Capítulo Tres
Capítulo tres.
Meredith Allen.
— ¿Necesitas que aumente la calefacción? —Me pregunta el hombre al volante.
—Por favor, lo agradecería mucho.
Veo hacia la entrada a través de los vidrios tintados mientras la lluvia golpea, un nuevo estornudo sale y un paquete de pañuelos de papel me es extendido, le agradezco antes de limpiarme la nariz porque me he puesto mocosa.
—Max volverá pronto —digo rompiendo el silencio.
—Es lo más probable.
—No creas que esto es algo raro o algo así, bueno sí es una mierda rara, pero no así de rara.
—Por supuesto —dice y detecto algo de diversión en su voz—. ¿Sabes qué es raro?
—No.
Se gira lo suficiente para verme al rostro y hay una mínima sonrisa en su rostro. Ah, mira, un hombre atractivo cuidando de otro, qué cautivador.
—Que Max se devolviera a un evento, me dejara con una desconocida en el auto y llevando su abrigo. El hombre no confía fácil y aquí estás, eso sí que es raro.
—No es cómo piensas —aclaro con rapidez aunque ¿Qué está pensando?
— ¡Vaya! Y resulta que incluso lees mentes ¡De locos! —Ríe por lo bajo y se voltea.
Enciende la radio y golpea los dedos en el volante al ritmo de la canción. Me acurruco más en el abrigo y me paralizo reparando en lo agradable y seductora que es la fragancia que desprende una prenda de ropa ¡Huele divino! Y verificando que el hombre no me ve, lo olisqueo un poco para comprobar que tal delicia viene de Max. Increíble.
¿Cómo llegué a ser ésta mujer mojada por la lluvia, en tenis y sin sujetador? Esa es una historia peculiar.
Decidí hacer una cena de excepción en donde me senté a ver películas, comí helado y una rica pizza, estaba tan cercana a la felicidad cómo se puede cuando te dices "mira, estoy teniendo tiempo para mí". Mi felicidad efímera y yo decidimos tomar una ducha y luego toda esa energía en mí, por ingerir cafeína, hizo su efecto, así que me dije "Oye, Allen ¿Por qué no limpias tu desastre?" y lo hice.
Barrí, fregué los platos y luego opté por sacar dos grandes bolsas de basura, solo que fui una idiota distraída que se dejó las llaves adentro ¡Bien hecho, Allen! Y antes de hacer un escándalo para que mis vecinos temporales me descubrieran viviendo aquí y me despidiera de mi preciada privacidad, ideé un plan que sonaba genial, pero que terminó siendo absurdo. Cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, me acordé de la mujer sin hogar que se encontraba a dos cuadras de mi edificio, así que con la cabeza baja y abrazándome a mí misma, caminé dichas cuadras ¡Puntos para mí por haberme puesto los tenis! Para el momento en el que llegué hasta la mujer, ella se refugiaba de la lluvia mientras yo ya estaba un poco afectada por ella, un poco desastrosa.
Viajé a la época feudal cuando me dediqué a hacer un trueque: mi señora, le doy un arete de oro a cambio de las pocas libras que recaudó hoy. Por supuesto que ella me vio con desconfianza, pero luego cuando le extendí uno de los aretes y vio que era real, me pidió ambos haciéndome saber que hubiese sido una buena negociante o tal vez una usurera estafadora, nunca lo sabremos.
Unos aretes valorados en mil seiscientos dólares se redujeron a veinticuatro libras en monedas ¡Qué gran inversión! Lo siguiente fue conseguir un taxi, lo cual fue inútil mientras me mojaba y me volvía toda tetas y bragas por la pijama que se volvió una fina capa de tela sobre mí, en retrospectiva, hubiese sido mejor exponerme a mis vecinos me vendieran a la prensa rosa.
El taxi nunca se detuvo, terminé caminando otra cuadra y subiendo a un bus esperando no perderme, mi apariencia de gato mojado era tan evidente que nadie me dio una segunda mirada cuando tomé asiento, excepto el conductor, él se quejó de que arruinaba su suelo con el agua que botaba. Todo hubiese sido más fácil si hubiese memorizado el número de Loraine, pero siempre he sido floja para ello.
