04 | Sí, no soy la «gran» Diane Reynolds
Tomo la segunda taza de harina del paquete y la vierto en el boul donde reposan todos los ingredientes secos.
—Dos tazas, ¿No? —cuestiono en voz alta para que pueda escucharme.
—Sí, dos tazas exactas —responde—. Ahora mezcla los secos con leche, cuando estén integrados y no tenga grumos, le agregas dos huevos.
—Vale, vale.
Hago caso a sus indicaciones y voy vertiendo la leche sobre los ingredientes secos sin dejar de mezclar. Ella, mientras tanto, habla con alguien de su lado, una voz que no reconozco pero sé que no es la de su hermano.
Me toma alrededor de casi diez minutos lograr que todos los ingredientes de la mezcla se integren y no queden grumos, unos cinco minutos después ya está lista.
—¡Listo! —grito para que me escuche.
—No había necesidad de gritar, Diane —me regaña y yo me río—. Vierte la mezcla en una taza y llévala al microondas diez minutos exactos.
Sigo sus nuevas órdenes al pie de la letra, después de todo, ella es la experta en repostería. Tomo la taza que antes ya le había cubierto de mantequilla y harina para que mi postre no se pegara y la vertí toda, dando unos golpecitos contra la mesada para que se alineara. Luego en el microondas pongo el tiempo límite y meto la taza adentro.
Cuándo termino de secarme las manos con un trapo tomo mi móvil que lleva desde hace un largo rato en el extremo de la mesada. La llamada ya iba en su minuto treinta.
—Gracias por la ayuda, también por la paciencia de estar con el móvil media hora.
Escucho su risa al otro lado de la línea.
—Tranquila, Didi, cuando esté listo mándame foto a ver qué tal te quedó.
—Y será juzgado a base de imagen por la experta en repostería Mónica Reynolds.
Otra vez, mi prima se ríe.
—No lo negaré.
Del otro lado se oye ajetreo y más voces que desconozco.
—A sido divertido ayudarte, Diane, pero tengo que irme. Estamos ocupados por aquí.
—¿Tú y Miguel? —me aventuré.
—Mi novio y yo —me corrige. Todavía me cuesta procesar que mi prima la apática tiene novio—. Estarás recibiendo una sorpresa de mi parte.
—Uh, ¿Qué es?
—¿Qué parte de «sorpresa» no entendiste, Diane?
—Ah, vale —me reí—. Bueno, la esperaré. Ve a hacer tus cosas, yo estaré atenta al postre.
—¡No lo dejes quemar! ¡Adiós! —es lo último que dice antes de colgar.
Dejé mi móvil otra vez sobre la mesada sin tener mucho qué hacer con él. Miro a Baloo, que tiene la cabeza sobre las patas delanteras, cuando se da cuenta que lo estoy mirando, alza y ladea la cabeza curioso. Sus ojos de dos colores distintos me miran atento.
—¿Quieres comer? —le pregunto, él ladra en respuesta—. Sí, sí quieres comer.
Busco entre los gabinetes de la sala su caja de croquetas favorita. La encuentro en la repisa más alta, lo que significa que tengo que montarme sobre la mesada para poder alcanzarla.
En cuanto la tengo en manos, bajo de un salto que hizo a Baloo ladrar.
Mi estatura no es baja, bueno, no tanto. Si me ponen al lado de Zharick, claro que ella es unos diez centímetros más alta que yo. Si me ponen al lado de mamá, es unos cinco. Si es al lado de Mónica... le gano por dos miserables centímetros.
Debería corregirme: mi estatura sí es baja.
Abro la caja de croquetas y las dejo caer en la taza de Baloo, que comienza a comer de ellas con emoción que delata su cola peluda. Vuelvo a dejar la caja en el gabinete en uno de los pisos que esté a mi alcance, luego veo el microondas, no faltaba nada para que terminaran los diez minutos.
