Extra I
Eros
-—Bueno, chicos, eso es todo por hoy. Recuerden que su proyecto debe de entregarse en dos semanas, si tienen dudas, vengan a hablar conmigo.
Todos en el salón empiezan a recoger sus cosas, comprendiendo bien la actividad que teníamos que hacer, mientras tanto yo pensaba en dónde demonios iba a conseguir un libro de artes.
No me mal entiendan, amo el arte, a sido mi pasión desde los seis años, pero prefiero expresarla a que estudiarla.
Tú prefieres hacer cualquier otra cosa antes que estudiar.
Sí, la verdad sí.
Me cuelgo la mochila al hombro y voy hacia el escritorio del profesor, un hombre en sus cuarenta años de pelo negro canoso, con una barba recortada he igual de moteada de pelos blancos. Es ese tipo de profesor que no le importa el calor y se pone una camisa manga larga, corbata y encima un cardigan de color gris abotonado.
Me pregunto si no se asará allá dentro.
Cómo no había nadie cerca, además de que solo estaba terminando de guardar sus cosas en su maletín, me aclaré la garganta para llamar su atención.
Alzó la mirada color azul a mí.
—Oh, Eros —sonríe—, ¿Qué necesitas, muchacho?
—Eh, quería saber si usted tiene un libro extra, ya sabe, de artes, a ver si me lo podría prestar para terminar mi proyecto —rasqué detrás de mí cabeza—, digamos que mi libro estaba en el lugar que no debía de estar.
Pensé en el día en que Evolet haciendo una de sus travesuras (pero en realidad era una de sus venganzas porque no la llevé al parque) tomó mi libro de artes y "casualmente" iba pasando por la piscina, dónde mi pobre libró terminó flotando en el agua.
Mi profesor se rió.
—Bueno, no tengo una copia, pero puedes conseguirlo fácilmente en la biblioteca, hacia la sección de artes.
—Oh, cierto. Vale, muchas gracias —le di una sonrisa de despedida y salí del salón en dirección a la biblioteca.
De camino a dicho lugar fui saludando a los estudiantes que conocía he incluso a los que no. Soy un tipo sociable, me gusta tratar con la gente, conocerlas, hacer amigos, mis padres dicen que mi batería social nunca se apaga y que por eso soy capaz de adaptarme a cualquier persona o escenario.
Tienen razón, eres demasiado extrovertido.
Y me gusta ser así.
En el pasillo también me cruzo a Christopher, mi mejor amigo que iba del brazo con una castaña de la otra sección de tercer curso bastante guapa. Eso no es una sorpresa, mi amigo es un mujeriego del asco, del tipo «acostones de una noche, nada serio, solo diversión» y he hablado mucho de eso con él, que no está cool jugar con las chicas y que su karma un día le pagará factura. El imbécil solo dice que «ellas saben con quién se meten» y que ya ellas si le siguen el rollo o no.
Rubio idiota.
Nos hacemos un rápido saludo de choca los cinco, no me apetece estar cerca suyo cuando tiene a una de sus conquistas al brazo. No me mal entiendan, lo quiero mucho y todo, pero lo compraré si lo tengo cerca.
Sigo mi rumbo a la cafetería tarareando una canción de Avicii, pensando qué haría mamá para el almuerzo y que tengo que ponerme en este proyecto más tarde. No vayas ser que me pase lo mismo que la semana pasada.
La canción estaba buena.
Sí, tan buena que me distrajo de hacer mi tarea y no la entregué. Eso no puede repetirse.
Llego a la biblioteca, voy a saludar a la bibliotecaria, una mujer en sus treinta y tantos, pelo largo castaño oscuro que siempre lo lleva en una trenza sobre el hombro, lentes redondos, bajita y escuálida, si la vieras, no pensarías que ya está en sus treinta, máximo le cálculas unos veintiséis.
—Hola, Henar —sonrío llegando a su mostrador.
Alza la mirada, se empuja los lentes sobre el tabique para después devolverme el gesto.
—Oh, hola, Eros, ¿Qué tal estás?
—Pensando en que tengo mucha tarea que hacer —ella se ríe, sigue acomodando libros—. Oye, ¿Aquí tienes un libro de historia del arte que me prestes? El profesor de artes dijo que podía conseguirlo sin problema.
—Libro de artes... —murmura, pensativa, su mirada viaja al pasillo de la sección de libros artísticos—. Mmm... sí, tengo disponible uno, los chicos de arte se los han llevado casi todos. Ya sabes, la sección de artes, es el de Frank J. Roos. Jr.