Resulta que me equivoqué de bus y me bajé, me recomendaron usar el metro, pero me daba miedo tentar a mi suerte de ser reconocida, ya suficiente tenía con mantener las manos sobre mis pechos para evitar el espectáculo completo. Más lluvia cayó y ya ni siquiera sabía en dónde estaba, por suerte conseguí un taxi que me trajo al evento ¡Porque eso sí que sabía! Y me sobraron tres libras ¡Qué ganga! Seguro mis aretes se sienten honrados de que les diera tal valor.
El plan debía ser fácil: conseguir que alguien llamara a Loraine afuera para que me diera el repuesto de mis llaves; viendo hacia atrás, confirmo que lo que tendría que haber hecho era correr el riesgo de que algún vecino chismoso me vendiera, aunque no he visto a ninguno durante el tiempo que llevo viviendo ahí. Me consuelo diciéndome que al menos ahora sé un poco sobre tomar un bus en Londres.
Mi plan de esperar que alguien saliera no era tan bueno cómo pensé porque o la fiesta estaba muy buena o todos sabían que llovía y nadie quería exponerse. Durante eternos minutos me escondí detrás de una planta implorando que alguien apareciera y mi milagro apareció con un traje que le ajustaba el culo y le quedaba de maravilla. Ese grito de auxilio apareció con cabello castaño ondulado, ojos claros y cejas gruesas.
Max o quien confirmé hace días que es Maximiliano Greene.
¿Lo absurdo? Me olvidé de mi problema inicial cuando lo vi acercarse a mí, pero me acordé cuando estornudé de una manera poco elegante que casi me saca los mocos, muy, pero muy vergonzoso.
Max quien una vez más me vio las tetas a través de la tela mojada, quien de nuevo me dio su abrigo y me ayudó, debe pensar que soy una loca o debe desear correr lejos de mí. Qué vergüenza, no dejo de darle raras impresiones.
Vuelvo la vista al hombre detrás del volante y me aclaro la garganta ganándome una mirada de reojo.
—Soy Meredith Allen—digo para evitar malos entendido.
—Me dicen Hunter.
—Pero no es tu nombre.
—No, solo las personas que se quedan lo suficiente en esta familia saben mi nombre real.
—Uy, qué misterioso —comento haciéndolo reír—. Creo que Max tarda demasiado.
—Creo que Max está siendo raro —dice—, muy, muy raro.
Estornudo y tomo otro pañuelo de papel viendo por la ventana en la espera de Loraine y Max. Éste último aparece tras una larga espera, pero está solo cuando corre en medio de la lluvia y viendo sus intenciones me hago hacia un lado antes de que abra la puerta y suba cerrándola detrás de él. Se pasa las manos por el cabello sacudiéndose las gotas de agua que ahora hacen que se le va más oscuro y me da toda la atención de sus ojos grises con destellos de verde.
—Loraine no está, se fue.
— ¿Se fue?
—Sí, pregunté a varias personas para evitar confusiones y se fue con el representante de Gloria King.
—Se fue a follar —digo con horror y él solo me ve—. Quiero decir, qué genial que tenga sexo ¡Yeih, dale duro, campeona! Pero es horrible para mí que estoy en la calle y contaba con ella.
Hay un largo minuto de silencio en donde solo me ve y yo estornudo de nuevo, trato de darle una sonrisa, pero el hombre no cede.
— ¿Nos vamos, Max? —pregunta Hunter.
—Dame unos minutos —Le responde antes de volver su atención a mí—. ¿Qué es exactamente lo que sucede? Por cierto, lo de darle porras a alguien por tener sexo es bastante raro, no lo hagas.
Mientras dice esto se deshace del nudo de su corbata y se la afloja captando mi atención, luego se sacude de nuevo el cabello y remata deshaciendo los botones de las mangas de su camisa y enrollándolas hasta sus antebrazos. Ni una publicidad de perfume masculino fue tan seductora.
