Capítulo 33 🎻


Raven

Tengo que obligarme a calmar los latidos de mi corazón y respirar con profundidad. Mi mente trata de no darle importancia a las palabras de esa bruja desagradable, pero pienso una y otra vez en lo ocurrido. ¿Y lo peor? No puedo borrar de mi cabeza la expresión de Krestel.

Le prometí que nunca me iría. ¿Entonces que me llevaría a tomar la decisión contraria? Me muerdo el labio y continúo dándole vueltas al asunto mientras intento adivinar mi propio futuro. Krestel y yo estamos trabajando juntos en la confianza y queremos lo mejor para nuestra relación.

Siempre pasa algo malo, Raven. Ocurren los malos entendidos o eventos inesperados...

¿Qué podría impulsarme a abandonarlo cuando aquí soy muy feliz? Los únicos que me harían cambiar de opinión son mi familia o yo misma por alguna razón. Basta, basta. Lo que importa es el presente y debo vivirla como nunca. Disfrutar al hombre que amo y lo que me depara el destino. Nada de conspiraciones sin sentido.

Parpadeo y me enfoco en mi compañero que está de pie mientras extiende el mapa de Arkos sobre la mesa. La misión es encontrar las secuencias lineales que tocó Niss para matar a todo un ejército de demonios, pero tengo una fuerte teoría. Cuando los gaxas me asaltaron escuché la estrofa de una canción... ¿Se tratará de la misma que estamos buscando?

—Las tierras profanas de Arkos quedan más allá del bosque de los lamentos —explica Krestel —. Nadie se atrevió a pisarla desde que finalizó la guerra con las hadas y los demonios. Se ha derramado tanta sangre que diversas versiones dicen que el campo de batalla está maldito.

Frunzo el ceño y examino el mapa sin perderme ningún detalle.

—También se ha hecho sacrificios de hadas, ¿no? Los demonios entregaron a estas criaturas a cambio de más poder al dios superior al que servían en ese entonces. Tu padre era el líder.

Un rastro de culpa toca su expresión.

—Sí.

―Es fácil entrar a las tierras malditas, pero no todos pueden salir ―prosigo ―. Los fantasmas de las hadas que murieron a causa de los sacrificios aún no han tenido descanso y se encargan de eliminar a cualquiera que pise ese territorio. También son guardianas de las secuencias lineales que tocó Niss, aunque tengo una teoría muy grande.

Krestel me mira fascinado, Ava escucha con atención y sonríe mientras bebe su malteada.

—¿Sí? —pregunta Krestel.

Me levanto de mi silla y voy a su lado. El olor de su colonia me embriaga y quiero terminar con cualquier centímetro que se interpone entre nosotros. Soy adicta.

—Cuando los gaxas me atacaron en el callejón escuché las notas del violín, pero fue una mínima parte. Una estrofa —Lo miro —. Estoy segura de que no iremos a buscar una simple secuencia. Si no una canción entera que debo memorizar para acabar con Baltor. Tuve una visión.

Exhala.

—Esto es más grande de lo que pensaba —dice Krestel —. El violín está absolutamente fascinado por ti. Sintió cuando estabas en peligro y no dudó en rescatarte. Hizo mejor trabajo que yo, estoy celoso.

—Deberías —murmura Ava.

Krestel le dedica una mirada letal que me provoca una risita.

—Deténganse un segundo que estoy hablando —Le doy un empujoncito a Krestel con mi hombro —. Me vi a mí misma tocando el violín entre pilas de cadáveres. Tenía un vestido blanco manchado de sangre. Fue una imagen reconfortante y espeluznante al mismo tiempo.

—¿Pudiste reconocer a los cadáveres? —inquiere Ava.

Sacudo la cabeza.

—No, pero tengo el presentimiento de que una guerra se aproxima. ¿Cuánto falta para que salga la luna? ¿Nos tomará muchos días recuperar las canciones de Niss? ¿De qué tratan las dichosas pruebas?

