Capítulo 9
✿.。.:* ☆:**:. 𝒱𝒾𝒶𝒿𝑒 𝒻𝒶𝓂𝒾𝓁𝒾𝒶𝓇 .:**:.☆*.:。.✿
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『MARATÓN 2/3』
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Sarada acarició la mejilla rojiza de Hina, la tenía reposando en sus brazos y como si de un instinto natural se tratara, Hina se acurrucó a su pecho en busca de calor. La punzada de ternura se convirtió en dolor. «Definitivamente, me dolerá cuando me tenga que ir» pensó.
—Si no te hubieses ido al extranjero cuando nos graduamos te hubiese elegido como su madrina —dijo Boruto, volviendo a soplar el malvavisco que parecía un poco quemado.
—Oh... —Sarada se sintió halagada, esa sería un buen motivo para ver a Hina cuando quisiera—, gracias. Pero creo que Shikadai hace un buen trabajo, de tus amigos es al que menciona más.
—Es natural supongo, creció los primeros años con él —Boruto se sintió un poco apenado recordando esos años, podría decir que fueron los peores para él. Su amigo no tenía porque soportar llantos de bebé en la madrugada y aún así, nunca le reclamó nada.
—¿Puedo preguntarte algo? —lo miró con timidez.
—Lo acabas de hacer —respondió suavemente, no planeaba ser brusco con Sarada, solo intentaba no mostrarse tan vulnerable—, ¿es sobre ella?
Sarada entendió que se refería a la madre de Hina, y era verdad, si quería saber de ella, pero en ese momento no, había algo que le preocupaba más.
—No... —ella observó como se desconcertó—, es solo que para Hina su única familia eres tú y sus tíos.
«Se refiere a él» pensó Boruto con el recuerdo de su padre perturbando su tranquilidad.
—Si te incomoda lo entiendo —se apresuró a decir, Sarada.
—No, no es eso. Bueno, sí, un poco —él de levantó y se acercó a ella—. No me gusta hablar de eso cuando Hina está presente, a veces se hace la dormida.
Sarada se levantó con cuidado y acomodó a Hina en los brazos de Boruto, ella inconscientemente, se aferró a su cuello y hundió el rostro en su pecho, era una imagen verdaderamente linda.
—Ya regreso, ¿podrías arreglar eso?
Sarada miró "eso" que Boruto señaló con pena, eran los malvaviscos que parecían convertirse en obsidianas. Se acercó sonriendo y colocó nuevos, pero con cuidado de no dejarlos tan cerca.
Suspiró, nerviosa. No sabía si hacia bien, pero mas que por querer estar informada o ser chismosa, como diría ChouChou, ella en verdad quería ayudar a Boruto.
Sabía que él no pediría ayuda, estaba segura que eso hizo todos estos años y por eso ahora no podía con tanta carga emocional retenida, no era justo... Boruto siempre la apoyó, a su manera... pero cuando tenía un mal día siempre lograba sacarle una sonrisa.
Tampoco era que sintiera que le debía algo, no era eso. Ella negó, acomodando sus pensamientos, era más que eso.
Su corazón en verdad deseaba poder ser un soporte para él, ser una amiga en la que pudiese confiar y desahogarse cuando fuese necesario. Él no tenía porque soportar todo eso, y solo.
Las pisadas de Boruto detrás de ella, la regresaron a la realidad, colocándola nerviosa y sorpresivamente, con la boca seca.
—¿Se pudieron salvar? —se sentó a su lado y la risa de Sarada fue suficiente para responder sus preguntas.
—Mejor come este —le extendió uno, levemente tostado, quizá estaba al punto y moría por comprobarlo.
—Gracias —lo sopló y tocó, aún seguía caliente—. Pues, la única verdad es que mi relación con mi padre se fue al carajo hace años.
—Creí que habían resuelto sus diferencias —no se atrevió a mirarlo porque sabía que él no lo haría, le era vergonzoso recordar su etapa de rebeldía.
—Sí, así fue —lo tocó de nuevo, más que para comprobar si estaba caliente, fue para mantener sus manos ocupadas—, pero cuando nació Hina ocurrieron muchas cosas y, creo que ahora no tiene salvación y lo entiendo. Yo nunca le he prohibido a Hina verlo o saber de él.
—Sé que no lo harías, por eso me sorprende que ella sea muy indiferente en ese aspecto.
—Hina es muy rencorosa —Boruto intentó no reír—, si presiente que algo me afecta lo odia y finge que no existe. Aun cuando yo intente demostrarle que no, porque no quiero que ella se involucre en cosas que no le conciernen. Es decir —intentó buscar las palabras adecuadas, quería justificar las acciones de su padre, pero era imposible—, yo nunca le hablé mal de mi padre, lo que ocurrió entre él y yo es punto y aparte, si Hina quiere verlo puede hacerlo.
