Los fantasmas de Praga I

Yuri había estado en una nube el último par de días en Oslo y las horas que tuvieron de viaje hasta Praga en avión. Y todo se debía, claro, a cierto hecho ocurrido en el festival vikingo donde se había emborrachado con litros de hidromiel.

Jamás había pensado que acabaría agradeciéndole a una loca borrachera, pero lo hacía.

Otabek estaba ahora a su lado pero las cosas se sentían diferentes. Estaban diferentes. Y Yuri sentía que era para mejor. Ninguno de los dos había dicho palabra acerca del beso pero eso no había evitado que el kazajo le robara un corto beso en los labios cuando los demás no estaban mirando en la cola para subir al avión.

Había otro tipo de familiaridad ahora. Se sentía de alguna manera más cerca de Otabek, a un nivel más interno y emocional. Se encontraba deseando que para el otro fuera lo mismo pero la verdad era que no tenía ningún indicio que le dijese lo contrario. Yuri jamás había tenido un llamado amor de verano -si es que se le podía decir así- y no quería ni pensar en el verdadero funcionamiento de ese tipo de relaciones. Aunque, estaba el hecho de que Otabek viviría en Kazajistán al acabar todo.

¿Era una persona egoísta por encontrarse feliz de que Otabek estaría más cerca? ¿O era un tonto por imaginarse el después de ese viaje siendo que no tenía idea de cómo todo terminaría?

-No te veo tan ansioso por recorrer Praga -le comentó Otabek acariciándole inconscientemente un mechón de cabello dorado.

Yuri suspiró y rodó por la cama en la que habían estado acostados. Otabek lo miraba con intensidad.

-¿Seguro que lo de esta noche es una buena idea? Digo, el tipo podría ser un violador... -empezó.

-Es amigo de Mila -contestó Otabek parándose de repente- ¿Tienes miedo?

-¡¿Yo?! ¡Ja! -chilló- Yo no le tengo miedo a unos tontos cementerios.

-Dicen que Praga es uno de los lugares más embrujados de Europa -dijo el kazajo con la voz suave-. Hay muchos mitos tenebrosos.

-No le tengo miedo -volvió a espetar-. Además, estás tú.

-¿Para protegerte? -preguntó Otabek con una sonrisa animada.

-No, para usarte de carnada a los fantasmas.

Otabek le apoyó la mano sobre la cabeza y lo empujó ligeramente. Yuri le devolvió el golpe de manera mucho más fuerte: casi lo hizo caer de la cama.

-¡Ay, perdóname, Otabek!

-No es nada -dijo aún nervioso-. No es como si no estuviera acostumbrado a que alguien no sepa manejar su fuerza y siempre me arroje a varios metros de distancia.

-Me has dado una idea excelente -exclamó Yuri sonriendo maliciosamente- ¡La carnada será JJ!

La puerta del dormitorio empezó a sonar de forma insistente.

-¡Ya es hora de irnos! Emil ha mandado un mensaje diciendo que ya está -dijo Mila al otro lado.

-¡Dejen de hacer cosas de adultos! -escuchó mascullar a JJ- Plisetsky, te advierto que si tocas a MI mejor amigo, tú imaginarás lo qué te va a pasar...

Yuri se dirigió hacia Otabek.

-¿Tengo permiso de hacerlo cabrear?

Otabek le extendió la mano para ayudarlo a levantarse de la cama. Luego, lo alentó a que se enganchara de su brazo. A Yuri muy poco le importaba que esa fuera la forma en que las ancianitas se sostenían por la calle para no terminar tropezándose hasta con las hormigas o los conos anaranjados de tránsito.

-Siempre y cuando seas tú el que lo soporte chillando, tienes el permiso -se inclinó para besarle la frente-. Te doy el permiso de casi cualquier cosa que quieras, Yuri.

Praga parecía el escenario del cuento de terror perfecto. Las calles eran adoquinadas y las construcciones, antiguas, todo en una perfecta gama de tonos marrón y ocre. De noche se veía incluso más fantasmal y las luces que venían del castillo en la colina le otorgaban el toque tétrico ideal.

-¿Estaremos muy lejos del Puente Carlos? -preguntaba Mila, hojeando el mapa que tenía descargado en su teléfono- Me descargué una guía en checo y no entiendo absolutamente nada.