—Me sirve, gracias, Henar —le sonrío como despedida, yendo a buscar mi libro.
A ver, a ver, ¿Dónde estás, libro de Historia Del Arte?
¿No es ese?
No, ese es la historia del color.
¿Y ese?
Sigue siendo el libro de historia del color.
Oh... ¿Y qué tal ese?
¡Que es el libro de...! No, espera, ¡Es el de Historia Del Arte!
Tomo el libro por el lomo he intento sacarlo de entre sus hermanos, hay que resaltar una palabra: «intento», porque no lo consigo. Frunzo el ceño, vuelvo a halar el libro hacia mí y aún no sale, es como si estuviera atorado, ¿Pero como diantres va a estar atorado? Gruño frustrado, y aplico toda la fuerza que mis bracitos de fideos me proporcionan.
Conseguí sacar el libro, y con ello también una queja.
Me inclino para ver en la pequeña abertura que dejó, del otro lado del pasillo está una chica con la cara arrugada, como molesta, se sujeta la mano adolorida. Detallé su rostro, tiene pecas, pero no pecas marcadas, como si hubieran tomado un pincel medio húmedo de pintura y le hubieran salpicado en la cara, ojos de un verde bastante bonito, garrafa, nunca había visto un color de irises así, tiene un largo cabello castaño oscuro hecho un par de trenzas que se deja caer por los hombros.
Ahora, la chica es guapa, parece tener mi edad, quince. Nunca la había visto por aquí, y eso que yo conozco a mucha gente, su cara no se me hace en lo absoluto conocida. Ese no es el caso, como dije, la chica es guapa, sus ojos de un tono especial de verde le dan un aire distintivo, no solo en atributos, sino también en molestia.
No deja de murmurar cosas entre dientes, tal vez insultos, su rostro arrugado en molestia no cambia. No la conozco pero estoy bastante seguro de que ella es ese tipo de chicas a la que no debes de hacer molestar, especialmente porque su mirada debe de tener la capacidad de fulminarte.
Ella igual se inclina a ver entre la brecha que dejó el libro, encontrándose conmigo ahí, como un total estúpido.
Formo una sonrisa exagerada.
—Hola.
—¡Tú! —exclama, desaparece un segundo de mi campo de vista y vuelve aparecer, esta vez de mi lado del pasillo.
Apenas la ví, quise reírme, tiene una cara de molestia atemorizante, pero ella es... ¡Un caniche! Yo no soy el más alto de todos, de mi clase soy de los chicos más bajos, pero ella en definitiva es más bajita que yo, ni al hombro a de llegarme.
Aunque su estatura no está a su favor y te dé ganas de reírte, no lo hagas porque de verdad que su cara compensa toda la estatura que le falta.
—¡Ese es mi libro!
—¿Disculpa? —me ofendí—. ¡Yo lo tomé primero!
—No, ¡Yo lo tomé primero y tú me lo arrebataste!
—¡Eso no tiene sentido!
Ella resopla, viéndome con los ojos entrecerrados.
—Necesito ese libro.
—Yo también.
Alza una ceja.
—Por favor, ¿Para qué? ¿Para fingir dormir en la clase?
—¡Hey! —¡Solo hice eso una vez, y fue con un libro de matemáticas!—, para tu información, niña desconocida, lo necesito para un proyecto.
—¡Yo también! ¡Y no me llames niña!
—¡Eres una niña, y yo lo necesito más que tú!
—¡Eso no lo sabes, idiota!
Abrí la boca indignado y llevé la mano a mi pecho. Me a llamado idiota.
Pues, que a veces sí lo eres.
—¿Cómo osas ofenderme así?
—Es que se te nota en la cara.
¿Lo ves?
Auch, ¡Auch! Creí que mi cara reflejaba «chico buena onda con el que vas a pasar el mejor día de tu vida» no... idiota. Ese es el papel de Christopher.
—Me dolió, eh —admití.
La niña suspiró, tomándose el puente de la nariz entre el dedo índice y pulgar.
—Oye, chico, en serio necesito ese libro.
—Yo también, chica.
—Es que de verdad, de verdad, lo necesito —hay insistencia en su mirada—, mi nota en la clase de historia depende de que busque lo que necesito en ese libro, y eso es dentro de dos días.
Miré nuestra manzana de la discordia, un simple objeto inanimado que tiene las esquinas arrugadas de tanto uso y la portada empieza a cuartearse por las tantas manos por las que a pasado. Yo no debo entregar mi proyecto hasta dentro de dos semanas, y el profe de artes es lo bastante amigable para darme un plazo de tres días extras para entregarlo sino lo he terminado a la fecha que lo pidió, así que podría ponerme a hacer eso en, al caso, dentro de dos días.
