Mágico y loco Nueva York II
Al despertar al otro día en la cama de huéspedes del apartamento de Isabella, Yuri lo recordó absolutamente todo.
Y se odió por no haber intentado emborracharse más fuerte, mínimo.
Así no tendría que lidiar con las imágenes de sus apresurados y desesperados actos en el pub, con el desconocido y agradable Mark, que parecía bastante contento de pasar un rato con Yuri. Se odiaba a sí mismo ya que él no sacaba ninguna cosa buena de ese encuentro, sino que eran puras cosas malas.
Le dolía un poco el cuerpo y no quería salir del fondo de las mantas. No podía mirar a JJ a los ojos porque su mirada lo transportaba a los días en Europa, en París y ya no era novedad lo que eso le provocaba.
-Mierda -musitó con el rostro pegado a la almohada, algo mojada por todo lo que babeó en la noche-. Mierda, mierda, mierda.
Tuvo que apretar los dientes y los puños para contener la rabia y la impotencia adentro de su pequeño cuerpo. Su cuerpo, aquel que le había dado a un extraño por sentirse solo y miserable.
Yuri ya no quería sentirse así. Era agotador que lo único que sintiera fueran esas emociones abismalmente negativas, como si lo estuvieran haciendo envejecer un siglo de golpe. Estaba cansado todo el tiempo y eso le enojaba más de lo normal, luciendo irritable de una manera que ya no era ni siquiera divertida para el resto de personas.
La puerta del cuarto sonó con un par de golpes, y a Yuri le hubiese gustado ignorarla pero Isabella no esperó a tener una respuesta para entrar. Su rostro fue impagable al ver el estado de Yuri, con el cabello revuelto y el cuello -todo marcado- a la vista.
-Estabas despierto -dijo ella despacio-. Te venía a preguntar si quieres salir a almorzar.
-¿Almorzar? -replicó él. Se dio cuenta lo ronca que su voz sonaba.
-Ajá. Ya es mediodía. Apenas sí pude levantar a Jean también.
-No tengo mucha hambre, en realidad -confesó Yuri.
-¡Anda! Al menos acompáñanos, ¿sí? -suplicó con su voz adorable.
Yuri no se atrevió a decir que no.
Se cambió lo más rápido que pudo y procuró usar una bufanda, no solo por las gélidas temperaturas de diciembre en Nueva York si no por... bueno, como manera de cubrir sus recién adquiridos moratones.
JJ se veía de ultratumba, con los ojos achinados y lagañosos pero luciendo su ropa con estilo y el cabello algo peinado, al menos. Se dedicó a mirar a Yuri con un gesto muy inusual en él, que le estaba poniendo los nervios de punta.
-¿Podemos irnos ya? -preguntó Yuri bastante nervioso.
-¡Sip! -exclamó Isabella emocionada y ajena a la tensión en el ambiente.
Porque JJ debía saberlo. No quedaba opción. Y no tenía ningún derecho a molestarse con Yuri pero debía admitir que sí era un capullo por acostarse en las narices del mejor amigo de su ¿ex? que estaba dándole alojo en una inmensa ciudad para superar sus penas.
Isabella decidió que sería divertido caminar un poco por Central Park hasta que eligieran un bonito lugar para almorzar en abundantes cantidades. JJ pensó que era una maravillosa idea y besó su mejilla mientras le susurraba algo, que Yuri dedujo se trataba de un pedido para dejarlos solos.
-Veo que mejoraste en el arte de soportar la resaca -dijo Yuri en cuanto Isabella se adelantó varios pasos, con el teléfono cerca de su oído.
-¿Qué te digo? -bromeó JJ, fingiendo ser el mismo bobo de siempre- Dicen que la práctica hace al maestro.
-Pues debes ser el maestro de maestros, entonces.
-Soy el sensei de la bebida -habló, dándole un empujón amistoso a Yuri.
-¿Te das cuenta que me la dejas servida para que te haga quedar como un tonto? Bueno, en realidad...
-¿Yo solo me hago quedar como tonto? -completó Jean con una sonrisa autosuficiente. Yuri chasqueó la lengua- Tú eres muy obvio y me la dejas en bandeja de plata para molestarte.
-Lo que sea -Yuri rodó los ojos.
Caminaron un par de metros en ese silencio que Yuri tanto había buscado evitar. Era inquietante que JJ no bromeara por iniciativa propia y prefiriera silbar, en cambio, mientras daba patadas a algunas rocas.
-¡Deja de silbar! -masculló Yuri tras un rato- Es molesto.
-¿Oh? -musitó JJ con una fingida sorpresa- ¿Molesto? Mira que a mí otro tipo de cosas me resultaron molestas y no estoy diciendo nada...
-Puedes dejar de hacerte el idiota -Yuri apretó los dientes-. Yo tampoco estoy feliz, ¿vale? Y de todas formas, no es de tu incumbencia lo que haga. Tú no puedes venir y molestarte en nombre de...
-Eres mi amigo, Yuri -lo cortó-. Me preocupo de que hagas estupideces. Ya, yo las hago todo el rato... pero no son estupideces que me lastiman.
-Yo tomaré mis propias decisiones, ¿de acuerdo? -masculló Yuri, sintiéndose más molesto que al despertar.
JJ lo miró de reojo con una ceja arqueada, como si estuviera mirando a un niño malcriado al que debía darle la razón para que no se pusiera a patalear. Empezó a acelerar sus pasos mientras se metía por el fresco césped de Central Park, misteriosamente verde a pesar de la helada que estaba haciendo en Nueva York.
-Bien -fue todo lo que JJ dijo-. Espero tus decisiones no sean tan malas.
Yuri no respondió; solo dejó que Jean se adelantara hasta donde estaba su novia para tomarla de la cintura y caminar así, muy juntos, a través del inmenso parque como si de una postal romántica se tratara.
