Londres no es un sueño hecho realidad III
No fue el despertador lo que lo sacó de sus tranquilos y cómodos sueños la mañana siguiente.
Fue el grito que pegó JJ. Yuri estaba seguro que si elevaba un poquito el tono de voz podrían escucharlo hasta en Francia.
-¡Hora de levantarse, bellos durmientes! ¡Es tiempo de salir a seguir recorriendo Londres y visitar el museo de cera ya que claramente he ganado la apuesta!
-JJ, vete al diablo -escuchó Yuri decir a Leo mientras se volvía a acurrucar bajo las mantas. El chico también chasqueó la lengua en cuanto JJ se sentó sobre su espalda.
-Leo, no me obligues a usar el plan veintiuno.
-No te atreverías -soltó el chico, ofendido y dolido por la amenaza.
-Sabes que soy muy capaz de eso y peor -rió JJ señalándolo. Leo sacó velozmente la mano de debajo de las sábanas y le torció el dedo. El gigante chilló.
-¿Se puede saber de que plan veintiuno de mierda están hablando, animales? -gruñó Yuri- ¡Son como las seis de la mañana!
-El momento perfecto para iniciar el día, pequeño chismoso -le contestó JJ zafándose de Leo- ¡He ganado la apuesta!
-Púdrete, JJ.
Una fresca brisa atravesó las piernas de Yuri, que se deslizaba por el agujero de las piernas en sus bóxers. Descubrió que el repentino frío era culpa de que JJ le había quitado la manta, dejándolo en pijama a la vista de todos los extraños que dormían en la habitación. Nadie estaba prestándole demasiada atención a Yuri, sin embargo. Los otros inquilinos se dedicaban a mirar a JJ con mala cara.
Yuri se sentó de golpe, tapándose con una de las almohadas mientras JJ carcajeaba a viva voz. Leo estaba dormitando otra vez, aprovechando que su amigo ya no estaba tocándole las narices.
Otabek no estaba.
Le sorprendió notar ese pequeño detalle siendo que eran las seis de la mañana. Usualmente, Yuri estaba refunfuñando en casa mientras Lilia resoplaba al ver a su gruñón hijo tomarse furiosamente una taza de café. No tenía tiempo ni de recordar su propio nombre pero los flashes de la mañana anterior lo hicieron notar la ausencia del muchacho kazajo. Eso, sumado a la pequeña charla en la azotea en la noche anterior.
-Anda, que Beka ya debe estar duchado y esperando para desayunar -chilló JJ, tanto a Yuri como Leo.
Leo arrojó las sábanas con ira y se fue dando zancadas del cuarto. JJ, satisfecho, se fue tras él. Yuri quedó en su lugar, con el cabello en todas las direcciones y la almohada aún marcada sobre la mejilla.
Se preguntó si juntarse con toda esa chusma habría sido una buena idea.
Mientras se daba una ducha, pensó en Lilia y Yakov. Para entonces su padre ya tendría que estar enterado de la pequeña locura cometida por su hijo y no estaría nada feliz, estaba seguro. Sabía que atrasar la charla telefónica con sus padres no haría más que empeorar la situación pero es que de verdad le daba un poco de pavor lo que ellos podrían hacer o decirle. Yuri temía que con un par de palabras que lo hicieran sentir como un fracaso él ya pondría su culo de vuelta en Moscú. Odiaba que sus padres jamás se enorgullecieran de él y que para lo único que Yuri existía era cuando tenían que pelear sobre algo del divorcio o para regañarlo.
Eso se había acabado, al menos por ahora. Decidió que ignorarlos un poco más era la solución que más le gustaba.
Afuera de la ducha estaban JJ y Leo recién bañados -gracias a los cielos, pensaba Yuri- con espuma de afeitar sobre sus juveniles rostros, listos para deshacerse de una barba que al menos para él era inexistente.
-¡Leo, mira! Parezco un faraón -exclamó JJ mientras se moldeaba la espuma en el mentón de forma alargada y hacia abajo.
-Deja de malgastar la espuma de Otabek.
-Bah, ni que la necesitara. Otabek tiene piel tan suave que podría confundirse con un seno.
Yuri rodó los ojos ante su desagradable comentario.
-¿Siempre eres tan hetero? -intervino Yuri. Le arrebató uno de los peines que tenía JJ en su lavabo y comenzó a desenredar su dorada melena.
-Acabo de decir que Otabek tiene la piel suave... ¿y me estás llamando hetero?
Bufó ante su comentario. No quería admitir que la piel de Otabek sí que parecía suave y ni hablar de cómo se veía su pecho recién salido de la ducha. Yuri alejó todos esos molestos pensamientos.
Cuando los tres estuvieron listos, ya con la ropa del día y las mochilas en la espalda -JJ tuvo que golpear a Leo para que dejara la guitarra en su lugar- se dirigieron hasta el salón para desayunar, donde ya los estaban esperando Mila y Otabek. Ambos estaban en la misma mesa pero se ignoraban olímpicamente; él con el periódico diario Daily Mail y ella, ocupada en fotografiar el bonito desayuno que se había armado.
JJ se apresuró para sentarse al lado de Otabek y metió su cabeza por debajo del periódico, logrando que el estoico muchacho diera un pequeño salto.
-Gané la apuesta -dijo con una sonrisa aterradora.
-¡JJ! -le chilló Mila, horrorizada. JJ pareció recordar algo y su rostro se puso de la misma forma.
