26 | Cumpleaños feliz, me deseo yo a mí
—¡¿Cómo te atreves a si quiera comparar a Wendy's con McDonald's?! —espetó Christopher.
—¡Ah, sí, tienes toda la razón! ¡Wendy's es mucho mejor que McDonald's! —replica Eros.
Zharick y yo vemos de uno a otro como si se tratara de un partido de ping pong, luego nos miramos, ambas alzando una ceja, ella termina por rodar los ojos hastiada de la discusión que llevan los dos chicos allá adelante desde hace un buen rato.
—¡Oh, no, no te atrevas a entrar en ese campo! —continúa Christopher
—¡Créeme que sí me atrevo!
Cuando estuvieron a punto de darse manotazos entre sí como críos, me colé en el espacio de los asientos delanteros para meterme en su estúpida disputa.
—¡Muy bien, basta de esta tontería! —los empujo a cada uno en su sitio—, comida es comida, todo ahora resulta bueno.
—Sí, hay hambre en el panteón —convino Zharick—, yallah, Eros, que llevamos aquí diez minutos.
Soltando un resoplido de molestia, Eros avanzó por el carril del drive thru, yo volví a echarme en mi asiento junto a mi amiga, ambas nos miramos en plan «que idiotas estos chicos» para luego rodar los ojos, otra vez. No encontrábamos mejor acción que esa para esta situación.
Antes había sido testigo de discusiones estúpidas, incluso había sido participe de alguna que otra, pero no de una como esta. ¿Quién se pone a discutir qué cadena de comida es mejor que otra? Mientras que sacie mi hambre, no me importa dónde comamos.
Eros detiene su coche más adelante y se inclina un poco para que pueda ser escuchado a través de la bocina. Con un tono bastante disgustado empieza a pedir la comida para todos.
—¿Coca-Cola o Pepsi, chicos? —cuestiona, mirándonos, a Christopher le dirige una mirada de ojos entrecerrados que pretendía ser amenazadora, más bien le daba pinta de ser un miope intentando ver a lo lejos—, tú atrévete a decir Pepsi y te bajo de mi coche.
Ay, no, otra discusión...
Christopher le mira rápidamente de arriba a bajo antes de cruzar los brazos.
—Iba a pedir Coca-Cola, de todos modos.
—Eso, muy bien —Eros asintió, Zharick y yo no hicimos más que negar con la cabeza, riendo. Esos chicos no tienen remedio—. Bueno, serán cuatro vasos de Coca-Cola.
—Eh, nop —ella y yo nos colamos entre los asientos delanteros—, nosotras queremos Pepsi.
Lo admito, me dió miedo como ese par se giraron a vernos.
—¡¿Qué?! —medio gritaron al unísono.
—Sí, Pepsi —afirmé.
—No es tan dulce como la Coca-Cola —agregó Zhari.
Ellos parpadearon, incrédulos. Luego se miran balbuceando un par de cosas incompletas sin sentido, finalmente Eros nos repasó con la mirada, sus labios formaban una mueca que hasta le hacía arrugar la nariz.
—Olvídalo, amigo, tú sí eres el verdadero amor de mi vida, ellas son las impostoras.
—Oh, vamos, es solo una bebida —defiende Zharick.
—¡Es Pepsi, eso es una ofensa total, linda! —se indigna Christopher—. Dejo pasar que a él le guste más Wendy's que McDonald's, ¿Pero qué a ustedes les guste Pepsi más que Coca-Cola? Jamás, ¿Con qué gente nos veníamos a juntar, amigo?
—No lo sé, me siento ofendido en niveles increíbles.
—¡Oh, por favor! —nos quejamos Zharick y yo.
Estos dos se estaban excediendo en su idiotez, empezaba a ver tentador darles un manotazo bien fuerte a cada uno en el cogote.
Siguieron quejándose de que es una «indignación» que nos guste Pepsi, Eros con el tono de asco más exagerado de la historia pidió nuestras bebidas, cuando fuimos a retirar nuestro pedido nos pasaron nuestras bebidas como si fueran bombas radiactivas, no se las arrojé encima solo porque tenía mucha hambre.
