16 | Felicitenme, que me he graduado de la prepa
Alguna vez leí por ahí que el tiempo es una cosa efímera, que se te va de entre los dedos como la arena, se esfuma en el aire y cuando menos lo esperamos, nos quedamos sin él.
Mucha gente está de acuerdo con eso, tiene lógica, ¿No?
Pero ¿Qué pienso yo al respecto?
Pienso que el tiempo es eso: tiempo. Segundos en los que pensamos, lloramos, reímos, sufrimos o disfrutamos. Minutos en los que apreciamos el simple arte de estar vivo. Horas en las que nos pasamos haciendo lo que más nos gusta. Días que disfrutamos. Meses en los que pueden pasar tantas cosas. Años en los que se suma todo y, al final, sigue siendo eso: tiempo, cantidades de números que hacen cambiar el mundo.
Son los verdaderos números que dan los cambios, a mi parecer.
Y sí, es efímero, pero nosotros mismos somos lo que podemos darle un cambio a ese instante. Puede ser un buen recuerdo, puede ser uno malo, o simplemente puede ser el momento dónde te quedaste viendo una mariposa y se te pasó el autobús que te llevaría al trabajo.
Depende, todo depende de cómo hagamos y veamos las cosas.
Volviendo a la realidad, soy incapaz de apartar la mirada del reloj sobre el pizarrón mientras escucho las palabras del director a través del parlante en el salón.
Solo diez minutos.
—... no todo siempre será color de rosa —prosiguió diciendo el director—, pasarán por momentos difíciles, momentos de dudas dónde se cuestionarán que si está bien lo que hacen. Solo les digo, alumnos, mientras que sea su verdadera pasión, el verdadero motivo de su vida, deberían pedirle perdón a su talento por todas las veces que dudaron de él, ya sea ahora o en un futuro.
»Luchen por sus sueños, den pelea por ellos, porque a veces, los únicos realistas son los soñadores —sonreí ante la cita de la frase de Paul Wellstone.
Solo siete minutos.
Observo a mis demás compañeros, todos con los ojos en el reloj, tan ansiosos de que suene la última campana. Después veo a mi mejor amiga a mi lado, igual que los demás. Me río por lo bajo cuando veo el ramillete de flores que lleva en la muñeca desde esta mañana. Cómo dije, la iba a invitar al baile con un ramillete para que no diga que no soy romántica.
¿Aceptó? No, no lo hizo porque alguien más ya la había invitado. ¿Quién?
Así es, Christopher.
En un inicio me indignó ya que habíamos quedado desde hace mucho tiempo que iríamos juntas, pero después que ví más allá de mi indignación, la sonrisa emocionada de mi amiga por esa invitación era bastante bonita, así que lo dejé pasar. Se le veía bastante feliz a Zharick por la cita, (ella usó esa palabra) con Christopher, que solo no pude molestarme.
Así que me había quedado sin cita para el baile.
—... la vida nos golpea a todos, nos hiere, nos empuja, nos tumba, pero también nos enseña, nos corrige y nos premia —faltan solo cinco minutos, soy toda nervios—, deben descubrir su fuerza para soportar los golpes, aprender la manera de curar sus heridas y saber levantarse después de haberlos empujado, pero sobretodo: aprender la lección, entender el cambio y disfrutar el premio.
Me limpio las palmas de las manos contra mi pantalón. Faltan tres minutos para que la última campana, nuestra última campana de todo este largo ciclo escolar suene.
Este momento me pone nerviosa, este día en general he estado bastante nerviosa. El acto de grado sería más tarde y es algo tan... sorprendente, sería el verdadero final de este largo camino. Tantas clases de matemática, más de mil exámenes en toda mi vida. Me ponía emotiva porque, aún así, extrañaría esto. A mis compañeros, la rutina de venir a clases, las charlas en el salón antes de que llegaran los maestros, las bromas a la hora del almuerzo, incluso algo tan simple como buscar mis libros en mi casillero.
Lo echaría de menos, pero esta es la primera meta de una larga lista, y estaba dispuesta a cumplirla. Además, me graduaré con honores más tarde, tampoco es como que pudiera evitarlo.
Tampoco pretendía evitarlo.
