San Petersburgo ya no es lo de antes I
Yuri y Lilia no hablaron de camino al hogar de su padre, Yakov. Su madre iba concentrada en conducir a través de las atestadas avenidas de San Petersburgo y Yuri estaba desconectado del mundo, la mirada perdida a través de la ventana del carro ofreciéndole un paisaje que conocía demasiado bien pero que lo sentía más lejano que nunca.
Así debía sentirse el vacío interior, pensaba.
-Llegamos -le comunicó Lilia.
Ni siquiera notó el momento en que el vehículo aparcó afuera del garaje de la enorme y antigua casona de su padre, herencia de la adinerada familia judía que eran los Feltsman. Siempre pensó que era un desperdicio que tal casa estuviera tan venida abajo y deshabitada siendo que solo vivía aquel hombre, con algunas escasas visitas de su hijo al año.
-Debe estar en la oficina con un vaso de whisky -pensó Lilia.
-Él solo toma whisky cuando está estresado -Yuri frunció las cejas.
-¿Y cómo creías que tu padre iba a estar, Yuri Plisetsky?
Lilia introdujo la llave en la antigua cerradura y abrió la chirriante puerta, que mostraba el oscuro interior de la vieja casa. Yuri se sintió asfixiado de repente.
Un sonido muy bajo y agudo lo distrajo de sus pensamientos. Tardó en encontrar a la fuente de aquello ya que todo estaba muy oscuro pero al instante sintió un algo restregando su peludo cuerpo contra sus pantorrillas.
Armani, pensó con lágrimas en los ojos. Su tonta gata nunca, nunca maullaba o demostraba cariño ya que Yuri solía ser una persona bastante ácida usualmente pero ahora estaba allí, bajando la guardia y acariciando con insistencia la pierna de su dueño.
No dudó en tomarla en brazos -una tarea algo difícil considerando el peso del animal-, que se acomodó en aquel hueco y apoyó su patita contra la clavícula de Yuri. Miró sus enormes ojos azules un momento mientras ella lo olfateaba, dudosa. Finalmente le pasó la lijosa lengua contra la mejilla.
-¡Yuri Feltsman! -bramó alguien desde el pasillo.
Incluso su gata dio un salto al escuchar la potente voz de su padre, escapándose de inmediato de los brazos de Yuri. Él no podía salir huyendo así de fácil. De hecho, estaba a punto de lidiar con las consecuencias que ocasionaron dicha acción.
-Hola papá, ¿qué hay? -preguntó tratando de sonar igual de desinteresado que siempre.
Yakov se acercó con pesados pasos hasta la entrada, donde Lilia permanecía como una estatua protectora al lado de su hijo. Yuri alzó el mentón, listo para la reprimenda.
Pero se detuvo un par de centímetros adelante, el semblante un poco tembloroso al observar otra vez los rasgos de su hijo desaparecido. Casi pudo ver el atisbo de una sonrisa, pero eso era pedir demasiado en Yakov Feltsman.
-Haz preocupado a tu madre -finalmente dijo-. Espero que reflexiones tu comportamiento tan inaceptable.
-¿Estoy castigado?
Lilia taconeó desde su lugar atrás de Yuri para posicionarse al lado de su ex marido. Se le hacía muy difícil verlos uno a la par del otro sin querer arrancarse los ojos. Incluso los vio intercambiar una mirada cómplice de reojo.
-¿Acaso serviría de algo castigarte? -gruñó Yakov- Lo más probable es que encuentras escaparte por la ventana.
-Lo que me consuela -intervino Lilia-, es que no tendrás ningún dinero ahora que quemaste todos tus ahorros.
-Tendrás que trabajar. No me importa si aquí o en Moscú pero te buscarás un trabajo ahora. Y lo usarás para tus gastos porque no verás ni un solo centavo de ninguno de nosotros.
-¿Estás seguro que no quieres ir a la universidad? -preguntó su madre.
Esa pregunta descolocó tanto a Yuri como Yakov, que ya no miraba hacia su hijo sino hacia Lilia, completamente anonadado y a punto de explotar.
-¡No lo apañes en ese capricho! ¡Ya lo hemos hablado! Se tiene que asegurar el futuro de alguna manera, le guste o no. No sé si estudiando o como entrenador de patinaje pero hará algo.
-¿Y tú, Feltsman? ¿Estudiaste en la universidad? -replicó Lilia cruzándose de brazos.
