San Petersburgo ya no es lo de antes II

¡Saludos, Yuri! Por supuesto que me acuerdo de ti, ¿cómo has estado? ¿Cómo va ese viaje? Aquí las cosas han estado bastante tranquilas para mí porque mis hijos ya han regresado de sus pequeñas vacaciones con mis padres entonces no tengo motivos para estar paranoico :^)

Claro que puedo darte mi opinión en lo que sea que necesites, para algo es que te he dado mi contacto. Espero todo esté bien por allí. Un abrazo.

Esa había sido la respuesta del Yuuri de Budapest, un par de días después que Yuri le envió su mensaje. El hombre al parecer decidió responderle justo unos minutos antes del encuentro que tenía planeado con Nikolai Plisetsky y sus palabras fueron como un pequeño bálsamo para sus nervios.

Ya se había acabado la taza de café que ordenó mientras lo esperaba. Yuri no había podido contener más su ansiedad de dar vueltas por la casa así que salió antes para ver si así era más fácil matar el tiempo. Craso error.

Aún no podía creerse de aquel evento que estaba por cambiar su vida.

Lilia le dijo dos días atrás acerca de un hombre apellidado Plisetsky que quería verlo. Plisetsky. De su propia sangre, de la familia que lo había abandonado en un orfanato siendo apenas un bebé.

Yuri no tenía recuerdos de sus años en el hogar de niños huérfanos, ya fuese porque su propia memoria los reprimía o porque quizás no era un evento relevante en su vida. Solo tenía pequeñas escenas que a veces se colaban en su cerebro.

Pero ahora descubría que no era huérfano. Y un hombre llamado Nikolai era su padre o tal vez su hermano, y había querido hablar con Yuri desde hacía tiempo pero a ambos les negaron esa oportunidad.

No podía molestarse con Lilia por aquello. Era muy probable que fuese algo que cualquier madre adoptiva haría como un mecanismo de defensa, por miedo a que tal vez viniera un fulano del pasado de Yuri a reclamar por su derecho de sangre.

Sintió como una mano se posaba encima de su hombro, provocando que diera un pequeño sobresalto sobre su lugar.

-Discúlpame -le dijo una voz ronca y algo cansada- ¿Eres Yuri Plisetsky, muchacho?

Yuri se volteó a ver a su interlocutor, con el corazón desbocado y un enorme gesto de sorpresa al descubrir la edad del famoso Nikolai Plisetsky.

-¿Me puedo sentar contigo? -le preguntó amable.

Él no asintió ni se negó, por lo que el hombre -no, anciano- lo tomó como el pase libre a ocupar la silla de en frente de Yuri. Se movía algo lento y tenía los hombros encorvados por culpa de la edad pero su rostro estaba muy vivaracho. Le dedicó una ancha sonrisa a Yuri mientras se acomodaba la boina y apoyaba una bolsa de papel madera sobre la mesa.

-Es un placer poder conocerte.

Yuri seguía enmudecido, inspeccionando cada aspecto que podía de él. Sin darse cuenta estaba buscando su propio parecido en el anciano, quizás en la forma pequeña de los ojos pero allí acababa. Yuri se sentía muy delicado al lado de aquel hombre de rasgos fuertes y bien definidos.

El anciano le tendió su mano, endurecida y arrugada por años de trabajo. Yuri dudó un par de segundos pero acabó estirando su brazo para estrechar la mano de aquel viejo hombre que era su familia.

-¿Usted...? -carraspeó- ¿Usted es...?

-Soy tu abuelo -se apresuró a responder con una sonrisa algo tímida-. Soy el padre de la mujer que te dio la vida.

La mujer que le dio la vida. No su madre.

De alguna manera sentía que Nikolai estaba siendo cuidadoso con las palabras que usaba y apreciaba bastante aquello.

-¡Qué grande estás! -siguió diciendo Nikolai- Por momentos perdía las esperanzas de que jamás te podría conocer pero aquí estás. Lamento si es que te he importunado.

Yuri tomó cuidadosamente entre sus dedos un pedazo de servilleta usada. La despedazó encima de su regazo, un poco para tener algo en que ocupar sus inquietas manos.

