19 | La nicna de nueva Andalucía
A ver, a ver, tenemos apetecibles brownies de chocolate. Uh, cupcakes. También trufas y fresas con chocolate. Me alcé sobre las puntas de mis pies para ver más atrás, encontrandome con una bandeja casi llena de alfajores con coco rallado.
Podría probarlos, se ven bastante buenos. No obstante, las galletas craqueladas me llaman. Me llevé una mano al estómago, recordando que ya me había comido muchas.
Solté un resoplido, indecisa en qué comer ahora. Tenía que aprovechar esta cantidad de dulces, no se veía todos los días.
Recorrí una vez la mesa con mis ojos, encontrandome con muchos postres que no me podía decidir por cual comer.
Mejor elijo uno al azar porque si no estaría ahí toda la noche.
«De tin Marín de do pingüe, cúcara mácara títere fue, yo no fui, fue Teté, pégale, pégale que ella fue» canté en mi mente mientras que con mi mano señalaba cada postre. Cuando llegué al final de la canción, mi dedo apuntaba a las trufas, sin embargo, mis ojos veían los cupcakes.
¿Qué más da? Encogí los hombros y agarré un cupcake de chocolate con crema. Sonreí teniéndolo en manos porque se veía muy bueno.
Le quité la envoltura que lo rodeaba por abajo y lo acerqué a mi boca, cuando estuve a punto de darle un gran mordisco para así deleitarme de su buen sabor chocolatoso, escuché que alguien detrás de mí exclamó:
—¡Diane! —agregó una cantada entre la «i» y la «a»
Gruñí alejando el cupcake de mi boca. Todo estaba yendo demasiado bien con mi postre como para ser verdad.
No fue necesario darme la vuelta porque él terminó de acercarse a mí, se apoyó con una mano de la mesa de postres a nuestro lado. Tenía una sonrisa que pretendía ser coqueta y los mechones de pelo cobrizo a los lados de la cara.
—Hola, nena —saludó Koi, agregando un extraño guiño de ojo.
Dejé ir una respiración.
—Hola, Koi —saludé, teniendo que dejar a un lado mi cupcake.
Pero de mí no se va a salvar, que en algún momento lo comeré.
—¿Por qué tan sola, bombón? —dio un paso hacia mí sin perder esa sonrisa estúpida.
Instintivamente di un paso hacia atrás para mantener mi espacio personal, pero antes de que pudiera cumplir esa acción, la mano de Koi me tomó por la muñeca izquierda y me jaló hacia sí, pegandome demasiado a su cuerpo. El chico estaba sudado y emanaba un aroma dulce combinado con alcohol.
Demonios.
—Koi, suéltame, por favor —pedí intentando mantener la calma, también evitando subir la mirada.
Mi noche estaba yendo perfecta, ¿Por qué tenía que pasar esto en el momento que estaba a punto de comerme un cupcake de chocolate?
—Vamos, nena —su lengua se le enredaba al hablar, el aliento también le apestaba a dulce alcohólico. Intenté zafarme de su agarre, se volvió más fuerte. Demonios, demonios—. Sé que dijiste que pasara de ti, pero es que eres tan guapa, Diane. ¿Al menos podrías darme un besito de despedida?
¿Por qué, dioses?
El rostro de Koi bajó para intentar besarme, ¡Besarme! ¿Pero qué diantres con él? ¿En serio no sabía aceptar que una chica de tantas no se moría por él? Volví a intentar zafarme de su agarre, pero volvió a aplicar fuerza, tanta que empezó a lastimarme la muñeca.
—Venga ya, Koi, suéltame. No estoy para estupideces —jalé mi mano, fallando otra vez en liberarme. Medio bebido Koi tenía fuerza.
—Solo un beso y ya, Diane —con su otra mano, me tomó del rostro, obligandome a verlo. Tenía una expresión tonta y el rostro que se acercaba cada vez más al mío estaba sudado.
Uhg, quiero vomitar, quiero alejarme de este idiota.
—Vamos, Koi, por favor —no me hacía caso, seguía ignorando mi petición. Entonces fue que me frustré—. ¡Que me sueltes, idiota!
—Solo uno, nena —su cara se acercaba más, estaba entrando en pánico. No quería besar a ese idiota, me estaba dando repelús.
—¡Déjame!
—¡Eh, imbécil, te a dicho que la soltaras!
