Capítulo 8
✿.。.:* ☆:**:. 𝒱𝒾𝒶𝒿𝑒 𝒻𝒶𝓂𝒾𝓁𝒾𝒶𝓇 .:**:.☆*.:。.✿
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『MARATÓN 1/3』
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—¡Papá! ¡Despiertaaaaa! —Hina jaló sus sábanas con fuerza—. ¡Ya es hora!
Boruto apretó los párpados con fuerza y se aferró a su sábana como si su vida dependiera de ella, a veces, sacaba su lado infantil con su hija y todo se volvía una locura. Era como pelear contra sí mismo, demonios.
—¡Papá! —insistió jalando con más fuerza.
—¡Hina! —Boruto se destapó la cara, enojado—. Todavía son las cinco.
—Pero papá, el río, tú dijiste que el río...
—El río no se va ir Hina, y dije a las seis.
Se volvió a cubrir con su sábana, dándole la espalda.
Hina hizo una mueca. Odiaba admitir que su padre tenía razón, pero sí, todavía era temprano y los ríos no se mueven como las montañas. Suspiró y gateó sobre su padre para acostarse a su lado.
—¿Me invitas? —le preguntó, jalando suavemente la sábana.
Boruto abrió los ojos y negó—No.
Hina frunció el ceño y él rio, levantando su brazo para que se meta entre las sábanas.
Hina rodó, chocando contra el pecho de su padre y acurrucándose en él. Cuando él la abrazó, junto a la suave frazada, Hina sintió toda la calidez del mundo envolverla y recordó años atrás cuando su padre pasaba más tiempo con ella.
También pasó por su mente todos sus intentos de sabotaje para no tener una niñera, y pensar que ahora disfrutaba tener una, pero es que... ¡Sarada era diferente! Ella de verdad parecía disfrutar estar con ella y no tenía intereses ocultos.
Hina eso quería, que alguien se le acerque sin pretender estar con su padre, ella solo quería una amiga para no sentirse sola.
Debía admitir que, cuando iba a los parques, se sentía muy celosa al ver que sus demás amigos tenían hermanos con quién jugar y eso era algo que ella nunca podría tener y, por si fuera poco, tenía que compartir a su padre con la tonta vida de adultos que parecía muy complicada.
Y ahora que lo pensaba, recordó que había olvidado su objetivo principal. Se supone que la niñera era para su papá y se la terminó quedando. Es que Sarada es taaan buena, pero también lo sería para su padre. Si ella se siente sola, no se podía imaginar él.
Su padre tenía problemas grandes que ella no podía entender. Quizá si fuese más grande o un chico podría hacerlo.
Hina levantó la cabeza, intentando ver si su padre estaba despierto, pero parecía dormido.
—¿Papá?
—Hum... —Boruto se negaba a abrir los ojos, ayer se había desvelado trabajando y se merecía esos cinco minutos más.
—¿Estás despierto?
—No.
—¡Papá!
—¿Qué? Hina —Boruto entreabrió los ojos.
—¿Tú que querías? ¿Niño o niña?
—Yo quería ver Netflix —murmuró para sí mismo.
—¿Qué?
—¿Qué?
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—¿Segura que no quieres que te peine? —pregunto Boruto, terminado de abrocharse el reloj.
—No, Sarada me peina mejor que tú.
Una flecha se alojó en el corazón de Boruto, destruyendo su ego de padre.
Boruto se detuvo, ofendido. Suspiró y cargó la mochila de Hina. Así era las mujeres, te cambiaban a penas conseguían algo mejor, pensó. Se sentía traicionado.
—¿Y cuántos días nos quedaremos? ¿Cinco? ¿Una semana? —se trepó en el auto con emoción.
—Un día —Boruto se disculpó con la mirada.
—¿Sólo uno? —ella se sentó de mala gana.
—Lo lamento, el próximo año nos quedaremos un mes si quieres —se estiró sobre ella para abrocharle el cinturón.
—¿Me lo prometes? —pestañeo repetidas veces logrando sacarle una risita a su padre. Él asintió y encendió el auto para dar marcha hacia la casa de Sarada.