-Eran otros tiempos -chilló el hombre- ¡Yuri debe estudiar si quiere ser alguien en este mundo avanzado!
Yuri estaba cabizbajo, sin ningún ánimo de berrear o armar una escena como lo haría normalmente. Toda aquella conversación lo llevaba directamente a Mila, la muchacha que no quería saber nada con estudiar y que no se permitía sentirse inferior por aquello.
Qué bien le hubiera venido su presencia en esos momentos.
-Mira, papá... no sé si quiero ir a la universidad todavía -dijo con seriedad-. Prefiero tomarme un tiempo. Y trabajaré, que sé yo, no me importa realmente.
-Yuri, no intentes jugar al listo aquí. La estás sacando demasiado barata luego de lo que hiciste -lo apuntó con su regordete y calloso dedo.
Yuri alzó las manos con indignación.
-¡Por favor, papá! Es solo un año. La vida no es una carrera. Y mientras no dependa de parásitos de ustedes, como ya has dejado en claro, no debería importarte lo que yo decida. Prefiero perder un año de mi vida que tener una vida miserable haciendo algo que odio solo por apresurarme.
Lilia y Yakov volvieron a mirarse de reojo, ambos reacios a dar el brazo a torcer. Su madre estaba decidida en que Yuri tomara sus propias decisiones pero Yakov no quería saber nada con aquello.
Finalmente, el hombre se agarró el rostro resignado.
-Lo hablaremos con más tranquilidad en estos días. Ahora, saldremos a cenar -dijo mientras se dirigía a tomar su sombrero del perchero al lado de la puerta- ¡Y luego ya no pienso mantenerte más, Yuri! Te pagarás tus propias salidas.
-Pues me parece bien -bufó.
Pero cuando su padre salió por la puerta, dándole la espalda a su hijo y refunfuñando por lo bajo acerca lo perdida que la juventud estaba, Yuri aún así sonrió.
Yakov llevó a su hijo y ex esposa a por comida china, la cual Yuri disfrutó bastante y más aún del tiempo en familia, al menos mientras duró.
Ambos padres evitaban hacerle preguntas acerca del viaje pero era inevitable que la conversación se desviara eventualmente para ese lado. Él intentaba tragarse el nudo en la garganta cada vez que tenía que responder.
-No se come como en Italia -dijo Yakov mientras le daba un bocado a su porción de pato agridulce-. Estuviste en Italia, ¿no?
-Eh, bueno... sí. En Roma y Venecia -se encogió de hombros Yuri-. Ha sido muy divertido.
-¿Ah, sí? -curioseó Lilia mientras fingía estar concentrada en su salteado de vegetales- Bueno, es de esperarse. Siempre fuiste un niñito que se divertía más consigo mismo que con los de su edad.
Yuri se atragantó con su dumpling. Eso atrapó la atención tanto de Yakov como de Lilia al instante.
-No he estado solo -dijo con la voz rasposa por culpa de su pequeño ahogo.
Alzó la mirada para encontrarse con las de sus progenitores, que no sabían que mueca esbozar ante lo revelado. Ninguno tenía idea si sentirse molesto o alegrarse porque Yuri ya no era un mocoso gruñón y solitario.
-Ah, vaya... -balbuceó Lilia con la servilleta posada sobre sus labios- Qué sorpresa escuchar eso.
-Espero no te hayas juntado con mochileros -exclamó Yakov alzando sus palillos-. Tienen ideas peligrosas. Por el ejemplo el comunismo.
Yuri rodó los ojos cuando su padre volvió a enfocarse en seguir comiendo.
-No eran mochileros. Uno de ellos tenía demasiado dinero como para considerar de esa forma.
Quería que esa conversación acabara. No quería que sus padres le siguieran preguntando porque no estaba seguro si podría soportar mantenerse serio mientras hablaba de todos ellos, de sus días y noches juntos, de cómo lo habían adoptado como si fuera uno más del grupo.
-¿Podemos pedir postre? -preguntó abruptamente.
Yakov entrecerró los ojos de forma amenazante.
-Estás tentando a tu suerte, muchacho...
-Puedes pedir lo que quieras -agregó Lilia-. Correrá por mi cuenta, como casi todos los gastos de esa familia.
-¿Qué estás queriendo decir con eso, mujer?