Alguien jaló por detrás a Koi, alejándolo de mí de una vez por todas. Eros apareció a mi lado con la mayor expresión de seriedad de todas. Nunca le había visto esa cara.
Koi se acomodó el cuello de la camisa, que había sido por dónde lo había tomado Eros para empujarlo. Noté que algunas personas cerca nos estaban prestando atención. No, no, no, lo que faltaba.
—Esto no es asunto tuyo, Jackson, ve a ser idiota por otro lado.
—Claro que es mi asunto, Koi, Koi —él apretó molesto los labios—. Te atreves a tocarla una vez y te juro que yo...
—¿Qué? —lo interrumpió Koi, abriendo los brazos a cada lado y alzando el mentón para verse más intimidante—. ¿Qué harás? ¿Golpearme con un pincel?
—Ese pincel puede terminar dónde no te brilla el sol, Koi, Koi —Eros lo apuntó amenazante—. Te lo repito, vuelves a tocarla sin su consentimiento y te las verás conmigo.
—¿Y tú por qué con tanta preocupación? ¿Acaso eres su novio?
—¿Y qué si lo fuera? —Eros imitó su acción de abrir los brazos a cada lado y alzar el mentón, en todo momento me dejó detrás de él.
Ambos chicos compartieron miradas que claramente mataban al otro. No pasé por alto que ya la mayor parte de los alumnos tenían su atención puesta en nosotros y en el inicio de pelea que estaban teniendo estos dos.
Eros estuvo a punto de decirle algo de seguro nada amable a Koi, pero puse una de mis manos sobre su brazo y con la otra tomé su puño ya tenso. Él estaba molesto, no quería que esto empeorara más.
—Solo ignóralo, Eros, no lo vale —dije en un murmuro—. Vámonos, por favor.
Me miró un segundo que bastó para que su expresión se relajase, dándose cuenta que esto ya no estaba bien y que yo no quería esto para él. Asintió apretando los labios y envolviendo su mano con la mía.
—Vámonos —me dijo a mí, girandose a ver a Koi—. No voy a perder mi tiempo con un gilipollas como tú, Koi, Koi.
Empezamos a alejarnos de la mesa de postres dónde ya se había hecho un círculo de personas que miraban el intercambio de insultos entre Eros y Koi, solo que no avanzamos lo suficiente como para evitar escuchar el resoplido del cobrizo.
—Sí, adelante, lárgate —dijo lo suficientemente alto como para que lo podamos escuchar—. Ya da igual, tampoco es que Diane vale mucho la pena.
¿Disculpa?
Primero fui yo la que se giró indignada. ¿Que yo no valía la pena? Oh, ¡Pero como haz andando detrás de mí los últimos meses, eh! El segundo en girarse fue Eros, en ese momento me di cuenta de mi error. Yo no debí voltear a ver a Koi porque él haría lo mismo. Ví que su mandíbula estaba tensa y sus ojos grises se habían oscurecido, se soltó del agarre de nuestras manos y avanzó con grandes zancadas hasta Koi.
Eros le dió un puñetazo en la mejilla izquierda al cobrizo que lo mandó directo al suelo.
—Uuuhh... —murmuraron todos los alumnos a nuestros alrededor.
No, demonios, no quería esto. No quería que Eros terminara enzarzado en una pelea por algo que pude resolver sola.
Me quedé congelada en mi lugar con el corazón latiendo asustado en mi garganta, observando como Eros tomaba una vez más del cuello de su camisa a Koi, que tenía un ojo cerrado por el puñetazo que le acaban de dar. La música se había quedado en pausa y en definitiva teníamos la atención de todos.
—Cierra el pico, imbécil, solo cierra el pico antes que te dé otro puñetazo —le amenazó Eros, ayudando a Koi a ponerse de pie de una forma bastante brusca—. Te juro que dices una maldita palabra más yo te...
—¡Bueno, bueno, bueno! —Christopher apareció de la nada en la escena con una enorme sonrisa, chocó ambas palmas de sus manos—. Creo que... nos hemos excedido. Eros, es hora de irnos.
—Diane —di un respingo cuando Zharick puso sus manos sobre mis hombros—. Vamos, es momento de irnos.
Ella me obligó a salir de mi estado de shock y me llevó sin soltarme a la salida del gimnasio. En cada paso miraba sobre mi hombro como Christopher se traía consigo a Eros, calmando a toda la multitud con su sonrisa y pidiéndole al DJ que pusiera nueva música. Más atrás, a Koi le traían una bolsa de hielo para su pómulo amoratado. Hubo un momento dónde su mirada conectó con la mía, un escalofrío me recorrió ante lo seria y fría que se había vuelto.