Ava se da un golpecito en la pierna.

—El tiempo en Arkos funciona de manera diferente al del mundo mortal, pero debes estar lista para el cambio, Raven. Sucederá cuando menos lo esperes —Gira su atención en Krestel que tiene una expresión inescrutable —. En cuanto a las pruebas no tengo idea de qué tratan.

—Yo sí —susurra Krestel.

Elevo mis cejas.

—¿Conociste a alguien que las atravesó?

—No, pero mi padre me contó historias y las recuerdo perfectamente —Sus colmillos raspan su labio inferior en un gesto pensativo—. Dicen que debes enfrentarte a tus peores miedos y solo el guerrero más valiente pudo sobrevivir.

Me dejo caer en la silla detrás de mí.

—Bueno, ya fallé. No soy un guerrero —ruedo los ojos —. Con pruebas te refieres a obstáculos que implican usar la espada o cualquier tipo de don que poseas.

—Podemos entrenar durante una semana, pero lo harás conmigo esta vez —Krestel agarra el respaldo de mi silla y me gira a él —. Tomarás clases con un verdadero maestro.

Lo señalo con el dedo.

—No le quites el mérito a Mirko. Es un gran soldado y amigo.

—Yo soy mucho mejor.

La tensión sexual se hace más crudo mientras miro sus ojos rojos. Un mechón de cabello rizado cae sobre su frente y lo aparta con una mano. Me odio por ser tan vulnerable ante él. Krestel lo sabe ya que una lenta sonrisa asoma sus labios.

—Me iré antes de que presencie un espectáculo no apto para menores de edad —masculla Ava.

Sacudo la cabeza rápidamente.

—Quédate.

Mi hermana resopla una carcajada.

—Mira, estoy de acuerdo con el strigoi. Pueden tomarse una semana para entrenar juntos y así ir preparados al campo de sangre. Ya conoces algunas técnicas que Mirko te ha enseñado, Krestel te ayudará a perfeccionarlos.

—Bien —cedo —. Espero que no sea un idiota conmigo como lo fue con Karrie.

—No vas a superarlo, ¿eh? —Se burla Krestel.

—Eres terrible dando críticas.

Se inclina hasta que su boca está muy cerca de la mía. Su aliento a mi vino acaricia mis labios y trago saliva.

—A ti siempre te daré un diez, amor.

Escucho la puerta cerrarse bruscamente cuando Ava se retira.

—Eres tan imbécil —Alcanzo el cuello de su camisa y lo atraigo a mi boca —. Espero un poco de sensibilidad de tu parte. Soy una chica con sentimientos.

Nos besamos lentamente sin dejar de hablar.

—Eres más ruda de lo que crees —Otro beso —. Puedo dejar que patees mis bolas si quieres.

Sonrío en medio del beso.

—Oh, eso jamás. Las amo demasiado como para lastimarlas.

Su boca se vuelve más dominante y me levanta para colocar mi trasero sobre el mapa. Agradezco que Ava nos conozca tan bien porque no ha dudado en darnos privacidad. Anoche lo eché de menos y me odié por acceder a la tonta apuesta de que soportaría mucho tiempo sin sus caricias. Y cuando la bruja horrible se atrevió a mirarlo con lujuria quise matarla. Krestel es mío. Solo mío.

—Repítelo.

—Amo tus...

—No —Se ríe y presiona su frente contra la mía —. Dime que soy solo tuyo.

La vergüenza pinta de rojo mis mejillas. Soy una pervertida sin remedio.

—Eres mío.

—Y mis bolas también te pertenecen.

Lo golpeo en el pecho y su carcajada resuena mientras vuelve a besarme.

—Idiota —enredo los brazos alrededor de su cuello —. Lo que ha dicho la bruja...

Krestel se tensa. Mierda, no debí mencionarlo.

—¿Qué?