Ahí iban de nuevo. Por una vez en la vida agradeció que sus padres prefirieran atacarse entre ellos que aliarse para atosigar a Yuri.
Meses atrás, aquel simple acto le hubiera bastado como excusa para desaparecer del local solo para no oírlos pelear. Ahora le parecía tan banal, tonto e innecesario que ellos elegían reñir en lugar de luchar por el amor que una vez se tuvieron.
Tal vez el amor sí fuera un invento. Sus vanos intentos por escapar de la desgraciada realidad de sus padres tampoco le habían servido de nada.
Al final fue Yakov quien pagó por todo ya que se negaba darle ese placer a Lilia. De todas formas ella ganó ya que contó victoriosa sobre cómo había hecho una pequeña compra en el supermercado mientras hacía hora antes de que arribara el avión de Yuri.
Se calzó los auriculares en el camino de regreso en auto y zumbó a su cuarto en cuanto aparcaron en la entrada. Armani estaba acicalándose sus partes nobles en uno de los escalones cuando Yuri la tomó en brazos para escapar al dormitorio y echarse a la cama de una buena vez ya que lo necesitaba.
-¡No necesitabas gastar en nada! -chillaba Yakov desde abajo- Puedo hacer las cosas yo solo, he sobrevivido bien por mí mismo.
-Si crees que hago las cosas por ti, te equivocas. Es todo por mi hijo.
-Nuestro hijo.
-Yo le digo como quiero.
Yuri se estiró las mejillas con las yemas de los dedos. Armani lo miraba muy fijamente.
-¿Me has extrañado, gata endemoniada?
Ella no le respondió.
-Sí, yo tampoco te extrañé. Estaba ocupado haciendo otras cosas.
Tal vez fuera que tenía demasiadas sensaciones en su pecho a punto de rebalsar, pero Yuri acabó rompiendo en llanto.
Se había prometido en el avión que no iba a llorar, que no se lo merecía y que no era digno de Yuri Plisetsky. Pero en el fondo siempre supo que estaba mintiéndose. Que las cosas no le serían tan fácil ahora y que aquella mentira y abandono seguían calándose muy hondo en su corazón, carcomiéndole la carne y los huesos.
No supo a qué hora se durmió esa noche, pero lo que sí estaba seguro es que lloró y lloró hasta que sus sueños lo arrullaron. Unos sueños muy lejanos y muy dulces, unas imágenes que tal vez nunca regresarían a su vida.
La mañana siguiente se la pasó en cama, durmiendo por cortos intervalos de tiempo y dando vueltas sobre las sábanas, que le permitían pensar en todo tipo de cosas que lo hacían sentir miserable.
No era fácil el tener que aceptar que estaba de regreso en su vieja vida. Probablemente tendría un par de días para incluso tener que adaptarse a otro nuevo ritmo con todo el tema del trabajo que su padre pretendía que consiguiera.
Y aún estaba el asunto de si se quedaría en San Petersburgo o regresaría a Moscú.
-¿Por qué la vida es tan mierda? -masculló al techo- ¿Por qué el vacío existencial tiene que doler, si se supone que no hay nada allí?
Solo obtuvo un maullido de respuesta. Su gata estaba agitando la cola muy lentamente, lo cual en lenguaje felino significaba que no estaba contenta por algún motivo.
Pero a Yuri no le molestaba fastidiarla. Era solo una gata. Holgazana y sin nada mejor que hacer que dar un poco de compañía a su miserable dueño. Ahora que Yuri no tenía absolutamente nadie con quien hablar en el mundo, se sintió un poco triste que no tuviera más opción que soltarle todas las penas que llevaba dentro a un animal.
-Fui un estúpido -siguió diciendo- ¿A que sí, Armani? Ustedes los gatos son mucho más inteligentes que los humanos. Más precavidos. Solo saben acercarse lo suficiente, no de más, y es de esta forma que nunca acaban con el corazón roto.
La gata estaba ya ignorándolo ya que lamer la mugre entre sus garras era mil veces más interesante que oír al quejumbroso de Yuri.
-Tampoco tienen sueños e ilusiones que podrían romperse fácilmente. Sólo eres una gata. No te interesa nada aparte de bañarte, dormir o comer. Quisiera poder ser uno yo también.
-¡Yuri Plisetsky! -regañó Lilia detrás de la puerta- Deja de hablar solo y al menos baja a almorzar.