Ya fuera del gimnasio, volví a caer en el pozo: Eros se había metido en una pelea por mi culpa, aunque no debería sentirme mal, Koi recibió un puñetazo, ¡También por mi culpa! La noche se arruinó también por culpa mía.
—Este desastre lo causé yo —dije en un murmuro, mis pies fueron alentando su paso hasta ya detenerse casi a la salida de la preparatoria.
—¿Qué? ¿Qué cosas dices, Didi? —inquirió Zharick.
Mi mirada estaba fija en el suelo, mis brazos caídos a cada lado.
—La pelea, el que nos estemos yendo, todo es mi culpa.
Los pies de mi mejor amiga aparecieron frente a mí, con delicadeza me levantó el rostro por el mentón.
—No, claro que no es tu culpa. Ese idiota bebido te estaba molestando, así que nada de esto es tu culpa, Diane. ¿Me oíste? Absolutamente nada.
—Pero Eros... —miré sobre mi hombro, encontrandome al recién mencionado a mi lado.
—Chica salsa, no te culpes, ¿vale? —no pasé por alto que se sostenía la mano y que evitaba hacer muecas de dolor.
Tuve otro golpe repentino, aquí estaba yo sintiéndome muy culpable y no me había preocupado por él.
—¿C-cómo estás? ¿Sí estás bien?
—Mejor que nunca —hizo una mueca y sacudió la mano que le dió el puño a Koi—. Ese idiota se merecía un buen golpe.
—Totalmente de acuerdo —dijo Zharick aún a nuestro lado, cruzada de brazos.
Miré la mano de Eros, aunque no se había roto los nudillos porque nada más había sido un golpe, aún así se le habían tornado rojos, como una irritación y capaz se le pongan de un color morado.
—¿Seguro? Tu mano...
—Sí, sí, estoy bien, en serio —murmuró una maldición—, es que yo casi ni doy golpes, no suelo meterme en peleas.
—Ese soy yo —saltó a decir Christopher, mostrando su sonrisa detrás del hombro de Eros, que asintió.
—Pero entonces, ¿P-por qué hiciste eso? Solo... solo debiste dejarlo pasar, ignorarlo. Ahora tienes la mano... —mi voz se fue apagando mientras que el sentimiento de culpabilidad volvía a aparecer en mi pecho.
—¿No fue obvio, Diane? —me miró pareciendo indignado—. No iba a dejar que ese idiota dijera mentiras absurdas, no podía permitirlo —otra mueca de su parte—. Auch, me duele.
—Será mejor salir a tomar aire fresco y buscar en algún lado una compresa de hielo para ti, amigo. Necesitas relajarte.
—Estoy relajado —él miró con el ceño fruncido a su amigo.
Christopher le dió un par de palmaditas al hombro.
—Claro, porque el color rojo que te cargas en el rostro es normal —tenía un punto, Eros tenía las mejillas, nariz y frente rojizas—. Vamos a buscarte hielo para irnos, se está haciendo tarde.
Eros lo miró con el ceño fruncido.
—¿Qué? No digas tonterías.
Christopher le devolvió la mirada confusa.
—¿Cómo que tonterías? ¿Qué dices?
—Digo que tienes que volver allá dentro con tu chica y disfrutar del baile —no pasé por alto que Zharick agachó la mirada con las mejillas rojas y una sonrisita encantada en los labios—, no quiero arruinarles la noche. Diane y yo estaremos por ahí dando una vuelta, aún tenemos... —sacó su móvil y miró la hora—, media hora antes de llevarte a casa.
Christopher se rascó la nunca, indeciso. Sus ojos caramelo pasaron a verme a mí, como para asegurarse de si estaba bien que él volviera al baile con mi amiga.
Asentí en respuesta a su pregunta silenciosa.
—Sí, todo okey, vayan. Pásenla bien.
—Bueno, si pasa algo, lo que sea, una llamada y ahí estamos —Christopher y Eros chocaron los cinco con la mano buena del segundo—. Cuida esa mano, Phineas.
—Claro, Ferb, tendré cuidado —aseguró, empujándolo por el hombro—. Largo, niños, vayan a su baile.