Yuri se apretó un poco más del brazo de Otabek, solo por seguridad para garantizarse que estuviera allí. No era porque tenía miedo, claro que no.

-Al menos dijo que vayamos ahí y no directamente al cementerio -tiritó JJ y no precisamente de frío.

-Se oía precisamente emocionado cuando lo llamé -siguió diciendo Mila- ¿Cuánto hace que no lo vemos? ¿Casi un año?

-Seis meses para ser exactos -confirmó Leo.

-¿Y este tipo es de fiar? -replicó Yuri.

-Es la tercera vez que preguntas eso -espetó JJ-. No te he visto vacilar ante otras cosas, ¿será que te dan miedo los fantasmas?

Yuri quiso chillar, pero la risita de Otabek a su costado lo desconcentraba. Era exactamente lo mismo que el kazajo le inquirió rato atrás y no quería que pensara que le daba miedo andar de noche por una ciudad embrujada.

Porque no tenía miedo.

Él había crecido en Rusia, que no brillaba por ser un lugar lleno de hadas y unicornios. Los cuentos para niños solían estar plagados de monstruos, brujas y otras criaturas de terror.

Doblaron por una esquina particularmente oscura, algunos ruiditos que no podía identificar sonando en la lejanía.

Una mano se posó sobre su hombro izquierdo, el que no chocaba con el costado de Otabek. Como los otros tres iban adelante haciendo de las suya, Yuri no tuvo más remedio que chillar. JJ también gritó en respuesta.

-¡Jo! Discúlpame, colega... -exclamó una risueña voz de la cual Yuri no podía ver su rostro ya que estaba escondido en el pecho de Otabek. Pero eso solo había sido un acto reflejo, por supuesto. Yuri no tenía miedo.

-¡Emil! -masculló Mila agitada- ¡¿Qué te pasa?!

Yuri giró entonces a ver al recién llegado. El chico era rubio y tenía una incipiente barba perfectamente recortada. Lo que más llamaba la atención era la capa que usaba además de los colmillos de plástico que se le salían de los labios.

-¡Lo siento! -siguió riendo- Es que pensé que la mejor experiencia nocturna de Praga la tienes cuando el guía se mete mucho en el papel...

-¿Y por eso apareciste de vampiro? -masculló Yuri. Emil lo miró con una sonrisa.

-¡Tú debes ser Yuri! ¡El nuevo! -le agitó la mano- Me llamo Emil Nekola. Los amigos de Mila siempre son mis amigos.

-Eh, hola, supongo.

-¡Emil! ¡Colega! -exclamó JJ con exagerada emoción. Corrió a darle un fuerte abrazo. Era algo incómodo considerando que juntos, esos dos parecían ser las Torres Petronas.

-JJ, colega... -rió Emil- Te he extrañado mucho.

-Emi era nuestro compañero de secundaria -le dijo Leo a Yuri. El aludido reconoció la voz del primero y se le arrojó encima, dándole besos por toda la mejilla mientras Leo reía- ¡Ouch! ¡Pica!

-Los he extrañado a todos ¡Otabek! -el kazajo también fue víctima de los abrazos de ese gigantón, apartándolo del lado de Yuri- Me pone tan feliz que vengan a mi ciudad.

-Hemos oído que hay buena cerveza -dijo JJ encogiéndose de hombros.

-Pues no te equivocas -confirmó Emil- ¿Listos para conocer la parte más encantada y tenebrosa de Praga?

El grupo le respondió con algunos grititos. Pese a que todos parecían algo asustados no podían negar que sí llamaba la atención el conocer las leyendas de la ciudad. Emil hizo una tonta reverencia con su capa y luego la agitó sobre sí mismo.

-Síganme, entonces -dijo con voz de ultratumba-. Y que el más valiente quede sin gritar por su mami.

Emil era un guía excelente. Combinaba la justa cantidad de simpatía y conocimientos teóricos haciendo que el paseo fuese de lo más dinámico y entretenido. No ayudaba mucho que babeara al hablar por culpa de los colmillos pero Yuri la estaba pasando bien. Sin haber saltado a causa del miedo, todavía.

-Bueno, la leyenda del reloj astronómico es muy interesante -dijo con una voz divertida, marcando las s como si fueran unas z-. Fue construido por Hanus y su aprendiz pero el resultado fue tan maravilloso que mandaron a cegar al maestro para que no pudiera hacer una réplica igual de hermosa.