Tarde para arrepentimientos, Raven.

—Actúas como si nunca hubiera sucedido.

—¿Debería preocuparme por las mentiras de una charlatana?

El alivio viene con su admisión. Pensé que se cerraría de nuevo y me apartaría.

—No.

—Entonces no hay nada que discutir aquí. Confío en ti más que nadie.

Lo abrazo y oculto mi cara en el hueco de su cuello. Beso su piel, pensando en lo mucho que significa en mi vida. Despertó sentimientos en mí que nadie lo hizo nunca. Me hace feliz y me trata como si fuera la mujer más importante del mundo. Soy su reina. Su todo.

—No puedo esperar un minuto más para ser tu esposa —susurro.

Sus grandes manos me acarician el cabello.

—Solo dime dónde y cuándo.

Sonrío y me despego lentamente de su cuerpo a pesar de que no quiero.

—Aún debo decidir qué ponerme en un día tan especial. Serenity sugirió el vestido de tu madre, pero no pude aceptarlo. No me vería como yo misma.

Las cejas oscuras de Krestel se unen.

—Te mostró el vestido de mi madre.

—En realidad me dio la llave para que pudiera verlo yo misma en la habitación de los tesoros —Lo miro atentamente —. ¿Te molesta?

—No, para nada —niega —. Es increíble que siga molestándote cuando le pedí que se meta en sus propios asuntos.

—No lo hizo con mala intención.

Suspira profundamente.

—Si no te gustó el vestido de mi madre te conseguiré otro. Contrataré a las mejores diseñadoras para que lo hagan a tu manera o podemos visitar las tiendas de Arkos.

—¿Harías eso por mí? —sonrío ilusionada.

—Cualquier cosa, amor. Pensé que ya lo habíamos establecido. Si quieres algo no dudes en pedírmelo.

—De acuerdo. Una diseñadora no estaría mal.

—A tus órdenes.

Compartimos otro beso antes de que se aparte y vuelva a colocar mi cuerpo en la silla. Me río mientras enrolla el mapa.

—¿Mañana empiezan nuestros entrenamientos? —pregunto.

—Sí, es lo más adecuado. Hoy hubiera sido genial, pero necesito resolver un inconveniente que se presentó —explica —. Iré con Nikov dentro de una hora al puerto invernal.

El pueblo pesquero dónde maté al kraken.

—¿Sucedió algo malo?

—Encontraron rastros de sombras.

Una ráfaga de escalofríos entumece mis brazos.

—Siento que se está expandiendo en el resto de Arkos. No solo en algunas zonas y es terrible.

Su fuerte mandíbula se tensa.

—Lo sé y estoy tratando de borrar cualquier rastro, pero después aparecen más y es interminable —Cierra los ojos brevemente —. La situación se está saliendo de control y con lo de Baltor...

Me posiciono detrás de su espalda tensa y masajeo los músculos. Krestel se relaja, soltando otro suspiro. Está demasiado estresado y odio no poder ayudarlo como necesita.

—Vas a solucionarlo porque nada escapa de tus manos y eres Krestel Markovic. Afrontaste situaciones peores.

Besa mi mano.

—Tu fe en mí es asombroso.

Presiono mi torso contra su espalda.

—Creo en ti.

Rodea mis dos muñecas, restringiéndolas contra su pecho dónde late su corazón.

—Quiero que todo termine para disfrutarte como me gustaría.

—¿Cómo?

—Convertirte en mi esposa y llevarte a un lugar dónde no voy a compartirte con nadie. Estarás a mi merced.

Sonrío.

―No hay nada que desee más como ese día.

Me mueve rápido hasta que estoy atrapada en sus brazos y su gran altura cerniéndose sobre la mía.

—¿Vas a esperarme despierta esta noche?

—Sí.

—¿Qué más?

—Estaré desnuda.

Él traza su nariz a lo largo de la mía.

—Esa es mi chica.

