A Dublín hay que ir borracho I
El vuelo fue más corto y relativamente tranquilo en comparación del que lo llevó hasta Londres. Si bien estaba abarrotado de gente -especialmente un montón de viejos borrachos que viajaban a Dublín para mirar algún partido de rugby que se celebraría en dicha ciudad-, lo que Yuri hizo fue calzarse los auriculares y dormir la hora de duración que le tomaría llegar.
Su problema, se dio cuenta, estaba en el aeropuerto. En cada esquina, asiento y rincón que mirara había fanáticos de rugby esperando a que sus ídolos llegaran de... donde sea que vinieran.
-Permiso -dijo bruscamente a un grupo de jovencitas que seguro estaban allí por algún deportista al que consideraban caliente- ¡¿Será posible que me dejen pasar?!
-Uf, quítate -exclamó una de ellas dándole un empujón- ¡Nadie te quiere ver a ti! Estamos esperando a Leigh Halfpenny.
Otra de sus amigas rió enamorada. Yuri no tenía ni idea quién sería ese tipo pero se imaginaba algún mastodonte musculoso con el cerebro del tamaño de una avellana.
-¿Y a mí que me importa a quién quieren ver?
-¡Piérdete!
Yuri rechinó los dientes y procuró pasar las ruedas de la valija sobre el pie de una de las muchachas. Sabía que no era correcto desquitarse con mujeres de esa forma pero no dejaría que un montón de estúpidas enamoradas se atrevieran a tratarlo así.
Como la suerte solía estar de su lado, al parecer los dichosos deportistas acababan de aterrizar en el mismo aeropuerto. El chillido de las fanáticas y el coreo de los aficionados al rugby lo dejaron probablemente sordo de un oído.
-¡Oh, dios! ¡Oh, dios! ¡Ahí está Leigh!
Giró un poco la cabeza solo porque le daba algo de curiosidad quién era el dichoso Leigh Halfpenny. Un montón de brutos con hombros anchos aparecieron por la puerta de salida. Algunos llevaban chaquetas negras pero otro iban con camisetas de color rojo con la palabra Cymru -Gales en galés- en el centro del pecho.
Todo aquello pasó en menos de dos segundos ya que ni siquiera tuvo tiempo de ser consciente de su error. En el momento en que se volteó a ver a los deportistas, una manada de fans acabó por atropellar al distraído turista ruso. El impacto contra el hombro de uno de ellos le hizo volar los anteojos.
-¡Tú...!
Pero ya ninguno lo estaba escuchando porque estaban muy ocupados en tomarse selfies con los idiotas del rugby de fondo o pidiéndoles autógrafos. Yuri estaba con las rodillas en el suelo buscando sus muy preciados anteojos.
No estaban por ninguna parte. Tal vez lo estaban, pero perdidos en la marea de fanáticos psicópatas que pisoteaban todo -incluidos los pies de otros fanáticos- para lograr su objetivo.
Pensó que necesitaba una botella de whisky en ese mismo momento. Y una de cerveza. O ambas.
El viaje en bus hasta el casco céntrico lo tuvo enfurruñado todo el rato. Yuri ya no era capaz de concebir que una sola persona tuviera esa horrible mala suerte.
¿Era el destino que le decía que volviera a casa?
O puede que la culpable fuese Lilia. Podría ser que su madre había decidido hacer algún rito esotérico para que su hijo acabara regresando con el rabo entre las patas. Bueno, ciertamente Yuri no iba a dejarse vencer por esas nimiedades. Este era su sueño y había pasado más del 60% del viaje estando enojado. Era hora de hacer un cambio de actitud.
Se metió en un Starbucks ya que no solo el hambre estaba haciendo que su estómago rugiera como dragón sino que, bueno... quería conectarse a internet.
¡Y no tenía nada, nada que ver con Otabek! Yuri se lo repetía a sí mismo. Su prioridad no era comunicarse con el kazajo para ver en qué punto de la isla esmeralda estaba en ese momento. Lo que debía hacer finalmente era enfrentar a sus padres. Quizás así Lilia dejaría de hacer magia negra, que si seguía así terminaría consiguiendo que Yuri sea atropellado por un avión.
Se compró un frapuccino -de esos que venían dos por uno, al menos se ahorraba el tener que gastar en pastelitos o tartas- y mordisqueó la pajilla ansiosamente mientras tecleaba la contraseña justo después de desactivar el modo avión. Tardó un par de segundos en enganchar pero en cuánto lo hizo, todas sus redes sociales explotaron con cientos y cientos de notificaciones que entraban al instante.
Yuri nunca había sido tan popular. Y eso era irónico porque todos los mensajes tenían como remitente a Lilia o a Yakov. Incluso algunos de Galya, la niñera de su infancia y que aún trabajaba en su casa.
Pero también había un mensaje de un número desconocido, con código de área que definitivamente no pertenecía a Rusia. Sintió que sus fuertes latidos lo iban a ahogar.
Por supuesto, se dispuso a abrir el mensaje del desconocido solo porque debía averiguar quién era. No es que fuera importante, claro que no. El pulgar le temblaba por cualquier otro motivo que no fueran los nervios.
Si has cambiado o cambias de opinión, estaremos en...
El tono de llamadas que Yuri tenía -algo así como pop punk- estalló a todo volumen en el local, consiguiendo que varios comensales dieran rápidas miradas a esa distracción que los había asustado. Por primera vez en la vida, Yuri no tenía intenciones de enojarse con los metiches de los turistas. La palabra que rezaba en la pantalla hizo que su acelerado corazón se detuviera de repente.
Papá
Llamada entrante
Contestar era muy peligroso. Pero no contestar lo era aún más, ahora que Yakov sabía que Yuri tenía su teléfono activado. Decidió ser valiente. Él se había embarcado en dicho viaje y ahora enfrentaría las consecuencias.