-Esa leyenda la usan para todo -masculló Yuri. Emil alzó una mano.

-Déjame terminar -dijo solemne-. El aprendiz estaba tan molesto entonces que se cortó su propia mano así pudiera usarla para detener los engranajes del reloj.

-¿Eso es todo?

Emil bufó divertido.

-Eres un chico difícil -le dijo con un tono de voz que usaría un anciano- ¡Vamos hasta el Castillo!

El grupo se puso en marcha. Yuri se detuvo un par de segundos para contemplar por última vez aquel monstruo colosal que era el reloj astronómico, hecho en los azules y dorados que brillaban entre la oscuridad del resto de la ciudad. Tenía varios círculos de diferentes colores que, según la corta guía de Emil, representaban a la tierra, al cielo y otros detalles que representaban aquellos dos elementos desde el horizonte. El reloj daba la hora en tres sistemas diferentes: el clásico, que estaba representado en un anillo de números dorados que marcaba la hora local de Praga; un segundo círculo que marcaba las doce horas que mostraban el tiempo entre el anochecer y el amanecer -que eso variaba mucho dependiendo la estación- y por último tenía un pequeño anillo zodiacal, que representaba todos los signos del horóscopo que indicaba la posición que tenía el sol en la eclíptica.

Aquello era toda una nueva manera de leer la hora.

Se apresuraron por las callejuelas, cruzándose con algunos jóvenes que iban de fiesta y otros tantos que tenían sus propias guías fantasmales por el corazón de la ciudad. Emil saludó a más de uno, pero cada vez que se alejaban le gustaba decir lo poco profesionales que eran al no tener un disfraz.

El Castillo era todo un complejo arquitectónico que destacaba por encima de la ciudad desde una pequeña colina. Como ya era bien entrada la noche y se trataba de un lugar turístico -pese a que también guardaba las joyas de la corona Bohemia- el paso estaba prohibido. A Emil igual le alcanzaba para ponerse a parlotear.

-Una de mis leyendas favoritas del Castillo es la de Carlos IV y su infinidad de esposas durante el siglo XVII. De día podemos venir a visitar las criptas si gustan, pero es en la noche cuando dicen que las escuchas pelear.

Mila rió ahogó una risita.

-¿Las esposas eran Yuri y JJ? Digo, porque todo el día discuten...

-¿Y Carlos IV vendría a ser Otabek? -le siguió el juego JJ. Otabek le dio un fuerte codazo luciendo molesto- ¡Ay!

Yuri sabía que en ese cuadro había un detalle que no debía pasar por alto, pero no eran precisamente Otabek y JJ. Era Leo, sin embargo. Desde que Emil comenzó el relato que no paraba de temblar, la boca apretada en una fina línea. Y era demasiado extraño siendo que el chico debería haber estado babeando por toda la historia que aprendían.

Emil carraspeó ante el incómodo silencio.

-¡Vamos al Callejón del oro! No estamos demasiado lejos de allí.

Se movieron con facilidad en la oscura noche, sorteando lo que parecían ser los bulevares más tenebrosos. Emil los hizo pasear por alguna callecitas hasta que llegaron a una pequeña avenida llenas de casitas color pastel, con ventanas y puertas del tamaño perfecto para alguien como Yuri.

-Ya saben que Praga ha estado lleno de paganos, hechiceros y demás -empezó a decir. Yuri codeó a Mila.

-Creo que llegamos a tu casa, bruja -ella le pegó un manotazo cariñoso que se sintió como una bofetada.

-Esta calle ha sido muy famosa no solo por sus orfebres sino porque se creía que vivía un importante grupo de alquimistas que trabajaban para el rey. Las leyendas dicen que transformaron el hierro en oro y así se consiguió parte de la riqueza que poseía la corona.

A JJ le empezaron a brillar los ojos con emoción.

-¿Dónde me consigo un alquimista?

-¡Oh, no quieres uno! -rió Emil- Esos hacían pactos con el diablo y seguramente tendría que haber entregado tu virilidad o a tu primer hijo.

-¿La virilidad de JJ? -bufó Mila, enganchada del brazo de Leo. El chico también reía, aunque no se sentía tan honesto. Yuri no le quitaba la mirada de encima.