—Para finalizar —tan solo un minuto—, si tienen un sueño y creen en él, corran el riesgo de hacerlo realidad —al director le encanta citar frases, ¿Cómo se acordará de ellas en el momento justo? Cuando quiero citar a alguien siempre las olvido.
Quince segundos...
—Felicidades, alumnos. Éxitos en sus futuros.
—¡Diez! —coreamos todos—. ¡Nueve! ¡Ocho! ¡Siete! ¡Seis! ¡Cinco! —mi corazón se aceleró y mis labios sonrieron—. ¡Cuatro! ¡Tres! —que nervios, que nervios—. ¡Dos! ¡Uno!
La campana resonó por todos lados.
Todos salimos del salón hacia el ya abarrotado pasillo, hay bolas y aviones de papel volando sobre la marea estudiantil. Incluso vi un zapato pasar por encima de mi cabeza. Algunos estudiantes de la otra sección de último año van lanzando chorros de agua con las pistolas plásticas que tenían en manos.
Eros era uno de esos.
Iba mojando a literalmente todo el mundo con la sonrisa más grande de todas, se volvió contagiosa. Christopher nos pasó corriendo por el lado en dirección hacia su mejor amigo, claro que también iba con un pistola de agua, juntos empezaron a seguir mojando a la gente. Nadie se quejaba, todos ahí desbordabamos alegría porque era el inicio del verano y nos habíamos graduado.
Zharick y yo salimos como pudimos de la marea escolar no tan ilesas como nos hubiera gustado. No solo habían pistolas de agua, también habían otras pistolas de agua, pero de pintura. Ahora ambas teníamos manchas de agua de pintura por la ropa y la cara.
—Bueno, es el último día, lo dejo pasar por eso —mi mejor amiga se encogió de hombros, limpiandose la mejilla con el dorso de la mano.
Venimos a parar en el pasillo de los casilleros, dónde habían alumnos sacando sus últimas cosas de sus taquillas. Mi mejor amiga se les unió.
—Mi casillero, mi más fiel acompañante desde nuestra entrada a la secundaria —acaricio con nostalgia la puerta antes de abrirla—. ¿Quién será el próximo en utilizarte?
—¿En serio le estás hablando a un objeto inanimado?
—Oye, que voy a extrañar venir a retirar mis libros, así que déjame tranquila.
Alcé ambas manos en son de paz y me reí.
—Vale, vale —empezó a guardar en su mochila las pocas libretas que tenía ahí dentro. Me volví a fijar en el ramillete en su muñeca—. Aceptaste mi ramillete pero no mi invitación, ¿Cómo lo ves? —le di una mirada divertida.
Zharick se rió.
—Está bonito, y es un regalo tuyo, me gustan tus regalos —guardó un par de lapiceras—, con respecto a la invitación... —me miró con una sonrisa exageradamente forzada—. ¿Perdón?
—Está bien, sé que te morías por una verdadera cita con Christopher.
—¡Claro que no! —exclamó, ofendida. Yo arqueé una ceja en plan «Amiga, por favor»—. Vale, quizá un poco sí, pero no es que me moría por eso.
No cambié mi cara, lo que la hizo suspirar sabiendo que yo tenía razón. Por favor, la conozco mejor que nadie, ¿Cómo va a venir a echarme tan mala mentira?
—En fin, no hablemos de eso. ¿Con quién irás tú?
—Sola, haré de chaperona tuya y de Christopher para que no se pierdan a hacer sus guarradas.
Zharick cerró su casillero con un sonido estruendoso, mirándome con la mejillas del color de su pelo.
—¡Diane!
—¿Qué? Si ya lo han hecho.
Sus mejillas se volvieron más rojas. Que fácil es molestarla.
—No hablemos de eso, ¿Vale? Aún me sabe mal.
—Muy bien, nada del tema de tus guarradas con Christopher.
—¡¡Diane!! —chilló, dando un pisotón.
No pude evitar reírme, ¡Es que molestarla es una cosa tan fácil y divertida!
—Está bien, dejo el tema. Respondiendo en serio tu pregunta... —encogí los hombros—, voy a ir sola, ¿Qué más da? Comeré canapés, tomaré ponche, quizá baile, no lo sé, me las arreglaré en el baile.
