Venecia en cuatro besos
Al día siguiente de la cansadora pero muy divertida visita a la parte imperial de Roma, el grupo -junto a sus tres nuevas adhesiones- pasarían a festejar el cumpleaños número 22 de Leo de la Iglesia en la ciudad de Venecia, donde les esperaban unas cuantas locuras y sorpresas. Yuri no era ningún adivino, pero en cada lugar habían tenido lo suyo.
-¿Y qué ha pasado con Guang Hong? -preguntó JJ desde su asiento en el tren. Los cuatro hombres originales se habían quedado solos ya que los Crispino, Sara y Mila estaban viajando hasta Venecia en el auto de Michele.
-Sobre eso... -Leo empezó a sonreír- Sus padres le han dejado ir a Venecia con nosotros, pero debe encontrarlos en Atatürk, el aeropuerto de Estambul, el 2 al atardecer.
-¡Oh, tendrá que abandonarte antes de tiempo! -lloriqueó JJ de forma exagerada- Lo bueno es que festejamos esta noche.
Le guiñó el ojo de manera muy poco sutil a su amigo. Leo arrugó la nariz mientras se reía para terminar recargándose contra el hombro de Otabek. En los últimos días había estado más que cariñoso con absolutamente todos.
Yuri subió los pies al asiento, apretando las rodillas contra su pecho. Se mordió nerviosamente el labio superior.
-No es el único que tendrá que hacerlo -soltó de repente.
Otabek lo miraba con cierto horror. Yuri ya le había contado al kazajo acerca de su fecha límite pero, por la forma en que su rostro acababa de transformarse, dedujo que no era un dato que tenía presente
-¿Cómo? -inquirió Leo con repentina tristeza- ¿Es que ya regresarás a Rusia?
-El seis -suspiró Yuri-. Lo que nos deja, aparte de Venecia, con el tiempo para visitar solo una ciudad más.
Quedaron en silencio entonces. No quedaban muchos comentarios que hacer al respecto tampoco y Yuri no quería ponerse más sensible de lo que debía. Tenía que irse. Él lo había sabido e incluso aceptado en el transcurso de las semanas. Debía ser agradecido con la pequeña oportunidad que se le dio y no solo por eso, sino que también tenía la dicha de contar con el apoyo de su madre. Eran dos cosas que muchas personas no conseguían nunca.
JJ tamborileaba ansioso sus dedos contra la mesa. De repente lo vio golpearla fuertemente con los nudillos, captando la atención de los otros tres presentes.
-París -fue todo lo que dijo.
-¿Hm?
-Hay que ir a París. Debes conocer París. No hay opción más perfecta para despedirte del viaje de tu vida. Mis tíos tienen un departamento allí donde podemos quedarnos: ellos siempre se van todo julio a la isla de Córcega.
-¿Y tú no querrás despedirte del viaje en París? -preguntó Yuri con algunas dudas.
-¿Qué importamos nosotros? Ya hemos salido de viaje otras veces. Pero este es tu viaje, pequeña hada. Lo tomas o lo tomas. Vamos a ir a París.
París. La ciudad del amor. Si bien su viaje había estado lleno de pequeños detalles, no podía evitar notar que la mayoría de ellos acababan apuntándole el camino hacia la capital francesa. Y no solo en aquel momento de su vida sino desde que tenía memoria. Al parecer, todo se reducía a la enigmática y bella París, con su río Sena, su elegante arquitectura y su historia llena de arte e ideas cargadas de verdadera libertad.
Yuri no era quien para negarse a las señales que le daba el destino. Solo esperaba no arrepentirse de aquello.
-De acuerdo -dijo lentamente-. Quiero que vayamos a París.
Venecia estaba nublada y algo neblinosa aquel primero de agosto. A pesar de que era pleno verano, meses después del famoso carnaval, los turistas y locales aún así se paseaban por la Piazza San Marco ataviados con trajes de época y unas muy detalladas máscaras, llenas de brillos y colores.
Como en aquella ciudad no existían los taxis y mucho menos los vehículos a motor -a menos que se tratara de un taxi-lancha o del famoso vaporetto-, la única forma de llegar al hostal dónde se alojarían era hacerlo a pie. Lo cual se volvía una odisea algo tediosa si considerabas que había que esquivar a los turistas o caminar a través de decenas de escalones cada vez que un puente se te cruzaba.
-¡Puta Venecia! ¡Es peor que Londres! -se encontraba chillando Yuri para la cuarta vez que la rueda de su maleta se atoró en uno de dichos escalones.
-Déjame que te ayudo -se ofreció Otabek mientras se agachaba para querer tomar la maleta de Yuri.
-¡No! ¡Yo puedo hacerlo! -volvió a gritar. No iba a permitir que lo viesen como una damisela inútil y en apuro, ni siquiera Otabek.
-Yo no me quejo si me quieres ayudar -intervino JJ con una sonrisa inocente.
Otabek simplemente rodó los ojos y siguió con lo suyo, pasando por delante de Yuri y Jean. En cuanto quedaron ambos solos, se fulminaron con la mirada.
-A ver si dejas de ser tan testarudo y empiezas a aprovechar -le regañó mientras se calzaba los lentes.
-Mira, no te voy a contestar nada porque ya tú solo sabes cómo dar pena. Déjame en paz.
Yuri, en su afán por alejarse del canadiense, acabó engancho su propio pie a la rueda de la maleta, tropezando de una forma muy aparatosa y aterrizando casi sobre la espalda de Mila. Al menos no se había caído pero sentía que las mejillas le ardían de la vergüenza.
Ni siquiera se giró a mirar a JJ sino que siguió su camino fingiendo ser una especie de diva de Hollywood que tiene que mantener la dignidad.