🐇

Krestel no regresa durante el resto del día. Pasaron horas desde que lo vi irse con Skar y Nikov. Mis pensamientos se mantuvieron en él a pesar de que quise distraerme leyendo un libro, cocinando o disfrutando la tarde con Ava y Karrie.

Cocino pastas con salsas, galletas y horneo pasteles. Mi esperanza es cenar con Krestel presente, pero dudo mucho que llegue a tiempo. Está tan ocupado por todo el drama que rodea el reino. La influencia del señor de las sombras ha crecido muchísimo desde que Ronan se unió a él. Tengo la sensación de que tarde o temprano invadirá Arkos. Lo presiento. El hambre se ha esfumado y simplemente sigo el curso del día. Pienso en mi familia y cómo estarán afrontando todo. ¿El embarazo de mamá ha avanzado? Sonrío ante la imagen que evoca mi cabeza. Conocer a mi nuevo hermano es un sueño frustrado.

—¿Quieres hablar sobre lo que te atormenta? —inquiere Ava ―. Te noto callada.

Una sonrisa genuina, pero triste tira de mis labios.

—Un poco agotada de todo.

—¿Qué hizo Krestel esta vez?

—Nada, en realidad —Muevo la copa de vino entre mis dedos viendo el líquido tinto —. Él es maravilloso.

—No me has dicho como fue el encuentro con la bruja.

Mi garganta se seca y bebo el vino para tratar de aliviarlo.

—Fue desagradable y bochornoso. No suelo desearle el mal a nadie, pero a ella quise arrancarle los ojos. La odié cada minuto.

Mi hermana se ríe suavemente.

—Tuvo que molestarte bastante porque la Raven que conozco no es violenta.

—¿Además de coquetear con Krestel en mis narices? —resoplo —. Sonó con tanta convicción cuando aseguró que no estaré a su lado por siempre.

La expresión de Ava se endurece y carraspea.

—Es familiar de Morana. ¿En serio esperabas algo decente de ella?

Hago una mueca adolorida.

—No lo sé, Krestel dijo que no tiene importancia, pero no puede mentirme, Ava. Sus inseguridades volvieron a resurgir —Me froto las sienes —. Él no necesita esto justo ahora cuando hay tantos problemas que debe resolver. Ojalá pudiera hacerlo más fácil.

—¿Qué? Lo estás haciendo increíble, deja de decir tonterías. Lo apoyas en todo y sigues con él a pesar de su temperamento. Te adaptaste a su mundo y tratas de buscar el bien en cualquier medida. ¿En serio piensas que no le das suficiente?

Mi corazón palpita.

—Pienso que puedo hacerlo mejor.

—De ninguna manera —sostiene Ava —. Desde que llegaste aquí nada ha sido fácil, pero sigues de pie y más resistente que nunca. Son perfectos juntos.

Miro el árbol de navidad y subo las piernas en el sofá. Ava acaricia el pelaje de Robin.

—Tengo miedo de fallar.

—Todos lo haremos —Mastica una patata y se sirve una copa de vino —. Lo importante es que sigues luchando y no te das por vencida a pesar de los obstáculos. Mamá estaría muy orgullosa de ti.

Me río y el sonido es deprimente. Mi buena y dulce madre... La imagino eligiendo las nuevas ropas que usará el pequeño Aaron o planeando sus próximos cumpleaños.

—¿Están bien? Mamá, papá, Roy...

—Sí —contesta —. Están más que bien, pero nos echan de menos. Mamá a menudo mira nuestras fotografías y papá se pregunta si Krestel se comporta como un caballero.

La carcajada que suelto es ruidosa.

—Siempre tan sobreprotector.

—En cuanto a Roy, muy enfocado en su hijo —sonríe —. Raffe cada día se parece más a él.

Traigo la copa a mis labios.

—No puedo esperar para volver a verlos.

—¿Sabes que por el momento no es posible?

