Bajo el sol de Barcelona
Advertencia: mención de temas que podrían resultar muy sensibles para algunos lectores. Por favor, por favor leer con cuidado. Siéntanse libres de parar en la respectiva escena ya que no afecta al conocimiento general del problema.
Yuri no pudo dejar de darle vueltas al asunto del tótem en todo el día y noche anterior. Y no solo su cerebro siguió maquinando durante el vuelo hasta España sino que rato luego de aterrizar en la mayor ciudad catalana sentía que sus locas teorías parecían no tener fin.
-Estás muy tenso -le exclamó Mila en la entrada del hostal- ¿Seguro que no te has mareado al volar?
-No es nada de eso -gruñó-. Nada, ¿vale?
Pero el pequeño peso que llevaba en la mochila decía lo contrario. Era apenas más pesado que un par de plumas pero para Yuri se sentía como acero colgando de su espalda.
No sabía cuánto tiempo tenía hasta que Otabek descubriera que el tótem no estaba en su mochila sino en la de Yuri. Sudó como pecador en iglesia durante los controles aduaneros del aeropuerto y sintió que su corazón podía relajarse en el momento en que cruzó las puertas para adentrarse en Barcelona.
-De acuerdo... -dijo Mila con desconfianza- Creo que alguien está en sus días imaginarios. Otra vez.
-¡No estoy en mis días! -gritó a un elevado tono de voz.
Un par de turistas y peatones que andaban cerca giraron a mirarlo completamente sorprendidos y con cierto horror. Yuri sintió que los colores se le subían hasta las orejas. Debía verse extremadamente patético para que Mila ni siquiera tratara de burlarse.
-Anímate -rió con unas palmadas en su cabeza- ¿Quieres salir hoy? Estuve viendo los clubes más famosos y dice internet que en La Barceloneta hay unos imperdibles.
-Como si tuviera otra opción... -rodó los ojos.
Había descubierto en las últimas semanas que las fiestas le gustaban. Y mucho. Pero no precisamente las fiestas que involucrasen un JJ borracho haciendo o diciendo mierdas.
Y tampoco es que esa noche tenía muchos ánimos de fiesta. Tenía el ceño tan fruncido que pronto comenzarían a confundirlo con Otabek.
Deja de pensar en Otabek, masculló para sí mismo. Pensar en el kazajo lo único que hacía era seguir alterándolo por cosas que quizás no tenían tanta importancia. Como el tótem. No podía ser más que alguna estupidez del canadiense. Puede que incluso lo guardaba para luego enviarlo de regreso al Museo Británico.
Pero era su cabeza la que inventaba todo tipo de extrañas teorías. Otabek no era un tipo que andaba con idioteces. Que fuese él quien guardaba el tótem robado... tenía que significar algo más que simple protección de su amigo con carencias mentales. Y Yuri sabía que era meter las narices donde no lo llamaban, pero también le hacía sentir incómodo el vivir en la ignorancia. Quería saber más que nada que estaba ocurriendo allí realmente, pero no podía simplemente preguntarle a Otabek de la nada. Con aquella pequeña pieza en su poder, las cosas podían ser distintas.
Finalmente apareció Leo por la puerta del Ice Castle, avisándoles que la fila había terminado y que ya les tocaba el momento de registrarse. Tanto él como Mila lo siguieron, y Yuri acabó dando un respingo al ver al muchacho que atendía el mostrador.
Era japonés. Yuri no se esperaba menos.
-¡Buenos días y bienvenidos al Ice Castle de Barcelona! -saludó el chico con su chillona voz- Me llamo Kenjirou Minami y estoy aquí a sus servicios.
Acabó haciendo una exagerada reverencia a los cinco recién llegados, lo cual hizo sonreír a JJ como un bobo encantado. Yuri observó con más detenimiento al chico y pudo ver que llevaba un mechón del flequillo teñido de rojo. Se mordió el labio para no soltarle un halago. Se veía tan cool. Yuri también quería pintarse el cabello de colores pero Lilia lo dejaría calvo si eso sucedía.
-Buenos días -saludó Otabek con distante cordialidad-. Queremos una quíntuple, por favor.
-¡Marchando! -volvió a exclamar el chico mientras tecleaba en su computador de manera casi teatral- Oh. Me queda una cuádruple... ¡Pero tiene una individual al lado!
-¡Queremos eso! -chilló Mila con desesperación- No me va a venir mal algo de privacidad para hacer videollamadas con Sara.
-Ew, ten un poco de pudor -le dijo JJ alzando la palma de su mano cerca del rostro de su amiga.
-Queremos esa opción -respondió Otabek por todos-. Dos noches.
-¡De acuerdo! La cuádruple tienen dos camas matrimoniales, ¿hay algún problema con eso?
Leo y JJ ya estaban echándose amenazadoras miradas de reojo. Al parecer, ellos dos habían asumido que dormirían juntos pese a que ninguno le agradaba la opción.
Lo que dejaba...
A Yuri con Otabek. En la misma cama. Por dos noches.
No estaba seguro si emocionarse o echarse a llorar o gritar. Tal vez podía hacer todas ellas juntas.
Oh, cielos.
Por supuesto, antes de salir de fiestas, JJ propuso que salieran de tapas. Y nadie iba a negarse a salir de tapas en España, lo que significaba probar de los bocadillos más deliciosos que uno se imaginase. A Yuri se le hacía agua la boca de solo pensarlo, y un poco hacía que se olvidara del asunto que lo tenía mal desde el día anterior.
Así que como buenos turistas que eran se fueron a elegir algún bar en Las Ramblas, un paseo que discurría desde el puerto y la plaza de Cataluña y convirtiéndose en una de las zonas más atravesadas de la ciudad por la infinidad de opciones que podías encontrar en ellas.
Una vez acomodados y algo indecisos que pedir, fue el simpático mozo el que les dio las opciones disponibles... y todas sonaban demasiado bien.
-Queremos todo eso que has nombrado -dijo JJ al mozo- ¿Y qué podemos beber?
Yuri rodó los ojos.
-Pues... tenemos sodas o si quieres ir un poco más lejos puede ser cerveza o sangría.
Jean hizo una sonrisa diabólica mientras le devolvía el menú.
-Tráenos de las dos.
Bueno, habían estado demasiado tranquilos en las últimas noches. Casi quería dar el gusto a JJ.
