Capítulo 9 🎻

Raven

Siento que el tiempo se detiene mientras me aferro al brazo de Krestel como si mi vida dependiera de ello y aguanto la respiración. Cerca de cien personas se esparcen por el salón, mirando cada uno de nuestros movimientos. Percibo los ojos críticos por mi aspecto, escucho los susurros y veo el disgusto en varios rostros. ¿Por qué no? Me presenté a la fiesta vestida de una forma que nunca vieron en Arkos.

Vulgar.

Chica corriente.

Ramera...

Las palabras golpean mi cara como un balde de agua fría y me tropiezo con mis tacones altos. Los músculos de mis piernas se tensan, las ganas de correr me invaden. Es Krestel quién me ayuda a mantener el equilibrio sin soltarme.

—¿Qué dije sobre la opinión de los demás? —susurra para que solo yo pueda escucharlo.

El simple vistazo de sus ojos rojos me ayuda a mantener la calma y me relajo en sus brazos. No comparte el mismo pensamiento que los invitados. Hay admiración en su mirada. Puedo hacer esto. Con él a mi lado puedo.

—Que están debajo de ti —respondo con un aliento tembloroso.

—También están debajo de ti. Cualquiera que se atreva a insultarte está muerto —dice alto y algunos apartan la mirada —. No agaches la cabeza ni te avergüences. Te ves hermosa.

Mi corazón da un salto y asiento. ¿Cómo es capaz de generarme este sentimiento de seguridad a pesar de lo que me ha mostrado en mis pesadillas? Krestel es la perfecta definición de contradicción.

—Gracias.

—Permanece a mi lado si te sientes incómoda.

Ava mira a los incrédulos con puro odio y le quita una copa de vino a la camarera. Si mi madre estuviera aquí se molestaría porque no tiene la edad suficiente para beber, pero es Ava Karlsson. Hace lo que quiere.

Se instala el silencio a medida que caminamos directo al centro de la habitación dónde hay escalones que conducen a dos tronos decorados con alas de murciélagos en sus cabeceros. Detrás hay ventanales que muestran el paisaje nevado de Arkos. No tiene que ser tan difícil mezclarse. Fingiré que estoy en la preparatoria y soy normal como todos. Excepto que ya no me encuentro en mi mundo. Aquí no soy una simple adolescente. Soy una reina.

Respira.

Respira.

No estás sola.

Él te sostiene.

Krestel no te dejará caer.

A la izquierda hay tres sillas dónde están sentados dos hombres y una mujer que he visto antes. Es Serenity, la encantadora de serpientes que ayudó a Allison. Está acompañada de su esposo e hijo. Me da una sonrisa suave que le da un segundo de respiro a mi tensión. No todos me odian.

Krestel sube el primer escalón y me tiende la mano para ayudarme a subir. Mis tacones altos repiquetean, el silencio absoluto es más grande cuando llegamos a los tronos y maldigo internamente. No importa las veces que he visualizado esta imagen en mis sueños. No me acostumbro al hecho de que estoy destinada a un rey vampiro y juntos gobernaremos Arkos. Esto va mucho más allá de mis expectativas.

Debería estar en la orquesta inglesa, presentando mis notas mientras toco el violín. Siempre quise aplicar en la universidad y tener mis propias giras de conciertos. Soñaba con ver a mis padres aplaudiéndome entre la multitud. Deseaba tantas cosas...

Krestel se sienta en el trono con una postura casual, los codos apoyados en los reposabrazos y una sonrisa socarrona. Me quedo de pie sin tener idea de cuál será mi próximo movimiento.

—Tú decides.

Salgo de mi estupor.

—¿Qué?

—Dónde ubicarte —Apoya la barbilla en la palma de su mano —. Puedes sentarte en el trono a mi lado o cómo segunda opción tienes mi regazo.

Mis mejillas se calientan porque lo ha dicho en voz alta. Si antes estaba avergonzada ahora peor.

—Imbécil —siseo por lo bajo, acomodándome en el trono opuesto.

Entonces Krestel sonríe ampliamente. Su sonrisa no es una que he visto desde nuestro encuentro. Es genuino, hipnotizante, hermoso. Sus labios se separan y enseña sus colmillos. Sus ojos se achinan y transforman su rostro en uno más juvenil. Me cuesta recordar que detrás de esa sonrisa hay historias trágicas, muertes, odio. Todo desaparece a nuestro alrededor. Solo somos él y yo. Siento que mis propios labios se curvan y nos observamos por lo que parecen horas.