—Aún puedes invitar a alguien, el baile no es hasta pasado mañana —se apoyó de su brazo en las taquillas.
—Ya todos deben de tener una cita a estas alturas.
—Tienes razón... —torció los labios, pensando—. Oh, ¿Y por qué no invitas a Eros?
De inmediato, me erguí como si me hubieran dado un toque eléctrico en la base de la espalda. Llevé nerviosa un mechón de mi cabello tras la oreja.
—¿A Eros? ¿P-por qué a Eros?
Fue su turno de arquear una ceja, me veía confundida y sin entender un pepino mi reciente nerviosismo.
Y es que, la verdad, yo tampoco lo entendía.
—¿Qué a pasado contigo y con Eros?
—¡Nada, lo juro! —bueno, el tono que usé pudo contradecir mis palabras.
¡Y es que en serio, nada había pasado! Seguimos teniendo nuestros encuentros casuales en los pasillos y nos íbamos a casa juntos como se nos había hecho costumbre. En el último tiempo, nos hemos hecho buenos amigos, la cosa del repentino nerviosismo ni yo lo entendía, desde lo que pasó en su coche después de la feria me pasaba esto. Era un sentimiento nervioso momentáneo ya que siempre se me terminaba pasando, pero seguía sin darle una respuesta lógica.
—Tu tono dice lo contrario —refutó ella, cruzando los brazos sobre su pecho y apoyando su peso sobre una pierna—. Dime la verdad.
—En serio, esa es la verdad, solo somos amigos.
—¿Y por qué te pusiste nerviosa cuando mencioné su nombre?
—¡No lo sé! —exclamé, abriendo ambos brazos a mis costados como para recalcar ese hecho—. Es algo tonto, no le doy cuerda al asunto. Y prefiero no hacerlo ahora.
Mi mejor amiga me seguía viendo con desconfianza, me gustaría darle una respuesta lógica, pero ni siquiera yo la tenía. La respuesta más cercana que tenía es que la amistad que tenemos él y yo se vuelva rara por lo que hablamos en su coche.
—Bueno... —contestó alargando la palabra—. Volviendo al tema, deberías invitarlo, son amigos, la pasarían bien.
Sí, eso no lo niego. Lo pasaríamos bien los dos juntos en el baile, la cosa es que no sabía si él ya tenia pareja con quien ir.
—¿Y sí ya tiene una cita?
—Bueno, podrías ir y...
Lo que estaba diciendo Zharick se interrumpió cuando solté un grito asustada porque me habían alzado de la cintura por atrás, mi captor dió brincos aún sujetándome, lo que hizo que me mareara un poco.
Escuché la risa de mi mejor amiga, ¡Estaba presenciando esto y no me ayudaba!
—¡Z-zharick! —dije como pude, intentando no morderme la lengua.
Mi mejor amiga no tuvo que hacer nada ya que mi captor me bajó.
Me giré a verlo con el ceño fruncido.
Él, en cambio, tenía una enorme sonrisa.
—¡No hagas eso otra vez, Eros! —le reclamé.
—Solo fue un abracito, ¡Era inevitable! —lo seguí viendo mal, su sonrisa no desapareció—. ¡Venga ya, Diane, cambia esa cara! —con sus pulgares, alzó las comisuras de mi boca hacia arriba, obligandome a sonreír—. ¿Ves? Así está mejor.
Le di manotazos para que quitara sus manos de mi rostro, no sabía dónde habían estado.
—No te amargues, ¡Es nuestro último día! ¡Nuestra graduación! No es día para que andes con tu carota.
Tenía un punto, así que solté un suspiro y ya dejé ir la molestia. Era tonto, Eros es así de afectivo.
Volví a mirar a mi mejor amiga, Zharick estaba sonriendo de labios cerrados y ese atisbo malvado en su rostro me avisó que algo se avecinaba.
Ay, no.
—Oye, Eros... —él la miró—, ¿Tienes una cita para el baile el viernes?
Su ceño se frunció, Zharick seguía sonriendo casual y yo... yo quería enterrar mi cabeza cuál avestruz.
—Eh... —se rascó la mejilla, dudando—, la verdad es que no.
