32 | Gelato rico con amigos se torna no tan rico después
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—Mi prima se va a casar —digo, paseando de un lado a otro.
—Felicidades a tu prima —dijo Eros.
—Mi prima se va a casar —repito, volviendo a hacer el mismo camino, pasando mis dedos por la raíz de mi pelo.
Aún no me creía esa noticia.
—Ahm, entonces, ¿No felicidades a tu prima?
Sigo haciendo el mismo recorrido frente a él, aún incrédula, en mis retinas se seguían repitiendo las palabras de la carta que llegó a mi casa ayer, después de eso, fui a hacer un largo interrogatorio que fue respondido entre risitas y un «Sí, Didi, me voy a casar» de Mónica, ¡Y eso no explicaba ninguna de mis dudas!
Miguel no supo darme respuesta tampoco, solo un vago «Ah, sí, sí, se comprometió, qué raro, ¿A qué si?» seguido de un «¡Ay, Junie, mi pelo!» no sabía quién carajo era esa Junie, pero interrumpió la llamada que tenía con mi primo, por ende, seguía sin obtener una respuesta lógica de el suceso que se viene el próximo mes.
No es que esté molesta, ¡Para nada, todo lo contrario! Estoy bastante feliz por mi prima, es solo que me resulta sorprendente, ¿Mi prima la antipática que le tiene repelús al contacto humano se va a casar? Lo creí imposible en su momento.
—Sigo sin entender qué pasa —admite Eros, sentado sobre la orilla de su cama, observandome con el ceño fruncido y la nariz arrugada.
Fui hasta él para tomarlo de los hombros, mis ojos fijos en los suyos.
—Eros, mi prima la antipática, reacia al contacto humano, incapaz de compartir y con un sarcasmo que le sale hasta por los poros se va a casar —le sacudo—, ¡Se a comprometido, y ese compromiso se realiza dentro de un mes!
—¿Y eso es malo...?
—No es malo, solo es... ¡Impactante! —vuelvo a sacudirlo.
Asiente varias veces, quitando mis manos de sus hombros.
—Vale, creo que lo comprendo.
Resoplo, viendo al vacío.
—Se va a casar...
—Vale, Didi, creo que deberías... —acto seguido, me sienta a su lado en la orilla de su cama.
Apoyo mis codos de mis rodillas y mi rostro de mis manos, volviendo a resoplar, parpadeando varias veces para intentar quitar las palabras de la carta de mis retinas. Intento hacerme una imagen de cómo será ese próximo evento, una boda, han sido pocas las bodas a las que he ido, y esas en su mayoría fueron cuando era más pequeña, así que no recuerdo nada de lo que fueron, solo que terminé durmiendo en una habitación junto a todos los niños invitados mientras que los adultos festejaban en el salón de al lado.
Honestamente, creí que de todos los primos Reynolds el primero en casarse sería Miguel, todos somos concientes de que él es el más romántico empalagoso, imagino que nadie se vio venir la tremenda noticia que nos envió Mónica.
Lo digo con motivos, el grupo de primos que había muerto hacía unos meses, revivió de la nada por los mensajes bomba de Faber, Farah y Haines, seguido de los míos. Y ni aún con ese fastidio que fuimos por unas tres horas conseguimos sacarle buena información.
Solo sabíamos lo básico, se va a casar el próximo mes, la dirección del salón de fiestas y que la temática es cuento de hadas medio hippie.
Oh, y que no debíamos de espantar a su prometido la noche de bodas con nuestras preguntas. Esa estaba complicada porque yo tenía demasiadas, muchas, muchísimas preguntas, y estoy cien por ciento segura de que mis primos también.
Y vale, a pesar de la sorpresa y tal, estamos felices por Mónica, y también que ese prometido suyo merece algún premio por conseguir algo tan grande como comprometerse con ella. Secretamente siempre la imaginé cómo la señora de los gatos, y como ella odia los gatos, sería la señora de los perritos, (lo siento, prima)
—Entonces... —Eros imita mi posición—, ¿Estamos felices o no?
