Londres no es un sueño hecho realidad II
Yuri pasó su primera noche durmiendo en el sofá hecho a base de palets en la recepción. Al día siguiente tenía el cuello totalmente rígido, la ropa marcada por todo el cuerpo y unas ojeras que podrían ser vistas desde Sudamérica.
Y todo por culpa de esos tres imbéciles con los que se tuvo que topar.
El hostal cerraba las puertas a las diez de la noche hasta las siete de la mañana del día siguiente por lo que no había necesidad de que Yuuko estuviese atendiendo. El sol aún no salía por lo que debía ser poco antes de las seis de la mañana. El horario perfecto para escabullirse a tomar una ducha y luego esperar a que las puertas se abrieran para comenzar el viaje de su vida.
Yuri se metió sigilosamente al cuarto, donde cerca de diez hombres dormían plácidamente. El gigantón llamado JJ roncaba suavemente y Yuri tenía muchísimas ganas de meterle un corcho por la boca para que se callara o, si tenía más suerte, se ahogara hasta morir. Alejó esos pensamientos homicidas y tomó su ropa junto con las toallas que estaban dispuestas sobre su cama -perfectamente ordenada- para partir a las duchas.
El hostal estaba sumido en completo silencio, con la excepción del ligero ruido de gotas cayendo sobre los azulejos del baño. Una de las duchas estaba ocupada. Yuri no le dio demasiada importancia ya que la única persona que ansiaba no tener que ver estaba muy cómoda roncando y babeando sobre su almohada. No se enojaría con otra persona solo porque le gustaba darse una ducha mañanera. Yuri no era tan irritable.
Se quitó la ropa sin ningún pudor y se ató la toalla a la cintura. Como las duchas estaban dispuestas una al lado de la otra sin ningún techo, el vapor inundaba el baño de forma que acabó empañando los espejos. Yuri pasó la palma sobre uno de ellos para observar su demacrado rostro en mejor calidad. Rápidamente se alejó ya que no podía soportar verse con esa pinta.
Mientras Yuri escogía un cubículo, la ducha que estaba en uso se detuvo y pudo ver una mano posarse sobre la toalla que colgaba de la puerta. No podía decir exactamente qué fue lo que lo hizo detenerse un par de segundos antes de meterse a dónde debía, dándole el tiempo suficiente para que se diera cara a cara con la persona que salía de bañarse.
Y no era otro que Otabek, el amigo del gigantón, el de cara seria y que lo había salvado el día de ayer sujetándolo entre sus brazos antes de estamparse contra el suelo.
Yuri debería haber esperado aquello. La mala suerte no lo abandonaría tan fácilmente.
Estaba pasmado viendo su fornido pecho, con las gotas corriendo desde su desordenado cabello por el rostro y el cuello hasta morir en sus pectorales. Yuri tenía la mandíbula desencajada, y el autoestima se le bajó hasta el centro de la tierra a puñetazos.
-Oh -dijo Otabek en cuanto se percató de la presencia de Yuri-. No sabía que estabas aquí.
Sintió que las mejillas se le coloreaban en todas las gamas de rosado. Ni siquiera se dignó a responder porque se metió en su cubículo, estrellando la puerta en el proceso.
Luego, Yuri encendió la canilla de agua helada.
Se quedó escondido en el baño hasta que los dedos se le arrugaron y el pelo era una maraña a causa de la humedad. No pensaba salir hasta que escuchara aquellas voces conocidas aparecieran en el baño para luego escapar cuando estas se esfumaran. Quería asegurarse que no se cruzaría a ninguno de ellos en el camino.
Pocos minutos después sintió el bullicio de voces masculinas, junto con olores mañaneros nada agradables. El chico llamado Otabek había desaparecido mientras él aún se duchaba, todavía turbado por ese casual encuentro en paños menores.
-Y te digo, Leo, tendrías que dejar de hacer música indie ¡El rock es la que va, colega!
Yuri rodó los ojos, gruñendo, al oír al gigantón de JJ. Oyó reír al que llamaban Leo, antes de que le contestase a su amigo en una voz casi musical:
-Pero con el rock no puedo conquistar a Guang Hong.
-Pues irás preso si sigues metiéndote con gente tan joven -se burló JJ.
-¡Oye! Que tiene diecinueve.
Los dos parlotearon un rato, un poco sobre música, otro poco sobre lo incómodas que eran las camas -los muy bastardos no habían tenido que dormir en el sofá por lo que Yuri quería golpearlos- hasta que finalmente la conversación derivó en Otabek.