-¡Ay! -exclamó- ¡Perdón, Otabek!
-Descuida -respondió el aludido-. Solo no te aparezcas tan de repente.
-¿Tu cara fea le causa pesadillas a Otabek? -intervino Yuri para dejar de sentirse fuera de tono. Las carcajadas de Mila y Leo lo hacían sentir bastante bien.
-Mi cara solo puede causar sueños eróticos -contestó acomodándose el cuello de la camisa, dignándose a sentarse sobre una de las sillas sin acosar a nadie más.
-Sueños eróticos de pesadilla -corrigió Mila.
La mesa entró en una pequeña discusión acerca del tema. Yuri descubrió que a Mila le encantaba hacer picar a JJ y que Leo, cuando no trataba de hacer de mediador, se aliaba a la chica pelirroja. El único que permanecía fuera de todas las riñas era Otabek.
La hora de desayunar se extendió mucho más de lo que a Yuri le hubiese gustado, encima para que antes de salir el lento de JJ recordara que no estaba llevando la billetera ni el teléfono celular. Cuando salieron, la vida matutina de Londres ya había empezado hacía rato y ahora todo era un tumulto de gente bastante difícil de atravesar.
Al final a nadie le importó la presunta apuesta que el canadiense había ganado, dirigiéndose automáticamente en dirección al Museo Británico. A Yuri le aburría bastante la historia pero no podía mentir que le picaba bastante la curiosidad aquel lugar. Quizás fuera la emoción de Leo -el cual se enteró que estudiaba historia en la universidad- lo que acabó por contagiarlo. Incluso Otabek se veía bastante animado ya que caminaba a una velocidad mayor que el resto, muy distinto a su andar pacífico del día anterior. Los únicos enfurruñados eran, claro, Mila y JJ. La chica iba enganchada del brazo del gigante y parecía una hormiga al lado de un perro. Una hormiga bastante enojada y un perro muy estúpido.
La fachada era casi una réplica del famoso Partenón de Atenas, en Grecia. La
-¿Para qué quiero ir yo a ver un montón de chatarra? ¡Encima que hay cosas robadas de los nativos canadienses!
-Si estuvieran en Canadá te aseguro que te importarían un cuerno -le espetó Leo.
JJ se encogió de hombros y se acomodó en la inmensa fila de turistas que esperaban pasar por el detector de metales. Los demás le siguieron pero muy pronto Yuri se vio tentado de girar sobre su pie y huir lo más pronto que pudiera ya que el grupo se puso a canturrear el himno nacional de Canadá.
-Si hay un dios allí arriba, por favor que me mate ahora -masculló sobándose la sien.
-The true north, strong and free!
-Tal vez ha escuchado tus plegarias y acababa de decidir que la mejor forma de que mueras es por desangramiento de oído -le dijo Otabek. Yuri quería pensar que se trataba de una broma pero era difícil decirlo con su rostro tan serio.
-O Canada! We stand on guard... for... thee! -seguía chillando JJ en una voz lo suficientemente baja como para no alterar a nadie en la fila pero sí tan alta como para torturar a Yuri.
-JJ se pone así cuando está aburrido -intervino Mila. Yuri gruñó.
-Pues se ve que se aburre muy a menudo.
Finalmente, o tal vez para su desgracia -pero eso lo averiguaría después-, lograron entrar al famoso Museo Británico. No había iluminación artificial si no que toda la luz era lo que se filtraba del cielorraso hecho de vidrio opaco. El interior era circular y de un blanco inmaculado, con un cilindro en el centro que tenía a su alrededor dos inmensas escaleras que llevaban a algún lugar según la lógica de Yuri. Decenas de aberturas que daban a las diferentes secciones del Museo, todas dispuestas con el nombre de algún lugar en el mundo, bordeaban los límites de la construcción.
Ninguno tenía ni idea por cuál sección comenzar. Lo que llevó, lamentablemente, a que JJ tomara la importante decisión.
-¡A ver las momias! -exclamó con un plano del lugar en mano.
Al menos, esa vez, Yuri podía decir que coincidía en algo con ese engendro.
Tenía que admitir que la sección del Antiguo Egipto era espectacular.
Las momias eran una pasada. Y eran espeluznantes. Eran cuerpos que llevaban muertos ya miles de años, dispuestos en una vitrina para el entretenimiento de un montón de turistas descerebrados. Algunas seguían en sus sarcófagos, los cuales se mantenían en un estado casi excelente pese al paso del tiempo. A otras podías verles los vendajes podridos con los que las habían cubierto.
-¿Sabían que les sacaban el cerebro por la nariz? -intervino Leo, levantándose su propia nariz con el dedo- Les metían una pinza bien larga con la que hacían un orificio por el cual vertían un líquido volvía la masa encefálica en pulpa, y les tomaba bastante horas drenar todo el cráneo.
-A JJ se lo habrían hecho en una sola -se burló Mila. Yuri tuvo que morderse la lengua para no reírse del rostro altanero que el burlado ponía.
-Pues contigo no iban a tener que tomarse el trabajo de extraerte el corazón ¡porque no tienes uno!
-¿Sabían que los egipcios se limpiaban el... ejem... ya saben qué... con hojas de lechuga? -siguió Leo tirando datos.
-Recuérdenme nunca volver a comer una lechuga -agregó JJ ante eso. Mila le puso la mano en el hombro.