Podía sentir la fuerte mirada del hombre encima de él así como también su desesperación de que Yuri le dijera algo. Lo que fuera.

Era nieto de ese señor. Y ese señor era el padre de la persona que dejó a Yuri en un orfanato por quién sabe cuál motivo.

¿Debería sentirse enojado? ¿Dolido? ¿Abandonado? Porque la verdad es que no lo hacía. Él no tenía idea que clase de vida podría haber tenido en el seno de la familia Plisetsky pero sabía muy bien que no cambiaría su vida con los Feltsman-Baranovskaya.

Lilia y Yakov podrían tener sus defectos pero eran las dos personas que ayudaron a construir al Yuri actual. Y a él le gustaba ser como era, con sus errores y también sus virtudes. Él no era la mejor persona pero había conseguido que gente maravillosa creyera que valía la pena pasar el tiempo a su lado.

-No sé muy bien qué decir -habló finalmente Yuri.

-No quería hacerte sentir presionado -continuó Nikolai-. Para mí es una dicha que simplemente me dejaras poder mirarte. He hablado con Lilia muchas veces y, por lo que me cuenta, eres un hombrecito maravilloso.

-Ya -lo cortó Yuri empezando a avergonzarse-. No creo que mi... que ella dijera todas esas cosas de mí.

-Pues tendrás que creerlo porque yo no miento -se encogió de hombros-. Lo único que ha sabido decirme es lo orgullosa y feliz que se siente de que puedas estar a su lado.

-Ah, vaya -le tembló un poco el labio-. A mí no me dijo esas cosas.

Lilia no era una madre cariñosa, claro que no. Pero saber que le decía todas esas cosas a un extraño... Yuri no quería pensar que lo hacía solo para marcar territorio.

-Quizás es algo apresurado lo que te quiero pedir, eh... ¿Cómo podría llamarte? -se detuvo un segundo.

Aquella pregunta tomó a Yuri un poco por sorpresa.

-Pues como usted desee, supongo.

El viejo hombre le sonrió con un poco de nostalgia.

-¿Podría decirte Yurachka? Temo que sea una imprudencia de mi parte.

-No es una imprudencia, en serio -Yuri intentaba ocultar los nervios a flor de piel que estaba sintiendo-. Lo dejaré que me llame como más le quede cómodo.

-Ah, puedes tutearme si deseas. No quiero construir un vínculo a base de formalidades.

El mozo trajo un té para Nikolai también, que le pidió que esperase un segundo así le pagaba por las órdenes de ambos.

-Así que... -empezó a decir Yuri para cortar el silencio- ¿Vives aquí desde siempre?

-Yo soy de Moscú -dijo, pero en sus palabras podía entender el significado oculto: tú también lo eres-. Me mudé hace varios años para aquí luego de que enviudé.

-Lo siento mucho -musitó dando un sorbo de su frío café.

-Descuida, muchacho. Ciertamente a mí mujer le hubiese encantado conocerte pero así es como la vida ocurre. Quizás es mejor así.

Así es como la vida ocurre. Yuri quiso bufar de lo cierto que podía ser aquello a veces.

-Sobre lo que quería pedirte -volvió a decir Nikolai-. No quiero que te sientas presionado a responder.

-Me lo puede... puedes decir -se corrigió.

-Yurachka, quizás yo no me lo merezca -habló el anciano- pero me encantaría poder conocerte mejor, que puedas tú conocerme. Y ¿quién sabe? Tal vez construir un pequeño vínculo, no sé si de abuelo y nieto ya que puede que eso tome tiempo... pero a mí me gustaría formar parte de tu vida. Desde siempre he querido, de hecho. Y ahora que tengo la oportunidad, si tú quieres, se podría intentar.

Yuri tragó el nudo que tenía en la garganta.

¿Por qué siempre la gente le preguntaba si él quería? De alguna manera era el peso de la decisión sobre sus hombros. Era más fácil cuando la gente quería obligarlo ya que él podía ir y hacer lo contrario en venganza.

Todo acababa siendo más doloroso cuando decía que sí por voluntad propia.

