CAPÍTULO 19: Confesión

Sarada esperaba paciente a que el semáforo cambiara, normalmente ese minuto y medio solía ser una tortura. Y ahora que lo pensaba detenidamente, quizá era por el aura monótona en la que siempre estaba rodeada. Todo serio. Todo aburrido. Todo indiferente. Era todo lo opuesto ahora y nunca creyó que le daría uso al radio de su auto, pero con Hina todo era fuera de lo común.

—Oye tu pronunciación es muy buena para tu edad —ella en verdad estaba impresionada con la fluidez con la que imitaba las canciones en inglés.

—Papá me inscribió a una clase particular el año pasado —Hina volteó toda su atención emocionada hacia ella con una gran sonrisa. Hina era fan de los halagos, reconocimientos o todo aquello que demostraba que las personas estaban orgullosas de ella—. Al principio me aburria, pero dijo que si lo hacía bien me dejaría decir una frase en su estreno de videojuegos y, y... ¡Adivina quien tuvo su frase!

—¿En serio? —apartó por leves momentos la vista del frente para observarla, ella asintió repetidas veces— ¡Wow! Nunca imaginé que podrías darle voz a un personaje ¿Cuál fue tu frase?

—¡Vamos a explorar el bosque encantado! —recitó como si en la siguiente esquina en verdad fuesen a encontrar un bosque—, solo fue esa, cortita. Pero, pero... dijo que si avanzaba más ya podría decirlas completa.

—Sigue practicando entonces —Sarada le devolvió la sonrisa con cariño—, si le das la voz completa a un personaje, me pensaré en comprar el juego.

—¿De verdad? —Hina se quitó el cinturón, emocionada.

Ya habían llegado a la escuela, eso no le alegraba en lo absoluto, pero si lo que Sarada acababa de decir. Hina no conocía a Sarada tanto como le gustaría, ella omitía muchos temas que consideraba que podían resultar confusos o agobiantes para un niño como: su profesión, su familia, sus romances anteriores, etc. Pero si Hina había notado algo de inmediato, era que su padre tenía razón; Sarada era una chica reservada, autentica, independiente, decidida y muy centrada en sus metas, por lo tanto, ella no caía en distracciones, y si Hina pensaba en algo asociado a una distracción, caía de inmediato en los videojuegos.

Le parecía gracioso que se llevara tan bien con su padre cuando era él quien se dedicaba a crearlos.

— ¿Me lo prometes? —insistió y Sarada asintió.

—¡Si! —se inclinó dándole un beso en la frente—. Nos vemos más tarde, pórtate bien sí.

—Mmm... prometo no pegarle a nadie —abrió la puerta y salió despidiéndose con la mano.

Sarada se quedó en la entrada hasta que la vio perderse entre los pasillos junto a una de las maestras que solían guiarlos hasta el aula. Con todo lo que había pasado últimamente, no podía evitar sentirse insegura aun cuando esa escuela era privada y contaba con buena seguridad. Si por ella fuera, se quedaría a esperarla hasta salir, pero tampoco quería ser tan paranoica. Lo mejor era preguntarle a Boruto que había pasado, o que debía hacer al respecto.

Ella había olvidado mencionarle la visita de esa mujer el día anterior.

Sarada desvió sus pensamientos cuando encendió el auto. No. No era momento para ir al día anterior. Y es que ni siquiera era un día, fue hace unas horas... la vergüenza le subió a la cara de nuevo y aprovechó el semáforo para mirarse en el retrovisor. No era tan buena escondiendo ojeras, pero tomar sus dos litros de agua y dormir sus ocho horas diarias, si servían para algo.

Ella se frotó los ojos y volvió a centrarse en el semáforo. Demonios. Sin Hina los segundos pasaban tan lento.

Lo que menos quería era tener silencio porque eso significaba pensar, no quería estar a solas con sus pensamientos sintiéndose así, tan vulnerable y capaz de dejar todo sin importar nada.

Cuando salió del departamento esa mañana, con Hina de la mano, ella en verdad se lo pensó. Ella en verdad la extrañaría y no quería eso. No quería dejar de verla, ni a ella ni a Boruto. Pero ¿Por qué dejaría de verla? ¿Por qué había llegado a ese extremo?

Por mas que quisiera seguir evadiendo ese tema en su cabeza, era momento de tocarlo.

Ella era consiente que por lo menos en esa ciudad, no encontraría un puesto como el que tuvo por la forma en la que terminó su contrato. Lo ideal, era empezar de nuevo en otro lugar y ella no tendría ningún problema en hacerlo. De hecho, estaba en sus planes antes de encontrarse con Boruto en esa ocasión y terminase siendo la niñera de Hina.

Ella ya tenia todo listo para tomar un vuelo y empezar de nuevo. Ella ya estaba acostumbrada a aquello, pasar de página sin remordimiento por dejar algo atrás. Pero una obra de caridad: cuidar a un niño. Le cambió todo.

Lo que se supone serian días se volvieron semanas y después meses.

Lo que se supone había enterrado en lo profundo de su corazón, volvió a surgir con un soplido.

La cuestión era esa. Ella ya era consciente de la forma en la que ese par se adueñó de su vida, y lo duro que sería distanciarse de ellos con el afán de querer cumplir sus metas. Y es que no estaba mal querer continuar. Es decir, había perdido los mejores años de su juventud para centrarse en una profesión que en lo que cabe le gustaba y demandaba mucho tiempo, por eso se había cerrado a personas y prefería involucrarse con chicos de su rango. Así nadie acababa con el corazón roto.

Pero ahora, sentía que ella seria la que acabaría destrozada.

Sarada se sintió acorralada, en medio de una decisión que llevaba tiempo postergando.

Quería terminar de desarrollarse profesionalmente y tenia todas las capacidades y cualidades para hacerlo. Aún era joven, no tenía ataduras, tenía disponibilidad de tiempo y vida. Una de las razones por las cuales había adquirido un buen puesto al graduarse, era por sus méritos y disponibilidad para escalar. Porque era la única que estaba dispuesta a atender urgencias en días festivos. Todos recurrían a ella "Sarada, podrías..." "Sarada, es el cumpleaños de mi padre..." "Sarada, es el festival de mi hija..." "Sarada, es el aniversario con mi novia..." "Sarada..." "Sarada..."