-Sabes que no pienso cumplir eso.
Yuri los dejó seguir discutiendo algunas otras asquerosidades del Antiguo Egipto, como las orgías en nombre de los dioses o cómo las mujeres usaban la música para conseguir ligar con quien les gustaba.
Se dirigió hasta Otabek, el cual miraba muy concentrado a una solitaria momia mucho mejor vendada que las que Mila y JJ estaban usando como objeto de burla para tomarse algunas selfies. A Yuri le daba vergüenza admitir que es algo que hubiese hecho.
-Es fascinante -respondió Otabek sin mirarlo pero notando al instante su presencia-. Tantos años después de la muerte... y aquí están.
-Es aterrador -dijo Yuri, dando hojeadas de curiosidad al perfil impasible de Otabek-. No creo que me gustaría que dentro de mil años un montón de cavernícolas se rieran a costa de mi putrefacto cadáver.
-No es como si te fueras a enterar.
-Ya. Pero es tan humillante...
-La muerte no es humillante -dijo Otabek tajante.
-Te veo algo aficionado al tema -habló Yuri sintiéndose intimidado.
Otabek resopló una risa nerviosa al notar la turbación del rubio.
-Discúlpame. Estoy haciendo la licenciatura en arqueología así que sabrás entender que me atraen un poco las cosas muertas, viejas y rotas.
-Ahora eso es aterrador.
-Descuida, no pienso embalsarte ni nada para convertirte en mi tema de tesis -le dijo-. Aunque podría pensarlo un poco si deseo aprobar mi clase de Antigua Rusia.
-Ni hablar -chilló Yuri, poniéndole un dedo sobre el pecho-. No estoy ni muerto ni viejo ni planeo estarlo muy pronto.
-¿Entonces estás roto? -preguntó despacio.
-¿Disculpa?
-Te dije que también me gustaban las cosas rotas, pero no te veo negando ser una.
Yuri desvió la vista, las mejillas ardiéndole por haber sido atrapado en su propia trampa. Se concentró en las estupideces de los otros, que podía escucharlos exclamar que si Leo era momificado, seguramente pediría que lo hicieran con su guitarra. Ya quisiera él haber podido preocuparse de temas tan estúpidos y triviales, nada como todas las cosas que lo acomplejaban.
-¿Yuri? -lo llamó Otabek mientras le buscaba la mirada- No quise ofenderte, de verdad.
-N-no me has ofendido -bufó-. Y no estoy roto, claro que no.
-No es algo malo estar roto. Todos lo estamos, en cierto punto.
Yuri trató de imaginarse cómo podría Otabek estar roto. O el ruidoso JJ o Mila o el carismático Leo. Ninguno lucía roto ni tampoco como si estuviera pagando por ello. Eran solo un grupo de universitarios que querían comerse al mundo, con sus estúpidas bromas sexuales y energía.
Él mismo se sentía otra cosa.
-No, Otabek. Algunos simplemente están resquebrajados. Otros sí que están rotos de verdad.
No obtuvo una respuesta. No en ese momento, al menos.
El grupo siguió recorriendo el museo con los comentarios históricos e innecesarios que Leo decía cada tanto. A Yuri no le importaba qué comían los persas ni tampoco como los estudiosos usaron la Piedra de Rosetta para descifrar la escritura egipcia o mucho menos la historia de los móais de la Isla de Pascua. Le bastaba con mirarlos y tomar unas cuantas fotografías que podría mirar en las noches dentro de muchos años para sentirse miserable porque su viaje se había terminado.
-Y estas son las piezas del Mausoleo de Halicarnaso, una de las siete maravillas del mundo antiguo ¡Imaginen lo colosal que debe haber sido! -exclamó con un brillo emocionado en los ojos, alzando los brazos los brazos hacia todos los bloques de material tallado que lucía bastante aburrido.
-Luces como si te fuera a dar un orgasmo -Mila dijo. JJ le dio un codazo.
-Juguemos a apostar cuántos orgasmos podría tener Leo si Guang Hong posara desnudo sobre la tumba de algún rey muerto hace más de mil años.
-Y usando la toca de Cleopatra.
-Mientras bebe vino de cosecha griega desde el Santo Grial.
-¿Podemos, por favor, no hablar de mis pasiones de forma despectiva? -masculló Leo- ¡Aprecien la historia, ignorantes!
-Leo tiene razón -intervino Otabek encogiéndose de hombros.
-¡Pues mira quien vino a hablar!
Un guardia que protegía la galería los mandó a callar, aunque Yuri estaba seguro que se dirigía solo a la voz de corneta de JJ.
-Y por cierto, el Mausoleo de Halicarnaso es una mierda ¡Vamos a la sección de Norteamérica!
-Creí que no te interesaba
-Pues he cambiado de opinión.
Tras debatir -pelear- un par de minutos, fue el canadiense quien salió victorioso.
El departamento de Norteamérica se veía oscuro y menos ostentoso que la sección persa o egipcia. Incluso era más sobria que la sección del este y sudeste de Asia, que estaba llena de delicados objetos entre los que se encontraban hasta peines que valían más que toda su casa en Moscú.