—Majestad —La voz de Morana interrumpe el hechizo y me aclaro la garganta mientras vuelvo a enfocarme en el público. Krestel adopta su típica actitud fría.

La ninfa le entrega un cáliz de sangre mientras a mí una copa de vino. Le doy las gracias y ella se retira sin mirar al rey. Una vez que estamos cómodos, Krestel se pone de pie. Todos esperan en silencio que hable. El salón no solo está atestado de inmortales como vampiros o hadas. También hay demonios y otras especies.

—Los he convocado para que sean testigos del evento más importante que ha sucedido en Arkos después de doscientos setenta y cinco años —Su voz es profunda y dominante. Las palabras de un líder que todos temen —. Su llegada ha sido susurrada por las aguas y las campanas sonaron como señal de que es la indicada. Ella vino hasta aquí para llevar a cabo nuestra futura unión. Será mi esposa muy pronto y la nueva reina por quién deberán arrodillarse.

Se escucha murmullos y jadeos indignados.

—¿Una humana que no comparte nuestra tradición? —Se burla una mujer de espeso cabello castaño y los ojos rasgados como un felino. El odio claro en sus pupilas.

La miro con una ceja arqueada.

—Soy inmortal —Hablo en voz alta antes de que Krestel responda por mí —. Mi padre es un licántropo y mi madre una médium. Eso me convierte en una mezcla de ambos.

La conmoción estalla cuando me miran peor que antes. De acuerdo, no debí decirlo. Menos cuando Mirko mencionó sobre la extinción que sufrió mi clase en Arkos. Krestel cometió genocidio en contra de los licántropos y resulta que su compañera es una.

—Disculpe, alteza —masculla un hombre alto y robusto. Tiene dos cuernos en la cabeza y la piel cubierta de vello —. ¿Si usted pertenece al mundo mortal qué la motivó a compartir nupcias con nuestro rey? Es de un reino distinto y su ropa lo demuestra.

Comparto una breve mirada con Krestel y sonrío. Ava está entretenida en la multitud, levantando la copa sutilmente al ver que me he convertido en un espectáculo. No permitiré que me intimiden. Mamá estaría orgullosa de mí.

—Vine aquí por mis propias razones que pronto descubrirán, pero les prometo que mi unión con el rey traerá paz y prosperidad a Arkos. No tengo intenciones de insultar sus tradiciones —Miro a la mujer que se dirigió a mí con desprecio —. Mucho menos hacer cambios que les perjudique. Hay algo grande detrás.

—Sin dudas, no fue el amor —La mujer se regocija y Krestel tensa la mandíbula. Su paciencia se va al demonio.

—Ella es mi compañera. Es todo lo que necesitan saber —Su mirada recorre los rostros de la multitud en pie, esperando que se atrevan a desafiarlo —. A partir de hoy su palabra tiene la misma validez que la mía y cualquiera que no la respete será ejecutado.

Nadie habla.

La calidez llena mi pecho y miro a mi futuro esposo. El lazo hace su trabajo, rodeándome de pensamientos cargados de agradecimiento y orgullo. Él me defiende con tanta devoción. ¿Será así siempre? ¿O es otros de sus juegos retorcidos?

Cuando nadie contradice su palabra, Krestel aplaude.

—La fiesta puede continuar.

El público se dispersa y suelto el suspiro que estaba conteniendo. Me siento más ligera. Eso fue rápido, pero estresante. No estoy segura si las próximas reuniones serán fáciles o peor. Fue abrumador. ¿Qué pasará cuando deba dirigirme a una multitud más grande?

—Lo hiciste bien —murmura Krestel —. A pesar de no tener ningún tipo de práctica lo hiciste bien.

—Mi padre es un exitoso político —digo con una sonrisa —. Asistí a sus audiencias en más de una ocasión y vi cómo se desenvolvía con el público. Me enseñó que la confianza es primordial. Si no la tengo debo fingir que sí y todo estará bien.

Se pasa la lengua por los labios.

—Muy lista.

—Será un reto mezclarme con tu gente, pero voy a superarlo.