Aquella imagen, combinada con el recuerdo del apestoso y caluroso baño del pub, lo hizo sentir como si su vida fuera una mierda.
Luego de esa escena, Yuri y JJ no volvieron a tener roces referidos al tema. Sí, se peleaban a cada rato pero no era muy diferente a lo que vivieron en Europa. Lo más usual era discutir por quien tomaría el control de la TV o si JJ era merecedor de alguien como Isabella. En el último caso, ella siempre salía a defender a su novio -después de escarmentarlo un poco.
Como tres días después de la noche en el pub, JJ e Isabella llevaron a Yuri a ver la Estatua de la Libertad, ubicada en una muy pequeña isla deshabitada al sur de Manhattan. Tuvieron que tomar el ferry que conectaba la terminal del mismo distrito con el de Staten Island, y gracias a ello, Yuri ya podía ver a Lady Liberty desde el agua: un inmenso coloso de cobre oxidado, que era lo que le daba aquella pátina verdeazulada tan clásica.
-Tienes que salir a saludarla -le dijo JJ en un tono de broma. La verdad era que no estaba bromeando-. Ve y dile: ¡Hola! ¡Soy un hada rusa que viene a visitar el símbolo de los Estados Unidos! ¡Miren la ironía!
-Ya deja de armar escándalos -musitó enfurecido entre dientes, mirando de reojo a la gente que ponía mala cara al chillón de JJ-. Al menos compórtate.
-Solo me comporto en mi bella Canadá -lloriqueó mientras se llevaba la mano al pecho- ¿Sabes? Podría darte un tour mucho más interactivo por Toronto, que está lleno de cosas más dignas de ver.
-¿Ah, sí? -preguntó Yuri, cruzándose de brazos- ¿Cómo cuáles?
Tenía un mal presentimiento acerca de la respuesta que JJ iba a dar. Yuri no se equivocó.
-¡Como el Gran Palacio Real de Toronto! -chilló con una sonrisa. Luego se acercó para susurrar en el oído de Yuri- Mi casa.
-Imbécil.
-¡Hey! ¡Miren! ¡Vamos a pasar por la mejor vista de la Estatua! -los interrumpió Isabella con su teléfono rosado ya en mano.
No solo ellos tres si no todos los que viajaban en el ferry -que no eran pocos- se asomaron al barandal del vehículo para admirar a la magnífica Estatua, también llamada La libertad iluminando el mundo.
Isabella era tan -o más- insistente que su novio y consiguió que Yuri se tomara una foto abrazado a JJ. O bueno, fue él quien abrazó a Yuri mientras ponía una cara de asco y la Estatua quedaba atrás de ellos, burlándose de todas las peripecias que le tocaba pasar junto a esos dos locos.
Por suerte, no subirían ese día a la corona de la Estatua. Yuri no estaba seguro de querer trepar otra vez a un lugar tan elevado del suelo al lado de JJ. Y más aún porque empujarlo sería ilegal.
Casi media hora después tomaron un segundo ferry que los llevaba hasta Ellis Island, una pequeña porción de tierra que pertenecía al estado de Nueva Jersey. Era más bien un punto histórico y turístico, un lugar que fue la puerta de entrada a más de 12 millones de inmigrantes que se asentaron por todo Norteamérica.
-Mi familia entró por este puerto, hace ya muchas generaciones -le contaba Isabella con una sonrisa ilusionada-. No estuvieron mucho tiempo aquí y se mudaron para Canadá, así que no puedo decir que tengo raíces estadounidenses.
-Ah -comentó Yuri sin saber muy bien qué decir. No quería ser del todo grosero, pero no era un dato que a él le importara demasiado.
-Isabella, eres una deshonra -escandalizó JJ, llevándose el dorso de la mano a la frente- ¡Estás contaminada! Yo, en cambio, soy sangre pura canadiense. De los mejores ejemplares de la tierra del maple, los castores y la nieve.
-Técnicamente la gente nacida en América no tiene nada de pura, JJ -rió ella-. Somos todos hijos de inmigrantes y nativos.
-Eres impura, Isabella... ¡Una sangre sucia!
A Yuri solo le quedó rodar los ojos mientras aquellos dos seguían con sus bromas y discusiones matrimoniales.
Para la hora de almorzar, JJ eligió que se alimentaran con lo mejor de la comida callejera. Nueva York era algo así como la meca de la gastronomía estadounidense -palabras del idiota- y Yuri no podía dejar de probar las grasosas y calóricas comidas del centro.
-¿Para qué compraste tanto? -preguntó algo horrorizado al ver a JJ aparecer con varios paquetes envueltos en papel madera.
-Porque no me podía decidir. Te traje pastrami, bagels y compré unos falafel cuando me crucé con otro carrito. Me tentaron como el diablo.
Insultó un poco a JJ pero tuvo que quedarse callado al probar todas las delicias que tenía a su disposición. Si bien ninguna de ellas superaba al pirozhki, se preguntó cómo es que haría al regresar a Rusia y tener que aceptar consumir todas las cosas aburridas que allí había.
Lo que le hacía preguntarse, ¿iba a regresar a Rusia? No era algo confirmado pero Yuri empezaba a preguntarse si sería muy difícil asentarse en otro lugar. Conseguir algún trabajo medianamente digno y tal vez tomar un par de clases universitarias en cuanto reuniera dinero.
¿Era aterrador? Seguro. Cualquier cosa que involucrara al futuro le daba algo de miedo a Yuri. Él simplemente no quería pensar en tener que decidir a tan corta edad sobre lo que haría por el resto de su vida.
Y aquello sonaba demasiado largo y aburrido como para tener que elegir una sola cosa a la cual dedicarse.
-¿Qué haremos para Navidad? ¿Y Año Nuevo? -escuchó Yuri que JJ inquiría afuera del cuarto- Te recuerdo que mi Leo y Guang Hong vendrán el 29.