-¿A dónde se habrá ido a meter? -inquirió Leo con la boca llena, seguramente cepillándose los dientes.
-A saber con él. Ya ves cómo anda de extraño...
-Y es que es entendible, JJ. No seas insensible.
-No soy insensible, ¿te recuerdo quién ha organizado este viaje? -masculló con molestia.
-Ya, pero déjame dudar un poco de tus buenas intenciones, hombre. No es que brilles por ellas, exactamente.
JJ refunfuñó algo en silencio que hizo carcajear a Leo. Yuri se pegó más contra la puerta de su cubículo.
-¡De verdad espero que este viaje lo anime!
Vaya, eso era algo que le causaba a Yuri más curiosidad de la que debía.
Ninguno de aquellos dos asquerosos, a su parecer, se tomó una ducha. Tal vez lo hubiesen hecho durante la noche anterior pero Yuri simplemente tenía ganas de odiarlos un poco más. Cuando ninguna voz podía ser oída en el baño, salió y se cambió a toda velocidad para ganar tiempo. Había perdido unos cuarenta minutos por preferir quedarse encerrado y ahora pagaría las consecuencias por esa pérdida de tiempo.
Tomó su mochila del cuarto y la llenó de cosas indispensables, echando miraditas a la puerta para asegurarse que ninguno de los imbéciles que detestaba aparecía. Había escuchado a JJ decirle a Leo sobre encontrarse con Mila -la muchacha pelirroja, supuso- en el salón de desayuno. A Yuri las tripas le rugían pero ya comería en el camino. Tenía que escapar del hostal como sea.
Iba de puntillas por la recepción cuando una chica se le atravesó en el camino de repente. Yuri dio un salto completamente aterrado y sorprendida.
-¡Buenos días! -lo saludó Yuuko, sonriente- ¿Tan temprano te ibas? ¿No vas a desayunar?
-Pues ya lo hice, claro. Muy rico todo.
En ese momento su estómago se retorció del hambre, traicionándolo en el momento más inoportuno. Yuuko se cruzó de brazos y lo miró con una ceja arqueada.
-¿Con qué ya desayunas-...?
-¡Me tengo que ir, tengo que encontrarme con alguien!
Yuri le dio un pequeño empujón y corrió hasta la puerta a toda velocidad, escapando de una vez por todas de ese hostal del demonio.
El viento veraniego de Londres le azotó la cara y los cabellos en cuanto puso un pie fuera del Ice Castle. Yuri inspiró hondo, sonriendo a pesar de todas las desgracias que le habían ocurrido en las últimas veinticuatro horas.
Que la aventura comience.
Lo primero que hizo fue comprar varios bocadillos y refrescos porque Yuri tenía prioridades.
Saboreó las famosas patatas fritas walkers, sabor sal y vinagre para luego zamparse unas galletitas escocesas de manteca con una lata de coca cola. Lilia pegaría el grito en el cielo al verlo comer toda esa chatarra junta y Yuri se sentía extremadamente poderoso al imaginarse aquello sin tener que sufrir las consecuencias en la vida real.
Ya le tocaría padecer aquello más tarde.
Se compró un boleto de aquellos ridículos autobuses turísticos pero que eran casi una bendición. No tenías que preocuparte por encontrar la parada correcta ya que cada esquina tenía una dedicada a ese servicio. De hecho, Yuri tenía al frente el lugar en el que el autobús lo recogería en unos pocos minutos.
Observó a la calle por la izquierda a ver si un auto aparecía, a pesar de que el semáforo para peatones estuviera en rojo. Yuri puso un solo pie sobre el asfalto cuando un bocinazo le erizó todos los cabellos antes de girarse a la derecha, para ver un autobús rojo dirigiéndose exactamente a dónde estaba parado.
Por puro acto reflejo regresó a la acera, con el corazón desbocado y toda su vida cruzando por sus ojos. La velocidad con la que aquel autobús le pasó por al lado le hizo ondear el cabello.
-¡Su puta madre! -masculló con la voz aguda a causa del miedo.
En ese instante miró al suelo, por algún motivo. La pintura blanca estaba algo gastada por las ruedas y pies que la atravesaban todos los días, pero aún así podía leerse claramente:
MIRE A LA DERECHA -->
Yuri dio un pisotón a las letras, rechinando los dientes. Solo ahora recordaba que los benditos ingleses manejaban para la derecha y no hacia la izquierda como lo hacía el resto de la gente normal del mundo.
-¡Tu puta madre, Londres!
