Una montaña absurda
Autora: Clusmykitty
Fandom: The Witcher
Pareja: Geralt de Rivia x Jaskier
Derechos: a una pizza con papas.
Advertencias: una historia loca, de monstruos y cazadores con un bardo cantando. No está precisamente ubicada en algún punto especial de la historia. Con licencias propias para más placer. Las canciones provienen de Carmina Burana de Carl Off, por si las moscas traicioneras. Es una historia de encargo.
Gracias por leerme.
*****
"En cada cuento hay una pizca de verdad. Amor y sangre. Ambos tienen mucha fuerza. Los magos y los sabios se rompen la cabeza con este problema desde hace años, pero nunca han conseguido llegar a una conclusión, excepto que... el amor debe ser verdadero." Geralt a Nivellen.
La taberna Delirium estaba llena hasta el tope, no se podía dar un paso sin tropezar con alguien o terminar embarrado de cerveza al chocar con las jóvenes y hermosas meseras que iban y venían atendiendo a los demandantes clientes cada vez más ebrios. Jaskier chasqueó su lengua, afinando su laúd para una canción más que supo vendría en cualquier momento, hombres embotados de vino eran excelentes clientes a los que cualquier canción con algo de ritmo encantaba. Unas monedas cayeron a sus pies, igual que la demanda proveniente de un tipo obeso que tenía en cada pierna dos mujeres cuyas ropas estaban cayendo de sus hombros, una ya mostraba un seno lustroso por saliva.
—¡Bardo! ¡Una canción!
—Enseguida, mi señor.
Terminando de afinar su instrumento musical, carraspeó, apoyando un pie derecho sobre un pequeño tonel, sus dedos bailando sobre las cuerdas al entonar la nueva melodía. Varios rostros se volvieron, ojos y oídos esperando que fuera algo de su agrado.
"En otro tiempo adornada los lagos,
En otro tiempo parecía hermoso,
Cuando yo todavía era un cisne.
¡Desdichado, desdichado!
¡Ahora solo negro
Y fuertemente chamuscado!
El cocinero me da vueltas, y más vueltas,
La hoguera me quema profundamente,
ahora el camarero me sirve a la mesa.
¡Desdichado, desdichado!
¡Ahora solo negro
Y fuertemente chamuscado!"
La clientela se carcajeó, un sonido que nació de las mesas cercanas y se esparció a las demás, ganándose la atención de toda la taberna. Jaskier sonrió, eso eran más monedas para el final, siguió cantando, gesticulando para darle más dramatismo a la letra final.
"Ahora yazgo en el plato,
Y no puedo revolotear,
veo dientes que se afilan.
¡Desdichado, desdichado!
¡Ahora solo negro
Y fuertemente chamuscado!"
Levantando en alto su laúd y su mano libre, el bardo terminó su melodía que le ganó además de aplausos y rechiflas, monedas lanzadas, algunas con más fuerza de la requerida que se estrellaron en su cuerpo. No dejó de sonreír, agradeciendo con una sonrisa antes de recoger del suelo sus ganancias. Escuchó a lo lejos como repetían su canción con menos ritmo entre eructos, tarros azotándose y mujeres riendo exageradamente. Jaskier echó sus monedas en su bolsa de cuero que amarró bien dentro de su jubón, buscando su rincón al fondo de la taberna para comer algo, sentándose un tanto cansado y maldiciendo a cierto brujo.
Que de él no había sido la culpa que el bendito monstruo hubiera escapado de la espada, claro que no había sido un estorbo y claro que Geralt debió ser más asertivo con sus palabras tan hirientes antes de abandonarlo en pleno bosque a su suerte. El bardo solamente lo había contemplado irse sin alcanzarlo, de brazos caídos, guardándose las lágrimas porque ese estúpido idiota no se las merecía, no luego de decirle que lo sucedido noches atrás solamente había sido una mera distracción, algo con qué pasar el rato y liberar un poco de tensión por la caza. Hasta donde Jaskier tenía entendido, follar no entraba en divertimentos banales de un brujo.
O tal vez sí, pero él no lo sabía.
Geralt de Rivia había provocado en él cosas que nadie más, haciendo que en más de una ocasión se encontrara abriendo sus pantalones para jalársela pensando en esa espalda ancha bien marcada con cicatrices de peleas gloriosas, las manos firmes, gruesas, rasposas por tanto sujetar la espada. Ese cabello blanco como la nieve o sus ojos dorados, fieros, inquisitivos. Su imaginación dándole escenarios donde apreciaba aquella verga en todo su esplendor, dándose un festín con su boca antes de metérsela por detrás igual que el brujo enterraba su espada en los monstruos.
