35 | Olvidar las cosas a veces no está mal, eh

Creo que no me había divertido tanto en una boda como lo hice en la de mi prima, principalmente porque en esta no era una niña de seis años que ya estaba durmiendo con un montón de niños en una habitación contigua a las once de la noche.

Bailé como nunca en mi vida lo había hecho, tanto con familiares míos y mascotas, como con los del novio. No me pregunten cómo, esa gente estaba ebria y aún resultaban ser buena onda.

Toda la fiesta fue increíble, y los momentos más memorables fueron el pequeño concierto improvisado que hicieron unos chicos cantando Hey, Soul Sister, la mejor versión de la canción de Train que he escuchado. Canté tanto con mi primo y dimos tantos brincos al ritmo de la melodía que tuve que beber muchos vasos de agua para refrescar mi garganta, y aún así la sentía un poco carrasposa.

Otro de los grandes momentos de la noche fue cuando literalmente todos los hombres que habían en la fiesta se juntaron en la pista de baile con el novio para cantar a la par de Believer de Imagine Dragons, aún con la gran mayoría ya trincados de alcohol, no estuvieron nada mal.

Y es que hasta mi novio estuvo metido en esa bola de testosterona, lo que explica porque no lo encontraba por ningún lado. Eros lució sus mejores pasos de baile, (lo que a hecho toda la noche) que hasta se consiguió una ovación del novio.

No debería sorprenderme que haya logrado congeniar con gente que en su vida había visto, pero lo hacía. Su forma de agradarle a la gente es increíble, ¿Cómo lo hace?

La noche tuvo momentos alocados con música, una bomba de confeti que la mejor amiga de mi prima consiguió de alguna parte y lluvia de champán, como también tuvo momentos más tranquilos con las luces bajas y canciones más lentas para bailar con tu pareja.

Uno de esos momentos es este, veo sentada desde mi silla en mi mesa como mamá y papá se van a la pista muy sonrientes a bailar We Belong de Pat Benatar, no me esperaba oír esa canción esta noche, pero sí que ambienta bastante a las parejas en la pista. A unas en específico como mi prima y su marido, y una de sus damas de honor con lo que supuse era su pareja, un tipo moreno de ojos color azul cielo.

—¿Qué haces aquí sola? —Eros se deja caer en el asiento vacío junto a mí.

—Estoy un poco cansada —respondo en voz baja, aún sintiendo el ardor en mis cuerdas vocales, no solo por eso, también quería hacerle un poco de compañía al par de cachorros que están debajo de las sillas, dormitando.

No me estaban prestando atención por dormir, pero me sabía mal no estar con ellos un rato, así sea ignorada.

—¿Tu cansancio impide que me concedas esta pieza? —veo a Eros, que sonríe para convencerme, pone su mano para que la tome—, ¿Quieres bailar?

Negarse no era una opción, así que tomé su mano como respuesta, ambos levantandonos para ir a la pista. Las luces bajas y la gente a nuestro alrededor permitía escondernos un poco, y como mis papás estaban del otro lado, no tuve mucho por lo que preocuparme.

—¿Qué tal la pasas? —le pregunto, entrelazando mis manos detrás de su cabeza, agradecía llevar zapatillas con plataforma porque ganaba unos cuantos centímetros de estatura.

Eros como de costumbre, afianza las suyas alrededor de mi cintura, no con tanta confianza como la de siempre, capaz preparado para tener que alejarse por si alguien nos cachaba. No estábamos haciendo nada malo, pero de todas formas no queríamos algún regaño.

—A sido bastante divertido, me gusta tu familia, incluso la familia del esposo de tu prima es genial.

Dejé ir una risa baja, negando con la cabeza. De verdad que su habilidad para socializar es increíble.

—Deberías enseñarme a socializar, a ver si así le agrado más a la gente.

—No creo que sea necesario —niega él, haciéndome dar una vuelta lenta.

—¿Por qué, según tú? —pregunto volviendo a estar frente suyo, entrelazando mis dedos con los suyos.

—Porque ya solo siendo tú le agradas a la gente, por lo que no hay nada que enseñarte.

Pongo los ojos en blanco, más divertida que molesta. Aquí estábamos muy en desacuerdo.

—Claro, porque en esta relación soy yo la que se lleva bien con desconocidos a los cinco minutos de conocerlos.

Eros se ríe, soltando nuestras manos juntas para acunar mi mejilla, la voz de Pat Benatar pasa a un segundo plano cuando acerca su rostro más al mío. Con la poca iluminación que había en el patio de la fiesta, el gris tormenta de sus ojos parecen más de un tono luminoso.