No necesitó decir ni una sola palabra.
-Yuri Feltsman -gruñó la ronca voz de su padre.
Plisetsky, quiso corregirle. A Yakov parecía no importarle que Yuri prefiriera usar el apellido de su familia biológica -que no los conocía, pero para él era importante por razones- ni que tampoco legalmente fuera, efectivamente, Yuri Plisetsky. Lilia había sido la mitad comprensiva en el asunto, pero su hijo sospechaba que para ella solo era otra manera de hacer rabiar a su esposo.
-Tienes literalmente treinta segundos para decirme en qué parte del mundo estás y otros treinta segundos para quedarte callado mientras te consigo un boleto de regreso. Serás un buen niño y me dirás "sí, padre, haré como tú digas". Si cooperas, te perdonaré el precio del pasaje. Y te dejaré elegir si volver con tu madre o venirte a San Petersburgo.
Yuri bufó en su mente ante sus palabras. Pero qué benevolente.
-Yuri -volvió a mascullar tras su silencio-. Te dije que tienes treinta segundos para...
-Te he escuchado -contestó secamente-. No necesitas como loro.
-Mocoso insolente ¿a qué demonios crees que juegas?
-Esto no es ningún juego, ¿sabes quiénes son los que se dedican a jugar? Tú y mamá. Creen que yo soy una muñeca por la cual pueden pelear, un trofeo que conservar en Moscú o San Petersburgo.
-¡No pienso dejar que hables de esa forma! ¡Regresarás AHORA mismo!
-Mira, a base de gritos no conseguirás nada conmigo -le siseó. Si no se ponía a gritar él en respuesta era porque estaba en público-. No te ha funcionado todos estos años, no te funcionará ahora.
-Yuri, estoy haciendo las cosas de forma pacífica. No me obligues que recurra a las autoridades para ir a buscarte y hacerte pasar la humillación de tu vida.
-¿Y qué vas a decirles? ¿"Mi hijo de dieciocho años, ya legal, se ha ido de casa y quiero obligarlo a llevar una vida que no quiere"?
Escuchó a Yakov inhalar fuertemente, seguramente planeando qué próximo grito iba a pegarle. Pero para Yuri había sido ya suficiente.
-Buena esa, papá.
Y le colgó. Una vez más, activó el modo avión en su teléfono antes de arrojarlo sobre la mesa, varios centímetros alejado de él. Trató de calmarse, con las manos pegadas al rostro para no sentir que estallaría.
Volvió a tomar el móvil y se dispuso a husmear los mensajes que le habían entrado al teléfono. Pasó por entre los cientos y cientos de textos de Yakov escribiendo con mayúsculas en cirílico y plagado de errores. Lilia era más calmada, pero no por eso menos amenazante.
Finalmente, uno de ellos fue el que le hizo hundir el corazón como si de una piedra se trata.
Hijo, por favor vuelve a casa.
Cerró el mensaje al instante. Él no quería eso. No. No quería que la psicología de madre de Lilia acabara por hacerlo caer en sus trampas. Ignoró ese puntito de culpa que empezaba a expandirse por su mente.
Abrió, entonces, el mensaje que leyó a medias antes de escuchar el griterío de Yakov. Estaba seguro que eso iba a distraerlo de los malos pensamientos que estaba teniendo.
Si has cambiado o cambias de opinión, estaremos en el Ice Castle. Qué curioso averiguar que son una cadena de hostales alrededor de todo Europa. Un abrazo y espero que sigas disfrutando de Londres. Otabek.
Y definitivamente había funcionado en distraerlo.
Ahora que se sentía un poco más avispado en cuestiones de viajes Yuri se atrevió a tomar el transporte público, maleta y todo. Irlanda no se sentía tan poblada o amuchada como Londres por lo que fue un placer cuando pudo bajar tranquilamente -sin apuros ni gente que le pisara los talones- sobre la calle Westland Row, la misma que corría en dirección a la universidad más famosa de la ciudad y, como dato curioso, era dónde el escritor Oscar Wilde había nacido. Ahora sobre esa calle se encontraba un museo en su honor y Yuri podría agradecerle esto a su mapa recientemente adquirido.
Su nombre pasaría a ser Yuri Coleccionista de mapas Plisetsky.
El edificio del Ice Castle de Dublín se veía incluso aún más aburrido que el de Londres -si eso era posible- pero sí que era más alto. Se preguntó en cuál de todos los cuartos podría estar alojado ese grupito del demonio.
El lobby también era igual de vintage, solo que tenía unos toques más bien elegantes y de corte romántico. Detrás del mostrador estaba una esbelta mujer -japonesa, igual que Yuuko y su marido fanático de los juegos de computadora-, que atendió amablemente a Yuri.
-¡Buenos días! Bienvenido al Ice Castle de Dublín, ¿en qué puedo ayudar?
La placa que colgaba de su ropa rezaba Okukawa Minako. Yuri se distrajo unos segundos ya que algo en esa mujer lo incomodaba de cierta manera.
-Necesito un cuarto individual -declaró.
-De acuerdo. Tenemos varios libres... ¿me permites tus documentos?
Yuri suspiró y le entregó a aquella mujer lo que le pedía. Se dispuso a observar un poco más del lugar ya que le estaba molestando demasiado lo que no podía descifrar de esa mujer llamada Minako.
¿La conocía de algún lado?
-¿Plisetsky? -escuchó a la mujer decir con un tono interrogativo.
-Eh... ¿Sí?
-¿Eres el hijo de Lilia? ¿Lilia Baranovskaya?
Yuri vio su vida pasar frente a sus ojos.
Y, mientras eso sucedía, recordó de dónde es que la tal Minako Okukawa se la hacía tan pero tan conocida.
