Extra
En Suiza, de nuevo...con él
—¡Por todos los cielos! Apenas tienen cuatro meses de casados, ¿pueden dejar de ser tan melosos?—Yeji acomodó su sombrero y se tiró en el gran mueble.
—Pues lo dice la persona que se casará dentro de un mes y aún así es la más melosa de todas con su novio—contraatacó Jimin bajando del regazo de Yoongi.
—Si bueno, ¿quien tiene hambre? Quiero ir por ese risoti—interrumpió la pelea Taehyung.
—Rösti—corrigió Jungkook.
—¿No es más fácil llamarles puré de papas con en forma de pizza?—cuestionó Hoseok.
—Yo quiero probar el Appenzeller Biberli con relleno de avellana—dijo Jin acomodándole el sombrero a Namjoon.
—Lo que sea, pero tengo hambre. Llegamos ayer en la noche y lo que hicimos fue caer rendidos a la cama. ¡Necesitamos desayunar!—exclamó Taehyung abriendo la puerta principal de la casa.
Bien, Yoongi y Jimin se habían casado hace poco, disfrutaron de su luna de miel en Estados Unidos y Jimin llegó a Seúl con la idea de realizar el viaje a Suiza que tenía pendiente con sus amigos, ahora, evidentemente se sumarían sus respectivas parejas.
Estaban en Lungern, una comuna suiza con menos de dos mil pobladores, los alrededores era de en sueños, muy diferente a Corea del Sur, vamos su país también tenia lo suyo pero el lugar donde estaban era ver el paraíso. Rodeados de grandes montañas verdes, un lago con agua cristalina que por momentos cambiaba a un azul marino, las casas con fachadas color café tirando a ladrillo oscuro. Además, cada cierto tiempo se escuchaban las bocinas del famoso tren panorámico turístico color rojo eléctrico.
No era como la gran ciudad o la capital, para nada, era solo la naturaleza en su máximo esplendor. Con gente acogedora y respetuosa.
El grupo salió de la casa que habían alquilado por una semana entera para ir a desayunar, caminaron unos cuantos metros y llegaron a la casa de Ava, tenía un pequeño restaurante llamado Sky para los turistas.
Pidieron que les sorprendieran con la comida, sin embargo, Taehyung y Jin si pidieron lo que tanto habían estado anhelando probar. Dentro de unos minutos la gran mesa estaba llena de un sinnúmero de comida tradicional. Al ver todo el banquete sus estómagos rugieron y de inmediato dieron el primer mordisco a lo que les atrajo y se veía delicioso.
—Esto era lo que necesitaba—saboreó Jimin luego de terminarse un Birchermüesli que básicamente era un bowl con avena, frutas secas y zumo de limón.
—¿Quieres más?—preguntó Yoongi pasándole una copa de vino a Namjoon. Jimin negó con la cabeza y apuntó su rostro.
—Después del viaje tengo que ponerme a dieta, mi rostro a engordado, ¿lo notas?
Yoongi se acomodó en su lugar y le miró con los ojos entrecerrados.
Jimin de veía perfecto.
—Amor, no te reprimas y come lo que quieras, ¿si?—pidió—. Estás en tu peso ideal. ¿Sabes qué? Cuando lleguemos a Seúl iremos al gimnasio para poder comer lo que queramos y quemar la grasa—aseguró masajeando la pierna que estaba encima de la suya.
Ya era costumbre que Jimin hiciese eso.
Es más sentía que algo le faltaba cuando estaba comiendo y no tenía la pierna de Jimin.
—Está bien—alargó, moviendo la pierna.
—¿Cómo que el presidente Suho se llevó al señor naranja a Egipto?—llamó la atención de todos Yeji mostrando en su celular la foto donde estaba el papá de Yoongi con ropa tradicional del Medio Oriente sosteniendo al gato y detrás de ellos las tres reconocías pirámides.
—Ese gato conoce más países que nosotros juntos—soltó Taehyung con la boca llena de comida y apuntando con la cuchara a Jimin.
Todos rieron por el comentario de Taehyung, y pues, algo de cierto tenía ya que, el señor naranja acostumbra a viajar con el señor Park y Gabriela o el señor Min. Había visitado: Escocia, Estados Unidos, Canadá, México, República Dominicana, Puerto Rico, Ecuador, Chile, Argentina y Brasil.
Además, tenía un Instagram donde Jiyong y Suho subían las fotos para dejarlas como recuerdo.
—Vamos a tomar un paseo por los alrededores, cuando terminen de comer nos llaman por el celular—informó Jimin entrelazando las manos con las de Yoongi.