Fue una mañana y mediodía bastante productivo. Yuri visitó varios lugares famosos como el Palacio de Buckingham -donde quedó encantado con la banda de música del cambio de guardia- y también la catedral de St. Paul. Recorrió el Támesis a pie, atravesando de camino el Teatro Globe de Shakespeare, el cual estaba lleno de fanáticos pretenciosos del escritor, y unos kilómetros más adelante pasó por la famosísima Abadía de Westminster y el gigantesco reloj del Big Ben.
Sentía una calidez impresionante en el pecho y también unas grandes ganas de echarse a llorar. Él había fantaseado cientos de veces con que recorría Londres a sus anchas, conociendo sus famosos lugares de ensueño y ahora se hacía realidad. Sí, si lo pensaba objetivamente era un reloj nada especial desde el punto de vista arquitectónico o visual. Pero es que era el valor simbólico del lugar lo que importaba. Yuri se sentía por primera vez en Londres en cuanto quedó frente a frente del Big Ben, sintiéndose una hormiga ante su tamaño.
Tomó al menos cuarenta fotografías desde diferentes ángulos, incluidas algunas selfies que acabaría por mandarles a sus padres en cuanto se les pasaran las ganas de estamparlo contra una pared.
Yuri compró un ticket para recorrer la abadía y escuchar las historias de fantasmas que rondaban por ella. Como el fantasma de la noble Arbella Stuart, fallecida en la famosa Torre de Londres y enterrada en la abadía por el año 1615. Había mucho misticismo en torno a esta mujer vestida de blanco que asediaba el lugar y presuntamente a los turistas. Al final, acabó siendo un chasco y un desperdicio de libras que podría haberlas usado para comprar más chatarra.
En su lista mental seguía el famoso London Eye. Lo hacía sentirse demasiado emocionado de solo pensar que tendría una vista de toda la ciudad subido en una de sus cápsulas de cristal. Ni siquiera le preocupaba la eterna fila y estaba dispuesto a no insultar ni una sola vez entre lo que esperaba.
Un eufórico muchacho con acento norteamericano -vaya ironía- le vendió un boleto para subirse a la atracción. Yuri se hizo un lugar entre los demás turistas a los empujones, completamente dispuesto a obtener un lugar sobre el cristal que daba de cara a la ciudad.
-¡Oye! -le exclamó una mujer con una camiseta que decía I love London- Todos queremos pasar.
-Señora, váyase a ver la telenovela de la siesta -masculló Yuri, con la capucha y los anteojos de sol puesto, dándole un look mucho más rebelde del que tenía.
-Maldito niño ruso -la escuchó farfullarle a su marido.
Yuri solo rodó los ojos. Ninguna vieja amargada le quitaría su oportunidad de observar Londres como verdaderamente era -y también estaba el hecho de que haría valer sus veinte libras- ya que aquella era una oportunidad realmente única. Era joven, su primer viaje sólo y prácticamente despidiéndose de las libertades de la vida antes de la universidad.
Un golpe se escuchó a sus espaldas. Luego un quejido y una voz apresurándose a disculparse.
-¡Ay, señora discúlpeme de verdad! -se excusó un muchacho joven.
-Que insolentes estos mocosos de hoy en día -gruñó la mujer a la que Yuri había empujado- ¡Primero el ruso y ahora tú, niñito latino!
-En serio me disculpo por las molestias ocasionadas.
-Leo, ya te dije que no trajeras esa guitarra del diablo. Acabarías golpeando a alguien tarde o temprano -intervino una voz chillona.
Yuri giró la cabeza como lechuza, horrorizado de lo que estaba escuchando. Ese nombre. Esa voz.
Sus pesadillas acabaron por hacerse realidad. Los cuatro chiflados del hostal estaban allí, tan espantosos como el día anterior. El gigantón con su arrogancia, el hippie con su guitarra y la pelirroja vestida como zorra.
Y estaba el tipo exótico de la cara seria con su... su...
Yuri no tenía una palabra para describirlo realmente ya que cada vez que se lo imaginaba le venía a la cabeza la imagen de él desnudo con una toalla, chorreando agua en los baños.
-¡Mira quien está aquí, Otabek! ¡Es tu hadita rusa a la que salvaste! ¡Yuri! ¡Yuri!
-Ignóralo, ignóralo, ignóralo -se murmuró a sí mismo.
Una mano se le posó sobre el hombro.
-¿Qué hay? -lo saludó el que se llamaba Leo- ¡Qué casualidad!
-Qué pesadilla diría yo -agregó la chica haciendo explotar bombas de chicle con la boca.
-Mila -murmuró Otabek entre dientes-. No te comportes así.