El Ice Castle de Venecia parecía quedar en el lado opuesta de la ciudad, o simplemente el camino se sentía demasiado eterno. Yuri quería poder disfrutar de la vista de todos los pequeños canales escondidos y puentecitos por los que andaban pero era una misión imposible a causa de la tonta maleta.
-¡Apuren! ¡Guang Hong ya debe estar por llegar también! -les gritó Leo en la cabeza de la fila india que atravesaba las callejuelas de Venecia.
-Los voy a ahogar a él y a Guang Hong -masculló Yuri para sí mismo-. Será una muy bonita historia que contar en el futuro.
-Yo quiero ahogar a Mila y a Emil -se sorprendió al escuchar la voz de Michele atrás suyo-. Esos dos me exasperan.
Yuri parpadeó algo confundido ante las palabras del italiano. Si bien era un cascarrabias incluso peor que él, nunca se le había cruzado por la cabeza que ese tipo odiara al adorable Emil. Ni siquiera Yuri era capaz de llegar a ese extremo.
Cuando sus esperanzas ya se veían casi perdidas y estuvo a punto de considerar la opción de armarse una cama en un rincón de la plaza por el cual pelearía con las palomas, Yuri vio el inmenso y característico cartel de la cadena de hostales Ice Castle.
-Bendito Ice Castle, creo que podría empezar a considerarlo mi segundo hogar -suspiró Mila con algo de ironía.
-¿Están bonitos? -preguntó inocentemente su novia.
-Sólo te voy a decir que son muy particulares.
Adentro lucía como si el lugar estuviese estancado en el tiempo, pero no de una manera linda o romántica. Era espeluznante.
Y más aún el hecho de que la recepcionista era una mujer japonesa, de cabello corto y las puntas decoloradas en rubio. Estaba concentrada leyendo algo en la computadora mientras que con la mano izquierda jugueteaba con un encendedor.
Debió haber presentido la inmensa tropa que acababa de perturbar la armonía de su hostal porque alzó la vista con algo de confusión. Rápidamente se puso de pie para darles la bienvenida.
-Saludos a todos, mi nombre es Mari y estoy aquí para ofrecerles el servicio que más se acomode a sus gustos en todo Venecia -dijo en un tono de voz calmo- ¿Qué es lo que andaban necesitando?
-Muchas habitaciones -contestó JJ con una sonrisa-. No sé cómo vamos a acomodarnos porque incluso aún falta uno de nosotros.
Mari se llevó la mano al mentón de manera pensativa.
-Bueno, dado que serán nueve puedo darles tres habitaciones dobles y una triple.
-Yo me pido con Micky -escuchó a Emil susurrar en el oído de Sara por detrás de Yuri.
-Lo que sea está bien, por favor -masculló Mila-. Tengo muchas ganas de arrojarme sobre una cama al menos tres minutos.
-Haré la reserva en cuanto me pasen los pasaportes así cargo los datos en la base -se encogió de hombros la recepcionista.
Todos sacaron sus pasaportes y los pasaron hasta el mostrador, donde quedó una inmensa pila de pasaportes de todos los colores: azul para Canadá, verde para México, celeste para Kazajistán, rojo para Rusia, Italia y la República Checa. Mari soltó una risita casi divertida al ver todo el trabajo que tendría.
-Tomen asiento por ahí hasta que termine de pasar todo esto -suspiró-. Creo que me va a tomar un buen rato.
Yuri se contuvo de soltar un gruñido y se apresuró a conseguirse un rincón bien espacioso sobre el sofá. Se arrepintió al instante ya que sintió como si su trasero acabara de aterrizar sobre concreto puro y ni siquiera podía quejarse ya que estaba seguro que derivaría en muchas bromas del tipo que no le gustaban. Y no quería que el día acabara con otro puñetazo hacia JJ, por lo que tuvo que aguantarse las puntadas en el trasero sin chistar.
Al menos Otabek acababa de sentarse a su lado y no se había arrojado al sofá como Yuri. No tenía que pasar por los mismos dolores. Le dedicó una pequeña sonrisa cómplice, pero lo vio parpadear confundido al notar su gesto de incomodidad.
La puerta del hostal volvió a abrirse y Yuri reconoció al instante la clara cabellera de Guang Hong. Iba vestido con unos pantalones cortos y unas coloridas zapatillas de deporte que combinaban a la perfección con su camiseta verde lima -la cual entonaba muy bien con su nuevo bronceado-. No podía decir que el muchacho no tenía estilo.
Leo se levantó automáticamente de su lugar y fue a paso rápido hasta su encuentro, abriéndole los brazos para que el recién llegado se acomodara en ellos. Yuri desvió la mirada de aquel momento porque se sentía demasiado íntimo, aún si ni siquiera se besaban.
-Guang, pero qué sexy luces -habló Mila en cuanto los dos muchachos se acercaron-. El bronceado te queda mejor que a otra persona que conozco.
-Muérete, bruja -masculló Yuri. Su piel había comenzado a descascararse en los últimos días y se sentía como un reptil asqueroso.
-¡Hola, Guang! -saludó Emil animado desde su lugar en medio de los gemelos Crispino- Mucho tiempo sin verte.
-¿Qué hay, Emi? -respondió con una sonrisa mientras le daba un pequeño saludo con la cabeza- ¡Y ciertamente mucho! ¡Te fuiste de Toronto sin publicarlo en Instagram!
La charla entonces se desvió hacia las vivencias de todos los presentes en Toronto. Yuri quería que lo tragase la tierra. Si había sido incómodo cuando solo Mila, Leo, JJ y Otabek hablaban de sus experiencias en casa, que se sumaran cuatro personas más a la ecuación lo dejaba de un modo casi insoportable.