Sarada agradeció haber llegado al estacionamiento en ese momento. Se detuvo y se llevó las manos a la cara, intentando alejar todos esos recuerdos, pero ya había tocado una fibra sensible. ¿Ella cuándo? ¿Cuándo había sido la ultima vez que visitó a sus padres? ¿La ultima vez que se divirtió con amigos?

Sarada bateó las pestañas con molestia al sentirlas húmedas. ¿En verdad esa era la vida que quería?

Realmente no estaba mal, ella podía continuar, pero no así. Su madre era el claro ejemplo de que se podía desarrollar como una gran medico sin dejar de lado su vida. Tenia que marcar limites y si ella no los había marcado antes, era porque no tenía una razón para hacerlo.

Ella se recostó un momento en su asiento, como si esperase una señal divina. Ella en verdad quería estar con ellos, lo anhelaba. No tenia idea de cuando fue la ultima vez que se sintió tan viva, tan a gusto... tan en un hogar, hasta que ellos llegaron.

Su móvil vibró en su bolsillo y ella agradeció esa distracción, sentía que se estaba ahogando. Se estiró para alcanzarlo y pensó que lo mejor era dejar de estresarse y hablar con Boruto primero. Él ya debió haber pensando en algo mejor y ella solo estaba ahí, mortificándose sobre como dividir su tiempo para ambos.

Ella encendió el móvil encontrándose un sinfín de mensajes de ChouChou, de solo ver la bandeja llenándose segundo tras segundo, le dio dolor de cabeza. Su amiga no molestaba, pero la falta de sueño si, el café que tomó antes de llevar a Hina no había sido suficiente y el cuerpo comenzaba a dolerle mientras avanzaba por los pasillos.

Decidió que respondería luego.

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Shikadai silbaba tranquilo mientras recorría los pasillos, silenciosos, de la mañana. Era mejor disfrutarlos ahora antes de que empiecen las juntas corporativas. No sabía si sería capaz de mantener los ojos abiertos a este paso.

Se llevó la tasa de café a la boca, dando un sorbo pequeño y lamentando haber bebido ayer.

"Me pudo ir peor" pensó.

—Buen día, ¿Qué tal amanec...? —Shikadai se quedó con la mano en el pomo de la puerta, observando la oficina vacía. Por un momento creyó que se equivocó, pero sin duda, era la oficina de Boruto.

—Creo que lo matamos —murmuró Inojin acechando junto a él.

—¿Llegó bien a casa?

—Si, lo obligué a darme su ubicación y no se ha movido de ahí —Inojin volvió a mirar el móvil—. Alguien se durmió..., eso quiere decir ¿fuga?

—No bromees, si se quedó dormido fue nuestra culpa —le recriminó—. Mas bien tuya.

—Yo no le puse el vaso en la boca —se defendió.

—¡De hecho si!

—Mmm, bueno. Quizá sí, pero solo el primero.

Shikadai suspiró y cerró la puerta. —Bueno, tendremos que continuar por nuestra cuenta...

—¡Oigan chicos...! —les dijo con emoción el amigo que siempre los acompañaba en el comedor y los proyectos.

—Si vienes a ver a Boruto, él no vino —se adelantó Inojin.

El chico detuvo su emoción por un momento y volteó hacia la oficina.

—¿Sí? Que raro, él nunca falta, pero —él volvió a prestar su atención al móvil y agregó con risas: —, no vengo por eso. Miren, están funando a alguien.

—Uy, a ver... —Inojin se asomó con curiosidad.

Shikadai suspiró, pensando como sobreviviría diez horas junto a ellos dos. Con Boruto era relativamente un poco más fácil. Podrían continuar en el papeleo que se quedaron ayer, dudaba que se tome todo el día, quizá solo llegue tarde y, cuando lo haga, podría decirles con que sería mejor continuar sin meter la pata.

Su plan comenzaba a aliviar un poco el dolor de cabeza producido por la resaca, pero la risa de Inojin le reventó la burbuja de paz.

—Pobre tipo, tiene muchas reacciones, me compadezco de él... —comentó su compañero.

—¿Pobre? ¡Estúpido! —Inojin pasó la foto—, como se le ocurre... ¡Oh por dios, es Boruto! —le arrebató el teléfono.

—¿Dónde? —Shikadai volteó hacia el pasillo.

—¡El de las fotos! —Inojin le gritó a Shikadai, hasta que se acercó.

—¿Qué? Yo no sabía que Boruto salía con una chica —dijo incrédulo su compañero y volvió a observar su propio teléfono—. Y esa no es la peor, hay una más comprometedora —

Volvió a cambiar la foto en una donde claramente se veía que era él, y quien era la chica con la que estaba.

—No seas mamón —Inojin se llevó la mano a la boca y le mostró el móvil a Shikadai.

Shikadai pestañeó varias veces intentando procesar lo que tenia frente a la cara. —Llámale.

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Mientras tanto, Sarada permaneció inmóvil en medio del elevador. La sensación era un poco similar a cuando hacías trampa y te descubrían. Un poco de frustración, con algo de decepción, vergüenza y arrepentimiento, pero entre esas sensaciones coronaba ese hormigueo que solo daba lugar a un nudo en la garganta.

Imposible de hablar para dar alguna razón justificable a su delito.

Sarada reaccionó hasta que oyó la voz de uno de los vecinos de los departamentos. No entendió que le dijo, pero intuyó que se refería a que no se movía del pequeño cubículo del elevador.

Ella le respondió un "Buenos días", quizá mas bajo de lo que desearía, pero no era tan consciente si realmente lo logró decir o se quedó atascado al igual del resto de sus palabras y lamentablemente, no sus pensamientos. Estos, ahora volaban de un lugar a otro, desde uno lamentable hasta uno vergonzoso en el que se autoconvencía de cosas inútiles.

Sarada abrió la puerta y el constante sonido del teléfono de la sala la regresó a la realidad con un gran dolor de cabeza. Ella se sostuvo del sillón y volvió a levantar el teléfono, lo suficientemente cerca como para que su cabeza lo procesara en lugar de su corazón. Pero eso era lo que no le favorecía, o quizá sí. Su cabeza era un arma de doble filo. Permanecía serena y consiente de las cosas y, sobre todo, de los limites que ella se había establecido desde que empezó a interactuar con chicos.