—No saben de cultura general —dijo Eros masticando la mitad de una papa frita.
Ella y yo hicimos lo mejor que se nos ocurrió: ignorarlos para poder comer en paz y no tener la tentación de meterle nuestras papas fritas por la nariz a ambos. Dios, cuando se ponen insoportables no hay nadie que los detenga.
Merendamos en el estacionamiento del McDonald's en silencio por nuestra parte, ellos por su lado hablaban de muchos temas que costaba seguirles el hilo, supongo que así se han de sentir terceros cuando nos escuchan a Zharick y a mí hablar.
—Eh, que pronto alguien de por aquí al fin tendrá la mayoría de edad —captaron mis oídos de la conversación de los chicos.
Alcé la mirada de mi hamburguesa para verlos, ambos tenían los ojos puestos en mí con extrañas sonrisas que hicieron que alzara ambas cejas.
—¿Qué? —pregunté con un bocado a medio maticar.
Esas sonrisas empezaban a darme miedo.
—Oh, nada... —responde Eros con un fingido tono inocente, pasa su dedo casualmente por el borde de su asiento—, solo decíamos, tu cumpleaños es este fin de semana.
Sí, mi cumpleaños dieciocho era este sábado dieciséis de agosto. La tan temida edad de los dieciocho, muchos lo verían como al fin su pase a la libertad, para mí era... un número más. No hacía tanta diferencia con la edad que dejaría, tampoco cómo es que pudiera recibir una herencia a los dieciocho.
—Sí, tenía esa información archivada.
—¿Qué planeas hacer? —pregunta Christopher, para suerte de mis nervios los dos dejan esas sonrisas raras.
Encogí los hombros en respuesta, de verdad que no sabía qué haría en mi cumpleaños, tal vez esté en casa con Baloo y en la noche mis padres me hagan la clásica cena especial para luego cantar el cumpleaños feliz.
—No lo sé, ¿Estar en casa? —miré a Zharick, quién escucha atenta la conversación comiendo de su hamburguesa—, tal vez vaya a su casa. Nada realmente extravagante, después de todo, es mi cumpleaños.
Tanto Eros como Christopher arrugaron las cejas, contrariados.
—¿No precisamente por eso debería ser un gran día? —vuelve a preguntar el rubio.
Suspiré, forzando una sonrisa, recordando los increíbles cumpleaños que había tenido, los cuales se resumían a ser cero.
—Digamos que Diane en sus cumpleaños no... tiene la mejor suerte —respondió Zharick—, siempre sucede algo.
O me enfermaba o alguien del vecindario le daba por morirse, siempre pasaba algo malo en fechas cercanas a mi cumpleaños. Hace un año fue varicela, el anterior fue que falleció una de las señoras del vecindario un día antes. Ya me había acostumbrado a la mala suerte que solo me limitaba a hacer algo pequeño con mis padres, mi cena especial, cantar el cumpleaños feliz y pasar la noche viendo películas mientras como pastel, a eso se había limitado mi supuesta fecha especial los últimos siete años.
—Me resigné a una verdadera fiesta de cumpleaños —dije, encogiéndome de hombros sin darle tanta importancia, después de todo, tampoco es que era tan especial—, me conformo con que nadie se muera en la fecha.
Mientras que mi amiga asintió conociendo el historia de desgracias que pasan el dieciséis de agosto, los chicos abrieron los ojos a la par, asustados. Eso me hizo reír.
—En fin, ¿Por qué la pregunta? —di un sorbo a mi refresco.
Eros meneó la cabeza, un gesto suyo que ya conocía bien, lo hacía para espantar las ideas que de seguro mi comentario anterior le dejó.
—Nada, solo era curiosidad. Si quieres podemos pasar el día todos juntos.
—Sí, esa idea suena bien —convino su amigo—, los cuatro mosqueteros juntos.
—¿No que eran tres? —cuestiona Zharick.