Su madre fue una prima ballerina en sus años de juventud. Luego de retirarse de los escenarios decidió abrir una pequeña academia de ballet para niñas que querían incursionarse en aquel fino arte. Como Lilia, antes de ser madre, solía viajar por el mundo solía tener muchas amistades por todos los rincones del planeta.
Minako Okukawa era una de ellas.
Yuri tenía pequeños recuerdos de la mujer -que seguía viéndose exactamente igual a esos momentos- viajando hasta Moscú e incluso dando clases especiales a las alumnas de Lilia. Las dos eran buenas amigas, no del tipo que mantenían contacto constante pero si tal vez una vez cada años o dos.
Lo suficiente como para que ella le avisara a su madre que había visto a Yuri en Dublín.
-Pues...
Pensó en mentir, pero realmente eso no tenía ningún sentido. Minako ya lo había reconocido. Asintió algo abatido.
-¡Pero que gran sorpresa! ¡Hace tanto que no hablo con tu madre! Envíale cariños de mi parte por supuesto. Debería ir a visitarla a Moscú -dijo, aunque sonaba como si hablara consigo misma.
-Se los daré -respondió con el labio tembloroso- ¿Ahora la habitación...?
-¡Ah, cierto! Te daré una de las suites, claro. No te preocupes, va a mi cargo ¡Jamás le cobraría un centavo al hijo de Lilia!
Yuri se mordió la uña del meñique. Él no quería deberle nada a nadie y menos que menos a una amiga de su madre.
¿Pero que podía decir él sin que sonase demasiado sospechoso?
-N-no tiene que tomarse la molestia...
-¡No es molestia! -exclamó sonriente con una tarjeta en mano- Anda, anda. Estás en el cuarto piso: son las habitaciones de más lujo ¡Y las que vuelvan! Pero siempre tenemos una vacía en secreto para emergencias.
Le guiñó un ojo con complicidad. Yuri le alzó el pulgar, temblando y con una falsa sonrisa. Minako no pareció notar nada extraño.
Mientras mandaba la maleta y la mochila en el montacargas, Yuri subió los escalones a toda la velocidad que podía para alejarse de toda la locura.
¿Cuáles eran las posibilidades? ¿Cuáles eran las muy malditas posibilidades?
¿Qué le esperaba en su próxima parada? ¿A Yakov con una camisa de fuerza listo para amarrarlo?
Al menos el cuarto era lujoso. No sentía un ápice de culpa en que le regalaran la estadía en tremendo cuarto sino que ahora le debía un favor a esa tal Minako, amiga de Lilia. Eso no podía augurar nada bueno.
La cama era de dos plazas y no había ningún JJ a la vista que roncara ni tampoco un Leo que mascullara tonteras en dormido.
Tristemente, tampoco había ningún Otabek.
Pero Yuri estaba tan, tan cansado que no se digno en enojarse consigo mismo por ese tipo de pensamientos. Simplemente se echó a la cama, con los zapatos y los jeans puesto, para dormirse instantáneamente.
Al despertar, no tenía noción ni de la hora ni el día en que se encontraba. Le tomó unos segundos incluso recordar que ahora estaba en Dublín y no en Londres.
Las caderas le picaban a causa de las ajustadas costuras del pantalón y si movía tan solo un centímetro el cuelo sentía que la cabeza se le desencajaría del lugar. Con mucho cuidado se estiró, realizando algunos movimientos de relajación para que el dolor no se expandiera más de lo debido. Podía agradecer eso a tener una madre bailarina y un padre ex patinador artístico.
Decidió que una rápida ducha y un cambio de ropa lo dejarían como nuevo. Podría decir que tuvo razón en su mayoría excepto en la parte de que el cuello seguía doliéndole como mil diablos.
Según su celular ya eran las cinco de la tarde, muy próximo al anochecer allí en Dublín. Tenía un poco de hambre -Yuri siempre tenía hambre, no podía hacer mucho al respecto- así que al menos saldría a comprar una botana.
El lobby se escuchaba bastante bullicioso, lleno de jóvenes viajeros que hablaban en un montón de diferentes. A Yuri, aunque no lo admitiera, le hacía bastante ilusión escuchar toda la multiculturalidad que vivías en el entorno de los viajes.
O quizás fuera que estaba esperando escuchar a cierto kazajo con acento canadiense.
-¡Pero yo quiero ir a The Temple Bar!
Y Yuri obtuvo su acento canadiense. Solo que no él que estaba esperando.
Se escondió en el rellano de las escaleras, un lugar estratégico desde donde tenía vista a la parte de atrás de la tonta cabeza de JJ. También podía ver unas esbeltas piernas femeninas asomarse desde el apoyabrazos de uno de los sofás.
También tenía vista directa a Otabek.
-Va demasiada gente -escuchó la voz de Leo aunque no podía verlo desde su escondite- ¡Sabes que a Beka y a mí nos gustan las cosas más calmadas!
-A ti lo único que te gusta es...
-¿Guang Hong? -intervino Mila.
-Bueno, aparte. A Leo solo le gusta asistir a shows de música. Yo quiero ir a una fiesta de verdad ¡beber cerveza hasta desmayarme!
-Quiero que dejemos una declaración jurada, aquí y ahora, que si eso sucede vamos a decidir por unanimidad dejarte tirado en una plaza.
En ese momento, Otabek alzó la mirada a la escalera y se encontró frente a frente con Yuri, que ya estaba tratando de escapar de regreso a su habitación.
-Yuri -lo llamó en voz alta.
Los otros tres giraron, ahora todos observando al pobre ruso que debían considerar como un pequeño acosador.
JJ alzó la nariz con algo de sospecha, pero fue Mila la que le quitó las palabras de la boca:
-¡Vaya coincidencia! -exclamó con una risa burlona.