A diferencia de varias chicas, Sarada lograba tener el control de sus emociones y actuaba más por lo racional que por lo sentimental de su corazón. Pero con Boruto le estaba costando un poco más de lo que debería.

Se acercó al teléfono de la sala, arrastrando los pies y un poco de su propio cuerpo, obligándose a moverse. Distinguió el nombre en el identificador y ya suponía porque razón insistía tanto en llamar. Ella presionó el botón de apagado y se dirigió a la habitación principal.

Lo primero que encontró era el desastre que había dicho que arreglaría al llegar, después lo encontró a él cubriéndose la cara con las mantas. Sarada pensó en lo fácil que sería hacer "como si nada" e ir, y abrazarlo.

Aferrarse a la idea de todo lo que había dicho y jurado la noche anterior era verdad.

Esa idea era estupenda, podría considerarse la mejor de sus opciones. Dejarse llevar por los sentimientos por él, continuar con las caricias y el amor.

Continuar sentirse amada, eso se sentía muy bien.

Pero todas las palabras, besos, caricias... todo. Absolutamente todo. Se ha ensuciado con el solo pensamiento de que pudo existir una mentira de por medio.

No podía sentirse amada si en el fondo se sentía engañada.

—Boruto.

Él se removió un poco antes de voltear. Apenas podía abrir los ojos, y cuando distinguió que se trababa de ella, se relajó un poco.

—¿Quién es? —al parecer se refería a las llamadas.

—No contesté, pero vi el marcador de Inojin.

Sarada dudo un momento al encontrarlo así, desorientado y con la guardia baja. Pero no podía permitirse a esperar un segundo más. Solo una pregunta... bastaba con una sola y demasiado corta. Para él no debía ser un problema responder sino ocultara nada.

—¿Hina está en la escuela?

Su pregunta la desconcertó un poco, y le hizo darse cuenta de que los minutos estaban pasando más rápido que en su cabeza.

—Si —respondió de inmediato y decidió acercarse, no lo suficiente como para permitir que su respuesta le afecte. Aun así, tuvo el valor y lo miró fijamente— ¿Dónde estuviste ayer?

Ya. Lo había hecho. Solo tenia que ser honesto, decirlo... si lo admitía no había problema porque se supone que cuando no ocultas nada ser honesto no es un pesar. Es un alivio para no crear malentendidos.

—Con los chicos, ¿por qué?

Sarada permaneció en silencio, aun observándolo. Intentando asimilar lo que dijo, junto a su expresión cansada. Parecía un poco enfadado. Quizá no escuchó bien o es por la resaca.

—¿En serio? —insistió, aun con esperanza.

—¿En serio qué?

—¿Estabas con ellos? —su voz comenzaba a perder la paciencia.

—Ya te dije que sí —el enojo se deslizó junto a sus palabras y comenzaba a reflejarse en su mirada— ¿A qué viene eso?

El rostro de Sarada se sorprendió un momento al escucharlo así, pero en segundos su expresión cambió a una frustrada, siendo resultado del enojo y la decepción peleándose.

—Te molesta que te pregunte —esta vez no se molestó en preguntar, sus emociones se encargaron de afirmar con un suspiro pesado.

—Acabo de despertar... y lo primero que me preguntas es algo tan estúpido como eso. ¿En dónde más iba a estar? —él intentó moderar su voz, pero los ojos lo delataron totalmente—. Puedes levantar el teléfono y preguntarles si eso quieres. Ni siquiera se que tiene que ver o porque te importa tanto.

Boruto lamento al instante lo ultimo que dijo, cerró los ojos con pesadez, eso juego de palabras había quedado demasiado mal.

—¿Qué por qué me importa tanto?

Él intento decir algo más para intentar componerlo, pero los ojos de Sarada ya estaban cubiertos de enojo y dolor.

—Vale, se que no tenemos algo como tal y solo nos hemos acostado, pero sino vas a estar seguro de lo que quieres mejor no digas nada.

Boruto se reincorporó un poco, ahora más confundido por lo último— ¿Qué? ¿De qué rayos hablas? No te estoy entendiendo absolutamente nada.

Entendía el hecho de que se haya enfadado por su respuesta, mas no el porqué de su actitud desde un inicio. Actuaba como si le estuviese recriminando una mentira y era lo que no entendía.

Le había respondido lo que le preguntó.

—Te lo preguntaré una ultima vez —dijo severamente y acercándose— ¿Con quién estuviste ayer?

Boruto frunció el ceño también. ¿Por qué diablos insinuaba que le mentía? ¿Por qué con algo como eso? Él no le había mentido en ningún maldito momento.

—Con. Mis. Amigos. —repitió sosteniendo su mirada.

Después, él no espero en absoluto lo que le enseñó con el móvil.

Sarada pudo observar lentamente como su mirada se fue suavizando hasta quedar en blanco. Él trago hondo y levantó el rostro hacia ella, intentando decir algo. Sus ojos azules temblaron, nerviosos.

Para la razón de Sarada fue satisfactorio ver como la cara de él pasó de enojo a arrepentimiento, eso solo significaba que ella tenia razón. Ella no se había equivocado. Pero para su corazón... eso había sido un ataque desalmado.

Ella se dio la vuelta escuchando como decía algo más al fondo y comenzaba a levantarse. Pero ella azotó la puerta.

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Hina se metió a la boca todas las palomitas que pudo y continuó masticando sin preocuparse tanto por el ruido, a Sarada no le molestaba. Y especialmente hoy, después de la escuela, ella estaba muy callada. Ella actuaba extraña, pensó volteando hacia ella.

Normalmente ella siempre cocinaba para ella, o lo hacían juntas sino involucraba un horno, pero hoy no fue así, Sarada pidió comida. También noto que ella siempre, sin excepción alguna, le permitía mirar la televisión solo si terminaba sus deberes de la escuela, pero hoy, por primera vez en todos esos meses como su niñera, le permitió hacerlo sin haber hecho sus deberes. Y no solo eso, ella estaba su lado viendo la televisión.

Sarada nunca la miraba.

—Sarada... —logró decir después de engullir las palomitas— ¿Por qué estas comiendo helado?

Esa era otra cosa que ella jamás hacía. No comía cosas tan dulces, si tenía helado en la nevera era para su amiga ChouChou, pero hoy, Sarada ya llevaba medio pomo.