Christopher le dirige una mirada cansada.
—Sabes a lo que me refiero, linda.
Miré a Eros, quien esperaba una respuesta de mi parte. Me hice la idea de cómo podría ser ese día con mis amigos, Zharick seguramente me llevaría al restaurante de sus papás a comer una rica comida árabe, Eros lo más probable es que me regale una de sus pizzas especiales, y Christopher... vale, con él no tengo idea. Podría ser un buen día no solo porque me darían comida gratis, sino que igual no estará mal pasarlo con mis amigos, y con Eros ahora siendo parte de mi vida, él haría todo lo que está a su alcance para que sea un buen cumpleaños.
—Entonces, ¿Qué opinas, chica salsa? ¿Hacemos que este año tú cumpleaños sea mejor?
Empecé a asentir sin evitar la sonrisa que se aparece en mis labios.
—Me gusta esa idea, mesero cogote golpeado.
-
El resto de mi semana se basó en paseos a Baloo, estar en casa aburrida algunas tardes y otras ir al parque a pasar un rato con Eros.
No voy a mentir, esperaba siempre ansiosa su llamada para reunirnos.
Ah, que idiota se vuelve uno cuando le gusta alguien.
Igual ese no es el caso, el resto de mi semana no fue taaan movida, fueron las mismas actividades de siempre, exceptuando que papá me llevó a comer helado un día en que los dos no encontramos nada bueno que ver en la televisión.
Cuando el tan ansiado sábado llegó, no sentí esa emoción que muchos tienen en la llegada de su cumpleaños. Lo primero que sentí esa mañana fue confusión, puesto que mamá había entrado a mi habitación a eso de las seis de la mañana a felicitarme. Estaba medio dormida, así que no entendí mucho de lo que había pasado.
Luego cuando desperté, me quedé viendo el techo intentando que los ojos no se me cerraran, asimilando que ya tenía dieciocho.
Ja, los chicos ya no me podrán molestar por ser la única menor de edad.
Después de eso inicié mi rutina, una ducha de agua fría, cepillar mis dientes y vestirme, opté por algo cómodo pero qué no me diera pinta de vagabunda, nunca sabes quién se puede aparecer en tu puerta en el día de tu cumpleaños.
Cuando bajé a preparar mi desayuno, ví en la mesa un gorrito de cumpleaños y varios cupcakes, cada uno tenía una letra que armaban un «¡Feliz cumpleaños!»
—Aaww —sonreí, yendo a tomar el gorrito para ponermelo.
Detrás de los cupcakes había una bandeja tapada que, al abrirla, me encontré con un desayuno completo, una pila de panqueques con mantequilla, ¡Hasta tenía trocitos de fresa a los lados! Un platito a un lado con huevos revueltos, tocino y un par de rebanadas de pan tostado. Tomé la nota que estaba a un lado, tenía la letra de mamá:
"¡Feliz cumpleaños, Didi!
Tus dulces dieciocho ya están aquí, aún no nos creemos lo rápido que pasa el tiempo, apenas ayer eras nuestra pequeña niña saltando en charcos de lodo con sus botitas rojas. Ahora estás creciendo, pronto conocerás el mundo y no dudes que estaremos contigo siempre.
Esbozo una sonrisa de emoción a medida que voy leyendo, la siguiente parte está escrita con la letra de papá:
Siempre serás nuestra pequeña Didi, cielo, no lo olvides.
Aprovecha tu día especial, queremos que este cumpleaños sea diferente para ti, así que ve y diviértete.
Posdata: en el refri está tu jugo (no lo acabes, yo también quiero)
Posdata dos: también hay yogurt, tu favorito, también me dejas.
Posdata tres: te amamos, Didi, sin importar cuan tonta seas.
—Tonto tú, Louis —murmuré para mí, meneando la cabeza. Dejé la nota a un lado y fui hasta la cocina por mi jugo y yogurt.
