Capítulo 14

—Estás más callada de lo normal —Chou lo notó incluso después de que regresaron de dejar a Hina en la escuela.

—Tuve mala noche —se excusó mientras limpiaba la mesa.

—Uy, Boruto durmió en tu casa y dices que no dormiste —apoyó su barbilla en su mano, esperando ansiosa el desenlace de la historia—, cuéntame más.

—Nada. Te recuerdo que también Hina durmió aquí —rodó los ojos ante sus insinuaciones.

—¿Y? Con una almohada se resuelve.

—¡Chou! —le aventó el trapo, azorada.

Ella rio, disfrutando la mueca en su cara.

—No paso nada —dijo, ya cansada—, y ahora lo dudo más.

—Entonces si te lo has planteado —le devolvió el trapo, sorprendiéndola.

—Por supuesto que no —se lo quitó de la cara, planteándose si era mejor dejarlo al ver que no pararía de preguntar.

—Como digas, ¿y qué pasó entonces?

Sarada suspiró, apoyándose en el lavabo e intentando empujar las palabras de su boca.

—Él me dijo que, todo este tiempo ha estado casado... —murmuró, como si fuese para sí misma.

—¿Cómo que casado? —conmocionada, dejó su posición cómoda en cámara lenta.

—Legalmente y por bienes compartidos —ya estaba harta de repetirlo, los lamentos de anoche fueron suficientes.

Chou abrió la boca con horror y azotó las manos en la mesa, crispando a Sarada.

—¡Es una lagartona!

Sara no pudo evitar reír.

—¿Es en serio? Lo primero que se te viene a la mente es...

—Pues claro, ¿para qué crees que volvió?

—Lo sé, pero...

—No me digas que lo que te tiene así es ese papelito de compromiso —la miró con ternura.

—Ese papelito aun es legal ante la ley.

—Sarada, Sarada, Sarada —tarareó con ternura—, tu sigues siendo tan recta como siempre. Pero, tú en verdad crees que Boruto querrá volver con ella después de todo lo que le ha hecho... si fuese así, sería un completo...

—No solo depende de él y de lo que sienta —le interrumpió. Eso era lo que más le preocupaba— Mas bien de Hina y él es capaz de cualquier cosa por ella.

Si, Boruto si era capaz de regresar con ella si eso significaba no tener problemas legales con su hija. Esa también era una de sus preocupaciones, Hina no tomaría esto nada bien.

—Precisamente porque depende de Hina es que él no lo permitiría. Esa mujer no puede llegar y pretender actuar como una madre después de tanto tiempo —cruzó los brazos enojada.

—No lo sé Chou, yo solo soy su niñera —y aunque le dolía recordarlo— temporal.

—Pues yo sí sé una cosa, es más, se dos cosas —levantó los dedos y la señaló—. Primero, te gusta, así que deja de actuar como una chiquilla de instituto y admítelo. Y segundo, el que se fue a Sevilla perdió su silla.

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Boruto dejó caer las carpetas en su escritorio y aun no conforme con lo fatigado que se sentía después de una larga junta, decidió abrir las persianas. La luz podía ser molesta para alguien que no durmió, pero no podía seguir actuando como un adolescente y dejar que su trabajo se vea afectado por una situación como esa.

Era algo que iba a pasar algún día, pero no imaginó que tan pronto.

Tomó asiento y disfrutó la suavidad de la silla, dejando caer la cabeza hacia atrás, sintiendo como su cuerpo comenzaba a relajarse un poco. Se tocó la frente, frotándola con movimientos pausados, pero marcados. Al abrir los ojos, la bandita llevó sus pensamientos a otra parte, a una más complicada que todavía no quería tocar.

¿Qué pensará Sarada ahora?

Algún día lo iba a saber y de cierta forma, agradecía que de su propia boca se enteró y no de otra.

No sabía si podría tener de nuevo una amistad como la de hace años porque cuando eres adulto las personas solo se convierten en etapas, y lamentablemente, a veces muy cortas.

Pero ese era el problema, no quería... no de nuevo. Se rehusaba a tener que olvidarla con los años otra vez.

—¿Qué demonios haré? —se echó para atrás con las piernas para que la silla girara, eso hacia para zafarse de los bloqueos artísticos—. Sarada no es un videojuego —lamentó, deteniéndose frente al ventanal donde los demás edificios se abrían—... bueno, uno complicado tal vez.

Pero su vida era peor. Es decir, ¿Qué afán tenía el destino de devolverle a Sarada y a Aly al mismo tiempo?

—Se que soy genial, pero ¿Por qué estas tan obsesionado conmigo, Dios? —miró el cielo con ironía—. Existen más personas ¿sabes? Esta Inojin, por ejemplo, su vida es aburrida, ¿por qué solo mi vida haces mierda?