El camino no fue largo, para su suerte, la casa estaba a quince minutos de la suya y Hina parecía ya haberse memorizado el camino, su emoción iba aumentando esquina tras esquina.
Boruto se detuvo y sacó su móvil para textearle a Sarada que ya la estaban esperando abajo.
—Recuerda comportarte Hina, Sarada ha sido muy paciente contigo.
Ella se volteó y arqueó una ceja intentando comprender a su padre.
—Sarada me dijo que no me tengo que medir, que puedo ser como yo quiera —fanfarroneó orgullosa.
Boruto entorno los ojos, hubiese querido tener la misma suerte.
—Conmigo no lo era tanto.
—Es porque eres hombre, papá.
Boruto pensó en preguntar, pero sabía que terminaría siendo un debate y no le molestaban, en lo absoluto. Pero pelear contra sí mismo no era buena idea.
Volteó al escuchar pisadas y se sorprendió al ver a Sarada salir con una mochila colgando en su hombro, pero no era por eso exactamente. El conjunto que tenía no era algo muy común en ella, el short blanco hacia lucir sus piernas más largas y torneadas de lo que ya eran y la piel blanca de sus hombros era interrumpida por dos tiras rojas de su blusa.
Hina bajó de prisa del auto y corrió a sus brazos gritando un enorme y largo "¡Saradaaaa!" él no pudo evitar sonreír cuando ella le respondió de la misma manera, nunca imaginó que se llevaría tan bien con los niños.
Eso le llevó a pensar que, se quedó atascado con la imagen de la Sarada del instituto, la chica que tenía claros sus objetivos y quería lograr sus sueños y lo había hecho y era muy feliz por ella, pero ese pensamiento lo pico un momento, en realidad, era como si no la conociera de verdad, oh bueno, no del todo.
La siguiente acción de Hina le hizo olvidar todo de repente; ella regresó al auto, pero subiéndose atrás y Sarada, por obviedad, aceptó el asiento de copiloto.
Boruto posó un momento los ojos confundidos sobre su hija, Hina nunca le cedía el asiento a nadie, ni siquiera a su tía Himawari.
La voz de Sarada le hizo prestar atención a su entorno y avanzar, ella le había saludado y le respondió con una sonrisa, le alegraba verla animada con el sin fin de preguntas con las que Hina le atacaba.
Así habían sido los primeros treinta minutos, hasta que el auto se volvió mágicamente silencioso. Observó de soslayo a Sarada voltear y sonreír. Él igual miró hacia atrás, pero observando desde el espejo retrovisor y como pensó; se había quedado dormida.
—Despertó más temprano de lo normal, ¿Verdad?
—Desde las cinco me fue a atacar.
—Eso es algo que heredó de ti.
—Lamentablemente —admitió.
El suave bostezó que escapó de Sarada le hizo apartar la mirada de asfalto. Ella se quitó las gafas y se frotó los ojos con la muñeca.
—Puedes dormir también, falta media hora —aparto la mano del volante con la intención de tocarla y se detuvo, regresándola de nuevo y sintiéndose nervioso.
«No puedes acariciarle la mejilla como a Hina» se repitió mentalmente, avergonzado.
—Estoy bien —se acomodo las gafas y se dirigió hacia él—. ¿Has podido descansar?
—Lo normal —intentó disipar sus emociones, pero el no escuchar la voz ruidosa de su hija lo inquietaba—. ¿Tú qué tal?
—Eh... supongo que lo mismo, mi vida es muy monótona —se acarició el cuello con nerviosismo, odiaba quedarse sin palabras. Realmente, hubiese querido poder conocerlo más y no haberse aferrado a la vida perfecta que ahora parecía tener porque... ciertamente, no la disfrutaba del todo.
—Siempre has sido así —él vaciló antes de continuar—, de pocas palabras —aclaró.
—Es que tú siempre has sido de muchas —se intentó defender.
—Lo siento por eso... ya sabes —Sarada parecía no entender y continuó: —, no ser el mismo de antes.