—Estamos... intermedio.
—¿Desde acá a cuando somos comida para estar término intermedio?
Le doy un ligero manotazo al hombro, riendo.
—Sigo sorprendida, pero también estoy feliz por ella.
—Genial, entonces felicidades a tu prima —rodea mis hombros con su brazo y nos tumba juntos de espaldas a su cama—, de seguro será una gran boda, ¿Es esa tu prima la artista, no? —afirmé con un sonido de mi garganta—, sí, será una buena boda. Los artistas son muy creativos para ese tipo de cosas.
Recordé en que él fue parte del comité de planeación de nuestro baile, lo más probable es que gran parte de la decoración haya sido idea suya.
Apoyé mi cabeza de su hombro, pensando en lo rápido que a pasado el tiempo, todo fue como un abrir y cerrar de ojos, desde nuestro baile muchas cosas han pasado.
—Es increíble lo rápido que a pasado el tiempo —comento en voz baja.
Eros deja caer su mano sobre mi brazo, brindando algunas caricias con su pulgar, la posición me obliga a pasar ese mismo brazo sobre su torso para no estar tan de palo, en un principio estuve bastante incómoda y en la incógnita de si podría hacer eso, no quería ponerlo incómodo a él con mi atrevimiento, cuando con su mano libre tomó la mía y dejó un beso suave sobre mis nudillos, además de dejarla sobre su pecho, mis dudas se disiparon como el humo.
—El tiempo es efímero, Diane —responde también es voz baja, aún sigue con sus débiles caricias—, el ayer es historia, el mañana es un misterio y el hoy es un regalo, por eso se llama presente.
Alzo la cabeza, viéndolo ceñuda.
—¿Acaso acabas de citar a Kung Fu Panda?
Eros ve de un lado a otro antes de esbozar una sonrisa culpable.
—¿Tal vez? —alzo una ceja—. Vale, sí, ¡Es que vi la película anoche, no me culpes!
Negué, poniendo los ojos en blanco y volviendo a mi antigua posición.
—De veras que eres un caso serio, mesero cogote golpeado.
—Que tu realidad sea diferente a la mía, no significa que la mía sea la extraña.
Silencio por unos segundos.
—¿Parafraseando Alicia En El País De Las Maravillas?
Suspira.
—También la ví anoche...
Me reí, dejando un rápido y corto beso en su mejilla que lo dejó sonriendo.
—Bueno, tu realidad es contagiosa, muchas cosas he aprendido a verlas con tu filtro.
—¿Mi novia la estructurada diciendo que le he contagiado mi filtro? ¿Qué clase de milagro es este?
Dos palabras en específico se repitieron en mi cabeza, «mi novia». Pasé del hecho que me llamó estructurada, ese par de palabras estuvieron haciendo mucho eco.
«mi novia» Eros no me había hecho esa gran pregunta, (que no admitiré en voz alta, pero la he estado esperando) el que me haya llamado «su novia» hizo que las mariposas en mi estómago sean tragadas por ptérodactilos, que la sonrisa más idiota se forme en mis labios y que un sonrojo ligero se apareciera en mis mejillas.
Estuve a punto de decir algo con respecto a eso, cuando escuchamos pasitos aproximarse, lo que nos dió el tiempo suficiente para volver a sentarnos antes de que la puerta de su habitación sea abierta por su pequeña hermana. Evolet iba con un overol de mezclilla junto con una camisa de manga corta rosa pastel, diferencié manchas de tierra en su ropa y algunas en sus mejillas, también tenía un par de botitas que solo la hacía ver más tierna.
Apenas me ve, emite un chillido y viene corriendo hacia mí, dejo que me abrace sin importar que podría dejarme algunas manchas de tierra.
—¡Diane! —chilla, apretujandome.
—Hola, Evolet.