—Bueno, si siendo una estructurada me llegaste a gustar, creo que se te puede dar bien agradarle a la gente.

Mi corazón aumentó su latido por la cercanía que empezaba a escacear, mis labios dibujan una sonrisa tonta cuando la punta de su nariz empieza a rozar la mía. Cierro los ojos, disfrutando del momento, disfrutando su cercanía, las caricias que da a mi mejilla, sintiendo este pequeño instante como algo... perfecto.

Esperé ansiosa el momento donde juntara sus labios con los míos, pero nunca llegó. Pat Benatar fue interrumpida, las luces aumentaron su claridad, todos nos quedamos congelados en la pista por al menos diez segundos, hasta que el chico de la música pone a reproducir una de la mejores canciones de todas.

—¡Viva Katy Perry! —exclamó uno de los padrinos del novio, el rubio, Cooper, si mal no recuerdo, estaba a unos dos metros de mí.

Do you ever feel like a plastic bag
Drifting through the wind, wanting to start again?
Do you ever feel, feel so paper thin
Like a house of cards, one blow from cavin' in?

Veo a Eros, que sonríe encogiendo los hombros, llevándome consigo hasta el centro de la pista para empezar a bailar con las demás personas a nuestro alrededor. Todo el ambiente romántico desaparece en apenas un segundo para ser opacado nuevamente por la emoción que nos genera la canción.

Lo que restó de la fiesta no pude poner mi trasero en una silla ni ver a mi perro porque era arrastrada a la pista por mi novio o por mis primos, solo tuve unos cinco minutos para ir por un poco de agua para mí garganta reseca a la mesa de bocaditos ahora más vacía.

Bebo lo que me parece un litro de agua, pero es que de verdad lo necesitaba. Cuando iba por mi vaso número siete, o tal vez ocho, oigo una risita en mi lado derecho.

Volteo a ver, es una chica un par de años menor que yo, apenas un centímetro más baja, pelo castaño oscuro un poco más abajo de los hombros, ojos verdes avellanados parecidos a los de Elliot y sonrisa divertida que desaparece al notar que la estaba viendo.

—Lo siento —se disculpa, su voz es bastante infantil—, es que, guao, no había visto a alguien beber tanta agua.

—Pasar media hora dando brincos y cantando te deshidrata mucho —digo, sonriendo, sirviendome más del líquido transparente.

—Ni me digas, logré salir de ahí por pura suerte.

Volví a detallarla ahora que está bebiendo de su vaso, entrecierro los ojos un segundo en su perfil, escarbando en mi cerebro... ¿Acaso ella no es la chica de la ceremonia? ¿La de los anillos?

—Oye, perdón por la pregunta, ¿Pero no eres la niña de los anillos?

Ella ríe, respondiendo mi pregunta con un asentimiento de su cabeza.

—Así es, soy Asia, la hermana del novio.

Oh, la cuñada de mi prima.

—Yo soy Diane, la prima de la novia.

—¿Parte paterna? —asentí—, lo supuse... te pareces mucho.

Un comentario que hace mucho no escuchaba, una cosa de la familia Reynolds es que la mayoría compartimos parecidos, por algún motivo. Incluso una vez que estaba con Miguel pensaron que éramos hermanos.

En cambio ella al novio no tenía mucho parecido, es decir, es de pelo castaño oscuro, ojos verdes con mezcla de avella y un tono de piel incluso más claro del que debía de ser su hermano.

—Sí, sé que no me parezco a mi hermano —dijo ella, de seguro mi rostro delató lo que pasaba por mi cabeza—, es algo raro de los Wyle.

—¡Asia! —de la pista sale una chica de largo pelo negro y relucientes ojos azul zafiro—, ¡Venga, te estás perdiendo mucho!

—Pero Dione...

—¡Venga, vamos!

Y a rastra se la lleva devuelta a la masa de personas que no paran de brincar y cantar, creí que podría estar un rato tranquila en la mesa de bocaditos, pero estuve bastante equivocada porque menos de cinco minutos de que se llevaran a Asia, Eros junto a Miguel vinieron por mí.

Así se ve el complot entre tu novio y tu mejor amigo.

Me tuvieron ahí hasta que la fiesta lentamente fue terminando a eso de las dos de la mañana, ya llevaba mis zapatos en mano, mi perro medio dormido en el otro brazo y el saco de Eros encima por el frío que tenía, me despedí de mi familia y de mi prima con un fuerte abrazo, deseándole suerte y un bonito viaje.