Salieron del lugar y caminaron hacia el frente, cerca de las demás casas, Jimin le comentaba todo lo que había hecho en su último viaje ahí y le señalaba cada casa en la que había estado por invitación de los lugareños.
—¿Quieres ver el cielo?—cuestionó Yoongi al observar a Jimin mirar hacia arriba.
—Sí—contestó—, pero mi cuello se va a quedar tieso—bromeó.
Yoongi soltó una carcajada y le guió atrás de una de las casas más grandes que habían visto, el suelo era de césped así que, se acostó llevando sus manos hacia la cabeza como si fuese una almohada.
—Ven, no quiero ser el único loquito que se acuesta en el suelo.
Jimin soltó una carcajada y se acostó alado de él e inhaló el limpió aire del lugar.
—Es genial estar aquí, contigo—giró la cabeza para mirarle.
Yoongi mantenía la vista al cielo, el cabello se mecía por el poco viento y sus aretes en forma de aro resaltaban con la pálida piel. Las pestañas y sus ojos gatunos no se inmutaba ante la mirada penetrante que le estaba dando.
—Es genial ser tú esposo—le recordó haciendo que Jimin pestañeara un par de vez y regresara la vista al cielo. Sus mejillas empezaron a tintarse de carmesí—. Y—hizo una pausa mirándole—, estar en Suiza contigo, mirando el cielo.
—Te pones romántico, Yoonie—soltó una risita.
—Me volviste romántico—reprochó con gracia.
—En realidad ya eras, solo faltaba yo para que dieras a relucir esa faceta—explicó rodando más hacia él—. Mira—apuntó con el dedo índice—, esa nube parece un dinosaurio.
—¿Qué? No, eso parece un pato. Allá está la cola—apuntó—, y del otro lado está el pico—explicó.
—De hecho eso parece una taza de té—dijo una tercera voz.
Yoongi y Jimin miraron a la mujer.
Yoongi no sabía de donde había salido, qué hacía allí y por qué les había interrumpido, mientras tanto, Jimin chilló levantándose del suelo para abrazarla.
—¿Cómo ha estado? ¿Cómo pasó la cuarentena? ¿Ha ganado peso?—la ojeó rápidamente—, se ve más joven.
—Oh, quiero Jimin—rió la anciana—. Son tantas preguntas, una a la vez.
—Buenos días—saludó Yoongi sacudiendo su ropa—. Yo soy...
—Tú debes ser Taehyung, Jimin me contó mucho de ti, eres un muchachito muy imperativo. Espero no te tires al lago—advirtió—. ¿Y, dónde están tus otros dos amigos?, Jimin.
—Abuel...—ella le miró mal—, Paola—sonrió, detestaba que le llamasen abuela—. Él no es Taehyung. Él es Yoongi, mi esposo—aclaró.
La mujer no esperó que saliera otra palabra más de la boca de Jimin y atrajo al pálido hacia ella para abrazarle.
En el dos mil diecinueve que Jimin había pasado un mes completo allá, conoció a Paola, una anciana que vivía con su nieta de seis años. Él se la pasaba la mayor parte del tiempo turisteando y la otra parte ayudándole en la casa mientras cantaban, reían o conversaban.
Para Paola el chico se había convertido en otro nieto, él había prometido volver con sus amigos por eso creyó que Yoongi era Taehyung. Y vaya sorpresa que se llevó cuando le dijo que era su esposo. En serio se alegró por él. Se le veía feliz alado del pálido de ojos gatunos.
Ella les invitó a su casa, caminaron unos cinco minutos y entraron a la extensa morada. Tomaron asiento y se pusieron al día. Jimin y Paola hablaban como dos amigos que se conocían de toda la vida.
Yoongi Intervenía una que otra vez en la conversación hasta que poco a poco se fue soltado con la confianza que emanaba la anciana de cabello largo y blanco como la nieve.
A Yoongi le entró la curiosidad. ¿Cómo era que sabía hablar coreano? No era perfecto pero se defendía y se le entendía.
—Aparte de mi idioma natal que es el alemán, sé hablar Inglés, catalán, portugués, chino y coreano—respondió.
Ya que estaban hablando de idiomas, Jimin le comentó de sus planes de aprender nuevos idiomas como ella, ya domina el inglés y chino, ahora estaba con el español.
—No solo él. A mi también me hace estudiarlo—dijo Yoongi recordando las noches en las que se sentaba con Jimin a practicar, sus conversaciones eran los típicos saludos de presentación y cómo pedir la dirección de algún lugar—. Pero, vamos mejorando—rió.