Me asustó como la sonrisa de Zharick se amplió.
—¡Perfecto! —meneé la cabeza en un claro gesto para que no dijera nada estúpido, no me hizo caso—: Diane tiene algo que decirte, los esperaré en el estacionamiento, ¡Adiós!
La muy desgraciada se fue entre brincos alegres hacia la salida.
Es que la voy a matar, ¡Le retorceré el pescuezo y torturaré hasta que...
—¿Diane?
Dejé la amenazas hacia mi mejor amiga a un lado para mirar a Eros, me veía expectante. Solté un suspiro.
—Es que, verás, no tengo cita para el baile del viernes, como ya sabrás, Zharick irá con Christopher y se supone que yo iría con ella, pero ahora...
—No tienes cita.
—Exacto, entonces, me preguntaba si...
—¡Claro, Diane! —exclamó, interrumpiendome.
Parpadeé.
—¿E-en serio?
—Claro, será fácil conseguir a alguien que quiera ir contigo. Es decir, eres bastante guapa.
Espera, ¿Qué?
¿Eros creía que le estaba pidiendo ayuda para conseguir una cita? Venga ya, hombre.
Espera otra vez, ¿Eros me acaba de llamar «guapa»? ¿«bastante guapa»?
No, no es momento para eso.
—Dioses, en serio debo llevarte a hacer un examen.
—¿Eh? —arrugó la nariz.
—No quiero que me ayudes a conseguir una cita, Eros, quería saber... si, bueno, querías ir conmigo.
Se me quedó viendo unos segundos que me parecieron eternos, no pude sostener tanto tiempo su mirada, por lo que la bajé a mis pies, nerviosa de una respuesta. Era mi única opción de compañía, podría ir sola, pero no sería lo mismo.
Entonces, su corta y suave risa llegó a mis oídos, haciéndome levantar la mirada. Se estaba pasando las manos por el pelo.
—Ya, comprendo, mi cerebro lo procesó mal, recuerda, no solo soy guay, también estúpido —nos reímos—. Con lo del baile, claro, será genial ir con una amiga, más si eres tú. Me gusta pasar el rato contigo.
—Lo sé, ¿A qué soy increíble? —presumí, empezando a caminar hacia la salida.
Eros me dió un empujoncito a la cintura.
—Los comentarios arrogantes son lo mío, chica salsa.
—Pueden ser lo mío también, podemos compartir.
Me dió una mirada rápida de ojos entrecerrados, luego, sus labios formaron una pequeña sonrisa ladina.
—Claro, compartir contigo no está mal.
-
En la salida nos encontramos a nuestros mejores amigos hablando entre ellos apoyados del coche de Eros, en cuanto Zharick me vio, en su mirada se plasmó la pregunta de:
«¿Le dijiste?» a la cual asentí. «¿Qué te dijo?» formuló otra pregunta silencios, una que respondí con un pulgar arriba discreto. Ella sonrió.
Eros nos dió el aventón a casa a todos, fuimos hablando del baile, lo que usaríamos, lo que haríamos y también incluso hicimos algunos planes para pasar algunos días juntos en el verano, me agradó tanto la idea que prometí hacer todo lo posible para poder ir.
El primero en dejar fue a Christopher, se despidió de Eros con un choca los cinco, de mí con una sonrisa corta y de Zharick con algo extraño, intentó ser un abrazo, a último minuto se arrepintió, después quiso hacer un saludo formal, pero se dió cuenta que no tenían cincuenta años, al final, le dejó un rápido beso en la mejilla que dejó con una sonrisa estúpida a mi mejor amiga en todo el camino a casa.
—¿Qué dices de esa sonrisa, señorita Diane? —me preguntó Eros, arqueando una ceja hacia mí.
—Que es una clara sonrisa de enamorada, señorito Eros.
—Oigan, yo no...
—Oh, papapa —intervino él—, no intentes negarlo. Ella te conoce —me señaló, luego apuntó a su pecho—, yo conozco al rubio que se bajó hace rato.
—Y ambos somos los solteros chismosos que les gusta cotillear en la vida de sus amigos —agregué.
—Exacto. Ustedes se gustan, tú le gustas mucho a Christopher, Zharick. Créeme, lo puedo notar.