—¡No sabía que estabas aquí! ¿Por qué no me dijiste, Cheeks? —le reclama a su hermano con tono infantil.
Él le desordena el pelo castaño que estaba en un par de coletas trenzadas.
—Lo siento, Evie, como estabas de jardinería con mamá, no quise molestarte.
La niña hace el intento de rodear mi cintura con sus bracitos.
—Cheeks malo —y, acto seguido, apoya su cabecita de mi estómago.
Eros por su parte rueda los ojos y yo me río, correspondiendo a la muestra de afecto de Evolet, sus abrazos son de mis favoritos.
—¿Qué tal la jardinería con tu mamá, Evolet?
—¡Genial! —exclama, alejándose—, plantamos azaleas, pensamientos...
—¿Eso es una flor? —cuestiona su hermano.
—... algunos tulipanes, dalias...
—¿Así no se llama tu mamá? —me cuestiona a mí.
—... ¡Y también flores de luna! Mami dice que pueden florecer en noche de luna llena, ¡Y eso es en dos semanas!
Pensé en mi flor de luna, la que me regaló Eros el día de nuestro baile, no permaneció con vida mucho tiempo pese a los consejos de la abuela en ponerla en agua con azúcar.
—... ¿Qué dices, Diane? —dijo Evolet.
—¿Qué?
Los hermanos Jackson rieron.
—¿Qué tal si vienes esa noche de luna llena a ver cómo florecen? —repite Eros—, podemos hacer una pijamada todos aquí, podríamos invitar a Zharick, a Christopher...
—¡Kit! —vuelve a chillar Evolet.
—¿Qué dices, Didi? —Eros me mira con una sonrisa ladina, esperando una respuesta afirmativa de mi parte.
Tendría que pedir ese permiso con muchos días de antelación, afirmar reiteradas veces que estará mi mejor amiga también y seguramente pedirle a los padres de Eros que llamen a mi madre para confirmarle que no solo seremos cuatro adolescentes solos en la casa, si podía hacer todo eso en un máximo de dos semanas, la respuesta podría ser sí.
—Tengo que hablarlo con mis padres primero, pero seguro que lo consigo —respondo.
—¡Genial! —festeja Evolet—, ¡Y podemos videollamar a Eames!
—Esa idea me agrada —conviene Eros.
—¡Iré a decirle a mami! —avisa, saliendo entre saltitos de la habitación.
Volvemos a quedar nosotros dos, Eros soltando risitas por su hermana y viendo el camino por el que se fue. Yo en cambio vuelvo a rememorar sus palabras de hace un rato.
—Ah, esa niña... —me mira, frunce el ceño y sonríe confundido—. ¿Por qué me miras así?
—¿Cómo «así»?
—Como si te me quisieras echar encima y que la suerte me acompañe.
Le di un golpe en el hombro que lo dejó quejándose.
—¡Ay, no me maltrates!
—No digas chorradas, entonces.
—¡No son chorradas! —se sostiene el hombro—, oye, yo no tengo problemas con que te me eches encima, mientras reciba cariño, todo cool.
Ay, santas deidades míticas.
No pasa mucho para que mis mejillas vuelvan a tornarse de un color rojizo, Eros sonrió, lo que hizo darme cuenta de su plan malvado, ¡Quería hacerme sonrojar! Le di otro golpe en la misma zona, no tan fuerte.
No estaba muy acostumbrada a la versión coqueta de Eros.
—Vale, vale, ya, lo dejo —se soba el hombro—, golpeas fuerte, eh.
No respondí, solo seguí mirándolo mal.
—Oh, vamos, Didi, ¡Nada más bromeaba! —enarco una ceja—. Bueno, puede que un poquito no, ¡Pero me retracto... casi!
Cruzo los brazos, frunzo el ceño.
—Por favor, Didi —hace un puchero—, chica salsa... —se acerca haciendo ojitos—, preciosa...
Resiste, Diane Margaret.