-Pues sí -chilló Yuri, bajando lentamente hasta la recepción-. Siempre he querido venir a Irlanda, bruja ¿está eso mal?
Ella siguió riendo.
-Por supuesto que no, ¿verdad, Otabek?
-Eh...
-¡Yuri! ¡Que gusto verte de nuevo!
Yuri decidió que quería besar a Leo por ser tan oportuno e interrumpir el incómodo momento. El chico le tomó la mano y se la agitó enérgicamente. Mientras, Mila le echaba miradas socarronas a Otabek -del tipo estás atrapado- pero este no le devolvía ni una sola.
-Supongo que el niño nos va a acompañar -dijo JJ interviniendo-. Oh, bueno. Nuestros planes de ir a un pub se vieron aguados ya que tendremos que ir a las maquinitas de juego.
-¿Qué te pasa a ti? ¡Ya soy mayor de edad!
Quiso darle un puntapié en las espinillas pero JJ dio un salto hacia atrás que dejó a Yuri pateando el aire como si fuera un estúpido. Lo escuchó reírse fuertemente.
-A mí me parece una idea genial que Yuri esté aquí ¡ahora tendremos como desempatar en las decisiones! -exclamó Leo.
JJ se detuvo de reírse, viéndose repentinamente enojado. Mila también lucía molesta por el asunto pero Leo se veía más bien victorioso. Otabek, por su parte...
Se veía como Otabek.
-Ya sabemos para dónde se va a decantar.
- No sé a dónde me decantaré yo, pero mi bota está muy tentada de decantarse por tu trasero -le chilló a JJ.
-¡Bueno, silencio! -dijo Mila- JJ y yo queremos ir a The Temple Bar, el pub más famoso de Irlanda y probablemente el mundo entero. Otabek y Leo quieren hacer cosas de jubilados como pasear por Phoenix Park mientras tomamos una cerveza sobre el césped.
-¿Y quién dice que me quiero sumar a su excursión de borrachos?
-¿No quieres? -intervino la voz de Otabek a su costado.
Yuri tuvo que morderse la lengua para no soltar lo primero que se le venía a la cabeza. Tampoco quiso mirarlo pero tener a Mila de frente no ayudaba de nada: ella lo miraba de una forma bastante burlesca que no le gustaba nada.
Si elegía la opción de Leo y Otabek -que seguro era una mierda aburrida, pero haría feliz a las únicas dos personas que le caían bien- sabía en el fondo que la pelirroja seguiría mirándolo de esa forma que lo incomodaba.
Pero la opción de Mila y JJ...
-¿Entonces?
Odiaba tener que darle la razón a esos dos ridículos. Pero al final lo hizo.
Por una vez en la vida, sintió que no se arrepentía nada de la decisión que acababa de tomar. Si bien The Temple Bar estaba a explotar de gente con poca ropa, muy alcoholizada y con olor a humo, Yuri se sintió más como un adulto y menos como adolescente.
Mila había abandonada la mesa en la que estuvieron cenando unas alitas de pollo frito y bailaba con un grupo de turistas asiáticos, que no paraban de tomarle fotos como si fuera algo que en sus países no existía. Yuri no quiso pensar que harían esos raros con las fotos de Mila en faldas y medias de red.
Leo bailaba con una chica mientras que con la otra mano hacía equilibrio para no arrojar su pinta de cerveza negra. La muchacha tenía unas intenciones muy claras que podían verse desde Moscú, pero Leo se comportaba como si fuera una reunión de té y no una oportunidad para ligar.
Eso dejaba a Yuri con Otabek y JJ. Ambos a cada uno de sus lados.
-Odio a Leo -masculló por encima de la música, brazos cruzados y gesto molesto.
-Esa es nueva -contestó Otabek.
-¡Se suponía que yo me ligaría a esa chica!
-Deja de ser un niño -exclamó Yuri dándole un empujón que lo sacó de la mesa- ¡Hay un centenar de mujeres aquí!
JJ se levantó con la espalda erguida, tomando con violencia dos de los vasos cargados de la deliciosa cerveza irlandesa con sus dos manos.
-Si no me voy a ligar a quien yo quiero, pues me voy a emborrachar.
Se llevó el vaso a los labios y comenzó a beber desaforadamente para el horror de Yuri. Podía ver cómo le bajan los mililitros de cerveza por la garganta a gran velocidad. En menos de medio minuto, JJ había vaciado una de las pintas. Sonrió con fanfarronería a Yuri y se fue alzando las manos hasta donde Mila bailaba con los asiáticos. También estaba gritando, pero al parecer eso era un estado cotidiano en la vida de ese tipo.
-¿Y tú no bailarás? -inquirió Otabek dando sorbitos a uno de los vasos de cerveza. Pensaba que el chico no bebía alcohol pero miraba con bastante anhelo al oscuro líquido.
-No realmente.
Me recuerda a mis estúpidos padres, quería agregar. No es que Lilia o Yakov bailasen música de discoteca, pero el bailar en general le recordaba a ellos. A Yuri simplemente le gustaba el retumbar de la música en su pecho y las luces de neón que estallaban cada vez que la iluminación normal se atenuaba.
-¿Y tú?
-No me gusta este lado de las fiestas -contestó con algo de desagrado.
-¿Este lado?
-Me gusta la cabina del DJ -le dijo Otabek con un encogimiento de hombros-. Allí no tienes que preocuparte por bailar o ligar o ver si te emborrachas más que tu amigo.
-¿Eres DJ? -preguntó Yuri con ilusión en los ojos-Como... ¿un maldito de DJ de verdad?
-¿Qué sería un DJ que no es de verdad? -replicó el kazajo con un gesto entre confuso y divertido.
-Algún patán que hizo una mezcla con un editor online y pues ya se cree Tiësto o Armin van Buuren.