Yuri era el intruso. No había mucho que decir o hacer, era simplemente un hecho.
El descanso apenas les duró una hora y media. A Yuri se le había hecho un poco difícil ya que estaba compartiendo la habitación con Otabek y ya no le gustaba quedarse callado en su presencia. Por alguna razón tenía imperiosas ganas de hablar cuando estaba a su lado.
Por otro lado, podría haber sido agradecido de que no estuvieran compartiendo la habitación triple con JJ. Era la opción lógica dado que era la única dupla con la que tenía confianza con ambas partes, pero un inesperado giro de los hechos acabó con Jean durmiendo entre Mila y Sara.
-Esto no me da ninguna buena espina ni mucho menos gracia -escuchó mascullar a Michele.
-Micky, deja que la gente se divierta -rió Emil mientras lo arrastraba de regreso al cuarto.
Como esos dos no tenían muchas ganas de salir y el cuarto triple estaba sospechosamente en silencio, Otabek y Yuri decidieron salir a recorrer por su cuenta, encontrándose con Leo y Guang Hong en el camino.
Al menos estos dos no me caen mal, pensó acerca de la adorable pareja.
-Íbamos a recorrer algunos puentes -les dijo Leo mientras salían del hostal-. Y la Piazza San Marco, también. Guang quiere ver las tiendas de cristal de murano.
-Es que es muy bonito -confesó avergonzado- ¡Y tan colorido! Es como un universo dentro de una pequeña joya.
Leo lucía como si quisiera contestarle con alguna babosada cursi pero Yuri atrapó rápidamente la boca del chico con la palma de su mano. Guang Hong ni siquiera lo notó ya que parloteaba animadamente mientras Otabek lo escuchaba.
-Compórtate. No des pena tan pronto.
-Es inevitable, Yuri -se apartó de la mano del chico-. Es como si no pudiera detener a mi cerebro de enviar esos impulsos a mi boca.
-Dije: ya para de dar pena -volvió a gruñir.
Leo ignoró su malicia y simplemente soltó una risotada enamorada. Guang Hong volteó a verlo de reojo, devolviendo el mismo gesto mientras trataba de seguirle el ritmo a Otabek. Yuri rodó los ojos en cuanto el otro chico volvió a mirar al frente.
-Parecen una pareja de doce años. Y no lo digo en el sentido tierno.
-¡Yuri! ¿Por qué tan agresivo el día de hoy?
Se encogió de hombros fingiendo no sentirse apenado mientras recorrían las muy angostas callejuelas de Venecia. Pero la verdad era que lo hacía sentirse como un diablo por borrar la sonrisa del adorable Leo.
-Nada, simplemente ignórame -sacudió la cabeza, pensando cómo cambiar abruptamente de tema- ¿Qué quieres hacer para tu cumpleaños?
Leo seguía parpadeando con confusión.
-Eh... -balbuceó rascándose la nuca- No sé, lo que sea que esté bien para el resto, supongo.
-Sabes que eso significa JJ proponiendo salir a beber como si mañana acabara el mundo.
-Entonces supongo que habrá que seguir al rebaño...
-¡Leo! ¡Mira! -chilló la voz de Guang Hong. Él, al igual que Otabek, miraban embelesados hacia lo que se desplegaba frente a ellos.
La Piazza San Marco estaba igual de preciosa que hacía un par de horas pero apenas podían detenerse a observar los detalles del lugar. La Basílica, el campanario, el Palazzo Ducale, uno de los mayores íconos de la antigua grandeza veneciana.
Debido a que tanto Leo como Guang eran unos fanáticos empedernidos de las fotografías, a Yuri y Otabek no les quedó de otra que sumarse a los cuadros grupales e incluso individuales.
-Yuri, una foto como que finges mirar al horizonte apoyado de la baranda te quedaría genial -exclamó Guang Hong emocionado-. Anda, te la tomo.
¿Cómo iba Yuri a negarse a algo que quedaría espectacular en su perfil de Instagram? Guang Hong comenzaba a hacerse su huequito en la oscura alma del ruso.
Siguieron andando a través de la atestada plaza, no solo de turistas sino también de gaviotas. Leo las miraba por el rabillo del ojo con algo de cautela: al parecer, no había olvidado tan fácilmente el episodio en Dinamarca cuando aquel horrendo pajarraco le quitó el último trozo de su delicioso smørrebrød.
Mientras andaban, Leo contaba acerca del famoso Puente de los Suspiros, del cual no se encontraban muy lejos. Habían intercambiado de lugares y era Yuri quien estaba al lado de Otabek y Leo el que escuchaba la cháchara de Guang Hong. Exactamente como debía ser.
-¡Qué romántico! -exclamó Guang.
-Eh, bueno -Leo carraspeó-. No es nada romántico de hecho. El puente se llama así ya que una de sus puntas daba hacia la antigua prisión de la Inquisición. Es por los suspiros de los prisioneros que no podían volver a ver el mar o la libertad.
-¡Oh, no...! -dijo, escuchándose repentinamente triste- Ay, Leo, debo haber quedado como un idiota...
-Un poco -murmuró Yuri hacia Otabek. El kazajo le dio un suave empujón.
-Tranquilo -rió Leo con nerviosismo-. A pesar de que sea por un motivo triste, un montón de poetas y escritores le han dado un significado más bien romántico. El Puente de los Suspiros se llena de enamorados todos los años.
Guang Hong soltó otro risueño sonido. Otabek fingía no estar prestando atención a la cursilería pero Yuri no podía evitarlo.
-¿Como ahora?