Las tapas no se hicieron esperar y entre dos mozos las desplegaron alrededor de toda la mesa. Pimientos verdes bañados en sal gruesa, rebanadas de pan tostado con queso de cabra, pulpa de tomate o variedades de jamón ibérico, tortilla de patatas, gambas especiadas, croquetas, patatas bravas e incluso unos cuencos de tamaño mediano que contenían los diferentes tipos de paella. El olor de la comida mareó un poco a Yuri.
Un par de segundos después llegaron entonces con la bebida que consistía en inmensas jarras llenas de sangría o cerveza. Cada una debía tener el aproximado a un litro, si no era más. Ya estaba imaginándose que la noche tendría un final funesto.
-¡Brindemos! -propuso Leo alzando su jarra como podía.
-¿Brindar por qué cosa, exactamente? -preguntó Mila con una sonrisita sugerente.
-Por todo. Porque somos jóvenes y amigos y estamos juntos en este viaje -se encogió de hombros-. Porque ya está llegando a su fin pero aún así será la mejor experiencia de nuestras vidas.
JJ, que ya había estado bebiendo de su jarra por el bigote violáceo que tenía ligeramente pintado, la alzó en alto.
-Por la amistad, colegas.
Los demás imitaron su acción y bebieron un sorbo largo. A excepción de Otabek, que parecía que apenas sí se había mojado los labios con el trago. Yuri no le quitaba la vista de encima.
La velada siguió, bastante divertida y llena de risas que se hacían imposibles de contener. Yuri quería hacerlo ante cada idiotez dicha por JJ pero ahora que estaban en muchos mejores términos sentía que la risa fluía casi sola. No había notado lo mucho que se reprimía de la diversión hasta ese momento.
Por supuesto la idea de ir al club persistió por lo que allí fue donde encararon una vez que la cena terminó. Yuri ya podía sentir el retumbar de la música por la calle en que iban pasando y a medida que el volumen aumentaba, también lo hacían sus ganas por entrar. Según Mila era una discoteca de pura música electrónica y eso emocionó a Otabek -lo que significaba que su ceño estaba apenas menos fruncido-.
Pero todo se desmoronó para Yuri cuando el guardia de la entrada le puso la mano sobre el pecho en cuanto quiso meter un pie adentro de la discoteca, haciéndolo rebotar y chocar contra el pobre de Leo que estaba atrás suyo. Mila, Otabek y JJ, ya desde adentro, se dieron vuelta sorprendidos al escuchar el chillido indignado de Yuri.
-Identificación -masculló sin un ápice de emoción en su voz.
-¡Soy mayor! -exclamó Yuri.
-Pruébalo -lo desafió el guardia.
Yuri arrugó el entrecejo y empezó a meter mano en todos los bolsillos que tenía disponible pero él sabía muy bien que todo eso era para nada.
Ese día no tenía la identificación.
-Anda, yo soy mayor y tengo mi ID -intervino JJ mientras lo señalaba juguetonamente con sus dedos índices- ¿Eso no vale?
-No pueden entrar menores -contestó aburrido el guardia-. Y estás retrasando la fila.
Mila también se sumó a la conversación, colgándose del brazo de Jean.
-Lo que el honorable señor quiere decir, tal vez... es que los menores tienen otra tarifa para entrar ¿eh?
-No soy menor -siguió diciendo Yuri con indignación. No podía creer que Mila estuviese tratando de sobornar a un guardia; o de hecho sí que lo hacía, ya que era algo que totalmente encajaría con ella.
-Sí -dijo el guardia con una sonrisa bastante irónica-. Y esa tarifa consiste en traer identificación.
Yuri dio un pisotón al suelo, lo cual estaba seguro no ayudaría a su imagen de que no era un menor. Jean alzó las manos y encaró para salir del lugar.
-Pues nos vamos -masculló-. No me voy a quedar en un lugar que no permite entrar a mis amigos menores de edad.
-Sí, que porquería de lugar -coincidió Mila.
Otabek los detuvo, cruzando su brazo encima de ellos para que no siguieran avanzando.
-Ustedes quédense. Me voy yo con Yuri.
-Eh...
-Bueno, si Beka insiste -se encogió de hombros JJ-. Leo, apúrate de una vez.
Traidores, pensó Yuri en cuanto los vio meterse a la oscura y ruidosa discoteca. El guardia echó a Yuri y Otabek de la fila para que ésta pudiera seguir avanzando, quedando los dos en media de la desierta avenida.
Si bien la música se escuchaba claramente y los cuchicheos de la gente de la fila eran bastante molestos, nada se sentía más fuerte que el silencio que había entre él y Otabek.
-Así que... ¿qué vamos a hacer? -preguntó Yuri de forma casual.
-¿Pasear, supongo? La noche está demasiado perfecta como para volver al hostal.
Yuri se encogió de hombros con desinterés y empezó a caminar hacia algún lado al azar. Poco después, sintió los pasos de Otabek persiguiéndolo a una velocidad considerada pero no tanto como para alcanzarlo al instante.
El silencio era ahora no solo entre ellos sino también ambiental, colmando todo de una paz que parecía bastante imposible en una ciudad tan grande y turística como Barcelona. Caminaron por no sabía cuántos minutos hasta que Otabek se detuvo abruptamente. Yuri giró sobre sus talones para descubrir el motivo.
Un pub que podría haber pasado desapercibido tranquilamente ya que su entrada parecía la de una casa normal. Lo único que llamaba la atención era su cartel de neón rosado arriba de la puerta que indicaba el rubro al que pertenecía.
Era un bar de karaoke.
Yuri miró de reojo a Otabek, que ya estaba esperándolo para que sus ojos se encontraran. Tenía una tímida sonrisa escapando de su boca.
-Podríamos entrar y reírnos de los que desafinen -propuso como si fuera un excelente plan.
Y lo era, a ojos de Yuri.
-O podría reírme yo cuando te escuche desafinar.
Yuri no se esperó a que Otabek rebatiera su comentario sino que lo tomó del brazo y lo arrastró hasta la puerta del pub.
El ambiente era cálido e íntimo por el relativo espacio pequeño. Había un par de mesas ratonas con sofás a su alrededor así como unas cuantas más altas con sus respectivas banquetas. Fue una de esas últimas que Otabek eligió para ambos, estratégicamente pequeña para que se sentaran cerca del otro.
El escenario era apenas una tarima de madera con dos pantallas, una adelante del que cantaba y otra atrás para que los demás comensales pudieran leer la letra de la canción y acompañar con chillidos.