-Te doy puntos por no decir Calvin Harris -exclamó Otabek con una sonrisa verdadera.
Esa simple sonrisa le dio a Yuri una peligrosa idea.
-¿Quieres intentar algo divertido?
Otabek hizo como que se lo pensaba un poco.
-¿Sabes? Cada vez que Mila o JJ dice algo como eso yo ya sé que debo responder que no. Pero tú...
Se acercó un poco más a Yuri. No tanto como para tocarlo pero sí para que su brazo pudiera rodear el respaldo del asiento en que el rubio estaba sentado.
-No estoy muy seguro de tus intenciones -susurró muy cerca de su rostro.
-Te vas a tener que arriesgar, entonces -lo desafió Yuri.
Otabek no emitió ninguna palabra o sonido, pero la tímida sonrisa que se extendía por su rostro acabó por responderle.
La "cabina" del DJ en The Temple Bar estaba por detrás de la barra. Un tipo con rastas manejaba una mezcladora de un estilo más bien retro que iba bastante acorde con el estilo del pub. Yuri se separó de Otabek unos segundos -que ya podía deducir cuál era la idea divertida de Yuri y se veía más bien encantado- para acercarse al borracho que ponía la música.
-Eh, tú -lo llamó haciéndole un gesto con las manos-. Te tengo que pedir un favor.
-No, no puedo conseguirte tragos gratis -contestó el tipo sacándose los auriculares, sin dignarse a dejar que Yuri hablara-. Ni intentes coquetear conmigo.
-¿De qué hablas...? Mira, lo último que quiero de ti es un trago o coquetear... lo que sea -Yuri sacudió la cabeza-. Mi amigo quiere declararse a su chica esta noche y necesito que lo dejes poner un par de canciones -una pequeña mentira piadosa pero que podía funcionar.
El de rastas, que tenía un vaso de whisky con coca cola en la mano, se rió a carcajadas por encima del alto sonido. Yuri empezó a enfurecerse.
-Sigue intentándolo -dijo tras secarse unas lágrimas inexistentes.
-Te pagaré para que lo dejes poner una canción.
-Pf, ¿tú sabes cuánto me pagan aquí? -se burló mientras ponía los pies encima de la barra justo al lado de la consola.
Yuri se mordió el labio, empezando a sentirse seco de ideas. Entre lo que miraba a todas partes volvió a encontrarse con Mila y JJ, los cuales ahora bailaban bastante pegados el uno del otro. Era un tanto desagradable de ver pero le dio una idea.
-Te conseguiré una mamada de la pelirroja buenorra esa de allá -soltó.
Otabek abrió los ojos con completa estupefacción en dirección a Yuri por lo que acababa de proponer. Ni él mismo sabía la razón por la que lo había hecho, pero imaginó que Mila no tendría en problema de sacrificarse por su gran amigo.
El de rastas hizo un gesto de nada mal mientras miraba en la dirección que Yuri apuntaba.
-¿Es la que le está poniendo el culo en la cara del gigantón? -preguntó.
-Esa misma. Ya ves que no es algo que se encuentra todos los días.
-Te diré algo -empezó el DJ-. Consígueme al menos un beso con el gigantón y tu amigo puede poner todas las canciones que quiera en lo que dure.
-Alto, ¿qué? -masculló Otabek viéndose aún más sorprendido.
-¡Hecho! Se llama JJ y le dices que te mandaron Yuri y Otabek.
El de rastas abandonó su lugar con una sonrisa, dejando los auriculares en manos del estupefacto kazajo. Otabek seguía con la boca abierta en dirección a Yuri.
-Sabes que JJ es muy hetero.
-Lo sé.
-Y sabes que armará un escándalo cuando se entere.
-Nada me pone más ansioso que ver su tonta cara cuando le hagan la proposición.
Otabek se mordió el labio, visiblemente ocultando una sonrisa divertida. Yuri se sintió bastante satisfecho al ver su pequeño gesto.
Quizás tener amigos a los cuales hacer felices no era algo tan malo. Yuri quería ser amigo de Otabek, por algún motivo. Se le hacía bastante compatible consigo y no lucía como alguien agobiante. Él no podía pedir algo mejor.
Otabek se sentó en la punta de la banqueta y tomó los auriculares alrededor de su cuello, acercando uno solo de los cascos hasta su oído. Yuri no entendía nada de lo que estaba toqueteando pero la música comenzó a cambiar gradualmente de un pop más para bailar a un rock del tipo que solo servía para saltar como se hacía en los conciertos.
Los presentes tomaron bastante bien el cambio y comenzaron a moverse con más energía, juntando sus pegajosos cuerpos mientras se movían al compás de la música. La chica que JJ había querido ligarse se colgó del cuello de Leo, que reía y trataba de quitársela de encima. Mila alzó su vaso de cerveza al tiempo que soltaba un grito de emoción desde una de las banquetas en las que estaba descansando.
No podía ver a JJ ni al DJ borracho de las rastas por ningún lado. Yuri no quería que se fueran demasiado lejos porque eso significaba que se perdería del espectáculo.
Pero en ese momento pensó que el verdadero espectáculo era el mismo Otabek, que manejaba la mezcladora como un experto y revisaba algunas de las pistas que tenía a su disposición en una laptop que habían descubierto debajo de la barra. Yuri se vio atrapado cuando Otabek lo descubrió mirándolo.
-¿Quieres probar? -señaló con la mirada hacia abajo.
Yuri abrió los ojos con sorpresa ante la dirección que los ojos del kazajo estaban tomando.
-¡¿El... el qué?! -preguntó casi con un chillido.
-Pues hacer una mezcla ¿qué otra cosa creías?
Yuri se sintió como un idiota. Un idiota bastante sucio. Lilia se desmayaría si se imaginaba las cosas que su hijito estaba pensando.