—Se me antojó —respondió con la cuchara aun junto a los labios, sin apartar los ojos del televisor— ¿Quieres? Hay de mango en el refrigerador, es solo de agua y frutas.

—No —Hina se removió en su asiento y la observó fijamente—, pero es raro. Estas comiendo chocolate y dijiste que no te gusta.

—Necesito serotonina en el organismo —murmuró.

—Seteno... Senoto... Sede.. —intentó repetir—¿Quééé?

Una suave risa se escapó de Sarada y ella volteó por fin, acercándose un poco a ella y haciendo un lado su flequillo— Sentirme mejor, estoy algo... estresada.

—Ustedes los adultos todo el tiempo están así —le dijo Hina con preocupación— ¿Es el precio de crecer?

—No siempre... —Sarada cambió su actitud de inmediato, no quería involucrarla en sus problemas—. Pero, así como hay días buenos, también hay días malos. Y no está mal... lo malo seria que la forma en la que decidas enfrentarlo no sea la correcta.

Hina se rascó la cabeza un poco confundida— ¿Estar estresado es estar como... enojado y triste? ¿A eso se refieren?

—Algo así...

—Oh, ya entiendo —ella se reincorporó un poco con emoción—. Entonces tiene solución. Yo cuando me siento enojada o triste hago muchas cosas, por ejemplo: juego, veo películas, o como mucho. En especial la comida, es muy rica y buena. Y, y, y... ¿sabes que me ayuda mucho en especial?

—¿Qué? —Sara le dio toda su atención, un poco más relajada.

—¡Le pido un abrazo a mi papá! Esos son muy buenos y al instante me siento mucho mejor. ¿Quieres que le diga a mi papá que te abrace para que te sientas mejor?

Sarada sintió una daga directo en el corazón. Suspiró y desvió la cara para que no notara su expresión. «No quiero verlo ni en pintura»

—No te preocupes, estoy bien así —sonrió ligeramente—. El helado es muy bueno.

—¿Segura? —preguntó preocupada aun—, si quieres podemos jugar.

Sarada volvió a reír, esta vez con sinceridad.

—Estoy bien Hina —sintiendo los ojos húmedos, dirigió su rostro al televisor de nuevo—, no te preocupes.

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—¡Oigaaaan!

El chico entró a la oficina sin tocar, descolocándolos un poco de sus puestos. Shikadai le dio un vistazo de reojo y siguió con su trabajo, Inojin aprovechó la oportunidad y giró en su silla para prestarle atención.

—Boruto llegó —cerró la puerta detrás de si—, lo vi en el pasillo y me azotó la puerta en la cara.

Shikadai levantó el rostro hacia el reloj de la pared, era poco más del medio día. En el fondo, sabía que llegaría, aunque fuese tarde.

—Wow, si está enojado —Inojin se dirigió a Shikadai—. Te toca.

—¿Yo por qué? —Shikadai continuó revisando los papeles.

—Eres su mejor amigo.

—Tú su cuñado, no creo que deje viuda a su hermana.

—Pero yo lo obligué a tomar —se quejó arrepentido.

—Ni siquiera me respondió los buenos días —les dijo su compañero desde la puerta.

—Es porque ya es de tarde, seguro lo irritaste más.

Shikadai suspiró y guardó lo que había hecho. Antes de levantarse, el teléfono de la oficina que estaba en su escritorio sonó. Echó un vistazo y sus ojos se arrepintieron al instante. —Es él.

—No contestes —le pidió Inojin con las manos.

—Se enojará más sino le contestamos —levantó el teléfono y lo puso en altavoz—. Hola.

—Manda a Inojin a mi oficina, por favor.

Inojin se paralizó y negó con la cabeza.

—Dile que no estoy. Sali para comer. Dile. Dile —murmuró, desesperado.

Shikadai rodó los ojos y continuó con molestia, seguro a él lo mandarían—. No esta aquí, salió a comer.

—Okey —colgó.

Shikadai observó el teléfono un tanto trastornado, no había escuchado mal, si colgó— Se lo tomó bien al parecer.

—Menos mal —Inojin se volvió a relajar en su silla—. Ya me había asustado, por un momento pensé que...

—Yamanaka Inojin —se escuchó la voz de la recepcionista por todas las oficinas y edificio, estaba voceando—, favor de presentarse a la oficina general del piso cuatro. No es horario de comida. Yamanaka Inojin, favor de presentarse a la oficina general del piso cuatro. No es horario de comida.

Yamanaka Inojin se quería morir.

Su alma se paralizó en la silla y sus amigos solo pudieron reír ante su reacción.

—Sino estaba enfadado ahora si lo está —se burló Shikadai volviendo a su trabajo—. Suerte.

—Mierda.

Inojin se plantó frente a la puerta y tomó una gran respiración. «Si puedo. Si puedo.» su mano se estiró y tragó hondo antes de golpear. «Ya te está esperando adentro, ni tienes que tocar» se dijo a sí mismo y abrió la puerta.

—Buenas... —se asomó un tanto nervioso, pero al instante se descolocó.

Boruto estaba en su escritorio con una mano sujetando su frente, sus ojos agobiados estaban acompañados de ojeras y su dedo índice de la otra mano estaba a punto de destruir la tecla "Enter" de su ordenador.

Cuando notó su presencia, sus ojos se movieron hacia él, casi atravesando su alma y después regresó a la pantalla del equipo.

—Dos días libres completamente pagados y con bono si le das un putazo a Kenji —le dijo sin vacilar.

—Espera, ¿Qué? —terminó de entrar y cerró la puerta— ¿Para eso me llamaste?

—Tres días ya es muy avaricioso de tu parte —refunfuñó.

—No, no. Los dos días están perfectos, pero ¿por qué? Ósea —Inojin tomó asiento y se apoyó en el escritorio—, yo se que es insoportable. Pero ¿por...? No me digas que él fue...

Boruto se dejó caer en su silla con un suspiro pesado— Al idiota se le olvida que soy programador.

—Bue... —Inojin imitó su acción y negó con la cabeza antes de agregar burlonamente: — Si quieres lo tiro por las escaleras.

—Lo consideré, pero tendría que pagar su incapacidad, con unos golpes tendrá que presentarse a trabajar...

—¡Lo decía en broma!

—Bueno, ¿Lo harás o no? —se irguió de nuevo, frunciendo el ceño.