Leo le acomodó un mechón del flequillo hacia el costado. Yuri tenía una visión directa hacia la mirada embobada y brillante de Leo, que no podía mirar a otra cosa que no fuera el rostro de Guang Hong.
¿Así me veré yo?
No pudo evitar dar una rápida hojeada al concentrado gesto de Otabek, mientras miraba el punto donde el horizonte se perdía tras el Puente de los Suspiros y a donde las góndolas se escapaban para seguir recorriendo los canales de Venecia.
De alguna manera, Yuri había visto el mismo brillo ansioso de Leo en Otabek. La diferencia estaba en que era un brillo fugaz y efímero, casi imposible de detectar a menos que lo único que tuvieras deseos de ver era el anguloso y perfecto rostro de Otabek, atento a cualquier pequeño cambio que pudieras encontrar.
Yuri tuvo que apartar la mirada porque se estaba comenzando a sentir bastante turbado. Justo a tiempo para observar a Leo tomar del mentón a Guang Hong mientras susurraba cerca de sus labios.
-Sí. Exactamente como ahora.
La noche ya había caído y, pese a que faltaban varias horas para la medianoche, el grupo ya estaba listo para comenzar a festejar los veintidós años de Leo.
Yuri notó que la mayoría estaban bastante arreglados y no estaba seguro si eso era una buena o mala señal. Pensó que sería una pena que la fina camisa de JJ -que solía vestirse para la mierda, pero en ese momento estaba pasable- acabara con sustancias de dudosa procedencia sobre ella.
Empezarían por una cena rápida en algún restaurant tradicional de pastas para dirigirse apenas luego de eso al pub llamado Bacaro Jazz. Sonaba como un lugar bastante decente para festejar un cumpleaños, pero Yuri se retractó al instante en que puso un pie sobre ese lugar.
Miró hacia el techo, del cual colgaban no diez ni veinte sino al menos una centena de sostenes. De todos los colores, tallas y telas.
Yuri nunca creyó que podría existir tanta variedad de una prenda tan simple y aburrida.
Quizás es porque no tienes el mínimo interés en tocar un sostén. No podía discutir con su propia mente acerca de ello.
El lugar no era el tipo de pub que estaba esperando sino que lucía como un bar familiar para sentarse a cenar, con mesas como de jardín, luces cálidas y muchos cuadros de artistas de jazz. Eso, si no contabas con las prendas interiores que colgaban del techo. Yuri no podía dejar de mirarlas.
-¡Mozo! -chilló JJ desde antes que tomaran asiento- ¡Queremos una ronda de tragos con spritz!
-¿Qué JJ tiene una enciclopedia de bebidas alcohólicas del mundo?
-Solo un amante del fino arte de beber podría saber todas estas cosas -dijo el aludido para defenderse-. Quizás algún día te tome como mi aprendiz.
-Preferiría internarme en Alcohólicos Anónimos.
-¡Basta! Es la noche de Leo -masculló Mila-. Como vea a uno de ustedes dos poniéndose a pelear en las vísperas del cumpleaños del único ser puro de nuestro grupo, se las van a ver conmigo.
Yuri y JJ miraron completamente en shock hacia Mila. Ambos estaban señalándose con el dedo, a punto de lanzarse otro insulto cuando fueron sorprendidos por sus palabras.
A ninguno de los dos le quedaron ganas de seguir molestando. O al menos, hasta la cuarta ronda de spritz con vino blanco.
Para la quinta ya nadie recordaba ningún tipo de promesas.
-¿Me dirán algo si dejo mi bóxer junto a los sostenes? -preguntó JJ con una risa ronca.
-Deben oler a testículo -le contestó Yuri con una patada bajo la mesa. Soltó un pequeño hipo mientras se recostaba contra su silla, ligeramente inclinado hacia Otabek-. Pero un poco menos ya que, tú sabes, solo tienes uno...
-¡Estoy harto de que hablen de mis bolas en singular! ¡Miren! ¡Se las muestro ahora!
Comenzó a desprender el cinturón para luego desabrochar sus jeans, los cuales amenazaba con bajárselos en cualquier momento. Leo tuvo que dar un salto encima de JJ, con su pecho pegado a la espalda del canadiense mientras le abrochaba de vuelta los pantalones con manos temblorosas.
A pesar de que la música estaba bastante alta, los presentes habían sido testigos de la explosión de Jean y ahora observaban con cierto horror cómo Leo le ponía las manos sobre sus partes nobles. Guang Hong estaba totalmente enrojecido, pero Yuri no sabía si de la pena o de los celos.
-Cabrón, como me arruines este cumpleaños también... -empezó a mascullar Leo con el rostro deformado del enojo.
-¡Solo arruiné un cumpleaños! -chilló indignado-. Está bien, fueron dos. Okay, tres en realidad... ¡Pero no fue la gran cosa!
Leo lo miraba con los ojos en una expresión de completa nulidad y asombro, pero no para bien.
-¿Ah, sí? La corona tatuada en mi trasero dice lo contrario.
Guang Hong ahogó un grito junto con las damas presentes.
-¿Tienes un tatuaje ahí atrás? -preguntó, entre fascinado y espantado.
-¡Pero está muy bonito! ¡Y va a juego con el mío y el de Otabek! -dijo JJ con una sonrisa inocente.
Yuri se giró violentamente hacia Otabek, que ya estaba tapándose el rostro completamente sonrojado. Le arrancó la mano para que lo mirara a los ojos.
-¿Te has dejado tatuar una puta corona? -preguntó asqueado.
-JJ nos emborrachó para mi cumpleaños 19 -Leo se cruzó de brazos-. A la mañana siguiente todos despertamos con un extraño dolor trasero...