Ella no parece estar en mi situación, cuando yo podría empezar mi tarea, ella la debería estar entregando.
—Mira, lamento lo del idiota, pero de veras que lo necesito.
No vas a ser un egoísta, ¿Verdad?
No, no podría.
Dando un suspiro, le pasé el libro.
—Úsalo, sí lo necesitas más que yo.
Ella me sonrió, una sonrisa que hace a sus pequeñas pecas remarcarse.
—Muchas gracias, eh.
—No hay de qué, pero yo aún seguiré necesitandolo.
—En cuánto termine mi proyecto te lo daré, es una promesa.
—Me parece bien, nos estaremos viendo, entonces.
Ella asintió, dándose la vuelta y yéndose del pasillo, dejándome solo una vez más.
Oye, Eros.
¿Si?
Tú no conoces a esa chica, ¿Verdad?
Es la primera vez que la veo.
Vale... ¿Y cómo pretendes volver a verla si ni siquiera le preguntaste su nombre?
Es... oh, sí, sí, ya... ya veo el problema.
Sí que eres idiota.
Eso también lo veo ahora.
Pude haberme quedado reflexionando sobre lo estúpido que puedo llegar a ser, pero tuve una mejor idea, salí también del pasillo a ver si conseguía alcanzar a la chica desconocida. Incluso salí de la biblioteca, ella ya no estaba por ningún lado.
Bueno, se hizo lo que se pudo.
Si pudiera golpearte, no dudes que lo haría.
Dejé de lado a mi conciencia y me concentré en mi estómago que gruñó hambriento. Así que tomé una gran decisión, ir hacia la cafetería.
En el camino voy ideando algún plan o manera de volver a encontrarme con esa chica. ¿Hay posibilidades de que vuelva a encontrarme con ella por aquí? Sí, las hay, sin embargo esas son muy bajas porque esta preparatoria es grande. En mi primer día de clases me perdí entre tantos pasillos que no sé cómo rayos terminé en los salones que no se usan del tercer piso.
Misterio total.
En la cafetería, tomé un momento para recorrer el lugar con la mirada, capaz y ella esté por aquí. Vi muchísimas caras, conocidas y desconocidas, ninguna era la suya.
Resoplé, rindiendome por el momento. Luego fui a la mesa donde siempre como con mi mejor amigo.
Ahí ya se encontraba ese grandísimo imbécil charlando con la misma castaña de esta mañana. Puse los ojos en blanco ante la actitud rompecorazon de ese sujeto, el día que se enamore será el día donde haga la mayor celebración de todas porque su karma al fin le habrá llegado.
Él fue quien me notó primero, sonrió.
—¡Hey, Phineas!
Sí, es nuestra manera de llamarnos. Él me dice Phineas, yo le digo Ferb, y no es que seamos los tipos más inteligentes capaz de crear una montaña rusa en nuestro patio. No, solo son apodos tontos que adoptamos porque Ferb rima con Christopher.
Claro que no.
En mi lógica de niño de siete años sí lo hace.
—Hey, Ferb —le devolví el saludo, no tan animado.
Y eso lo notó porque me frunció el ceño, contrariado.
—¿Estás bien?
—Más o menos —mi mejor amigo alza una ceja, gesto suyo que pide que hable. Será un idiota rompecorazones asalta camas, pero eso no le quita lo buen amigo y buen escucha que puede llegar a ser—, estoy buscando a una chica y no la encuentro.
—¿Eros Jackson buscando a una chica? ¿Y ese suceso del año?
—No como tú, mujeriego imbécil —recordé que teníamos compañía, le sonreí a la chica a su lado—, sin ofender, eh. Ahm, la cosa es que quedé de acuerdo con ella para que me entregue un libro, pero se me olvidó...
—Preguntarle su nombre —completa Christopher por mí.
Asentí con una mueca, rascando mi nuca.
—¿Cuándo será el día en que plantes bien los pies en la tierra?
¿Cuándo será el día en que tú no andes de chica en chica?
No, Eros, es tu amigo por estúpido y poco responsable emocional que sea.
—Bueno, ¿Pero y cómo es esta niña? —pregunta la castaña.
—Es... bastante bajita, como así. Pecas, también tiene pecas, pero pequeñitas —hice memoria de cómo es ella, los detalles de su rostro empiezan a borrarse de mi mente. Su mirada molesta es lo que se mantiene más claro—, ojos verdes, tiene el pelo castaño muuy largo, ah... ¿Qué más? —rasqué mi cabeza—, habla raro, como con dos acentos.