-¡Oh! No sé, ¿no era que tus padres venían? -le respondió Isabella.
Yuri cayó en un pequeño shock al escuchar esas palabras: Navidad. Año Nuevo. Quedaba menos de una semana para que ambas fechas llegasen y él apenas lo había recordado.
Para ser honesto, en su casa no se festejaba Navidad realmente. Yakov venía de una familia judía y era más normal seguir el ritual del Hanukkah pero Lilia formaba parte de una familia cristiana -aunque no tan practicante. De todas formas, las navidades no pasaban del todo desapercibidas en su hogar, una pequeña celebración en familia que nada destacable tenía.
Año Nuevo era mucho más festivo, especialmente en una ciudad como Moscú. Los fuegos artificiales explotaban por arriba de la colorida Catedral de San Basilio y solía ser un precioso espectáculo que se veía desde la terraza del hogar de Yuri.
¿Cómo se sentiría vivir aquello en una ciudad como Nueva York?
-¡Yuri! -lo llamó JJ, sintiendo primero sus atolondrados pasos hasta el marco de la puerta antes que su voz- ¿Qué quieres hacer para Navidad y Año Nuevo?
-No lo sé, ¿comer y beber? -respondió tratando de sonar divertido, pero más bien se escuchaba condescendiente.
-¡Oh, vamos! ¡Esas eran más que obvias! ¿Quieres salir de fiesta? Puedo decir a Isabella que llame a, eh...
Se quedó callado, dejando que el nombre colgara en el aire. Yuri sabía que a Jean no le agradaba para nada el tema pero al parecer tenía muy arraigado ya el hecho de que cada uno tomaría sus decisiones. Intentó darle crédito por preocuparse por él.
-Me da igual -fue todo lo que Yuri dijo- ¿Así que vendrá tu familia? Por favor, dime que no es por herencia genética que tengas el cerebro tan atrofiado.
-¿Y tú tienes por herencia genética el ser una pequeña mierda? -le devolvió JJ.
-Soy adoptado, imbécil.
-¡Pues peor! ¡Te debe haber parido un monstruo de otra dimensión!
Yuri soltó un suspiro mientras veía a Isabella llegar y cerrarle la boca a JJ -con un beso asqueroso- para después ofrecerle a Yuri que ambos salieran a ver alguna obra de Broadway. Sin JJ. Sonaba un poco como el paraíso, así que ni siquiera vaciló en aceptar.
A pesar de que fuese un día de semana, la avenida Broadway estaba completamente abarrotada. Los turistas se amontonaban tanto como en Londres o París a cualquier hora del día o época del año. A nadie parecía importarle tampoco el frío gélido y las amenazas de tormentas de nieve para los próximos días.
-Me alegra que pasemos tiempo juntos -exclamó Isabella enganchándose del brazo de Yuri. Se había dado cuenta que era de su altura-. Siento que podríamos ser muy buenos amigos.
-Bueno, me caes mejor que tu novio así que no creo tener dudas respecto a ello -dijo Yuri-. Pero me sigue pareciendo que tienes un muy cuestionable gusto hacia los hombres.
Isabella lo golpeó un poco con el hombro. Yuri tuvo que aguantarse reír.
-Así que, Yuri... -empezó ella.
-Por favor, no me digas que esta salida ha sido para averiguar qué hizo JJ durante el viaje en Europa -la detuvo-. Porque déjame decirte: no te va a gustar la respuesta.
-¡Oye! Bueno, admito que me gustan los chismes, pero creo que en este caso es mejor no tener que saber la verdad -rió-. Además, lo he visto cambiado. Sé que han pasado muchas cosas pero siento que el cambio ha servido para bien. Está más adulto. Con eso me alcanza.
-¿A eso le llamas ser más adulto? -chilló Yuri con sorpresa.
-¡Al menos le doy crédito! -carcajeó Isabella- Pero era mucho, mucho peor... ¿te contaron la historia de la vez que lo patearon y tuvieron que operarle de las, bueno...?
-¿Y que le quedaron tan feas que parecía que tenía una sola?
La risa que soltó Isabella podía ser escuchada por cuadras enteras. Hasta Yuri quería reírse con ella. Tuvo que esconderse adentro de la bufanda para poder contenerse un poco.
-Te juro que no son tan feas -murmuró ella secándose una lágrima.
-Ajá.
-¡De verdad!
-Te creo, por supuesto -respondió Yuri como si le ofendiera que no creyese su claramente falso tono de voz-. Anda, ¿qué obra aburrida veremos?
-¡No le llames aburrida! ¿Qué prefieres? ¿Algo de Disney? ¿O tal vez Chicago? ¿Cats?
Yuri estuvo a punto de responder que era esa la que quería ver, pero el rostro de Isabella se iluminó de repente. Alzó su dedo índice encima del rostro de Yuri para detenerlo de hablar.
-¡El Fantasma de la Ópera! ¡Han sido meses que no la veo! ¡Vamos, Yuri! El Majestic Theatre está muy cerca. Allí es que la pasan.
Se dejó arrastrar una vez más por aquella energética mujer. Zigzagueaba con una habilidad excelente a través de las calles neoyorquinas, dejando en claro que sin dudas llevaba muchos años moviéndose en medio de aquella jungla. Muy pocos minutos después ya estaba en frente del cartel luminoso que rezaba en vertical la palabra Majestic. No era muy imponente en medio de tantas construcciones monumentales pero algo le decía a Yuri que, si ese era el teatro donde pasaban el Fantasma de la Ópera, no podía ser más que espectacular desde adentro.
Y lo era. En cuanto tuvieron sus boletos -pagados por Isabella y en una buena ubicación-, Yuri sintió que entraba a otro siglo más que en un teatro. Tal vez exagerara, pero allí debían entrar cerca de mil personas. Lo confirmaba en cuanto los veía entrar y acomodarse, arrepintiéndose por andar con unas rotosas zapatillas en lugar de sus preciosas botas con tacón.