—Pero... —Sarada lo instó a seguir, quería escuchar lo contrario a lo que imaginaba, pero la mirada de Boruto fue un balde de agua fría.
—Mi padre es el que no quiere verla, bueno... vernos —soltó por fin, sintiendo como una parte de su corazón volvía a doler—, y lo entiendo...
—Pero no es justo —Sarada se sorprendió de haber alzado la voz, pero sus emociones zambullían como el enojo—, tú mismo lo has dicho, el problema fue entre tú y él.
—Pero no fue un problema que se arregla con un "Lo siento" intenté hacerlo en su momento, pero creo que ninguno se encontraba en condiciones para poder tener una charla civilizada.
—¿Tiene que ver con tu madre? —se atrevió a preguntar y él asintió.
—Mi madre... —Boruto intentó hablar firme, pero el nudo en su garganta hacia más complicadas las palabras—, ella murió el día que Hina nació.
Sarada sintió como si la respiración se le hubiese pausado, escuchando con claridad sus latidos desenfrenados y le dolió, de verdad, pudo sentir el dolor que los ojos de Boruto le transmitían, ahora muchas cosas cobraban sentido y de una forma que ella no se esperaba.
—Poco después de graduarnos le diagnosticaron una enfermedad grave y, terminal. Fue muy repentino, no sabíamos que hacer —enfocó su vista en ese malvavisco que comenzaba a quedar frío. Lo observaba como si fuese una de las mejores creaciones del mundo, intentando engañar su mente para que el dolor de los recuerdos no lo dominaran—. Por un momento, pensamos que las cosas irían bien porque parecía mejorar, pero decayó y... yo estaba muy ocupado por el pronto nacimiento de mi hija que, no la frecuentaba cuando me necesitaba.
Mientras hablaba, Boruto se dio cuenta de eso, lo que realmente no se podía perdonar era eso. Haberse ausentado con la mujer más importante en su vida, para estar con una que lo abandonó sin motivo alguno.
—Él último deseo de mi madre... era verme y yo —su voz se quebró—, yo no estuve con ella por estar con otra persona que, minutos después se fue porque no se sentía lista para ser madre.
Sarada deslizó los dedos hacia él, tocando con un poco de indecisión su mano. Pero las manos de Boruto estaban frías y parecían temblar. Acercándose un poco más a él, con los hombros chocando, rodeó su mano y él le respondió con un suave apretón.
—Mi padre dijo que, la ultima expresión en mi madre fue de tristeza y desilusión y eso es lo que nunca podrá perdonarme. Y lo entiendo —en verdad lo hacía, intentaba ponerse en su lugar y aunque quizá hubiese hecho las cosas diferentes, su padre no era como él—, pero en verdad lo extraño.
—¿Amas a tu hija? —la voz de Sarada irrumpió en el silencio con suavidad.
—Es mi vida.
—Ese día... ese día estabas con ella, con tu hija. Deja de culparte por una persona que no vale nada. si hubieses estado solamente por esa mujer, te hubieses marchado como ella lo hizo, pero no fue así —Sarada se atrevió a tocar su barbilla, obligándolo a mirarla—. Tú hiciste lo que debías hacer, y estoy segura que la desilusión que sintió tu madre no fue porque no llegaste, fue porque sabía que no podría mirarte como lo que eres ahora; un padre estupendo con una niña que es un amor de persona.
Los ojos de Boruto brillaron después de mucho tiempo, era como si las lagrimas que se arremolinaron en sus orbes azules, fuesen ese dolor que se negaba soltar por culpa porque creía que merecía tenerlo dentro y cargar con el cómo un castigo.
—Sino hubiese sido así, no la hubieses llamado Hinata.
Boruto extendió la mano hacia los pómulos de Sarada, llegando a tiempo para detener con el pulgar una lagrima que escapaba de sus bonitos ojos. Ella apretó los labios, intentando contener un sollozo.
—No quería contagiarte mi tristeza —murmuró con culpa sosteniendo su cara con ambas manos, intentando detenerlas. Ver llorar a Sarada le jodía el alma.
—No estoy triste —lo miró fijamente, frunciendo el ceño—, estoy enfadada.
—¿Por no decirte antes?
Ella negó y tocó sus manos también.
—No merecías esto —era realmente injusto. ¿Por qué la persona que se esforzaba por hacer sentir bien a todos, tenía que fingir una sonrisa? —, nada de esto. Extraño al chico ruidoso que tenía migas de hamburguesa en la ropa.