Como era de esperarse en semejantes situaciones de viaje donde solamente estaban ellos dos en pleno descampado, Geralt lo descubrió gimiendo su nombre, primero enfureciendo y luego simplemente cayendo en ese mutis tan fastidioso por varios días sin siquiera mirarlo pese a que el bardo hizo todo por hacer las paces, no era que lo hubiera mancillado. No tan así, y el brujo ya había conocido a varones que babeaban por su cuerpo, así que el tema no le era tan desconocido. Jaskier no cedió, porque no estaba en su naturaleza el ser así de ignorado, sus esfuerzos dieron frutos una noche en que aprovechó que el brujo estaba distraído fingiendo que pensaba en quién sabe qué cosa, para tumbarlo de la piedra donde estaba sentado y caerle encima.
Estampar sus labios contra los de Geralt fue toda su defensiva, dos manos fuertes sujetaron sus caderas, girándolo para quedar en el suelo, peligrosamente cerca de la fogata y luego ser despojado de sus ropas con esa desesperación propia del brujo con la sonrisa descarada de Jaskier, quien en un acto de provocación separó sus piernas una vez que su piel estuvo del todo expuesta, mostrando el premio a ganar a los ojos del otro. Una lengua lo probó, subiendo a su miembro que despertaba contento ante semejante invitación, mientras esas manos toscas marcaban territorio sobre su cuerpo. El bardo no pudo hacer mucho salvo gemir y llamar cual divinidad a Geralt, sujetándose a éste cuando esa durísima erección entró tan profunda y directamente que le pareció que el fuego se había mudado a sus intestinos.
—¡Geralt, oh cielos!
Un pulgar quitó sus lágrimas, pasando esa mano por sus cabellos hasta su nuca para sujetarlo así con otra mano posesiva rodeando su cintura. Jaskier se acordó de respirar y soltarse, su boca de nuevo gimiendo sin decoro alguno cuando el brujo salió de él para volver a entrar así de golpe, repitiendo hasta que estaba resbalando lo suficiente para un ataque sin misericordia de esas caderas fuertes que se pegaron a las suyas hasta que sintió las pelotas de aquel formidable hombre golpear sus nalgas. La espalda iba a dolerle al día siguiente de tallarse contra el suelo no tan liso ni amigable, en esos momentos ni le importó cuando su culo estaba siendo invadido como si fuera la tierra deseada del enemigo.
—¡Más, por favor, más! ¡Quiero terminar!
Jaskier pareció como de esas mujerzuelas, no le importó, se perdió en el placer que trajo el miembro del brujo al presionar algo en él con tanta fuerza que sintió visitaba el reino de los muertos y volvía en un parpadeo. Tuvo nuevas lágrimas, traídas de ese frenesí y una boca mordiendo su cuello, un cuerpo tenso que se movió sobre él, brazos rodeándolo sin menguar su agarre. Estaba cogiendo con Geralt de Rivia al aire libre en una noche sin luna, solo estrellas observando semejante despliegue de lujuria. Las embestidas se hicieron tan dolorosas como delirantes, su miembro atrapado entre sus cuerpos, tallándose contra los firmes músculos del brujo lo hicieron venirse con un grito animal.
Flotó al mundo de los dioses por unos instantes, volviendo al sentir que Geralt todavía no estaba satisfecho, penetrándole con esa misma fuerza. El bardo solo se dejó hacer, prendido de esos anchos hombros, mirando el fuego hasta sentir como el otro aceleraba, el gruñido del brujo en su oído como preludio a su semen quemando su interior. Una sensación extraña, pero agradable para Jaskier, quien buscó los labios ajenos para un beso lánguido, con los resquicios de esa pasión en sus lenguas que se enredaron hasta quedar satisfechos.
El brujo salió de él, quedándose tumbado a su lado, el crepitar de la madera como único sonido acompañando a sus jadeos que fueron apagándose. No supo en qué momento Geralt los abrigó, se quedó dormido casi al instante, con una sonrisa en su rostro. Así los encontraría el amanecer, Jaskier quejándose de sus caderas adoloridas por el esfuerzo coital y esas manos que dejaron sus impresiones en su piel. No escuchó algo en boca del brujo, solo su habitual sonido mientras ambos se vestían para continuar su viaje, buscando una presa qué comer más adelante. Esa fue su rutina que el bardo no quiso echar a perder, un tanto confiado en que Geralt solo estaba enfadado por haber caído en sus encantos al final.