El camino de vuelta a casa está lleno de risas y anécdotas de la fiesta, hasta de algunas fotos que le hice a mi mamá dormida en el asiento de acompañante y a Baloo en mi regazo. Papá no quiso despertar a mamá, así que cuando aparcó su coche frente a la casa, la cargó con cuidado tomándola por detrás de las rodillas y la espalda baja, ella no despertó, demostrando lo cansada que debía de estar porque es una mujer con un sueño muy ligero y cualquier cosa la hace levantarse.

—Buenas noches, señor Louis —se despide Eros, sonriendo con educación y viendo como mi papá recorre el camino a la puerta de la casa con mi mamá dormida en brazos y mi mascota tambaleándose detrás de él.

Supongo que no a de ser lo más raro que a visto.

—Buenas noches, muchacho, ten cuidado al volver a casa —le respondió él—, ¿Vienes, Diane?

—Sí, dame unos minutos.

Él asintió, entrando a la casa.

Quedamos Eros y yo, solos en la acera de la silenciosa calle a las casi tres de la mañana.

—Me avisas apenas llegues a casa, ¿Okey? —le señalo con la mano que no sostiene mis zapatos.

—Vale, Didi —acerca su mano a mi rostro para quitar un mechón de mi ahora desordenado pelo—, oye, gracias por llevarme a la boda de tu prima, me divertí como no tienes idea.

Por las pintas que trae, eso se puede notar.

—No hay de qué, más bien, gracias a ti por aceptar la invitación.

Eros como que tiene una manía con tocarme las mejillas porque vuelve a dar una caricia con su pulgar, esta vez más en mi pómulo, justo donde más se marcan las casi invisibles pecas que tengo. Parece embelesado en la acción de su mano lo que es el minuto más largo de todos, al final termina echando un suspiro por la nariz y ladeado una sonrisa.

—¿Sabes? Acabo de recordar algo.

—¿Si? ¿Y eso es?

—Que tú y yo dejamos algo pendiente en la fiesta.

Es increíble como mi mente logra dar con eso que dejamos «pendiente» en la fiesta en menos de un segundo.

Eros actuó bastante rápido entrando en mi espacio personal, reforzando el agarre que tiene su mano en mi mejilla para hacer que suba la cabeza para así, finalmente, darme ese beso que en la fiesta no se dió.

Aún cuando ya tenemos casi un mes de relación, semanas en dónde más de una vez me a robado besos cuando estoy desprevenida, mi estómago sigue sintiendo ese cosquilleo por los vuelos de los ptérodactilos comedores de mariposas, aún era torpe y eso a él parece no importarle porque solo sonríe cuando intento ser yo la del control.

Cómo justo ahora pasaba, Eros se termina alejando por la sonrisita que sus labios forman, sus ojos puestos en los míos, como si no quisiera apartarlos.

—¿Sabes? Acabo de recordar otra cosa —murmura entre nosotros, tanteando el área cerca de mi comisura labial derecha.

—¿Si? ¿Y eso es? —respondo, entretenida.

Ladea la cabeza, su mirada volviéndose más acogedora y amorosa, esa misma sube de mis labios a mis ojos un par de veces, de su boca salió con toda la seguridad del mundo:

—Que te quiero, muchísimo.

Mi boca se abre por la sorpresa y algunos balbuceos bajos se escapan, parpadeo, viendo atónita a Eros, él seguía pareciendo seguro de esa declaración.

—E-Eros... yo....

Me calla con un beso que no es más que una suave presión de cortos segundos.

—Está bien, no hay necesidad de una respuesta. Solo... —sonrió—, me nació decírtelo.

—Pero es que...

—Se hace tarde, debes ir adentro y yo debo de volver a mi casa —besa mi mejilla—, te aviso cuando llegue. Descansa, Didi.

Sonríe hacia mí una última vez antes de ir a subirse a su coche, que había dejado estacionado con permiso de los vecinos frente a su casa. Lo veo sacudir la mano una última vez antes de irse de retroceso a la salida del vecindario.

Entro a la casa poco después porque la soledad de la calle me estaba asustando, subí las escaleras a mi habitación con Baloo siguiéndome, aún lleva puesto el corbatín, aunque ahora está más chueco, también se sigue tambaleando por el sueño que a de traer. Es que ese perro tiene una hora marcada para dormir, esto es lo máximo que se a desvelado. El pobre ni siquiera se puede subir a la cama, tengo que ayudarlo a subirse y también a abrigarse, en menos de cinco minutos, estuvo dormido profundamente.

