27 | Fiesta, piscina, alcohol y Taylor Swift

Me vendaron los ojos.

Sí, así como lo lees, mis amigos me han vendado los ojos.

—¿Y esto cómo por qué? —cuestiono en la total oscuridad.

Esto era demasiado sospechoso, ¿A dónde me estaban llevando estos chicos?

—Es solo parte de tu sorpresa final —respondió Zharick, mis oídos captaron su voz de mi lado derecho.

—Aún esto es muy sospechoso —murmuro para mí, recostandome del apoyo de los asientos traseros, oyendo las risas de mis amigos.

Amigos... ¿De verdad que son mis amigos? ¿Y si me están llevando a un matadero?

Uh, no, debería dejar de ver películas de suspenso con papá, empiezan a alterar mi razonamiento lógico.

Cómo evidentemente no tengo más opción que esperar llegar al destino a dónde me llevan ellos, solo me quedo ahí sentada con los brazos cruzados, escuchando el bajo sonido de la canción que sale del estéreo del auto de Eros.

Taylor Swift, al menos. Algo en esta incertidumbre era bueno.

Tarareo por lo bajo New Romantics, moviendo la cabeza ligeramente al ritmo. Recuerdo que la primera vez que escuché esa canción lo hice hasta al cansancio, es una de mis favoritas, además de que da un buen ambiente para hacer limpieza y tener un buen concierto coreografiado en la ducha.

Pasan unos veinte minutos de total oscuridad para mí cuando por fin el coche se aparca, mis oídos no captan más que el sonido del motor apagándose y de las puertas ser abiertas, especialmente a la que tengo a un lado.

—Damisela —es la voz de Eros.

—Jackson, no veo nada, así que no sé si me estás dando la mano o no.

—Oh, cierto.

Toma mi mano con cuidado y hace el intento de ayudarme a bajar del coche. Lo catalogo como intento porque apenas puse un pie en la acera casi me caigo por culpa de Eros.

—Ay, ¡Lo siento, lo siento! —se disculpa varias veces, ayudándome.

Despedí un gruñido, más para mí que para él, ¿Por qué aún siendo torpe me tenía que gustar? ¡Es muy frustrante!

—Eso, eso, vas bien. Aquí viene un peldaño.

Eso me hizo detenerme y fruncir el ceño.

—¿Un peldaño?

—Sí, un... —parece caer en cuenta de algo—. Ouh...

Solté mis manos de las suyas y las puse en mi cintura, no estoy segura de si a dónde veo están mis amigos.

—Muy bien, ¿Dónde estamos?

—Eh, Diane... —dice Zharick—, estamos a tu derecha.

Giré en esa dirección.

—¿Dónde estamos? —repetí.

—¿Confías en nosotros? —refuta mi mejor amiga.

—¿Justo ahora? Pues no mucho.

—Necesitamos que confíes en nosotros, chica salsa.

—Lo veo difícil, eh.

—¡Diane! —se quejan en conjunto, con un tono de clara molestia dirigida hacia mí.

Pero, venga ya, entiendanme. Son mis amigos y tal, pero es muy sospechoso que me hayan vendado los ojos para «la sorpresa final», la palabra «final» no me gustaba nadita.

Sin ni siquiera verlos, sabía que me dirigían miradas de ceños fruncidos y pucheros de molestia, lo presentía, así que nada más suspiré dejando caer mis brazos a cada lado, rezando por cosas buenas a mis adentros.

—Vale, está bien, andando.

Eros vuelve a tomarme de las manos y a indicarme cada paso, cuento los peldaños que subo, cinco, se trataba de una escalinata, ¿Un porche, quizá? Seguí haciendo muchas teorías de dónde podíamos estar hasta que escuché una nueva puerta abrirse con un ligero chirrido. Entonces sí es un porche, una casa, ¡Estábamos en una casa! La cuestión ahora es, ¿De quién?

Sé que atravesamos el umbral porque escucho una queja baja de Eros por haberse golpeado con el marco, de resto, todo es silencio absoluto.

