30 | Baloo, ¿Dónde rayos aprendiste a...?
Debo decir, que la sonrisa estúpida que me cargo hará que sienta pena cuando recuerde este momento.
Intento dejar de hacerla, en serio que lo hago, pero las comisuras de mis labios vuelven a subir y forman esa sonrisita.
Con que este es mi karma, eh, no debí de burlarme tanto de Zharick.
Después de un buen rato en el claro charlando, (sí, charlando, nada más) volvimos al auto de Eros porque ya iban a ser la una de la mañana, y si bien estuve un rato distraída, aún tenía esa sensación de que mis papás irán a mi habitación en cualquier momento.
El camino de vuelta fue un poco más silencioso, Eros había encendido el estéreo y por la radio no sonaba una buena música, era jazz, no está mal, pero hace que me dé sueño. Ninguno de los dos se atrevía a decir algo ni hacer un comentario sobre lo que pasó hace rato. Vale, nos besamos, ¿Ahora qué pasa? ¿Hacemos como si nada pasó?
Cómo pinta la situación, era la opción más segura, y eso... honestamente no me agrada demasiado, seguir siendo amigos como si nada de lo que pasó fue real es una opción segura, y la que más me habría gustado un tiempo atrás. Ahora un cambio en la rutina que tenemos me asusta, sí, no lo voy a negar, sin embargo, haber dado un paso y que eso no signifique nada... no quería eso.
En mi interior, me debatía por mantener la rutina o hacer que se dé el cambio, una me asusta y la otra es seguir el camino de siempre. ¿Quería seguir el mismo camino seguro una y otra vez? ¿Qué de divertido hay en eso? Eso no es vivir una vida, es de arriesgarse, yo nunca me arriesgo.
Y ahora... era algo increíble en mí pero quería intentarlo.
Intento encontrar las palabras para empezar a hablar, ¿«ahora qué pasa con nosotros»? No, muy directo. ¿«no que mejores amigos, eh»? ¡No, muy bromista! ¿«acaso te gusto, Jackson»? Yo remotamente no diría eso. Suspiro por la nariz, torciendo los labios.
Termino por cruzar los brazo, viendo hacia la calle sin que nada se me ocurra. No servía para estas cosas de sentir algo por alguien.
Las tiendas y avenidas se transforman en calles más rurales y solitarias, casas que en su mayoría tenían las luces apagadas y otras pocas dónde seguían encendidas. Eros se adentra en mi vencindario por otra entrada que le conviene más que no saliera de la calle en retroceso.
Estaciona su coche frente a mi casa, ninguno sigue sin decir nada, solo escuchando a volumen bajo el jazz que salía del estéreo.
—Bueno... —digo mis primeras palabras después de un buen rato, aclaro mi garganta, mi voz sonaba demasiado extraña—, avísame cuando llegues a casa.
Saco el cinturón de seguridad y tomo la manilla para abrir la puerta, apenas estaba poniendo un pie afuera cuando las palabras bajas de Eros hicieron que me detuviera:
—¿Quieres tener una cita conmigo?
Volteo a verlo, su rostro estaba arrugado y sus ojos cerrados con fuerza, como si esperara algún especie de golpe, noté también que su mano estaba empuñada sobre su regazo.
Su pregunta la hizo a medio tono que si no hubiera sido por el silencio parcial que había ahí dentro, ni siquiera lo habría oído. Eros no se da cuenta que volteé a verlo, sigue con esa expresión de esperar un golpe, algo que en otra situación me habría parecido una tontería pero que ahora me hizo reír.
Estaba nervioso, son pocas las veces en que lo he visto así, y sigue siendo estúpidamente tierno.
—¿Una cita? —repito ya que esa palabra en particular llamó mí atención.
No dijo «salida», no dijo «encuentro», no dijo nada de eso, ¿Que haya usado la palabra «cita» significaba algo? Esperaba que sí.
Eros asintió, abriendo los ojos con lentitud y mirándome tímido, cuando se dió cuenta que más que querer golpearlo, estaba interesada en su propuesta, se relajó por completo.
—Pues... sí, una, una cita...