—Pues... ya no somos niños —ella intentaba convencerse de eso—, pero tengo la sensación de que sigues siendo el mismo, por lo menos con Hina.
Boruto se detuvo en el semáforo rojo y se giró suavemente hacia ella, contemplándola un momento, como si acabara de descubrir su más profundo secreto.
—¿Quieres que también lo sea contigo?
Sarada abrió la boca para decir algo, pero la respuesta fue un discreto jadeo, la había agarrado desprevenida. Su respuesta era sí, claro que quiero, pero no se podía deslizar por sus labios.
—Yo... si, es decir, si extraño esos momentos, pero entiendo que has madurado y... —«ya mejor cállate» pensó. Solo tenía que decir sí, un monosílabo común y corriente, o incluso asentir.
—Bueno —Boruto se acomodó de nuevo y avanzó cuando la luz se volvió verde—, luego no te quejes.
Sarada se sintió aliviada un momento y recobró la compostura, no quería dejar escapar esta oportunidad. —Entonces, ¿si sigue ahí?
Boruto sabía que se refería al antiguo Boruto, él adolescente que brillaba entre cualquier penumbra y siempre relucía una sonrisa. El chico ruidoso al que parecía que no le afectaba nada, quien imaginaría que su vida cambiaría tanto por un pequeño error.
—Eso creo —alzó los hombros como si le diera igual—, estoy muy ocupado intentando ser el padre ideal de Hina que he olvidado como era ser yo.
Ella observó su mirada nublarse, era doloroso ver como el azul cielo se volvía opaco, sin brillo.
—Yo creo que eres estupendo —le sonrió, aunque él no volteó, era como si tuviese miedo de hacerlo—, yo no creo haber podido hacer lo que tú, es mucha responsabilidad y admiro ese lado de ti que siempre has tenido.
—Gracias —le dedicó una mirada de reojo y sonrió con timidez.
Sarada quiso hacer lo mismo, pero se quedó quieta un momento, contemplando su rostro cubierto de las cálidas pinceladas del amanecer. Sintió como si una barrera se hubiese quebrado ante sus ojos, permitiendo ver al hombre frente a ella. No, él no era ese niño que recordaba, él era un hombre atractivo y con la mirada al frente tan decidida, como si nada pudiese doblegarla. Sintiéndose mal por mirarlo de esa forma, aparto los ojos y centró su vista en el paisaje a su costado.
—Hina —Boruto se quitó el cinturón y bajó del auto—, ya llegamos.
—¿A dónde? —balbuceó entre bostezos y estirando los brazos hacia su padre. Él la cargó para sacarla del auto.
—Dios, solo dormiste media hora y parece que se te reinició todo —le apartó el pelo de la cara y caminó hacia la orilla del rio.
Hina bateó las pestañas intentando analizar el lugar, y cuando sus sentidos se conectaron de nuevo, escuchó el bello sonido del rio que amaba y el aroma del bosque le llenó de energía los pulmones. Sus ojos relucieron como el sol mañanero y se removió en los brazos de su padre para bajarse.
—¡Por fin! —intentó correr hacia el rio, pero el tirón de su overol la detuvo. Giró e hizo una mueca al ver la expresión de su padre.
—Primero vas a comer y después esperarás una hora.
—Pero papá... —extendió los brazos hacia el rio mientras era arrastrada hacia el lado contrario.
—Nada, además tienes que guardar tus cosas.
—Pero...
—Recuerda que la ultima vez los mapaches te robaron las cosas.
Ella quería hacer un berrinche, pero lo recordó y su padre tenía razón. Su bonito peluche de gatito ahora debía estar en casa de algunos de esos mapaches y probablemente despedazado. —Bueno.
Sarada subió los escalones de la bonita cabaña de madera, contemplando a su paso, lo hogareña y fresca que lucía. Por un momento, pensó que se quedarían al aire libre, pero el lugar era completo, no era tan grande, pero si lo suficiente para ellos tres. Lo primero que observó, fue la pequeña sala amueblado en su mayoría con muebles de madera, con varios cojines, teniendo un aspecto rustico, al igual que la cocina que estaba a un costado.