Emite un chillido, apoyando su cabeza de mi hombro, no puedo evitar tensarme de pies a cabeza. Estoy poniendo mucha fuerza de voluntad ahora mismo.
—Solo estaba jugando, Didi, no quería incomodarte... —lo miro de reojo, Eros sigue haciendo morritos con ojitos de bebé—, Didi...
Me estaba costando mucho mantenerme seria, en momentos como estos caigo en cuenta de que tengo poca fuerza de voluntad.
Eros resopla, alejándose.
—Vaya, que novia tan terca tengo.
Ahí estaba otra vez, no solo el «novia» en su oración, si no también los ptérodactilos volando en mi estómago y las ganas que debo de resistir de sonreír.
Spoiler: no resistí mucho.
Las comisuras de mis labios se levantaron en contra de mi voluntad, noté que Eros se animaba al ver que al fin estaba haciendo una acción más que la cara de culo que tenía hace un segundo. Despido un suspiro, echando la cabeza hacia atrás.
—Estás sonriendo, así que... ¿Estoy perdonado?
Lo miro un segundo, estaba exagerando una sonrisa, tenía el pelo castaño apuntando en diferentes direcciones, algunos mechones le caen sobre la frente y otros le acarician las orejas. Desde su rapada por piojos, su cabello había crecido bastante rápido, hace poco tuvo un nuevo corte y ya necesita otro. Eros bate las pestañas, haciendo un nuevo puchero.
—¿Didi?
Suelto aire por la nariz.
—Claro, mesero cogote golpeado.
—¡Yei! —chilla cuál chiquillo emocionado, tacleandome, volvimos a estar tumbados sobre su cama.
Usa su mano como apoyo para su barbilla, con la otra echa hacia atrás mi cabello.
Desde esta perspectiva podía ver que en su mentón se asoma lo que en futuro debería ser vello facial y que ahora no es más que una triste y creciente... ¿Perilla?
—Creí que eras lampiño —comento, ganándome una mirada ofendida de su parte.
—¡Auch!
—Lo siento, pero nunca te había visto algo de pelo que pareciera bigote o barba.
—¡Doble auch! —le doy un golpecito con mi dedo en el mentón—, ¡Triple auch! —Eros se soba—, además de terca también me maltrata, ya no sé si es masoquismo o es que me gustas mucho.
Oh, como te odio, Jackson.
Vuelvo a sentarme he hincho mi pecho en una respiración profunda, logrando mantener bajo control el sonrojo que quiso apoderarse de mis mejillas. Basta, debo dejar de hacer esto, ¿Con cada palabra que diga este chico me voy a sonrojar, en serio?
Esa vocecita en el fondo de mi cabeza respondió: «Sí, lo más probable es que sí lo hagas»
Que patético nos volvemos cuando nos gusta alguien, guao.
Eros deja un beso en mi mejilla.
—¿Sabes? A veces lo hago a propósito.
—¿El qué?
—Decir cosas que te harán sonrojar —¡Lo sabía! Espera... ¡Jackson!—. Me gusta sonrojar a mi novia.
Tercera vez, ¿Acaso no se da cuenta de que lo dice?
—¿Novia? —repito por lo bajo.
No parece entender a lo que me refiero, hasta que algo en su mirada cambia y es él después el que se pone rojo.
—Ah... ehm... bueno —se pasa la mano por el pelo—. Pfff, ¿Dije «novia»? Quise decir... eh... —espero paciente a ver qué dirá—, esto...
Era un punto para mí porque lo puse nervioso, claro que el tablón no estaba muy equilibrado porque él lo había conseguido muchísimas veces más.
—No me molesta —interrumpo—, solo... esperaba, ya sabes...
Parpadea.
—Creo que me perdí.
Estrellé la palma de mi mano contra mi rostro.
—La pregunta, Eros, esperaba la pregunta.
Si me dice qué cuál pregunta me voy a largar de aquí.