-¡La mezcladora, claro! Te estaba probando, nada más...
Otabek rodó los ojos y le pasó los auriculares, corriéndose al otro lado de la banqueta para que Yuri tomara asiento a su lado. Tenía su costado pegado al suyo, de un cálido tolerable y no sofocante como el resto del pub.
En menos de un instante tenía la enorme mano de Otabek sobre la suya, dirigiéndola hacia algunos de los botones y palancas que la consola tenía. Yuri tenía los dedos completamente duros lo que consiguió que Otabek se los manejara con algo de fuerza, obligándolo a tocar los comandos que debía.
Yuri estaba maravillado. Y no precisamente por jugar a ser DJ.
Casi como si su cerebro lo hubiese predicho, alzó la vista a la pequeña pista de baile -ya que había más mesas que espacio pero la gente se las ingeniaba- y encontró las rastas del DJ en frente de una figura titánica que gesticulaba con indignación.
-Hora de huir -dijo Yuri en el oído de Otabek, que también miraba la escena.
El de las rastas entonces se arrojó a JJ y trató de besarle la boca. Yuri estaba seguro que al menos lo había rozado a pesar de los esfuerzos del canadiense. Otabek ahogó un jadeo a su lado. Arrojó los auriculares y tomó a Yuri del brazo para levantarlo.
-Sip, hora de huir.
Yuri estaba estallando en carcajadas cerca de los baños, tanto que ya le salían lágrimas de sus pequeños ojos. Otabek reía con más calma pero su cuerpo se movía con espasmos provocados por la risa.
-Eres hombre muerto -le dijo Otabek que se apoyaba contra la pared.
-¡Bah, como si me diera miedo!
Mientras los dos trataban de calmarse, Yuri pudo divisar una figura que corría con ganas hacia ellos dos: Leo. Se lo veía agitado y tenía una marca de labial corrido desde la mitad de la boca hasta la mejilla.
-Escóndame -suplicó tomando a Otabek de la camiseta.
-Ve y enfrenta tus problemas como hombre -le soltó Yuri. Leo gimoteó.
Era hipócrita que Yuri se lo dijera pese a que no iba en un tono más que de burla. El chico se escondió detrás de la ancha espalda de Otabek.
La chica que había estado con Leo hacía un rato -y seguramente la dueña del labial así como la amenaza de la que se escondía- pasó muy cerca de ellos tres escaneando a la multitud en puntitas de pie. Leo se agazapó más contra Otabek. No mucho después la chica se alejó.
-Se ha ido.
-Bien -Leo suspiró-. Por cierto...
-No me gusta ese tono.
-JJ está haciendo competencia de cerveza tirada. Algo sobre superar un trauma o no sé -dijo confundido.
Otabek se agarró la cabeza con resignación. Yuri se sintió un poco mal ya que era el culpable indirecto de aquello. Solo un poco.
Leo los dirigió hasta el lado del local en donde se estaba haciendo la competencia. Tres hombres y dos mujeres estaban posicionados con la boca casi pegada al pico del barril, una buena multitud alrededor de ellos.
-¡Todo! ¡Todo! ¡Todo! -exclamaban al unísono los espectadores.
Yuri pudo ver los rojos cabellos de Mila, pegada al oído de uno de los hombres del costado.
-¡Vamos, JJ! ¡He apostado veinte euros por ti! No me vayas a hacer perder, canalla -le gritaba ella- ¡JJ! ¡JJ! ¡JJ!
La imagen era un tanto desagradable. Los contendientes bebían sin parar del grifo del barril, regulando cada tanto la intensidad con la que saldría la cerveza. Una de las mujeres se retiró, chorreando alcohol por los labios.
-Joder, que asco.
JJ siguió bebiendo con Mila como su animadora personal. Poco a poco se retiraron los demás participantes hasta que tan solo quedaban Jean y un pelirrojo que parecía muy diestro en el fino arte de beber cerveza como si no hubiera un mañana.
Vio a JJ comenzar a atragantarse con la cerveza, aleteando las manos para callar los chillidos que Mila le estaba vociferando. Finalmente, se soltó de la canilla, de la cual todavía se derramaba cerveza que le manchaba la camisa.
-¡No! -lloriqueó Mila- ¿Cómo pudiste perder?
-¿Eh? -preguntó en un tono arrastrado- ¡Que no he perdido... aún!
JJ quiso regresar al pico de su barril -deslizándose por el suelo cual borracho de vereda- pero el pelirrojo ya estaba alzándose victorioso. La gente lo aclamaba al igual que sus amigos, los que ahora tendrían una ronda gratuita de cervezas.
-¡Nadie...! Nadie... -JJ hipó- ¡Nadie le gana al r-...!
No pudo terminar su frase porque estaba poniéndose de pie y claramente no era capaz de hacer ambas actividades. Otabek tuvo que tomarlo de la cintura pero el descomunal tamaño de JJ lo hizo trastabillar.
-¡No he terminado! -chilló con algo más de lucidez.
-Tú no, pero yo sí que he terminado -le dijo tajante Otabek.
JJ no chistó ante sus serias palabras.
Mila también se veía bastante borracha y caminaba balanceándose sobre el hombro de Leo pero la chica era demasiado inquieta. Yuri chasqueó la lengua antes de ir a ayudar, tomándola por la cintura también.
-Estás muy guapo, si no fueras tan joven... -rió ella con la nariz pegada en el cuello de Yuri- ¡Oops! Cierto que tengo novia...
-¡Yo puedo caminar sólo! -le espetaba JJ a Otabek mientras trataba de soltarse de un manotazo.
Otabek entonces lo soltó y todos se giraron a ver a JJ en cuclillas buscando las fuerzas necesarias para ponerse de pie. Mila carcajeó sonoramente.