-¡Anda, me estás echando toda la culpa pero yo tengo videos en los que se los ve muy felices!
-JJ estaba obsesionado con las películas de ¿Qué pasó ayer? -suspiró Otabek resignado.
-Oh por Dios -exclamó Sara tratando de contar la risa junto a Mila.
-¡Tatuajes de la amistad a juego! -exclamó Emil mientras tomaba a Michele de los hombros- ¡Micky, hay que hacerlo también!
-¡Quita, estás demente!
-¿Mila no tiene? -preguntó Yuri con algo de cautela. La chica le sonrió desde su lugar.
-Por supuesto que no. Yo estaba ocupada grabando los videos -Mila arrugó el entrecejo de repente-. Lo que me hace recordar...
Yuri la vio meter la mano adentro de la remera de Sara, lo que sorprendió bastante a la italiana pero tampoco es que opuso mucha resistencia. Con gran destreza y habilidad, Mila quitó el sostén color azul que la chica había estado usando bajo su ajustado vestido oscuro.
Sara la miró indignada pero no pudo contenerse a la sonrisa pícara de Mila ya que se acercó para besarla y así aprovechar el descuido de su novia para devolverle la jugarreta. La muchacha alzó con victoria el sostén de encaje negro que acababa de quitarle.
A Yuri se le hizo que eran bastante expertas en el tema. Sentía que la inocencia que le quedaba estaba siendo despedazada.
-¡SARA! -gritó Michele, llamando la atención de los demás clientes una vez más a la caótica mesa de turistas.
Las dos chicas se apresuraron a ir hasta la barra para ofrecer sus prendas en sacrificio del lugar. El mozo se las tomó encantado, enfureciendo casi el triple a Michele, si es que eso era posible. Emil lo tomaba por debajo de los brazos, aunque se les dificultaba un poco ambos ya que la bebida comenzaba a hacer efecto de forma catastrófica.
-¡Déjame! ¡Tengo que restaurar el honor de mi hermana...!
-Michele, te voy a meter un zapato en la boca -Yuri gruñó mientras lo amenazaba con un tenedor-. Mi zapato cuando te patee.
La mesa se sumió en un caos irrefrenable. Todos hablaban en un gran volumen y con bastante violencia hacia el otro. Los únicos que quedaban fuera eran Otabek y Guang Hong, el primero tan estoico y poco impresionado como siempre, el segundo con la boca semi abierta y los ojos disparándose por todas las esquinas de la mesa ya que no estaba muy seguro de cual discusión seguir.
Gracias a que estaba chillándole alguna cosa a Michele sobre dejar hacer a las mujeres lo que les naciera de los ovarios, no se dio cuenta que el mozo aparecía con el ceño bastante fruncido y el papel de la cuenta en mano. Tardaron casi un minuto en quedar todos en silencio otra vez.
-Les voy a pedir cordialmente que bajen el tono de voz o me veré orillado a echarlos del lugar -dijo bastante serio.
JJ alzó las manos con bastantes ganas y debía admitir que, con la altura del muchacho, se veía como un gesto completamente amenazante.
-¡Pues nos vamos!
Sacó su billetera y arrojó un billete de cien euros a la mesa. Luego se fue dando zancadas, aunque era más bien un decir ya que se veía como un gigante que apenas aprendía a caminar y se tambaleaba por su peso. Solo que en ese caso no se trataba del peso sino del alcohol en sangre.
Los demás simplemente siguieron a JJ ya que por el calor de las peleas del momento se habían tomado las palabras del mozo de una manera un tanto exagerada. Yuri quería irse luciendo como un verdadero chico malo pero se dio cuenta bastante tarde que en realidad estaba siendo conducido por Otabek para no abandonar el lugar trastabillando como JJ.
-¿Y ahora que vamos a hacer? -gruñó Mila hacia su amigo.
-Nos armaremos nuestra propia fiesta aquí afuera -contestó como si fuera lo más normal-. No me voy a quedar en un lugar donde no dejan a mi colega Leo festejar su cumpleaños como quiere, aunque eso signifique pelear conmigo.
-JJ, yo no quiero pasar mi cumpleaños as-...
-¡Armaremos nuestra fiesta, he dicho!
Nadie tuvo ganas de contradecir su testarudez.
Se consiguieron un par de botellas de cerveza en el supermercado más cercano y se encaminaron hasta la Piazza San Marco, bebiendo y riendo en el trayecto. Emil y JJ hacían competencia para ver quien se bebía la suya más rápido mientras que Sara y Mila le dedicaban canciones en español -completamente destrozadas- a Leo.
-¡Prepárate para unirte al Team 22! -exclamaba JJ con una botella vacía en mano- Aquí cantamos a Taylor Swift y bebemos hasta el hartazgo.
-Eso lo hacías desde los veintiuno, tonto.
-Ah, pero no es tan cool si lo haces teniendo veintidós.
-¿Qué importa la edad? -rió Sara poniéndose en el medio de todos- ¡Se puede festejar y ser cool a todas las edades!
La Piazza San Marco no estaba vacía ni de cerca, pero eso no inhibió a ninguno del grupo para poner música desde los celulares para empezar a bailar como si nadie los mirara.
El mismo Yuri se sentía eufórico luego de los tragos pero no se movía tan alocadamente como JJ, la muchacha Crispino, Emil o el mismo -casi- cumpleañero. Mila estaba a su lado bailando con algo más de ganas, empujándolo y tomándolo de las manos para que se soltara.
-¡Vamos, Yuri! ¡Muéstrale a Beka como te mueves!
-¡Cállate, tonta! -trataba de soltarse pero Mila no le prestaba atención.