—Puede que no te ganes el amor de todos, pero sí sus respetos —masculla —. Es mejor ser temido y respetado antes que amado.

Levanto mis cejas.

—¿Leíste a Maquiavelo?

—Mi padre visitó el mundo mortal antes de morir y me trajo regalos. Entre ellos El príncipe —responde —. No puedo estar más de acuerdo con el pensamiento de Maquiavelo. Fue un hombre muy inteligente.

Que hable con libertad de su padre es un indicio de que me ganaré su confianza y me siento honrada. Morana ha dicho que no suele mencionar a su familia. Somos interrumpidos cuando Serenity se acerca con dos hombres detrás de ella. El más joven tiene los ojos dorados y el mismo cabello negro. Deduzco que su edad ronda cerca de los veinticinco años, pero no estoy muy segura. Las apariencias en Arkos son engañosas.

—Me gusta ver que congeniaron rápido —comenta Serenity —. Sabía que harán una pareja extraordinaria. Hola, Raven. ¿O prefieres que te llame alteza?

—Raven está bien. Aún no me acostumbro a tanta formalidad.

—Me imagino que el cambio ha sido muy duro para ti.

—Sí —admito —. Pero espero que sea un proceso positivo.

El joven me sonríe con los dientes hincados en sus labios. La diversión en su cara irrita a Krestel.

—Mi primo es un grano en el culo, me compadezco de ti —Alcanza mi mano y besa el dorso —. Es un bastardo afortunado por estar comprometido con una mujer tan hermosa. Soy Nikov, es un honor conocerte al fin. Bienvenida a Arkos. Espero que seamos grandes amigos.

Mi estómago se retuerce mientras me da una mirada que pondría roja a cualquiera. Probablemente es la fantasía de muchos aquí. Es como si todo de él incitara al sexo. Me agarro el pecho mientras trato de reprimir el revoltijo que provoca su esencia. No es vampiro como Krestel. Es...

—Nikov es un incubo —explica Krestel —. Justo como su padre, mi tío Darko.

Miro confundida al hombre mayor, mi boca abierta, mi voz ahogada. ¿Un demonio sexual?

—Pero no siento nada en él.

El hombre tiene las mismas características que Nikov, pero sus rasgos son más adultos. El cabello sedoso cae hasta sus hombros y sus ojos son dorados. Si mis primas estuvieran aquí se morirían.

—Porque yo controlo lo que provoca mi aroma —explica —. Nikov lo está haciendo a propósito para molestar a Krestel.

Serenity pone los ojos en blanco. El vampiro a mi lado resopla sin verse ofendido.

—Oh.

—Esa no era la conversación inicial que planeábamos tener, pero es bueno conocerte —sonríe él —. Soy Darko Markovic, mucho gusto.

—Soy una chica normal así que agradecería que me traten como una más de ustedes. El gusto es mío, Darko.

Su mirada dorada brilla.

—Ahora entiendo porque le gustas a mi esposa. Apuesto a que pronto te ganarás el amor de cada habitante de Arkos.

—Yo no estaría tan segura —Mi atención se dirige a la mujer que incluso ahora me ve con ese desprecio. Me observa como si tuviera dos cabezas, los celos emanan de ella —. Tengo el odio asegurado de alguien.

Nikov ríe.

—Ah. Nada nuevo en Sheila, solo está celosa porque ella no podrá ser esposa de Krestel. Está enamorada de él desde hace siglos.

¿Una amante resentida? ¿Por qué no me sorprende? El hombre tiene casi trescientos años. Obviamente sus aventuras fueron muchos más que las mías. Experimentó cosas que no me alcanzará la vida para conocer. Sería tonto enojarme.

—Cierra la boca, Nikov.

—No veo a Shana ni Suzzane. El trío perfecto que amabas frecuentar. Apuesto a que están llorando porque oficialmente ya no formas parte del mercado soltero.

—Nikov, no estoy bromeando —La voz de Krestel sube en señal de advertencia.

—Ajá.

De acuerdo. No quería saber sobre su vida pasada. El historial es muy largo. ¿Frecuentaba a tres mujeres? ¿Eran vampiresas? ¿Cómo el trío de Drácula? Ew.

—Ignora a este patán —Serenity resopla —. ¿Y qué piensas de lo que has visto hasta ahora? ¿Es Arkos de tu agrado?