Un grupo de niñitos de alguna escuela muy pomposa y privada estaba al parecer de paseo. Un joven y enérgico maestro les enseñaba las piezas tomadas -robadas, quiso corregirle Yuri- de los pueblos nativos de Estados Unidos y Canadá. Incluso un guardia del museo parecía cooperar en la presentación ya que la vitrina estaba abierta, tomando de ella algunas armas, flechas o incluso los conocidos tótems con animales tallados.
JJ se acercó a curiosear como si fuera uno de los estúpidos niños, asintiendo ante las cosas que el maestro parloteaba.
Una niña de coletas que estaba al lado de Yuri lo miró de arriba abajo. Yuri se percató de su desdeñosa mirada y la fulminó.
-¿Qué estás mirando?
La niña se encogió sobre sí misma y se escondió detrás de uno de los compañeritos pero sin quitar los ojos de Yuri. El chico hizo un amague de irse contra ella, lo que la hizo chillar silenciosamente.
-Espantando niños -exclamó Otabek con sorpresa-. Debería haberme esperado eso.
-Los niños me recuerdan a tu tonto amigo.
-No seas así. Los niños no se merecen que les digas eso.
Yuri bufó. Le hubiese gustado poder reírse de las cosas que Otabek decía -ya que podía ser bastante irónico y divertido- pero se sentía un poco incómodo por su estoicismo. Sintió su pesada mano posarse sobre su hombro.
-¿Quieres salir un segundo a dar una vuelta? El encierro me está sofocando.
-Sí -dijo sin dudarlo. Se arrepintió de haberse mostrado tan desesperado.
Otabek lo tomó de la mano y lo arrastró entre el tumulto de niñitos gritones y preguntones -entre los que Yuri incluía a JJ- mientras se dirigían a la salida del museo. Repentinamente sentía que había demasiada gente o quizás estaba buscando excusas para justificar que tenía más razones para salir de allí que solo porque quería pasar tiempo con Otabek.
A pesar de afuera estuviera mucho más bullicioso y apabullante, Yuri pudo relajarse. Otabek soltó su mano y se dirigió hasta los escalones de entrada del museo, en donde tomó asiento. Palmeó el lugar a su lado para que Yuri lo acompañase. No se demoró en acatar ese pedido.
-¿Qué podríamos visitar después?
-No tengo idea. Pero si JJ vuelve a chillar que ha ganado su apuesta -hizo comillas en el aire- para que vayamos al Madame Tussauds, lo golpearé muy fuerte.
-Podríamos pasear por el Támesis. He oído que se puede bordearlo en bote -le dijo con un brillo de emoción en los ojos.
-No creo que a tus amigos les divierta tener que confinarse en un lugar tan pequeño sin poder sembrar el pánico como se debe.
-Ah, yo estaba pensando que ellos podían irse al Madame Tussauds. Y, tú sabes... tal vez iríamos los dos solos.
Yuri contuvo la respiración ante su proposición. Otabek no parecía notar nada extraño.
-Si no te molesta, también, me gustaría que me acompañases al Teatro Globe de adentro.
-¿Eres fanático de Shakespeare? -preguntó Yuri con la ceja arqueada.
-Pues... bueno, algo. Sé que es demasiado cliché.
-Otabek, no sé en qué mundo es cliché que a un joven hombre que usa chaquetas de cuero le guste Shakespeare.
Otabek le sonrió ligeramente y se levantó, tendiéndole la mano a Yuri. Él se la miró algo reacio, temeroso pero también bastante ansioso de volver a tocar su cálida piel.
-¿Nos vamos, entonces?
-Eh, Otabek -lo llamó Yuri mientras se calzaba la capucha por la muy repentina lluvia londinense que azotaba el centro.
-¿Hm? -fue la respuesta de Otabek.
Él no tenía como protegerse de la fina lluvia por lo que las gotas le empapaban el cabello y buscaban llegar hasta su frente para recorrerle todo el rostro. Flashes de la mañana anterior volvieron a invadirlo, haciéndolo sacudir su rubia cabeza.
-¿Qué dirán los otros de nuestra desaparición? ¿No se van a preocupar? -no es que a Yuri le importase, sin embargo.
-Supongo que podrán hacer dos más dos.
Debido al cambio de clima, los paseos por el Támesis se habían visto retrasados dejando a muchos turistas -incluido Yuri, para su sorpresa- con el corazón roto. Ambos él y Otabek tuvieron que dirigirse directamente al Globe, donde la fila no era por suerte muy prolongada.
De afuera se veía como un teatro isabelino hecho con madera de roble y paja. Era una construcción que resaltaba bastante entre el resto del estilo arquitectónico de Londres. De adentro se veía incluso más de época: las tarimas de madera que estaban separadas del escenario -que sí tenía techo contra la lluvia a diferencia del resto del teatro- por barandales en diferentes niveles. Yuri y Otabek encontraron unos lugares libres entre toda la gente que ya estaba justo detrás de una baranda, las piernas de ambos colgando hacia abajo. Se sentía como un niño mientras balanceaba inconscientemente los pies.
-¿Qué obra mostrarán hoy?
-Noche de Reyes. Una de mis favoritas, de hecho -contestó Otabek con seriedad pero evidente emoción en la voz.
-Eh, no la conozco. De hecho, nunca he leído a Shakespeare. Una vez me asignaron una tarea sobre Romeo y Julieta y me vi la película.
E incluso me dormí, quiso agregar. Pero no era una idea sensata decirle esas cosas a un fanático de Shakespeare si quería seguir cayéndole bien.