Comí tranquilamente mi desayuno de cumpleaños, todo estaba muy rico y desde mi graduación no había quedado tan al tope de comida. Estaba feliz. Parte de mí tocino tuve que compartirlo con Baloo, que bajó de las escaleras tan solo escuchó el sonido de los cubiertos chocando contra los platos. De seguro estaba dormido en la habitación de mis padres, tiene cierta costumbre de echarse bajo la cama. Una vez hizo que me diera tremendo susto porque pensé que se había escapado, el susodicho estaba en su profundo sueño canino debajo de la cama.
—¡Guau, guau! —ladró, luego empezó a dar giros para atrapar su cola, cuando lo consiguió, me miró en plan «¡Mira, mira, atrapé mi cola, esto merece un premio!»
Tomé una tira entera y se la arrojé, la atrapó en el aire con un brinco.
Luego de comer y lavar todo lo que había ensuciado, también de darle sus croquetas a Baloo, encendí la televisión y me eché con un suspiro en el sofá. Esperaba poder pasar un rato viendo...
«¡Ding dong!»
Maldición.
¿Por qué no podía echarme a ver televisión? ¿Acaso la visita sabe el momento justo donde mi trasero toca mi suave sofá? ¿O es que acaso lo tengo prohibido?
Giro el pomo de la puerta sin evitar mi cara de culo.
—¿Qué quie...? ¡Ah!
Soy arrojada al suelo por tres cuerpos que triplican mi peso.
—¡No respiro, no respiro! —exclamo con el aire que queda en mis pulmones, entre risas, los atacantes se ponen de pie.
Les doy a mis amigos una mirada de «¡No me quiero morir en mi cumpleaños, gracias!», ellos, por su parte, no dejan de sonreír. Eros me ayuda a ponerme de pie.
—¡¡Feliz cumpleaños, Diane!! —exclaman los tres, viniendo a darme abrazos de oso.
Cómo no me podía mover ni siquiera para corresponderles, nada más me quedé ahí con los brazos a cada lado y los pies centímetros sobre el suelo porque Eros, como de costumbre, me había alzado.
Justo ahora me siento como un muñeco de trapo.
Quince segundos más tarde me sueltan y puedo respirar con normalidad otra vez, Zharick me da un corto abrazo.
—¡Feliz, feliz cumpleaños, Didi! —sonrío por la emoción de mi mejor amiga, rompe el abrazo—, ¡Ya al fin los dieciocho, oficialmente ya te pueden mandar a la cárcel!
—¿Y eso es bueno?
—No, pero siempre hay que tenerlo en cuenta.
Buen punto.
—¡Mi chica salsa ya tiene dieciocho! —Eros prácticamente me pega a su pecho, empieza a acariciarme el pelo como si yo fuera Baloo. Eh...—. me siento como un padre orgulloso, dieciocho años pisando la tierra, vaya, eso es mucho.
—No entiendo la sorpresa conmigo, causa más sorpresa que tú hayas sobrevivido dieciocho años —digo, aún con la cabeza pegada a su pecho, no sabía muy bien cómo reaccionar. ¿Me alejo, lo abrazo de vuelta? No lo sé.
—Sí, tienes razón —se ríe él, alejándome. Una de las sonrisas más sinceras que le he visto aparece en sus labios—, me alegra ser parte de este cumpleaños, prometo que será inolvidable.
No te sonrojes, Diane, no te sonrojes, Diane.
Asentí, devolviéndole la sonrisa intentando por todo que no se notara lo nerviosa que me había puesto.
—Gracias, mesero cogote golpeado.
Todos pasamos a ver a Christopher, que al notar que le teníamos la mirada encima, exageró una sonrisa para mí.
—Feliz cumpleaños, Diane, gracias por tu bofetada de realidad aquella tarde.
Negué con la cabeza, riéndome, le di un empujón por el hombro que no lo movió de su sitio.
—Gracias, rubio idiota.
—Muy bien, ¿Estás lista para empezar tu día de cumpleaños? —Eros pasa su brazo sobre mis hombros, le sigue Zharick, rodeandome la cintura.