Más él no quería negarse a la propuesta de aquel viejo hombre. Se veía triste y cansado, pero mucho más ansioso por poder conocer al niño que era su nieto. No niño, sino hombre, como él mismo había dicho minutos atrás.

-Sí quiero -contestó veloz-. Digo, podríamos intentarlo. No me molesta. Estaré en San Petersburgo de todas formas, creo.

Nikolai soltó una pequeña risa de esas que los ancianos solían hacer. Silenciosa, pero que ocultaba una emoción que llevaba años escondida de la superficie. Palmeó la mano de Yuri que estaba sobre la mesa, y él no la alejó como el gato arisco que solía ser siempre.

-Mira, te he traído una cosa para que luego compartas con tu madre. Espero te guste. Si es así, podría invitarte a mi casa a cenar muy pronto.

Nikolai le ofreció la bolsita de madera que había dejado sobre la mesa en cuanto llegó. Yuri se había olvidado de su existencia hasta que tuvo que tomarla con sus manos y observar con cuidado su contenido.

Estaba llena de pirozhki. Deliciosos y caseros pirozhki que alguien había preparado con cariño y dedicación solo para él.

En lo que quedó de la semana y la que le siguió, la vida de Yuri dio un vuelco inmenso sin proponérselo.

No solo se juntaba regularmente con Nikolai Plisetsky si no que charlaba bastantes horas con Yuuri Katsuki y a veces con su desagradable marido -que le utilizaba el teléfono cuando el otro entraba de turno-.

Quizás Yuri no podía decir que tenía una vida como los otros adolescentes ya que no salía, no se preparaba para la universidad ni mucho menos buscaba trabajo. Yakov aparecía todos los días preguntando por ello pero cada vez que intentaba hacer una rabieta, Lilia lo detenía.

-Merece un castigo, al menos un tiempo. Así aprenda -pinchó furiosamente un trozo de carne de su plato.

-Tiene dieciocho años. Ya la vida nos castiga lo suficiente cuando crecemos -le respondió Lilia dando un sorbo de vino blanco.

Yuri no sabía qué ocurriría cuándo su madre decidiera que debía volverse a Moscú. Él no quería regresar aún, no podía. De alguna manera, San Petersburgo lo hacía sentir que su vida todavía no estaba estancada de nuevo ya que no era su casa técnicamente.

Pero por nada del mundo se quedaría a solas con su padre. Puede que en otros momentos lo considerase, pero Yakov seguía molesto y Yuri no lo dejaría que le gritara sobre ello todo el tiempo.

¿Qué le molestaba tanto? Si era el dinero y el tiempo de Yuri los que fueron gastados allí.

Debes entender a tu padre, Yurio. Viene de otra época y no es tan fácil para él adaptarse a las formas de vivir de ahora, donde los jóvenes andan de aquí para allá. Y que eso no nos hace menos válidos sino que nos cultivamos como personas.

Yurio. Así que era el estúpido de Viktor el que había respondido a su mensaje quejándose acerca de lo mierda que algunos padres podían ser.

Ah, pues claro. Y mientras él no se adapta al año en que vive, ¿yo me tengo que adaptar a sus pensamientos de mierda?

Por cierto, no digas "nos". Tú eres viejo.

Viktor solo respondió con algunas risas y una asquerosa selfie haciendo boca de pato con el mensaje "¡Aún estoy en la onda!".

Yuri quería vomitar.

Si bien Viktor y Yuuri eran divertidos -al menos en el sentido de que podía reírse de ellos- en sus mensajes, él no podía sentirse como parte de un algo mayor. Ellos dos estaban casados y tenían una vida ya hecha. Seguramente no vieran a Yuri como algo más que un niño que podría ser su hijo. Un muchachito perdido que necesitaba algo de orientación en la monstruosa vida.

Su mente no podía evitar viajar a otros lugares cuando aquello le pasaba. En general podía olvidar del tema, podía fingir que nunca había ocurrido en su vida y que estaba muy bien aún luego de que todo estuvo acabado.

Aún así no era más que eso: fingir. Quizás ahora le fuese fácil el ignorarlo todo. Hacer como que su vida siempre había sido aburrida y solitaria. Sin conocer ni un atisbo de la amistad, el compañerismo y el amor. Pero...