Espero sentada sobre la mesada los minutos restantes, pensando en qué haría después. ¿Estudiar? No, no, ya mucho estudio por hoy. ¿Jugar algún juego en mi móvil? Ya pasé todos los niveles del juego que tengo. ¿Hacer el postre? Ya lo estoy...
La alarma del microondas me sobresaltó.
Bajé de un salto y apagué la alarma, tomé unos guantes de cocina y saqué el tazón caliente. El postre se veía bien, espero que sepa igual.
—Señor, no te pido mucho, pero espero y haya salido bien —murmuré una silenciosa oración y corté un trozo humeante del postre.
Tenía también buena contextura, una que se ve esponjosa y apetitosa. Soplé para que se enfriara y cuando estuvo un poco tibio, di un mordisco.
Admito que tenía miedo, yo no soy tan aficionada con la repostería como lo es Mónica, sé algunos postres básicos y mi mayor logro en el arte culinario de los dulces es haber aprendido a hacer helado sin máquina, pero de ahí a esto es muy diferente. No suelo irme por el horno, prefiero los postres fríos que solo requieren del congelador.
Mastiqué el trozo de postre y lo saboreé. Mis ojos no engañaron a mis papilas gustativas, tenía una contextura suave y, lo mejor de todo, el sabor no era un asco.
—Ay, que alivio —murmuré para mí.
Dejé el tenedor en el fregadero y tomé otra vez mi móvil para tomarle una foto y enviársela a mi prima. Mis postres nunca serán como sus famosos muffins de arándanos o su increíble tarta de chocolate de siete capaz, pero, hey, iba aprendiendo de a poco.
El mensaje le llegue al instante de ser enviado, también se marca el visto y el «escribiendo...»
Vaya, se ve bien, Diane. ¿Qué tal el sabor?
Yo: No sabe mal, la verdad. Tiene una buena contextura y el sabor es dulce pero no llega a ser empalagoso.
Nica prima: El punto perfecto, para ser de tus primeros postre fuera de los fríos.
Yo: ¡Genial! Que orgullosa estoy de mí.
Nica prima: Claro que sí, Didi.
No logro responderle a mi prima por los ladridos de Baloo, seguido de los saludos de mamá y papá, que salieron hace un rato a hacer una compra para la cena.
—¡Hey, Didi! —saluda papá, entrando a la cocina y dejando las bolsas que lleva sobre la mesada.
—Uh, ¿Y este postre? —curiosea mamá, pellizcando la tarta y robando un pedazo entre quejas de «caliente, caliente» que me recordaron a mi baño de salsa con Eros.
—Estaba aburrida y quise hacer un postre —respondí—. Mónica me ayudó.
—¿A venido? —frunce el ceño papá.
—No, papá —niego riendo—. Estuvo por llamada todo el tiempo, que está muy ocupada para visitas, no lo sé —encogí los hombros.
—Pues, que te a quedado muy bueno, cielo —admite mamá, robando otro trozo caliente.
—Espera a qué se enfríe, mamá.
Ella se ríe culpable, roba un último trozo y se dispone a guardar las compras que han hecho ella y papá.
Yo me decido por subir a mi habitación con Baloo siguiéndome el paso. En mi cuarto me echo de un salto a la cama y mi perro me imita, haciéndose bolita a mis pies. Terminé viendo redes sociales aburrida. Me gusta navegar en redes, pero últimamente no encontraba nada bueno que ver.
Cuándo estuve en Instagram, llegó la notificación de un vídeo en vivo de una cuenta que no tenía idea que me seguía. En su perfil no habían tantas fotos y casi todas eran de pinturas o dibujos hechos a mano. Las pocas fotos de la persona dueña de la cuenta, no son más que fotografías viejas de lo que parecen un trío de hermanos: dos chicos y una niña.
Decidí entrar en el live.
Al instante que cargó la imagen, reconocí esa cabellera color chocolate con algunos rizos. ¿Cómo que yo lo seguía y no lo sabía?