-No has venido a Nueva York hasta que presencias una obra -dijo Isabella, sin contener su sonrisa emocionada-. Si te gusta podemos venir a ver más. Con JJ no puedo, él empieza a roncar antes de que se abra el telón.
-¿Debería estar sorprendido?
Pero sí estaba sorprendido, aunque era por otros motivos. A él jamás le había interesado visitar Estados Unidos. Demasiado aburrido, aunque las compras siempre le habían llamado la atención (Nota mental: debía pedir a Isabella que lo llevara a la Quinta Avenida) pero estaba seguro que aquella ciudad y todo el país estaban llenos de escondidos lugares mágicos como ese no tan pequeño teatro.
La obra empezó. La música era soberbia y no podía decir menos del escenario. O el vestuario. O la actuación. Yuri se dejó perder en la melodía de The Music of the Night y la triste historia del Fantasma.
Se preguntó si podría volver en un futuro y ver si sentía diferente al presenciar aquella obra. Puede que tuviera una compañía diferente, una con la que más tarde podría jugar a ser parte de su propia historia teatral.
Aquellos pensamientos lo persiguieron desde que salió del teatro hasta mucho, mucho después de quedarse dormido.
Antes de que llegara la Navidad, Nueva York se cubrió de un inmenso manto de nieve que duró hasta las vísperas de Nochebuena. Para Yuri no era una sorpresa ver la nieve -Rusia era 90% nieve y 10% vodka- pero los copos cubriendo los edificios y el río Hudson semi-congelado era un paisaje totalmente nuevo para él.
Pasar los días en aquella ciudad se hizo un tanto divertido, más aún porque podía burlarse otra vez de alguien que no se lo devolvía con violencia ni se ponía a lloriquear o, mucho peor, simplemente lo ignoraba.
Los Leroy llegaron apresuradamente a pasar las navidades en Nueva York y Yuri nunca en su vida se había sentido tan incómodamente feliz. Aunque todavía le costaba admitirlo.
Eran igual de ruidosos, molestos y hasta presuntuosos como JJ lo era, pero cada uno -desde Nathalie y Alain, sus padres; hasta Haley y Oliver, sus hermanos- sabía cómo conquistar a la gente a su alrededor con las idioteces.
-Yuri, precioso, ven ayúdame a cocinar para la noche -lo llamó Nathalie a los gritos- ¡Así te conseguirás un bonito hombre al cual llenarle el estómago!
-¿Cómo podría tu madre saber eso? -gruñó Yuri mientras le tiraba un almohadón a JJ. El mismo se encogió de hombros.
-Supongo que tiene un radar desde que mi hermanito también resultó ser gay.
-¡Yuri!
Acabó soltando un suspiro y caminó con pasos muy pesados hasta la cocina. Trató de animarse a sí mismo al sentir los deliciosos aromas que salían de allí, toda una variedad que nunca había probado en casa. Lilia no cocinaba y siempre lo había hecho Galya, la mujer de la limpieza, que preparaba unos muy buenos pirozhki.
Aquello le recordó a Nikolai, su abuelo. Hacía varias semanas que no se comunicaba con él y sintió una punzada de culpa. Eligió detenerse a medio camino para teclear desde su teléfono algo rápido para el anciano.
Creo que en Rusia será Navidad dentro de pocas horas. No estoy seguro si es algo que festejes, pero voy a abusar de la ocasión para agradecer por insistir estar en mi vida. Gracias, abuelo.
P/d: Espero muchos pirozhki para cuando regrese.
Porque sí regresaría. Al menos, lo haría para ver al viejo Nikolai otra vez y aprovechar todo el tiempo que no tuvieron mientras Yuri era un niño. Cuántas veces había querido un abuelo que lo apoyara en las decisiones estúpidas que tomaba o lo llenara de regalos tontos.
Ahora lo tenía, o estaba en camino de tenerlo. No quería dar por sentado a Nikolai ya que también debía ser bastante difícil para él tener que adaptarse.
Debió entrar algo sombrío y pensativo a la cocina, ya que Nathalie lo miró bastante extrañada. La mujer arqueó una ceja.
-¿Melancolía invernal? -preguntó ella- A mí me agarraba de más joven. Creo que en algún punto de mi vida llegó a ser depresión.
Yuri se atragantó con la galleta que acababa de robarse. Nathalie no pareció sorprenderse.
-¿A qué viene esto, pregunto yo? -inquirió Yuri con la voz reseca por el ahogamiento y un tono un poco odioso.
-No sé, quería decirlo -respondió Nathalie-. Te ves apagado como para ser una fecha tan festiva.
-Yo soy así -se excusó-. No es justo que ande sacando conclusiones sin saber.
-Puede que tengas razón -dijo ella sin mostrar resentimiento ante las palabras amargas de Yuri- ¿Galletitas?
Yuri estaba cruzado de brazos, tratando de no observar las tentadoras galletas de nuez que Nathalie le ofrecía con una sonrisa maternal. Una a la que no estaba tan habituado pero que le recordaba a Lilia en sus momentos más vulnerables.
-Sí -dijo y arrebató al menos tres de ellas para llevárselas a la boca.
Nathalie solo sonrió y siguió horneando, esperando muy paciente a que Yuri acabara de devorar las galletas para encomendarle que vigilara las patatas dulces al horno así como la carne de res. Se le hacía una tarea muy complicada para él, que se distraía cada pocos segundos con las estúpidas fotografías que Phichit le mandaba del rostro amargado de Seung y los fuegos artificiales de Seúl de fondo.
Escuchó a JJ, su padre y hermano insultar desde la sala a causa de un partido de hockey sobre hielo. Invitaron a Yuri a unirse a la reunión de hombres pero declinó amablemente -no, no lo fue tanto-, lo que causó una risita en Nathalie.