Mi corazón se hunde.

—Lo sé.

—Pero el reencuentro es inevitable. Algún día abrazaremos nuevamente a nuestros padres —Las copas tintinean cuando chocan en el aire —. Te lo prometo.

Pasos suenan y miro sobre mi hombro para ver parada a Karrie en la puerta. La ternura me llena por la imagen de ella abrazando un peluche rosa de unicornio contra su pecho. Es inevitable no recordarme a mí misma cuando era una niña.

—Hey, cariño. ¿Qué haces ahí? Es tarde.

Sus ojos parpadean con aturdimiento y agacha la cabeza.

—No podía dormir.

—Ven aquí.

Le hago un lugar en el sofá y se acurruca a mi lado. La envuelvo con una manta, sonriéndole con cariño. Ella me devuelve el gesto con sus ojos atentos en los míos. Solo quiero protegerla de todo mal.

—¿Vas a decirme el causante de tu insomnio? —pregunto.

—Siempre tengo pesadillas con él —Karrie se estremece —. A veces quería entrar a mi habitación, pero mi madre nunca lo permitió.

El dolor empaña mis ojos y la abrazo más fuerte. Ava la mira en silencio.

—Shhh... pronto ya no habrá pesadillas.

—La última vez que vi a mi madre estaba muy débil porque él la obligó a meterse en una bañera con hierro —Sacude la cabeza —. Me pidió que huyera y lo hice. No debí irme.

Tantos días vagando por la calle la obligaron a robar porque estaba hambrienta y desesperada. Era una niña desamparada hasta que la encontró Krestel.

—Cariño... —No sé qué decir. Es demasiado para una niña de ocho años. Su padrastro quiso abusar sexualmente de ella, pero su madre la salvó en cada ocasión que pudo. Ahora la pobre mujer está muerta —. Hiciste lo mejor que pudiste en ese momento. Nada fue tu culpa.

—La extraño mucho —llora Karrie.

Ava aparta la mirada, pero veo las lágrimas en los bordes de sus ojos.

—Está bien que la extrañes, cielo. Era tu madre y te amaba —sonrío —. Ella seguirá cuidándote desde dónde sea que se encuentre. ¿De acuerdo? Nos tienes a nosotras y nada malo volverá a ocurrirte.

Coloca la cabeza en mi regazo y solloza. No decimos nada. Simplemente la sostengo hasta que se queda dormida. Ava suelta un suspiro con una expresión cargada de tristeza. Muy pocas veces se conmueve, pero la historia de Karrie destroza a cualquiera. Ningún niño debería sufrir. Todos tienen derecho a una infancia feliz con padres responsables.

—Es parte de nuestra familia —susurra Ava —. No solo es una Markovic, también una Karlsson.

Le lanzo una sonrisa.

—Es una de nosotros.

🐇

Krestel

Hice un pacto con el bastardo hijo de puta hace más de cien años. Lo conocí en persona, pero era un monstruo de pocas palabras. Sus planes fueron claras desde un principio: amenazó con matarme si me interponía en su camino. No me dejé intimidar en ese momento y no empezaré ahora. Es poderoso y no me cabe duda de que sus fuerzas son superiores ahora que el heredero se unió a él.

Puedo oler su influencia, sentir cómo las sombras se expanden y cortar el mal de raíz se ha vuelto difícil. Él me envió un mensaje. Los Karlsson están empeñados en vencerlo y me ve como un enemigo desde que acepté el lazo con Raven. Probablemente soy el único con más oportunidades de eliminarlo, pero no estaría tan seguro. Con su hijo en el mundo de sombras todo se ha vuelto complicado. No importa si tenemos el violín a nuestra disposición. Hay algo mucho más poderoso que lo vuelve invencible.