Ella rodó los ojos pero dejó allí el tema. A Yuri se le hacía bastante extraño que todos ellos actuaran como si la palabra de él fuera sagrada. Tal vez el chico era bastante aterrador y violento entonces nadie quería contradecirlo. No le daba aquella vibra pero jamás se sabía con los desconocidos. Ese era incluso su propio caso, ya que nadie se esperaba que un chico que se veía tan angelical como Yuri tuviera la boca más sucia que un marinero y el alma más negra que Lucifer.
Mientras la cápsula empezaba a elevarse muy despacio, Leo se corrió del lado de Yuri para acercarse a decirle algo a Mila, pero en el camino el mango de su guitarra se estrelló con la nariz de JJ, quien se tambaleó para atrás y casi atropelló a la señora de hacía un rato. Mila empezó a reír tan fuerte que se tragó su propio chicle y estuvo ahogándose hasta que Leo, totalmente apenado por toda esa cadena de desastres ocasionada por su culpa, le dio de beber agua de una botella con sus manos.
-Que jodidos subnormales -pensó en voz alta.
-Uno se acostumbra -le respondió Otabek igual de serio que siempre. Yuri no sabía que estaba escuchándolo.
Intentaba no mirar demasiado a Otabek porque flashbacks de la mañana le inundaban los pensamientos cada pocos segundos. Por algún motivo esa imagen le hacía cierto ruido y no podía simplemente olvidarla.
-¿Cómo es que los toleras?
-Nos conocemos desde la primaria. Ninguno de los cuatro era demasiado popular y acabamos juntándonos para combatir a los abusones. Por supuesto eso no evitó que acabáramos con la cabeza en el retrete al menos una vez a la semana.
Yuri se sorprendió al ver que aquel mastodonte -era un decir, ya que no era tan alto pero sus hombros eran más anchos que la Gran Muralla China- quería reprimir una sonrisa pero acababa fallando en su intento. Envidió, solo un poco, aquella amistad que lo unía a los otros tres imbéciles pero porque él no tenía ni una sola persona en su vida que pudiera cumplir ese papel.
La cápsula siguió moviéndose y Yuri recargó su frente contra el cristal que lo separaba de Londres. De a poco las aguas del Támesis se alejaban y la abadía de Westminster se transformaba en una construcción no tan imponente como se veía desde el suelo. Estaba tan absorto mirando la belleza que lo rodeaba que se dio cuenta demasiado tarde que alguien estaba tomándole algunas fotografías.
-Como tomes una sola fotografía más te rompo todos los dedos, me vale poquísimo que seas mujer -amenazó a la chica pelirroja. Ella sonrió con burla.
-Soy blogger. Y tienes un perfil muy bonito, lástima que tu lengua no se pueda equiparar al exterior -respondió, apoyándose en la barandilla a su lado-. Mi nombre es Mila.
-Ya lo sé.
Mila ignoró el tono desdeñoso y le ofreció una mano llena de anillos con las uñas pintadas de rosa metalizado.
-¿Y tú eres...?
-Ya escuchaste ayer mi nombre.
-¡Anda, no morirás por ser más sociable! -rió. Yuri chasqueó la lengua.
-Me llamo Yuri.
-Así que eras ruso, tal como JJ decía. Yo también lo soy -mencionó. Una de las tiras de su brassier se empezaba a deslizar por su brazo pero a ella le traía sin cuidado.
-No suenas como rusa -Yuri arrugó el entrecejo-. Te oyes como una espantosa canadiense.
Mila carcajeó ante aquello. Por un lado le molestaba que a esa chica no le molestaran ninguno de sus insultos pero en el fondo estaba maravillado de encontrar a alguien con un increíble autocontrol.
-Nací en Kaliningrado. A los dos años me mudé a Moscú pero abandoné la madre patria cuando tenía seis años, que me mudé a Venezuela por unos meses. Luego pasé tiempo en Arabia Saudita y Angola hasta que finalmente mi familia se asentó en Canadá cuando nombraron a papá gerente de Petro-Canada. Yo tenía diez.
-Wow -murmuró totalmente sorprendido ante lo que Mila le decía-. Debe haber sido genial poder vivir en tantos lugares. Yo estuve en la fría Moscú pero pasé un tiempo en San Petersburgo con mi padre.
-No te creas. Mi padre trabaja para una petrolera y era un poco frustrante armar una nueva vida que no sabías que al día siguiente podría acabar derrumbándose.
Yuri no le respondió nada. No solo era pésimo haciendo amistades sino que era incluso peor con las charlas profundas. Se preguntaba si la chica era simplemente demasiado abierta acerca de su vida o es que se podía llegar demasiado fácil a temas como esos en una simple conversación. Eso le asustaba más que nada.