Por eso es lo que eran. El muchacho cantando -totalmente borracho- estaba aullando un tema de Ricky Martin y la mesa que debía ser su grupo de amigos acompañaba los coros de manera igual de desafinada. Yuri no entendía nada de lo que decían pero una palabra sonaba como corazón.
Un mozo se acercó a ofrecer las promociones y ofertas de la noche. Decía que por cada canción que cantaran entera tendrían la mitad de un trago completamente gratis.
-Empezaremos con dos Cosmopolitan -pidió Otabek-. Con vodka extra.
-Ni siquiera te tomaste la sangría, ¿acaso eres de los más finos? -masculló Yuri en cuanto el mozo se fue emocionado.
Otabek no dijo nada sino que sonrió mientras zapateaba en los soportes de la silla al ritmo de la canción que sonaba. La luz oscura le daba un toque más atractivo y misterioso a sus afiladas facciones.
-JJ querrá morirse cuando sepa que vinimos al karaoke sin él -pensó Yuri.
-Lo superará -se encogió de hombros-. Él tiene una banda, no creo que le moleste no poder cantar una vez.
-¿Tiene una banda? ¿Qué pasa con todos ustedes? Leo lleva su guitarra a todas partes, JJ con su banda y tú que eres DJ.
-La música es magia, Yuri. Sirve para llorar o para amar, para enloquecer o para morirse con ella. No hay un solo ser humano que no sintió que su interior explotaba al menos una vez en su vida gracias a la música.
Yuri se encogió de hombros.
-Tú mismo te veías particularmente perturbado en Viena cuando tocaba la Filarmónica.
-Me trajo algunos recuerdos -trató de ocultar un poco su vergüenza-. Pero ya, puede que tengas razón.
En ese momento el mozo les dejó sus dos pequeñas copas. Yuri tomó la suya y olfateó el líquido rojizo transparente antes de darle un buen sorbo. Y se maravilló de lo bien que sabía, tanto, que Otabek estaba riendo de la mueca que acababa de poner.
-¿Nunca lo habías probado?
-En Rusia es común beber el vodka solo. Cualquier mezcla se podría considerar como una blasfemia.
-Entonces será mejor que nadie en Rusia se entere.
Alzó su copa y otra vez hizo aquello de mojar apenas sus labios en el trago. Yuri estaba demasiado concentrado en terminarse pronto su cóctel y apenas lo hizo se arrepintió ya que necesitaba más.
-Tómate el mío -ofreció Otabek-. Ya me pido yo otra cosa.
Yuri no se negó y se tomó de la copa de Otabek mientras éste le hacía señas al mozo, que poco después les llevó otra variedad de tragos, esta vez con el ron Malibú, que le dejó un fuerte sabor a coco en los labios.
De a poco sintió que el alcohol estaba pegándole mucho más que en otras ocasiones. La sangría y los sorbitos de cerveza lo habían apenas mareado un par de horas atrás pero mientras más tragos llegaban a su mesa, con más ansiedad los ingería a todos.
Y ni siquiera estaba al pendiente de que Otabek apenas tomaba de sus bebidas, pero parecía disfrutar de ver a Yuri completamente borracho un rato más tarde de que ingresaran al pub.
-¿Te sientes bien? -preguntó Otabek.
-¿Qué? ¿Por qué la p-pregunta? -masculló soltando un poco al aire que estaba conteniéndose de un eructo- No estoy borracho.
-No he preguntado eso.
-Pero lo has dado a... entender -Yuri se apoyó en su hombro porque ya estaba balanceándose sobre su banqueta-. A mí no puedes engañarme.
-¿No puedo? -replicó juguetón.
Yuri soltó una risa ronca y se acercó lentamente al oído de Otabek, respirando cálidamente cerca de su cuello. Tenía muchas ganas de depositar sus húmedos labios sobre su piel, la cual le daba la sensación de estar ardiendo en ese momento pero se contuvo. Podía estar borracho pero su memoria seguía intacta.
-Yo sé tú secreto -susurró entonces con ahora una risita aguda-. Lo he descubierto ayer.
El rostro de Otabek palideció de golpe, como si acabara de ver un demonio o algo incluso peor. No se apartó de Yuri porque el shock no parecía estar permitiéndole a sus músculos moverse correctamente.
En parte, Yuri disfrutaba ver aquello.
-¿Te lo han dicho? -masculló en un murmullo- ¿Quién?
-Pf, no necesito que me digan -estaba seguro que escupió un poco en el momento que soltó su bufido-. Yo solito puedo averiguar las cosas.
Otabek seguía viéndose anonadado en el momento en que Yuri se alejó con autosuficiencia para seguir bebiendo lo que quedaba de su Bloody Mary.
En el escenario subió un nuevo chico y a Yuri se le hizo horrorosamente familiar. Su cuerpo, su pelo, sus ojos... ¿de dónde lo conocía?
Hasta que lo recordó al instante: era el japonés que atendía la mafia del Ice Castle allí en Barcelona. El del mechón pelirrojo que se veía cool. No podía recordar su nombre.
El chico escaneó entonces a la multitud y pareció reconocer a Yuri y Otabek porque les hizo unas enérgicas señas desde el escenario. Otabek lucía como si quisiera que la tierra lo tragara pero Yuri estaba bastante relajado en su banqueta cruzado de piernas.
-¡Eh! ¡Ustedes están en mi hostal! -les dijo desde el micrófono- ¡Vengan a cantar conmigo y les haré un 10% de descuento!
El chico parecía estar borracho también pero con una inmensa e imparable euforia. Ni Yuri ni Otabek sabía qué hacer en ese instante, más la gente del bar ya se había emocionado con la propuesta y estaban haciendo cantitos para que se acercaran al escenario a desafinar un poco.
Como Otabek era bastante difícil de mover, una chica que estaba al lado de su mesa le dio unos empujoncitos a Yuri para que se acercara mientras el chico del Ice Castle seguía llamándolos desaforadamente por micrófono.
No le quedó más remedio que acercase, un poco trastabillando por culpa de las cantidades de alcohol que llevaba en sangre. Una vez que logró subir las escaleras sin morirse en el intento, los del pub chillaron emocionados y alzaron sus copas, vasos o jarras en honor a él.
-¿Te conoces los temas de Maluma? -le preguntó el chico.
-¿Eh? -masculló Yuri arrugando de forma exagerada la nariz.
-¿O eres más de la vieja escuela? -rió tapando el micrófono- Puedo poner Thalía si quieres.
-No conozco ninguna c-canción en español -balbuceó mientras trataba de mantenerse en pie.