—Para que veas que veas que soy un gran amigo lo haré solo por un día de vacaciones, pero el bono si lo quiero. Y dos vales de comida.

—Bueno, sí, sí... —Boruto suspiró de nuevo, ahora un poco apenado. Intentó encontrar las palabras adecuadas para lo siguiente, pero su cabeza seguía dando vueltas—. Otra cosa... Emmm... No, olvídalo.

—Oh, vamos. ¿Qué te pasa? —el rubio se acomodó en su asiento y ladeó la cabeza intentando descifrar su expresión— ¿Qué hiciste?

Boruto continuó con la mirada perdida en el ordenador, los minutos pasaban y esos correos no se iban a leer solos, pero lo único que podía visualizar en esos momentos era la cara de Sarada. Triste y enojada. Ella probablemente estaba pensando en como asesinarlo en su próximo encuentro, si es que aun era digno de verla de nuevo.

—Todo es tu culpa —se quejó, dándose la vuelta en su silla—. ¡Yo te dije! Te dije que el vodka... ¡No!

—Olvidemos las causas y centrémonos en las soluciones —se apresuró Inojin— Ya dime que hiciste.

Boruto giró en su silla para encararlo de nuevo. Minutos después de una corta, pero profunda explicación. El volvió a su posición deprimente observando el ordenador y como los correos seguían llenando su bandeja, por su lado, Inojin hizo una mueca de ¡AUCH!

—Tener a Hina se ha vuelto, justo ahora, tu segunda metida de pata.

Boruto le respondió con una mirada mal humorada.

—No sé cómo disculparme... —murmuró arrepentido, cubriéndose el rostro—Ella cree que soy un idiota, mentiroso...

—Bueno, sí.

—Vale, idiota si, pero yo no le he mentido —aclaró, desesperado.

—Habla con ella, hombre. La clave para siempre llevar la paz con las mujeres es la comunicación.

—¿Hablar? —Boruto se irguió de su silla para apoyarse en su escritorio con frustración— ¿Cómo se supone que hable con ella si me bloqueó hasta de Facebook?

Inojin soltó una carcajada ante lo último—. Estoy completamente segura de que aquello fue de parte de ChouChou.

Boruto se llevó ambas manos a la cara, queriendo jalarse del cabello que ni se había molestado en arreglar esa mañana. —No solo le tengo que pedir disculpas a ella, ahora a sus amigas también. Genial.

—Así funcionan las mujeres, para tu suerte Sarada solo tiene una amiga —Boruto asintió ante eso, un peso menos—. Para tu suerte terriblemente mala, es ChouChou.

El animo de Boruto no solo cayó, resultó aplastado.

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El resto del día continuó, demasiado lento, pero al final el sol logró ocultarse. Era curioso como la vida adulta resultaba así, seguía su curso lineal, aunque tu sintonía estuviese completamente dispareja.

Boruto lamentaba tener que seguir en la oficina hasta tarde cuando lo único que quería era aclarar esa situación. Lo último que quería es que Sarada pensara que no le importaba o que le restaba menos, y aunque eso era lo que prácticamente tenía que hacer, porque el trabajo no podía esperar, él se sentía desesperado. Sintiendo que con cada segundo que pasaba ella más lo detestaba.

Era Sarada después de todo, y si algo tenían en común era lo tercos y su ideología de no dar segundas oportunidades.

Lo que mas le frustraba es que fue producto de un malentendido. Un malentendido que no solo causó eso, también fue consecuente de ahora tener varios correos, llamadas, reacciones, preguntas que siempre evitó, y mensajes de Aly. Bueno, de lo ultimo ya estaba preparado mentalmente al haber llegado a un "Acuerdo", pero desde la situación en la que estaba parado ahora, no era lo mejor.

Él salió de su oficina ya muy noche, acompañado de unos pocos que tomaban el turno nocturno como él solía hacer a veces. Cuando se subió al auto y comenzó a conducir, en medio de la autopista comenzó a considerar si arreglar las cosas ahora, pero culpablemente, recordó que Sarada le había avisado hace una hora que dejó a Hina durmiendo y ella se había retirado.

Le parecía curioso como en medio del camino oscuro, apenas iluminado por las luces delanteras, la vida se apresuraba a hacerlo elegir. Era algo muy sencillo, pero ahora era consciente de que podía referirse a algo real después.

Soltó un suspiro agotado y tomó la curva con dirección a casa.

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La puerta se azotó contra la pared y Boruto abrió los ojos en automático. Estaba seguro de que su adorada hija, lo mataría de un infarto algún día.

—¡Papááá...! —ella saltó, trepando y colgándose de él como si solo fuese un cumulo de mantas— ¡Buenos díaaaas!

—Buenos días... —murmuró ignorando los pisotones en sus costillas.

—¿Qué haremos hoy? Es tu día libre —chilló con emoción jaloneando su hombro en un intento de voltearlo—, lo vi en el calendario de tu computadora.

—¿Qué haces husmeando en mi computadora? —se dio la vuelta, escudillándola con los ojos, como si pudiese competir contra los de ella. Y Hina, ganadora como siempre, se lo devolvió recordándole a la par que de él había heredado esa mirada.

—¡Soy tu hija! —terminó de voltearlo y se cruzó de brazos, imitando su postura indignada—, tengo todos los derechos. Ahora dime a donde iremos.

—A dormir —soltó junto a un bostezo, dándole la espalda de nuevo—. Estoy cansado y son las seis con quince.

—Pero papá... él día se acabará pronto.

—Acaba de empezar, Hina —se quejó, tirando de su sabana para cubrirse—. Ojalá despertaras así los lunes por la mañana.

—¿Por qué no vamos a desayunar con Sarada? Ella ya debe estar despierta, los domingos solo...

—Hina —le interrumpió suavemente, intentando ocultar la opresión en su pecho tras la mención de su nombre—. Sarada te ve todos los días, déjala descansar, no sabes si tiene otras cosas que hacer. No puede estar todo el tiempo...

—¿Le molesto?

Boruto sintió un escalofrió recorrer todo su cuerpo al escuchar ese tono de voz. Ese tono mas agudo de lo inusual. Él se volteo de inmediato, esperando que su instinto de padre se equivocase por primera vez, pero lamentablemente por algo se llamaba instinto.