La música iba desde rock hasta mezclas de música electrónica o incluso pop de lo más barato y comercial. Yuri estaba seguro que si empezaba a sonar un vals o un tango, ninguno de ellos hubiera dejado de moverse al son de la música.
-Los turistas nos miran -rió Guang Hong bailando junto a Leo.
-¡Que miren y que envidien!
Aquella simple frase hizo una especie de click en Yuri, que se apartó de Mila y se apresuró a ir hasta Otabek para tomarlo de las muñecas así lo obligaba a bailar.
El kazajo no le respondió pero tampoco se negó, sino que sonrió de una forma que le hacía pensar que estaba esperándolo. No dudó en pegar su pecho al de Yuri mientras bailaban sin ninguna sincronía o siguiendo siquiera un mismo ritmo.
JJ bailaba apretado junto a Emil -que estaba a su vez acorralado por Sara- y Leo, posando hacia las cámaras de otros entrometidos turistas que disfrutaban del espectáculo de ese grupo de desquiciados. Unos pocos bailaban alejados gracias a la música propiciada por ellos.
-¿Quién necesita una tonta discoteca si tienen al rey de las fiestas con ustedes? -preguntó alzando su mano que aun cargaba la botella de cerveza vacía.
Yuri se sentía cada vez más y más encendido, lo cual debería haber activado sus alarmas para no acabar de una forma tan nefasta como en Praga durante el cumpleaños del canadiense. Pero las canciones rápidas le prendían las ganas de acercarse a Otabek, de pegarse a su caliente cuerpo sin ninguna vergüenza como hacían los otros entre ellos.
-Yura -lo escuchó murmurar sobre su cuello casi en un jadeo.
Y ya con eso no pudo más.
Aprovechó la oscuridad de aquel rincón de la Piazza San Marco y que los demás estaban contorneando las caderas entre ellos en una especie de bizarra orgía para hacer lo mismo con el kazajo. No se atrevía a pegarse completamente a él por temor a que Otabek volviera a querer alejarlo pero podía sentirlo acercarse al son de la música, de una forma mucho más íntima y sensual que la de su baile con Minami, el recepcionista de Barcelona en el karaoke -o al menos de lo poco que recordaba.
Se sintió desfallecer en cuanto Otabek estuvo lo suficientemente cerca para rozar sus húmedos labios cerca de la mandíbula de Yuri. Ansiaba besarlo, lo extrañaba y le quemaba por dentro, pero no era ciertamente el momento.
Contrólate, quería decirse. No te lances a su boca como si fuera un adicto rehabilitado.
Controlarse. Tenía que considerarse un deporte olímpico el mantener la cordura mientras las caderas de Otabek se movían peligrosamente cerca de las suyas.
Bésame. Bésame. Bésame, se encontraba suplicando inconscientemente. Él quería pero no debía, no con tantos espectadores y mucho menos tan pronto luego de las turbulentas cosas que habían vivido.
-¿Yura?
Mandó a la mierda todo el autocontrol.
Yuri se giró para tomarlo de la camiseta, y justo cuando sus labios estaban ya rozando los suyos, su cálida respiración cosquilleándole de una tortuosa pero dulce manera, la horrenda voz de JJ tuvo que arruinarlo todo una vez más.
-¡Ya es medianoche! -chilló desaforado mientras sujetaba por los hombros a su amigo- ¡Es el cumpleaños de Leo!
Después de que todos tuvieron su momento para abrazar, besuquear y apretar las mejillas de Leo, decidieron casi por unanimidad el visitar una discoteca llamada Molocinque que quedaba en el lado opuesto de Venecia sobre una calle llamada Via Elettricità. Y, como ya habían notado que los taxis sobre ruedas no existían, la mejor opción para llegar lo más pronto posible al otro lado de Venecia era hacerlo sobre lanchas.
El tema es que eran demasiados, por lo que tomaron dos de aquellos taxis y cada grupo -Yuri, Otabek, Leo y Guang Hong por un lado; JJ, Sara, Mila, Michele y Emil por el otro- se dedicaba a hacerle gestos obscenos a la lancha opuesta pese a que apenas sí era visible debido a la oscuridad.
-Yuri, te vas a caer -rió Guang Hong mientras empezaba a hipar por culpa de lo que había bebido en la plaza.
-¡No hasta que le gane a JJ!
Pero el canadiense lo ignoraba ya que iba bailando sobre la cubierta de su lancha, la música dispuesta por el mismo conductor que movía animadamente los hombros junto con sus clientes. Yuri observó a su propio conductor, que se veía bastante amargado y refunfuñando entre dientes por esos niños que les había tocado llevar, pese a que él mismo se veía casi tan joven.
Ya hacia la discoteca y luego allí dentro, los aires no cambiaban para el grupo más que solo para impulsar las ganas de ponerse a bailar.
Para Yuri era como un incentivo a prenderse igual que hacía un rato. Ahora tenían más privacidad por muy irónico que eso sonara ya que la pareja de novias estaba besándose en un rincón, Leo y Guang estaban desaparecidos, JJ bailaba en medio de un grupo de muchachas y los otros dos le importaban muy poco a Yuri. Creyó haber escuchado un se están besando dicho a modo de chillido por la voz de Sara antes de que Mila volviera a su tarea de devorarle el rostro.
Solamente quedaban Otabek y él. El kazajo no era tan fanático de ponerse a bailar pero su cuerpo no podía quedarse quieto ante su amada música electrónica, y eso que no había bebido nada realmente. Yuri era otra vez el borracho vergonzoso que acabaría lanzándose contra él.
-No hagas esa cara -le masculló Yuri bastante molesto.