-¡Wow! ¡Pero que vista más bonita! Es lo mejor que he visto en el mundo -escuchó decir a Leo no muy lejos de él con la nariz aplastada sobre el vidrio.
-Dijiste exactamente lo mismo cuando fuimos a Hawaii -masculló Mila.
-Y también sueles decir eso de Guang Hong -agregó JJ.
-Pues esto es lo segundo más bonito -se corrigió, sin darle importancia a lo que sus amigos decían.
-¿Cuál de los otros es el primero, entonces? -quiso burlarse Mila.
Una pequeña discusión empezó entre los tres. Yuri se alejó lentamente de ellos porque no tenía nada que pintar allí. Y porque eran unos locos. Sí, esa era la principal razón.
La figura de Otabek se posicionó en el lado opuesto de sus amigos parloteando sobre el dichoso Guang Hong. Leo tenía la nariz y los pómulos sonrosados pero no parecía tener vergüenza de los comentarios maliciosos que hacían los dos demonios que tenía por amigos.
Yuri empezó a tamborilear los dedos sobre el barandal mientras trataba de ignorar la penetrante mirada de Otabek. Si bien no estaba mirándole al rostro u alguna otra zona incómoda, no despegaba los ojos de las pequeñas e inquietas manos de Yuri. Inmediatamente se las llevó a los bolsillos.
-¿Primera vez en Londres? -preguntó tras carraspear para romper el hielo.
-De hecho, sí -le contestó con aquel tono carente de emociones que parecía tener- ¿Y tú?
-¿Qué crees tú?
Otabek se lo pensó unos momentos, con dos dedos por encima de sus finos labios.
-Pienso que no solo es tu primera vez en Londres sino que es tu primera vez fuera de casa sólo.
Yuri suspiró abatido, tomando otra vez el barandal para balancearle incómodamente un poco.
-¿Tanto se iba a notar?
-Luces como lo hacíamos nosotros cuando nos escapamos a los dieciséis para acampar cerca de las montañas rocosas.
-¿Luzco como un imbécil, entonces?
-Inexperimentado sería más correcto.
-Veo que ustedes tienen bastante experiencia con esto de viajar -dijo alzando las cejas con ironía. No pretendía haberse oído tan envidioso.
-Es bastante fácil cuando uno de los cuatro es hijo de un piloto comercial de Air Canada.
Así que si son universitarios ricachones, se dijo a sí mismo. No es que le quedasen demasiadas dudas ya que ninguno de ellos tenía pinta de ser un mochilero. Tal vez solo Leo con ese cabello de hippie pero su look se veía demasiado premeditado como para ser así de sencillo y casual.
La cápsula de repente se detuvo con una pequeña sacudida hasta que finalmente se quedó completamente quieta en lo más alto de la rueda. El corazón de Yuri palpitaba con emoción al ver la increíble panorámica de la ciudad completa, de Londres en todo su esplendor. Hacía un día maravilloso, sin las típicas nieblas ni lluvias, y no podría haber pedido algo mejor en ese momento.
Todos los turistas se habían agrupado en torno al vidrio frontal de la cápsula, tomando fotos -algunas selfies- o simplemente maravillándose con aquella experiencia.
-Hemos empezado con el pie izquierdo -habló la voz de Otabek a su lado.
Yuri giró a verlo. El sol estaba a sus espaldas y lo iluminaba como si fuese alguna presencia angelical. Podría haberlo sido, tranquilamente.
-Podríamos ser todos amigos -continuó diciendo en busca de encontrar el argumento que doblegara a Yuri.
-Tu grupito me odia -suspiró con la cabeza gacha pero el tono de voz un poco brusco.
-Son demasiado nobles como para odiar a alguien.
-Para todo hay una primera vez -replicó Yuri cruzándose de brazos.
-Pues debo darte la razón. Es mi primera vez invitando a alguien a pasar el rato con nosotros.
Yuri apartó la mirada, completamente sonrojado de que ese chico estuviera prácticamente rogándole que fuera su amigo. No es como si los necesitara ya que tenía a tres locos cubriéndole la espalda.
¿Por qué estaba tan interesado en un pobre diablo como Yuri?
-Entonces...
Dio un paso hacia Yuri, con la mano extendida y con todo Londres detrás de él.
-¿Quieres ser nuestro amigo o no?
Yuri pensó que debería haberlo meditado un rato antes de aceptar la propuesta de Otabek.