¿Hasta cuándo?

Una tarde fue a encontrarse con Nikolai en un parque. Lo acompañaría a dar una vuelta así ejercitara los músculos pero luego podrían ir a su apartamento a cenar algo de comida tradicional rusa. Para Yuri era un plan bastante bueno.

-¿Así que tienes una gata? -inquirió el anciano- Yo tengo un perro que es un poco nervioso, tendrás que intentar no alterarlo.

-¡Sí, se llama Armani! -respondió Yuri completamente emocionado- Te la mostraré.

Tomó su teléfono y le enseñó el fondo de pantalla, que era una foto de Armani dormitando en posición de esfinge adentro de su maleta aún a medio desarmar. Nikolai tuvo que mirar de cerca para poder divisar correctamente, pero al final rió.

-Es muy bonita y traviesa, por lo que veo.

-Y odiosa -completó Yuri.

-Los gatos son así, mi esposa solía tener uno -dijo con algo de tristeza-. Veo una maleta en esa foto, ¿has estado de viaje?

El alma de Yuri se le cayó al suelo por lo desprevenido que aquello lo tomó.

-Ah, sí. Estuve viajando un par de semanas alrededor de Europa.

-¡Pero qué divertido suena eso! -exclamó Nikolai-. En mis tiempos mis amigos y yo también lo hicimos, aunque no era nada como ahora. Los policías de la URSS nos persiguieron en varios lugares pensando que éramos un par de revolucionarios agitadores.

-Pues a nosotros lo máximo que nos pasó es que nos recogiese un tipo que seguía dolido con su novia y que nos hizo mandarle un maletín con peluches decapitados -recordó con una sonrisa divertida.

-Ah, ¿también fuiste con amigos? No tendrás mejor experiencia que esa, Yurachka.

Yuri sintió que su alma se caía hasta el Inframundo.

-Sí, una buena experiencia -se encogió de hombros.

Nikolai iba agarrado del brazo de Yuri ya que por su espalda no podía caminar sin ayuda por mucho tiempo. Eso le había contado varios encuentros atrás, y Yuri ahora empezaba a notar que solía preguntarle mucho al anciano sobre él pero jamás le preguntaba a Yuri por algo de su vida.

Estaba esperando que Yuri diera el primer paso para hablar. El hombre había notado sobre las pocas ganas que tenía de hablar sobre su vida y no estaba presionándolo.

Eso hizo sentir a Yuri bastante horrible.

-Fue una experiencia muy divertida. Pasó realmente de todo, de esas cosas que puedes contarle a tus nietos en el futuro -trató de sonreírle al abuelo-. Sí, de todo.

Nikolai le dio una mirada bastante paternal que desarmó a Yuri por completo.

-Si así lo deseas, puedes contármelo.

Yuri soltó un fuerte suspiro, dirigiendo su mirada hacia un grupo de niños que jugaban a las luchas sobre el césped. Las únicas dos niñas les estaban dando una paliza brutal.

-No lo sé. Digo, no es que yo no quiera hablar contigo sobre ello -se talló los ojos con una mano-. Es que no he hablado de nada de lo que ha pasado más que con mi gata.

-¿Ha pasado algo ilegal? -le preguntó con encontrada seriedad. Yuri se alarmó.

-¡No, no! Jod-... Lo siento, diablos. Es que es como una espinita que me molesta ese tema.

-Es que viajar te cambia, Yuri. Tu antigua ciudad se vuelve demasiado chica y las personas que solías conocer se ven muy sosas. Lo había notado en ti la primera vez que nos encontramos, como si tu cuerpo estuviera aquí pero tu mente y tu alma seguían vagando por otros lugares más interesantes.

Yuri rodó los ojos sin que Nikolai lo viera. Lo hacía para que no notara lo mucho que le estaba tocando aquello.

-Sientes lo que llamamos Toska.

-¿Toska? -repitió. Sin duda era una palabra de su idioma pero no estaba muy seguro de qué significaba.