-Creo que me agradas más de lo que pensé, con todo lo que Jean dijo de ti -confesó la mujer.
-¿Qué dijo de mí ese... ese...? -Yuri inspiró algo de aire para calmarse; no podía insultarlo frente a su madre- ¿Ese... tipo?
Nathalie quedó un par de segundos en silencio mientras pensaba. A Yuri le martilleaba el pulso de los nervios. No entendía cómo lo que esa mujer desconocida pensara de él le podía impacientar tanto.
-Que no eras muy fácil de tratar. Pero solo creo que eres algo incomprendido. Muchos lo fuimos -ella le dio una palmadita a Yuri en los hombros-. Ven, ayúdame con los regalos; ¡espero te guste el tuyo!
Días después de la cálida noche de Navidad, Leo y Guang Hong llegaron al aeropuerto JFK con unas inmensas maletas para la única semana en que iban a quedarse.
Yuri tuvo que acompañar a JJ con otro estrafalario cartel. Para mayor inri, fue obligado a firmar su nombre en él. Se estaba preguntando cuáles eran sus posibilidades de que le cayera una avioneta en la cabeza. No terminaba de decidirse si quería eso para él o para JJ.
-¡Mira! ¡Es Leo! ¡LEO! -chilló JJ con lagrimitas de emoción en los ojos.
-No seas tan patético...
JJ arrojó el cartel al rostro de Yuri y corrió en medio del aeropuerto en busca de su uno de sus mejores amigos, que también había tirado la maleta y estaba esperando al ataque del canadiense. Yuri los vio fundirse en un abrazo que culminó en risas y una que otra lagrimilla, todas capturadas por el teléfono de Guang Hong.
Yuri tuvo que mirar a otro lado para no emocionarse él también. Por supuesto no lo diría en voz alta ni aunque su vida o toda la humanidad dependiera de ello.
-¡Hola, Yuri! -saludó Leo mientras le pasaba un brazo por los hombros- ¿Cómo va todo? ¿Extrañando la comida picosa?
-Oh, sí. La extraño tanto que me he puesto a limpiarme los mocos con los hot-dogs que JJ prepara.
-A Yuri le encantan mi hot-dog -bromeó JJ guiñando un ojo con poca sutileza. El aludido se sonrojó, pero al menos podía camuflarlo con furia.
-¡Oye, animal, no lo digas así...!
Pero claro, eso no detenía a JJ. Ni siquiera lo hizo el puñetazo que le metió en el hombro, el cual lo dejó solo riéndose solo como una foca que se estaba ahogando en medio del aeropuerto. Tanto Leo y Guang como Yuri, huyeron rápido hacia afuera; todos fingieron no conocer a ese engendro.
No terminaron de dejar sus maletas en el hogar de Isabella y JJ que todos partieron a visitar el Museo Americano de Historia Natural a pedido de Guang Hong -y por ende, de Leo-, lo cual hacía que Yuri tuviera un nefasto presentimiento.
El museo era bastante impresionante, y debía admitir que el cráneo del famoso tigre dientes de sable lo había dejado con la boca abierta. Ahora no podía evitar desear tener una camiseta con un estampado de dicho mamífero que llevaba miles de años ya extinto.
Muy poco después supo el por qué de su extraña sensación, justo en la sección en que se exhibían los fósiles y huesos de los dinosaurios: allí era donde se había rodado la película Una noche en el museo.
Y nada bueno salía de las películas estúpidas y JJ.
-¡Leo! ¡Tómame una foto como en el póster de la película! -exclamó con la emoción de un niño.
-Te falta la linterna -dijo Yuri inconscientemente.
No debió haberlo dicho.
JJ tomó su teléfono celular y encendió la luz del flash mientras apuntaba directamente al rostro de Yuri. Aquello desató una pequeña sucesión de desastres en cadena.
-¡Yuri...! -chilló Guang mientras veía con horror como Yuri tambaleaba hacia atrás mientras se tapaba los ojos.
Yuri sintió como su espalda chocaba contra uno de los cristales que separaba a los visitantes del museo de los ejemplares de dinosaurios y, aunque estaba muy consciente de ello, no era capaz de estabilizar sus patosos pies que parecían estar enredados entre sí.
Casi se le detuvo el corazón al ver al colosal dinosaurio desde arriba, sintiendo que estaba peligrosamente muy cerca de la base que lo sostenía.
-¡Ay, yo ya no puedo ver! -escuchó a Guang gritar con horror, acompañado del jadeo que hacían no solo sus amigos presentes sino el resto de turistas.
-¡JJ, hijo de put-...! ¡AAH!
Su trasero se estampó contra el hueco entre la tarima del dinosaurio y el suelo. Al mismo tiempo oyó el cristal romperse en inmensos fragmentos que llamaron la inmediata intención de los guardias de seguridad.
-¡Yuri, levántate de ahí si no quieres que te conviertan en el Yuritosaurio! -gritó JJ con fingido horror aunque podía verlo mordiéndose los labios para no estallar en risas.
Yuri se arrastró por el suelo, sobándose el trasero con una mano y mirando encolerizado a JJ, apuntándolo con su otro dedo. Si su índice hubiese disparado balas, ya nada quedaría del canadiense.
-¡Tú...! -empezó a mascullar con la voz deformada por la furia- ¡TÚ te convertirás en el tontosaurio en cuanto salgamos de aquí!
Las risas burlescas de los presentes no tardaron en aparecer, así como las no tan sutiles fotografías. Yuri apretó los puños contra el suelo, inspirando aire para serenar su instinto homicida que estaba luchando por salir en ese momento. Isabella estaba vociferando a su alrededor mientras buscaba algunas heridas y le gritaba a JJ que ayudara a Yuri en lugar de reírse a carcajadas.
Liquídalos a todos.
Tenía planeado abalanzarse contra un grupo de adolescentes que parecían ser los que reían con más desvergüenza. Yuri de verdad iba a gritarles algo y espantarlos un poco, pero la presión que sintió en sus muñecas lo hizo canalizar toda su furia en la persona que lo apresaba.