Hina entró revoloteando por el espacio vació, lanzó su mochila en uno de los muebles y corrió hacia una de las puertas del fondo, supuso que era una de las habitaciones.
—No sabía de este lugar —admitió observando por la ventana el bosque frondoso.
—Lo descubrí hace unos años —Boruto abrió la ventana para que Sarada sintiera la brisa mañanera—, antes de que naciera Hina. Los chicos hicieron una fiesta aquí, sino me equivoco... —él se tocó la barbilla como si intentara recordar—, creo que fue cuando pasamos al ultimo año del instituto, seguro te invitaron y no quisiste venir.
—Probablemente —Sarada rio.
—Al caso es que, me pareció tranquilo. Ellos no volvieron a venir porque a Inojin lo vetaron del lugar junto a Metal porque rompieron el baño, aun no tengo idea de como —sonrió al recordar sus caras—, pero cuando Hina cumplió tres años, la traje por primera vez. A ella le gusta mucho el mar, ríos, y cosas así.
—Son como sus pequeñas vacaciones —ambos voltearon al escuchar las pisadas de Hina aproximarse.
—Lo son, en verano es imposible rentarla así que aprovecho esta fecha.
—Ya guardé mis cosas, ¿podemos? ¿podemos? —se abrazó a la cintura de su padre y lo miró fijamente con esperanza de un sí.
—Primero tienes que desayunar —le tocó la nariz y Hina frunció el ceño, separándose de él—, te haré panqueques, ¿no eso querías comer?
Ella pensó seriamente si hacer su berrinche, las ganas de comer panqueques e ir al rio eran casi las mismas, pero el hambre comenzaba a hacer una pequeña diferencia.
—¿Quieres que te peine? —Sarada le acarició el cabello y ella lo recordó, asintiendo con una sonrisa.
—¿Me puedes hacer trenzas? A ti te salen mejor que a mi papá.
—¡Te estoy escuchando!
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Sarada, en su corto tiempo con Hina, había descubierto muchas emociones que la sorprendieron y sacaron a la luz, actitudes que jamás creyó tener con nadie. Pero esas bonitas emociones, también podían volverse unas angustiantes. Aun no podía describir el miedo que sintió cuando Hina soltó su mano en medio del rio, ella parecía buena nadadora, pero la inquietud no podía tranquilizar a su corazón primerizo.
—Te supliré para que te puedas cambiar o Hina te va empapar —dijo Boruto a sus espaldas. Ella volteó y lo encontró justo en su camino, ella se hizo a un lado y él también—, no está pasando seguido.
Boruto rio, sosteniéndola de los hombros para moverse él hacia un lado. Sarada se paralizó un momento al sentir su tacto, sus manos grandes y fuertes, eran tan cálidas y suaves al mismo tiempo.
Él llegó hacia su hija y antes de que pudiese decirle algo, el agua salpicó en su torso y cara.
—¡Tramposa! —Boruto le devolvió la acción a Hina y ella sonrió haciendo los mismo, convirtiéndolo en un campo de batalla donde Sarada se tenía que apresurar a salir.
Con éxito, salió de la orilla. Solo se había mojado las piernas y su ropa permanecía intacta, pero lo mejor era cambiarse. Entró rápido a la cabaña y cambió de muda por una mas sencilla y fresca, esta vez la blusa era un poco más corta y de un tono azulado.
Cuando salió, intentó no reír al ver a Boruto intentando limpiarse la cara con Hina detrás de él, lanzándole más. Sarada pretendía acercarse para ayudarlo, pero se detuvo al escuchar el tintineo del móvil, se acercó a la mesita que había improvisado cerca de la orilla y buscó entré su bolso, pero al encontrar su móvil, el sonido volvió, pero no era el de ella.
Hizo a un lado los peluches de Hina y observó la pantalla del otro iluminarse junto a las notificaciones entrantes, era el de Boruto.
—Boruto —ella le llamó y él se detuvo a punto de tirarle una cubeta de agua a Hina.