—No, no —intentó, demasiado tarde. Hina comenzó a llorar, inundando toda la habitación de con su llanto—. ¡No me refería a eso! ¡No llores!

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—Serian veinticinco dólares, ¿Efectivo o tarjeta? —La cajera sonrió, sin apartar los ojos de él.

Boruto respondió insertando su tarjeta con una mueca enfadada.

—¡Hace tiempo que no veníamos! —Hina corrió hacia su mesa favorita: junto a una ventana y con vistas a la cima del trampolín y pantallas—. No ha cambiado nada, ¡Mira!

Boruto ladeo el rostro hacia la pantalla gigante, estaba seguro de que sintió nauseas al ver un anuncio de su empresa. Lo que menos quiere uno en su día libre es saber sobre su trabajo.

Él se sentó recargándose en el respaldo y estirando las piernas. Sacó el móvil de su bolsillo y cuando miró la hora un lamento se escapó de sus labios, era el único idiota que cumplía el capricho de su hija de desayunar una hamburguesa a las siete con treinta. Sano no era, pero mas insano era que sus vecinos siguieran escuchando su llanto un domingo en la mañana.

Él se llevó el teléfono a la cara, dándose leves golpecitos con él, mientras negaba.

—No, no tendré más hijos, definitivamente —murmuró tras cada golpe.

—¿Qué? —Hina lo miró confundida.

—Que te amo infinitamente —abrió la bolsa de hamburguesas.

—¡Yo también, papá!

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—Me deprime verte deprimida.

ChouChou la observó, preocupada.

—No estoy deprimida —le dijo Sarada, dándole un vistazo de reojo mientras continuaba su labor en su computadora.

—Es domingo y estás trabajando. Estas verdaderamente mal.

—ChouChou —rodó los ojos al igual que su silla, encarándola—. Estoy bien, no es para tanto.

—Me siento culpable por habértelo enseñado —declaró, mordiéndose las uñas.

—Me iba enterar igual, todo... internet y las redes está llena de esa "noticia" extravagante —giró de nuevo, evitando que descubriera esa mueca dolorosa que se ocultaba entre la desinteresada.

—No imaginé que escalara tanto, es decir...

Sarada tampoco. Fue hasta ese momento que entendió la postura en la que estaba Boruto y el porque de varias de sus acciones, incluso las que involucraban a su hija. Él no tenia la fama de una celebridad, peros si la de alguien importante. Alguien de quien solo se sabia el apellido, y ahora, que algo tan jugoso como eso salió a la luz, se vendió como pan caliente.

Para ella esas noticias no eran relevantes, pero sabía que para el resto de las redes sí. Descubrir de un día para otro que uno de los recientes CEO'S, que había mantenido su vida tan oculta, tenía un amorío, o que incluso escondió su "matrimonio" dejaba mucho que hablar, y vaya que lo estaban haciendo.

Estaba segura de que a Boruto le importaba un reverendo carajo, siempre y cuando no involucrara a Hina. Lo mas probable es que por eso no se ha defendido, ni ha demostrado ninguna postura sobre aquello. O simplemente no tiene nada que desmentir, y era lo que le daba uno que otro pinchazo a su corazón.

Se llevó los dedos a la cien, intentando calmar el malestar y disimular el temblor en su mano. Pero extraño le resultó como el malestar se extendía por todo el cuerpo, cansándola y bajándola hasta lo mas vulnerable. Ella se recargó en su silla, apartando la mirada de las vacantes disponibles de su ordenador y se permitió pensar en él.

Ella lo sabía. Muy en el fondo, pero siempre fue consciente de que, admitir sus sentimientos por él, atraería dolores como estos.

Sin embargo, ella no era la única que lamentaba aquello.

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.

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Boruto continuó su día, y así lo hizo con el siguiente. Le resultaba bastante irreal como la ausencia de Sarada le pegaba tan fuerte cuando estaba acostumbrado a no verla, precisamente por su trabajo. Pero lo cierto era que, si sabía de ella. El cuidar de Hina formó una manera de contacto entre ellos.

No la veía, pero sabía que hacia durante el día, que comía, que planeaba, o cosas irrelevantemente lindas que se le escapaba por los mensajes de textos o llamadas. Pero ahora, el contacto cero lo estaba matando y de forma tortuosa.

En la mañana se presentó para recoger a Hina como hacía habitualmente, pero en lugar de encontrar esa sonrisa tímida, le estampó el "Buenos días" más frio de toda la historia.

Ahora se encontraba esperando ansioso una respuesta en su bandeja de entrada, su dedo índice tanteaba contra el teclado como si fuese un tik tak interminable.

—Si sigues haciendo eso, me darás migraña —musitó Shikadai con fastidio.

—Hay paracetamol en la enfermería —respondió, sin detenerse y agregó—. Espero un correo importante.

Inojin no evitó reír, empujó el suelo con sus pies, impulsando su silla hacia la de Shikadai, y le susurró—Le pidió perdón por Gmail...

—¿Quién mierda pide perdón por Gmail? —Shikadai dejó su trabajo, mirándolo incrédulo y con una sombra de gracia— ¿En serio?

—Bueno, me bloqueó de todos lados ¿Qué querían que hiciera?

—¡¿Rosas?!

—No le gustan.

—¿Chocolates?

—Tampoco.

—¿Serenata?

—Odia la presión social.

—Tus gustos en mujeres realmente son difíciles... —Shikadai suspiró. Por algo no se casaba aun— ¿Al menos fuiste creativo en el correo? Un testamento quizá la convenza.

—Lo hice, pero me ignoró —Boruto borró el patético correo que le había ignorado, ojalá, Gmail también le borrara al receptor—. Así que le mandé otro, con este si me debe llamar.

—¿Cómo estás tan seguro? —preguntó Inojin, curioso.

Boruto no respondió, pero las comisuras de sus labios se curvearon ladinamente.

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—¡Lo voy a matar!

Sarada continuó ahogando su computadora con el cojín, con esperanza de que dejará de soltar ese fuerte pitido molesto.

—¡Como se atreve a mandarte virus! —Chou acercó otro cojín, inútilmente— ¡Quítale la batería!

—¡Ya lo hice! —se lamentó, mas enfadada—. No se que mierda le hizo, ¿te contestó Inojin?

—Sí, emojis riendo. ¡Los odio! —se dio la vuelta cubriéndose los oídos—. Tendrás que llamarlo.