-Has hecho bien. Romeo y Julieta debe ser la peor obra de Shakespeare.
-¿Oh? -inquirió Yuri con sorpresa. Otabek se removió en su lugar.
-La obra es todo un sinsentido. Romeo tenía dieciocho años y Julieta solo trece. Causaron cinco muertes -incluidas las propias- en menos de una semana y el caos estalló en Verona por culpa de su apresurado romance.
-Suenan como dos capullos. Es más, Julieta Capuleto debería llamarse ahora Julieta Capulleta.
-Basta -dijo Otabek mordiéndose el labio inferior para no reír, pero Yuri no se veía con ganas de parar.
-Romero Montesco podría ser Romeo Montarado.
Otabek empezó a reír en silencio, más que nada para no estallar ante esa profanación a los personajes de Shakespeare en su teatro -o eso creía Yuri-. Un grupo de pretenciosos que lucían como fanáticos del teatro le dedicaron una mirada muy sucia.
-¡Orsino! ¡Necesitamos urgentemente un Orsino!
Yuri se giró a mirar a la persona que berreaba como juguete a cuerda la palabra Orsino. Para él no significaba absolutamente nada. Otabek estaba algo tenso a su lado sujetado con fuerza del barandal. El tipo que gritaba se detenía cada tanto entre la gente para acosarlos un poco hasta que finalmente llegó donde ellos dos.
-¿Alguno se sabe las líneas de Orsino? -preguntó el sujeto mientras tomaba a Yuri de los brazos.
-¿Qué carajo es un Orsino? -masculló Yuri sacudiéndose al tipo de sus brazos.
-Eh... -balbuceó Otabek.
-¡Por favor, dime que te sabes las líneas de Orsino!
Otabek se debatió varios segundos, cerrando los ojos fuertemente. Abrió varias veces la boca pero ningún sonido logró salir a la primera.
-Sí, me he leído un par de veces la historia -suspiró.
El tipo chilló con emoción y lo tironeó de su lugar obligándolo a levantarse. Comenzó a arrastrar a Otabek fuera del palco en dirección al escenario, dejando sólo a un muy anonadado Yuri. Este se levantó y trepó por la baranda para poder ver con más claridad a ese extraño que estaba secuestrado a Otabek.
-¡Eh! ¡Devuélvelo! -chilló- ¡Trae de regreso a Otabek si no quieres que te mande de una patada a Australia!
Pero Yuri ya no podía verlos porque se habían metido tras bambalinas. Pensó seriamente el escabullirse para recuperar a Otabek pero temía que acabasen echándolo del teatro por ser un mocoso problemático.
Sentía las miradas clavadas de los otros espectadores demasiado intensas sobre su nuca. Dócilmente, volvió a sentarse en su hueco atrás del barandal con la cabeza maquinándole a mil por hora. Yuri estaba sin teléfono -activar las llamadas no era una opción- y sin tener ni puta idea de cómo contactar con los otros tres idiotas, que probablemente seguía mirando vasijas hechas con tierra y saliva mientras Otabek estaba siendo sometido a quién sabe qué cosa.
Estuvo casi veinte minutos enloqueciendo en su lugar cuando las luces de los palcos se apagaron y todas las que daban al escenario se encendieron, dándole un toque nocturno a pesar de que estaban a pleno día al aire libre.
El mismo loco de hacía un rato entró vistiendo ropas de época, un traje muy ridículo y que se veía bastante caluroso. Una musiquita extraña y anticuada comenzó a sonar en cuanto el chico se puso a cantar:
-Pues la vida es un momento, un suspiro que se pasa como un mero pasatiempo ¡Que el tiempo siempre te gana!
La gente aplaudió suavemente. Yuri no lo hizo.
-No hagas caso a lo que digan ni creas en tu mirada. Que a veces lo que parece, no es lo que pensabas.
Yuri tamborileó sus dedos al ritmo de lo que seguía de la tonta canción. No quería que su letra le afectara de alguna manera que no comprendía.
-¡Ama hoy, que ya veremos qué te pasará mañana! Aunque sea a contratiempo...
Hizo una pausa dramática mientras giraba por todo el escenario, mirando uno a uno a los espectadores de allí de la planta baja. Luego, alzó las manos y sonrió.
-¡Sueña, vive, ríe y ama!
Los presentes rompieron en aplausos emocionados, los cuales Yuri terminó por acompañar sin siquiera darse cuenta de ello.
La iluminación del escenario bajó por solo unos segundos mientras el sonido de las arpas y violines comenzaron a tocar de fondo. Cuando las luces se encendieron otra vez, un muchachito enjuto y disfrazado de lo que parecía ser un mayordomo apareció en escena.
-Seguid, seguid tocando y cantando porque nuestro Duque Orsino dice que si la música alimenta al amor, quiere atiborrarse de esta para que así enferme y muera el apetito ¡Tócala otra vez!
Los músicos empezaron a tocar la misma melodía del principio, el mismo imbécil apareciendo a cantar otra vez pero de una forma mucho más definida y exagerada.
-¡Basta! No es tan dulce como lo era. ¡Espíritu de amor! ¡Cuánta hambre tienes! Quien en ti se sumerge, por mucho que se precie, en un instante cae en el desprecio. Adoptas tantas formas que nada hay tan fantástico.