— ¿Y bien? —Me apremia a responder.
Tomo un profundo respiro mientras comienzo mi trágica historia que me doy cuenta suena incluso más estúpida en voz alta. Él me da toda su atención mientras asiente escuchando todo hasta el final, creo escuchar a Hunter reír, pero lo cubre con una tos.
—Y así fue cómo terminé aquí.
—Déjame ver si lo entendí —dice Max y asiento—. Dejaste las llaves adentro del apartamento, decidiste que exponerte a tus vecinos desconocidos era una peor idea que ir a negociar con una mujer que vive en la calle. Cambiaste tus aretes de oro de mil dólares por veinticuatro libras. Tomaste el bus equivocado mientras pescabas las posibilidades de una pulmonía, luego el correcto. Llegaste aquí y te escondiste por largos minutos y ahora Loraine se fue incluso antes de que llegaras.
—Suena cómo toda una aventura —doy una risa forzada incómoda por la manera en la que me ve como si fuese una lunática—, pero al menos conocí cosas de Londres que no sabía.
— ¿Cómo negociar con vagabundos? —tantea y Hunter de nuevo ríe-tose.
—Ayudé a alguien que lo necesitaba —alzo la barbilla.
—Si eso te hace sentir mejor —Se encoge de hombros.
—Eres odioso.
—Pero estás en mi auto...Bueno, el de Hunter.
—Técnicamente el de BG.5 —agrega el mencionado sonriendo.
Max suspira y parece pensativo mientras nos mantenemos en silencio. Loraine aprovecha su tiempo libre para tener una vida, pero ¿Justo hoy decidió darse un polvo de una noche?
— ¿Quieres que te lleve a un hotel?
—Suena hasta sugerente —señalo con cautela y su boca cae abierta.
— ¡No para eso!
— ¿No para qué? —Tanteo y dejar ir una lenta respiración cómo si hiciera acopio de paciencia.
—Es para ayudarte.
—Soy una modelo reconocida con un pijama traslucido por el agua, estoy despeinada y hecha un caos, además de ello, me encuentro llevando el abrigo de un hombre que me estaría llevando a un hotel ¿Cómo crees que se ve eso?
—Se ve mal, muy mal —dice Hunter—. Al menos frente a la prensa rosa, se ve cómo un encuentro apasionado.
— ¡Exacto! Hunter puede verlo. ¡Meredith Allen follando con Maximiliano Greene!
—Puedo verlo, Max —suena divertido Hunter y Max le da una mala mirada.
— ¿Tienes algún lugar al que pueda llevarte?
—A donde se hospeda Loraine, pero ella no lleva a sus aventuras a su lugar privado... Pero el portero me ha visto llegar, podría apiadarse o llamarla para que lo autorice a darme la llave de repuesto.
—Bien, parece que tenemos una solución —parece aliviado—. ¿En dónde se hospeda Loraine?
—Por este hotel —digo el nombre— y hay un McDonald's...
De nuevo se me queda viendo y Hunter tose-ríe, yo me encojo un poco y le doy el intento de una sonrisa para que no me eche del auto. Max deja ir una lenta respiración y se masajea las sienes con los dedos.
—Hay cuatro de esos hoteles y todos con un McDonald cerca... ¿Puedes ser más específica?
—Siempre me llevan y yo mayormente me duermo por el cansancio.
—Puedo entenderlo, la vida de modelo debe ser difícil —comenta Hunter.
— ¡Cállate, Harold! —Le dice Max.
—Ah, ese es tu nombre —comento.
—Se arruinó el misterio —Se lamenta.
—Creo que me dolerá la cabeza —suspira Max—. ¿Harold, tu esposa nos odiará demasiado si durante un par de horas buscamos la dichosa residencia?
—No te odiará, pero seguro me manda a dormir al sofá.
—Lo siento, Hunter —Me disculpo.
—Tranquila, ella me besará cuando sepa que de hecho fue ayudando a alguien.
—Muy bien, vamos por ello —concluye Max.