A mi mente vino el recuerdo de hace un año, la tarde donde le entregué el libro de artes, más específicamente; como hablamos antes de esa tarde.
Eros me había escrito por mensaje DM a través de Instagram, no sabía cómo había conseguido mi Instagram, pero lo hizo y me contactó para reunirnos en algún lugar para que yo pudiera darle el libro de artes que él también necesitaba.
Observo atenta la transmisión silenciosa, él seguía sin darse la vuelta por estar centrado en un lienzo que no logro ver más allá de las esquinas de la parte de arriba. Observé los espectadores y poco no me faltó para ahogarme con mi propia saliva.
¡¿Cómo que lleva más de novecientos espectadores?! ¡¿Y cómo es que el número sigue subiendo?!
Observo incrédula como los números de las vistas suben hasta sobre pasar los mil. ¡No lo entiendo! ¿Cómo puede tener tantas vistas? Hasta está un poco aburrida su transmisión.
Uh, no, eso fue cruel.
Pero de igual manera sigo sin entenderlo. No se veía más que la espalda de Eros, no había ni una pequeña vista del lienzo que pintaba.
Entonces, en ese momento, Eros se dió la vuelta y entendí la cantidad de vistas.
No querían ver a la pintura, querían ver al artista de ella.
Eros va con la melena castaña hecha un desastre de mechones con pinturas de distintos colores en las puntas, en su mejilla hay salpicadura de pintura azul oscuro y sobre su ceja izquierda hay una gran línea de pintura verde. Aún con la cara llena de manchas de pintura, él no a dejado de sonreír.
¿Cómo es que puede sonreír tanto? ¿Cómo está siempre tan de buen humor?
—Me a tomado dos semanas enteras terminar esta pintura, pero aquí está el resultado.
Seré honesta, no sabía lo que estaba viendo.
Ladeo la cabeza y observo con más atención la pintura. Yo no sé mucho de artes aún cuando mi tía y prima fue y es una artista. Vi espirales de distintos tonos azules arriba y verdes abajo, encima parecían tener cuadros negros con puntos en un amarillo chillón. Puntos blancos y difuminados también son parte de la capa de pintura azul de la parte de arriba del lienzo.
Sé gracias a la televisión que existen distintos tipos de arte, uno de ellos era el abstracto, puede que la pintura de Eros sea arte abstracto.
O tal vez soy yo con un nulo conocimiento en las artes. Sí, probablemente sea eso.
Se escucha una risa de Eros, algo que va entre la emoción y la sorpresa.
—Dos semanas enteras, amigos, muchos vídeos en YouTube, documentales y fotografías después, puedo decir que he logrado hacer mi primer cuadro al estilo Van Goth.
Con esas palabras, los espirales de colores sin sentido empiezan a cobrarlo un poco. No es solo un gran manchón de tonos azules, es un cielo estrellado. No son solo líneas verdes y cuadrados negros con amarillo, son colinas que dan la perspectiva de que la ciudad está lejos.
Eros había hecho su versión de La Noche Estrellada de Vincent Van Goth, y vaya que le a quedado... guao.
Los comentarios que llegan son todos de halagos hacia su arte, unos cuantos a qué es muy guapo y que tiene lindos ojos, otros a su sonrisa con hoyuelos. Pero todos, al menos en gran mayoría, van dirigidos a su pintura.
Estuve tentada a escribir un mensaje, solo que no lo hice ya que él empezaba despedirse con ese mismo gesto militar divertido de dos dedos.
—Nos vemos —y dió finalizado el live.
—Guao —digo, saliendo de la aplicación.
Vaya que el chico tiene talento para la pintura, no lo ví venir.
—¡Diane, ven a cenar! —es el llamado de mamá en la planta baja.
Dejo el móvil sobre la cama y bajo a cenar aún con la imagen del cuadro de Eros intacta en mi memoria.
-
Me gusta el parque, es un lugar donde puedo ver y fotografiar muchas cosas, desde los perros paseados por sus dueños hasta los dramas que montan algunas parejas. El aire libre es otra cosa que me gusta y es algo que obtengo en el parque. También jugar con Baloo es una de mis cosas favoritas.