—Iremos hacia el Sur, la presa se ha movido.
—¿No es eso extraño?
—Mm.
Buscaban un Leshy que se había tragado a los hijos de un comerciante viudo. Este les pagó una generosa cantidad por la caza, con la otra mitad cuando llevaran la cabeza del monstruo más que huidizo. Jaskier tocó su laúd, escuchó más gruñidos y luego una tarde detuvo el caballo de Geralt para hablarle de lo que había pasado. No iban a estar evadiéndose así como si fuesen críos inexpertos.
—Yo sé que te gusto, tú me gustas, dejemos de tratarnos como extraños.
—Mm.
—Sí, como sea, a mí me gustaría repetirlo, no sé a ti.
—Estuvo mal.
—Geralt, vamos, lo hiciste bien, no tienes por qué sentirte...
—Jamás debió suceder, fue un error.
—¿Qué?
—Me haces perder el tiempo.
—Un momento, un momento, tú me pediste mi ayuda.
—Yo no recuerdo eso.
—¡Te ayudé con el comerciante! ¡Te preparo de comer además de que permito que me cojas! ¡Casi soy tu mujer!
—Pues no lo eres, solo...
—¿Solo qué?
—¡Me distraes, con un carajo! ¡No me sirves para nada más que echar a perder mi trabajo!
—¡Geralt de Rivia!
—Largo.
—¡¿Quién demonios te crees?!
Algo más dijo el brujo pero no lo alcanzó a escuchar pues fue lanzado a un lado tan rápido que Jaskier no tuvo el tiempo necesario para ver el árbol contra el cuál se estrelló. Todo se hizo borroso, moviéndose de un lado a otro, escuchó el inconfundible sonido de un monstruo atacando con toda su furia, el silbido de la espada cortando carne con un aroma putrefacto al abrir una herida. El bardo parpadeó, sacudiendo su cabeza ahí tumbado en el suelo, enfocando su mirada hacia la pelea que terminó de manera abrupta por Geralt siendo enviado hacia una zanja profunda de fango con el Leschy huyendo a toda velocidad, sujetándose un costado.
—¡Me estorbas! ¡De no haber estado distraído contigo lo hubiera degollado!
El brujo estaba iracundo por haber perdido a su presa, Jaskier se quedó callado, recibiendo toda la culpa de ese fracaso que le ganó un abandono ahí en el bosque con la promesa solemne de Geralt de no volverlo a buscar ni desear verlo nunca más. Ahí se quedó, parado, adolorido y rabioso por dentro mientras el otro montaba su caballo sin dedicarle una mirada más, buscando alcanzar al monstruo que seguramente ya estaba lejos y a salvo. Ni siquiera le preocupó el que estuviera ahí solo, le dolió más el que el brujo fuese tan idiota, tan cobarde para aceptar que algo pasaba con ellos, todavía aferrado a la inexistente posibilidad de que Yennefer le correspondiera.
Permaneció ahí por un rato largo, escuchando los sonidos del bosque y luego, se dio media vuelta para buscar su propio camino, terminando en esa taberna donde había noches así, el sitio a reventar y él sintiéndose tan solo pese a que una docena de personas le respiraba en el cuello de lo cerca que estaban. Jaskier suspiró hondo, mirando su tarro de cerveza a medio beber, tomándolo para acabarlo de golpe, picando un poco más de esa cena algo desabrida pero caliente, bueno para la noche que se hizo más fría que de costumbre. Unas monedas cayeron sobre su mesa, lanzadas por una mujer madura, cabellos enmarañados y ropas manchadas de tanto limpiar chimeneas. Ella le sonrió con dientes amarillentos, algunos habían perdido la batalla, dejando un lindo hueco en su encía.
—Una canción bardo, una canción de amor.
—Lo que mi señora demande.
"Florece el magnífico bosque,
Con flores y hojas.
¿Dónde está mi viejo amante?
Se fue de aquí a caballo.
¡Ay! ¿Quién me amará?
Florece el bosque por todas partes,
y yo echo de menos a mi amor.
El bosque entero reverdece;
¿por qué mi amado está tan lejos?
Se fue de aquí a caballo.
¡Ay! ¿Quién me amará?"
Tarros se azotaron, aplausos y eructos de nuevo lo rodearon. La mujer no le quitó los ojos de encima, incomodando a Jaskier, quien guardó sus monedas. Suficiente por esa noche.