—¿Latina? —sugirió Christopher.
—No, no, acento de Boston, pero también el de aquí. Eso... creo que es todo.
—Lo que resume la búsqueda a... —mi mejor amigo fingió pensar—, la mitad de la escuela. ¿Cómo no se te ocurrió preguntar su nombre?
—¡Se me pasó! ¿Vale? Estaba concentrado en que no me matase.
Esos dos arrugaron las cejas.
—Tiene una mirada mortal, estoy seguro de que puede matar con ella.
—Exageras —rió Christopher.
—¡Que no, hombre!
—Hum... —murmuró la castaña—, eso se me hace familiar, ¿Has dicho castaña de pelo largo?
Asentí.
—¿Castaña oscura? —asentí de nuevo—. ¿Ojos verdes?
—Sí, pero no el color de siempre, es como un verde muy oscuro.
Ella pareció analizar la información que le he dado. Vamos, chica, dime qué la conoces o algo, salvarías mi trasero y también mi nota.
—Dime si es ella —de su mochila sacó su teléfono y buscó algo hasta enseñarme la pantalla. Era una selfie donde aparecía ella en primer plano y un poco más atrás otras dos chicas, una de esponjoso pelo pelirrojo y otra de pelo castaño oscuro.
¡La pulga de la biblioteca!
—¡Es ella! —la señalé, emocionado.
La conquista temporal de mi amigo sonrió.
—Está en mi clase, se llama Diane Reynolds, y sí, cuando se cabrea da miedo.
—¿Oíste, amigo? Diane Reynolds, que no se te vaya a olvidar.
—Claro que no, no soy tan despistado, hombre.
-
Aburrido.
Aburrimiento.
Flojera.
Dios, que pereza.
Acaba con este sufrimiento que llamamos aburrimiento.
Por favor.
—¿Qué haces, cielo? —pregunta mamá, apareciendo encima de mí, su cabello le cae a los lados de la cara, de modo que parecen cortinas castañas.
—Aburridooo.
Ella se rió.
—¿Y no tienes algún proyecto que hacer? ¿Alguna pintura?
Negué con la cabeza.
Torció los labios.
—¿No quieres acompañarme en la jardinería un rato?
—No me apetece, gracias.
—Hice el intento —se encogió de hombro, saliendo de mi vista, después escuché el sonido de la puerta corrediza del patio.
La jardinería no es lo mío, lo comprobé cuando me regalaron un pequeño cactus hace unos seis meses. Se supone que esas cosas sobreviven un buen de tiempo sin agua, no regué el mío en tres días, ¡Y se secó! ¿Cómo diantres fue posible? ¡Habitan en el desierto donde nunca llueven!
Así que no, gracias, si mamá quiere mantener su bonito jardín de flores, yo no debo acercarme ahí.
Seguí echando en el sofá, haciendo trompetillas. Nunca antes había estado tan, pero taaan aburrido.
Una notificación entró a mi teléfono.
Se trataba de un mensaje de mi hermano mayor, Eames, que recide en Londres por sus estudios. No se lo digo porque sé que me molestará, pero cuando son las temporadas escolares, lo echo mucho de menos.
Era una foto de un folleto, algo relacionado con un concurso de artes, más abajo él había escrito:
¡Mira lo que he encontrado! Es un concurso de artes de todas las edades, podrías participar.
Yo: Está cool, hombre, ¿Pero se te olvida que es en la otra parte del océano Atlántico?
Bro mayor: ¿Se te olvida que yo vivo aquí y que sin problemas podrías quedarte conmigo?
Además, Eros, es a finales de curso, podrías adelantar proyectos y exámenes para venir sin preocupaciones.
¿Puedo hacer eso?
Sí, ¿No lo sabías?
¡Apenas me entero!
Yo: Me agrada tu idea, pero hay que hablarlo con mamá y papá.
Bro mayor: Eso déjamelo a mí, prepara tu mejor obra de arte porque ganarás ese concurso.
Eso aminoró mi aburrimiento, empecé a imaginar nuevos proyectos de artes, algo innovador, algo que parezca tan bien hecho que enorgullezca al mismo Picasso.
Estás delirando.
Quizá sí.
Cómo buen pintor, empecé a buscar ideas en internet. En mi Instagram suelen aparecer muchas cosas de ese tipo, vídeos he imágenes de otros artistas que me inspiran para crear mi propia obra artística con mi toque particular.