Y esa simple afirmación la dejó tan feliz cuál niña de cinco años con un algodón de azúcar.
Dejamos a mi mejor amiga en su casa y Eros emprendió camino a la mía. El trayecto se nos hizo más corto de lo normal.
—Entonces, el viernes, ¿Te paso a recoger a las siete?
—Claro, me avisas en cuanto estés aquí —me saqué el cinturón de seguridad y abrí la puerta, cuando tenía un pie afuera, Eros me llamó—: ¿Qué pasa?
—Ehm, bueno... —se rascó el cabello, dudoso. Mi curiosidad empezó a picar—. Solo... toma.
Del compartimento del tablero sacó una cajita mediana transparente, adentro pude ver un ramillete como el que yo le había dado a Zharick, las flores eran de tonos morados claros y blanco.
—Yo... vaya. Gracias, Eros —dije, tomando la cajita en manos.
—No hay de qué, lo había comprado para ti.
Alcé ambas cejas.
—¿Para mí?
Asintió.
—Supe que ya no tenías acompañante para el baile, entonces me dije «¿Por qué no la invito? Así ninguno va solo» pero con la emoción de hoy se me había olvidado preguntartelo.
No me sorprendió, constantemente él está olvidando las cosas que tengo que estar yo ahí para recordarselas.
—Entonces, lo que dijiste de que me ibas a ayudar a conseguir una cita, ¿Fue una broma?
—Oh, no, eso sí lo pensé —meneé la cabeza—, sabes cómo soy, no me juzgues.
—Eh, no lo hago —alcé ambas manos, después le sonreí, sincera—. Gracias otra vez, Eros.
—No hay de qué, nos vemos el viernes, ¿Va?
—Va, nos vemos el viernes.
Y antes de bajar de su coche, tomé el valor para estirarme sobre la palanca de velocidades y dejar un rápido beso sobre su mejilla que lo dejó descolocado. Antes de que pudiera decir algo, salí del auto y fui hasta mi casa sin girar hacia atrás.
Tomé valor para esos cortos segundos, de resto, mi valentía dijo: «¡Nos vemos quién sabe cuándo!»
En casa, como siempre, me recibió mi peludo mejor amigo y su cola incapaz de dejar de moverse. Daba pinta de un limpiador de polvo.
—Hola, amigo, hola.
Caminé con Baloo hacia la sala, dónde dejé mis cosas sobre la mesa para poder cargarlo, no dudó en empezar a lamerme las mejillas, como si él supiera que hoy es un gran día y me estuviera felicitando.
—Gracias, Baloo —dije, volviendo a acariciar su cabeza antes de bajarlo. Miré hacia la sala—. Ah, hola, abuela —recogí mi mochila para subir a mi habitación, solo que me quedé congelada a mitad de camino. Espera—. ¡Abuela!
Fui hasta ella, que estaba muy relajada leyendo una revista en el sofá, soltó una gran carcajada y me recibió con los brazos abiertos, dandome un fuerte abrazo y un beso en la cabeza.
Desde la navidad del año pasado que no veía a mi abuela, al menos en persona, y la había extrañado muchísimo. Amaba a esa señora, es la mejor abuela de todas.
—Hola, cielo. Hasta que te das cuenta que estoy aquí.
Me reí alejándome, sus ojos iguales a los de papá y los míos me observan con un regaño divertido.
—Perdón, es que no te había visto.
—Eres igual de distraída que Louis, no me sorprende porque tu madre se la vive quejando.
Otra vez, me reí. Papá lo dijo, soy una copia casi exacta suya.
—¿Cuándo llegaste? ¿Y dónde están mis papás? —pregunté, viendo con el ceño fruncido la sala. No estaban por ahí.
—Salieron a comprarte una sorpresa —mi mirada se iluminó, ¡Amo las sorpresas! Pero mi abuela hizo el gesto de cerrarse la boca como cierre—. Perdón, lo sabrás cuando lleguen.
Dejé caer los hombros. Ahora solo me queda esperar.
—¿Y cuándo fue que llegaste? ¡Me hubieras dicho que venías!
—Era otra sorpresa, cielo. Quería estar presente en tu graduación —acarició mi mejilla con su mano—. No me he perdido ninguna graduación de mis nietos, mucho menos pienso perderme la tuya.