Empezaba a asustarme con la falta de visión que tenía.

—¿Lista, chica salsa? —dijo Eros detrás de mí, dándome un escalofrío.

—Por favor, quítame esa cosa.

El nudo en mi nuca desaparece y me cuesta adaptarme un poco a la falta de luz que había, entonces mi visión se vuelve aún más borrosa cuando muchas luces se encienden de la nada, es como si hubiera sido un golpe de flashes de cámaras.

—¡¡Sorpresa, feliz cumpleaños, Diane!!

Por instinto de supervivencia, mientras mi vista se recupera, corro a esconderme detrás de Eros, que no hace más que reírse de mi acción. Cuando puedo ver otra vez con claridad, espío sobre su hombro la estancia.

Se trataba de la sala de la casa de Eros, iluminada por luces de colores que venían de... claro, una bola de luces de colores giratoria. Aunque había una multitud, no era tan exagerada, se trataban de mis compañeros de la clase de química avanzada, también algunos de mis compañeros de salón, los chicos con los que fuimos al lago hace unas semanas, incluso estaba el hermano mayor de Eros, Eames, y su familia.

—Guao, esto... —veo a mis amigos, que tienen esas mismas sonrisas de orgullo que en mi casa—, no me lo esperaba. Gracias, chicos.

—A quién le tienes que agradecer es a este chico de aquí —Christopher pasa su brazo por el hombro de Eros, quién a su vez agacha la mirada nervioso cuando le veo—, esta fiesta, el picnic, todo fue idea suya.

Una sonrisa se va escurriendo por mis labios mediante mi cerebro procesaba todo lo que recién pasaba. Eros... ¿En serio a planeado todo esto solo para mí? Mi estómago empezó a sentir ese cosquilleo nervioso ahora que se me hacía familiar, aunque esta vez no eran nervios de meter la pata o decir una estupidez, era un sentimiento diferente pero que se sentía bien. No... no sabía cómo explicarlo, solo sabía que pocas veces en mi vida había sentido algo así, y que ese chico de ojos grises lo había conseguido después de muchísimo tiempo.

—No... no es nada, solo... —Eros se aclara la garganta, su voz había salido varios tonos más agudos que me hicieron reír—, solo quería que pasaras un bonito cumpleaños, es... es todo.

La palabra «bonito» quedaba corta, definitivamente a sido uno de los mejores cumpleaños de toda mi vida.

—Gracias, mesero cogote golpeado.

Él levanta la mirada a mí y me regala una tierna sonrisa de labios cerrados.

—Lo que sea por ti, chica salsa.

Hay un instante que me parece casi eterno en dónde solo nos podíamos ver el uno al otro, yo era incapaz de dejar de sonreír y él parece que no podía conseguir que sus mejillas cobrasen su color natural. Mi corazón se aceleró en un nivel preocupante pero que solo... no me importó. De verdad que ese chico me gustaba muchísimo, me hacía sentir cosas demasiado locas y que ni siquiera yo comprendía, era algo... algo increíble y que tal vez, solo tal vez, me gustase experimentar.

Nuestra pequeña burbuja terminó cuando alguien de la multitud, que reconocí en un segundo como Tobías, gritó a toda voz:

—Bueno, ¿Qué esperamos? ¡A festejar a la cumpleañera!

Así hay un coro de aullidos de ánimo y los chicos me arrastran hasta mis otros amigos para recibir felicitaciones, abrazos y uno que otro regalo. Incluso la familia de Eros vino a felicitarme, los señores Jackson me abrazaron de una forma tan cálida y agradable que me dejó congelada por un segundo, por suerte pude recobrarme para así corresponderles. La hermana Jackson menor chilló apenas me vio y vino hasta mí para apretujarme de las rodillas, al azarla, se aferró a mi torso como una pereza.

—¡Feliz, feliz, feliz cumpleaños, Diane! —chilló en mi oído, lo que dejó un pequeño pitido, pero no era nada que no pudiera soportar.