—Hum... —le doy una mirada de ojos entrecerrados, más divertida que desconfiada, algo que Eros no parece notar porque se encoge en su sitio, haciéndome reír—. Claro que sí, Eros, me gustaría tener una cita contigo.
—¿De verdad? —asentí, sonriendo—. Eso... eso es... ¡Ge-genial! —una sonrisa de emoción se aparece en sus labios, tal parece que es hasta ahora que cae en la realidad de la situación—, bueno, ¿Qué tal...?
—Oye, a dónde vayamos será genial, así que no sobrepienses mucho, ese es mi papel —se ríe—, nos vemos después.
—Adiós...
Antes de bajar del auto, uso los pocos gramos de valentía que tengo guardados para estirarme sobre la palanca de velocidades, apoyar mi mano de su rodilla un segundo y dejar un corto beso sobre sus labios.
¿Quién es esta persona atrevida? No había conocido a mi versión de media noche, se desconoce totalmente de la Diane de todos los días.
Me aparto de Eros y al fin me bajo, sintiendo que soy toda nervios y también emoción al mismo tiempo. No sabía cómo describir todo lo que sentía, era un remolino de emociones confusas lo que tenía. Estoy feliz porque de cierta forma algo estaba pasando entre Eros y yo. Estoy nerviosa porque jamás pensé que sería capaz de hacer todo lo que hice esta noche, ¡Y mirenme, lo he hecho! También estoy ansiosa por estar en mi habitación para chillar como una fan en el concierto de su cantante favorito.
—¡Diane! —detengo mi paso a mitad del caminillo de entrada para girarme hacia Eros, ladeo la cabeza, mirándolo confundida. No me había dejado nada en su auto, no llevaba más que lo que traigo encima.
—¿Qué pasa? —pregunté cuando estuvimos frente a frente.
—Ehm... es que... —alzo una ceja—, quería... darte la gracias por... por lo de esta noche, pudiste meterte en un gran problema y así viniste conmigo, así que gracias.
—No te preocupes, para eso estamos los... —estuve apunto de decir «amigos», no obstante, no se sentía correcto del todo. Terminé negando con la cabeza—, para eso estamos. Ahora si me permites, debo de volver adentro antes de que pase una verdadera tragedia.
Él se ríe, pasándose las manos por el pelo.
—Sí, sí, nos vemos.
Sacudo la mano, sonriendo en despedida.
Si pudiera contarle a la Diane que se chocó con ese torpe mesero todo lo que a pasado los últimos meses, seguramente se reiría en mi cara, (que también es su cara, pero ni al caso) y diría que es una completa estupidez porque ese chico y ella apoco sí se habían visto unas cuantas veces.
Ay, querida Diane, tarde o temprano nuestro karma nos iba a llegar.
Giro el pomo de la puerta y abro lentamente, hubo un chirrido que se escuchó por toda la sala y que hizo que acelerara mi movimiento, entré a casa y pasé el seguro a la puerta, siempre viendo sobre mi hombro en dirección a las escaleras. Nadie venía. Subí de puntillas, evitando el peldaño que suele hacer ruido en el momento menos oportuno, con mi suerte haría tal ruido que despertaría a mis padres y me encontrarían ahí a mitad de las escaleras.
Hum, debía de trabajar en mi positivismo.
Ese no es el caso, logré llegar al pasillo de arriba sin hacer un solo sonido, lo que debería ser algún récord. Tan solo entré a mi habitación fue que pude soltar soltar todo el aire que había estado reteniendo desde que entré a casa.
Baloo alzó las orejas y giró la cabeza a verme, se bajó de la cama de un salto, moviendo su cola peluda, aún me seguía pareciendo un objeto quita polvo.
—Hola, amigo, estoy de vuelta —se pasa en medio de mis piernas, casi haciéndome caer—, lamento dejarte preocupado, no volverá a pasar.
Pone una de sus patas delanteras en la palma de mi mano, esa miradita que me dirige es un claro «¡Que no se te ocurra, humana mala!»
—Sí, sí, Baloo, ahora ve, vuelve a la cama.
Ni duda en hacerme caso, vuelve a hacerse bolita medio cubriéndose con mi frazada.