Yuri no notó el exacto momento en el que chilló, el sonido siendo opacado por la música que tocaban en el escenario. Su mandíbula quedó completamente desencajada al ver al nuevo personaje en escena con el cabello peinado para atrás y un vistiendo un jubón, de esos que tenían unos inmensos cuellos que parecían demasiado incómodos. Pero no era ninguna de esas cosas las que sorprendían a Yuri realmente, claro que no.
La cosa estaba en que ese de allí era Otabek, disfrazado y en escenario, actuando del dichoso Duque Orsino.
Yuri no quería quedar como un baboso al admitirlo pero la verdad era que Otabek actuaba demasiado bien. Toda la emoción que no la ponía en su día a día la dejaba en el escenario, recitando aquellas líneas tan pomposas y que sonaban más cursi de lo que se imaginaba. Era muy expresivo con sus manos y con sus gestos, en cada escena dejaba todo el corazón en ella.
Se preguntó cuántas veces tendría que haber leído Otabek el libro para qué pudiera manejar al personaje de esa manera.
Las escenas de Orsino eran demasiado exageradas y bien surreal por las payasadas que le tocaba decir. Era un duque enamorado de una condesa -Olivia- que no le daba ni la hora. Para colmo había una muchacha llamada Viola pero que se hacía pasar por un muchachito de nombre Cesáreo de la cual no entendía mucho su propósito más que el repentino amor de la condesa por ese chico que en realidad era una chica.
La historia era un lío de problemas y griteríos entre personajes, confusiones que te dejaban patidifuso y más estupidez por doquier. Yuri incluso se reía con todas las ocurrencias de los personajes más imbéciles -que eran Valentín y Curio, además del muy amargado Malvolio que le recordaba a sí mismo-.
Llegaba el momento en que Viola revelaba su identidad ante los presentes, revelándole a la condesa que no podía casarse con ella. Orsino -Otabek- miraba todo con mucha incredulidad en su rostro.
-Si lo único que nos impide ser felices es este atuendo masculino, no me abracéis hasta que las circunstancias de lugar, tiempo y fortuna logréis encajar y os hagan saltar a la conclusión de que soy Viola. Un alma bondadosa de esta ciudad me salvó la vida y ocultó mi ropa de mujer para que pudiera servir a este noble duque. Todo lo que me ha sucedido desde entonces ha tenido que ver con mi relación con esta dama y este señor -se dirigió a la muchacha que hacía de Olivia-. Resulta, dama, que habéis errado; mas la naturaleza es sabia. Os habrías casado con una moza; pero no os equivocasteis del todo, que yo sepa, pues mozo aún me mantengo.
La condesa dijo algo hacia Orsino, su ex pretendiente, quien ahora se dirigía hasta la bonita Viola y le tomaba la mano.
-Vuestro señor os libera, y por vuestro servicio prestado, contra la naturaleza de vuestro sexo y vuestra delicada crianza, y ya que me habéis llamado señor tanto tiempo, aquí tenéis mi mano, para que paséis a ser la señora de vuestro señor.
Viola entonces tomó el rostro de Orsino y le plantó un beso de lleno en los labios. La gente rió emocionada y aplaudió ante el final feliz que todos esperaban, muy diferente a todas las tragedias que Shakespeare escribía.
Yuri se quedó tieso en su lugar, incapaz de aplaudir o vitorear el beso. Otabek tenía los ojos abiertos y ni siquiera parecía querer devolverlo debido a la conmoción pero también podía deberse a su usual manera de no demostrar los sentimientos.
La obra terminó con otra canción estúpida que Yuri no tenía interés en prestar atención y con una reverencia del elenco. Uno de ellos agradeció en voz alta la participación de Otabek debido a la repentina enfermedad de quien usualmente interpretaba a Orsino, invitándolo a unirse a las obras cuando quisiera debido a su gran talento. Otabek lo declinó en un tono amable pese a que su ceño fruncido indicaba lo contrario.
Yuri se quedó en su lugar balanceando las piernas, mirando como todos abandonaban de a poco el teatro. Se tentó de largarse junto a todos ellos pero Otabek no tenía la culpa de que un fulano cualquiera lo hubiese casi obligado a participar de esa obra.
Lo vio aparecer tras las bambalinas, saliendo con su ropa de antes y luciendo un poco desorientado. Cada persona que se lo cruzaba de frente le extendía la mano o le daba unas palmadas para felicitarlo seguramente por su actuación. Él se los respondía alzando el pulgar, buscando con la mirada entre la multitud hasta que encontró lo que buscaba: Yuri.
-Preferiría que no menciones este hecho a nadie -fue lo primero que le dijo.
Yuri bufó, no entendiendo por qué le molestaba tanto lo que había pasado o preguntándose a sí mismo por qué sentía que su escapada con Otabek ahora se sentía arruinada.
-Descuida. No planeaba decir ni mu.
Otabek suspiró y se dirigió hacia la salida junto con la marea de gente. Esta vez, no decidió tomar la mano de Yuri como en el museo.
Justo cuando decidieron sentarse a tomar un almuerzo algo tardío, el celular de Otabek sonó insistente con un montón de mensajes que entraban uno tras a otro.
-Dime que es Leo avisándote que Mila y JJ se ahogaron victoriosamente en el Támesis -quiso bromear Yuri. Otabek suspiró.
-Ya quisiera yo. Al parecer, están en problemas. Otra vez.
Se tomó de un solo trago lo poco que le quedaba de bebida e incitó a Yuri a levantarse para tirar los restos que envolvían los fish and chips.