La nieve es violenta mientras Skar me transporta en el puerto invernal. Distingo los barcos entre las aguas congeladas y la poca multitud pesquera. Pensé que con la muerte del kraken y la desaparición de los piratas sería más habitada, pero me equivoqué. La nula población es alarmante. Estúpido de mi parte porque deseaba la extinción de mi propia gente y ahora me preocupan.

Nikov pasa volando cerca de mí, sus esplendidas alas sacudiéndose a pesar del clima insoportablemente frío. Envidio la facilidad con la que acepta cada una de sus naturalezas. Yo, en cambio, prefiero mantener dormido a la bestia dentro de mí.

—Según los informes, detectaron algo extraño en las zonas más pobres —comenta Nikov en voz alta —. Eso provocó que los habitantes pongan de nuevo hechizos de protección en sus puertas. Están asustados.

Sostengo las riendas de Skar que se balancea de un lado a otro. Poco a poco descendemos a la tierra lejos del mar.

—¿Qué podría ser peor que el kraken o los piratas?

Mi primo me mira sobre su hombro.

—Eso ya lo veremos.

La fuerza del viento agita mi cabello y seca mis ojos cuando Skar aterriza en el muelle y bajo de un salto. Acto seguido, disminuye su tamaño convirtiéndose en un pequeño murciélago. Nikov se para a mi lado ocultando las alas detrás de su espalda. Somos recibidos por un silencio muerto que es interrumpida por el sonido de nuestras pisadas contra el sucio asfalto. Los pocos pescadores nos miran de reojo, manteniendo las distancias y las cabezas agachadas.

—¿Qué diablos está sucediendo? —inquiero.

Hay basuras, paredes manchadas con restos de excrementos y extremidades de hadas. El olor de la sangre es repugnante. Cuando estuve aquí con Raven pensé que habría un enorme cambio con la muerte del kraken. ¿Qué los detuvo a avanzar?

Doy vueltas, examinando las casas sucias, hadas mirando inseguras desde su ventana. El grupo de pandilleros está en una esquina, todos armados y fumando sin inmutarse por nuestras presencias. Nikov y yo avanzamos hacia ellos.

—Buenas noches, caballeros —dice mi primo —. Al parecer son los únicos que no se escondieron en sus cuevas. ¿Por qué no están asustados como el resto?

El joven rapado y con la cara cubierta de tatuajes se echa a reír. Una mujer de cabello rosa y ropa de cuero se mantiene a su lado. Expulsa el humo de tabaco por sus labios y me mira de pies a cabeza.

—Alteza —susurra.

No respondo, su compañero vuelve a sonreír.

—Porque las sanguijuelas no son peligrosas como el kraken. Un corte de mi espada y estarán muertos. Son caníbales desesperados y sin razonamiento.

Elevo una sola ceja.

—¿Dónde podemos encontrarlos? ¿Por qué no acaban con ellos si son tan inofensivos?

El joven tensa la mandíbula.

—Porque ellos nos dan libertad en las calles, deja que los cobardes sigan escondidos —refunfuña —. Son unos jodidos débiles que esperan a ser salvados, incapaces de pelear sus propias batallas.

Nikov y yo compartimos una mirada curiosa.

—¿Tú de qué lado estás?

—Del mío —contesta él —. La corona me soba los huevos. ¿Qué nos ha dado? Nada.

Debería cortarle la lengua por hablarme con tanta confianza, pero no estoy afectado por sus palabras. Mi único interés es encontrar la fuente de amenaza e impedir que vayan a la capital. Si no mantengo en control la situación la población se volverá loca y seré tachado de incompetente por milésima vez.

—¿Dónde podemos encontrarlos?

La mujer señala un callejón.

—Vaya a la vieja taberna, alteza. Los muertos están ahí.

Nikov y yo seguimos caminando sin esperar otra instrucción. Los escucho burlarse a nuestras espaldas, pero hacemos caso omiso para concentrarnos en el objetivo. Los muertos... He escuchado esta historia antes y no ha terminado bien.