Sonrío en agradecimiento por el cambio de tema.

—El paisaje es hermoso y estoy agradecida de ser inmune al frío. Puedo salir con libertad sin el temor a congelarme.

—Fue muy valiente de tu parte mencionar que eres parte licántropo —murmura Darko.

—No me avergüenzo de mi naturaleza—enfatizo —. Espero cambiar cuando la próxima luna llena aparezca.

La expresión de Krestel se vuelve ácida.

—Espero qué no sea un problema.

—¿Qué cosa?

—Tu naturaleza —dice —. No guardo buenas historias sobre ellos.

Clavo las uñas en mis palmas. La forma que me mira hace que me sienta insultada.

—Yo no soy como aquellos que asesinaste en el pasado.

La tensión llena el espacio como un cuchillo afilado, cortándonos.

—Creo que no es momento para hablar del tema —espeta Serenity —. ¿Por qué no la presentas a los demás? Todos esperan que el rey y su reina ofrezcan un baile inolvidable.

Por primera vez en la noche bebo el vino que me dio Morana.

—No sé bailar —Mentira. Solo quiero escapar de la mirada que Krestel está dándome. ¿Cuál es su problema? Hace menos de una hora todo parecía ir bien. No entiendo su cambio de actitud.

Ava sube los escalones hasta estar justo frente a nosotros. Su mirada azul recorre a cada uno mientras me encargo de presentarla.

—Ella es mi hermana Ava.

Nikov la saluda con un beso en la mejilla.

—La listilla que peleó con su daga contra los olvidados —Ríe el incubo —. Dejaste sorprendido a más de un soldado.

Mi hermana le devuelve la sonrisa.

—Quería que vieran de lo que soy capaz para que nadie intente meterse conmigo.

Krestel asiente.

—Muy lista.

Es su palabra favorita, sin dudas.

—Bienvenida, Ava. Es muy valiente de tu parte acompañar a tu hermana —observa Darko —. Especialmente cuando eres tan joven.

—Gracias, señor. Mi edad no define nada.

—Ya veo que sí.

—Una chica precavida gana mil guerras —dice Serenity.

Ava le da una sonrisa de boca cerrada.

—Mi mejor arma es mi mente.

La conversación es entretenida los siguientes minutos. Más invitados vienen y Krestel me presenta a cada uno de ellos. Conozco a duques y sus duquesas, lores, barones, vizcondes. Personas importantes con títulos de nobleza. La política de Arkos está basado en la monarquía absoluta.

Aquí nadie cuestiona la autoridad de Krestel, ni siquiera los dioses. No es juzgado y jamás será condenado por sus acciones. Su poder pondrá de rodillas a cualquiera que se interponga. Me pregunto si yo sería la excepción a sus reglas.

Mi cabeza se aclara cuando un hombre baboso atrapa mi mano y la besa dejando rastros de saliva. Oculto mi desagrado detrás de una máscara indiferente. Usa un esmoquin que está a punto de reventar por sus apretados botones y su perfume pesado provoca un ardor en mi nariz.

—Alteza, mucho gusto en conocerla —Me enseña sus dientes de oro —. Me hubiera encantado traerle rosas en un día tan especial como hoy.

Sonrío forzadamente.

—No era necesario.

—Claro que sí. Las rosas rojas simbolizan signo de grandeza en Arkos —expone —. Pero al parecer su color definitivamente es el blanco. Pureza e inocencia.

Los dedos de Krestel rechinan en el respaldo del trono.

—¿Cómo está tu esposa, Raymond? Escuché que su enfermedad ha empeorado. Una tragedia.

La cara del hombre se vuelve blanca.

—Sus tratamientos la están ayudando, alteza. Gracias por preguntar. Ella estará agradecida de saberlo.

La mentira es muy evidente en su lengua. No ama a su esposa y espera dichoso el día que ella finalmente muera. La considera un estorbo porque no le ha dado un heredero. Piensa que es una mujer inútil por no poder concebir cuando el infértil de la relación es él. Bastardo asqueroso.

—Disculpe, ¿qué tiene?

Agacha la cabeza.

—No lo sabemos con exactitud. Los médicos dijeron que es una enfermedad provocada por una plaga desconocida —Se lamenta —. Pero no estoy aquí para hablar de mis problemas.

—Tienes razón —dice Krestel —. Retírate.