Christopher y Zharick se fueron tomados de las manos de vuelta al gimnasio, dejándonos a solas a Eros y a mí. Giré la cabeza para verlo, que estaba viendo con una sonrisa ladina de lo que parece ser orgullo el camino por el que se habían ido nuestros mejores amigos.
Pasó a verme a mí.
—Venga, sé dónde podemos pasar un rato tranquilo.
Seguí a Eros estando unos pocos pasos detrás de él. Me seguía sintiendo mal por mucho que él negara que Koi se merecía una paliza. Sí, tenía que haber alguien que lo pusiera en su lugar, pero no debía de ser Eros ni tampoco debía de ser en el baile, mucho menos por mi culpa. De cierto modo, sentía que de una manera u otra, nos había arruinado la bonita noche que estábamos teniendo.
Odio mi remordimiento de conciencia, es de los peores.
Eros caminaba con tranquilidad por los pasillos solitarios y semioscuros de la preparatoria sin soltarse la mano, giró a la izquierda en el pasillo donde están los salones de clases extra y cruzó unas puertas dobles.
El camino de mármol pasó a ser un sendero de grava que te llevaba a una casita de tamaño medio hecha completamente de cristal, desde aquí podía ver grandes plantas verdes y rosales creciendo. Estando frente a la puerta, Eros bajó la perilla para abrir.
El invernadero de la preparatoria siempre sería uno de los sitios más bonitos que tendría, estaba repleto de plantas grandes, pequeñas y montones de flores, por las ventanas más arriba de nuestras cabezas que dejaban abiertas todas las noches se colaban algunas luciérnagas que brillaban sobre nosotros por cosa de segundos.
Oí como Eros tomaba una respiración profunda y dejaba caer los hombros.
Miré su mano que evidentemente aún le dolía, torcí los labios insegura. Aún sentía culpa.
—Lo siento —dije en un murmuro, que por el silencio ahí dentro fue bastante claro.
Él se giró a verme con una ceja arqueada.
—¿Cómo por qué lo sientes?
—Por... estropear la noche —suspiré—, todo estaba yendo bien, entonces pasó lo de Koi, pude resolverlo sola, pero me asusté, no quería que ese idiota me tocara, mucho menos que me besara —fingí un espasmo—. Entonces te metiste en una pelea por mi culpa, ahora podríamos estar disfrutando del baile pero estamos aquí, y dejé mi cupcake a medio comer y... —solté todo el aire en mis pulmones y lo recuperé con una respiración profunda—. Lamento arruinar la noche, Eros.
Cuando lo ví, sus ojos grises estaban encima de mí y tenía una sonrisa de lado. No parecía molesto conmigo ni tampoco parecía fingir estar bien. Él de verdad me estaba demostrando que no estaba furioso conmigo por todo el desastre que había ocasionado.
—No tienes nada por lo qué disculparte, Diane, en serio. En todo caso, debería ser yo el que pida disculpas —resopló he hizo una mueca—. El imbécil se merecía su buen golpe, pero no era la manera de resolver la situación. Fui impulsivo y lamento eso, yo... bueno, quería que tuvieras una noche de baile memorable, algo que disfrutaras. Terminé arruinandolo yo con mi impulsividad, así que lo siento.
Si bien el final de la noche no a sido el mejor, todo lo que pasó antes de eso fue espectacular. Los bailes, las charlas, nuestras fotografías, su plan de hacer nuestro baile de graduación memorable había funcionado, porque si quitamos lo que pasó con Koi, el resto será bastante lindo de recordar.
Le regalé una sonrisa a Eros, caminando para estar a su lado y seguir recorriendo el invernadero.
—Creo que los dos lo sentimos —ambos nos reímos—. Y no te preocupes, quitando lo de Koi, el resto de la noche fue totalmente memorable, así que gracias, mesero cogote golpeado.
Eros esbozó una sonrisa que le hizo marcar ambos hoyuelos de las mejillas. Otra vez hizo esa acción de recorrer mi rostro con su mirada.
—No hay de qué, chica salsa —¿Sería muy estúpido decir que el apodo por el que me a llamado tantas veces me hizo sonreír cuál idiota? Sí, sería muy estúpido, pero pasó. Ya mis mejillas dolían de tantas sonrisas, al menos era mejor que el sentimiento de culpa—. ¿Ves? Es sonrisa está bien, te ves más bonita cuando estás sonriendo.