-La nostalgia, melancolía. El sentimiento de perder algo que no sabías que estaba allí. Un dolor emocional que nace de la nada misma pero de todo a la vez.

-¿Y existe una cura para ello? -preguntó Yuri con la mirada en alto pero un hilo de voz- ¿Algo que pueda quitarme esta Toska del alma?

-Supongo que eso está dentro de uno. Nadie más que tú sabe cómo curar la melancolía de tu propia alma adolorida.

-Eso suena muy poético, ridículo y bastante miserable.

Nikolai rió. Le había dicho que le gustaba la acidez y beligerancia de Yuri a la hora de hablar, siempre directo al choque. Que le recordaba un poco a su propia juventud.

-Pero no lo has negado, Yurachka.

A la tercera semana en San Petersburgo, Yuri comenzó a trabajar. Yakov le había conseguido un puesto en una panadería y Yuri pensó que no estaba nada mal. Trabajaba en la caja registradora y podía robarse todos los bollitos que quisiera -siempre y cuando no se vaciara la canasta-. Además, el lugar olía bien y podía pasar largas horas lejos de su padre.

Y le pagaban bien, ya que la dueña de la panadería era la hija ricachona de un amigo de su padre que solo se ponía la panadería de estilo francés para decir que se dedicaba a hacer algo en su vida.

Lilia solía pasar varias veces con la excusa de comprar cosas dulces pero Yuri sabía que un poco estaba queriendo vigilar que no lo arruinara todo. Incluso Nikolai fue a tomar la merienda un par de veces y Sasha, la pesada de su jefa, solía ponerse a charlar con el anciano acerca de él. Una vez incluso le permitió tomarse unos minutos libres para tomar el té con él.

-Yuri, tú estuviste en Francia ¿no? -le preguntó Sasha mientras tomaba fotos bonitas para el Instagram del lugar- ¿Qué crees que podríamos hacer para dar un toque más francés?

-Qué se yo, bruja -contestó algo harto-. Déjame trabajar.

-¡Soy tu jefa! -rió ella tontamente.

-En mi contrato no decía que teníamos que interactuar -rodó los ojos.

-¡Pero es que me molesta que seas aburrido! Cualquier persona hablaría sin parar de su viaje. Yakov le dijo a papá que estuviste todo un mes por Europa... ¡Qué envidia!

Yuri no podía creer la hipocresía de esa estúpida, que se pasaba viajando por todo el mundo le dijera algo como eso a él.

-Eh, Sasha, ¿tú alguna vez fuiste a Kazajistán?

La chica rió con la mirada clavada en la pantalla de su celular. Aquella sonrisa tan tonta le recordaba un poco a JJ.

-¿A qué viene la pregunta? -arqueó una de sus castañas cejas- Además, claro que he ido. Una vez salí con un chico kazajo muy caliente y nos escapamos un fin de semana a Almaty. Ciudad preciosa, de hecho.

-Oh -fue todo lo que Yuri dijo mientras se robaba un bollito así no se escapara nada de su boca.

-Los kazajos son bien calientes, en realidad, ¿has visto uno alguna vez? ¡Uf! No lo repitas en frente de mi novio pero Serik ha sido el tipo más sexy, cuidadoso y lindo con el que he estado.

-Y si era tan caliente y perfecto ¿por qué no te has quedado con él? -preguntó con algo de desdén.

Sasha no notó su tono amargo y un poco lo agradeció, ya que se estaba desquitando injustamente con ella. La chica simplemente se encogió de hombros.

-Son criaturas extrañas y esquivas. Un día él me dijo que se iría de San Petersburgo y jamás nos volvimos a contactar. Claro que lo lloré y lloré por mucho tiempo.

-Define mucho tiempo -pidió Yuri.

-Um -se llevó un dedo a los labios- ¿Creo que cinco días?

Pues yo llevo más de tres semanas y pinta para más. Te gané, estúpida.

-Pero hay que saber superar las rupturas amorosas como una campeona. No podemos dejar que piensen que alguien puede tener tanto control sobre nosotros -dijo orgullosa-. Y aunque me haya dolido su abandono, pues tuve que seguir con mi vida.