—Ella hizo lo mismo hace un instante —pensó que lo retaría y ella negó.
—Tu teléfono está sonando, creo que te llegaron mensajes.
—Oh —él regresó su vista a Hina y le tiró el agua encima.
—¡Papá! —se quejó con los ojos cerrados para que el agua no le entrara más.
—¿Puedes revisar quien es? No quiero saber nada de mi trabajo, pero si es importante tengo que saber.
—¿Yo? —Sarada se señaló a sí misma y Boruto asintió.
—Quizá sea Inojin, ve si es importante, por favor. Si no, bloquéalo.
Sarada se guardó una carcajada y tomó el móvil, indecisa. Si Chou estuviese con ella, le diría que revisara todo, pero no podía irrumpir en la privacidad de Boruto de ese modo.
Cuando lo encendió, prestó atención a la imagen de fondo de bloqueo, espero ver una foto de Hina, pero solo era un bonito paisaje. Deslizó el dedo para desbloquearlo y retiró lo que había pensado, la de fondo de inicio era Hina y sintió una ternura enorme instalarse en su pecho, su corazón rebosaba de emociones. Era una foto cuando era más pequeña, quizá cuatro años y su cabello no era largo como ahora, eran pequeñas coletas a los lados junto a su característico flequillo recto.
Recordando su objetivo, observó las notificaciones intentando encontrar algo relacionado a su trabajo y lo consiguió. En efecto; era Inojin.
—Emm... —Sarada intentó llamar la atención de Boruto—, dice que si no importa que se haya confundido de plazo de entrega del proyecto importante.
Boruto se apartó el cabello de la cara y pensó un momento antes de hablar.
—Dile que no importa —respondió tranquilo y ella comenzó a textear—, que está despedido.
Sarada levantó la mirada perpleja y se arrepintió por un momento al encontrar esa sonrisa, llevándola en un deja vu. Las facciones de Boruto eran un cielo cuando sus labios se curveaban en una sonrisa y por si no fuera poco, el suave sonido de su risa la atrapó en un pequeño trance.
Sí, él seguía ahí, pensó con su corazón precipitándose en su pecho.
—Deja eso y ven —Boruto cargó a Hina cuando ella intentó atacarlo de nuevo.
—¡Sarada, date prisa! Tenemos que derrotarlo —Hina intentaba soltarse sin borrar la alegría en su rostro.
—Ni de broma, Sarada estará conmigo —Boruto se sumergió con Hina y ella salió de prisa y negó varias veces.
—¡Es mi niñera!
—Yo la conocí antes que tú.
—¡Es trampa, no había nacido!
Sarada bloqueó el móvil de nuevo y se levantó, antes de dejarlo en su sitio, la llamada entrante de un numero sin registrar volvió a obtener su atención, pero dirigió los ojos hacia ellos, la bella imagen de padre e hija luchando por ver quien terminaba mas empapado parecía muy amena como para interrumpirla.
Después le diría a Boruto que regresara la llamada, pensó, dejando en silencio el móvil. Ahora, de verdad quería estar con ellos.
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Buenas noches mis preciosos lectores (●'◡'●)ノ♥
Ya salí de vacaciones y como pudieron ver al inicio, les traigo maratón. Mañana subiré el siguiente capitulo que será la conclusión de este viaje y si me preguntan, ensalada, dónde está el BoruSara? Pues en este capítulo hubieron leves roces, pero lo bueno es en el siguiente.
El avance a partir de ahora será rápido porque la competencia entra en el chat. Extrañaran capítulos como estos en donde todo es bonito y tranquilo, así que disfruten bien este, que es de los últimos así!
Capítulo 9: Viaje familiar II (comienza, ahora sí, el BoruSara)
Capítulo 10: Roto (Narrado en primera persona por Boruto). No soy buena narrando en primera persona, así que tendré que autodestruirme para que me salga como lo tengo planeado e imaginado.
Nos leemos mañanaaaa <3
GRACIAS POR LEER, POR ESPERAR Y SU CARIÑO.
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