Quise ir directo hacia el buscador, cuando la primera publicación que me aparecía me distrajo. Oh, una nueva película de... ¡Eh, Ryan Reynolds! Adoro ese sujeto.
Oye, ¿No teníamos que buscar algo con ese tipo?
¿Con Ryan Reynolds? ¿Y qué vamos a buscar nosotros?
No lo sé, es que tengo la sensación de que estamos olvidando...
¿Qué?
La chica.
¿Qué chica?
¡La chica que teníamos que buscar!
¿Eh? No te entiendo.
¡La chica del libro de artes!
¿La chi... ¡La chica del libro de artes!
Voy al buscador, ahora yendo a ingresar el nombre de esta persona. ¿Cómo era? ¿Daniela? No. ¿Dana? Tampoco, era diferente. Lo tengo en la punta de la lengua... ¿Dinamarca? ¡No, ese es un país! Di, Di, Di...
¡Diane, Diane Reynolds!
Ingresé su nombre.
—Ay, dioses —murmuré al ver el montón de usuarios que aparecieron a mi búsqueda.
Dejé todo a la suerte y entre en el... tercer perfil.
¡Era ella!
No tiene tantas publicaciones, y las pocas que tiene solo dos son donde ella aparece. El resto son de fotografías al cielo, a las flores, hasta a una comida que se ve buenísima.
Le di en seguir para no perder su perfil, luego entré a la sección de mensajes.
¡Hola, Diane! No has de conocerme de nada, pero soy Eros, el chico de la biblioteca.
Me preguntaba cuándo podríamos vernos para, ya sabes, me des el libro de historia porque yo también tengo un proyecto que hacer.
Le di enviar.
Algo osado, ¿No crees?
Nah', está perfecto.
Ella me respondió unos veinte minutos después cuando vagaba en Instagram viendo pinturas.
Ah, hola, Eros. Sí, aún te recuerdo. Ya terminé de usar el libro, ¿Qué tal si nos vemos el lunes a la salida de la escuela?
Yo: Está perfecto, te veo ahí, entonces.
@dianerey.nolds: Cool, te veré ahí.
Podré ser despistado, pero soy un despistado responsable.
Eso te lo cuestiono.
Ay, cállate.
-
¿Dónde estás? ¿Dónde estás? ¿Dónde estás?
—¿A quien buscas? —cuestiona Christopher, yendo del brazo ahora con una pelinegra.
—A... —estiro el cuello y husmeo entre la gente—, Dana, Daniela...
—¿Eh?
—¡A la chica del libro!
—Ah, ¿Reynolds, no?
—Esa misma.
Brinco para ampliar mi vista. Ojalá fuera más alto, 1,70 es ser alto entre chicas y ser una hormiga entre chicos. Hasta mi mejor amigo me gana en estatura, unos cinco miseros centímetros, pero también considerables.
¿Dónde estás, Reynolds? ¿Dónde. Te. Has. Me...
¡Allá está!
Corrí cuál chiquillo emocionado de ver a sus padres a su encuentro, ella se me quedó viendo raro un instante.
—¡Estás aquí! —exclamé, feliz, nunca había estado tan feliz de ver a una desconocida.
—Sí, aquí estoy —forzó una sonrisa tensa—, traje el libro.
—Era el punto, ¿No?
—Sí, eh... toma.
Que gran alivio tenerlo de vuelta en mis manos, ahora podré hacer mi tarea.
La harás dos días antes.
Puede ser, pero al menos tengo el libro en manos, una preocupación menos.
—Muchas gracias, Dana.
—Diane —me corrige.
—Eso.
—Adiós, Eros —se despidió con un gesto rápido, yéndose hacia la salida, desde aquí pude ver cómo se encontró con una chica, la chica pelirroja de la foto, todo su semblante extrañado pasó a ser de una sonrisa alegre.
Tiene una sonrisa bonita.
Sí... ¿Vamos por chocolates para el camino?
Me agrada tu idea.
Cambié el rumbo hacia la cafetería a comprar chocolates.
————————————
Nota de las autoras:
¡Bienvenidos sean al primer extra de Una Noche Sin Luna! Uno que llevamos planeando desde hace un buen tiempo.
Hoy me pareció una buena idea publicarlo ya que, justo hace un año, estábamos publicando el prólogo de esta historia que amamos.
Así que, ¡Feliz primer cumpleaños a Una Noche Sin Luna!
Además, hoy no solo traemos una sorpresita aquí, también puede que... en mi perfil vayan a encontrar algo que ansían.
¡Nos vemos por allá!
Besos y abrazos en la cola con despistes, libros y cumpleaños
MJ.
~Jai
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top