-¿Y cómo es que lo has hecho? -volvió a preguntar Yuri, fingiendo que le prestaba más atención al dinero que ordenaba que a ella- ¿Nunca has querido ir a buscarlo?

-¡Pues lo hice viajando más! -rió ella pero se le borró al instante del rostro- Oh, Yuri... ¿estás pasando por un corazón roto?

Él se detuvo de repente, frunciendo el ceño tan fuerte que seguro le quedaría la arruga marcada para siempre.

-Yo no he dicho nada de eso -espetó.

-¡Ay, cariño, me lo podrías haber dicho!

Ella se acercó hasta Yuri y buscó abrazarlo pero él le pegaba manotazos así se alejara.

-Sasha, aléjate de mí -le advirtió mientras la señalaba-. No me importa que sigas siendo mi jefa, voy a gritar.

-Yuri, no tienes que avergonzarte de ello -le dijo dulcemente mientras se acomodaba el cabello corto-. Ya ves, la mejor cura para los corazones rotos son los abrazos y los viajes.

-Qué casualidad que mis problemas han comenzado con un viaje y un abrazo que me salvó de caerme -musitó entre dientes para sí mismo.

Sasha solo seguía riendo hacia él.

-¡Tienes que hacer otro viaje! Pero uno para ti mismo y nada más... ¡Oh! ¡Podrías ir a meditar a algún lugar! ¡O hacer voluntariados! -chilló emocionada- Yo hice uno cuando tenía tu edad.

-¿Hace cien años, entonces? -preguntó sintiendo un déjà vu de decir unas palabras de ese estilo.

-Yo me fui a la India pero no te imagino allí porque está algo sucio -siguió parloteando- ¿Tal vez Malasia? ¿O Tailandia?

-Sasha, ya basta. Te recuerdo que estoy cortado y el idiota de mi padre me obliga a trabajar. Por algo estoy atascado aquí contigo -gruñó cerrando fuertemente la caja registradora.

-¡Yuri, qué aburrido...!

-Se acabó el tema. Punto -la cortó-. Mira, ahí vienen clientes.

Sasha desapareció cabizbaja hacia la cocina, donde ella se dedicaba a decorar preciosamente los pasteles y ayudar a los otros cocineros a amasar el delicioso pan que vendían.

Pero si bien Yuri, mientras le cobraba a los clientes, se decía a sí mismo que el tema estaba zanjado, una pequeña fracción de su mente no podía dejar de pensar en las palabras de Sasha acerca de una nueva aventura.

¡Al fin capítulo nuevo! antes de pasar a la nota de autor, vean YA esto:

¿Les suena de algo este pequeño hecho? ;) ¡Sí! Es el regalo por el cumpleaños número 19 de Leo que JJ le hizo.

Este pequeño cómic fue dibujado por @_salada y la verdad es que no tengo palabras para describir lo lindo que le ha quedado. De verdad, que se haya tomado el tiempo para hacer algo tan bonito y divertido inspirado en este fic me emociona muchísimo. Así que gracias, preciosa ♥️ este capítulo va dedicado para vos.

Así que a todas las que les haya gustado o hecho reír esto, déjenle amor aquí a la artista, también por si alguien tiene intenciones de repostearlo o mandárselo a alguien, POR FAVOR no olviden pedirle permiso c: -->

Ahora, sobre el cap... siento que han pasado mil años pero ya pase el examen y aprobé y estoy de regreso.

¿Alguien ha notado la pista qué hay en este capítulo? ;)

Decidí alargar la estadía en San Petersburgo a tres partes de esta misma extensión, ya que un solo capítulo largo se me hacía un poco apresurado, quizás este aburrido pero Yuri no tardará en volver a la acción.

Quizás también notaron qué hay portada y separadores nuevos, espero les gusten ♥️ de a poco le cambiaré los separadores a los capítulos ya publicados.

¡Y eso es todo! Próximo capítulo entre lunes a la noche y martes a la siesta :D quiero actualizar este fic unas tres veces a la semana de ahora hasta el final así no pasa de agosto y puedo dar con todo al fic nuevo.

Esperen otras sorpresitas la próxima semana también ;)

¡Besitos!

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