Los miré a ambos, después a Christopher aún en su sitio.
—Claro que estoy lista.
-
Primera parada, el restaurante de la familia de Zharick.
Ahí sus padres me abrazaron y felicitaron, Zaid, el hermanito de Zhari, me dió uno de los abrazos más fuertes que recibí en el día, también se colgó a mi torso como un bebé perezoso.
—¡Te quiero mucho, Didi! —exclamó, apretujandome por el cuello, no hice más que reírme y corresponderle. Le tenía mucho cariño a ese niño.
—Aaww, gracias, Zaid, yo también te quiero mucho —dejé un beso sobre su sien como solía hacer cuando él era más pequeño.
Después de eso Eros, Baloo, Christopher y yo nos sentamos en una mesa, Zharick con ayuda de su mamá trajo algunos de mis platillos árabes favoritos, aunque aún estaba al tope por mi desayuno, pude hacerme espacio para poder comer de esta delicia.
Lo he dicho, amo la comida árabe.
Antes de irnos a nuestra siguiente parada, Zaid me regaló una botella de labán, que es como un especie de yogurt árabe que a sido mi favorito desde la primera vez que lo probé en casa de Zharick, mientras que ella tiene cierto límite con la bebida porque le empalaga, yo no me canso de ella, su sabor me encanta, es la única forma en la que puedo pasar los dátiles.
—Gracias, Zaid —dije, dándole un rápido abrazo.
Después de ese rico segundo desayuno, ya parecía que tuviera panza de tres meses de embarazo, aún con eso, seguía bastante satisfecha. ¿Regalos materiales? No, a mí denme buena comida, seré feliz.
Eros manejó su coche hasta nada más y nada menos que el parque Joan Lorentz, Baloo me arrastró hasta la zona abierta donde siempre jugamos, saludé a los dueños de los perros con los que Baloo suele juntarse a jugar.
—¡Guou, guou, cuidado, cuidado! —exclamé, plantando los pies en el suelo, haciendo que Baloo sea arrastrado por su paseador hacia atrás.
—Vaya, ese perro para ser enano corre rápido —oí decir a Christopher entre jadeos.
—Ni me digas —respondí, dejando ir una respiración por la boca.
—Bueno, este no es un mal sitio —dijo Eros—, aquí podemos quedarnos, ¿Bajamos todo?
—¿Cómo que...? —dándome la vuelta, ví que mis amigos traían una canasta de picnic y varias bolsas de regalo—. Eh... ¿De dónde salió todo eso?
Ellos tres se rieron.
—¿En serio creíste que solo te regalaríamos un desayuno? —asentí perpleja a la pregunta de Zharick—. Oh, estás mal, Diane, muy mal.
Así, empezaron a armar un improvisado picnic, de la canasta sacaron un par de bebidas y un pie, ¡Un pie de manzana, mi favorito! Vaya, que tremendo dolor de panza me espera.
—Vale, esto no me lo esperaba —me senté en medio de Eros y Zharick, registré que Baloo siguiera cerca—, ya no tienen más sorpresas, ¿verdad?
Eros ladea la cabeza de un lado a otro, como si fuera un especie de reloj viejo.
—Tal vez sí, tal vez no.
No sabía cómo reaccionar a eso.
—¿Por qué no revisas nuestros regalos? ¡Queremos ver tu reacción! —expresa Zharick, pasandome las bolsas de regalos.
No me negué porque me daba curiosidad ver qué me compraron.
—Este es mío —Christopher me pasa una bolsa dorada brillante que tiene un lazo a un costado.
—Hum, a ver —la abrí sintiendo curiosidad de lo que me regalaría el rubio, mi mano sintió algo suave, como acolchado, intrigada, terminé por sacarlo—. Oh, diablos...
En manos tenía un estuche nuevo para una cámara, ¡Para mí cámara! Tenía el espacio suficiente para guardarla y también a las lentes extra, además de que era lila, ¡Lila!