Yoongi preguntó por el baño y se disculpó por dejarles solos una minutos.
—¿Llegó sin aviso?
—Llegó sin aviso—afirmó.
—Te lo dije, cariño. Lo mejor que nos puede pasar llega sin aviso. Tu esposo es un buen hombre, es muy serio pero solo es su apariencia.
—También es un gruñó—ambos rieron—, Yoongi es todo lo que imaginé.
Cuando Yoongi apareció, cambiaron de tema.
Iniciaron a hablar del clima.
Por todos los cielos, Jimin ya parecía un aciano.
Al poco tiempo, recibieron la llamada de Jin, avisándoles que estaban de regreso en la casa, listos para tomar el tren e ir a turistear.
Se despidieron de Paola y prometieron regresar al siguiente día con sus amigos.
De camino a la casa, una joven de quizás unos veinticinco años no dejaba de quitarle los ojos de encima a Yoongi, él empezó a sentirse incómodo y Jimin lo estaba notando.
—Hör auf, meinen Mann anzusehen—gruñó con seriedad Jimin.
La joven asentó con la cabeza repetidas ocaciones y habló antes de irse, pero ellos no pudieron entenderle.
—¿Qué le dijiste?
—Ni idea. Paola me dijo que me aprendiera esa frase y la dijese en tono serio por si llegaban a mirarte raro.
El chapoteo de las pieles juntarse era lo único que se escuchaba en la habitación.
Jimin mantenía su pecho pegado al colchón y los glúteos alzados, se aferraba con todas sus fuerzas a la tela color blanca de la cama. Estaba siendo penetrado una y otra vez por Yoongi. Le escuchaba gruñir, gemir ronco mientras le sujetaba de a cintura y daba una que otra nalgada.
—¡Oh! ¡Sí!—arqueó la espalda, pegó la cabeza en el colchón y cerró los ojos como pudo.
Yoongi no paraba de masturbarle mientras se retorcía de placer, la mente se le nublaba, no comprendía nada, estaba sumergido en el estasis de compartir la cama con la persona que quería.
—¿Sientes cómo está por llegar?—preguntó envistiéndolo con rudeza sin dejar de atenderle. Las paredes de Jimin apretaban más, eso solo significaba que pronto acabaría manchando su mano de hilos blancos y él terminaría dentro.
—Cambio—balbuceó.
Yoongi se acomodó recostado la espalda en el respaldar de la cama y esperó a que Jimin fuese hacía él.
Gateó, Jimin estaba a punto de sentarse encima de Yoongi para montarlo, esa posición le encantaba porque podía ver la bonita cara de su esposo y besarle con más facilidad pero, le vio negar con la cabeza.
Yoongi hizo que pegara la espalda en su pecho, alzó el pequeño cuerpo y alineó su miembro en la entrada de Jimin.
Las piernas del rubio se alzaron por completo hasta llegar a su cabeza, punto a favor era su flexibilidad, gracias a ello, habían intentado hacer un sinnúmero de posiciones exquisitas a la hora de acostarse.
—sostén tus piernas—dijo a viva voz y Jimin acató la orden.
Yoongi con una mano inició a atener una de las tetillas mientras que con la otra le masturbaba. Movió la pelvis hacia arriba para iniciar con las estocadas. Los testículos bailan al son de las penetraciones.
Jimin juraba que gritaría aún más fuerte pero tenía que retenerse, no estaban en su casa, estaban en la maldita casa compartida, sus amigos literalmente estaban en el piso de abajo arreglándose para ir a turistear. Mordió sus labios para tragarse los gemidos, su garganta picaba por dejarlos salir y sus ojos brillaban a medida que retorcían su pezon.
—Espero desmayarme ahora porque, ¡Ah! Porque...
Yoongi le sujetó el rostro para que lo dejase de lado y besarlo, relajarle y tenerle sin preocupaciones era lo primordial.
Probablemente sus amigos ya les habían escuchado y quizás hasta les habían dejado solos en la casa para tener más privacidad y no escuchar como Jimin se desbarataba en la cama por culpa de Yoongi.
Gimoteaba en su boca y la abría aún más cuando era penetrado con más fuerza pero Yoongi seguía callándole buscando recomponer el beso.
El cosquilleo en ambos cuerpos apareció, Yoongi terminó primero, el líquido viscoso chorreaba de la entrada de Jimin y él sin esperar de más también terminó manchando lo que estaba a su alrededor.
Se separaron del beso y en medio de ellos un hilo de saliva se formó, Jimin recostó la cabeza en el hombro de Yoongi mientras bajaba las piernas y las colocaba en la base del colchón.