El silencio regresa mientras avanzamos por los callejones inundados de cloacas y salpicados con pescados podridos. El olor se vuelve peor cuando llegamos a la puerta de la taberna que mencionaron los pandilleros. La madera está destrozada con partes de muebles tirados en la calle. Nikov es el primero en entrar y suelta un silbido.

—Tienes que ver esto, Krestel.

Pongo mis pies dentro de la destrozada taberna y mi rostro sigue estoico sin reflejar ninguna emoción porque ya sabía que encontraría. Alrededor de cincuenta hadas están despedazadas, sus cuerpos inertes salpicados en la mesa y corazones desgarrados. Mis botas pisan algunos órganos que salpican el pantalón de Nikov. Me da una mirada de desprecio que ignoro.

—Él envió una pequeña porción de su ejército —asumo —. Se está burlando en mi maldita cara. ¿Quién crees que ha hecho esto?

Nikov exhala.

—El rey de sombras.

Saco la espada enfundada en mi espalda y abandono la taberna.

—Debemos encontrar ese sequito de zombis o llegarán a la ciudad.

🐇

Cinco horas después, ingreso a mi habitación con la ropa cubierta de sangre. Me tomó más tiempo de lo esperado encontrar al grupo de zombis que tenía aterrorizado al puerto invernal. La ira se arremolina en mi pecho y está desenfrenada. Nikov y yo matamos a cincuenta. ¿Quién puede asegurarme que no hay más?

Él encontró la forma de quebrantar el portal y darles pase a sus títeres para generar caos. Pudo enviar miles, pero lo hizo con una mínima cantidad porque está jugando conmigo y quiere presionar mis nervios. Si logra tener acceso al bosque de los lamentos será una tragedia que no podré evitar. Mi control hacia los muertos es muy diferente a la suya. Si revive a Baltor será el mismo bastardo hijo de puta que conocí. Recuperará sus poderes y la influencia sobre un ejército de licántropos. Mierda... No permitiré que ganen. Y si tengo que recurrir a un recurso bajo lo haré. Usaré todos los medios posibles.

Me apoyo contra el marco de la puerta y corro una mano por mi cabello mientras miro a mi mujer en la cama. La luz de la luna se filtra a través de las rendijas de la cortina y se extiende sobre las curvas de Raven ocultas debajo de las cobijas. Su cabello rojo es un halo desordenado y una de sus piernas desnudas queda a la vista.

Mi pene se endurece cuando recuerdo nuestro trato de hace horas. Ella estuvo esperándome desnuda, pero el sueño le ganó. Sonrío y muerdo mi labio. Una chica tan buena y obediente. Por mucho que la desee no planeo despertarla. Estoy cansado, perdido y estresado. Hoy fue un día agobiante y todo lo que quiero es un baño y dormir a su lado.

Cierro la puerta y me dirijo a la ducha que dura casi una hora. Cuando regreso a la cama, Raven sigue dormida. Me visto con lo primero que encuentro y aparto las mantas para sostenerla en mis brazos. Su cuerpo caliente se mueve, abrazándome inmediatamente. Inhalo su cabello, tratando de olvidar el aroma de la sangre que aún se impregna en mi cerebro.

―Te extrañé ―susurra despacio con la voz adormilada.

―Estoy aquí, amor.

―¿Kres?

―¿Sí?

―Dulces sueños.

Sonrío.

―Lo tendré ahora que estoy contigo.

🐇

Cuando despierto horas más tarde, la luz del sol se filtra por las cortinas y abro los ojos perezosamente. El aroma a pastel recién horneado inunda mis fosas nasales combinado con un delicioso café. Raven entra a la habitación con una bandeja en la mano y vestida con mi camiseta. Una sonrisa se abre paso en mi cara antes de que pueda detenerla.

―Qué hermosa manera de despertar ―murmuro, mi voz aún ronca por el sueño —. Buenos días, mi reina.