Boruto sonrió. Los recuerdos del instituto siempre se conservarían en su memoria como una joyita y como un recordatorio de sus estupideces, como la más grande ellas; haberse obligado a pensar que las emociones que Sarada le causaban en el estómago, no era hambre.
Pero es que, en verdad amaba su amistad como para arruinarla con algo que pudo ser pasajero.
—Sigo aquí —intentó calmarla y ella cerró los ojos con pena—, ya no me ensucio al comer, pero si eso te hace sentir mejor...
Sarada se movió al reír y le devolvió la sonrisa.
—¿De verdad sigue aquí?
Boruto asintió.
—Te lo demostraré, pero te recuerdo, que tú —él se levantó y la jalo del brazo, sorprendiéndola—, lo has pedido.
—Espera, ¿a qué te...? ¡Ah! ¿Qué haces? —jadeó cuando sintió que sus pies dejaron de tocar el suelo, y el pecho de Boruto cerca de su rostro. Miró hacia abajo; estaba corriendo. Y después hacia arriba, encontrando una sonrisa maliciosa—. ¡NO! No, no ¡Detente! ¡El agua está...!
Helada.
Fría al punto de ser capaz de congelar algo, pero ahí, envuelta en los brazos de Boruto y con la compañía de sus carcajadas, Sarada no sintió frío.
—¡Idiota! —Sarada salió a la superficie y lo buscó con la mirada. Al encontrarlo detrás de ella, dio un manotazo al agua para que todo le salpicara en la cara—, eso es trampa.
—También era así, ¿o lo has olvidado? —él se echó el cabello hacia atrás, bajando las defensas de Sarada un momento.
—Entonces así será eh... —Sarada abrió paso hacia él, acercándose mas de lo que Boruto esperaba y haciéndolo retroceder un momento.
La sonrisa traviesa que Boruto amaba sacarle a Sarada, ahora estaba ahí, y aunque sabía que haría algo para vengarse, le fue imposible pensar en algo más que en ella. Y cuando logró reaccionar, lo inevitable sucedió, la pierna de Sarada empujó la suya y él cayó de espaldas estrellándose con el agua.
—Eso... —intentando recuperar el aliento, se limpió el rostro—, ¡Es una jugada sucia!
—Yo le llamo justicia —Sarada le dio la espalda sin poder borrar su sonrisa, juntando su cabello a un costado para exprimirlo.
—Yo te enseñaré que es justicia —murmuró.
—¿A sí? —ella se giró, lista para contraatacar—, quiero verlo.
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Boruto estornudó al mismo tiempo que Sarada y ambos se miraron con vergüenza, pero el sonido del spray que Hina roció alrededor de ellos los liberó de su burbuja.
—No quiero que me tiren sus gérmenes —ella siguió roseando desde el asiento trasero.
—Avisa para que baje las ventanas al menos —Boruto presionó el botón para hacerlo.
—Pero no entiendo —Hina se quitó el cinturón a pesar de la mirada retadora de su padre, y se acercó quedando en medio de ellos—, yo no me enfermé, ¿quiere decir que soy más fuerte?
—Si... —Boruto titubeó.
—Es que nosotros somos más grandes —se excuso Sarada—, más vulnerables.
—¡Viejos! —corrigió Hina, golpeando el ego de ambos.
—Aún estamos en medio de la segunda década, cuando llegue a la tercera si podrás llamarme así —se defendió, indignado.
—Lo anotaré —Hina asintió repetidas veces y Boruto suspiró, él se lo había buscado.
—Bueno, pero siéntate y abróchate el cinturón.
—Pero papá, somos los únicos en la carretera —ella se sentó de mala gana.
—Es por seguridad —continuó Sarada—, queremos que estés sana y salva.
—Bueno, pero ¿iremos a comer pizza mañana? —les rogó a ambos.
—Hina, recuerda que Sarada tiene su propia vida, quizá tiene cosas que hacer...
—Los sábados Sarada solo ve la televisión con su gato —dijo sin más.
—Hina —Boruto la retó con la mirada y ella se encogió.
—La verdad es que... —a Sarada le daba vergüenza admitirlo, pero su vida era extremadamente monótona, bueno, hasta que conoció a esa niña que se había convertido en su adoración—, tiene razón.
—Di que sí, mi papá tiene dinero puede comprar la pizza que quieras —la instó sacándole una suave carcajada, la expresión de Boruto era lo mejor.
—A mí me gustan más las caseras, y también se hacerlas, ¿no prefieres que la hagamos?
Los ojos de Hina se iluminaron y Boruto la miró con sorpresa.
—¿Podemos? —ahora era a su padre a quine miraba con esperanza.
Boruto adoraba ver esa expresión en su hija, y sin poder negarse, asintió.