No estaba seguro de por qué su cerebro pensó que se trataba de Leo queriendo proteger su imagen pública -y su libertad como persona en sociedad- así que empezó a chillar a todo volumen.
-¡Leo, imbécil, suéltame o te voy a...!
-Joven, le sugiero que se mantenga en calma si no quiere que las cosas se pongan feas -dijo una monótona pero muy amenazante voz.
Yuri se tensó de repente. Casi podía sentir al karma riendo en su cara luego de todas las veces que había molestado a JJ con ir preso.
Lo tenía atrapo un policía.
Por favor, ya alguien pare con mi tortura de vivir, se dijo a sí mismo mientras lo escoltaban al cuarto de interrogaciones del museo.
No estaba nevando, pero sí hacía un frío de pelarse en Times Square. Después de una pequeña cena en Olive Garden, un famoso restaurante italiano a lo largo de Estados Unidos -y bastante sobrevalorado-, los Leroy, Isabella, Leo, Guang Hong y Yuri se dirigieron hacia la más famosa intersección de la ciudad, entre la calle Broadway y la Séptima Avenida.
Estaba abarrotado y las luces de los carteles estaban mareándolo. No ayudaba que no pudiera moverse del todo a causa de los abrigos, pero al menos estaba feliz que bajo todas esas capas de ropa estaba llevando algo bonito y de su estilo. Yuri rememoró la conversación de la tarde con Isabella.
-Yuri, ¿qué te pondrás? -le preguntó ella- Recuerda que iremos al pent-house de mi amigo para la fiesta luego de medianoche.
Yuri levantó la vista de la revista que había estado hojeando.
-¡No voy a arreglarme para tus amigos! Si me arreglo es porque quiero -exclamó algo molesto. Isabella rió.
-Ya, ya. Supongo que voy a tener que ofrecerle a Guang Hong la camiseta con glitter que he estado confeccionando...
Yuri mandó a volar la revista.
-¡La quiero ahora, bruja!
Así que Yuri había conseguido vestir la camiseta negra hecha a mano por Isabella, que tenía algunos tajos en la espalda que la dejaban descubierta y los detalles en glitter en el pecho. Se sentía bastante satisfecho.
Pero de repente estaba sintiéndose molesto ya que todos sus acompañantes se encontraban desaparecidos. Y no es que lo hiciera sentir mal el hecho de que era el único sin una pareja a la cual dar un estúpido beso de Año Nuevo.
O puede que sí fuera un poco eso.
-Yuri, ¿te enojas si me voy con Isabella? -preguntó JJ, el único a su lado.
Yuri se apretó la bufanda alrededor del cuello, alejando la mirada ofendido.
-Ya vete de una vez -respondió sombrío-. Falta apenas minutos para medianoche.
-Es que no te quería dejar solito -Jean le pellizcó una mejilla-. Hay que hacer compañía a los amigos.
-Vete -le ordenó tras un manotazo y un empujón.
JJ no dudó demasiado y se fue entre algunas risas, que sonaban como una burla hacia Yuri pero al mismo tiempo como un suspiro enamorado por lo que ocurriría con su novia.
-Imbéciles -masculló Yuri, sintiendo su cálido aliento contra la tela de la bufanda.
La celebración comenzó al instante. Yuri lo notó porque la gente estaba chillando de asombro al ver la famosa Bola de Times Square iluminarse con nuevos colores. Se molestó consigo mismo por haber echado a JJ cuando podría haberlo usado para hacer algunas bromas.
Allí en medio del amontonamiento, Yuri recordó que había estado en varias situaciones de esa naturaleza en el año más nunca había estado tan solo como en ese momento. Veía familias enteras, parejas... grupos de amigos. Y si bien él tenía el suyo propio -¿o eso creía?-, al final del día, estaba igual de solo que antes de empezar con su primera aventura.
Había estado roto antes de su viaje y, por algunos momentos, pensó que Otabek lo ayudó a repararse. Pero por cómo se sintió luego de que todo acabó, la única verdad era que lo habían arreglado solo para volver a fragmentarlo en pedazos tan diminutos que apenas podían encontrarlos por donde se habían esparcido.
No quería tener grandes expectativas para su 2018, pero no podía evitar pensar que tampoco las había tenido para el 2017 y allí estaba acabando, su año con mayor felicidad pero también máxima decepción y soledad.
La soledad no era mala, pero dolía como la mierda luego de haber probado lo que era tener buena compañía.
La cuenta regresiva comenzó minutos, tal vez segundos, después. Solo quedaba un minuto para que el mejor y peor año de su vida se terminara. Pensó que si estuviera en Rusia se habría terminado hace rato pero estaba en Nueva York, alargando un poco más la grata experiencia que fue el 2017 de Yuri Plisetsky.
Veinte segundos.
Tal vez pueda ser un nuevo comienzo. Para mí. Para él.
Quince segundos.
No quiero que todo haya terminado y muerto con el 2017.
Diez segundos.
¿Puedo superarlo? ¿Puedo dar un paso adelante sin sentir que estoy retrocediendo?
Cinco segundos.
Quiero que sea mi nueva oportunidad.
Cuatro segundos.
No quiero sentirme triste y enojado.
Tres segundos.
Quiero sentir lo que sentí en Europa.
Dos segundos.
Pero quiero poder ser yo el que determine eso, no alguien más.
Un segundo.
Ese es mi deseo.
No, se corrigió. Es mi promesa.
Toda la ciudad rompió en vítores y cánticos que daban la bienvenida al nuevo año.
La bola de Times Square cayó a través del Empire State, el mayor ícono de Nueva York. Los carteles iluminaron la ciudad con sus "Happy New Year!" y un inmenso 2018 dorado.
