrío llevando una mano a su cadera—.Ahora sí ¿Lista para el gran final?

—Malditamente lista. Eres un mandón controlador, pero me encanta. Dame todo lo que tengas, puedo con ello.

—Entonces tómalo, es todo tuyo, Allen. —Le sonrío.

Y lo hace, toma todo lo que le doy cuando empujo mis caderas desde abajo mientras ella se mueve sobre mí con las manos en sus pechos, la espalda arqueada y la mirada vidriosa, mis dedos entre sus piernas no dejan de moverse y justo cuando mi orgasmo comienza, ella se viene con fuerza gritando y clavando sus uñas contra mi pecho al tiempo que un sonido ronco sale de mí porque tengo un orgasmo que podría ser peligroso por su intensidad. Es espectacular y me habla sobre cuán jodido estoy respecto a esta mujer.

Cae sobre mí cómo un lío pegajoso, sudado y jadeante que respira contra mi cuello de manera agitada. Le doy unas suave palmadas en la parte trasera de los muslos antes de alzarla para salir de su interior, lo último que necesitábamos es que el condón de derrame dentro de ella ante un movimiento en falso.

La manera en la que su pies es resbaladiza contra la mía por el sudor, me resulta atractiva al igual que el ardor en los lugares en donde sus uñas se clavaron en protesta.

—Allen...

—¿Si? —dice con la voz enronquecida.

—¿Te gusta mi forma de sumar y restar? —Pregunto, deslizando mis dedos por su espalda haciéndola estremecer.

—Amo tus operaciones matemáticas, sumar y restar se ha vuelto mi cosa favorita.

—¿Encontramos tu posición favorita o seguimos evaluándolas?

—Por medida de seguridad vamos a probarlas todas y ya luego elijo.

Eso me tiene riendo y ella también lo hace, alzándose lo suficiente para sacar su rostro de mi cuello y mostrarme su radiante sonrisa. Me impresiona que su maquillaje esté casi intacto y me encanta la forma en la que sus labios están hinchados cuando se inclina y me besa de manera seductora.

—Eres la galleta que me comería una y otra vez, Maximiliano —susurra contra mis labios.

—Pequeña descarada —digo dándole un suave pellizco en el muslo.

Y así fue cómo, yo, Maximiliano Greene finalmente me tomé unos momentos para ser más que el representante de BG.5. No fue el inicio, pero sí el principio de muchas cosas.



Estemmmm holis ¿Qué tal el clima? Aquí mucho calor.

Siempre supe que este hombre en la cama era mandón, pero no hasta qué punto hasta que me senté y lo dejé fluir y madre mía, que manera de enamorar, que el cielo lo bendiga y que Allen consiga salir intacta y caminar bien.

Vuelvo cuando tenga listo el siguiente capítulo y disculpa si este tiene errores, pero ajá, el calor del momento.

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Espero les guste (sabemos que sí) ¿Qué número de releída es esta para ti?

Un beso.

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