Mi boca se mueve intentando emitir algún sonido, los chicos sonríen por mi reacción, miré a Christopher, que me regalaba una sonrisa de labios cerrados.
—Feliz cumpleaños, Diane.
—Christopher... guau, muchas, muchas gracias, no... Pff, vaya, no me lo esperaba.
—Un par por aquí me dieron unas ideas —nuestros dos amigos encogieron los hombros, divertidos—. Espero te haya gustado.
—¡Me encanta! Ahora podré llevar más segura mi cámara.
Sin contenerme, le di un corto abrazo al rubio frente a mí, quién no se lo esperó pero aún así logró corresponderme antes de que me alejara.
—Muy bien, muy bien, basta, vamos con mi regalo —Zharick me obliga a acomodarme en mi asiento, me pasa la bolsa morada un poco más grande—. Este es el mío, y que si no te gusta tanto como el de Christopher, me voy a cabrear mucho.
Dejé el estuche de nuevo en la bolsa, riéndome de Zharick.
—Tus regalos siempre me gustan, tonta —mi mano volvió a tomar algo suave y acolchado. Lo saqué, pensando que ahora tenía dos estuches para cámara.
No era un estuche para cámara.
Mi reacción inicial es quedarme perpleja al ver lo que tengo en manos, así estuve un buen rato escuchando a los chicos reírse otra vez. Mi segunda acción fue soltar un chillido agudo que hasta hizo a Baloo acercarse a nosotros, asegurándose de que todo estuviera bien.
—Eso dice mucho —comentó Zharick.
Admiré la sudadera un segundo antes de abrazarla como si fuera un peluche, ¡Mi mejor amiga me había regalado una sudadera de Lover! ¡¡Mi mejor amiga me había regalado una sudadera de Lover!!
—¡Ah, gracias! —volví a chillar, abrazándola de costado, también haciendo que ambas nos cayeramos hacia atrás.
—¡Vaya! ¡Cuánto amor! —exclama ella, recibiendo gustosa mi abrazo.
Volvimos a acomodarnos en nuestros sitios, yo seguí admirando y abrazando la sudadera. ¡Ahora tenía una camisa de Taylor Swift y una sudadera de mi era favorita!
—Esto es increíble —pasé mi mano por el subliminado del nombre del álbum, la sudadera era bastante bonita, con matices rosadas y blancas, el mismo color de la portada del álbum—. En serio, en serio, gracias, Zharick.
Ella me sonríe.
—Hey, eres mi mejor amiga, tenía que lucirme.
—Y sí que lo haz hecho.
—Muy bien, ya, lo mejor queda para el final —Eros agarra el último regalo que queda, una bolsa de color rosado—. Vas a amar el mío, lo sé.
—No creo que supere el mío —presume Zharick, cruzando los brazos.
Eros pone una expresión retadora.
—Oh, ya lo veremos, vómito de fanta.
—¡Oye!
Eros me pasas su regalo y a propósito me tardo más en abrirlo, algo que lo hizo estresarse y hacerlo por sí mismo. Ese chico era demasiado impaciente, negando con la cabeza, metí la mano dentro y lo primero que agarré fue... ¿Una cajita?
La saqué ya con el ceño fruncido, era una cajita también rosada con una cinta, Eros hizo un gesto para que la abriera, así que eso hice. Quité la tapa para encontrarme adentro con un collar que seguramente era plata, no solo eso fue la sorpresa, si no también el dije que lo decoraba.
—Eros...
—Pensé que estaría cool regalarte algo que hace referencia a tu nombre —se pasa una mano detrás de la cabeza, ahora se veía nervioso—. ¿Te gusta?
El dije del collar era lo más impresionante, se trataba de una bonita media luna que si la movías de un lado a otro, parecía brillar por el reflejo del sol, tenía también incrustadas tres estrellas a lo largo. Era... era bastante bonito.
Veo a Eros, sin saber qué decir exactamente.
—¿Superó al de Zharick? —pregunta él.
—Está... está al nivel. Gracias, mesero cogote golpeado.
—No hay de qué, chica salsa.