Los fuegos artificiales estallaron y con ellos, la multitud se fundió en besos, abrazos y lágrimas con la gente a su lado. Era una celebración más, y Yuri se habría preguntado cualquier otro día por qué es que la gente lloraba con un simple cambio de año.
Pero no lo haría esa noche. Él mismo podía incluirse dentro de los que tenían los ojos con lágrimas, de todos aquellos que estaban perdidos en una muchedumbre melosa y amorosa. Mientras todos tenían sus ojos puestos en la persona amada, Yuri miraba al cielo, donde brillaba el cartel del 2018 y le pedía silenciosamente que no lo dejara olvidar sus palabras.
Porque si no era Yuri quien lo cumplía, nadie más iba a hacerlo por él. Tal vez fuera siendo hora que aceptara que su vida la manejaba él y que dejarse llevar por la corriente no siempre salía como esperabas.
-Feliz Año Nuevo -murmuró Yuri al aire.
¿A quién lo dedicaba? No estaba seguro.
Luego se dio la vuelta y se dispuso a encontrar a los demás.
La fiesta era todo lo que Yuri esperaba de jóvenes ricachones viviendo en la zona más importante de Brooklyn.
Como Times Square -y el hogar de Isabella- quedaba en Manhattan, tuvieron un buen tiempo para llegar hasta el otro condado de Nueva York. El puente de Brooklyn, una de las maravillas arquitectónicas de la ciudad, estaba completamente embotellado y el ruido de los bocinazos y gritos de los borrachos era ensordecedor. Al menos tenía una preciosa iluminación que ayudó a aligerar el pesado ambiente.
El edificio quedaba en la Ocean Avenue, la principal arteria de Brooklyn. Había construcción tan otra, los famosos bloques coloridos que uno veía siempre en una película neoyorquina, de esas que te hacían desear mudarte a la ciudad que nunca duerme.
La vereda también estaba atestada de gente y tuvieron que entrar los siete -los hermanos de JJ también se sumaron a la fiesta- en fila india tomados de la mano o agarrándose del hombro de quien iba adelante.
-¡Yuri! Estás apretando muy fuerte -rió Leo volteando la cabeza.
Yuri ni había notado que le estaba clavando las uñas con nerviosismo. Lejos de aflojar su agarre, Yuri lo intensificó.
-No seas bebé -masculló-. No me vayas a dejar solo.
-Tranquilo, no la pasaremos mal -trató de consolarlo. Yuri solo podía verlo de costado mientras esquivaban a las personas- ¡Oops! Lo siento.
-Fíjate -dijo Yuri al mismo tiempo a la persona que acababa de chocarlos.
El contraste entre ambos era sorprendente a veces.
-Antes no te preocupaba tanto quedarte solo -quiso bromear Leo, pero se notaba que estaba insistiendo un poco.
-Deja de fantasear con succionar el rostro de Guang Hong y asegúrate de no alejarte, ¿te queda claro?
Yuri se calló. La razón por la que había estado desesperado de no quedar solo ahora estaba en su campo de visión, encarando directamente hacia la fila india que encabezaba Isabella en medio de aquel departamento con luces apagadas y reflectores en tonos verdosos-purpúreos.
-¡Isabella! -lo vio articular con los labios.
No podía escucharlo realmente ya que la música electrónica estallaba en todos los parlantes instalados alrededor de la casa. Yuri sintió un pinchazo en el pecho al imaginar a algún DJ por ahí pero eso no le duró demasiado, ya que la persona que les estaba gritando ya estaba casi al frente de ellos.
Y reconoció a Yuri al instante.
-¡Hola, Mark! -exclamó Isabella con alegría- ¡Feliz Año Nuevo!
Soltó las manos de JJ de su cintura y se apresuró a dar un cálido abrazo a su amigo, para luego casi empujarlo en frente de su novio así se saludaran.
Jean tenía una sonrisa tensa y algo aterradora pero eso no lo detuvo de comportarse con el bobo simpático que podía ser -cuando se lo proponía.
Luego, Isabella procedió a presentar a sus cuñados al igual que a Leo y a Guang Hong, los cuales no tenían ni idea de quién era Mark realmente. Yuri no sabía qué podrían pensar.
-Y... ya conoces a Yuri -terminó de decir ella con bastante tensión.
-Yo... claro -sonrió Mark, algo nervioso-. Es un gusto verte, Yuri. Feliz Año Nuevo.
-Lo mismo digo -musitó Yuri entre dientes. No hizo amague ni por estrechar su mano.
Mark se veía tan atractivo como la última vez, solo que más sudado y despeinado. Tenía una camiseta con cuello animal print y se le aceleró el pulso al pensar que tal vez era por él.
Se sintió tan egocéntrico como JJ al pensar una cosa como esa.
-¡Bueno, bueno! -Jean chilló en medio del grupo- Creo que esa barra de tragos de allá me está seduciendo descaradamente.
-JJ, no -trató de detenerlo Leo, tomándolo de la muñeca en cuanto empezó a caminar. Fue arrastrado al instante.
-Leo -rió JJ con mucho descaro- Venga, colega, déjate seducir... ¡Hagamos un trío!
-Guang, te quedarás conmigo -escuchó decir a Isabella al joven chino que miraba con las cejas apretadas al lugar por el que su novio acababa de desaparecer-. Veamos si les gusta cuando nos pongamos a bailar.
Yuri los odió un poco a todos, pero se golpeó mentalmente por tener que depender de ellos.
No los necesitaba. Él podía hacerle frente a la sonrisa encantadora de Mark y no volver a caer por ella. Tenía qué.
-¿Quieres ir al balcón? Hace algo de frío, ya sé... -empezó a decir Mark con un leve tartamudeo.
-Oh, lo que sea -interrumpió Yuri abruptamente-. Solo vamos.