Y esas tres las puedo tener en el parque Joan Lorentz en la calle Broadway.
Le lanzo la pelota a Baloo, que va entre brincos sobre sus patas traseras y ladridos por ella. Logro capturar en una fotografía el momento exacto dónde la atrapa en el aire con sus ojos coloridos brillando de exitación.
—¡Eso, Baloo! —él deja la pelota de tenis a mis pies y yo le lanzo un premio.
—¡Guau, guau! —empieza a jadear, esperando que vuelva a lanzar la pelota.
La tomo de mis pies sin importarme que tenga saliva de perro y la lanzo otra vez. Baloo no duda en ir tras ella.
Es que a ese perro le gusta jugar a atraparla, es de sus juegos favoritos y nunca se cansa de ir tras la pelota.
En esta lanzada solo consigo fotos borrosas, ni una sola buena toma. Baloo cuando se emociona se mueve como si le hubieran inyectado azúcar directamente en la sangre.
—¿La quieres? —ladra de emocion, su cola moviéndose emocionada—. ¡Ve por ella!
—¡Guau, guau! —sale corriendo tras la pelota, me río cuando veo como trata de tomar la pelota, que sigue rebotando contra su hocico, negandose a ser tomada por mi mascota.
Cuando preparo el enfoque de la cámara de mi móvil para capturar más fotos de Baloo, una persona aparece en la pantalla.
Alzo la vista frunciendo el ceño, que yo sepa, mi perro no se transforma en humano.
—¿Pero qué...?
—¿Diane?
Mis ojos se encuentran con unos irises grises.
—¿Eros?
—¡Hey! —sonríe acercándose, me doy cuenta que lleva una mochila colgando de uno de sus hombros y un blog de dibujo grande bajo el brazo—. Vaya, ¿Qué haces aquí?
—¿Qué haces tú aquí? —contraataco, señalandolo—. ¿No que trabajas en la tarde?
—¿Eh? —frunce el ceño—. No, trabajo en la pizzería los días de semana después de clases, los fines de semana vengo al parque a dibujar.
—¿A dibujar? —él asiente.
—Sí, ya sabes, hago caricaturas y cobro por ello —señala sobre su hombro el sendero cercano a la zona de césped dónde estamos, hay unas cuantas personas haciendo fila y un sujeto sentado sobre una butaca de madera pequeña frente a un blog de dibujo parecido al que lleva Eros—. Ahí es donde me pongo a hacer caricaturas. Cuando él termine, vendré yo.
—Vaya, tienes muchos oficios —lo miro con ambas cejas alzadas.
—Nah', solo me aburro mucho en casa cuando no cuido a mi hermana —encoge los hombros—. En fin, ¿Qué haces tú aquí?
—Yo... eh, vine a jugar con mi mascota.
—¿Mascota?
—Esa que viene ahí.
Eros gira la cabeza para ver venir a Baloo, quién al fin había conseguido atrapar la pelota y viene feliz hacia nosotros agitando la cola.
Deja la pelota de tenis toda babeada a mis pies y se sienta jadeante sobre sus cuartos traseros.
—Oh, que linda —dijo Eros, mirando a Baloo.
—Es macho, Eros.
—Oh, que lindo —se corrige sin perder esa sonrisa de niño pequeño que ve a una mascota. Puede porque sea eso—. ¿Puedo acariciarlo?
—Claro, adelante.
Eros se agacha, deja el blog en el césped y empieza a darle mimos detrás de las orejas a Baloo, quién no duda en echarse sobre su lomo para que las caricias fueran dirigidas a su panza. Tiene algo con que le acaricien la panza todo el tiempo.
—Claro que te daré mimos en la panza —chilla Eros, haciendo lo que recién anunció.
Baloo comienza a jadear y agitar una de sus patas traseras cuando la caricias de Eros se concentran bajo su costilla derecha, es el punto de caricias que le hace tener ese raro tic.