Hunter pone en marcha el auto y los primeros minutos son en silencio hasta que estornudo, siento la mirada de Max en mí y volteo a verlo.
— ¿Por qué no me dijiste que eras Meredith Allen Lynch?
—Porque no cambia nada.
—Cambia mucho, cómo por ejemplo que podríamos haber estado en un escándalo.
—No sé de qué hablan, pero todavía podrían estar en un escándalo —Canturrea Hunter y Max alza las manos cómo si quisiera estrangularlo—. Solo digo que aún es una posibilidad.
—Tampoco me dijiste que eras Maximiliano Greene legendario y amado representante de BG.5. Ambos estábamos aturdidos, bueno, yo en realidad estaba un poquito deslumbrada.
— ¿Por qué?
Que pregunta más obvia, solo lo veo hasta que desabrocha dos botones de su camisa dejando un pequeño vistazo de su pecho y se termina de sacar la corbata.
—Aparte de Loraine, si este plan no funciona ¿No tienes a otro lugar donde ir? ¿Un amigo o amiga? ¿Familiar?
—Nadie y tampoco confío en los demás.
—Pero estás confiando en mí.
—Es lo que toca —Me encojo de hombros tocándome el cabello con una mano— ¿Tengo el cabello esponjado?
—Sí y con friz.
—Genial —finjo alegría—. Siempre quise que me llamaran cabeza de esponja.
Lucha, lo hace, pero al final la sonrisa le gana y posterior a ello una risa mientras se relaja contra el asiento, sentado de lado, para verme.
—No esperaba encontrarte ahí lo cual es raro que no pensara porque eres un representante y uno famoso.
— ¿Pensabas en verme de nuevo? —Parece desconcertado.
—Sí, quería agradecerte por el favor y nunca hace mal volver a ver a quienes te resultan atractivos.
— ¿Hablas siempre con tanta soltura?
—Estando en confianza, sí. En público soy una modelo dulce, pero con mirada seductora de tigresa empoderada.
—Interesante concepto —comenta y sonrío—. Ahora me debes dos favores.
— ¿Me lo estás contando para cobrármelos después?
—No he dicho eso, pero no puedes negar que es una buena idea.
—Esperemos y se cobren de una manera interesante —concluyo.
Pero por favor ¿Qué está saliendo de mi boca? Estoy actuando cómo una completa descarada.
— ¿Estás coqueteándome? —Pregunta enarcando ambas cejas, no respondo solo lo miro— ¿Sabes cuántos años tengo?
—No, pero por lo visto sabes cuántos tengo yo.
—Tengo treinta y cinco años.
—Yo veintitrés, en un par de meses veinticuatro y me veo de veinticinco o veintiséis, muy por encima de lo legal —intento medio bromear y él medio sonríe.
—Esto es muy raro —dice en voz baja.
—Primera parada —Dice Hunter— ¿Es aquí?
Veo por la ventana en medio de la lluvia que no se detiene y suspiro con pesar mientras niego, avanzamos de nuevo por las calles ¿Por qué hay cuatro hoteles de una misma cadena en una ciudad?
— ¿Esto es una mierda, cierto? —pregunto, pero antes de que me responda prosigo—. Diría que es una maldición, pero no eres un ser maldito y aunque la situación me jode, he de admitir que es un poco entretenida.
Max se estremece mascullando algo que no alcanzo a escuchar y Hunter ríe abiertamente ¿Qué pasa? ¿De qué chiste me he perdido?
—Sí, también sentí unas vibras muy Dexter aunque antes me vinieron unas vibras de Doug —comenta Hunter.
— ¿Hablas de mí? Porque soy un ángel —Parpadeo continuamente.
— ¡Vaya! Y ahora es una vibra Andrew ¡Me da escalofríos! —Se estremece Hunter.
— ¿Qué quiere decir eso? ¿Algo bueno? Apuesto a que algo bueno, tiene que ser bueno —aseguro.
—Claro... Algo bueno, por supuesto—dice Max con lentitud—. Así que encuentras esto entretenido.