-Hay que ir al hostal.
-Están el hostal ¿y aún así tienen problemas? ¿Qué clase de anormales son?
-Yo me pregunto eso al menos tres veces al día.
Los dos se tomaron un taxi que los llevó en al menos quince minutos hasta el Ice Castle debido a las distancias. Yuri y Otabek no charlaron en todo el trayecto, lo cual estaba incomodando al menor de sobremanera pero al otro parecía no molestarle el silencio.
Mila, Leo y JJ estaban esperando en la terraza que Otabek le había enseñado la noche anterior. El más grande caminaba de aquí para allá tan rápido que en pocos segundos Yuri se sintió verdaderamente mareado. Leo se mordía las uñas histéricamente y Mila parecía a punto de explotar.
-¿Qué ha pasado? -preguntó Otabek.
Ninguno de ellos respondió al instante. El kazajo les repitió la pregunta sin perder la paciencia.
Mila, entonces, caminó dando zancadas hasta JJ y le dio un manotazo en la cabeza que resonó dolorosamente. El chico ni siquiera replicó, solo se dedicó a sobarse la zona violentada.
-Respóndele a Otabek qué ha pasado -le gruñó ella.
-Eh...
-¿Jean?
JJ parecía haber perdido toda la confianza que lo caracterizaba. Jugaba a chocar sus enormes dedos índices ya que eso le evitaba tener que mirar a los ojos a todos los demás.
-Mira, Otabek ¡no te vayas a enojar! Uh, esto...
-¡Ya dile!
-¡Bueno! -exclamó ante el estallido de Mila- Puede que me he robado una cosita de nada del Museo Británico...
La boca de Yuri se volvió a desencajar de su lugar, atónito por lo que estaba escuchando. Incluso pensaba que esta era otra de las bromas del maldito JJ. La seriedad de Otabek y la histeria de Mila le confirmaba que al parecer no se trataba de una cruel broma.
-Jean -habló Otabek.
-¡Ay, Otabek! No me hagas esto, no uses ese tono -gimoteó.
-¿Qué has robado?
-¡No importa qué ha sido! Yo te juro que fue una cosa de nada... ¡Además no me han atrapado!
-¡Oh, pero que ladrón más hábil! -exclamó Mila con ironía- ¿Qué pasará cuando descubran que falta una pieza y revisen las cintas de las cámaras de seguridad?
-No se me ve nada...
-¡Estabas en una sala llena de niños! ¡Por supuesto que se te va a ver!
Yuri se llevó una mano al rostro con cada nueva data que iba averiguando. Otabek cerró los ojos y respiró hondo varias veces.
-Tenemos que dejar Londres -les soltó Mila-. El Reino Unido, al caso. Ahora que todavía podemos.
-¡Mila, no hay que exagerar! -intervino Leo por primera vez- Quizás ni siquiera noten que faltaba el estúpido tótem.
-¿Te robaste un tótem siendo que tu país está plagado de tótems? -le masculló Yuri incrédulo.
-¡Ya déjenme de mirar así!
-Otabek, piénsalo -dijo Mila ignorando a los demás-. Es lo más sensato. No podemos dejar que nuestro viaje se arruine por... -se calló mientras hacía diversas señas a JJ- ¡Hay otras cosas por las cuales preocuparse!
JJ se encogió sobre sí mismo. Otabek pareció pensárselo pero las miradas ansiosas de todos los presentes lo hicieron decidirse rápido.
-De acuerdo. Hagamos las maletas y tomamos el primer vuelo a Dublín. Salen a todas horas y con decenas de aerolíneas así que no será un problema.
-¡Al fin, alguien con sensatez!
Mila se hizo paso entre todos los presentes y abandonó la azotea, seguida por Leo y finalmente por JJ, que iba bastante cabizbajo por los regaños pero no lucía muy arrepentido por su pequeño acto delictivo.
-Otabek, en serio tienes que conseguirte otros amigos.
Otabek quiso reír y bufar, pero terminó haciendo un ruido que parecía una mezcla de ambos. Se terminó apoyando contra una de las paredes, sujetándose el rostro. Yuri se debatió entre acercarse a él y brindarle apoyo, o no, olvidándose por completo el enojo de hacía poco rato.
Pero recordó que pronto se irían. Y ya tal vez no los vería.
-No quería irme tan pronto de Londres -le confesó-. No he visto casi nada de la ciudad.
-¡Pues déjalo que él se vaya y lidie con sus problemas! No es justo que todos deban pagar sus platos rotos.
-Es mi mejor amigo -dijo con tristeza-. No lo abandonaría luego de todo lo que ha hecho y que hace por mí todo el tiempo.
-Bien. Supongo que tiene sentido. Para mí no porque ciertamente no tengo amigos pero ya que...
-Yuri... -empezó a decirle.
-Nada. Olvida lo que dije, Otabek. Piensa en el buen tiempo que pasarán en Dublín. Y también te sugiero comprar una correa para ponerle a JJ si no quieres tener que huir en bote de Irlanda.
Otabek le dedicó una sonrisa melancólica. Se humedeció los labios y miró hacia varios lugares, al parecer buscando las palabras que quería decir.
-Oye, si aún no sabes cuál será tu próximo destino...
El corazón de Yuri se aceleró ante su propuesta no dicha. Casi podía escuchar su voz diciéndole: Te puedes venir con nosotros a Dublín.