Creo que él es la experiencia más cercana a la que tendré de cuidar a un hijo.

Me cambio a mi pijama, me quito el maquillaje con un pañuelo húmedo y deshago el peinado para volver mi cabello un chongo débil, por la mañana me arrepentiré pero por ahora el sueño me estaba ganando.

Conecto mi móvil casi descargado dejándome caer en mi cama, pienso unos minutos en la declaración de Eros, en lo sincero que se escuchó su «te quiero» y en lo idiota que fue al no dejarme darle una respuesta.

No era mala, todo lo contrario, yo también lo quería, y muchísimo.

Antes de dejarme vencer por el cansancio, entro a su chat y escribo con los ojos que casi se me cierran solos.

Yo también te quiero muchísimo, mesero cogote golpeado.

Dejé el móvil sobre la mesita de noche, dejándome vencer por el sueño y cansancio por tanto canto y baile.

-

No supe qué fue de mí hasta eso de las casi doce del medio día.

Ni siquiera desperté por voluntad propia, fue porque mi perro estaba lamiendo detrás de mi oreja para levantarme, de seguro quería ir a hacer sus necesidades. Así que no tuve más opción que soltar un bostezo, tallar mis ojos en un vago intento de despertar mejor y salir de mi habitación en pijama con el pelo hecho un nido de pájaros.

Creo que hasta un nido de pájaros está más arreglado.

En la sala todo estaba igual que la noche anterior: cortinas cerradas, silencioso y como si nadie viviera aquí. Hala, ni mis padres han despertado. Corro la cortina de la puerta del patio y dejo salir a Baloo para que vaya a hacer sus cosas, mi perro sale como un correcaminos a su zona favorita del patio a marcar territorio.

Vuelvo a bostezar, tallando mis ojos otra vez, aún tenía un poco de sueño encima.

Abro las cortinas y ventanas para que la luz entre a la casa, se ve bastante solitaria, le sirvo a Baloo sus croquetas en su tazón y dejó nueva agua en su taza plástica con dibujos de huesos, también me encargo de guardar los platos y tazas que se quedaron fuera después de lavarlos ayer.

Terminaba de guardar una taza en el gabinete de arriba cuando escucho bostezos en la entrada de la cocina, mis papás están igual que yo hace un rato: cabellos bastante desordenados y aún medio dormidos.

—Buenos días —digo—, mejor dicho, buenas tardes.

Papá bosteza.

—Buenas... tardes, Didi —viene a dejar un beso sobre mi cabeza, luego se encarga de montar su café de todas las mañanas, aunque ahora está en un horario cambiado.

Mamá por su parte se sienta en la mesa apoyando su cabeza de los brazos.

—¿Didi? —me llama desde su posición.

—¿Sí, mamá?

—¿Puedes pasarme un calmante? Este dolor de cabeza me está matando.

Oh, eso explica mucho.

Dejé ir una risita baja, accediendo a su petición, ahora muchas cosas de anoche cobran sentido, el como no se despertó cuando papá la cargó del coche a dentro, porqué estaba tan animada en la fiesta, también porqué despertó tan tarde, se traía una gran resaca.

Hace mucho que no veía a mi mamá así.

Dejo la pastilla junto a un vaso de agua frente a ella, que murmura un agradecimiento, tomandosela. Di un par de suaves palmaditas a su cabeza.

—Pobre mamá.

Mi papá allá en la cocina se rió, lo que le hizo ganarse una mala mirada de parte de ella.

—No me caes bien, Louis.

—Yo también te amo, Dalia.

Mamá lo mira unos segundos con los ojos entrecerrados, después se levantó de la mesa y se fue a echar al sofá. Mi papá y yo volvimos a reírnos.

Cómo nosotros no nos sentíamos tan mal como ella, decidimos preparar el almuerzo: el famoso spaghetti con albóndigas de papá, estuve por la cocina siguiendo sus órdenes de buscar condimentos, salsas, spaghetti, entre otras cosas.

Tan solo estuvo el almuerzo para que nosotros lo sirvieramos para comer, lo último que se pasó por mi estómago fueron unos canapés en la madrugada, moría de hambre.

Y por cómo Baloo se come sus croquetas con ansias, él debe de estar igual.

Ya después de comer, mamá aseguró que se sentía mejor, así que se encargaría de lavar los platos sucios. Antes de que a papá se le pasara por la cabeza, pedí el baño y salí corriendo escaleras arriba, escuchando su «¡Oye!»