El otro hizo un gesto pensativo hasta que se le iluminaron los ojos con lo que parecía ser una idea.
-¡Lo tengo! Es imposible que no te sepas ésta.
Corrió hasta la computadora dispuesta sobre una banqueta que servía como repertorio de temas.
Yuri lo miraba algo confundido, esperando que ese loco no pusiera alguna cosa demasiada difícil u horrorosa.
-¡Apúrate, Minami! -le exclamó una chica asiática desde una de las mesas más cercanas.
¡Minami! Con que ese era su maldito nombre.
Finalmente lo vio apretar una tecla y regresar a donde Yuri estaba pasmado al lado del micrófono. Él para lo único que tenía ojos en ese momento era para la mirada cargada de diversión de Otabek mucho atrás pero también con algo más...
Y era de victoria. Cayó en cuenta que Otabek lo había hecho beber de esa manera apara que perdiera cualquier inhibición y subiera al escenario. Maldito Otabek.
Un acorde guitarras se escuchó desde el alto parlante que sonaba muy familiar para Yuri. Él no escuchaba demasiada música de ese estilo, ¿sería que alguna vez escuchó a Leo rasgar esa nota en las cuerdas de su guitarra?
Pero la realidad acabó golpeándolo pocos segundos después en el rostro en forma de gritos desaforados de los presentes en el pub.
-¡Cómo adoro esa canción, joder! -exclamó una muchacha ebria.
-La voz de Justin suena tan sexy allí -chilló otra.
Ah, no. No. No, no y no.
Minami quitó su micrófono del soporte e hizo un gesto que pretendía ser sensual, pero al menos hizo gritar al público. Luego se giró hasta Yuri de manera seductora mientras se iba acercando y le señalaba con la mano para que hiciera lo mismo.
-Come on over in my direction -empezó a canturrear bastante agudo-. So thankful for that, it's such a blessing, yeah.
Yuri estaba muy quieto en su lugar mirando a Minami con una mueca de incomodidad.
Estaba cantando esa canción del infierno.
Pero Minami no parecía dar importancia a lo que Yuri estaba demostrando sino que seguía cantando las estrofas en inglés, agitando uno de sus brazos en sintonía con la música. Algunos aplaudían al son o silbaban fuertemente el ritmo.
-Oh, tú eres el imán y yo soy el metal -empezó a cantar ahora en español-. Me voy acercando y voy armando el plan. Solo con pensarlo se acelera el pulso.
Todas las miradas, desde la de Minami y Otabek hasta las del público se posaron en Yuri, por no mencionar que también los reflectores se giraron hasta el punto en que estaba parado.
Yuri, haz algo. Vas a quedar como un subnormal si no cantas.
Pasaron menos de dos segundos en los que inspiró aire y miró la letra de la canción que se preparaba para empezar a pintarse para seguir la sincronía de la pista.
Entonces abrió la boca para empezar a cantar.
El problema es que no tenía idea de cómo pronunciar en español.
-Ya, ya me estás gustando más de lo ¿norrmal? Todos mis sentidos van pidiendo más, estoy hay que tomarlo sin ningún apuro.
La gente estalló en vítores, incluido Otabek, que Yuri pudo ver estaba aplaudiendo con una de las sonrisas más amplias que le había visto desde que lo conoció.
Minami entonces volvió a ponerse en posición para tomar el estribillo, flexionando sus rodillas y alzando los codos sin alejarse demasiado el micrófono de su boca.
-Des-pa-ci-to -cantó a coro con la multitud-. Quiero respirar tu cuello despacito, deja que te diga cosas al oído para que te acuerdes si no estás conmigo.
Otra vez hizo su seña para que siguiera Yuri, el cual se veía ligeramente más animado y con ganas de seguir cantando. La euforia del alcohol y el clamor de los presentes lo alentaban bastante.
-Des-pa-ci-to. Quiero desnudarte a besos despacito, firmo en las paredes de tu laberinto y hacer de tu cuerpo todo un manuscrrito.
La última nota había salido desafinada y con un claro acento ruso pero no le importaba. Yuri ya estaba con ganas de cantar más y más y mirar la sonrisa sorprendida de Otabek cada vez que lo hacía.
Minami estaba enloquecido cantando las estrofas que seguían. Yuri seguía sin entender demasiado de lo que significaba más que palabras sueltas como besos o conmigo pero casi todas las canciones incluían ese tipo de palabras, ¿no? No podía ser algo demasiado preocupante.
El ambiente empezó a ponerse caliente pero ya no estaba preocupándose. Yuri, en su estado de ebriedad, no se sentía como la gran cosa. Podía lamentarse y odiar al mundo más tarde.
Minami se acercó entonces a él y se apoderó de su espalda, pegando su cuerpo al de Yuri de una manera que podía sentir el olor a alcohol y sudor que desprendía el recepcionista de su hostal. Aquello era tan bizarro que Yuri llevaba el liarse con gente del servicio a un nivel estratosférico.
-Pasito a pasito, suave suavecito -cantaron los dos del mismo micrófono-, nos vamos pegando poquito a poquito.
Se le acercó un poco más. Yuri vio la mirada estupefacta de Otabek con regocijo.
-Cuando tú me besas con esa destreza -chilló Minami.
-Veo que eres malicia con delicadeza -contestó Yuri igual de fuerte y desafinado.
Los dos se separaron para seguir cantando por su lado pero ya casi no podía oírse sus voces entre la multitud que cantaba al unísono. El cuerpo que parecía no cantar era Otabek que estaba cruzado de brazos con las cejas fruncidas pero Yuri podía notar que todo era fingido ya que en realidad se mordía los labios para no reírse de su espectáculo.
Al menos no estaba grabándolo.
Pero tampoco le hubiese molestado si lo hacía. Pensar que quería tener guardado el momento en su teléfono no era una mala idea.
-Pasito a pasito, suave suavecito, nos vamos pegando, poquito a poquito -corearon todos.
-Hasta provocar tus gritos -cantó Yuri alzando su brazo lo máximo que podía.
-¡Y qué olvides tu apellido! -finalizó Minami con una reverencia y las manos alzadas al público.
Todos les aplaudieron con mucha más emoción que a los que cantaron con anterioridad pero se debía que ninguno montó un espectáculo como el de Yuri y Minami.