Mark asintió y le ofreció la mano, un gesto que se veía de lo más inocente. Yuri la ignoró y lo agarró de la muñeca, tomando de la suave tela de su camisa. El otro no insistió. Empezó a zigzaguear entre los cuerpos que bailaban o se devoraban los labios en medio de la sala de ese inmenso pent-house.
Yuri se sentía casi drogado a pesar de no haber bebido o ingerido nada. Era más bien como una especie de despersonalización, mientras Mark lo arrastraba a otra parte pero no se sentía como si estuviera allí realmente.
El frío de la noche lo golpeó en el rostro de repente, secándole un poco el sudor que se le había apelmazado abajo del flequillo los pocos minutos que estuvo en ese ambiente tan caluroso. Estaba bien iluminado y solo había unas cuantas parejas allí. Algunas se besaban con ardor mientras que otras pocas apenas comenzaban a coquetear. Una de ellas parecía estar discutiendo, incluso.
¿Dónde entraban él y Mark en todo ese panorama?
Los faroles del balcón iluminaban el bonito rostro de Mark pero Yuri no sentía absolutamente nada más que una pasajera fascinación. No tenía algún interés de repetir lo de varias noches atrás. Incluso comenzaba a sentir sucias sus manos, su boca, su pecho y sus partes íntimas, en cierto sentido.
Había estado bien cuando no pensaba en ello, pero el rostro de Mark era un recordatorio de la miseria en la que había estado a punto de ahogarse.
-Es una hermosa noche de Año Nuevo -suspiró el chico a su lado, los ojos protegidos por sus grandes anteojos mirando a la luna-. A veces nieva y no se puede apreciar tanto el paisaj-...
-Oye, Mark -lo detuvo poniéndose al frente de su rostro-. No hace falta fingir. No volverá a pasar. Lo sabes, ¿no? No tienes que pretender coquetear ni nada.
Mark bajó la mirada hacia los ojos verdes e intensos de Yuri, luciendo un poco asustado y confundido. Yuri se preparó para morderse la lengua y bajar un poco los decibeles. No planeaba herir al amigo de la dulce Isabella en la noche de Año Nuevo. No tanto, al menos.
-No estaba esperando que volviera a pasar -dijo Mark con cuidado- ¡Oye! Me divertí mucho, que sepas. Pero creo que con tu mirada me dejaste muy en claro que era algo de una sola noche. Por eso es que tampoco le pedí tu número a Isabella o que nos arreglara una cita.
Mark le dio una cálida sonrisa, que estaba demasiado lejos de verse dolida o cínica. Yuri aflojó un poco su semblante, pero seguía con el ceño fruncido de todas maneras.
-¿Qué mirada? -preguntó con la voz más firme que pudo hacer, esforzándose para que no pareciera balbuceos- ¿De qué hablas?
El chico a su lado suspiró. Su mirada se clavó en una de las parejitas que coqueteaba muy de cerca, muy dulce y con un erotismo controlado. Mark los observaba con nostalgia, y Yuri lo miraba a él con muchas dudas.
-Como si quisieras escapar por unos segundos de la realidad -respondió Mark como si nada-. Pensé que necesitabas a alguien que te ayude y yo estaba solo, y luego tú no te negaste... lamento si sentiste que lo hacías por obligación.
-N-no... ¡No! -lo interrumpió Yuri con enojo- No te disculpes, mierda... me haces sentir como un capullo integral.
Mark rió a carcajadas. Era un sonido cálido y que hacía sentir a Yuri menos sucio. Podía ser que estuviera descubriendo que Mark no era de esos imbéciles que apilaban nombres a su lista de conquistas.
-Lo siento, es que... se escucha divertido que te sientas mal por ello -Mark se secó una lágrima por las carcajadas-. Ahora el capullo soy yo por burlarme.
-Oh, calla -Yuri le dio un fuerte codazo que hizo retorcerse a su acompañante.
La música se escuchaba de fondo pero todo estaba demasiado tranquilo en el balcón. Y ya no le molestaba la presencia de las parejitas melosas a Yuri. Tampoco le preocupaba lo que pensarían otros de él y Mark.
-Me agradas, Yuri -dijo mientras se sobaba el costado-. Espero ya no tengas que seguir escapando.
Fue casi un susurro, una frase imperceptible que podría no haber oído de estar desconcentrado. Le llenó los ojos de lágrimas por segunda vez en la noche.
Y no en un mal sentido.
-Yo también espero no seguir haciéndolo -le respondió Yuri.
¡Capítulo de Año Nuevo! Tenía muchas ganas de que Yuri lo pasara en esta icónica ciudad c:
Espero les haya gustado el capítulo y la nueva aparición de Leo y de Guang... ¡Y la conversación con Mark! No es para que lo odien, él pudo leer la situación mucho mejor de lo que Yuri lee sus propios sentimientos. No era una presencia de la que tuvieran que preocuparse, tampoco.
Ojalá hayan disfrutado de esta ciudad así como disfruté al escribirla. Sé que hice transcurrir casi todo en Manhattan (y muy poquito en Brooklyn y Staten Island) y que me faltaron Bronx y Queens pero siento que cubrí lo que tenía planeado con esta ciudad. Por lo que es hora...
¡De pasar a la última ciudad ANTES del desenlace y clímax de la historia! ¿Alguien sabe a dónde le queda ir a Yuri? ;)
En los avisos de hoy, les cuento que hice un oneshot JJBek por si a alguien le gusta ♥️ se llama "El Arquitecto de Sueños" y es realismo mágico. No llegué a hacer el de la Otayuri Week pero es porque estuve estructurando el nuevo fic que veremos el día que traiga el próximo capítulo de UNEP c:
También, les dejo al fin la playlist del fic en la parte que subiré a continuación. Desde el capítulo de París que digo que la subiré pero apenas ahora lo hago (?) soy un desastre, disculpen haha
¡Muchas gracias por todos los votitos y comentarios! Saben que las amo y son las mejores.
¡Besitos! ♥️
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top