—Señor Uzumaki... —ni siquiera había sido consiente que la puerta se abrió hasta que escuchó a su secretaria— le buscan.

Se negaba a voltearse y dar la cara, seguro era esa mujer o algunos de sus amigos insistiendo con la estúpida idea de ir a un bar para ahogar sus penas.

—Ahora no Amy, estoy discutiendo con Dios.

—Lo sé señor —aun aferrada a la puerta, le echó un vistazo a la chica de afuera—. Su monologo con Dios es esplendido, pero el tóper de la señorita Uchiha lo parece aún más...

—¿Sarada? —se irguió, girando con su silla de inmediato— ¿Esta afuera...?

—Si señor.

—¿Qué tanto?

—Todos lo escuchamos, señor —murmuró.

—Y sigues jodiéndome —miró con bronca el cielo—. Dile que pase por favor...

Su secretaria asintió y el acomodó las carpetas en su escritorio, intentó hacer lo mismo con su cabello, pero Sarada entró, dejándolo estático y nervioso. Hacía mucho tiempo que no se sentía así; como un chico de instituto que acababa de confesarse a la chica que le gusta.

Pero no, él le había dicho que estaba casado. Era aún peor.

—Buen día —Sarada se adueñó de la habitación con el primer paso, refrescando esa fría habitación con el aroma cálido de su perfume—. No sabía que eras católico.

—Ni yo ... —murmuró con vergüenza.

—¿Qué?

—Na-Nada —se levantó de inmediato para jalar la silla antes que lo hiciera ella— No esperaba verte.

—Bueno, dijiste que estarías ocupado con reuniones la mayor parte del día y aprovechando que dejé a Hina en la escuela, te traje un poco de nuestro desayuno —dejó el tóper en el escritorio y al instante se arrepintió, ahora no tendría con que distraer sus manos.

—De verdad te lo agradezco, ya me había resignado a comer pizza de nuevo.

Lo rozó con los dedos intentando adivinar que era, no parecía un desayuno y ese le hizo sentir un poco especial. Quizá para Sarada era algo insignificante, pero para él era lo contrario, hacia mucho que no recibía ese tipo de atenciones.

—Lo supuse —lo miró algo enfadada.

—¿Esa mirada es por mis malos hábitos alimenticios o por algo más?

—¿Por qué estaría enojada? —ahora ella se levantó, sino podía ocupar sus manos en algo, tenían que ser sus piernas—. Si crees que vine a regañarte por las estupideces que hiciste en el pasado, estas equivocado.

—Acabas de decir estupideces...

—¡Porque lo son!

—Estas enojada —suspiró con gracia apartando la mirada.

—Bueno quizá un poco, pero eres mi amigo y no me gusta la idea de que te vean la cara de idiota.

—Eso dolió ¿sabes? —deseó poder guardarse el corazón en los bolsillos tan fácilmente como las manos.

—Siempre te he llamado así —se volteó hacia él, sin entender.

—No me refería a eso, pero está bien.

—Escucha, sé que cometiste errores, pero no soy nadie para juzgarte. Es todo lo contrario, quiero estar contigo y apoyarte en lo que necesites.

—Y te lo agradezco, pero no es necesario que te mortifiques con mis problemas. Yo... —se apoyó en la mesa, el solo pensarlo le regresaba el dolor de cabeza— encontraré la manera de solucionarlo.

—Y ... —con un poco de temor, dejó ir las palabras— ¿Harías cualquier cosa?

Boruto se relajó un poco, pero esta vez confundido.

—¿A qué te refieres?

—¿Volverías...?

—Por supuesto que no —parecía ofendido, pero su rostro se torció en una sonrisa—. Sarada, quizá a veces me falte un tornillo, pero la dignidad no ¿De acuerdo?

—Lo siento —se tocó el rostro con pena, era mejor guardárselo.

—No te mentiré al decirte que cuando la vi de nuevo, aun había algo —él vacilo antes de seguir. Odiaba reconocerlo y sobre todo enfrente de Sarada, pero de cierta forma, prefería dejarle claro lo que sentía— algo muy escondido. Pero soy consciente que, lo más probable, es que sea un sentimiento de dependencia por todo este tiempo.

Ella asintió con lentitud, prestando atención a todos sus gestos. Podía sentir que su respiración se pausó un momento para escuchar con claridad, sin perderse ningún detalle.

—No sé qué siento por Aly, pero sé que no la amo más.

Sarada tragó hondo, intentando hundir el nudo en su garganta para poder decir algo, pero nada, nada salía. Parecía ser la única que se liaba con la situación. Él se miraba tan tranquilo, como si se hubiese quitado un peso de encima.