Me quito la chaqueta y los zapatos, dejándolos en su lugar en mi armario, no correría el riesgo de dejarlos afuera y que mis padres lo vean y hagan preguntas al respecto, prefiero estar precavida. Tomo mi móvil aún sobre mi escritorio y me echo en mi cama, arropandome y terminando de arropar a Baloo.
Enciendo la pantalla, dónde me encuentro con un mensaje entrante de Eros, además de avisarme que ya está en su casa, también era una foto medio borrosa de él en su cama con media cara enterrada en una almohada. Al chat entra un audio suyo.
Primero se oye un bostezo, que claro que se me contagia.
—Tuve un gran susto cuando estaba yendo a mi habitación, no sabía que mi hermana pequeña era sonámbula.
Vaya, eso sí está para darse un gran susto.
Eros: Joder, ni te imaginas, sufrí varios ataques cardíacos en ese momento.
Yo: Pobre mesero cogote golpeado:(
Eros: Oye, en serio que esa niña me asustó, estaba toda despeinada y llevaba de esas pijamas largas.
Por un segundo creí que era Samara.
Cubrí mi boca con mi mano, amortiguando las risas que se me escapaban.
Yo: Venga ya, Eros.
Eros: ¡Casi me muero del susto!
Negué con la cabeza, optando por responderle con una nota de voz.
—Claro, tu pobre hermanita solo tenía un sueño profundo y tú ya acusándola de casi matarte, que decepción, Eros —se me salieron unas risitas al final.
Apenas le llega mi mensaje lo escucha y responde con varios emoticones de risa.
Gracias por el consuelo, chica salsa.
Yo: No hay de qué ;)
Creo que será mejor ir a dormir, Eros, ya casi es la una treinta y tú y yo sabemos que si durmiendo temprano aún eres capaz de levantarte tarde, no imaginemos como será durmiendote tarde.
Eros: :|
Eros: Buen punto, tienes razón. Será mejor dormir, quiero planear una cita perfecta.
Vale, sí, sonreí apenas leí esa palabra. No me molesten.
Yo: Cualquier lugar será bueno, Eros.
Eros: Eso lo sé, te gustan las cosas tranquilas, lo tengo bien registrado, es solo que quiero que sea algo bonito de recordar.
Todos los momentos que habíamos pasado juntos eran bonitos de recordar, incluso los más vergonzosos. Suena como una cursilería total, y tal vez lo sea, sin embargo, conservaba los recuerdos en un lugar especial, y ahí estaban todos los que compartíamos.
Eros: Es una primera cita, Diane, y quiero que de verdad esté al nivel que te mereces.
Mis pulgares quedaron suspendidos sobre el teclado unos cinco minutos en los que pensaba qué responderle. Ese mensaje no me lo esperaba, en lo absoluto.
Mi cerebro no conseguía formar una buena respuesta, se a quedado en blanco y con una falla en la conexión al wifi.
Entraron nuevos mensajes suyos.
Eros: :) :) :)
Es mejor irnos a dormir, te aviso a qué hora paso por ti después.
Buenas noches, preciosa♡
Mis ojos leyeron ese mensaje al menos unas seis veces, después de eso Eros no volvió a escribir, si mi cerebro quedó con mala conexión al wifi con el mensaje anterior, ahora requería de mantenimiento porque solo no podía pensar algo coherente.
Eros me llamó preciosa...
¡Eros me llamó preciosa!
Fue inevitable no chillar y hacer una mini pataleta con mis pies, lo que hizo que Baloo saliera debajo de mi frazada, asustado. Intenté que ningún chillido fuera lo bastante alto para llegar a la habitación de mis papás, pero hubo uno en particular que fue más alto que los demás, que fue mi señal de alto para dejar de hacer eso.
Puse a cargar mi móvil y lo dejé en mi mesita, me pongo cómoda en mi cama, incapaz de dejar de sonreír.
-
Al día siguiente desperté con un ánimo increíble, todo parecía tener nuevos colores en mi habitación, por primera vez ese molesto rayo de sol que suele entrar por mi ventana y apuntar en dirección a mi cama no fue una molestia.
Estaba de un muy extraño buen humor.
Estiro los brazos y bostezo, a mis pies Baloo se sacudió bajo mi frazada y sacó la cabeza, se notaba a primera vista que aún le apetecía seguir dormitando.