—Venga, ayúdame, ya me lo quiero poner.
Eros me ayuda a ponerme el collar, cosa que se tarda un poco por sus manos torpes. Teniéndolo puesto, me gustaba como me veía, pensé que el regalo que él me daría no sería más que una pintura, ver qué se había tomado el tiempo para regalarme algo así de bonito, se sentía... bien, era una bonita sensación cálida en el pecho.
—¿Qué tal me queda? —pregunté a los demás.
—Te queda increíble, Didi.
Christopher por su parte hizo un gesto de «Okey»
—Aún falta algo —agrega Eros.
—Vale, vale —husmeé en la bolsa, sacando lo que faltaba—. No me jodas.
Hay silencio entre todos nada más opacado por las risitas de Eros.
—Definitivamente te gané, vómito de fanta —dijo con un tono de completo orgullo.
—¡¿Cómo es que pudiste...?! —estaba exclamando Zharick, cuando yo prácticamente grité:
—¡¡ES EL MALDITO VINILO DE LOVER!!
Baloo vuelve a venir a nosotros, preocupado por tantos gritos que he dado, me olisquea en plan «¡Diane, Diane, cálmate. Déjame jugar!»
Doy pataletas a la manta de picnic soltando chillidos, de seguro muchos me han de estar viendo raro ahora, ¡Pero me importaba un pepino! ¡Eros me acaba de regalar el vinilo de Lover!
—¡Aaahhh, gracias, gracias, gracias! —y prácticamente me le tiré encima y lo abracé por el torso con toda la fuerza que tenía.
—Je, je, no hay de qué, Diane —pasa su brazo sobre mis hombros.
No, ¡Sí era mucho de qué! ¡Es un vinilo, y uno de Taylor Swift! El tiempo de búsqueda, el costo, todo eso cuenta. Apreciaba mucho su gesto.
—No me vas a soltar en un buen rato, ¿Verdad?
Negué con la cabeza, incapaz de dejar de sonreír.
—Rayos, que condena la mía —ironiza, fingiendo pesar.
-
Lo que restó de la tarde nos la pasamos en el parque comiendo pye y tomando jugo, (decidí dejar para después mi botella de labán) fue a eso de las cinco que los chicos se dignaron por llevarme a mi casa.
En el camino iba con una sonrisa bastante feliz, desde hace mucho que no disfrutaba todo el día de mi cumpleaños, y si bien no a sido una gran fiesta, estaba bastante conforme.
Eros aparcó su coche frente a mi casa y los tres bajaron conmigo ya que el par de vejigas con el tamaño de un maní les urgía ir al baño.
—Siguen siendo débiles —dije, abriendo la puerta—, pasen, Zharick, ya sabes dónde es el baño.
—Sí, sí, solo dame un segundo —fue hasta la mesa a dejar su mochila—. Eh, ¿Diane?
—¿Si? —guardo mi yogurt en lo profundo del refri, papá no se lo tomaría.
—Tienes que ver esto.
Fui de vuelta a la sala dónde Zharick me señaló el suelo, arrugué las cejas viendo que había un camino de tierra que iba hasta la puerta corrediza del patio.
—¿Pero qué diablos? —mascullé, siguiendo el camino.
—Nosotros te respaldamos, chica salsa —Eros tiene sus dos manos en puños a la altura de su pecho.
Volví a concentrarme en el camino de tierra, Baloo no pudo ser porque estuvo conmigo todo el día, ¿Se metieron a robar? No creo, todo estaba aquí, hasta el vaso con el que bebí agua esta mañana seguía en la mesita junto a la lámpara.
Corrí la cortina junto a la puerta del patio.
—¡¡Sorpresa!!
—¡Demonios! —di un brinco, terminando en brazos de Zharick.
—¡Pesas! —vuelvo a poner mis pies en el suelo cuando sus brazos seden.
Las personas en el patio se rieron.
—¡Feliz cumpleaños, Didi!