Agaché la mirada, rascando mi mejilla ahora roja. Sentía el calor concentrado en ellas y el revoloteo nervioso en mi estómago. ¿Qué diantres conmigo? ¿En serio me había puesto nerviosa por un halago de Eros?
Tal parece que sí.
Eros despidió una risita dulce que solo hizo a mi estómago cosquillear más nervioso.
—Ven conmigo —me tomó de la mano y me llevó con él por los pasillos del invernadero hasta detenernos ya casi al final frente a una pared cubierta de una planta que reconocí como la nicna de nueva Andalucía.
La luz ligera de la luna que entraba por la paredes de cristal del invernadero daba contra la gran enredadera que cubría toda la pared. Por todos lados tenía flores en forma tubular que terminaba en una amplia corola extendida con cinco pétalos blancos, parecían brillar por el reflejo de la luz.
Eros acercó su mano buena a una y la arrancó con cuidado, la hizo girar entre su pulgar y dedo índice.
Entonces, con un gran cuidado y dulzura, dejó detrás de mí oreja un mechón suelto de mi cabello, después ajustó la flor blanca.
—La luna contigo.
Esbozó una muy dulce sonrisa que era especialmente para mí. Mantenía la mirada puesta en mis ojos y se me hizo bastante difícil desviarlos, por un breve instante, solo me perdí en el bonito gris de sus irises. Me parecían bastante curiosos como se asemejaban bastante al color de la luna de esa noche.
Medio segundo después, el intercambio de miradas se interrumpió porque la flor que había ajustado en mi cabello se resbaló hasta caer al suelo.
Ambos soltamos risas nerviosas, Eros la recogió con rapidez y la sopló para quitarle la tierra de los pétalos.
—Será mejor por aquí —y ahora sí la ajustó mejor un poco más arriba en mi cabello.
Después de eso nos quedamos hablando un rato en la tranquilidad del invernadero, en más de una ocasión me reí al verlo tan emocionado haciendo planes para el verano. Sin embargo, por dentro, chillaba emocionada porque en cada plan me incluía a mí, me prometí hacer todo lo posible por no fallarle.
Ya a diez minutos de casi las once, decidimos irnos. Le envié un mensaje a Zharick para avisarle que me estaba yendo con Eros, su respuesta fue una nota de voz dónde gritaba un «¡Está bien, buenas noches!» sobre la música. En el coche de camino a mi casa, mis párpados empezaban a pesar. El sueño se estaba haciendo paso por mí.
—Hemos llegado —anunció Eros, estacionando su coche frente a mi casa. Parpadeé para espabilar un poco, las luces de la sala estaban encendidas.
Me giré a ver a mi acompañante, apretaba los labios en una sonrisa de lado que le hacía achicar el ojo izquierdo. Me dió la sensación de que no quería despedirse y, en el fondo, yo tampoco quería lo mismo.
—Bueno, es hora de decir adiós —dije, Eros asintió—. Gracias, Eros, por... por todo lo de esta noche. Me la pasé bien gracias a ti.
—Hey, te lo dije, no hay nada que agradecer. La pasamos bien juntos.
—Sí, la pasamos bien juntos —solté el cinturón de seguridad—. ¿Nos vemos pronto?
—Nos vemos pronto, chica salsa.
Hizo algo que me dejó el corazón latiendo como si hubiera corrido una maratón por toda la ciudad.
Eros se acercó lo suficiente a mí como para invadir mi espacio personal, dejé de respirar un momento por la cercanía, juro que me dará un ataque cardíaco en estos momentos. El mesero cogote golpeado acercó su rostro a mi mejilla para dejar un beso que se atrasó lo suficiente para acelerarme la respiración. No solo por la cercanía, o mis nervios repentinos o porque estaba atrasando más de lo debido el contacto, (no lo diré en voz alta, pero lo disfruté mucho) si no porque no era un beso común y corriente en la mejilla, sus labios estaban lo suficientemente cerca de los míos, con un solo movimiento de mi cabeza podría... podría besarlo.
¿Acaso yo quería besar a Eros?
En cuanto se alejó, su sonrisa era bastante alegre. Más que nunca sentía la concentración de la sangre en mi rostro, pude notar que él también se había sonrojado, algo mucho más ligero de lo que tenía yo.
—Eh... —balbuceé en tono agudo—. ¡Buenas noches!