Me di una necesaria ducha de quince minutos dónde quité el maquillaje que no pudo salir anoche y el gel del cabello. De vuelta a mi habitación, opté por un cambio de ropa lo más cómodo posible, hoy no me apetece salir a ningún lado, solo quiero estar en casa en compañía de la vagancia.

Desenredo un poco mi cabello con mis dedos, tomando asiento al borde de mi cama, como mi móvil ya estaba con su batería completa, le desconecté a ver las notificaciones que tenía.

Más de cincuenta mensajes de diferentes chats, notificaciones de Instagram y un par de llamadas perdidas de mi mejor amiga.

¿Vale? ¿Por qué tanto?

Primero fui por los mensajes, la mayoría son del grupo que tenemos con mis primos, se trataban de las fotos de la noche anterior, Mónica había enviado al menos dos álbumes con todas las fotos de la boda porque a Farah se le ocurrió la brillante idea de pedirselas, además una extra de ella muy cerca de la cámara, con su marido de fondo distraído, parecía estar en el aeropuerto. Eso fue a las ocho de la mañana.

Acuérdate que tienes primos, un souvenir no vendría mal.

Es el mensaje de Haines a esa foto de Mónica.

Les traeré arena y agua de playa hawaiana.

Es la respuesta de ella.

Un coco no vendría mal.

Respondió Faber, y así fue la conversación hasta que ella les respondió con que tendría que tomar un vuelo, ese mensaje fue alrededor de las ocho treinta, a esa hora yo estaba más en el mundo de los sueños que en la realidad. Vi algunas fotos, eran tanto de la ceremonia como la fiesta, algunos pocos videos, seleccioné en las que aparecía Eros, (que eran unas cuantas) y se las envié, también con las que yo tomé con mi móvil, que no eran más de selfies graciosas pero que estoy segura que le gustará tener.

Ahora voy a su chat, estaban algunos mensajes suyos de anoche.

Ya estoy en casa.

Todo aquí está bastante silencioso.

Por suerte no me encontré con Evie sonámbula.

Los otros dos son respuestas a mi mensaje.

¿Te he dicho que eres la persona más increíble de todo este mundo?

¿O soy yo que está locamente chalado por ti? Quizá sea eso...

Me hubiera gustado escuchar esto en persona, pero estaba demasiado aterrado, me alegra que sea recíproco.

Descansa, preciosa.

Su chat ponía que no se conectaba desde las 02:58 AM, justo cuando envió esos mensajes. Seguramente a de seguir dormido.

Aunque... no pierdo nada si intento llamarlo.

Marco su número, un poco más nerviosa de lo normal. No quisiera molestarlo si sigue dormido, ¿Y si lo está? A ese chico le cuesta bastante despertarse, y más que debió de dormirse a eso de las tres de la mañana, ¡Hasta yo desperté tarde, ni digamos él! Empezaba a arrepentirme de esto, y estuve a punto de colgar cuando la llamada se atendió en el quinto tono.

—¿Hola? —saluda su voz ronca. Demonios, sí estaba dormido.

Muerdo mi pulgar, dudando en si seguir o desertar. Eso último se veía tentador.

—Hola... —termino por responder, no sé por qué, solo lo hice, quizá la parte de mí que quería hablar con Eros le ganó a la parte que quería huir—, ¿Estabas dormido?

Oigo como bosteza.

—¿Didi?

—Ehm... sí... hola...

—Hola, preciosa.

Creo que mis mejillas nunca podrán no sonrojarse ante un cumplido o pequeño apodo suyo.

—Que lindo escucharte, me gusta que seas lo primero que oigo al despertar.

—Lamento levantarte.

—Nah', no... —vuelve a bostezar—, no te preocupes, ¿Qué tal amaneces?

—Pasan muchas horas del amanecer, pero estoy bien.

—¿Cómo que...? —hace una pausa—, ¡¿Qué?! ¡¿Es más de medio día?!

—Sí, caímos todos como troncos. Yo tampoco tengo mucho que desperté.

—Vaya... —resopla, por algún motivo imaginé que se a de estar pasando las manos por el pelo—, gracias por llamarme, si no habría seguido de largo.

—Me alegra ser un buen despertador.

Eros se rió.

—Eres el mejor despertador de todos.

Se me escapó un suspiro tonto por lo bajo, espero no lo haya oído.

—Ve a darte una ducha, de seguro la necesitas. Podemos hablar más en un rato.

—Sí, tienes razón. Hablamos al rato.

—Vale, adiós.

Con un último «adiós» suyo, colgamos la llamada. Caigo sobre los almohadas y veo al techo, sonriendo como una tonta pensando en qué tenía el mejor novio de todos.

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