-No lo sé...
-Piénsalo. Seguramente aprovecharemos allí todos los días que íbamos a usar en Londres para recorrer un poco del país.
-B-bien. Yo supongo que me las arreglaré por aquí sólo, digo, ese era el plan en un principio.
Otabek buscó entonces algo en su chaqueta, tanteando por los bolsillos hasta que dio con su teléfono. Se lo extendió a Yuri el cual lo miraba dudoso.
-Anota tu número. Yo te enviaré luego un mensaje para que también me guardes, ¿quién sabe? Tal vez nuestros caminos se vuelvan a cruzar otra vez.
-De acuerdo.
Yuri tecleó con dedos tan temblorosos su número que tuvo que chequear al menos tres veces para asegurarse que tanto el número como la característica estaban bien anotados. Otabek se lo guardó con una sonrisa.
-Bueno, ha sido un gusto pasar estos dos días contigo, Yuri. Al menos me has ayudado a que no me canse de ver siempre las mismas caras.
-Anda, eso no se agradece. Mejor elígete amigos menos idiotas para que no tengas que buscar compañía que te salve.
-No me arrepiento de nada -le dijo con la mano extendida.
Yuri vaciló unos instantes pero acabó por tomarla entre la suya. Recordó el momento al salir del Museo Británico, cuando Otabek no dudó en sujetarlo para llevárselo lejos de allí, sólo a él.
Pero ahora le tomaba la mano para despedirse.
A Yuri le molestaba que eso le carcomiera la cabeza.
Esa noche ya no sentía los ronquidos de JJ taladrándole el oído sino la tenue respiración de todos los otros desconocidos con los que compartía habitación. Se removía intensamente en su cama, enojado de qué todo estuviera en completa calma, incapaz de poder culpar a agentes externos por su falta de sueño.
Mandó las sábanas a volar al diablo y se calzó las zapatillas sin atarse los cordones. No le importaba hacer ruido para que los demás se despertaran ya que estaba tan inconforme con todo que planeaba hacer que más gente se sintiera así. Para no ser el único, se dijo.
Bajó los pisos que le faltaban para llegar al lobby del hostal, ahora sí con mucho cuidado ya que la oscuridad lo haría seguramente tropezar otra vez. Y ahora no estaba Otabek para salvarlo.
De la recepción solamente salía una luz azulada que provenía de la computadora del mostrador. Un hombretón también asiático se veía muy concentrado clickeando rápidamente con el ratón y dándole simultáneamente a las flechas del teclado. Yuri carraspeó.
-Aguántame que muero -le contestó.
Yuri contrajo el mentón, alzando con desagrado la nariz ante ese tipo que prefería seguir jugando que atender a uno de sus huéspedes.
-Es urgente -gruñó.
El hombre entonces apretó una tecla cualquiera y la luz azulada de la pantalla cambió de color al haber perdido la partida. Suspiró ruidosamente, mirando al muy imprudente ruso rubio que se aparecía en plena madrugada en la recepción.
-¿Sí? -preguntó poniéndole una sonrisa.
-¿A qué hora vuelve Yuuko?
-¿Mi esposa? -inquirió rascándose el mentón- A ella le toca andar por aquí durante el día, a mí me toca atender los urgentes problemas de medianoche de algunos.
Yuri rodó los ojos. No podía creer que ese tipo fuera esposo de la dulce Yuuko. Se preguntaba qué podría haberle visto.
-Necesito que me ayudes a sacar un boleto de avión, entonces.
-¿Eh? ¿Tan pronto?
-Cambio de planes -lo interrumpió bruscamente- ¿Me ayudarás?
-Pues claro, colega. Solo dime a dónde quieres ir, tu pasaporte y los datos de tu tarjeta.
-No tengo tarjeta. Solo tengo efectivo.
-Pues lo compraremos con la tarjeta del hotel, entonces -le respondió con una sonrisa despreocupada- ¿A dónde es qué quieres ir tan urgentemente que no podía esperar a mañana?
Yuri se masticó unos segundos el interior de la mejilla. No tenía tiempo de mostrarse avergonzado si quería que aquel hombre le consiguiese un pasaje de avión lo más pronto posible.
-A Irlanda. Me dieron ganas de ir a Dublín.
¡Capítulo bieeen largo para despedirnos de Londres! Tristemente estuvieron muy poquito pero es que todavía quedan muchas ciudades por ver ¡Y ahora se viene lo bueno porque van a DUBLÍN! Creo que no hace falta que aclare las locuras que se van a vivir en Irlanda, pero les doy una pista: mucha, mucha cerveza.
Por cierto, en este capítulo hay varias pistas del secreto que se revelará más adelante, a ver si comienzan a atar todos los cabos :0
Quería contarles que debido a que mi otro fic, Thorns and All, acaba el martes, este fic comenzará a tener publicación más seguida :D seguramente sea pasando un día, o dos (esperemos que solo uno) debido a la extensión de los capítulos. También tengo otro fic en curso que se llama Gustloff, pero ese es menos demandante debido a que los capítulos son cortos.
¡Muchas gracias por todos los votos, comentarios y demás! ¡Espero les haya gustado este capítulo! Ya vamos viendo como Yuri y Otabek congenian demasiado bien entre ellos <3
Nos veremos muuuy prontito en Irlanda :D ¡Besitos!
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