El recepcionista pasó su brazo sobre el pegajoso cuello de Yuri con una sonrisa de oreja a oreja pero no de forma amistosa sino porque parecía no tener ningún equilibrio por la borrachera. Yuri tampoco estaba con todas sus luces así que tarde o temprano se estamparían contra el suelo de madera del escenario.
Buscó entonces con la mirada a Otabek, que negaba con una sonrisa en los labios, sin poder creerse que fuese verdad lo que había ocurrido. Yuri se encogió de hombros y el brusco movimiento hizo que Minami trastabillara, salvándose de caer al suelo porque lo tomó justo a tiempo.
Si no se acordaba lo ocurrido en la mañana, al menos esperaba que pudiera recordar esa sensación de libertad y de no importarle nada el hacer el ridículo frente a un montón de desconocidos. El hecho de ser Yuri y sentirse tan libre como a él le gustaba. No quería olvidarlo ya que sería un importante recordatorio para el futuro, en cada ocasión que requiriera alocarse solo como Yuri Plisetsky podía hacerlo.
Eso, y que Minami recordara el temita del descuento por subir a cantar en el escenario a su lado.
En cuanto despertó a la mañana siguiente, Yuri no tuvo más que flashes de la noche anterior. Y cada uno de sus mínimos recuerdos venía acompañado de una punzada extremadamente dolorosa en su cabeza.
Intentó arrastrarse de la cama pero el movimiento nada más le generó un intenso mareo, acurrucándose otra vez entre las cálidas sábanas. No quería ya levantarse pero su garganta picaba y necesitaba con urgencia un vaso de agua fresca.
Sintió una presencia al otro lado de la cama, la cual resultó ser Otabek sin camiseta.
Otabek sin camiseta, se repitió con un pequeño sobresalto. El kazajo dormía muy tranquilo, su respiración pausada y sin signos de tener un mal sueño. Ojalá Yuri pudiese decir lo mismo, que había dormido de manera tan pesada que ahora eso estaba causando estragos en su cuerpo con resaca.
Un ronquido lo distrajo de sus intranquilos pensamientos. En la cama matrimonial del frente yacía un enorme bulto enredado en medio de las sábanas que Yuri pensó en un principio se trataba de JJ. Aunque luego se dio cuenta que esa no era toda la realidad.
Sí estaba JJ, pero este dormitaba en el medio de su cama, boca arriba con Mila y Leo acurrucados a cada uno de sus costados con un brazo rodeándoles las espaldas. Aquel trío podía coronarse como una de las cosas más extrañas que había visto en su viaje.
-¿Yuri? -masculló la ronca voz de Otabek a su costado.
Tenía los ojos entrecerrados, lagañosos y el lado izquierdo de su rostro todo marcado por las costuras y arrugas de la almohada. Eso no quitaba que siguiera viéndose inmensamente atractivo. Yuri se odió ya que seguramente debía tener un rostro completamente monstruoso luego de su loca noche.
Lo atacó una punzada en ese momento, haciendo que se agarrase el puente de la nariz y apretara sus dientes para no soltar un pequeño gemido. Otabek lo notó y se levantó de golpe, poniendo una mano sobre su espalda.
-¿Quieres que te consiga agua? ¿Alguna píldora?
Yuri quiso asentir pero sabía que el movimiento no haría más que empeorarlo todo por lo que juntó las palmas de sus manos como si estuviera rezando para que Otabek entendiera que por favor lo sacara de su miseria.
Otabek se apresuró a salir de la cama y Yuri no pudo evitar mirar de reojo a su bien marcada espalda desnuda que acababa en unos pantalones de gimnasia que empezaban en el lugar exacto para no dejar a la vista otra cosa.
-Mila es la que tiene píldoras -pensó Otabek-. Iré hasta su cuarto.
Rebuscó entre el bolso de su amiga sin ningún pudor hasta que encontró la tarjeta de su habitación antes de apresurarse a salir en busca de la salvación de Yuri.
Mientras tanto, él volvió a acurrucarse en su lugar en la enorme cama cuando tuvo una idea: el lugar de Otabek.
Se deslizó lentamente hasta su lado y pudo sentir que aún seguía tibio por el cuerpo que allí había pasado la noche además del fuerte olor a la colonia del kazajo. Si bien no curaba su resaca, al menos lo hacía sentir un poco más cómodo.
Poco después regresó Otabek, con sus pasos retumbando sobre el suelo alfombrado y con una píldora además de un vaso con agua de la canilla. Ni siquiera se percató del hecho de que Yuri eligiera enroscarse en su lado de la cama. O si lo notó, no dijo absolutamente nada.
Yuri se tragó la pastilla y volvió a enterrar la cabeza en la almohada. Otabek le acomodó los cabellos para que no los tuviera molestándole en los ojos.
-Duerme un rato más, apenas son las 8 de la mañana -le murmuró-. Te levantaré cuando los demás resuciten.
No opuso ninguna resistencia ante aquello. Simplemente se dejó dormir en el confortable lado de Otabek, con su aroma embriagándolo hasta que finalmente lo consiguió.
-¿Yuri?
Apenas sí pudo abrir los ojos en ese momento. Se sentía incluso más pesado que horas atrás e incluso tardó varios segundos en determinar qué diablos estaba sucediendo realmente.
-Otabek, me siento como la mierda -gruñó con la boca pegada a la tela de la almohada.
-No puedes desperdiciar nuestro día en Barcelona -dijo con seriedad-. Los demás ya han salido, casi es hora de almorzar.
Yuri soltó un quejido. Otabek tenía razón realmente. Barcelona era inmensa y preciosa y no tendrían más que dos días para conocer un poco de ella. Ni siquiera tenía derecho a ser tan hipócrita de decir que aquello se consideraba un sacrificio.
-Déjame darme un baño -dijo finalmente, buscando fuerzas para poner un pie afuera de la cama.
Otabek solo dio un asentimiento de cabeza.
-Te iré encendiendo la ducha.
El kazajo se apresuró a ir hasta el cuarto de baño, desde donde Yuri pudo escuchar el agua correr poco después. Arrastrándose con pesadumbre, llegó hasta la ducha y se quitó toda la ropa sin molestarse en cerrar debidamente la puerta. Su cabeza dolía tanto que ni siquiera consideraba el hecho de que Otabek andaba dando vueltas por allí.
Una vez que ya estuvo limpio y vestido, con unas gafas de sol robadas del cuarto de Mila -que no se veían tan femeninas, o eso le gustaba mentirse-, él y Otabek decidieron salir a recorrer Barcelona. Ninguno de los dos propuso el averiguar en dónde estaban los otros y de alguna forma eso se sentía bien para Yuri.