—No es la situación lo que me entretiene, eres tú.
—Estoy en una lucha sobre si eso es un halago o un insulto —establece.
No respondo y nos mantenemos en silencio llegando a la segunda parada, ese tampoco es el hotel cercano a donde se hospeda Loraine. En el trayecto al tercero veo cómo los ojos de Max se van haciendo pesados, parece luchar con el sueño, pero finalmente cabecea y recarga la cabeza del asiento, rindiéndose. No puedo evitar verlo, no sé por qué.
Se ve cómo alguien que no debería conocer, pero que quiero hacerlo, cómo las galletas: siempre las deseo, pero se supone no debo tenerlas y siempre quiero más.
—Max se durmió —anunció.
— ¿Si? Eso es raro, nunca consigue dormirse en autos o aviones, duerme muy poco. Debe de ser un milagro, se tuvo que haber relajado lo suficiente —comenta Hunter—. Lo llamaremos el milagro Meredith.
— ¿Por qué mi nombre?
—Porque el único cambio a la ecuación es que estás en el auto, Max nunca se duerme, nunca, porque siempre está al teléfono o trabajando, ni siquiera envió un mensaje. Es un milagro, el milagro Meredith.
—Milagro Meredith —repito sonriendo viéndolo dormir.
— ¿Te volverás rara espiándolo mientras duerme?
— ¿Qué? No, no —Dejo de verlo de inmediato y escucho a Hunter reír.
—Tercer...
— ¡Es aquí! Sigue una cuadra abajo y llegaremos.
Asintiendo sigue mis indicaciones y llegamos a la residencia, aun llueve por lo que me ofrece una sombrilla mientras me dice que esperará por si este plan no funciona. Con cuidado, para no despertar a Max, bajo del auto y me apresuro a la gaceta del vigilante.
Me reconoce y confirma en la lista de visitante, incluso es aún mejor cuando me dice que estoy dentro de las opciones – la única – que puede retirar una copia de la llave del apartamento, tal vez Loraine me conoce demasiado bien, lo que me hace saber que este debió ser mi destino desde un primer momento, pero teniendo en cuenta que desconocía la dirección dudo que veinticuatro libras me hubiesen alcanzado para rodar por los hoteles, aunque los aretes tal vez...Bueno, no importa, tampoco ha estado tan mal todo el trayecto.
Tomando las llaves vuelvo al auto y toco la ventanilla del puesto de pasajero, Hunter la baja viéndome a la expectativa.
— ¡Lo conseguí! —Le muestro las llaves y él alza el pulgar—. Muchísimas gracias y lamento los inconvenientes.
—No te preocupes, además, conseguiste que Max durmiera, eso lo compensa.
Hablando de Max...Cómo puedo y maniobrando con la sombrilla, abro la puerta trasera y me inclino hacia él, unas pocas gotas de lluvia caen sobre su rostro haciendo que despierte y encontrándome muy cerca, pero todavía se ve adormilado.
—Gracias, Max, te debo otro favor. Ahora descansa —Le doy un rápido beso a la mejilla que ni registra porque vuelve a cerrar los ojos—. Duerme bien y sueña bonito.
Me alejo cerrando la puerta, me despido con la mano de Hunter y corro con la sombrilla protegiéndome hasta dentro del edificio. Estoy sonriendo cómo una tonta dentro del ascensor y todavía lo estoy cuando entro al apartamento de Loraine, lo hago todavía más cuando me doy cuenta de que estoy coleccionando los abrigos de Maximiliano Greene, este es el segundo ¿Habrá un tercero?
—Allen, Allen, otra vez te vio las tetas —sacudo la cabeza riendo y luego me dejo caer acostada en el sofá—. Tonta loca ¿Por qué sigues sonriendo sobre esto?
No lo sé, pero incluso me quedo dormida con una sonrisa ¿Debo llamarlo Milagro Max?
Holisss, espero se encuentren bien. Aquí les dejo para que conozcan más de este par y de otros personajes.
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Espero les guste.
Un beso.
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