-Armani, lo extraño -continuó con su monólogo-. Y sé que no ha pasado más que un día pero me apena imaginarme que tal vez lo siga extrañando por el resto de mi vida.
-¿En qué idioma estás hablando? -seguía gritándole su madre.
Solo entonces Yuri se había dado cuenta que farfullaba en inglés, el idioma que había usado las veinticuatro horas del día los siete días a la semana durante un mes entero.
Se sentía natural en él. Era el ruso el que se deslizaba de forma extraña en su lengua, como cuando tienes que probar una comida que no estabas demasiado seguro de si te gustaba. Con el inglés estaba mucho más cómodo, más seguro y con cientos de posibilidades a su disposición.
-Estoy siendo un estúpido, lo sé. No necesitas hacerme esa cara -siguió mascullándole a la gata.
-¡Yuri Plisetsky! Es mi última advertencia.
-¡Que ya voy!
Yuri arrojó las sábanas hacia un costado que terminaron cayendo encima de su gata. No se preocupó en aplastarse el cabello o quitarse los pijamas.
De igual manera pensaba volver a la cama después del almuerzo.
Al bajar las escaleras descubrió que Yakov no estaba en la casa y que, para su suerte, solo serían él y Lilia. No tendría que tolerar a su padre pero tampoco le agradaba la idea de que su madre lo interrogara acerca del viaje. Podría haberse salvado el día de su llegada pero no duraría demasiado.
Sin embargo, Lilia no hizo preguntas. Puede que ella estuviera esperando a que Yuri explotara y le dijera todo y, si es que ese era el caso, no tendría nunca lo que estaba buscando.
Porque, ¿cómo iba a decirle Yuri acerca de lo vivido? ¿Sobre Otabek y los demás?
-No es que quiera presionarte, pero debes decidir en dónde es que te asentarás a trabajar -dijo tras dar un bocado de su ensalada.
Yuri jugueteó con la comida en silencio.
-De verdad, Yuri, yo no voy a enojarme si decides quedarte aquí.
-Mamá, ya te lo he dicho. No quiero ir a Moscú pero tampoco me quiero quedar.
-Pues por ahora no hay más opción. Puedo esperarte un par de semanas porque de todas formas estoy de licencia pero no creo que tu padre tenga demasiada paciencia.
-Crecer apesta -masculló Yuri arrojando el tenedor.
-Es la belleza de la vida. Y la belleza es también dolor, Yuri. Es simple cuestión de habituarse a ello.
Como Yuri estaba ocupado tratando de evitar la mirada de su madre, pudo ver que Armani bajaba parsimoniosamente por las escaleras en dirección hacia Lilia. La gata acabó por subirse al regazo de la mujer ante la mirada atónita de Yuri.
-Creí que la odiabas -dijo justo después de que el animal comenzara a ronronear.
-Nos tuvimos que hacer compañía la una a la otra. No te pienses que ha sido fácil para ninguna.
Yuri se debatió internamente unos segundos.
-Lo siento -musitó-. Lo siento, mamá.
Lilia no dijo nada al instante pero si pudo ver que las pequeñas arrugas alrededor de sus ojos se estiraban con sorpresa. Fue allí que Yuri se hizo consciente de lo adulta y grande que su madre estaba. Se preguntó si tantos años de vida eran para ella una dolorosa belleza también.
-¿Te arrepientes de haberte ido? -fue todo lo que le respondió.
Ah, ahí estaba la pregunta que lo mortificaba en silencio. La respuesta no era una de la que pudiera sentirse orgulloso.
-Sé que debería, porque fue una imprudencia y de las grandes. Pero... no, no creo que yo me arrepienta. Me escaparía cien veces de casa si mi vida fuera otra vez el calvario por el que estaba pasando.
Esperaba que su madre luciera dolida ante sus palabras pero no lo hacía. Seguía acariciando a Armani con una de sus manos mientras que la otra la usaba para agarrar la copa de vino blanco con la que ingería todas las comidas.
Puede que Lilia fuera buena ocultando cosas. Yuri no lo era, y casi se sentía refrescante el ver que él era su propia persona, muy diferente a las personas que lo habían criado.
-Entonces no hay nada por lo cual decir lo siento -respondió Lilia.
-No arrepentirse de algo no quita que haya estado mal.
-Para otros, sí. Pero es tu vida, Yuri Plisetsky. No te lamentes de las cosas que sientes han hecho un bien en tu vida, aunque sea a través de un mal.