Sonreí apretujando a Evolet, causando que ella se ría entre un quejido, aún así no me soltó.

—Gracias, Evie —dejé un corto mechón de su pelo castaño tras su orejita, me regalaba una tierna sonrisa infantil de dientes chuecos.

Después de ese momento no la pude ver más lo que restó de la noche, al igual que sus padres y Edith, la criada de la casa, supuse que se habrían ido de la casa (lo más improbable) o que había ido a sus habitaciones en el piso de arriba (lo más probable)

Al que sí pude ver en varias ocasiones de la noche fue a Eames, estuve hablando con él en algunos ratos, me comentó que estaba de visita temporal a su casa antes de volver a Londres, le hice una discreta pregunta sobre la rubia que no dejaba de echarle miraditas eventuales desde el otro extremo del salón, él solo se había reído dando un sorbo a su bebida y respondiendo con un:

—Es complicado.

Complicado con miradas extrañas, cabe recalcar.

La fiesta no había ido nada mal, bailé con todos mis amigos, tuve charlas para ponerme al tanto con muchas personas y bebí eventualmente. No era una gran fan del alcohol, pero como hoy era mi cumpleaños, me lo permitiría por un ratito, no quería ir por el mismo camino de Eames y Christopher.

—¡Cuando yo diga eehh ooohh, ustedes dicen...! —gritaba el Jackson mayor dentro de la masa de personas bailando.

—¡Eeeaahh! —gritaron todos en conjunto.

No me quedó más que reírme y hacerme una nota mental de pedir los vídeos de esta noche, a Eames le encantará ver su versión borracha.

Estaba sentada tranquilamente en una de las sillas de playa que hay en el patio bebiendo de un vaso de refresco y hablando con Amadea sobre quien sería el primero en perder en el juego que se estaba llevando a cabo en la piscina de la casa cuando de fondo empezó a sonar You Belong With Me de Taylor Swift, mi mejor amiga se apareció frente a nosotras más achispada que al inicio de la noche y con el pelo crespo pelirrojo en un desastre que sé que le costará arreglar.

—¡¡Vengan, chicas, vamos a bailar!! —exclamó con la mayor sonrisa y nos arrastró a la improvisada pista de baile adentro.

Yo no me negué porque sí quería bailar, además, es Taylor Swift, no me pidan que no baile cuando suena ella.

But she wears short skirts
I wear T-shirts —cantamos las tres usando nuestros puños como micrófonos—, She's Cheer Captain, and I'm on the bleachers
Dreaming about the day when you wake up and find
That what you're looking for has been here the whole time.

Las luces de la bola giratoria empezaron a girar por el salón, las chicas y yo dimos un brinco al mismo tiempo que los demás empezaban a cantar a nuestra par:

If you could see that I'm the one
Who understands you —señalé a Zharick con mi otra mano—, Been here all along
So, why can't you see?
You belong with me
You belong with me.

Cuando suena la melodía de la guitarra Zharick me hace dar un vuelta.

Walk in the streets with you in your worn-out jeans —canta Zharick, creyéndose una estrella de pop.

I can't help thinking this is how it ought to be
Laughing on a park bench thinking to myself
Hey, isn't this easy? —le sigue Amadea, poniendo una mano sobre su pecho, supongo que para darle más sentimiento.

—And you've got a smile
That can light up this whole town
I haven't seen it in a while
Since she brought you down
You say you're fine, I know you better than that
Hey, what you doing with a girl like that? —canté yo, como siempre, cantando con todo ánimo.

She wears high heels —volvemos a cantar juntas—, I wear sneakers
She's Cheer Captain, and I'm on the bleachers
Dreaming about the day when you wake up and find
That what you're looking for has been here the whole time.

Volvemos a cantar el coro entre saltos y gritos dando lo mejor de nosotras, nadie más fuera de este pequeño momento de música importaba, si nos veían raro ahora no podría importarme menos.

—If you could see that I'm the one
Who understands you
Been here all along
So, why can't you see?
You belong with me.