Nos da una reverencia y baja los escalones a trompicones por las órdenes de Krestel. Observamos la multitud sentados en el trono, atentos a cada cara. Ava está muy encantada en una conversación con Nikov. Al menos ella se divierte.

—Miente —susurro —. La enfermedad que tiene su esposa es por una causa de transmisión sexual. El hombre ha tenido encuentros con prostitutas sin protección.

Las cejas de Krestel se elevan con sorpresa y sus dientes rechinan.

—Hijo de puta.

—¿Y sabes qué más? Él muy pronto morirá, puedo sentirlo aquí —Me toco el pecho.

—Qué satisfactorio saberlo —murmura sin remordimientos —. El imbécil nunca me agradó.

—Ya me di cuenta.

—Tus habilidades son increíbles. ¿Tienes idea del uso que podríamos darle? —Sus ojos brillan —. Raven Karlsson, mano derecha del rey. Detectora de traidores.

Me río.

—Suena muy bien. ¿Realmente crees que podría ayudar en la Corte?

—Por supuesto, pero si tu intención es no involucrarte estaré bien con ello. Siempre puedo contar con la ayuda de tu hermana.

—Ella también es muy buena.

—Lo sé, pero quiero más excusas para tenerte cerca en cualquier momento del día.

Mis emociones son un estrago por culpa de unas palabras. Qué fácil soy.

—Si te comportaras como un caballero no me molestaría.

Krestel es todo sonrisas.

—¿Sigues escandalizada por nuestra conversación?

—Empezaste con el pie izquierdo y anunciaste nuestro compromiso frente a unos desconocidos sin tener la cortesía de pedir mi mano en privado. Simplemente asumiste que nos casaríamos y no tomaste en cuenta mis deseos.

Me arrepiento de inmediato al decir tal estupidez. Esto no es un cuento de hadas. ¿Qué esperaba? ¿Una propuesta dónde involucra a velas y rosas?

—¿No quieres casarte conmigo?

Imbécil. De todo lo que he dicho es lo único al que le ha prestado atención.

—¿Tengo elección?

—No.

—Entonces mi respuesta no importa.

Aparto los ojos, pero él pone una mano en mi mentón, obligándome a mirarlo de regreso. Mi pecho sube y baja por el contacto. El placer recorre mis venas, mis hormonas son un desastre cuando me ve así. Quisiera que se acerque un centímetro más y me bese.

—Sí importa —corrige —. Si lo que quieres es una propuesta formal entonces lo tendrás. ¿El anillo? Compraré el más grande de Arkos y lo llevarás con orgullo en tu dedo. Cualquiera que lo vea sabrá que eres de mi propiedad.

Quito mi cara de su alcance.

—No soy un objeto.

—No, pero te gustará serlo en mi cama.

Resisto el gemido que quiere salir. Él está rompiendo mis barreras y no puedo hacer nada para detenerlo. Mi cuerpo desea ser tocado, besado, amado...

—Eres un cerdo —Me pongo de pie, bajando furiosa los escalones.

Krestel me sigue como era de esperarse. La música suena y el escenario empieza a llenarse por cuerpos elegantes que se mecen suavemente. Miro la orquesta compuesta por violinistas, pianistas, guitarristas y una vocalista que enamora con su voz angelical.

Estoy confusa mientras unos brazos me rodean desde atrás y su aliento me acaricia la oreja.

—¿Por qué te molesta la reacción de tu cuerpo? —Krestel susurra en mi oído —. Es la misma que el mío.

—No me importa —Él me gira y estamos cara a cara —. No me importa en absoluto.

—¿No? —Mira mis pezones a través de la tela. Me duelen —. Porque yo estoy muy duro, Raven.

Me toma por la cintura bruscamente, presionándome contra su duro pecho.

—Basta...

—Lo primero que pensé cuando te vi llegar al salón es que quiero llevarte directo a mi cama esta noche —continúa hablando —. Y también ir yo mismo al mundo mortal para comprarte más vestidos como ese y después arrancártelos con mis dientes.

—Te gustan.

El rojo en sus ojos se oscurece.

—Me encanta.