El domingo y el lunes fueron iguales para Yuri, solitarios y dolorosos. Yakov no tocaba el tema acerca de su futuro, seguramente por pedido de Lilia, pero debía estar alerta por si tarde o temprano se le ocurría abordarlo con presiones.
Fue en la noche de ese mismo lunes que Yuri finalmente se dispuso a desarmar la maleta. Era un único desastre de ropa amontonada debido al apuro por armarla allá en París y porque apenas estaba tocándola. La sudadera de Otabek estaba perfectamente doblada en un cajón del ropero de su cuarto y allí se quedaría hasta que tuviera el valor para saber qué hacer con ella.
Mientras tomaba las camisetas y los pantalones, vaciando poco a poco todo, su gata decidió que era el lugar perfecto para echarse a dormir una siesta. Yuri se lo permitió mientras quitaba las chucherías que obtuvo en medio del viaje, como los bóxers animal print que le regaló Mila u otros adornos estúpidos que compró por dejarse llevar por JJ.
Al final, tenía ya los ojos demasiados humedecidos y se enfurecía por ello. Se desquitó con la gata, a quien le dio unos manotazos suaves para que se levantara de allí.
-Quítate -le ordenó, pese a que se sabía muy bien que un gato no entendía sus exactas palabras.
Armani le bufó pero se levantó de un salto y se encaminó hacia la pila de ropa perfectamente doblada, la cual sería su nueva cama. Los gatos podían ser demasiados diabólicos si se lo proponían.
Captó su atención una muy pequeña tarjetita, casi escondida entre las correas internas de la maleta y un poco aplastada ya que Armani estuvo durmiendo encima de ella. Yuri la tomó con dedos temblorosos, sin poder recordar exactamente de dónde es que había salido eso.
Yuuri Katsuki Nikiforov
e-mail de contacto: [email protected]
Teléfono: +36 1 268 6764
Grupo Ice Castle, Budapest, Hungría
Su mente se llenó de recuerdos entonces, de apenas un par de semanas atrás; la amabilidad de aquel posadero con su mismo nombre y de la envidia que él mismo había sentido hacia él por aquella bonita vida de película romántica que llevaba.
-Esto tiene que ser una broma -masculló en voz alta.
Hubiese querido tener su laptop allí en San Petersburgo pero eso ya era esperar demasiado de Lilia. No podía pedirle su aparato tecnológico y que incluso cargara a la gata, aunque sí que comenzaba a arrepentirse de esa decisión ahora que el animal se comportaba odiosamente otra vez.
Tomó su teléfono de entre las sábanas de la cama y entró al buscador de Facebook. Yuri no enviaría un correo, por supuesto. Él no tenía 70 años aunque aquel tipo y su marido sí que eran unos vejestorios. Esperaba poder encontrarlo en la red social.
Con aquel nombre no se le hizo nada difícil encontrarlo. Su foto de perfil era de dos niñitos rubios abrazados a un caniche de pelaje marrón pero en el fondo se podía atisbar la cabeza canosa de su estúpido marido exhibicionista.
-Espero no arrepentirme de esto -siguió diciendo mientras pulsaba a la opción de enviar un mensaje privado.
Buenos días, o noches o lo que sea. Soy el chico que se hospedó en la posada hacer unas semanas y que se llamaba igual que tú. Me diste incluso tu tarjeta.
No estoy diciendo que tus consejos hayan hecho maravillas en mi vida así como tampoco estoy diciendo que puede que necesite algunas palabras en este mismo momento. Solo necesito de una pequeña opinión.
Saludos.
Debería haber incluido un espero no molestar pero era el otro Yuuri quien le dio su contacto. No le importaba si fue por pura cortesía o cuál era su motivo: ahora tendría que lidiar con las consecuencias de ello.
Siguió desmantelando su valija cuando Lilia le tocó la puerta mientras le preguntaba si podía pasar. Yuri dio un sí que sonó casi como un gruñido.
Su madre miró sorprendida a la ropa siendo doblada de forma cuidadosa y apilada en la cama o sobre las sillas. Una de ellas ya estaba destrozada por culpa de la gata tomándose una siesta.
-Me hubieras avisado y te ayudaba. Nunca fuiste bueno ordenando.
-Pues tuve que aprender a serlo -se encogió de hombros mientras ordenaba los zapatos en su lugar en el ropero.