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Sarada dejó su bolsa en la mesita de la entrada y se aproximo de prisa a su sofá, era comodísimo y ahora era el indicado para tomarse el tiempo de analizar sus emociones.
¿Qué había sido eso? ¿acaso...?
Ella hundió su rostro en la almohada al recordarlo, en medio de su batalla de chorros de agua que parecía interminable, un resbalón fue suficiente para observarlo cerca, más cerca de lo que jamás imagino que podría.
El recuerdo de los labios de Boruto rozado su mejilla sin querer, le removía las emociones hasta sonrojarse y lo peor... o quizá lo mejor, no sabía exactamente, pero esa mirada la hipnotizó por varios instantes, haciéndola olvidar todo, regresando a su corazón años atrás con sus inocentes sentimientos.
Sarada rodó sin dejar de abrazar la almohada y el duro piso la regresó en sí. Quejándose en el transcurso, se tocó la cabeza y aventó la almohada con bronca, no podía estar pensando en eso.
No podía ver a Boruto de esa manera.
—Estúpida alfombra —se sobó los hombros, nunca le gustó el color y ahora comprobó que no era suave.
La repentina vibración contra la madera llamó su atención y levantándose al instante, se acercó a la mesita. Sarada, instintivamente, se llevo la mano a los bolsillos de sus pantalones y tal y como recordaba, su móvil estaba ahí, entonces... oh no, no puede ser.
Abrió su bolso y vació todo y maldijo a lo bajo al encontrar el móvil de Boruto. Él le había pedido que lo guardara cuando se subió al auto y se le olvidó devolvérselo.
—Tendré que llevárselo al trabajo —lo volvió a dejar en su sitio, pero antes de soltarlo, la pantalla se volvió a encender. Sarada se detuvo un momento, y tras pensarlo unos segundos, lo levantó.
Las llamadas entrantes eran de el mismo número.
Pensando que podría ser algo importante, deslizo el dedo para contestar.
—¿Quién habla? —preguntó, la única respuesta era una suave respiración. Cuando estuvo a punto de colgar, la voz femenina la detuvo.
Era la misma de aquella vez.
—¿Se encuentra Uzumaki Boruto? —a pesar de que el tono era firma, se escuchaba temblorosa—, ¿Eres su secretaria?
—No, pero puedo informarle, ¿Quién lo busca? —apoyó el móvil con su mejilla y su hombro en lo que buscaba una hoja donde escribir.
—Ali Hill —la tinta roja se resbaló en ese pedazo de papel y Sarada se detuvo al escribir el apellido. Ese apellido... —, perdón, Alicia Hill.
Sarada sintió su cuerpo aturdirse y su conversación con Chou pasó como un flash junto a la foto de esa chica entre los brazos de Boruto, el nombre de esa cuenta que no existía, era ese.
—Oh, ya no es necesario —dijo deprisa—, muchas gracias.
El pitido de la llamada cortada permaneció en sus pensamientos mientras miraba paralizada la pantalla del móvil.
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—Ve a cambiarte mientras yo preparo tu desayuno para el colegio —Boruto cerró la puerta detrás de si, y se metió las llaves en los bolsillos—, vamos algo tarde.
—Siempre llegamos tarde —Hina dejó su mochila en el sillón y corrió hacia las escaleras, escuchó los toques en la puerta y giró sobre sus talones con la esperanza de ver entrar a Sarada, quizá había olvidado algo.
Boruto regresó a la puerta tocándose los bolsillos, no encontraba su móvil y sonrió al recordar que se lo había quedado Sarada.
—Sara... —él se detuvo en seco y las palabras se esfumaron.
Hina abrió la boca sorprendida al ver como su padre cerraba la puerta de inmediato y de forma ruidosa.
—Papá —ella lo miró confundida—, dijiste que es grosero cerrarle la puerta en la cara a las personas.
Boruto se quedó con la mano en el picaporte y con la mirada clavada al frente. Hina observó preocupada como su padre palideció en cuestión de segundos y su mano se aferró a la manija, de forma temblorosa.
—Papá —ella jaló de su camiseta para llamar su atención.
—Ve a tu habitación ahora —murmuró, trémulo.
—Pero...
—Te di una orden, Hinata.
Hina lo soltó instintivamente y retrocedió unos pasos demasiado sorprendida para poder entender lo que ocurría. Su padre nunca la llamaba así y mucho menos de esa manera.
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HINA DESPUÉS DE QUE LE GRITARA SU PAPÁ:
LECTORES AL VER QUE REGRESÓ LA INOMBRABLE:
YO ESCRIBIENDO EL SIGUIENTE CAPÍTULO:
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GRACIAS POR LEER, NOS LEEMOS EN LA NOCHE O MAÑANA EN LA TARDE <3
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