Nuestro baile podría ser considerado inocente para la atención de muchos excepto por la ola de excitación que crece entre nosotros. Siento su dureza, la forma en que sus manos recorren lentamente mi espalda y terminan en la curva de mi trasero. Apoyo la cabeza en su pecho, perdiéndome en su aroma invernal. Krestel me rodea con sus brazos, inhalando mi cabello.

—Krestel...

—¿Sí, mi reina?

Alguien nos separa y miro indignada a Raymond, el vizconde infiel.

—¿Puedo tener un baile con la reina?

Quiero gritar que no, pero Krestel está siendo apartado por la mujer que Nikov señaló como su antigua amante más temprano. La tal Sauna.

—Claro —digo, incómoda sin quitar la atención de Krestel.

Él también está viéndome mientras la mujer intenta que baile con ella. No tiene la misma emoción de hace minutos. La furia evidente en su cara.

—¿El vestido es muy común en su mundo, alteza? —pregunta Raymond, demasiado concentrado en mis pechos —. Nunca había visto algo tan... provocativo. No permitiría que mi mujer se pusiera algo así en público, pero quizás haría una excepción en privado.

Voy a vomitar.

—Es vergonzoso, ¿no?

Frunce el ceño.

—¿Qué cosa?

—Ser un poco hombre y no aceptar tu condición —Le tiendo una sonrisa malvada y él retrocede —. Sabes cuál es la verdad, pero prefieres echarle la culpa a tu esposa porque eres demasiado cobarde para admitir que no puedes tener hijos. Nunca podrás. Eres repugnante.

—Cómo...

—No soy tu mujer, pero sí tu reina —Lo empujo —. Así que la próxima vez mide tus palabras cuando te dirijas a mí o haré que te corten la lengua.

Me libero de su agarre, prácticamente corriendo fuera del salón con la furia en mis venas.

—¿Alguien más lo sabe? —Raymond me sigue en el pasillo vacío y silencioso —. Porque si abres la boca y revelas mi secreto...

Soy la rabia personificada. Morana me advirtió que mi elección de ropa podría ocasionar este tipo de reacción, pero me niego aceptarlo. No tengo la culpa de nada. No importa mi vestido. Este pervertido no debería faltarme el respeto incluso si estuviera desnuda.

—¿Qué? —Detengo los pasos, enfrentándolo —. ¿Qué harás en mi contra? Estarás muerto antes de que me pongas una mano encima.

Respira como un toro enojado y me acorrala contra la pared. Su brazo en mi cuello me provoca pánico al instante. No quería recurrir al asesinato. Yo no soy así, pero no me ha dado otras opciones. Está acosándome, acorralándome.

—¿No puedo ponerte una mano encima? Ni siquiera él te respeta —refunfuña —. Cuando permitió que vinieras vestida como una puta sabía a qué se enfrentaba. Es lo que quería, niña. Despertar el deseo en otros y demostrar que eres su zorra. El nuevo juguete que romperá.

—Suéltame...

—¿Una humana siendo reina? —espeta una carcajada —. Primero Arkos arderá y Krestel con él.

Empiezo a retorcerme en su agarre. Mi rodilla se levanta y lo golpea justo en su entrepierna. No manejo una espada y tampoco una daga, pero conozco la debilidad de cualquier hombre. El ataque debió dolerle porque lloriquea.

—Pequeña zorra insolente. ¿Piensas que él te dará un lugar a su lado? —Se ríe con una mueca —. Se encargó de matar a cada licántropo porque no hay criatura que más desprecie en este mundo. Pregúntale tú misma y sabrás lo que hizo con ellos. Incluido a todos los niños de una manada.

Lo miro con ojos enormes, horrorizada por la revelación.

—Mientes.

La forma en que sus fosas nasales se agitan y el asco en su rostro, hace que la bilis suba a mi garganta. Me mira como si yo fuera la escoria y no él.

—No durarás en Arkos, niña. Hay más hombres como yo que desearán probar a la putita de Markovic y no podrás detenerlos a todos.

Ni siquiera lo veo venir porque todo sucede demasiado rápido. Unas garras con largas uñas negras son iluminadas por los candelabros y luego la cabeza de Raymond rueda en la alfombra. Miro con las piernas débiles a Krestel, el shock dejándome atónita. Me cubro la boca para suprimir los gritos. La sangre salpica mi hermoso vestido blanco y mi rostro.

—Nadie te toca y vive para contarlo —gruñe Krestel —. Solo yo.

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