—Buenos días, amigo —solo parpadeó, como queriéndome decir «¿Qué tienen de buenos?»—, venga ya, Baloo, tengo el presentimiento de que será un buen día.
Me ignoró, ¡Me ignoró! Se volvió a poner cómodo, esta vez sobre mi frazada y resopló.
Auch, Baloo, ¡Auch!
Decidí ignorar a mi perro, de seguro estaba resentido conmigo por el susto que le di en la madrugada. Es que en serio, ese perro está demasiado humanizado. Salí de mi habitación con mi toalla al hombro en dirección al baño, dónde me di una buena ducha para despertarme mejor. De vuelta a mi cuarto diez minutos después, mi perro ya estaba en esa... particular posición para dormir.
De mi armario saqué una camiseta de tirantes blancas y una sobrecamisa azul holgada y unos shorts, listo, sencillo y fresco.
Bajé a la sala y como gran parte de las mañanas, estaba solo papá sentado en la mesa con su periódico y taza de café habitual, mi desayuno tapado en mi lado de siempre y el lado de mamá, oh, que gran sorpresa, vacío.
—Buenos días —saludo, yendo a darle un abrazo por atrás que lo tomó desprevenido.
—Vaya, cuánto amor.
Me reí, sentandome en mi lugar, destapando mi desayuno. Uuhh, panqueques de chocolate, hace mucho no los como.
—¿Y eso que cocinaste? —pregunto, puesto que cuando se hacen estos panqueques es porque papá cocina.
—Tu mamá salió temprano hoy y no le dió tiempo —respondió, bebiendo de su café.
—Bueno —encojo los hombros, dando el primer bocado—, no está mal.
Engullo mi desayuno bastante tranquila, incluso se me concedió el permiso de tomar leche con chocolate, lo que no es muy común ya que mis papás creen que es una bebida pesada para el desayuno. Me pareció raro que papá me diera el permiso, pero no cuestioné y me serví un buen vaso.
Este es el mejor desayuno de todos
Iba ya dando los últimos mordiscos cuando papá se aclaró la garganta y dejó su taza y periódico sobre la mesa, empecé a masticar más lento, viéndolo sin mucha confianza.
—¿Podemos hablar de algo, Didi?
Mastiqué, analizando mis posibilidades. No era muchas, por lo que asentí con lentitud.
—Clarooo, ¿De qué? —doy un trago a mi bebida sin dejar de mirarlo.
Papá sube los codos a la mesa y entrelaza los dedos, pensativo. Yo por mi parte me hago unas ideas de lo que quiere hablar.
—¿Por qué no hablamos de lo que pasó ayer con tu mamá?
Suspiré, dejando mi vaso a un lado.
—Claro, ¿De qué vamos a hablar? ¿De qué tengo la razón y ella detesta eso? ¿De lo injusto que fue con su petición? ¿O que sí es muy controladora?
—Diane...
—Sabes que es verdad, papá. No estoy tan molesta con mamá, solo no me parece justo como es con las cosas que refieren a mí.
—Lo sé, Didi, y entiendo tu punto, pero es que...
—No me voy a disculpar —decreté.
—No te pido que te disculpes, Diane, solo... que hables con tu mamá.
Resoplé, mucho menos haré eso.
—Diane, por favor —pide él en un tono suave y calmado.
Volví a dirigirle una mirada desconfiada. Me mantenía firme a qué no iba a disculparme con mi mamá, de verdad que lo que hizo ayer fue injusto en todos los sentidos. Hablar era negociable, sin embargo, conociendo a esa mujer, sé que terminaré yo disculpándome de todos modos.
—No —afirmo, muy segura, papá suspira—. Aquí no soy yo la que debe de hablar con la otra.
—Sabes cómo es tu madre.
—¿Y porque es terca tengo yo que acercarme? Estarás de coña, no lo haré.
Se sostiene el puente de la nariz con dos dedos y menea la cabeza.
—Tu madre se queja que eres idéntica a mí y no sabe qué sacaste su terquedad —masculla a lo cual asiento, tiene un punto—. Quiero que la fiesta esté en paz, dependerá de ustedes arreglar su asunto.