Si bien era la hora de almorzar, Yuri tenía tantas náuseas que no quería comer nunca más en su vida. Otabek no pretendía hacerlo sentir peor pero lamentablemente tenía hambre, por lo que se consiguió un simple sándwich que procuró comer de a pedacitos y sin que Yuri lo viera.
Caminaron un poco por el Barrio Gótico de Barcelona y siguieron por varias, varias calles hasta que dieron con la Sagrada Familia. Era tan impresionante como Yuri la esperaba pero no le gustaban nada los molestos andamios y las fundas sobre las puntas que le quitaban gran parte de la belleza que ésta poseía.
-Yuri, luces fatal de verdad -dijo Otabek luego de que observó la foto que acababa de tomarle con la Sagrada Familia de fondo.
-Luzco perfectamente. No cualquiera con resaca sale a recorrer Barcelona con este calor, me podrías dar crédito.
-Yo diría que no cualquiera hace un show como el de anoche -quiso burlarse Otabek. Yuri le dio un codazo.
-No fue la gran cosa.
Aunque eso no lo sabía. Yuri no tenía casi ningún recuerdo de su presunto show más que él frente a un micrófono destrozando alguna canción en español.
-Si tú dices -Otabek se encogió de hombros- ¿Quieres ir al Park Güell? Ya sabes, ese lugar que tiene mucho de Gaudí. Podríamos descansar unos minutos con la bonita vista.
Yuri simplemente asintió porque no tenía muchas más ideas sobre qué hacer. Barcelona era preciosa, sí, pero el dolor de cabeza era brutal. Tal vez podría disfrutar mucho mejor su último día en la ciudad y maldecir al mundo por perder todo al anterior.
Ambos caminaron por un rato hasta que Yuri sintió que no podía moverse más con ese calor y jaqueca, haciendo que Otabek parara un taxi. Era el capricho de turista, pero sentía que solo por esa vez podía estar justificado.
Tras pocos minutos estuvieron entonces en la entrada de, posiblemente, uno de los lugares más fotografiados del mundo. Yuri incluso ni siquiera pensó en la cantidad de escalones que debían subir para llegar a la mejor parte.
Estaba lleno a tope de turistas ansiosos por tomar fotografías o por perderse en el colorido y natural laberinto de Park Güell. Yuri estaba maravillado ante toda la arquitectura y estética del lugar, desde las escalinatas de un blanco casi puro hasta los mosaicos cerámicos de estilo trencadí en una vasta gama de colores.
-¿Se supone que es una iguana? -preguntó Yuri al frente de la más característica estatua del Park Güell que en realidad formaba parte de una fuente.
-Es una salamandra -corrigió Otabek-. Es uno de los símbolos de Gaudí.
-Gaudí debió haber estado bien loco -se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz-. Interesante estilo.
-Pienso que arquitectónicamente hablando, Barcelona es una de las más bellas y únicas ciudades.
Aquel tono que Otabek usaba para hablar de sus cosas siempre le aceleraba un poco el corazón, pero no quería que él lo viese como un raro por alterarse por algo como eso.
Los dos caminaron un poco hasta que encontraron la parte más alta del lugar y desde la que podías observar no solo el resto del Park Güell sino gran parte de Barcelona. Todo se veía tan hermoso y azul, con el mar casi fundiéndose junto al despejado cielo de verano.
Se sentía casi como de postal, Yuri y Otabek, al lado del otro, observando la bella Barcelona en un viaje que cualquier adolescente del mundo soñaría con tener.
Pero no podía mentirse a sí mismo. No es que él quisiera arruinar las cosas a propósito pero sabía que cuando recordara el mágico momento todo se sentiría amargo por su arrepentimiento de no haber dicho las cosas a tiempo.
-Otabek -dijo Yuri tras un rato de silencio.
-¿Yura? -respondió con cierto tono interrogativo. La mirada abatida que tenía lo hacía pensar que estaba esperando que llegara algún comentario pesado.
Yuri inspiró aire varias veces, tratando de encontrar fuerzas. Quería que la inmensidad que se desplegaba a su alrededor lo ayudara pero solo servía para que se sintiera empequeñecido.
Pero no era momento de sentirse débil o cobarde.
-He encontrado el tótem de JJ en tu mochila.
Automáticamente miró hacia Otabek para captar la reacción de este. Había cerrado los ojos despacio, soltando una buena cantidad de aire que contenía desde que Yuri habló por primera vez. Lucía como... ¿relajado?
-Pensaba enviarlo por correo al Museo Británico en cuanto estuviéramos en la última ciudad de este viaje -habló finalmente.
Yuri no podía dejar de mirar su rostro indescifrable. Lucía estoico, sí, pero eran los ligeros cambios en sus gestos los que lo confundían bastante.
Se mordió el interior de su labio inferior mientras se debatía.
-¿Por qué lo ha tomado JJ?
Silencio.
-Estoy seguro que tienes la respuesta.
Yuri no quería que sus palabras sonaran tan afiladas pero por el brillo en la mirada de Otabek sentía que lo hicieron. Él aún no despegaba los ojos de la vista a la ciudad.
-Tienes razón en que lo sé -dijo con cuidado-. Sé que para ti sonará estúpido, y más aún viniendo de JJ. Yo no pretendo saber cómo funciona su cerebro, pero... JJ lo robó para mí.
-Pero, ¿por qué? -preguntó con una impaciencia calma.
Otabek separó ligeramente los labios un par de veces, hasta que decidió hablar:
-Porque es algo que nos une. Cuando conocí a JJ de niños, yo robé comida en la escuela para él.
-¿Qué? -preguntó Yuri con estupor al instante. Sacudió la cabeza con gran confusión- ¿Me vas a decir que robaste comida para JJ? ¿JJ... el millonario?
-Sé que suena infantil y... ridículo -se defendió Otabek-. Pero, Yuri... cuando conocí a Jean acababan de meterle la cabeza en el retrete. Por tercera vez en el día y séptima en la semana. Le habían robado otra vez el dinero de su almuerzo. Él nunca comía y yo ni siquiera tenía el dinero de mi almuerzo ya. No podía soportar ver que le hicieran esas cosas. Era un niño y... hice una estupidez. Me sentí tan mal que a la semana siguiente quise pagar el doble de un almuerzo con mis ahorros. Practiqué la tawba, el arrepentimiento para los musulmanes, más de tres veces al día por un buen tiempo.