—Porque soy tu favorita —sonreí como niña chiquita. Todos sabemos eso, soy la favorita, mis primos tienen que lidiar con ello.
—Claro que sí, cielo —rió mi abuela.
En serio, en serio me alegra que esté aquí.
—¿Te vas a quedar aquí? Dime que sí, por favor.
—Bueno, Arabela insistió en pagar un hotel —fruncí el ceño, que tonto—. Diego quería que fuera a Boston, Louis me dió a elegir.
—¿Entonces...?
—Claro que me quedo aquí, Didi.
—¡Yei! —alcé ambos brazos hacia arriba, ella se rió—, podrás estar aquí para irnos todos a la graduación, ¡Y también para mañana!
¿Qué había mañana? Mis padres habían decidido hacer una reunión familiar para celebrar el que me había graduado, es una tradición en la familia. Estarán mi tía Arabela y sus tres hijos, el tío Diego y mis primos, además de que también invitamos a sus hermanastros, me cayeron bien el año pasado y sería cool volver a verlos.
—¿Crees que Mónica traiga al desconocido?
—No lo sabemos, Didi, conoces a tu prima.
«El desconocido» es como le decimos al novio de Mónica, el año pasado pudimos haberlo conocido, pero mi prima dijo que estaba con su familia y más palabrería tonta. El tío Diego dice que lo conocemos desde hace tiempo, ya que resulta ser un viejo amigo de la infancia de mis primos y que en las reuniones sus padres siempre eran invitados por ser buenos amigos de los papás de Mónica y Miguel.
¿Lo recuerdo? Obviamente no, yo habría tenido como cuatro años, apenas recuerdo lo que cené ayer.
El caso es que aquí esperamos que venga porque se a hecho un gran misterio, además, queremos conocer al sujeto que se puso de novio con esa antipática, ¡Perdón! La quiero mucho, pero esa es una gran palabra para describirla.
Mi abuela y yo hablamos poco del tema porque después lo cambiamos a mi acto de grado más tarde y también del baile. Le mostré el vestido que llevaría y lo aprobó al cien por ciento, también me molestó un poco cuando le hablé de mi acompañante. Cuando se lo propone, la abuela puede volverse una cotilla.
Bajamos otra vez a la sala cuando escuchamos llegar a mis padres, estando abajo, ambos me dieron fuertes, pero muy fuertes abrazos y me llenaron de besos como cuando era un niña. Mamá tenía una enorme sonrisa de orgullo al igual que papá.
—¡Mi niña se va a graduar! —exclamó con alegría mi mamá, rodeandome con sus brazos otra vez—. Estoy muy orgullosa de ti, Didi, siempre lo estaré —y dió una suave caricia maternal a mi mejilla antes de dejar un mechón de mi cabello tras mi oreja.
Se sentía bien recibir ese cariño, me gustaba, así que aprecié bien el momento y lo guardé en el mejor lugar de mis memorias.
Mi sorpresa resultó ser un gran pastel de chocolate en el que ponía: «¡Felicidades, Didi!» en conjunto con algunos cupcakes y galletas. Mamá me dejó cortar mi pedazo, y claro que aproveché eso para que fuera el más grande.
Le sonreí a dientes completos y me senté en mi lugar en la mesa a degustar mi trozo de pastel. ¡Estaba buenísimo!
—El mejor pastel para la mejor alumna —dijo papá, dejando un beso sobre mi cabeza para después sentarse en su lugar de siempre.
Ahí, estando con mis padres y mi abuela comiendo el mejor pastel de chocolate, me la pasé mejor que nunca. Me gustan este tipo de momentos sencillos con mi familia en el que puedo reír por anécdotas, comer algún postre y pasarla bien.
-
Observo con admiración al director, que está sobre la tarima dando nuevas palabras de apoyo. En serio, ¿Cómo alguien puede tener la inspiración suficiente para decir ese tipo de cosas? Quizá sea la experiencia, o también que prepara todo un discurso antes de cada acto de grado.