»Standing by and waiting at your backdoor
All this time how could you not know, baby?
You belong with me
You belong with me.

En otro momento donde Zharick me hizo dar una nueva vuelta terminé viendo de frente hacia el espacio donde estaban los sofás, ahí encontré sentado a Eros viendo en mi dirección, sonríe fingiendo quitarse un imaginario sombrero. Reí, devolviéndole el saludo con una rápida reverencia. Mis amigas vuelven a arrastrarme con ellas, casi haciéndome caer para cantar la parte final de la canción.

Estaba recobrando el aire de tantos brincos y gritos cuando suena Style, ¡Style! Sin importarme el ardor en mi garganta vuelvo a cantar a gritos mi canción favorita.

-

Alrededor de la una treinta de la mañana la gente se fue yendo de apoco, Eros y yo nos encargamos de despachar a todos, lo que me hizo recibir más abrazos y felicitaciones. Hoy a sido el día que más abrazos he recibido.

En la sala de la casa Jackson solo quedaron varios caídos, unos de ellos eran Eames, que por alguna razón estaba dormitando en la mesa del comedor con los brazos colgando de los bordes, ¿En qué momento desfalleció ahí? Christopher y Zharick eran otros que dormían acurrucaditos en el sofá grande. Aw, tan tiernos. La chica rubia en una situación complicada con Eames estaba dormida con la cabeza apoyada de su puño, que a su vez estaba sobre el reposa brazos del sofá donde se había dormido.

—¿Ella quién es? —le pregunté a Eros, puesto que la respuesta de Eames no me había aclarado mucho las dudas.

—¿Ella? Es una amiga de Eames de la academia en Londres.

—¿Y vino de visita con él?

—Son amigos desde hace mucho, te caerá bien cuando hables con ella.

Decidí no darle más vueltas al asunto.

Fuimos al patio a serciorarnos de que no había otro soldado caído, apenas puse los ojos en la piscina me encontré con un muy, muy dormido Tobías, ¿Cómo es que terminó durmiendose sobre el flotador?

—Que sueño tan profundo —comenta Eros con ambas cejas alzadas, sorprendido.

Por otra parte, Amadea junto a varios de los chicos que nos acompañaron al lago estaban muy dormiditos sobre las sillas de playa. Algunos en posiciones convencionales y otros en... otras que les dejarán un gran dolor de espalda y cuello.

—No hay mucho que hacer por esos —vuelve a decir Eros, mirando a todos los dormidos.

Negué con la cabeza, no se me ocurría ninguna idea de cómo pasarlos adentro sin despertarlos, aunque tal vez eso sea más difícil de lo que creo.

—Igual podemos dejarlos por aquí, es seguro —se encoge de hombros, yendo hacia la piscina, cuando se da cuenta que le dirijo una mirada de «¿Qué pretendes hacer?» solo se rió—. Venga, chica salsa, no pudimos hablar en casi toda la noche.

Sí, eso era cierto.

Eros y yo nos sentamos a la orilla de la piscina, quitándonos antes nuestros zapatos para poder meter los pies en el agua medio fría, se escuchaba muy claramente los ronquidos de los seis tipos en las sillas de playa y las respiraciones pesadas de las chicas, también los ligeros ronquidos de Tobías que flotaba de un lado a otro en la piscina con una mano colgando del borde y rozado con la superficie del agua. No dudé en hacerle un par de fotos.

—¿Cómo habrá terminado allí? —cuestiona Eros, observando con una confusión divertida a Tobías.

—Me pregunto lo mismo.

Suspiramos.

—Entonces... —alarga la última vocal—, ¿Qué tal la pasaste?

Ladeo una sonrisa, mirándolo. Eros especialmente hoy a estado nervioso, debo decir que eso lo hace ver muy tierno.

—Fue increíble todo, Eros, muchas gracias.