Lilia caminó hasta la cama, donde encontró un pequeño lugar para sentarse. Yuri estaba dándole la espalda pero podía sentir sus ojos escrutándole la nuca.
-¿Podemos hablar? -preguntó con su voz profunda.
-Eh, ahora estoy terminando esto.
-No es sobre el viaje -se apresuró a decir-. No necesitas ponerme excusas. Tampoco es acerca de la universidad ni lo de conseguir un trabajo.
Yuri se giró lentamente para enfrentar a su madre. Lucía un poco nerviosa, algo que no era nada usual en Lilia Baranovskaya.
¿Sobre qué otra cosa podían hablar? La vida de Yuri no se reducía más que a esos tópicos ahora que no estaba recorriendo el continente junto a un grupo de alocados canadienses.
Ya para.
-Hay alguien que quiere hablar contigo -le contó tras soltar el aire que llevaba contenido.
-¿Uh?
-De hecho, hace demasiados años que me ha solicitado permiso para poder verte -siguió diciendo mientras clavaba su mirada en las perfectas uñas barnizadas que llevaba-. Nunca te lo dicho porque no creía que necesitaras eso en tu vida pero considero que eres grande, y dado los hechos del último tiempo ya no quiero tomar decisiones por ti que podrían afectarte.
-¿De qué estás hablando, mamá?
Lilia desvió la mirada ahora. Yuri podía ver que los ojos le brillaban con una capa acuosa. Él sabía que eso era a causa del dolor por secretos guardados. Lo había visto muy de cerca hacía tan poco.
Y él ya estaba harto de los secretos.
-Eres tú quién decidirá si quieres hacerlo o no.
-¿Quién quiere verme, mamá? -preguntó casi suplicante, pero su voz sonaba autoritaria dado que ya estaba de pie, mirando a Lilia hacia abajo.
Ella siguió dudando por unos segundos que se hicieron eternos para Yuri. Si era algo que tanto afectaba a su madre, no estaba realmente seguro de qué es lo que tenía que esperarse.
-Se llama Nikolai -le dijo Lilia finalmente-. Nikolai Plisetsky.
Pequeño cliffhanger para no perder la costumbre c:
Capítulo un poco corto y sin demasiadas cosas relevantes. Yuri debe decidir qué pasará con su vida y si quiere conocer al abuelito Nikolai (aunque él todavía no sabe que es su abuelo, podría hasta pensar que es su padre).
Sobre la segunda parte de este capítulo, no estoy muy segura si llegará a mitad de semana o directamente el próximo finde </3 Rindo un examen el viernes y no quiero presionarme mucho escribiendo, pero eso no quiere decir que es definitivo. Si me viene la inspiración pues lo escribiré en mis ratitos libres porque no me gusta desaprovechar eso c: les aviso para que no se preocupen en caso de no actualizar.
~ CONSULTA ~
Ya estoy planificando el fic con el que seguiré diariamente cuando acabe UNEP, pero la verdad es que no puedo decidirme cuál de estos 3 que pondré a continuación, será. Aclaro que esto NO es votación, solo quisiera ver que les llama más la atención c: Lo subiría cuando a este ya le queden como 3-4 caps
- Un AU de ciencia ficción sobre juegos de realidad virtual. Tendría una extensión bastante larga.
- Un AU árabe, con mitologías y eso. Extensión de unos 25-30 capítulos.
- Un AU universitario sobre asesinatos y misterios. Extensión de tal vez 40 capítulos. Es un poco el que más ganas tengo de hacer ya que quiero probar escribir el género policíaco y criminal por primera vez :'D
NO me digan que haga los 3, porque sí haré todos pero a su debido tiempo c: además, aparte de ese nuevo fic tendré en curso Sleeping Heart y Stolen Kingdom (que me pondré al día luego del examen) y junto a varios oneshots que subiré cada tanto (el AU de vecinos, algunos JJBek, Seungchuchu, etc).
Y bueno, es todo por hoy, lamento que la N/A se haya hecho larga <3 pero tendremos muuuuchas sorpresitas en los capítulos que vienen, de verdad.
Muchísimas gracias por todos los votitos, comentarios, las cositas que me envían y otras muestras de amor. Son todas una dulzura y me hace feliz ver que siguen eligiendo UNEP.
¡Nos veremos muy pronto! ¡Besitos! <3
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