-A que no puedes hacer el cuatro -lo desafió.
-¡Puedo hacer el cuatro si quiero! Te hago el cuatro, el cinco... el seis, el siete... el nueve...
-¿Y el ocho? -preguntó Yuri con algo de burla al verlo tan deplorable.
-¡El ocho viene después del nueve! -masculló JJ.
-Jean... -empezó Otabek.
JJ ya estaba erguido y con una de las piernas doblada a la altura de la rodilla, deslizándose peligrosamente hasta uno de sus costados. Otabek lo tomó antes de que cayera al suelo. Mila se rió otra vez, viéndose Yuri bastante contagiado de mofarse de la situación.
-Yo creo que has hecho el cero porque casi te vas redondo al piso -habló el rubio.
Pero JJ ya estaba dormitando con un brazo que colgaba del hombro de Otabek. Si bien el kazajo se veía bastante fuerte, Yuri terminó sintiendo compasión por el cansancio que se notaba en su rostro. No era para menos siendo que JJ seguía siendo un gigante de hombros anchos.
Al diablo con Mila y Leo. Otabek lo necesitaba más.
Por suerte, Minako no andaba dando vueltas en la recepción a esa hora. De todas formas había al menos otros siete turistas de diversos lugares del mundo que se veían tan -o incluso más- arruinados que JJ.
-¿Qué haremos si empieza a vomitar en el cuarto? ¡El baño queda al otro lado del pasillo! -exclamó Leo mirando a su amigo al que habían dejado despatarrado en el sofá.
-Leo, yo no creo que podamos ni subirlo -contestó Otabek. En cuanto dejó al canadiense echado ayudó a depositar a Mila a su lado.
Los dos suspiraron ruidosamente, jadeando por el esfuerzo de cargar a sus amigos. Otabek se giró hasta Yuri.
-Espero contar con tu apoyo la próxima vez que haya decisiones divididas -le dijo, aunque no sonaba acusador ni tampoco arrepentido por la noche vivida.
-Si sabía que eran tan subnormales... -dijo Yuri con un gesto- ¿Cómo no va a haber un ascensor en estos hostales de mierda?
-Creo que justamente por eso son hostales.
Entre los tres lograron despertar a JJ, que ahora se veía mucho más desorientado que antes. Era ahora el turno de Leo de cargar con él -Yuri ahora sí que decidió ayudar al chico- mientras Otabek ponía sus brazos debajo de las rodillas de Mila para cargarla ya que la chica seguía inconsciente.
-Otabek, no creo que sea conveniente que la cargues así por las escaleras... -empezó a decir Leo.
-Anda, los que se llevan la peor parte son ustedes -dijo sin preocupación-.Mila pesa como pluma.
-Si Mila es una pluma entonces JJ es el halcón entero -masculló Yuri-. Más te vale pongas de tu parte, idiota.
-Un rey siempre necesita esclavos... que lo carguen -dijo con sorna.
Yuri se contuvo de asestarle un puñetazo. O de soltarlo y que cayera escaleras abajo.
Les ofreció llevarlos a su habitación individual para que no también pudieran cuidar de Mila, ya que si no la chica estaría sola en el dormitorio de mujeres.
Subir los cuatro pisos fue una verdadera tortura que la Convención de Ginebra debería haber considerado en sumar a la lista de torturas prohibidas. Cada tanto JJ trastabillaba, haciendo que el corazón de Yuri saltase de miedo al creer que los arrastraría a los tres con la caída. El único que parecía tenerlo medianamente fácil era Otabek, pero se imaginaba que llevar una persona en brazos por escaleras tampoco era muy divertido.
Solamente se sentía un poquito mejor cada vez que la cabeza de JJ se chocaba ruidosamente contra alguna esquina. Yuri se imaginaba los moretones en la frente que le quedarían con algo de placer.
Al finalmente llegar al piso y a su puerta, Yuri dejó todo el peso de JJ sobre Leo -ambos se fueron ligeramente hasta abajo- mientras desbloqueaba la entrada. Todo seguía un pequeño desorden desde la tarde pero lo único que les interesaba era poder descansar. Otabek se apresuró a dejar a Mila sobre la cama, desplomándose rápidamente a los pies de ella y agitado. Leo se tiró a sí mismo al suelo con JJ incluido.
-Creo que nunca encontraré fuerzas para levantarme -masculló desde el piso. JJ comenzó a roncar a su lado.
Otabek no respondió sino que alzó su pulgar en el aire para ponerlo drásticamente hacia abajo. Yuri se acercó a su lado, atravesando los otros dos cuerpos en el camino. Otabek lo palmeó en una de las piernas mientras se levantaba.
-Gracias -susurró-. Lamento que tengamos que invadir tu habitación...
-Ya, ni que fuera la gran cosa -se apresuró a decir-. Aunque si me preguntas, hubiese preferido dejar a tu amigo allá en The Temple Bar.
-¡No más pubs! -gimoteó Leo-Y no más chicas acosadoras.
Poco después fue Leo quien cayó profundamente dormido. Yuri podía escucharlo respirar pausadamente pero el sonido era opacado por los fuertes ronquidos del canadiense.
-Bueno, creo que me encontraré un lugar entre Leo y JJ...
-Puedes dormir a los pies de la cama, si quieres -Yuri se encogió de hombros-. Encima que has tenido que cargar con esos dos.
-Pero Yuri -replicó con sorpresa- ya es demasiado todo lo que has hecho por...
¿Unos desconocidos?
No iba a negar que Otabek tuviera razón. No los conocía y todavía podían resultar ser un par de ladronzuelos que podían desvalijarle la habitación. Una secta asesina que usaría su cuerpo para algún ritual.
Pero en el estado en que todos se encontraban no se veían más aterradoras que un grupo de niños de primaria.