Dicho eso, se levantó de la mesa con su café y periódico en dirección a la sala.
Sé que mi papá quiere que no haya problemas ni tensión en la casa, no le gustan las peleas y suele ser un intermediario en ellas, pero no estaba en ese punto manipulable como para que me obliguen a hablar con mamá cuando evidentemente es ella la que tiene que iniciar la conversación. No soy yo la que debe de disculparse.
Recogí mis platos sucios y me encargué de lavarlos, después de eso volví a mi habitación, desconecté mi móvil ya cargado al cien y revisé mis notificaciones.
Entre todas, la que más me importó fue la que llegó hace diez minutos.
Muy buenos días :)
¿Qué tal está, mi bella dama?
Respondí su mensaje, sonriendo como una tonta.
Buenos días.
Yo estoy genial, terminando un gran desayuno.
¿Qué tal está usted, mi choco-sonriente?
No pasan ni tres minutos de que Eros ve mi mensaje.
¿Choco-sonriente? :\
Yo: Ya sabes, «choco» porque siempre de alguna u otra manera tenías chocolates encima y «sonriente» pues, es obvio, te la vives sonriendo.
Eros: Muy ingenioso.
¿A qué te gusta verme sonreír? No lo niegues.
Río, negando.
Sí, te ves muy lindo cuando sonríes.
Ya, en serio, ¿Quién es esta impostora? ¿A dónde mandó mi dignidad?
Muerdo la uña de mi pulgar, ansiosa, esperando su respuesta.
Puso el «escribiendo...» su buen momento, hasta que la pantalla de mi móvil cambia de su chat a una llamada entrante, ¡Una llamada entrante suya!
—¡Ah! —chillo, abrazando mis piernas y dejando caer mi móvil frente a mí, como si se tratase de un objeto caliente y no quisiera tocarlo.
Está llamando, ¡Está llamando! ¡¿Por qué demonios está llamando?! ¡Tengo valentía por mensaje, no por una llamada!
Estuve viendo aterrorizada como la llamada seguía y seguía, no me digno a contestar, ¿Qué le diría? Por mensaje podía pensar una respuesta, en llamada no, es todo muy directo, ¡Y aún tengo mala conexión cerebral con el wifi!
Antes de que se cayera la llamada, Baloo salió de debajo de mi frazada, dándome tremendo susto porque me había olvidado que él seguía ahí. Me miró como seguía abrazando mis piernas y después a la llamada casi que se corta, no sé cómo es que pasó, pero ese perro puso una de sus patitas en la pantalla, consiguiendo de forma milagrosa que se contestara, y de otro acto increíble, consiguió ponerla en alta voz.
Yo aún en mi sitio, ví toda la escena con mi mayor cara de «¿Qué carajo...?»
—¡Guau, guau! —Baloo ladra a la pantalla.
—¿Baloo? —dijo Eros por la línea.
—¡Guau, guau! —responde mi perro como un «¡Afirmativo!»
Aún no comprendía lo que sucedía.
—Eh... está bien... Ehm, ¿Me pasas a Diane?
—¡Guau, guau! —ladra, me mira, pone la pata en la pantalla y lo desliza hacia mí aún sin despegarme los ojos.
Vale, ahora tenía un poquito de miedo.
Después de eso, como si nada, mi perro patea las patas traseras como cuando termina de hacer del dos y vuelve a hacerse bolita sobre mi frazada.
Tomo mi teléfono sin dejar de mirarlo confundida.
—Eh... —balbuceo, es que todavía no proceso la situación pasada—, es... es Diane, Eros.
—Hola, chica salsa —la dulzura que denota su voz hace que me concentre mejor.
—Hola, mesero cogote golpeado.
—Nunca me había contestado un perro, estuvo muy raro pero interesante.
—Sí... no me preguntes dónde Baloo aprendió eso, tampoco tengo idea.
—Hum... ¿Vale? Está bien, igual te llamaba por otra cosa.
No sabría decir si eso aminoró o aumentó mis nervios.
—Okey, ¿Y eso sería...?
—¿Qué te parece a las cuatro? Para... —se aclara la garganta—, nuestra cita.
¡No me juzguen por sonreír!
—Me parece bien, ¿A dónde iremos al fin?