-¡Si esto fuera el siglo XVI haría que te quemen! Y mira que no les faltarían motivos a los jueces.

-¡Por cierto...! -dijo Emil golpeándose la frente- Mila, ¿cómo ha estado mi dulce Sara?

-Estudiando muy duro -contestó la pelirroja con una sonrisa- ¿Cómo ha estado mi detestable Micky? ¿Se han visitado?

-Pues he ido a verlo poco después que llegué a Praga. Si hacen una parada por Roma podrían llamarlo -contestó risueño.

-Sí, yo no creo que eso pase -Mila se sacudió.

Yuri iba un poco absorto en sus pensamientos, cuando sintió otra vez a Otabek agarrarlo del brazo. El kazajo le dedicó una sonrisa, pero Yuri tenía una mueca extraña.

-¿Por qué tengo el presentimiento que Mila y su novia han hecho un trío con este tipo? -le susurró- Las miradas que se dan son más espeluznantes que las leyendas en sí.

-Ya he perdido la cuenta de todas las cosas que Mila hizo.

Yuri soltó un bufido. Tenía la necesidad de recargarse contra el cálido hombro de Otabek pero se contuvo. No sabía muy bien aún en qué lugar de la línea que separaba la amistad de otros niveles estaban parados por lo que prefería seguir en ese limbo ambiguo de dulces besos ocasionales. Ya tendría tiempo para preocuparse más tarde por eso.

Se metieron por la parte más profunda del casco histórico hasta que las calles se volvieron más angostas y en desnivel. Los techos, algunos a dos aguas y otros de forma más bien cónica, eran en su gran mayoría de rojizas tejas cubiertas de musgo o suciedad. No hizo falta que Emil dijera algo para que el ambiente se volviera más tétrico y misterioso de lo que ya estaba.

-¡Muy bien! -exclamó el checo- ¿Alguien sabe a dónde nos he traído?

-Josefov -murmuró Leo mientras se acercaba hasta JJ-. Es el Barrio Judío, ¿no? Y también fue el gueto de Praga durante la ocupación nazi.

-Correcto -lo señaló con el dedo-. Este es un lugar cargado de melancolía y energías negativas que hasta pueden sentirlas en el aire. A veces, cuando las cosas crujen por aquí se suele decir que es un lamento que las víctimas envían como mensaje a los viajeros.

A Yuri le dio un escalofrío. Se dio cuenta que no fue el único ya que Otabek también se sacudió bajo su brazo. La verdad era que muchas cosas crujían allí, desde los marcos podridos de las ventanas hasta las ramas que rasguñaban los techos.

-Hay muchas historias sobre este lugar. Una de ellas es la del Gólem, el gigante de barro que fue construido por el rabino Loew para proteger a los judíos de los ataques.

-¿Gólem? -repitió ella- ¡Oh por Dios!

-¿No es algo irónico que invoques al dios católico en el medio del barrio judío? -le exclamó Yuri- Insensible.

-Puede que lleve diferentes nombres, pero lo que conocemos como Dios es una concepción muy similar en las religiones abrahámicas: el cristianismo, el judaísmo... -Otabek suspiró- y el islam.

-¡Diez puntos para Gryffindor! -aplaudió Emil con emoción.

-A mí Otabek se me hacía más como Ravenclaw -intervino JJ, parándose sobre unas rocas salidas de la vereda- ¡Es tan inteligente! Leo es un Hufflepuff y Mila es Slytherin, de eso no tengo dudas. Y yo...

-Tú eres un muggle -lo cortó Yuri-. Sigamos.

Emil le hizo caso y se metieron por algunas calles mucho más oscuras. El chico se perdía de vista de vez en cuando por culpa de su oscura capa y eso hacía que el corazón de Yuri se detuviera de solo imaginar que podrían quedar perdidos en medio del Barrio Judío.

Atravesaron un corto callejón entre dos casas abandonadas y finalmente lograron salir de vuelta al aire libre de la noche, pero era casi imposible moverse. El lugar estaba lleno de piedras.

No, no piedras, pensó Yuri. Eran lápidas.

Era imposible decirlo a simple vista. Estaban gastadas, sucias y tan apiladas entre ellas que se hacía imposible el paso. Con el ceño fruncido miró de aquí para allá solo para descubrir algo aterrador: ninguna tenía inscripción. Ni epitafios ni nombres ni fechas.