—¡Oh, ya! —dioses...—, vale, lo siento, recuerda, no solo soy guay, también estúpido.
Hace mucho no escuchaba eso. Apreto los labios, forzando una sonrisa.
—Yo también soy bastante novato en esto, Didi, súmale a eso que soy demasiado idiota —asentí—, supongo que se me salió llamarte así.
—¿Tres veces?
—Es que es bastante bonito... «novia» me gusta como te queda, «mi novia» eso suena mejor... —agarra mi mano, juguetea con ella—, soy bastante distraído y mayormente me la paso en la luna, y tú eres la única persona que consigue que plante los pies en la tierra con llamarme al primer intento, ¿Recuerdas cuando te conté lo de la conexión? —me mira de reojo.
El recuerdo de aquella tarde en la azotea de aquel edificio en el centro se pasó por mi conciencia, asentí a su pregunta.
—Esa conexión solo la tengo contigo, y es algo... sorprendente porque no la he tenido con nadie más. Estoy seguro de que casi puedes predecir lo que voy a hacer o leerme el pensamiento —Eros deja ir un suspiro, sonríe—, no quiero perder eso, y me gustas lo suficiente como para no tener dudas de que quiero estar contigo, así que, ¿Quisieras ser la chica salsa de este mesero cogote golpeado?
—Eso es lo más cursi que he escuchado en mi vida.
—¿Eso es un...?
Respondí besándolo.
—¿Tú qué crees? —digo en cuanto me alejo.
—¿No?
Le doy un manotazo en el cogote.
—¿Si?
—Sí, idiota, claro que quiero ser tu novia.
Vuelve a echarse sobre su cama, riéndose.
—¡Vaya! Nunca me había sentido tan aliviado en mi vida.
Para ser sincera, yo sentía lo mismo. Además de alivio, también estaba esa sensación de felicidad en mi pecho, eso de no saber dónde pusiste tu dignidad resulta bueno a veces.
—Entonces, novia —pronuncia como si saboreara la palabra—, ah, me gusta como suena, casi tanto como me gustas tú.
Creo que debo acostumbrarme a la versión coqueta de Eros.
Cuando quise darle alguna respuesta como «No seas idiota», desde la planta de abajo escuchamos el grito de su madre, anunciando que Christopher estaba estacionado al frente.
—Hora de irnos —se levanta de un salto, me extiende su mano—. Vamos, Didi.
Bajamos juntos a la sala, dónde su mamá volvía al patio, de seguro a seguir la jardinería con su hija menor, el señor Jackson no estaba en casa, por lo que me dijo Eros, estaba de turno en su trabajo. Ambos nos despedimos de Evolet y la señora Jackson que desde el patio gritaron un «¡Adiós!» al unísono.
Afuera, como nos habían informado, estaba el coche de Christopher estacionado, Eros y yo nos subimos en la parte de atrás, la parejita por allá al frente hablaban de no sé qué cosa.
—¡Hola, hola! —saluda Eros, chocando los cinco con Christopher y saludando con la mano a Zharick.
Le tocó aprender por las malas que ciertas reglas del Islam Zharick sí las sigue, y una de esas es que no le permite el contacto a todo el mundo. Somos muy amigos y todo, pero supongo que Zhari aún no tiene esa enorme confianza con Eros, y es de cierto modo comprensible.
Yo en cambio sí logré darle un incómodo abrazo con el apoyo del asiento de acompañante de por medio.
—¿No se olvidan de nada? —nos pregunta Christopher con la mano en la palanca de velocidades.
—Llevo mi mochila encima, así que no —respondo.
—Todas mis cosas están en su mochila, así que no —agrega Eros.
—Muy bien, andando, un sabroso gelato de tiramisú me está llamando.
Con risas de fondo, Christopher encendió el motor de su coche para ponerlo de camino a Amorino Gelato, una heladería en la 50 de la calle John F. Kennedy. En el trayecto se me permitió poner música, por lo que dejé el estéreo en una estación de radio al azar dónde estaba sonando una canción de Imagine Dragons, soy conciente de que ya tengo a mis amigos cansados de tanto Taylor Swift.