Ahora, por su impulsividad y ganas de no ser un amargado solitario, estaba cenando comida india y bebiendo fenny -un licor de la India que se sentía un poco fuerte para su gusto. Aunque claro, Yuri no bebía nada de alcohol porque sino Lilia lo hubiese hecho escupir su propio hígado para limpiarlo con sus propias manos.
Tres de sus cuatro acompañantes bebían del licor como si de agua se tratase ¡Y ni siquiera se veían estar borrachos ni por cerca! El único que no estaba bebiendo era Otabek, que se contentaba con un simple vaso de agua. Yuri seguía reafirmando su teoría de que debía ser bastante aterrador ya que sus amigos no le insistieron ni una sola vez.
-Casi me hago encima con esas turbulencias -dijo JJ luego de dar un enorme bocado de arroz basmati con pollo al curry- ¡Joder, que el avión ya se caía!
-Prácticamente te han parido en un avión y sigues lloriqueando con las turbulencias -contestó Mila secándose una lágrima de risa-. A eso le llamo ironías de la vida.
-Una ironía de la vida es que tú, grandísima zorra de mucho cuidado, te hayas conseguido una novia -le retrucó el grandote.
-¡Qué envidioso eres! Todo porque Isabella te dejó por disfunción eréctil.
-Yo creo que se piró porque tiene un solo testículo -agregó Leo con una adorable risita que en nada pegaba con su comentario.
-¡Oigan, bestias! Que no ha sido por eso. Se fue a perfeccionar su grandioso talento con la moda en Nueva York y volveremos en cuanto acabe este viaje.
JJ carraspeó luego de que dijo aquello último. Ni Mila ni Leo siguieron con sus burlas. Era casi como si el chico hubiera hecho un comentario fuera de lugar que les tocaba algo profundo a todos.
Otabek también estaba cabizbajo, jugueteando con uno de los tenedores.
Yuri no podía soportar el silencio, por lo que dijo la primera estupidez que le vino a la mente, dirigida particularmente a JJ.
-Así que... ¿tienes un solo huevo?
Leo escupió la bebida en cuanto Yuri terminó su pregunta y se tapó la boca para contener la carcajada. Mila no fue tan sutil sino que siguió con sus crueles comentarios.
JJ entrecerró los ojos desafiándolo.
-¿Te interesa venir y comprobarlo? -lo retó.
-No, gracias, no me van los tipos chiclanes.
-¿Pero si te van los tipos en general? -inquirió la pelirroja.
Quien casi escupió su bebida luego de eso fue Otabek. Mila le daba miraditas de reojo, mordiéndose los labios con picardía. A Yuri le fastidiaba lo que sea que esa loca estuviese planeando.
-No me van los tipos -se apresuró a responder.
-¿Entonces te sumas al club de los heteros con JJ?
-¡Tampoco!
Yuri se ruborizó un poco. Ni él mismo podría encasillarse en algún título ya que no terminaba de definir que le gustaba realmente. Y dado que tenía poquísima experiencia en ambos campos... se iba a sentir como un tarado.
-Ya, no seas pesada -intervino Leo en su defensa. Punto a favor del hippie en la tabla de Personas que le agradan a Yuri Plisetsky.
-¿Prefieres que te moleste con tu chinito cara de ilegal?
-Creo que ya has agotado todas las cosas molestas que podrías haber dicho respecto a él, Mila. Que voy a ir preso, que mis fetiches, que podría ser su sugar daddy...
-Me faltó decir que si no te apuras me lo tinco yo.
-¡Eh! -exclamó Leo tirándole con la tapita del licor.
-Por Dios, ¿qué no hablan de algo más que no sea... sexo? -preguntó en voz baja a Otabek, quien estaba a su lado.
-Bienvenido a mi vida -respondió con una auténtica y pequeña sonrisa.
Después de que cada uno pusiera su parte para pagar en el bar y de que Mila discutiera con el mozo por el elevado precio para tan poca comida que les dieron, se dispusieron a volver al hostal.
-¿Y si vamos a una fiesta? -preguntó Mila dando unos saltitos por la calle.
-¿A dónde vamos a ir si no sabemos ni en que lugar estamos parados? -respondió Yuri con algo de amargura. No le apetecía una fiesta luego del día tan cansador.
-¡En Londres hay fiestas en cada esquina!
-No quiero ser el amargado... -empezó Otabek.
-Siempre eres el amargado, Beka -lo interrumpió ella con un puchero.
-¿Pero planeas que entremos en una discoteca con las mochilas y la guitarra de Leo?
-¡Uf!