—Será una sorpresa.
—Perfecto, porque a mí me gustan mucho las sorpresas.
—Que bueno porque a mí me gusta dar sorpresas a chicas que me parecen totalmente preciosas he increíbles, y vaya, tú eres una.
Una risita boba se me escapó en compañía de un sonrojo a mis mejillas.
—Entonces, esperaré ansiosa esa sorpresa.
—Prometo que te gustará.
Por favor, cualquier plan me gustará.
—Nos vemos, choco-sonriente.
—Nos vemos, Didi.
-
Tuve ciertos... problemitas.
Para no agobiarte con tantos detalles, la cosa es que al parecer tenía cierto «castigo» por la discusión con mamá ayer que me impedía salir, algo absurdo porque no hice nada más que resaltar la injusticia de mi madre, el caso es que con eso en medio, ni de coña me dejarían salir, mucho menos salir con un chico.
No quería perderme mi cita, ¡Ni de locos! Por lo que quizá tuve que... mentir un poco.
—¡Hola, Zharick! —saludo a mi mejor amiga apenas abre la puerta de su casa.
—Eh, ¿Diane? ¿Pero qué...?
—¡Te extrañé mucho! —fui a abrazarla y, en voz baja le dije al oído—: solo sígueme la corriente.
—Eh... —de seguro vio que mi papá estaba estacionado frente a su casa—, ¡Yo también te extrañé! —exclamó, correspondiendo a mi abrazo. Después de separarnos, saludó a mi papá—: ¡Hola, señor Reynolds!
Él le sonríe desde el asiento de conductor.
—Hola, Zharick —me mira—, vendré por ti a las nueve, Didi, ni más ni menos.
—Está bien, papá, ¡Adiós!
—¡Adiós, chicas!
Ya después que lo perdimos de vista, mi amiga me agarró con fuerza del brazo y me arrastró consigo hasta dentro. En todo el camino a su habitación fui chillando por la fuerza con la que me agarraba y también porque no estaba siendo nada amable, al final, terminé casi arrojada sobre su cama.
—Me vas a explicar qué santo Alá está pasando y me lo vas a explicar ya.
Lo hice, claro, esa mirada me asusta y no pude hacer una broma para que se relajase. No quieres ver a esa pelirroja molesta. La cara de Zharick cambió mucho durante mi relato, de confusión a sorpresa hasta la felicidad, chillidos y brincos cuando le conté lo del beso en el claro, emoción que se duplicó cuando le comenté que necesitaría mucha de su ayuda para mí cita.
—Es decir, ¿Que ya son algo?
—No lo sé, me invitó a salir, usó la palabra «cita», no le he dicho que me gusta y él tampoco a dicho nada, creo que estamos... ¿Dejándolo estar?
Perdí la cuenta, pero hay un nuevo cambio es su rostro.
—No, amiga, no hagas eso, sé clara, no «lo dejes estar» porque no hay nada seguro.
—¿Pero y si yo no...
—¡Por favor, Diane! —me interrumpe—. No vengas a decir que no le gustas a Eros, ¿Cómo no lo ves? ¡Te llevó a su lugar especial y te besó, te a invitado a una cita! ¡Cita! Eso no es de amigos, le gustas a ese chico, Diane Margaret.
—¿Tú crees? —hago una mueca insegura.
—Deja de escuchar lo que tienes aquí —apunta mi frente, luego a mi pecho—, y escucha lo que hay aquí.
Después de esa conversación y una cachetada a la realidad, Zharick se emocionó con la idea de arreglarme, había traído una mochila dónde tenía un cambio de ropa para mí salida de hoy, las prendas le gustaron pero no lo suficiente, así que tuvo la gran idea de prestarme algo suyo, seríamos de la misma talla si yo tuviera un poco más de masa muscular como la tiene ella.
En serio, ¿A dónde se va toda la comida que ingiero? ¿Acaso tengo un maldito agujero negro en el estómago? Es la respuesta más lógica que concibo.