—No.

—Sarada, esa cosa se escucha hasta afuera...

—Prefiero tirar la computadora por la ventana antes que...

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ChouChou corrió a la puerta cuando escuchó el timbre, la abrió de golpe, casi llevándose a si misma por la propia fuerza. Pero le restó importancia y concentró todo en modular su voz lo suficientemente apacible.

—Ni pienses que con esto te vamos a perdonar —le señaló desesperada, casi picándole la mejilla.

Boruto intentó no reír al escuchar la alarma sonando en casi todo el departamento. Observó a ChouChou y metió las manos en sus bolsillos, rebuscando algo.

—Ni creas que con dinero me vas a comprar —se adelantó al verlo sacar su billetera—. Lo que le hiciste a Sarada es imperdonable y nada podrá...

—Me contaron que querías ir a este concierto —el sacó las entradas, enseñándoselas en la cara—. Déjame una hora a solas con ella y podrás ver a ese coreano en primera fila y centrado.

Los ojos ámbar de ChouChou estuvieron cerca de volverse dorados cuando leyó el nombre del grupo en los boletos. Los tomó como si se tratasen de una reliquia, intentando procesar lo que sucedía. De repente, levantó el rostro hacia él, escudillándolo ferozmente.

—Dos horas si me consigues la entrada a camerinos.

—Hecho.

Sarada no se movió de su rincón cuando escuchó la puerta de su habitación abrirse. Le enojó bastante el hecho de que su cuerpo reaccionara a algo tan sencillo como sus pasos. Esos pasos gráciles y largos, marcados y firmes. Boruto llevaba menos de un minuto ahí y ya se sentía mareada por su perfume jodidamente envolvente.

Ella giró lo suficiente como para poder observar sobre su hombro. Él entró directo a su tarea: quitó el cerro de cojines que cubrían la computadora y la abrió, empezando a hacer quien sabe qué.

—Hina está por salir, iré a recogerla —dijo, sintiéndose orgullosa de que su voz no mostrara ni un rastro de nerviosismo—, quédate con Chou en lo que...

—Se ha ido —Boruto presionó una tecla y el sonido se detuvo.

Sarada le dedico una mirada dubitativa, una parte de ella intentaba procesar sus palabras y otra el hecho de que ese pitido ruidoso había cesado por fin.

—El virus... —afirmó Sarada, refiriéndose al ruido.

—ChouChou —corrigió Boruto, dejando a un lado de la cama el computador—, por suerte el virus también.

«... Maldita ...»

—Bueno —ella se mantuvo en su sitio, con miedo a moverse y desarmarse del poco valor que le quedaba—. Gracias, puedes irte.

Boruto soltó un suspiro pesado antes de levantarse. Guardó las manos en su bolsillo, como si eso lo aligerara un poco.

—Sarada, estás siendo injusta.

—¿Injusta? —se lanzó a la defensiva de inmediato— ¿yo?

Boruto asintió, dando un paso más, aun dudando.

—Preguntarle algo a alguien con resaca es lo peor que puedes hacer.

—Los ebrios se vuelven las personas mas honestas en ese estado...

—Yo no estaba ebrio, estaba medio dormido y con resaca por la mala noche... —él se detuvo, acercándose más con una sonrisa juguetona—, bueno, no. Maravillosa. Una maravillosa noche.

Sarada le dio la espalda de inmediato. No iba caer, ni se iba a prestar a sus jueguitos.

—Pues espero que lo hayas disfrutado porque no se repetirá —se cruzó de brazos, lamentando sus propias palabras.

—Eso lo discutiremos otro día, yo no vine para eso.

Sarada guardó incluso sus suspiros, y si pudiese hacer lo mismo con su respiración, estaba segura de que lo haría. Podía sentirlo detrás de ella, su aroma era más intenso a esa distancia, y la curva de su aliento cruzaba peligrosamente cerca de su cuello.

—Pedirte perdón es imposible, estas enfadada y estas en todo tu derecho. Pero yo también lo tengo para darte una explicación.

—No puedes negar lo innegable —mantuvo su postura, negándose a voltear.

—Yo no vengo a negar nada.

Una estocada más al corazón. Sarada se arrepintió de no acercarse al balcón, el barandal siempre era su soporte, y en medio de la habitación, sentía que todo se volvía estrecho y sofocante.

Boruto exhaló rendido ante su silencio y dio unos pasos más, encarándola y lamentando su expresión frustrada, perdida en cualquier lugar de la habitación, menos en él.

—Primero, lamento haber llegado en ese estado ese día —comenzó algo apenado—. No es algo que suela hacer, más que nada por Hina. Pero ese día estuvo muy liado y se me fue de las manos.

—No te tienes que disculpar por eso. Por lo menos un buen padre, sé que sí lo eres.

El tono amargo del final causó una mueca en Boruto, pero se guardó la indignación en el bolsillo y continuó con pesar.

—La cuestión es... que todo se juntó, me pasé y olvidé ese gran detalle cuando llegué a casa...

—Entonces, se te olvidó. ¿Es todo? —levantó la cara por fin, con ironía y molestia total.

—Realmente eso pasó —admitió tocándose el cuello. Ansioso por que dijera algo más, incluso si eso era un regaño o amenaza—. Y no te mentí, si estuve con los chicos, no estaba lo suficientemente despierto como recordar que hice más temprano. No te lo dije porque sencillamente no lo recordaba como algo relevante, porque, de hecho, así fue. Me vi con ella porque lamentablemente tengo que...

La sola mención y pronunciación de "Ella" turbo a Sarada lo suficiente como para mover su cuerpo en automático con intenciones de escapar. Pero la mano de Boruto detuvo su brazo, obligándola a mantener la conversación.

—No se que pasa por tu cabeza y lamento tanto si provoqué aquello —insistió, acercándola más—. En el fondo lo sabes, pero si necesitas que te lo repita todos los días lo haré: no hay absolutamente nada entre ella y yo.

—Tienen una hija —murmuró como si se lo intentara recordar ella misma.

—Si, la tenemos. Y precisamente de eso hablamos, aunque no quiera tengo que estar en paz con ella para no meterme en problemas que involucren a Hina...