—Curiosa elección, bardo.
—¿No le ha gustado mi melodía?
—Prefiero los labios que la cantaron.
—Lo siento, mi señora, yo no doy esa clase de servicios, pero sin duda alguna en toda esta marea de gente habrá de encontrar quien pueda cumplir sus deseos.
—Pero yo te quiero a ti.
—Yo no estoy disponible, ahora si me disculpa...
Una mano pescó su muñeca, deteniendo su andar, el bardo levantó a la mirada de la mujer a punto de reclamarle su atrevimiento, solo que su cuerpo quedó congelado ante los ojos completamente blancos y esa sonrisa de colmillos. Un monstruo con forma humana ahí en medio de una taberna llena de gente perdida en vino que no prestó atención a un joven y una señora mirándose fijamente. Jaskier tragó saliva, esa mano tenía garras negruzcas, le podía arrancar el brazo de un tirón si quería, pero lo más importante era que había un festín alrededor para ese monstruo.
—Bien, ahora vendrás conmigo.
Pudo gritar, desde luego, y eso habría desatado una masacre de la que él hubiera sido responsable. El bardo guardó silencio, siendo tirado cual muñeco por la criatura fuera de la taberna a la calle deshabitada de un pueblo a medianoche. Gritar tampoco era opción, demasiadas casas, gente inocente que terminaría destajada igual que él por dar la alerta. La experiencia con el ausente brujo le había enseñado que los monstruos que podían tomar forma humana eran los peores, los más salvajes. Y no era tan indiferente a su raza para sacrificarla por intentar escapar, lo cual también era absurdo.
Jaskier pensó en un plan de escape, al tener un poco de iluminación mientras dejaban el pueblo, tomando una senda que subía por una colina rumbo al bosque pantanoso al que se adentraron. Más de una vez estuvo a punto de tropezar y caer, fue esa manaza la que lo sostuvo, una sonrisa macabra prometiendo algo no muy bueno. La criatura pudo matarlo apenas tomaron un callejón sin testigos, pero estaba arrastrándolo al corazón del bosque por alguna razón, solo esperó que no fuera una confusión o que hubiera ofendido a los ancestros del monstruo.
—¿Qué hacemos...?
Su intento de distraer a esa cosa terminó con él siendo lanzado a un claro, embarrándose de hojas secas, lodo y le pareció que algo de sangre a juzgar por el aroma. Tantas raíces y ramas alrededor le dijeron a Jaskier que estaba de nuevo frente al Leshy, mirando por encima de su hombro, ahí tirado en el suelo hacia la mujer que dejó su cuerpo humano igual que piel de serpiente, ganando tamaño al mostrar su verdadera forma, esa cabeza de ramas, largos brazos y rostro de calavera animal que le gruñó.
—Oh, no.
Se giró a tiempo antes de que el Leshy lo hiciera una brocheta humana, gateando en busca de una roca que le sirviera de escudo. El bardo no entendió por qué había sido llevado ahí, después de todo ese tipo de monstruos no actuaba de esa manera, la taberna era un premio nada despreciable, ¿qué intentaba al haberlo secuestrado así y ahora cazarlo? No iba a quedarse a averiguarlo, corriendo tan rápido como pudo, sin una antorcha y poca luz con neblina cubriendo el suelo, terminó tropezando con una raíz y rodando cuesta abajo hasta una zanja donde sus manos sintieron algo, levantándolo para ver que era una calavera humana.
—Mierda, mierda... ¡MIERDA!
Jaskier sacó al daga que siempre traía consigo, era para asustar ladrones de bolsillo, no para intentar hacerle un siete a un Leshy. Se puso de pie tan aprisa como pudo, temblando por el frío, mirando a todos lados con sus oídos prestando atención. Escuchó el crujido de ramas, abriendo sus ojos de par en par con la daga en alto y una calavera en la otra mano, de algo podía servir después de todo.
—¿Por qué no me matas de una vez?
—Canta para mí, bardo.
La voz nada humana le heló la sangre, titiritando al escucharla. El bardo frunció su ceño, los Leshy no hablaban a menos que tuvieran dentro una persona para usar su cuerpo como medio, esa cosa no tenía nada, pensó con cierta desesperación. Algo andaba mal con ese Leshy, así no eran, así no cazaban, ni tampoco andaban pidiendo melodías a su siguiente víctima.
—Canta, bardo.