-Sin mencionar -intervino JJ, que caminaba unos pasos delante de los demás- que hay un menor de edad entre nosotros.
-¡No soy menor, mamut! -le chilló Yuri sumamente ofendido. JJ no rió pero sí hizo una sonrisa victoriosa.
El grupo siguió serpenteando entre las calles oscuras de Londres pero con las luces del centro brillando no muy lejos de ellos. JJ seguía con la delantera, seguidos por Yuri y Otabek mientras que la marcha la cerraban Mila y Leo, que jugaban a no pisar las rayas de las baldosas.
-¿Qué veremos mañana? -preguntó Mila.
-¡El Museo Británico! -exclamó con emoción el chico a su lado.
-¡Ew, no! Un museo aburrido...
-A mí me gusta la idea -intervino Otabek. Mila suspiró derrotada.
-Si vamos a ir un museo, ¿no puede ser el Madame Tussauds?
-JJ, tú quieres visitar museos de cera en cada ciudad que aterrizamos -espetó Mila correteando a su lado.
-Todavía tengo pesadillas con la estatua de cera de Michael Jackson -mencionó Leo con la mirada perdida.
-Pues hagamos una apuesta a ver que visitaremos mañana -propuso JJ y luego se dirigió al oído de la chica para susurrarle algo.
Yuri quiso mentir que no estaba muriéndose de la curiosidad al ver los ojos azul eléctrico de Mila abrirse con sorpresa ante los susurros del imbécil de JJ. Empezó a sonreír.
-¡Trato hecho! ¡Leo, ven aquí!
Otabek rodó los ojos. Probablemente estaba imaginándose que clase de apuesta estarían haciendo y no se veía demasiado contento.
Yuri quería saber. Pero a la vez no quería, porque si era lo que estaba imaginando no sabría cómo salvarse de esa vergüenza.
Llegaron justo a tiempo al Ice Castle antes de que se cerraran las puertas y tuvieran que vagabundear por la capital inglesa o dormir sobre un banco en Hyde Park.
Mila les lanzó un beso a todos y desapareció por el pasillo que daba a las habitaciones femeninas, lo que dejó a Yuri con todos esos muchachos que lo intimidaban un poquito. JJ se dirigió a él.
-¿Dormirás en el cuarto hoy? Prometo no hacerte la vida imposible.
-No sé si fiarme de una promesa tuya -masculló.
-¡Si ni me conoces como para saber eso!
-Con lo poco que sé ya me alcanza.
JJ se hizo el ofendido y se metió primero por la puerta del cuarto, siendo seguido por Leo al instante.
-¿Qué los puercos de tus amigos no se duchan? -preguntó Yuri recordando que esos dos no se habían tomado una ducha.
-¿Hm?
Yuri se mordió la lengua ya que no podía confesarle que se había quedado escondido en el baño por la conmoción que le había generado verlo desnudo. Y porque tampoco planeó rememorarle el encontronazo de la mañana.
-Es que huelen mal -se apresuró a decir.
-No todos podemos oler a rosas como tú -le dijo, y Yuri deseó que su comentario fuese irónico.
La verdad era que él sí olía a rosas. Lilia perfumaba toda la ropa con un aromatizante con dicho olor y todo el ropero de Yuri apestaba a eso. Como todavía no tenía que lavar la ropa era normal que siguiera oliendo a rosas.
Y aquel extraño lo había notado.
-¿Sabes? No me apetece dormir. Aún.
-¿Oh? -fue lo único que pudo balbucear.
-¿Quieres que visitemos la azotea?
-Y... -carraspeó para simular el tartamudeo- ¿por qué me llevas a mí?
-Podríamos conocernos mejor sin bromas sexuales de por medio.
-Y-yo... De acuerdo -respondió, poniéndose firme.
Otabek no hizo una sonrisa o gesto cómplice sino que se dio la vuelta y encaminó para el fondo de ese pasillo, a unas escaleras que se veían completamente olvidadas en el hostal. Yuri lo siguió mientras subían al menos dos pisos hasta llegar a una desvencijada puerta que cedió en cuanto Otabek le dio un simple empujón.
El cielo nocturno le dio la bienvenida. La azotea no era grande y no tenía ninguna vista espectacular ya que no era una construcción kilométrica pero sí era una noche preciosa. Ambos se sentaron a varios centímetros de distancia, clavados de frente a la calle por donde circulaban algunos autos, iluminados por los antiguos faroles que aún conservaba la ciudad.
-Anoche lo descubrí. Tampoco tenía ganas de dormir -confesó Otabek.