-¿Hm? -Otabek arqueó las cejas con confusión.
-Me desconcentra de bailar -confesó.
Otabek se acercaba peligrosamente hacia él, su mirada tan enfocada y calculadora como la de un depredador. Y a Yuri un poco le gustaba, pero también hubiera querido poder provocarle algo así al otro.
Lo tomó por la cintura para acercarlo hacia su cuerpo, tratando de mantener el equilibrio entre los sudorosos cuerpos que saltaban en medio de la discoteca. Yuri sentía que estaba en las nubes y que el mareo era por la sola presencia del kazajo aunque bien sabía que era el alcohol. Si hubiera estado sobrio no dudaba de que tal vez se sintiera igual de embriagado.
Sintió sus labios rozarle cerca de la mejilla hasta que se posaron con firmeza sobre ella, dejando una cálida marca que le ardería hasta mucho después de que se alejara.
Sus uñas se clavaran sobre la tela que cubría su espalda mientras dejaba caer su cabeza contra el hueco del hombro de este. Otabek seguía besándole el rostro -más no los labios- una y otra vez, un gesto que no tenía nada de tierno considerando la pasión con la que ambos estaban consumiéndose.
-¿Cómo es que puedo resistirme a ti el resto del tiempo? -le preguntó entre un suspiro y una risa.
Yuri no le contestó, pero quería hacer alguna broma sobre que estaba tallado en piedra -al igual que sus musculosos brazos- y las bromas no parecían querer salir de su boca. Simplemente quería aprovechar de sus pequeñas caricias hasta que apareciera alguno de los otros para fastidiarles el momento como solía pasar siempre.
Ambos siguieron moviéndose de manera muy suave al ritmo de la música. Yuri ya no estaba al tanto de lo que ocurría a su alrededor sino que se enfocaba en no quitarle toda la ropa a Otabek en ese mismo momento. O de arrancarse la suya propia.
Apenas sí rozó los labios de Otabek pero ninguno quiso continuarlo, aunque no por motivos negativos. La discoteca no se sentía como el lugar más idóneo para recuperar el tiempo perdido y ambos lo sabían y lo aceptaban.
Tenían tiempo para hacer muchas cosas más tarde. Otabek se lo decía con una de sus tímidas pero pícaras sonrisas.
Después de la discoteca, JJ decidió que tenía hambre y se marcharon hacia algún McDonald's o Burger King que estuviera abierto las veinticuatro horas. Finalmente encontraron del último una pequeña sucursal que estaba justo en una esquina por encima del agua.
Sara y Mila desaparecieron antes de entrar al local entre risitas, lo cual hacía sospechar a Yuri. También le preocupaba que no estuviera la pelirroja ya que ella era la que detenía a JJ de cometer algunas imprudencias, como el comprar casi una docena de combos de hamburguesas y, además, un menú infantil con juguetito incluido.
Yuri le dio un puñetazo cuando le ofreció el juguetito. Pero por supuesto acabó metiéndolo en su bolsillo cuando nadie lo veía ya que era un gatito que maullaba y movía la cabeza cada vez que le tirabas de la cola.
-¡Tenía un hambre! -exclamó Emil con la boca llena y haciendo un pequeño hueco entre sus labios para dejar pasar el sorbete de la bebida.
-Eres un puerco -le gruñó Michele.
-Yuri, ¿tú no comes? -le preguntó Otabek que se veía bastante emocionado devorando unas patatas fritas.
No es que no estuviera comiendo porque no tenía hambre sino que estaba un poco concentrado observando a JJ armar algo con un pedazo de cartón que venía con el menú infantil. Yuri se agarró el rostro con exasperación en cuanto lo vio acabar con su creación y llevarla directamente a su cabeza.
Era una corona. Que decía Burger King por todas partes.
-¿Nada mal, eh? -dijo presumiendo su estupidez.
-Para un descerebrado está bastante bien.
Justo entonces entraron Mila y Sara al local entre risas, con una cajita también de cartón en las manos. Los ojos de Leo zumbaron hasta aquello y Yuri vio que comenzaba a esbozar una sonrisa como de niño de cinco años.
Las muchachas la dejaron sobre la mesa y removieron la tapa, dejando que las paredes de cartón cayeran contra la mesa para revelar un pequeño pastel de crema chantilly decorada con chocolate derretido. Mila sacó una vela de su bolso así como un encendedor para poder prenderla.
-Feliz cumpleaños a nuestro principito -dijo con una sonrisa nostálgica al ver la emoción en el rostro del cumpleañero.
-¡Hay que cantar en todos los idiomas! -propuso JJ acomodándose la corona.
Empezaron con el inglés para seguir con francés, italiano, chino, checo, kazajo -aquellos solo cantados por sus respectivos hablantes y tarareada por los demás-, ruso y finalmente, en español. Había poca gente en el local pero todos estaban con sus teléfonos grabándolos y Yuri comenzaba a sentir un pequeño placer de que todos fueran vistos como unos fenómenos a los que había que inmortalizar en videos.
-¡Espera! -volvió a exclamar JJ antes de que Leo soplara sus velas, los labios contraídos en una pequeña o cerca de la llama.
JJ se quitó su corona de papel y la depositó sobre la cabeza de su amigo, lo que provocó que las mujeres -y Guang Hong- soltaran pequeñas exclamaciones enternecidas.
-Eres el rey solo por esta noche -alzó un dedo frente a su rostro-. Eso es porque te quiero y la mitad de mi corazón te pertenece, colega. Los demás pueden compartirse el resto.
Mila soltó un grito indignado.
-¡Eso mismo dijiste para mi cumpleaños! -JJ usó el dedo que tenía alzado para posarlo sobre su boca y silenciarla.