No era un brujo, no tenía ni espada mágica ni fuerza sobrenatural para derrotarlo, era de los peores monstruos además. Jaskier jadeó, queriendo llorar. Quizá si su melodía agradaba al Leshy, este lo dejaría ir o sería tan compasivo que lo mataría veloz para que no sufriera. Desafiando toda cordura, el bardo guardó su daga, jalando su laúd tras su espalda, respirando hondo para tener una voz lo más tranquila posible sin que sus ojos perdieran detalle de las sombras caminando entre la neblina. Cantó la melodía que le pareció la más adecuada, o mejor dicho, la que su mente dejó salir completa pensando en que bien era lo último que cantaría.
"Ardiendo interiormente
de ira vehemente,
con amargura
hablo para mi interior;
hecho de materia,
como sustancia, ceniza,
soy semejante a una hoja
con la que juega el viento.
Aunque, ciertamente, sea propio
del hombre sabio
establecer sobre la piedra
la situación de sus cimientos,
yo, como un estúpido, me comparo
con el río que vacila,
y que nunca permanece
por un mismo cauce.
Yo me dejo llevar
como una nave sin marinero
como por los caminos del aire
se deja llevar el pájaro errante.
No me retienen las ataduras,
no me encierra la llave.
Busco a los que son semejantes a mí,
y me uno a los depravados.
A mí, la seriedad del espíritu
me parece una cosa demasiado seria;
la broma me parece graciosa
y más dulce que los panales de miel.
Todo lo que Melitele ordena
es tarea suave;
ella no habita nunca
en los corazones débiles.
Voy por el camino ancho,
como es costumbre en la juventud;
me enredo en los vicios,
olvidado de la virtud.
Ávido de placeres
más que de la salvación,
muerto en cuanto al alma,
presto atención al cuerpo."
No supo en qué momento cerró los ojos, abriéndolos al escuchar un siseo rozando su nuca, estremeciéndose por las ramas que lo rodearon.
—Cuánta sinceridad, no hay nada mejor que el espíritu que nada esconde. He hecho bien mi elección, portarás mi progenie que aprenderá de ti cómo cazar humanos.
—¿Qué...? ¡NO! ¡AAHH!
Esas palabras ni las raíces buscando sus carnes le parecieron algo que deseara experimentar, el joven bardo gritó con todas sus fuerzas, peleando contra su captor. Un nuevo silbido pasó cerca de su espalda, cortando ramas y raíces que intentaron apresarlo, permitiéndole huir a toda prisa, subiendo la cuesta solo para ver un caballo aproximarse con Geralt de Rivia montado en él. Hubiera gritado de alegría de no estarlo odiando tanto. ¿Volvería a decirle que era un estorbo? Oh, él ya no iba a pasar por lo mismo. Se dio media vuelta corriendo lejos de la feroz pelea, que se las arreglara solo.
Jaskier apenas si estaba una docena de pasos lejos cuando una raíz lo levantó de un pie, dejándolo colgado en el aire con él gritando. Esa cosa no era para nada normal. Ahora sí tomó su daga para cortar la raíz antes de que tuviera ideas extrañas, cayendo de sopetón contra el suelo húmedo, raspándose un poco al chocar con piedras pequeñas. De nuevo se levantó, regresando a su posición en el suelo por un brujo que le cayó encima, protegiéndolo de unas ramas buscándolo. Hubiera reído por lo gracioso que fue sentir a Geralt cubriéndolo por completo, de no ser porque esa necedad del Leshy por tenerlo rayaba en obsesión malsana que prometía dolor para él.
—Geralt...
—Luego.
¿A qué se refería el idiota? Tuvo que contentarse con ser levantado como si fuese un costal de plumas por un brazo del brujo, colgando de su cadera al correr veloz lejos de las ramas y raíces, mientras estuvieran en esa parte del bosque el Leshy tendría ventaja de terreno. Geralt silbó, llamando a su caballo que apareció siempre tan fiel y valiente. Jaskier fue lanzado en calidad de bulto sobre el lomo del caballo, viendo al otro tomar más armas antes de aminorar la marcha, dedicándole una mirada que le pareció de alivio, alegría o sería que por fin iba a cobrar sus monedas. Él dejó el bosque de esa manera, regresando al pueblo con más calma, esperando al brujo en la taberna.