Cuando termina de hablar, hay aplausos de todo el mundo. El campo de fútbol estaba casi tan lleno como el día de la feria. Uno a uno, por orden alfabético, empezaron a llamar a cada estudiante. Todos mis compañeros mostraban su mejor sonrisa de emoción, algunos incluso festejaron sobre la tarima sin vergüenza alguna.
Uno de esos que no tuvo vergüenza de festejar, ¡Y de incluso hacer un baile de felicidad! Fue Eros, causó algunas risas en el público por su osadía y falta de vergüenza, también, entre la gente, escuché un fuerte grito de:
—¡¡Eso, Eroscito!! —me cubrí la boca con la mano para evitar dejar ir la sonora carcajada. Hay más risas de la gente—. ¡¡Ese es mi hermano, uuuuhh!!
Eso último me hizo girar la cabeza para ver dónde estaba la persona que había gritado, el hermano de Eros estaba ahí. Volví la vista al escenario sin haberlo encontrado, el mesero cogote golpeado dirigía una mirada amenazante a una zona del público.
Bueno, supongo que estamos a mano ahora.
Así siguieron los llamados y los festejos de los graduado. Para cuándo fue mi turno de subir al escenario por mi diploma, me sorprendí cuando hubo más vitores del que hubiera esperado. Sí, hay aplausos para cada alumno, pero en gran mayoría son sosos, los que recibí tuvieron un poco más de ánimo.
—¡¡Esa es mi mejor amiga!! —escuché la exclamación de Zharick.
—¡¡Chica salsa, chica salsa, chica salsa!! —coreó Eros.
—¡Eso, Diane! —vitoreó Tobías, en cuanto lo miré, me lanzó un exagerado beso.
Le di un apretón de manos al director y a los maestros que lo acompañaban, todos me felicitaron por ser la mejor alumna. De última, la profesora Kalua me dió un corto abrazo.
Me giré hacia el público de alumnos y acompañantes y alcé mi diploma, mi familia más atrás aulló emocionada.
Un rato después, cuando fueron por la letra W, grité hasta que mi garganta ardió al ver subir a mi mejor amiga. Zharick estaba guapísima aún cuando lleva su hiyab puesto, me había comentado que lo usaría para este momento para que los idiotas que la molestaron en todo este tiempo recuerden que ni con sus peores comentarios, la harían avergonzarse de sus raíces ni de su fe.
—¡¡Esa es mi increíble mejor amiga, uuuuhhh!! —grité poniendo mis manos alrededor de mi boca para hacer eco.
—¡¡Eres la mejor, Zharick!! —le oí exclamar a Eros.
—¡¡Esa es mi chica!! —siguió Christopher, y creo que no fui la única que notó la sonrisa de ella.
Para cuándo todos tuvimos nuestros diplomas en mano, el director nos pidió ponernos de pie. Tenía una sonrisa que nunca antes nadie le había visto.
—Por último, pero no menos importante, ¡Felicidades, graduados de la preparatoria Grapevine!
Hay una lluvia de confeti con los colores de la preparatoria y todos lanzamos nuestros birretes al aire. Recibo abrazos de todo, pero de todo el mundo. Mi mejor amiga vino corriendo hasta mí y se lanzó a mis brazos.
—¡¡Que nos hemos graduado!! —chilló totalmente exaltada.
—¡¡Lo hicimos!!
En medio de nuestro abrazo, otros dos más se sumaron, así que terminamos siendo un sándwich de cuatro graduados. Al alejarnos, Christopher y Eros parecen tan emocionados como nosotras.
—¡Esto es tan jodidamente increíble! —chilló el chico de ojos grises.
—¡Más que increíble, idiota! —refutó Christopher, incapaz de dejar de sonreír.
Eros me miró y agrandó más su sonrisa, abriendo los brazos a cada lado en un claro gesto de que me pedía un abrazo. Imité su acción, así él me rodeó y alzó del suelo como cada vez que me abraza. Me movió de cada lado sin minimizar la fuerza de la muestra de afecto. Hasta que en un punto, se quedó bastante tranquilo y apoyó su mejilla de mi hombro.
—Felicidades, chica salsa —murmuró, alejándose un poco para verme. Sus bonitos ojos grises tenían algo parecido al orgullo en ellos.
Le sonreí.
—Felicidades también, mesero cogote golpeado.
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