—Tu perro es muy agradable, chica salsa —comenta, sentándose por completo en el césped—. Sí eres muy agradable, amigo, claro que sí.
Meneo la cabeza riendo he imito su acción, dejando mi mochila a un lado junto a la pelota, aprovechando también la intromisión de Eros para que se secara de toda la baba. Él no deja de reír y acariciar a Baloo y eso parece caerle bastante bien a mi perro. Después de todo, echarse, que le den mimos y atención son de sus cosas favoritas.
También comer he ir por la pelota. Baloo tiene una vida demasiado complicada.
Cuando su consentidor dejó de darle caricias, Baloo se levanta del césped más emocionado que nunca, ladra, menea la cola y salta sobre Eros.
Ya con esas acciones sé que el chico le a caído bastante bien.
—Calma, amigo, calma —le pide él con tono tranquilo, Baloo lentamente deja sus saltos y ladridos—. ¿Tienes algunas pelota?
—Sí, pero está toda llena de baba, no creo que...
Me corto a mitad de mis palabras cuando Eros toma la pelota de tenis sin importar lo babosa que está.
—¡Ve por ella! —la lanza quizá con un poco de fuerza, pero aún así, Baloo va tras ella con ladridos de emoción.
—Si mi perro se pierde, te obligaré a buscarlo, Jackson.
Él solo se ríe.
—Tranquila, no se perderá. Y en dado caso que lo haga, me responsabilizo de mis acciones, promesa —pone su mano derecha sobre su corazón y la izquierda a un lado de la cara.
Lo señalo con mi dedo.
—Es una promesa, y no te irás de aquí hasta que mi perro vuelva conmigo.
—Vale, vale, pero tampoco cómo es que se a perdido —mira en dirección al campo verde por dónde lanzó la pelota, a lo lejos vemos a Baloo yendo por ella—. Allá está y volverá.
—Más te vale.
Alza ambas manos a los lados de su cara.
—Por cierto, antes de que lo olvide —rebusca en su mochila hasta que da con algo—. Esta cosita me golpeó fuerte la cabeza.
Me río tomando mi goma de borrar en forma de unicornio que le arrojé hace unos días para llamar su atención para darle el aventón.
—Perdón, pero tú no estabas escuchando.
—Igual no había necesidad de golpearme, mujer —se queja con una mueca, llevando su mano como un exagerado a la parte de atrás de su cabeza.
—Que no escuchabas, Eros, no tenía más opción.
Hay un minuto de silencio incómodo entre nosotros, miro a todos lados sin saber qué decir, también pensando algún tema de conversación, fallando en el intento. Eros por su parte se mantiene más tranquilo que yo, como si estuvieran esperando a que dijera algo.
Desgraciado, él es el conversador, no yo.
Al final, me resigno con un suspiro por lo bajo. No me gustan este tipo de silencios.
—Entonces... —empezamos ambos al unísono.
—Habla primero —dijo él.
—No, no, adelante.
—Venga, Diane, tú ibas a decir algo, habla.
Apoya los codos sobre sus rodillas y me mira atento con sus ojos grises.
Doy otro suspiro más, debí esperarme.
—Entonces... ¿Dibujas?
Eros me da una mirada de «¿En serio?»
—Estoy seguro que hace un momento te dije que dibujo.
—Perdón, es que no sé sacar tema de conversación.
—Oh, por favor, todas las conversaciones que me involucran fluyen.
—Y las que me involucran no fluyen —le corrijo—, así que no me juzgues.
Eros larga un suspiro, mirándome como decepcionado, luego ladea una sonrisa.
—Sí, dibujo, y también pinto.
Sí, lo sé, ví tu live ayer.
—Oh, ¿En serio? —pregunto.
—Sí, sí —asintió varias veces—. De hecho, ayer terminé una pintura que me tomó dos semanas enteras.
—Vaya, que genial —Eros ríe—. A ver si en estos días me la muestras.