Terminamos eligiendo un cambio de ropa con el que me sentía cómoda y, a la vez, no era demasiado para la salida, aún no sabía de qué se trataba así que esta era la mejor opción de ropa. Se trataba de un vestido floreado de tirantes con una falda plisada a la altura de la rodilla, lo que era genial para mí, de complemento un chaleco blanco que es de Zharick pero que aseguró se vería bien y, de lo que ella no está muy segura pero yo sí, de uno de mis tenis, eran los lilas con los que fui al cine y combinaban bien con las flores del vestido.
Tenía la suerte de ser parte de ese porcentaje bajo de personas que se veían bien con vestidos y zapatos.
Además, sentía que si iba en sandalias sería demasiado, esto es casual y fresco, mi estilo.
Zharick hizo uso de sus dotes en el trenzado y me hizo un par de trenzas africanas dejando algunos mechones sueltos fuera, también se hizo cargo de un maquillaje ligero porque yo estaba lo bastante nerviosa ya que faltaba poco para que él viniera.
Sí, también le convencí de que me recogiera en casa de Zharick, convencerlo fue más fácil de lo que creí.
—Listo —anuncia mi amiga, alejándose—. Te ves genial, Didi.
Se apartó para que pudiese verme en el espejo. No mentía, me veía y... me sentía muy bonita. Sonrío, mi reflejo me devuelve el gesto.
—De seguro que dejas embobado a Eros.
Abajo escuchamos el sonido de la puerta, nos miramos, sabiendo de quién se trataba.
—Pronto lo averiguaremos —dije.
Bajamos a la sala y yo sentía muchísimos nervios, nunca antes había ido a una cita, ¿Cuenta ir a comer sándwiches a los diez años con un compañero de primaria además de sus padres y los míos? Lo dudo mucho, es la primera cita que tengo con alguien, un «alguien» que me gusta. Se sentía irreal a la par de increíble.
Zharick abrió la puerta.
Del otro lado nos encontramos con el chico de ojos grises acomodándose el pelo, que apenas nos ve congela su acción solo para mantener la mirada fija en mí, como si no creyese lo que sus ojos muestran. Suelto una risita nerviosa, esa mirada que me da no ayuda a relajarme.
—Hey...
Noto como pasa saliva.
—Hey... hola... —Eros echa una risa nasal, mirándome de arriba abajo—, tú... vaya, estás... estás guapísima.
Ahí va la sangre directita a mis mejillas.
Es que ya me imagino las bromas de Zharick.
—Gracias —respondo, bajo, viéndolo también—. Tú no estás mal tampoco.
—Vaya, sí, pero es que tú... —me señala con los brazos, resopla incrédulo—, ¿En serio voy a tener una cita contigo? Me siento un privilegiado.
¡Basta, Eros, harás que me ponga como tomate!
Zharick a mi lado se rió.
—Muy bien, tortolitos, disfruten su cita —literalmente me empuja hacia afuera—, Jackson, la quiero aquí a las ocho veinte, o si no, te las verás conmigo.
Eros asintió.
—Sí, mi capitana, aquí estará sana y salva.
—Más te vale —lo señala, me mira—, y tú... diviértete.
Y nos cerró la puerta, ¡En la cara!
Ah, pero que sí fuera Christopher...
—Entonces, ¿Nos vamos a nuestra cita, Didi? —pone su mano para que la tome.
Y claro que lo hice.
—Vámonos a nuestra cita, choco-sonriente.
—————————————
Nota de las autoras:
¡Volvemos con nuestras notas!
Bienvenidos a un nuevo miércoles con actualización de estos dos, ¿a qué les encanta en este nuevo modo? Eros, Eros, eres un amor, todxs queremos a alguien como tú en nuestras vidas.
El capítulo anterior al fin sucedió lo tan esperado, les dijimos que tuvieran paciencia, las cosas buenas se dan a esperar.
Ahora ya están yendo a su primera cita, tan liiindooos <3
Cómo no queremos dejarlos en la intriga hasta la próxima semana y nosotras también queremos que lean lo que pasa con estos dos, hoy traemos una dinámica especial para la actualización de hoy.
Así que, declaramos este capítulo como el 1/¿? De una actualización múltiple, ya veremos cuántos capítulos son a lo largo del día.
¡Esperemos la disfruten!
Besos y abrazamos con regaños de Baloo, mentiritas de Diane y mensajes lindos de Eros
~Jai
MJ.
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