Yuri quedó completamente en shock ante todas esas confesiones. Vio a Otabek pasarse la mano cubierta por su mitón por el cabello varias veces.
-¿JJ sufría bullying en la escuela? -fue lo que se atrevió a preguntar.
-Como no tienes idea -le dijo Otabek con pesar-. Y el problema de JJ era que él no se rendía nunca. No dejaba que las bromas lo acabaran o lo hicieran sentirse inferior a sus abusones. Y cómo no podían romperlo, al día siguiente intentaban siempre alguna cosa peor.
Yuri se mordió la uña de su pulgar con ansiedad. Sentía el pulso correrle a una velocidad que no debía ser saludable.
-Así que se robó un tótem por eso -dedujo.
-Para JJ... -se le cortó un segundo la voz- lo que hice por él esa vez fue para JJ como una manera de decirle que yo estaba allí. Y que a partir de ese momento lo estaría para siempre. Robar un tótem no es de las cosas más tontas que él ha hecho; ni siquiera lo ha visto como algo grave, para que te des una idea. Solo quería honrar un viejo recuerdo.
Mierda, se mascullaba Yuri a sí mismo. No te atrevas a querer llorar.
-¿Por qué él querría decirte eso ahora? -preguntó con un hilo de voz- Se supone que son mejores amigos. Tú lo sabes, él lo sabe.
Y de alguna manera, Yuri sabía que una verdad dolorosa estaba a punto de llegar. Podía sentirlo en el aire, en Otabek, en sí mismo.
Otabek dejó de mirar entonces a la magnificencia de Barcelona para clavar sus ojos en la mirada verde-azulada de Yuri.
-He tenido depresión desde los diecisiete, Yuri -cerró los ojos un par de segundos-. Casi me quité la vida hace un año.
Aquello le pegó demasiado fuerte en el fondo de su alma a Yuri.
Incapaz de decir una sola palabra en voz alta, dejó que su mente gritara por lo que estaba enterándose. Otabek, su Otabek. No sonaba posible. No lucía como la persona más alegre y campante, claro, pero él no pensaba que era por cargar con un secreto tan oscuro en su interior.
-No me di cuenta hasta que todo explotó -siguió diciendo-. Es duro cuando te das cuenta de ello. Decirte a ti mismo bien, tienes depresión. Creo que la realización de ello te afecta mucho más que la depresión en sí.
Yuri lucía terrible. Tenía una mano encima de su boca y su codo apoyado sobre el balcón de Park Güell para que no se notara el temblor que estaba teniendo.
-Ha habido muchas causas por las que se dieron las cosas. Una de ellas ha sido mi crianza y mi descubrimiento y consecuente experimentación de mi sexualidad.
-¿Fue tu familia musulmana la que te ha hecho sentir así? -musitó Yuri intentando que la información no siguiera pegándole bofetadas.
Otabek hizo apenas un asentimiento de cabeza.
-En Kazajistán no hay leyes para penar los actos homosexuales, o digamos bisexuales en mi caso. Pero sabes que derogar una ley no alcanza para cambiar la mentalidad de algunas personas.
A Yuri se le escapó una risa amarga.
-Las religiones siempre tienen la culpa de todo -dijo con desdén mientras aplastaba unas pobres hormigas que caminaban por allí-. Con sus pensamientos arcaicos que siguen corrompiendo la mente de las personas.
-La culpa no es de la religión, Yuri -respondió Otabek con algo que parecía una triste sonrisa-. Ojalá lo fuera. Podríamos echarle la culpa a un pensamiento que no tiene vida y desligaríamos la carga de las personas que amamos pero que tienen una manera horrorosa de ver el mundo. Todo sería más fácil así, e incluso me gusta insultar a la religión, al profeta, a los países musulmanes como si fueran ellos los verdaderos culpables cuando no es esa la verdad.
Su mano descansaba muy cerca de la Yuri. Quería tomársela, pero no estaba seguro si Otabek estaba buscando algún tipo de consuelo.
-El islam no es malo realmente. Es bueno que exista como soporte para quienes necesitan creer en algo. Lo malo son las personas que no saben cómo practicarlo. Desde terroristas que asesinan por montones hasta familias que matan a los suyos de la forma más dura y silenciosa con sus palabas.
Dio otro suspiro. Yuri apenas recordaba que no estaban solos si no rodeados de alegres turistas que no tenían la más mínima idea de lo que ocurría en el seno de aquella misteriosa pareja de muchachos.
-Era duro ser el extraño de la familia. Con el tiempo dejé de identificarme con la religión y eso creó una ruptura con mis padres y hermanos, con todos mis parientes de Kazajistán. Aquello me hizo más retraído, más propenso a aislarme porque si pasaba demasiado tiempo con ellos temía que descubrieran quién era yo en realidad.
Yuri entonces tomó su mano. Ya no le importaba si Otabek lo quería o no, pero sintió un poco de calidez en medio de la frialdad de su interior en cuanto le apretó los dedos de regreso.
-Y eventualmente eso se extendió a muchas partes de mi vida. Ya casi no me interesaba hacer cosas porque dejé de verles sentido. Salía con Mila, Leo y JJ pero creo que era más por costumbre que otra cosa o porque yo me arrastraba fuera de mi cama para que no lo notaran. Me daba igual si querían escaparse a Hawái o pasar el rato en el pórtico de los Leroy. Casi no entré a la universidad por bajo rendimiento en el ingreso. Fue en esa época que aprendí a mezclar música porque necesitaba algo, cualquier cosa que me distrajera de la locura de mi cabeza. La música electrónica era más fuerte que cualquier voz en mi mente intentando hacerme sentir un bueno para nada.
Cada nueva cosa que Otabek decía era como un nuevo filo que lo lastimaba. Esperaba que entre tanto escarbar dentro de él, acabase por encontrar el hueco que todavía no estaba corrompido por dolor y oscuridad.
-Pero todo detonó hace un año. No era un secreto para mi entorno en Toronto que yo me frecuentaba con... bueno, hombres -dijo con algo de miedo-. Créeme, Yuri, que si yo pudiera volver el tiempo atrás no querría que las cosas se dieran de esta forma. Hubiese preferido que para mis padres todavía estuviera oculto porque nos hubiese salvado de mucho dolor a todos, sin importar lo mejor que puedo estar ahora. Relativamente hablando.
-Beka -exclamó Yuri anonadado- ¿Después de todo sigues pensando en el dolor de tus padres? ¿Solo por ser de una manera que a ellos se les antoja no aceptar?
