UNA LARGA NOCHE
Michael Jons, de 57 años se levantó de su fría cama de repente.
Su boca estaba seca y le demandaba agua, el no quería ir a la sala a unas escaleras de distancia. Desde que encontró a su mujer Jenifer Joans tirada en la cocina con un cuchillo clavado en el ojo el nunca mas volvió a ver ese lugar como algo agradable.
Durante unos minutos el se rehusó cubriéndose la cara con las cobijas y dándole la espalda a la puerta de su cuarto, pero, cuando el hambre lo invadió, el finalmente supo que esa noche seria un tormento mayor a lo que ya lo había estado hasta ese momento de insomnio.
El se quitó las sabanas que cubrían su cuerpo, la brisa fría de invierno no tardó en mostrarse.
Al menos tenia una piyama de color purpura que lo resguardaba de este frió invierno.
Michael se levantó lo mas lentamente posible, desde esa operación en su columna vertebral por cargar cosas tan pesadas el ya no tenia ni la fuerza ni movilidad de antaño.
Cuando puso sus pies calculadamente sobre sus pantuflas el se apoyó en la cabecera de la cama para levantarse completamente. De ahí emprendió su travesía hacia las lejanas tierras de la cocina.
Primero abrió la puerta de su cuarto; no le era necesario prender la luz, ya conocía de memoria el lugar, luego miró hacia enfrente, al pequeño pasillo del baño y las escaleras.
La puerta del baño estaba abierta, raro porque el siempre cerraba todas las puertas por la paranoia de que algún intruso se metiera en sus territorios, así lograría alcanzar su escopeta debajo de su cama a tiempo y meterle algunos plomazos.
El pasó por el baño, el miró algo por un momento, se aterró por un momento al ver esa cosa de reojo... —Uf...— Suspiró.
Solo era su sombra.
Siguió su camino hasta bajar por las escaleras. Cada escalón que bajaba se traducía en su sistema nervioso mandando un terrible dolor desde su rodilla, lo que lo hacia gemir del dolor.
Sin embargo el tuvo la disposición suficiente para bajar hasta la sala gracias a su arduo entrenamiento del ejercito en los años de la segunda guerra mundial.
Desde la sala caminó algunos metros hasta la cocina, donde tomó un vaso de cristal y luego prendió la luz. Esta vez si la necesitaba para ver cuanto llenar el vaso.
El se agachó un poco y comenzó a llenar su botella con un garrafon nuevo que acababa de poner el muchacho de al lado, era un buen vecino y muy agradable, no recordaba su nombre, tal vez por el sueño... O el miedo...
-slam- Por un estruendo Michael soltó el vaso y lo tiró al suelo.
El rápidamente miró de donde provenía ese estruendo, visualizando aterrado como la puerta trasera; la que conectaba directamente con la cocina... Estaba abierta.
El apretó los dientes, sintió la humedad del agua llegando a sus pies, por lo que volteó a ver para corroborar que ni un fragmento de cristal se hubiera encajado en su piel... Pero, algo aun mas aterrador lo hizo temblar.
—D-donde... ¿Donde esta mi sombra?— Por la luz de la cocina, claramente debería estar su sombra apuntando directamente hacia el garrafon, pero en lugar de eso no había mas que un simple rayón en la madera del suelo "El viene por ti"
—FIN—
NOTA DEL AUTOR: Gracias por haber leído esta pequeña historia. Es la primera historia de suspenso que hago. Me hubiera gustado extenderme mas pero como originalmente a sido creada para una tarea no me a sido posible extender esto debido a los tiempos que pide dicha tarea.
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