Así que por hoy y solo por hoy, nada de música suya.
Los cuatro vamos cantando a la par Machine, acompañando nuestras voces de aplausos y palmas en nuestras piernas para seguir el ritmo, excepto Christopher que se encarga de conducir. Ninguno aquí tiene una voz bonita, Zharick es la más cercana y ahora no estaba poniendo mucho esfuerzo en cantar, así que le salía una voz igual de desastrosa que la de nosotros. Fueron unas cuantas canciones de Imagine Dragons, Coldplay y una de Green Day que sonaba cuando ya estábamos frente al lugar lo que tardamos en llegar.
A veces soy de cronometrar el tiempo, y a veces soy de hacerlo con canciones, varía mucho.
Amorino Gelato es una heladería que transmite mucha calidez, lo cual es irónico ya que el producto que venden es frío. Todo en el lugar es de distintos tonos de marrón, lo más colorido son las muestras de helado y los macarons que están en los exhibidores.
Adentro nos atendió una mujer bastante amable que nos recomendó buenos sabores de helado, Christopher se mantuvo firme a qué quería gelato de tiramisú, así que nadie lo cuestionó, Zharick se pidió uno cremoso de mango y Eros y yo uno de nombre complejo italiano, pero que es básicamente un cono de galleta alargado con la bola clásica de helado junto con un macaron de tu preferencia.
Pagamos todos a partes iguales y fuimos hasta lo que parecía ser más un área de descanso donde estaban unas cuantas personas disfrutando de sus postres. Los chicos y yo nos sentamos en uno de los sofás de cuero negro.
—Me encanta el helado de aquí —declara Christopher saboreando su helado—, esto es gloria.
Eros y yo chocamos nuestros helados como un especie de brindis antes de empezar a comer.
Y, vaya, el rubio tiene razón.
Es todo un... ni siquiera sé cuál podría ser la palabra, todo sabe tan genial y es tan cremoso, primero podrías derretirte tú ante el sabor del helado que el mismo helado.
—Esto es un nivel diferente de helado de mango —declara Zharick, señalando su dulce con la cucharita—, y es el nivel más alto —vuelve a dar otro bocado.
Por un par de minutos estamos saboreando nuestros helados, deleitándonos de ese sabor tan rico. Un helado nunca había sabido tan bien hasta ahora.
—¡Ah, se me congeló el cerebro! —chilló Eros, jadeando como si eso lo fuera ayuda de alguna forma, se sujeta la sien y aprieta los ojos, así se mantiene por al menos dos minutos en que su cerebro se descongela—. Joder, amo el helado pero odio ese dolor.
—No es lindo —conviene Zharick—, para nada.
Me reí, recordando los eventos de nuestra infancia.
—Me acuerdo cuando te congelaste el cerebro tres veces seguidas por no querer dejar de lado tu helado de mango.
—¡No me culpes, sabía genial! —me mira entrecerrando los ojos, me apunta con su cucharita—, pero al menos no fui yo la que se emborrachó con helado de ron con pasas.
—¡No me emborraché, se me subió el azúcar!
—Blah, blah, blah, estuviste balbuceando tonterías por una hora y media.
Doy la última mordida a mi macaron.
—No me caes bien, adicta al mango.
Ella me sacó la lengua, yo hice lo mismo. Al final, ninguna soportó tal tontería que nos echamos a reír.
Los chicos de su lado nos observan sin dejar de comer.
—No entiendo qué acaba de pasar, pero ahora tengo una forma de que Zharick me perdone cuando meta la pata.
—El helado de mango siempre funciona —digo, a lo que Zharick asiente, tiene un extraño fetiche con ese sabor de helado.
—Yo por mi parte —dice Eros—, tengo algo con lo que molestarte.
—Genial... —mascullo entre dientes.