Sarada lo sabía. Ella no lo culpaba en lo absoluto de eso, ella era consciente y de cierta manera, agradecía que Boruto no fuese de esos padres despreocupados y tuviese como prioridad a su hija, aunque eso lo metiera en situaciones que no le gustaban. Ella lo entendía a la perfección y justo eso le molestaba. Por mas que lo pensaba... ella solo le sumaría un problema más.

—Boruto —le interrumpió casi con desespero— ¿No estaría mejor si regresaran?

Boruto la soltó, como si su piel le quemara.

—¿De qué demonios hablas?

—Ella y tú... —aclaró con un hilo de voz—. Te evitarías tantos problemas, legales, laborales e incluso emocionales, sería más fácil para Hina asimilar las cosas si...

—¿Te estás escuchando? —enfadado, Sarada se percató con la primera palabra.

Él mantuvo la misma posición relajada, pero la expresión de sus ojos era delatadoramente tensa.

—Es por eso por lo que realmente estás evitándome ¿No?

Sarada soltó un suspiro frustrado antes de levantar la barbilla hacia él, intentando poder explicarle con una mirada lo que su boca no se atrevía a decir.

—Sí, así es —el nudo que presionaba contra su pecho todos esos días desapareció por fin, sacando a flote las emociones reprimidas—. Tú tienes problemas, días tras días. Yo también tengo problemas, pero no son nada relevantes como los que tienes y lo peor es que actúas como si nada. Te guardas absolutamente todo. No te pido un registro con hora, pero si que me digas al menos que diablos pasa. Que pasa por tu cabeza. Que planeas. Cuales son tus opciones. Pero tú... ¡No dices nada! Quieres resolver todo solo y no está mal, yo también cometo ese error, lamentablemente. Y es precisamente que intentando pensar en alguna solución, que no puedo evitar llegar a esta. Yo solo... ¡No quiero ser un problema más de la lista..!

—¡Pero tú eres el problema más precioso que tengo hasta ahora! —la detuvo abruptamente, sujetándola de los brazos—. En lugar de ahogarme, me estás levantando, ¿Qué no te das cuenta?

Sarada escuchó perfectamente como su valentía y enojo se quebraba en varios pedazos. Cayendo uno tras uno y arremolinando las emociones vulnerables en sus ojos. Pero se negó a ceder contra su corazón.

Tan frágil como para mirar sus ojos, pero con el coraje suficiente para mantener la mirada impasible.

—Ni pienses ponerme a elegir entre ella y tú, porque eres tú o es nada —murmuró, lamentando ser el causante de la inseguridad en sus ojos—. Sarada.

Su nombre se deslizó como una suplica ante la que no pudo negarse. Ella le miró, arrepintiéndose al instante como supuso.

Su corazón se estrujó al revivir esa escena en el pasado, y era hasta ahora cuando entendió a Boruto, al Boruto del Instituto, al que conoció y del que su corazón dependió involuntariamente desde ese entonces.

Le dolió más que nada entender que todo esto pudo ocurrir antes, pero ambos fueron miedosos y cobardes.

—Te amo —confesó Boruto—, y de lo único que me arrepiento es de no habértelo dicho antes.

Sarada sabía que no se refería a anteayer, ni a hace unos meses. Ambos retrocedieron varios años, encontrándose en sus memorias como unos niños curiosos, después con unos adolescentes indecisos y orgullosos. Para ser más exactos, a ese día en el instituto, en una situación muy similar a esta.

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"—¿Estás bien? ¿Qué querías decirme?

—Nada."

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—Estoy enamorado de ti, siempre lo he estado —Sarada sintió la presión en sus brazos, pero eso fue apenas un roce con el remordimiento que cubrió a su corazón—. No tengo idea desde que momento exacto fue, si nací destinado a quererte, o si cuando nos separaron de aula y empecé a sentir tu ausencia, quizá incluso sucedió desde el jardín o cuando arruiné tus gafas y tuviste que asistir una semana sin ellas y descubrí los bonitos y molestos que eran tus ojos... ¡No lo sé! Pero si de algo sí estoy seguro es de que nunca, nunca, nunca desapareció.

—Boruto... —las palabras se detuvieron, junto al resto de sus sentidos.

—¿Qué tengo que decir exactamente para que te lo creas? ¿Qué tengo qué hacer para que lo sientas? ¿Para qué puedas verlo...? ¿Escucharlo? —el azul en sus ojos se llenó de desesperación y sus labios se torcieron en una sonrisa triste—. Dímelo. Pídemelo. Di algo, maldita sea. ¡¿Necesitas que me saque el corazón para demostrarte que siempre has sido tú?! Dime que debo hacer, Sarada. Si yo, yo... —su voz tembló, como si estuviese a punto de quebrarse—... Si yo pudiese escapar de todo esto y huir contigo, te juro cariño, que lo haría.

Sarada se soltó por fin, dando unos pasos hacia atrás por la fuerza. Ella se detuvo, dándole la espalda e intentando sostenerse y procesar. Su corazón bombeo en su contra, acorralandola entre todas sus emociones. Ella se llevó la mano a la cara, alejándose unos pasos y cerrando los ojos un momento, intentando pensar.

Pero no quería ni muchos menos podía hacerlo, su razón se había doblegado ante su corazón. Rendida ante ello, volteó, aceptando la misma culpa y arrepentimiento.

Cada paso fue un miedo hacia atrás y sus brazos lo rodearon por fin.

Corazón con corazón. Sentimiento con sentimiento. Manos tímidamente entrelazadas, pero miradas seguras y confiadas.

—Yo también, siempre te he amado.

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NOTA:

Yo en la madrugada escribiendo lo que nunca me va pasar:


HOLAAAAAA. Buenas madrugadas, lamento mucho demorarme con este cap, primero fue el trabajo y segundo no sabía bien como describir a estos dos, pero se logró y espero les haya gustado.

Por sino recordaban, como tal, no se habían confesado sus sentimientos. La atracción y gusto si. Boruto lo medio confesó cuando estaba ebrio, pero no del todo.

Como dice el título, esta fue la confesión de los sentimientos de Boruto. Me sirvió de inspiracioooon Enchanted.

Sarada admitió que lo ama, pero nos quedan pendientes los sentimientos de ella, para otro cap!

Nos leemos pronto, preciosos ❤️💛

PD. Debía haber lemon en este cap, pero me quedó bastante largo, orgullosa de mis 8k, así que nos espera en el próximo;)

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