—Claro, cuando quieras, puedes pasarte por mi casa.
Por supuesto, cuando adivine dónde vives me pasaré por allá.
—Pero te advierto, eh —agrega—, soy muy bueno en esto del arte, diría que uno de los mejores.
—Sí, eso ya lo veremos, Jackson.
Eros se me queda viendo unos segundos pareciendo indignado, hasta que toma su blog de dibujo y de su mochila saca un lápiz.
—Y, dime, Diane, ¿Qué te gusta hacer?
—Ah, bueno... —dejo un mechón de mi cabello tras mi oreja—, me gusta... la repostería.
—Oh, ¿En serio? A mí me gusta comer.
Eso me saca una pequeña risa que hace a Eros levantar la mirada de su blog de inmediato, tiene un brillo incrédulo en los ojos y una sonrisa ladeada entre atónita y alegre.
—Te has reído —anuncia, aún con esa mueca—. ¡Te has reído!
—Sí, Eros, me he reído, no soy un ser sin un apice de comedia dentro suyo.
—Pues lo aparentas —le doy una mirada indignada—, en fin, no cambiemos el tema. Háblame de ti, ¿Qué tiene que contar la gran Diane Reynolds?
—¿Gran? Sí, claro —Baloo viene entre brincos de vuelta, cuando está otra vez junto a nosotros, se echa panza arriba a mi lado, señal que reconozco que se va a tomar un descanso—. Me gusta tomar fotografías, sobretodo a Baloo, es un buen modelo —le doy caricias a mi perro, quien jadea fascinado—. ¿Verdad que sí, amigo?
—¡Guau, guau!
Eros ríe por lo bajo.
—Me agrada ese chico.
—Es como mi mejor amigo —le acaricio detrás de las orejas—. Lo adoptamos en la navidad de hace un año en Boston, era más pequeño, apenas un cachorro en un refugio esperando ser adoptado, tener al fin una familia, con mis padres no pudimos evitarlo.
—Eso fue una acción muy linda —comentó—. Adoptar en vez de ir y comprar, hay muchos animales en la calle que quieren un hogar como el que se lo has dado a él.
—No sabes cómo me gustaría poder adoptar a más animales —miro a Eros—. Me encantaría tener otro perro, pero a mí madre no le agrada tanto la idea, dice que con Baloo sobra y basta.
—¿Mamá exigente?
—Un poco —arquea una ceja—, vale, un poco mucho quizá, es una buena mamá aunque a veces exija un poco más.
—No me hago una idea —frunce el ceño—. Mi mamá no es exigente, es de esas mamás que se alegra por cada logro, ya sea grande o pequeño.
—Mamá también, pero, ya sabes, le aplaude más a los grandes.
—Sí, creo que ya no me quejaré tanto de mi mamá —Eros menea la cabeza—. De eso no estábamos hablando, ¿Qué tipo de música te gusta?
—¿Por qué repentinamente quieres saber de mí?
—Nada en especial —encoge los hombros, volviendo a ver su blog—. Soy entrometido, Diane, me gusta saber de la gente.
—¿Y lo dices sin problema alguno?
—¿Tendría que tener un problema? Es como una advertencia de mi parte: soy chismoso, quedas avisado.
Hum, buen punto.
—De música... pues me gusta todo, no tengo como que un género preferido. ¿Tú?
—A mí me gusta la electro, es genial —sonríe sin apartar la mirada—. Avicii, Martin Garrix, algo de Alan Walker por ahí, un poco de The Chainsmokers por allá, y tienes una gran playlist.
—Vaya, ¿Y solo oyes electrónica?
—Mayormente, me ayuda a inspirarme para mis pinturas, cuando tienes sinestesia la música electro es una gran fuente de inspiración.
Fruncí el entrecejo.
—¿Sinestesia?
—Es, básicamente, ver colores mientras escuchas canciones. Ver la música en pintura, es una cosa de locos.
Sí, ya lo creo yo.