Leo le devolvió con una pequeña sonrisa y se dedicó a soplar la única velita que conmemoraba su vigésimo segundo cumpleaños. Los de la mesa más los que estaban presentes en el Burger King le aplaudieron emocionados. Sara incluso le dio un pequeño abrazo por atrás mientras le besaba una mejilla.
-Eh, Leo -lo llamó otra vez el canadiense- ¿De qué es el pastel me dices?
Leo se acercó solo un poco para poder observar el dulce.
-Pues yo creo que tiene chocolate amargo y pedacitos de...
BAM. Y luego un golpe seco que no le permitió a Leo continuar con su oración.
JJ acababa de agarrarlo de la nuca y estamparle todo el rostro en el centro del delicado pastel. Aquello sorprendió a todos, incluido Otabek, que acabó dando un pequeño salto en su lugar. Guang Hong había soltado un gritito.
Leo alzó la cabeza lentamente con la cara embadurnada de crema y chocolate e incluso la corona medio manchada también. Mientras JJ se reía fuertemente -junto con Emil que no podía contener la risita-, se llevó las manos a los ojos para poder quitarse un poco la suciedad.
-Gracias por arruinar un perfecto pastel -lo regañó Mila.
-¿Te crees que no me lo voy a comer igual?
Leo parpadeó varias veces y miró hacia Guang Hong, que estaba un poco divertido con lo recientemente ocurrido. Después de soltar una risotada, lo tomó de los hombros para acercarlo a su rostro y unir sus labios cubiertos de dulce.
Los presentes rompieron en vítores y aplausos cargados de alegría. En cuanto el muchacho chino se separó del otro, Yuri vio que tenía los labios, la nariz y las pestañas ahora manchadas.
-El mejor cumpleaños de la vida -musitó Leo aún embelesado.
-Y eso que todavía no acaba -lo codeó JJ.
Y la noche siguió aunque no tan alocada. Regresaron hacia la isla de Venecia donde Michele estuvo negociando con algunos gondoleros privados para que los hicieran dar un paseo a un precio no tan exorbitante. Los italianos eran bastante buenos haciendo negocios ilegales ya que no le tomó demasiado tiempo conseguir un par de góndolas.
Yuri no dudó en subirse al lado de Otabek, los dos sujetándose el uno al otro en cuanto la góndola comenzó a balancearse.
Observaba no solo el bello paisaje nocturno, el brillo de la luna reflejándose en la oscuridad del agua de los canales y las casitas pintorescas pero cubiertas de moho y humedad, que hacían que tuviera un toque anticuado como toda Venecia. Había un par de góndolas extra navegando cerca de ellos y Yuri descubrió que eran puras parejas de enamorados que se besaban bajo el cielo pintado de la ciudad. Inconscientemente se recargó contra el hombro de Otabek.
En la otra góndola iban Leo y Guang también dándose cortos besos, el primero con la cara todavía embarrada y la estúpida corona.
Detrás de Yuri y Otabek, en la misma góndola, iban la pareja de Mila y Sara pero soportando la intrusa presencia de JJ que se lamentaba por ser el único solitario del grupo con sollozos de lo más teatrales.
-No estarás solo esta noche, te quedarás con nosotras -quiso consolarlo Sara.
-Me daría un poco de pena interrumpir su noche romántica, preciosas damas...
-¿Y quién dice que hay que interrumpirla? -preguntó Mila de forma sugerente.
Yuri decidió que era suficiente para su cerebro. Enfocó toda su atención en el rostro de Otabek que miraba hacia el cielo totalmente despejado y brillante.
-Yo que tú aprovecharía los minutos en observar la hermosa Venecia y no desperdiciarlos en mí -soltó Otabek sin desviar su mirada del paisaje.
Yuri se sonrojó por la sorpresa de sus palabras.
-No es un desperdicio mirarte -murmuró, aunque al principio pensaba que no lo había dicho en voz alta.
Otabek se giró hasta él entonces hasta Yuri, y de alguna manera sintió que no quedaba nada más a su alrededor. Ni sus amigos, ni Venecia ni las góndolas que danzaban a través del agua: solamente eran ellos dos, mirando adentro del otro como si fuera lo único que quisieran mirar por el resto de sus vidas.
Porque de alguna manera lo era. Para Yuri era lo único que le quedaba así no pensara en el poco tiempo que le restaba al lado de Otabek, el maravilloso y único Otabek que le había dejado la vida desordenada y totalmente de cabeza.
Bueno, me súper retrasé y no me quedó el capítulo doble </3 ¡De verdad que quería! Pero me pidieron a último momento que ayudara a organizar un cumpleaños en TRES días y anduve de aquí para allá con eso. Es más, vengo a dejar medio a las corridas este capítulo jeje me disculparán cualquier dedazo o error que vean por allí.
Un poquito de romance, otro poquito de amistad y se fue un poco rápido Vencia :c al principio había otras cosas que harían en este capítulo pero las cambié por lo que vemos aquí ya que me daba cierta vibra tranquila a pesar de todo.
Y ahora sí, el próximo capítulo: ¡Una noche en París (Parte I)! La voy a traer lo más pronto posible. Espero superar la negación que siento de llegar ya tan pronto hasta la ciudad más especial del fic.
Quería agradecerles enormemente ya que esta historia llegó anoche a los 3K votos y hace un par de días a las 15K leídas <3 En serio, todo esto es gracias a ustedes y sus enormes ganas de seguir apoyando esta loca idea así como a nuestros locos viajeros. Puede que falte poco para que la aventura acabe pero aún quedan cosas muy intensas por vivir.
¡Nos estamos viendo muy pronto! Besitos c:
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