-Eso no quita que les duela, por ser su manera de haber sido criados. Y a mí me duele que les duela porque sentí por muchos años que era un fracaso como hijo. Cuando un conocido de la familia les envió una fotos mías besándome con un tipo en una discoteca... todo estalló.
Yuri apretó su agarre en Otabek. Quizás no tenía un objeto robado como JJ para decirle que estaba allí para él pero era algo. Era su pequeña manera de estar a su lado, no en el sentido físico, sino también emocional.
-Esa misma noche, que ya era de plena mañana en Almaty, mi mamá marcó a los gritos a mi teléfono para decirme las peores cosas que se le dicen a un hijo. Mi papá se negó a dirigirme la palabra. Y yo estaba borracho y sólo, y la razón de que esté todavía en pie es porque mi prima Ylena se enteró del desastre ya que estaba con mi madre y buscó la manera de contactar a JJ, que en ese momento estaba junto a su ex novia Isabella.
Hizo otra pequeña pausa.
-Yo estaba en la azotea de mi edificio, mareado, triste y sólo que nunca algo se había visto tan atractivo como el vacío que tenía en frente. Un par de pasos y ya. Ni siquiera era la primera vez que lo pensaba y con el alcohol nublándome la mente casi no sentía miedo. Y digo casi, porque en el fondo me picaba la incertidumbre de la muerte.
» Pero llegaron JJ y Leo, totalmente desesperados. Hasta hoy no tengo idea qué es lo que los hizo querer fijarse en esa azotea a ver si yo estaba. Supongo que sospechaban de la depresión porque mi manera de afrontar el mundo se venía en picada con el tiempo. No voy a olvidar el rostro de Leo destrozado en lágrimas pero mucho menos la firmeza con la que JJ se me plantó esa noche. No tuvo pelos en la lengua para soltar todo lo que estaba sintiendo y, pese a que sus palabras no borraban la forma en que yo me sentía, un algo muy pequeño se removió en mi interior. Yo quería a mis dos amigos. Los quiero más que a nada.
Yuri vio que Otabek se secaba la primera lágrima que le caía luego de todo su discurso.
-Y no iba a poner mi muerte encima de sus hombros.
La mano con la que Otabek había limpiado su rostro fue inmediatamente hasta la mejilla de Yuri para remover las lagrimillas que ahora caían de él. No había notado que estaba llorando hasta que el cálido dedo de Otabek se posó sobre la humedad bajo sus ojos.
-Luego empecé con tratamiento todos los días y muchas, muchas píldoras que me dejaban sintiendo absolutamente nada, igual que la maldita depresión en sus peores momentos. Pero con el tiempo y con la ayuda necesaria, de otros y de mi propia voluntad, pude empezar a salir de ella. Quizás aún no logro quitarme ese fantasma de encima pero lo haré. Yo me siento mejor. Me veo mejor, pese a todas las cosas que han pasado en estos meses -rodó los ojos-. En otro momento de vida quizás eso podría haberme matado.
-Para mí te ves genial -se apresuró a decir Yuri-. No sé si es un insulto o halago considerando lo que te ha pasado pero eres una de las mejores personas que he conocido en mi insulsa vida.
-Gracias, Yuri -dijo con una sonrisa de costado-. Tú también lo eres para mí. Eres mucho mejor que personas que conozco de toda mi vida, aunque tengas un carácter un poco de mierda. Pero eso no quita que seas especial.
Yuri volvió a tomarle de la mano, ésta vez entrelazando sus dedos con los de él. Todo el peso de la verdad parecía hacer más ligera la distancia que entre ellos quedaba.
Y que quedaba, por supuesto. No era toda la verdad. Otabek podía contarle muchas cosas y aún así no aproximarse a un cuarto de lo que era su vida. Pero estaba agradecido que compartiera al menos un pedazo de ella con él, allí bajo la soleada tarde en la colorida y alegre Barcelona, que parecía como si quisiera levantar los ánimos de cualquier que se sintiera triste o perdido.
De momento, solo quería quedarse al lado de Otabek. Todo lo que viniera después, por ahora, no le importaba.
Oh, well... bueno, ya tenemos una parte de la verdad.
Este ha sido un capítulo bien difícil de escribir para mí, por varias cosas que se mencionan en el capítulo. Muchas de ellas me ha tocado verlas de primera mano en gente que quiero (o quise, en el peor de los casos) y es algo que te da tristeza, rabia y mucho más que no puedes identificar. Y más aún la invisibilizacion qué hay para lo que verdaderamente significa padecer depresión. Así que espero que nadie me diga "Otabek no luce como depresivo!" porque no todos lo hacen. De hecho, el porcentaje de depresivos que están tirados en una cama sintiéndose miserables es mínimo en comparación de todos aquellos que la llevan y no lo saben/se lo niegan o fingen para la gente de su entorno. Hay señales, a veces mínimas, pero las hay. Aprendamos a verlas y ayudar a los otros ♥️
También espero no haber herido o sensibilizado a nadie con el tema. Sé que cada caso es un mundo y este capítulo está lleno de subjetividades, de cosas que viví o que leí especialmente para escribir sobre Otabek. Y que si ha ocurrido que alguien se sintió mal, pido muchas disculpas de antemano. Lo que menos busco es herir a nadie.
Y por último es una pequeña disculpa a mis lectoras españolas. Quizás esperaban ver más de una de sus ciudades, pero este capítulo ya me ha quedado medio largo jeje y que no crean que es por algo en particular porque yo AMO España, es súper especial para mí no solo porque es la mitad de mi identidad sino porque tengo mucha gente que quiero allí. Una vez que terminé de escribir, me sentí un poco orgullosa de que uno de los momentos más importantes de Otabek y Yuri, fuera de París, transcurrieran en España ♥️ y sepan que las quiero a ustedes muchísimo ♥️ una especial dedicatoria para todas ustedes.
Lamento que la nota de auto quedara larguísima, pero este capítulo me sensibilizó. Espero que aún así les haya gustado ((aún si Yuri y Minami cantan Despacito jajaja)) y les juro les juro que el resto de la verdad es un poco menos angst. Pero igual puede que se preste a sensibilizarse mucho.
Muchísimas gracias a todos los que siguen leyendo y votando en esta historia ♥️
¡Ya no queda nada para París! Y, si me da el tiempo, espero traer doble capítulo durante la semana así el finde que viene ya vemos la primera parte en París c:
¡Besitos!
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