En el patio de mi casa estaba gran parte de mi familia, mi abuela, mis tíos y mis primos, incluso algunos vecinos con los que me llevo bien, todos con grandes sonrisas dirigidas a mí.
—¿Cómo... cómo es que...?
Mamá y papá se acercan a mí, riendo.
—Puede que hayamos tenido un poco de ayuda.
Veo a los chicos, que se encogen culpables de hombros.
—No te lo esperabas, ¿a qué sí?
—En lo absoluto, mesero cogote golpeado.
Dicho eso, fui a recibir a mi familia. Mi abuela me llenó de besos el rostro y junto a Miguel me apretujaron en un abrazo de mamá oso. Así fueron todos, unos fuertes, otros suaves, unos duraderos y otros más cortos. También tuve más regalos, ¿Era posible recibir tantos regalos en mi cumpleaños? Nunca lo imaginé.
Por un momento mis ojos se llenaron de lágrimas que limpié rápidamente, estaba muy emocionada, mis cumpleaños siempre eran un desastre que tener al fin uno decente hacía que quisiera llorar de felicidad. Tenía a mi familia y a mis amigos, ¿Qué más podía pedir para una fecha que incluso me llegó a disgustar? Esto era perfecto.
En un momento dado que estuve hablando con mis primos, visualicé una escena que me pareció extraña. Eros estaba hablando con mis padres, papá asentía y mamá solo lo veía con la mayor cara seria de todas. Oh, de ahí salió mi cara seria. Me pregunto qué estarán hablando...
—Hey, ¿Me estás escuchando?
—¿Qué? ¿Eh? —veo a Miguel, que tiene una ceja alzada.
—Me encanta la atención que me pones.
—Perdón, es que... mira —hago un gesto disimulado hacia mis papás, Miguel mira sobre su hombro—. Eso es muy raro.
—¿Ese quién es?
—Es Eros, es... —aclaré mi garganta—, del que te hablé... la última vez...
Tengo su mirada encima en tiempo récord.
—¿Ese es el chico que te gusta?
Mis mejillas se sonrojaron, de todo modos asentí.
—¿Y qué tiene de raro que hable con tus papás?
—Que se ve sospechoso, creo que esta es la primera vez que habla con mamá.
—Y que su cara da miedo, eh —hace una mueca—, a de ser valiente para seguir charlando con ellos viendo esa cara de la tía Dalia.
Quise ir a husmear y averiguar qué hablaban, pero cada vez alguien me interceptaba para charlar, así que mi plan no llegó a concretarse. Decidí no pensar en eso, capaz solo haya sido papá presentándole a Eros a mamá, ellos se llevan bien y ella tenía curiosidad de él.
Una hora más tarde me cantaron el cumpleaños feliz con un bonito pastel hecho por nada más y nada menos que la repostera de la familia, logré evitar de milagro que mis primos me enterraran la cabeza en el pastel.
Estaba hablando con Mónica y sus hermanastros cuando Zharick me pidió charlar un momento, me disculpé con ellos para ir con mi amiga.
—Es hora de irnos.
—¿Disculpa?
¿Cómo que hora de irnos?
—Aún falta una sorpresa.
—¿Qué?
¿Cómo que falta una sorpresa?
—Vamos, Diane, los chicos nos están esperando afuera.
—Pero... pero mis papás, y mis primos... y... y...
—Tus papás ya saben todo, no tienen problema con que pases la noche afuera.
—¿La noche afuera?
¿Qué diantres?
Zharick suspiró, harta de mis preguntas.
—O vienes por las buenas o por las malas.
Parpadeé, analizando su amenaza, viendo qué tanta ventaja tenía. Mi resultado fue que no tendría mucha.
—Vale...
Tomé mi móvil que había dejado en la mesa y salí de casa con Zharick, me sabía mal irme así dejando a mi familia, pero mi curiosidad era más grande.
Otra vez en el coche, Eros me miró por el espejo retrovisor.
—¿Lista para tu última sorpresa?
—Supongo que sí...
Él se rió, encendiendo el motor y saliendo de la calle.
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