Todavía era de madrugada, las mesas ya estaban casi vacías, solo quedaban uno que otro borracho encima roncando a pierna suelta o una mesera durmiendo en una silla junto a la chimenea. Jaskier se dejó caer en su rincón, mirando sus ropas sucias, varios cortes en manos y mejillas además de su laúd lleno de lodo. Un desastre que un baño concienzudo debía arreglar. Geralt apareció más tarde, manchado de sangre, fango y hojas secas, cargando con su capa una cabeza que se asomaba con ramas secas cual púas y que dejó caer en el suelo antes de sentarse frente a él.
—Felicidades —gruñó Jaskier—Tu caballo está pastando en el establo. De nada. Yo iré a pedirme un cuarto para bañarme, que te aproveche.
Iba a levantarse, pero la mano del brujo lo sentó de golpe, dedicándole esa mirada fiera con algo de esa magia todavía en sus ojos.
—¿No lo entiendes?
—¿Qué carajo debo entender? Prácticamente me llamaste una ramera.
—El Leshy.
—Sí, ¿qué con esa cosa?
—Estaba buscándote.
El bardo frunció su ceño, observando ese rostro duro, cabellos despeinados. Su expresión cambió a medida que razonó mejor las cosas.
—¿Estás diciendo que ya me buscaba desde...? ¡¿Por qué jodidos no me lo dijiste?!
—No lo sabía —aceptó Geralt para enorme sorpresa de Jaskier quien dejó caer su mandíbula— Rastreándolo es que di con su madriguera, estaba buscando cuerpos para incubar sus crías.
—Sí, me lo dijo.
—Un Leshy no hace eso, menos hablar de esa forma.
—Lo sé, quería mancillarme —dramatizó el bardo.
Geralt gruñó, entrecerrando sus ojos. —Estuve localizando a sus víctimas para hallar qué buscaba la criatura en ellos.
—¿Y?
—Supongo que los necesita con un espíritu en particular.
—Ah —Jaskier sonrió, inclinándose hacia el brujo— También me lo dijo, que era sincero conmigo mismo.
—No es eso, no posees una bendición mágica de ningún tipo, salvo la mía.
Vino un nuevo silencio, el joven parpadeando sin entender con el otro igual de impávido. Las mejillas de Jaskier se tiñeron de rojo, mirando a otro lado.
—Eso.
—Te alejé no por las razones que dijiste, fue para protegerte.
—Vaya manera tuya de hacerlo.
—No sé hacerlo de otra forma.
—Lo peor es que estoy aceptando tus palabras —el bardo suspiró, tallándose el rostro— Maldita sea, ¿por qué me haces esto? ¿Por qué apareces en mi vida como un rayo y lo cambias todo?
—También me pregunto lo mismo.
—¿Qué? Ah, eso no, así no se juega esto, porque estuve aquí atrapado cual idiota...
Un beso lo calló, cediendo a la boca que invadió la suya no el tiempo suficiente para disfrutar, rompiendo el encanto cuando Geralt se separó, tomando la cabeza para ir a buscar al posadero, mirándolo de reojo con esa estúpida sonrisa de vencedor.
—¿Vienes?
—... grrr. ¡No camines tan rápido! —Jaskier lo alcanzó, respirando hondo— No creas que te he perdonado tan fácil, deberás hacer méritos y lanzarme igual que costal a tu caballo no cuenta.
—Te permití subir.
—Eso no fue montar.
—Estabas arriba ¿no?
—Tengo la extraña sensación de que ya no estamos hablando del caballo.
—Lento.
—¡Argh! ¡Geralt!
—Después iremos a buscar más pistas sobre el Leshy, alguien está transformando a los monstruos, haciendo que se comporten de forma distinta, haciéndolos más fuertes.
—No cambies el tema.
—Te doy tiempo a calmarte.
—Tú... no vales la pena.
—¿Estás seguro?
—...
—Eso pensé.
Jaskier hizo caras, sonriendo luego. No podía esperar que sus canciones románticas retrataran la forma de ser del brujo, al final no era un humano ordinario así que no pensaba ni actuaba como los demás, pretender que tuviera esa normalidad era colocar una montaña absurda en un camino estrecho. Las cosas eran de una manera, la manera correcta. Y eso tenía su encanto, solo era aprender a ver entre gruñidos, malas caras y palabras con doble significado. Una tarea que podía hacer con dedicación, después de todo ahora sabía que Geralt sentía algo por él lo suficiente para salvarlo de las garras de criaturas malignas con intenciones malsanas. No todos los días se podía encontrar un amante tan bueno tanto en la cama como en la pelea.
F I N
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