—Oye, no tienes nada que agradecer, lo hice con mucho gusto —me regala una sonrisa de costado—. Desde que dijiste que tus cumpleaños siempre son un asco quise que este año fuera diferente, alguien como tú no merece pasar de forma tan sencilla su cumpleaños.

Tres palabras de lo que dijo se quedaron conmigo, «alguien como tú».

—¿Cómo «alguien como yo»?

De pronto, se pone derecho como si le hubiera dado un toque eléctrico en la espalda, se pasa una mano por la nuca y ríe nervioso, balbuceando algunas incoherencias divertidas para mí. Realmente no había pensado nada malo con su comentario, de hecho, me había parecido muy dulce.

—Bueno, es que... tú... ya, ya sabes... Eres, tú eres...

Despido una corta risita y, haciendo amago de una valentía que no tenía idea de dónde saqué, me estiré para acercarme a su rostro y dejar un beso en su mejilla. Eros se quedó estático los cinco segundos que el contacto permaneció. En cuanto me alejo, veo sorprendida que otra vez, se le habían coloreado las mejillas.

—Te ves muy tierno sonrjado, Eroscito —admito, totalmente encantada con esta nueva imagen suya.

Otra risita de su parte.

—¿Quién dijo que estoy sonrojado?

Alzo una ceja, entretenida.

—¿Tus mejillas, quizá?

—Oh, que traidoras —masculla para sí, aunque era obvio que lo oiría—. ¿Te... te gustó mi regalo? —pregunta, acabando con el parcial silencio.

Tomo entre mis dedos el collar con el dije en forma de media luna, brillaba muy ligeramente. De todos los regalos que recibí hoy, este era uno de mis favoritos. Para mis interiores hice una promesa de no quitarmelo.

—No me gustaron, Eros, me encantaron.

—Me alegra saber eso, Didi —arruga el rostro, como arrepentido—. Perdón, sé que no te gusta que te llame así —resopla—. Diane.

Por primera vez que se corrige él mismo que me haya llamado «Didi» no me molestó del todo. Vale, no me molestó nada. Supongo que, después de todo, ya no importaba si me llamaba Diane, o Didi, incluso chica salsa. Eran apodos tontos que dichos por la persona correcta, se vuelven especiales.

Eros era la persona correcta.

Entre todos esos pensamientos, también se me vino el recuerdo de la vez que escuché que el alcohol puede darte ciertas dosis de valentía, no sabía si de verdad eso era cierto. No tenía nada de sentido, refuto mi propia respuesta cuando no tengo ni la más mínima vergüenza de acortar la poca distancia que había entre nosotros para apoyar mi cabeza de su brazo y, a su vez, entrelazar mi mano con la suya.

No es que estaba trincada de alcohol, pero definitivamente en otra situación yo no habría hecho esto.

Eros deja ir otro suspiro, relajándose. Con su pulgar da caricias débiles al dorso de mi mano.

—Está bien, puedes llamarme «Didi» —murmuro entre nosotros.

—¿E-en serio? —cuestiona, incrédulo.

Asentí, encogiendo los hombros.

—Sí, ¿Qué más da? —muevo mis piernas en el agua, haciendo que el movimiento aleje el flotador de Tobías.

Permacenemos en el tranquilo silencio de la noche así, proporcionándonos calor el uno al otro, disfrutando la compañía del otro. ¿Quién creería que yo, Diane Margaret Reynolds, estaría en una situación como esta con uno de los chicos más reconocidos de su vieja preparatoria? Yo era una chica que pasaba desapercibida para todo el mundo. Eros no, él se hacía notar y le alegraba el día a todos.

Y ahora los dos estábamos aquí, tomados de las manos, con la chica que pasaba desapercibida sintiendo de todo sin saber si el chico que se hacía notar siente lo mismo por ella.

—Mmm... gracias por todo, Eros —digo en un murmuro un muy largo rato después.

El beso suave que deja en la coronilla de mi cabeza hace que recuerde el día de nuestra graduación, la primera vez que hizo esa acción.

—Haría cualquier cosa por ti, Didi, no lo dudes.

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