-Les daría la bienvenida, pero no creo que esa sea la palabra correcta -Emil se rascó la cabeza-. Este es el cementerio judío. Más de 12.000 personas anónimas descansan aquí.

Yuri sintió que sus pies estaban hechos de plomo. Temía moverse y pisar en algún lugar inadecuado pero la verdad es que todo se sentía inadecuado. Aterrador. Todos estaban demasiado silenciosos, pero Yuri supo que habló demasiado pronto.

Soltó un chillido afeminado en el momento en que sintió unas manos que lo tocaban rápidamente en la parte media de la espalda y al costado. Pegó un tremendo salto que lo hizo soltarse de Otabek, que lucía igual de sorprendido y descolocado.

-¡Pedazo de enfermo! -le gritó JJ, que ahora reía a carcajadas- ¡Aprende a respetar a los muertos! ¡Y a los vivos, ya que estamos!

-Estoy seguro que los muertos tienen mejor sentido del humor que tú -se secó una lágrima falsa del ojo mientras trataba de controlar los espasmos provocados por la risa.

Yuri escaneó a los otros en busca de algún aliado pero se dio cuenta que todos -incluido Otabek- trataban de contener una risotada. Alzó las manos con frustración.

-Eres miedoso -le dijo JJ al verlo.

-Puedo probarte que no lo soy -le escupió Yuri-. Cualquier persona normal saltaría ante la idiotez que hiciste.

-Ya me pensaré algo para que demuestres tu valentía -dijo con autosuficiencia.

-Oigan ¿y Leo? -los cortó Otabek, mirando hacia todos lados.

Yuri y JJ detuvieron su discusión para notar que efectivamente el chico no estaba. Mila miraba con horror para cada costado. Emil se había quitado los dientes de plástico y se mordía una uña.

-¡Tranquilos! -dijo JJ con nerviosismo- Seguro nos quiere asustar y se escondió.

-Sabes muy bien que Leo no haría eso -espetó Mila-. No después de lo que pasó cuando teníamos quince.

-¿Qué pasó cuando tenían quince? -preguntó Yuri tembloroso.

-¡Ya basta! -volvió a interrumpir JJ- ¡El padre de Leo no puede habérselo llevado como esa vez, tontos! Él está muerto.

-Es obvio que no fue el padre de Leo -le gruñó Mila entre dientes- ¡A lo que voy es que no se va a ir por su cuenta!

-Hey, hey. Cálmate -seguía diciendo el canadiense mientras buscaba en los bolsillos de su chaqueta-. Lo voy a llamar al celular, no pasa nada. Quizás vio una mohosa casa histórica que decidió inspeccionar y no se dio cuenta que se quedó atrás. Ya sabes cómo se pone con la histo-...

Se quedó callado, con la mano en alto. Yuri tardó en entender el motivo pero cuando escuchó el jadeo que soltaron los demás presentes pudo reconectar lo que estaba pasando. El teléfono que alzaba JJ era de color rojo con una funda de color transparente que llevaba pintada una nota musical en blanco.

El teléfono de Leo.




¿A donde fue a parar Leo?

Digamos que es medio obvio que no fue secuestrado por fantasmas. Pero imagínense el contexto de los personajes y lo que pensarían :c

Capítulo corto PERO es porque he decidido dividir el arco de Praga en dos partes ¿la razón? El capítulo iba a ser más largo de lo usual y les mencioné que andaba algo corta estos días y la verdad es que temía no llegar para subirlo mañana. Y ahora me enteré que el jueves debo viajar a otra ciudad lo que retrasaría el capítulo hasta el viernes. Así que ahora que tuve un ratito libre decidí terminarlo y subir al menos esta parte para que no se quedaran sin nada ♥️

De todas formas, tengo lista la actualización para el fic del Gustloff para subir mañana. Y para quienes no leyeron, subí la primera parte de la serie de oneshots sobre vecinos :D pueden buscarlo en mi perfil bajo el nombre "¡Bájale a la música!"

Eso es todo por hoy. Muchísimas gracias por todos los votos y comentarios ♥️ ¡Y esperemos que el viernes las actualizaciones vuelvan a la normalidad! De todas formas, les digo que el tiempo libre que he tenido también lo use para escribir otra cosita que veremos en unas semanas ;)

Besitos ♥️

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