Por su parte, Boruto sentía que era muy pronto para dar otro paso, por lo menos para él. Sarada parecía tan seria, como si estuviese analizando la situación y eso le desanimó un poco. No podía asegurar ganar sino había ningún indicio y ella no parecía tenerlo.

—¿Aún tienes trabajo o ya terminaste? —habló por fin, no era lo que él esperaba, pero asintió.

—Solo eran conferencias, vuelvo hasta la noche solo para checar unas cosas o las puedo hacer desde casa —recogió su móvil y su maletín—. Si quieres toma el día libre, puedo ir a recoger a Hina yo.

—No por eso —intentó formular—, si quieres... te acompaño a casa y luego paso por Hina, para que descanses un poco.

Boruto visualizó el plan un momento, charlar con ella un rato y luego dormir antes de que Hina llegue y llene todo el departamento de ruido—. Vale, me parece bien.

Minutos más tarde, al llegar al departamento, tiró sus cosas en el mueble. Se veía mal, pero era su casa y la recogería cuando quisiera, además su hija la volvería un desastre en unas horas.

—Se te nota que estas muy cansado —Sarada dejó sus cosas en la mesita de la entrada y él asintió mientras se perdía en la cocina.

—¿Quieres algo de beber?

Ella no respondió, prefirió acercarse, recordando curiosamente el primer día que estuvo aquí.

—Si, sorpréndeme.

Boruto se volteó al escucharla —Yo te iba ofrecer agua, pero si tú insistes.

—El alcohol es bueno para el estrés —se apoyó en la barra mientras lo observaba de espaldas desatapando la botella—, parece actuar como un estimulante, hace que el corazón lata más rápido, y da más energía.

—A mí me da sueño —le entregó el vaso. Tenía buena pinta, hielo, limón y ese rastro de sal para impregnarse en los labios.

—Es que actúa como un depresor, inhibiendo la acción del sistema nervioso central, lo que ralentiza los tiempos de pensamiento y reacción.

—¿Y por qué quieres hacer eso? —se sirvió agua.

Sarada levantó los hombros sin darle importancia y dio un gran sorbo, tal y como imaginó, esa combinación era exquisita.

—¿No quieres?

Sin darle tiempo de responder, le acercó el vaso lo suficiente como para rozarlo con sus labios. Boruto dio un pequeño sorbo y limpió el resto de sal de sus labios con su pulgar.

—Prefiero no beber hoy, disfrútalo.

—Bueno te ayudaré de la manera habitual entonces —terminó su vaso y se acercó a él, dando un leve golpe en su espalda—. Dios, cada día estas más tenso, creo que necesitas ir a una sauna.

—Sería genial —entrecerró los ojos con un poco de dolor que se iba convirtiendo en satisfacción mientras sus manos presionaban con fuerza sus hombros—, lo he pensado seriamente con los chicos.

—Deberían, van a generar problemas con la misma postura todos los días.

El cuerpo de Boruto la sorprendió por lo tenso que estaba, no podía imaginar la cantidad de estrés que soportaba con todos los problemas de su trabajo y los de esa mujer que parecía solo querer empeorar las cosas.

Él ladeó la cabeza cuando las manos de Sara llegaron acariciando su cuello, y suspiró con agradecimiento. Sus manos eran estupendas, no podía quitarle todos los problemas, pero le ayudaban a relajarse.

Sarada tenía una expresión neutra, pero por dentro tenía una pelea interna en donde el alcohol la motivo a moverse, quedando frente a frente y sin apartar las manos de su cuerpo.

Por un momento se arrepintió, ya era demasiado y Boruto parecía darse cuenta. No sabía que hacer, lo correcta era dejarlo en paz e intentar olvidar los sentimientos que tenía por él, pero el solo pensar que podría ser esa mujer la que de nuevo esté con él... sonaba un poco egoísta, pero ella no lo merecía ni un poco.

Era realmente vergonzoso darse por vencida sin intentar nada.

ChouChou tenía razón, lo haga o no, ella saldría ese día con la misma decisión, prácticamente, no perdía nada.

Sarada deslizó suavemente la mano, de sus hombros hacia su pecho, sintiendo un poco del calor de su cuerpo a través de la tela blanca. Pero la mano de él, deteniendo su recorrido, la dejó paralizada.

«Lo he arruinado» pensó Sarada.

—Para —dijo él.

—Lo siento —murmuró, incapaz de levantar la mirada.

—Me gustas mucho —dijo Boruto, sorprendiéndola—, si no paras, seré yo el que no pueda detenerse después.

—¿Qué? 



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