-¿Extrañas mucho Canadá? -le preguntó con algo de sorpresa. Él sacudió la cabeza.
-Me gusta Canadá, pero no es técnicamente mi hogar. Soy de Kazajistán.
Así que sí era de una raza exótica como pensó la primera vez que lo vio. Le sorprendió no reconocer al instante su nacionalidad ya que Rusia estaba llena de kazajos. Incluso su nombre era completamente kazajo pero Yuri no brillaba por ser muy avispado. El chico no tenía mucho acento a la hora de hablar.
-Así que son todos extranjeros. Mila me dijo que era rusa y Leo grita Latinoamérica por donde lo mires -dijo Yuri.
-Lo somos. Excepto JJ, claro. Él es 100% canadiense.
-¿Por qué no me sorprende? -masculló con ironía, lo que hizo soltar una risa seca a Otabek.
-No deberías dejarte llevar por los estereotipos. No todos los canadienses son así.
Hubo un pequeño silencio.
-Son peor -terminó de decir.
-¡Suena como un lugar al que jamás quisiera ir!
-Mi papá siempre dice que lo peor que le ha pasado a Canadá son los canadienses. Son... muy extraños.
-Yo no sé de dónde ha salido esa tonta teoría de qué son unos ángeles bajados del cielo. Justin Bieber, Pamela Anderson, Avril Lavigne... ¡Y ahora el maldito JJ!
Otabek soltó una carcajada más sonora. A Yuri le pareció que debía reírse más a menudo, pero ahora que lo escuchaba reírse tan de repente lo hacía sentir que tenía una risa más bien especial, nada como las ya gastadas risas de sus amigos -que lo habían hartado ya en menos de veinticuatro horas-.
-¿Qué harás luego de Londres? -inquirió. Yuri se encogió de hombros.
-No tengo ningún itinerario, realmente. Tal vez vuelva al continente y empiece a moverme por tierra. Los países nórdicos me gustan. Claro que solo conozco Finlandia así que no puedo hablar demasiado -contestó. Otabek lo miró pensativo.
-Nosotros vamos a ir a Dublín. Mila está emperrada con probar la Guinness en su tierra natal.
-Los irlandeses son peor que los canadienses -fue todo lo que Yuri dijo.
-Tal vez. Pero creo que luego de pasar tantos años con mi pequeño grupo de inadaptados me ha hecho de titanio.
Su sonrisa se desvaneció. Yuri no sabía si era porque se hizo consciente de que lo estaba haciendo o por alguna razón extra. Otabek se veía como una persona particularmente de descifrar, totalmente opuesto a sus extrovertidos amigos.
-Pues espero que pasen un tiempo divertido en Dublín. Y que no tengas que andar sujetando cabellos cerca del inodoro... Creo que me voy a dormir.
Yuri se levantó de un golpe y se sacudió la tierra del pantalón. Otabek no se veía con intenciones de abandonar la azotea, pero sí se giró a mirarlo una última vez.
-¿Te veré mañana? -le preguntó con una ligera desesperación. Yuri parpadeó sorprendido.
-Yo... supongo que en el desayuno nos veremos.
-De acuerdo. Te veré allí entonces.
Yuri asintió e hizo una ligera curva con sus labios sin llegar a sonreírle. Le alzó una mano a modo de despedida, recibiendo solo el pulgar levantado de Otabek.
-Buenas noches.
-Buenas noches, Yuri.
Ya en su cama, Yuri empezó a rebobinar todas las cosas increíbles que había visto ese primer día en Londres, de su viaje, de su vida como chico independiente. Muchas emociones para tan pocas horas.
Se preguntó que otras cosas le tendría deparado el viaje. Antes de dormirse, Yuri deseó que todo lo que estuviera por venir fuese aún mejor.
¡Al fin puedo subirlo! El capítulo estuvo ayer durante un atacazo de inspiración en el descanso del estudio pero olvidé de pegarlo en la parte nueva para subirlo y recién ahora prendí la computadora :c
Comenzamos a ver Londres de a poquito <3 esta ciudad tendrá una tercera y última parte antes de pasar a la próxima ciudad.
La suerte parecía no perseguir a Yuri pero las cosas no acabaron nada mal, ¿eh? Aquí tenemos unas cuantas pistas de cosas que iremos viendo en el futuro pero algunas son bien, bien sutiles.
Por cierto, la escena donde a Yuri casi lo atropellan es 100% algo que pasó en realidad.
Muchas gracias por todos los votos y hermosos comentarios ansiosos de leer este fic c:
¡Nos vemos en la semana con el próximo capítulo! <3 ¡Besitos!
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