—Muy de locos —afirmo.
—Aunque también es genial, toda esa música hecha colores, es como un espectáculo en tu propio campo de visión.
—Que te gusta tu trastorno.
Eros echa una corta risa.
—Me hace especial, así que sí, me gusta.
Después de eso, el silencio que hay entre nosotros no es tan incómodo como el de hace un rato, es más uno agradable dónde él sigue haciendo lo que sea en su blog de dibujo mientras que yo juego con Baloo, que sigue echado panza arriba.
—Hey, Diane, ¿Qué hora es? —pregunta él aún haciendo trazos poco rato después.
—Eh... —busco mi móvil en mi bolso de lado—. Ya van a ser las tres y treinta.
—¿Tres y treinta has dicho? —asentí. Eros miró sobre su hombro y soltó un gruñido viendo en dirección donde aún el sujeto de las caricaturas estaba—. No, no me vas a quitar mi hora, Gary —se levanta a toda prisa, guardando sus cosas en su mochila y luego colgandola en su hombro—. Perdón, chica salsa, debo irme, aquel ladrón de hora no me va a quitar mi turno de caricatura.
Imito su acción, recogiendo también mis cosas.
—Tranquilo, igual yo también debo de irme yendo.
—Nos vemos en clases otro día —Eros se va alejando con paso serio, molesto de que le estén quitando su turno de caricaturas, aunque cuando estuvo más o menos a dos metros de mí, se dió la vuelta y volvió—. Casi olvido esto.
Arranca una de las hojas del blog que no había cerrado y me la entrega. En ella hay una bonita caricatura mía en blanco y negro, en mi yo del dibujo hay un Baloo también echado sobre su espalda.
El dibujo es bastante lindo para haber sido hecho en tan poco tiempo, los trazos de la muñeca están bien realizados ya que todas las líneas del cabello van en una sola dirección y no en diferentes, lo que le da un buena estética, los ojos aún hechos con grafito y borrador, de verdad parecían estar brillando.
Y el dibujo del cachorro también está bastante lindo, claro que un tiene un ojo más grande que el otro, pero aún así, está increíble.
—Gracias —sonrío alzando la mirada a él.
Eros me devuelve el gesto agregando un encogimiento de hombros.
—No hay de qué, ahora sí, me voy, ¡Que ese tonto no me va a quitar mi hora!
Con eso dicho, se da la vuelta para ir a reclamar su turno. Yo solo meneo la cabeza soltando una pequeña risa.
—Que chico tan raro.
Baloo ladra.
—Mejor vamos a casa, amigo.
—————————————
Nota de las autoras:
¡He aquí un nuevo capítulo de esta bonita historia!
Perdonen por desaparecernos de estos lados, hemos estado ocupada y centradas en nuestras otras historias que también están en proceso. Pero, eh, que aunque las actualizaciones tarden un poco, no dejaremos esta historia inconclusa. Siempre estamos pensando ideas para los capítulos, frases y momentos, aunque no publiquemos, siempre estamos planeando.
Eros y Diane son nuestros bebés, no los dejaremos así como así.
En fin, hablemos de este capítulo. Ese inicio... ¿Qué tal les vino volver a leer un poco de Mónica? ¿Y esa sorpresa...? ¿Alguna sospecha?
Eros y su dibujo... ah, chiquito, te amamos mucho, eres increíble.
¿Baloo? Todos queremos tu vida, cuadrúpedo.
Bueno, gente bonita, nos estaremos leyendo en nuestras historias. Recuerden que Jaidys27 tiene tres historias disponibles, una completa y dos en proceso: El Disfraz De Un Ángel y Mundo De Cristal. Y yo tengo tres completas y dos en proceso: Solo Me Importas Tú y El Soñador (para los que le gusta la fantasía) así que esperemos se pasen por esos lados.
Besos y abrazos en el rabo con postres, pelotas llenas de baba y pinturas de La Noche Estrellada.
MJ.
~Jai.
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