Respiraban con dificultad, estaban sin aliento y sus cuerpos eran una mezcla de sudor con fluidos.
—Vamos al balcón—sugirió sobándole las piernas.
—¿Qué? Los chicos... afuera pueden vernos...
—Los chicos no están, se fueron. Es lo más probable y nadie nos va a ver.
Y era la realidad, la casa de ellos era una de las más alejadas y el balcón quedaba en la parte de atrás que daba a las montañas.
—Está bien pero...
Bien, Yoongi no dejó que terminase de hablar, como pudo se levantó de la cama y lo llevó al balcón estilo nupcial.
La vista era agradable, las aves emitían ruidos bonitos, el aire puro pegaba en sus rostros y la gran montaña frente a ellos resaltaba sin dudarlo.
Jimin abrió más las piernas y se sujetó de la barra del balcón, empujó su trasero hacia atrás entretanto el miembro de Yoongi se alienaba en su entrada y él le sostenía con una mano de la cintura mientras que la otra le sobaba la espalda.
—Tan delicioso—gimió ronco acomodándose los mechones en su frente llevándolas hacia atrás sin dejar de mover la pelvis.
—Esto no estaba en nuestro planes—aferró las manos aún más a la barra. Llevó la cabeza hacía abajo para evitar gemir.
—Oh, amor. Déjame ayudarte—Yoongi hizo que se enderezase y metió dos dedos a la boca se Jimin.
Era la primera vez que se atrevían a tanto, es decir, por todos los cielos, lo estaban haciendo en el balcón, ¿eso era legal? ¿Y si les veían? ¿Que excusan daban? A la mierda las preguntas, no había tiempo de razonar. Además, tampoco les iban a ver así que, en lo único que se centraron era en el embriagador momento de intimidad.
Como era de esperarse sus amigos en el segundo que escucharon el primer gemido de Jimin salieron de la casa a tomar el tren. Las vistas eran espectaculares y disfrutaron del momento de amistad. En uno de los días restantes regresarían con sus otros dos amigos.
Hicieron tiempo para no llegar en un mal momento aunque ya habían pasado varias horas. Había oscurecido, las luces de las casas se prendieron. Si en el día se veía bonito en la noche se veía espectacular. Antes de entrar a la casa pudieron conversar con un señor encargado de los botes del lago.
Ahora, la idea era cenar e ir a pasar un tiempo en el lago.
—Jimin, te dolía tanto algo que no parabas de llamar a Yoongi, ¿no es así?—dijo con sarcasmo Taehyung al ver a sus amigos sentados frente al televisor, estaban viendo una película.
—Sí, creo que era apendicitis—le siguió el juego, rodó los ojos y fue a pellizcarle el hombro.
—¿Qué tal la pasaron?—curioseó Yoongi apagando la televisión.
—Jungkook y Taehyung por poco se quedan en el otro pueblo, Jin y Namjoon se tomaron fotos con las vacas y; Yeji y yo corrimos por nuestras vidas cuando una cabra nos intentó matar—resumió Hoseok.
—Esa cabra corría como león—explicó Yeji buscando algo de beber en la nevera.
—Día productivo—soltó Namjoon sentándose en el mueble—. ¿Si vamos a ir al lago?
El día había sido agotador, sin embargo, irían sí o sí.
Cenaron y se abrigaron más ya que en la noche hacía más viento. Cada pareja se encontraba en su respectiva habitación, descansando un poco antes de salir de la casa.
Jimin antes de salir decidió escribir en su libreta.
Jimin dio la vuelta a la pagina porque no le alcanzaba para seguir escribiendo. A diferencia de una hoja en blanco, puedo leer:
Jimin leyó detenidamente cada palabra, ¿en qué momento Yoongi había tomado su libreta? Eso fue lo de menos, estaba conmovido por todo. Cada oración eran tan sincera.
Yoongi salió del baño estirando el cuerpo, Jimin no apartaba la vista de él.
—¿Tengo algo en la cara?
—Sí—contestó acercándose a él—. Déjame ayudarte.
Jimin se le tiró encima para besarle.
—Es fue caliente.
Jimin asentó con la cabeza y apuntó la libreta en la cama.
—¿Llegaste a esa página?
—¿Dónde estuviste todo este tiempo? Cielos, Yoongi. Te amo.
Volvió a besarle.
Después de una sesión de besos, fueron con sus amigos al lago. Las luces de las casas rodeaban el lugar. Cada pareja subió a un bote individual para navegar.
Después de todo...
No importa qué, lo que está destinado a ser, llagará tarde o temprano.
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