—Vale, en fin, esto a sido para ponernos al tanto, así que, ¿Qué hay al tanto? —Zharick menea la cabeza por las palabra de su novio, Eros y yo nos reímos—. Vamos, Zhari, sabes que sí fue gracioso.
Ella asiente sonriendo irónica.
—Sí, claro, no importa. Volviendo al tema, ayer recibí unos correos de la universidad a la que opté.
Todos nos inclinalos sobre nuestros asientos para así prestarle mejor atención, la universidad es un tema que ahora tenemos que tener más presente.
—¿Y qué te dijeron? —pregunto, dando una lamida a mi helado.
—Nada muy importante, algo así como que están revisando mi solicitud para la beca y tal, Zaid no supo darme tanto detalle.
—¿Tu hermano leyó el correo? —Christopher la mira confundido.
—Estaba nerviosa, ¿Vale? —se defiende ella—, ¿A ustedes aún nada?
Los tres negamos.
—Supongo que será pronto —anima Eros—, el semestre debe de empezar a finales de septiembre o inicios de octubre, quizá pronto envíen las cartas de aceptación.
Con todo lo que a pasado este verano, olvidé por completo el tema de la universidad, yo opté solo por universidades fuera del estado que eran las que me proporcionaban la carrera que quería estudiar, hace meses que el internado en Miami me aceptara era todo una meta, un sueño hecho realidad si lo conseguía.
Ahora... veo a mis amigos, que empezaron a hablar de las carreras y universidad que eligieron, me deprime la idea de que dentro de unos meses ellos seguirán aquí, yendo a la universidad y conviviendo aún, mientras que yo estaré a mil kilómetros en un internado. No quería perder esto, es... lo mejor que conseguí este año.
—¿Didi? —veo a Eros, que me mira preocupado—. Oye, ¿Estás bien?
—Ahm, sí, sí, ¿Por qué? ¿Qué pasa?
—Es que te quedaste viendo un punto fijo de la nada —responde Zharick, dándome esa mirada inquisitiva suya, intenta escudriñar y saber qué me pasa.
—Sí, estoy bien, solo... me quedé pensando en una tontería —doy una nueva lamida a la parte de mi helado que se estaba derritiendo—. Mejor cambiemos de tema.
Accedieron a mi petición, los chicos se metieron de lleno en su conversación sobre deportes, Zharick alzó una ceja en mi dirección, en plan «¿De verdad solo fueron tonterías?» que no supe cómo responder.
Volví a comer de mi helado, pensando otra vez en el tema universitario.
¿De verdad quería tanto yo ir a ese internado en Miami? Hace meses no lo habría dudado «Es el plan, el máximo objetivo», ¿Y ahora? Tenía algunas dudas.
Mi gelato empezó a no saber tan rico como en un inicio.
————————————
Nota de las autoras:
Y bueno gente bonita y comadrejas, eso es todo por hoy. Tres capítulos bien llenos de nuestros chiquillos, ¡Al fin en la etapa que todos queríamos ver!
Nosotras seguimos pensando que Eros es increíble, te amamos, mesero cogote golpeado<3
Christopher y Zharick también son bastante lindos, ellos empezaron literalmente a gritos y ahora son esta parejita toda linda.
Se vienen grandes acontecimientos en esta historia, también estamos próximos a un final. Aún no tenemos un aproximado de capítulos, pero estén concientes de que pronto será un adiós.
No se preocupen, no es algo que sea para ya, pero los queremos ir mentalizando.
Notita en la nota: gracias a todas esas lectoras que se leen a Diane y Eros apenas publicamos, son motivo de por qué seguimos con la fe en alta en esta novela, ¡Las queremos mucho!
Ahora sí, toca despedirnos. Nos leemos la próxima semana por aquí y en cualquier otro momento en nuestras historias concluidas.
¡Adiós!
Besos y abrazos en el rabo con flores, preguntas cursis y gelato
~Jai
MJ.
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