-¡No me hagas arrepentirme! O lo tomas o lo dejas.
Yuri no esperó a que Otabek respondiera sino que se metió entre sus sábanas, acurrucado en una punta para procurar que no tocase a Mila que dormía plácidamente a su lado. Apagó la luz y segundos después escuchó a Otabek deslizarse a los pies de la ancha cama, muy lejos de que Yuri pudiese tocarlo pero aún así sentía que las plantas de los pies se le prendían fuego al imaginarlo durmiendo allí.
Sería una larga y tediosa noche. Le restaba esperar que la mañana fuese mejor.
Bueno, Yuri tenía que admitir que al final no fue una noche larga ni tediosa. Sin pensárselo, había caído presa del sueño rápidamente. Fue un timbrazo del teléfono lo que lo despertó pero como podía dilucidar de cuál aparato es que venía, finalmente acabó por cesar el ruido.
La mañana se sentía más bien un infierno.
Se iba a morir del dolor de cabeza y eso que no había tomado más que uno o dos vasos de Guinness. Los músculos le dolían bastante, ni que decir de la tortícolis que le atacaba todavía el cuello. No le quedaba más que coincidir con Otabek en que sus amigos tenían unas pésimas ideas.
Se removió sobre las sábanas con inquietud. Otabek.
El chico aún dormía plácidamente a los pies de la cama, bocarriba y en una pose un tanto incómoda. El pecho le subía y bajaba rítmicamente, el rostro relajado, tan sereno que parecía imposible con esas cejas fruncidas que tenía todo el rato.
Mila igual dormía al otro lado de la cama, ahora acurrucada debajo de las mantas. Leo estaba en el frío suelo y tapado con una sudadera que se había robado de la maleta de Yuri. Y JJ...
JJ no estaba en ninguna parte.
-Ay, no -murmuró para sí mismo-. A la mierda con este tipo...
Sintió la ligera urgencia de ir al baño. Se destapó suavemente de las sábanas y caminó en puntitas de pie para que nadie se despertara. No quería que se armara otro revuelo porque el idiota mayor estaba desaparecido.
Aunque no lo estuvo por mucho tiempo, para desgracia de Yuri.
-¡Puta madre! -masculló con una mano en el pecho por el susto.
Acababa de abrir la puerta del baño cuando se encontró con... bueno, eso.
JJ, con la camisa vomitada y un solo zapato puesto, tenía la cabeza enterrada en el inodoro. Era una asquerosidad de proporciones colosales de observar. El pobre diablo no había tenido fuerzas ni para alzar la cabeza.
Yuri no sintió culpa en correr a buscar su teléfono para inmortalizar el momento. Podría servirle en el futuro si se ponía demasiado pesado.
¿El futuro? se preguntaba a sí mismo por sus repentinos pensamientos.
El teléfono volvió a timbrar. Yuri descubrió que no era ningún celular si no que venía del teléfono de la recepción. Y eso no podía significar nada que no fuera malo.
Se apresuró hasta la mesa de luz del lado de Mila, casi pisando a Leo en el proceso. Con dedos temblorosos alzó el tubo. Por favor que sea para ofrecer desayuno. Por favor, por favor, por favor.
-¿Hola? -dijo con la voz ronca y temblorosa.
-¡Yuri! Lamento despertarte tan temprano -rió la voz de Minako.
-Descuida.
Puta bruja, quiso completar.
-¿Pasó algo?
-¡Ah, sí! Verás, ayer luego de que viniste me quedé pensando en que no hablaba nunca con tu madre y le mandé un correo saludándola. También le dije que estabas enorme y muy atractivo.
Yuri respiró todo el aire que pudo. Probablemente sería la última vez que respiraría con tranquilidad.
-¡Y me dijo que no le avisaste en qué hostal estarías! Pobre de tu madre... Le pasé el número y dijo que te llamaría en cualquier momento de la mañana. Te decía para que estés atento al teléfono para que derive la llamada. O puedes venir abajo y esperar.
Apretó el tubo del teléfono con el puño. Contó mentalmente hasta diez para no gritar, pero no llegó ni siquiera al seis.
-¡Estaba ansiosa de poder hablar contigo!
Yuri colgó el teléfono con furia. Entonces, gritó.
Editado: No sé que pasó con los guiones >:c pero disculpen que sean los cortos en lugar de largos. Intentaré editarlos de a poco.
Editado 2: Bueno, creo que se solucionó. Me avisan si no fue así. Maldito Wattpad :c
¡Capítulo hiper largo! O bueno, para lo que yo suelo hacer (?) Espero les haya gustado este inicio de las aventuras en Dublín :D en principio sería un solo capítulo en dicha ciudad pero prefería hacerlo en dos partes: la vida nocturna y la vida de día, con más sobre la ciudad y demás.
Aunque con este me sale una pequeña duda que les quería preguntar: ¿Les gustan los capítulos largos? ¿O prefieren que los divida y en lugar uno de 7000-8000 palabras tengamos dos? El contenido sería el mismo pero me gustaría que me digan que les es más cómodo c:
Capítulo dedicado a Rave, que era la que más quería venir a Dublín ¡Espero te haya gustado! Y queda mucho por ver, así que no creas que aquí se acabó la visita por Irlanda (quizás hasta veamos otros lugares del país).
Por último muchas gracias por todos los mensajitos y votos <3 ¡Espero les guste esta historia! Todavía puede que peque de introductoria, pero tiene que ir ganándose confianza de a poco en el grupo ~
¡Próximo capítulo el sábado! O eso espero (?) Como muy tarde el domingo tempranito. Me demoré en escribir este porque mi computadora murió y tuve que usar la de mi hermano. Pero ya tengo una nueva así que no crean que eso significa que se libraron de mí :p
¡Besitos! Y hasta la próxima <3
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