Bajé de su coche a toda prisa y fui hasta la entrada de la casa, no me sentía con el valor suficiente para darme la vuelta y despedirme por última vez. Las palmas de las manos me sudaban como locas, el rostro aún lo sentía bastante caliente, mi corazón latía apresurado y mi pecho subía y bajaba en aceleradas respiraciones.
En serio, ¿Qué demonios pasaba conmigo? Debo dejar de hacer esto.
Antes de entrar a casa, hinché mi pecho para relajarme, destrabé la cerradura con la llave que dejamos papá y yo en la maceta y entré. Fue ahí que escuché el sonido del auto de Eros avanzar. No, no me daría la vuelta.
En la sala encontré a mis padres dormidos, mamá con la cabeza sobre una almohada, que a su voz estaba apoyada del regazo de papá y él usando su puño como soporte. Baloo estaba a sus pies, más despiertos que ellos.
Vino hacia mí jadeando y meneando su colita.
—Hola, amigo —saludé en un susurro, acariciando detrás de sus orejas. Miré a mis padres aún dormidos—. Y yo preocupada por un regaño.
Fui a la cocina por un vaso de agua para así asegurarme que ya no estaba tan alterada sin razón. Volví a la sala a despertar a mamá y papá con cuidado.
—Hey, despierten —sacudí el hombro de papá y el de mamá. Empezaron a abrir los ojos con lentitud, mamá se levantó soltando un bostezo.
—Oh, Diane, ya llegaste —notó ella, estirando los brazos.
—Sí, hace ya un rato. Ustedes estaban muy dormidos.
Ambos se rieron.
—Estamos agotados, cielo —dijo papá—. Ya somos viejos.
—Débiles —oímos decir detrás de nosotros, los tres vimos a la abuela ir de la cocina a su habitación con un trozo del pastel que sobró ayer en manos, iba en su bata para dormir—. Vayan a dormir, los ancianos están que caen.
—Mamá, no deberías estar comiendo azúcar a esta hora.
—Tú no me digas que hacer, yo soy tu madre, ve a dormir.
Papá resopló con diversión.
—Sí, señora —accedió para seguirle la broma.
Luego de despedirme de mi abuela con un abrazo y una promesa de que le contaría todo lo de esta noche por la mañana, me fui con mis padres al piso de arriba. Ambos dejaron besos sobre la coronilla de mi cabeza antes de irse a su habitación. Debían de estar lo bastante dormidos como para no preguntar por la flor.
En mi habitación me cambié por mi pijama más cómoda, deshice el peinado que me habían hecho y dejé la flor en un florero vacío que tenía en mi mesita de noche, fui con rapidez al baño a echarle agua para que mi flor no se marchite, también a desmaquillarme.
Echada en mi cama, con Baloo a mis pies, me pasé un buen rato solo viendo el techo con una sonrisa idiota en los labios. Solté un suspiro y me acomodé para dormir al fin.
Mi cerebro hizo recuento de todo lo de esta noche, las risas y buenos momentos, los bailes, cada instante de este día lo recordaría con mucho cariño.
Y es que Eros no solo se había encargado que la noche fuera memorable y divertida, sino también que fuera mágica y especial.
———————————
Nota de las autoras:
Y hemos vuelto con nuestras notitaaaas.
No se crean, de nosotras no se liberan tan fácilmente.
No puede ser que ya hayamos llegado al capítulo diecinueve, ¡Si apenas hace poco estábamos publicando la historia! Que rápido a pasado el tiempo.
Ahora, queremos leer sus opiniones. Ese baile se trajo muchas canciones y cosas interesantes. Koi, Koi, definitivamente eres un idiota. Eros, a ti te amamos.
Diane, oh, Diane, algo está cambiando. Esa química que hay entre esos dos es muy palpable al igual de las cosas locas que pasan con Didi.
Se nos viene el verano en Una Noche Sin Luna y aunque para nosotros ya esté terminando, siempre es bueno leer de una de las estaciones del año mas cool, aunque no lo está tanto por este calor feo.
Cuiden el planeta, gente, esto se debe a nosotros mismos y nuestra contaminación.
Pero no estamos para hablar de eso, se vienen cosillas para Eros y Didi que esperamos les guste.
Por ahora nos retiramos, mientras esperan actualizaciones de estos dos, pueden pasarse por nuestra perfiles a leerse nuestras historias concluidas.
¡adiós!
Besos y abrazos en la cola con cupcakes de chocolate, madrazo a Koi y flores de luna
~Jai
MJ.
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