Raven se sienta en la cama con la bandeja en su regazo. Me entrega una rosa que aumenta mi sonrisa de idiota.

―Buenos días, dormilón. No quise despertarte antes porque estabas muy cansado.

―No hay problema. Soy el rey, tengo permitido dormir hasta tarde.

Rueda los ojos mientras me mira aceptar la rosa y me incorporo en la cama. Me tiende la taza de café que estoy tentado a rechazar. Prefiero mi copa de vino o sangre, pero la expresión de su rostro detiene cualquier queja. Ella horneó el pastel para mí. No recuerdo cuando fue la última vez que alguien me consintió tanto como lo hace Raven. Soy un hombre con casi trescientos años, un demonio poderoso...

―A mí no me intimida tu edad ni tus poderes ―dice de repente y casi escupo el café.

Le dejé entrar a mis pensamientos sin darme cuenta.

―¿Nada de mí lo hace?

Sonríe.

―Al principio sí, pero ya no.

Se sienta en la cama, tirando de mi camiseta entre sus muslos pálidos. El cabello rojo está húmedo y gotea en la fina tela blanca que empapa el algodón y enseña sus pezones endurecidos. Cada fibra de mi ser despierta por la imagen y es imposible apartar la mirada. Nunca tuve oportunidad de ganar contra ella. Me tiene tan jodido.

Mastico un pedazo de pastel para distraer mi cabeza de pensamientos obscenos. Es una mezcla de plátano con nueces. Nada desagradable.

―Haré que te tragues tus palabras en el entrenamiento.

―Prometiste que no serías un idiota.

―A veces necesito ser un idiota ―declaro.

Otro bocado y la mueca en mis labios es inevitable. Raven se cruza de brazos.

―Estás sufriendo con la comida, ¿no es así?

Trago con dificultad.

―Sabes muy bien cuál es mi fuente de alimentación favorita.

Con un suspiro de resignación, me quita la bandeja y lo coloca sobre la mesita. Acto seguido, aparta el cabello de sus hombros y me ofrece su cuello. Ya estoy duro.

―Toma lo que quieras.

Pongo una mano en su nuca y cierro el centímetro entre nosotros para hundir mis colmillos en su delicado cuello. Raven responde con un suave gemido que pone más duro mi pene. Mi lengua trabaja en su piel antes de encontrar la vena y succionar sin detenerme por los siguientes treinta segundos. La ubico debajo de mí, lamiendo la sangre que corre por sus tetas y resbala por su estómago.

―Mierda...

Nos apartamos mirándonos con los pechos agitados, suspendidos en esta lujuria que pulsa entre nosotros. Después de algunos latidos, toca su cuello y suspira profundamente. Me da una expresión adorable.

―¿Entrenaremos o haremos otra cosa?

Atrapo su labio entre mis dientes y chupo las gotas de sangre.

―¿Cuál es mi condición para hacer otra cosa?

Me empuja y salta fuera de la cama con las piernas débiles. Me anhela dentro de ella, pero no pronunciará las palabras que quiero escuchar. Es una pequeña orgullosa.

―En tus sueños. Vamos al gimnasio, Markovic.

Rebusca su ropa en el armario y trato de aliviar mi erección con una sonrisa. Definitivamente nunca tuve oportunidad de ganar contra ella.

🐇

La sala de entrenamientos está llena cuando Raven y yo entramos. Las reverencias son breves seguidos con rodillas hincadas. Busco a Kiro y lo encuentro con la cabeza gacha. Su cabello ha sido cortado y hace que la cicatriz cerca de su ojo destaque más que cualquier rasgo. Mi chica lo mira entre asombrada y conmocionada.

―¿Él es...? ―balbucea.

―Sí, es Kiro, el chico que salvaste.

―Wow...

Raven da un paso cerca de él, aunque mantiene la distancia. Cualquiera puede darse cuenta de que el chico no tolera el contacto físico. Es capaz de atacar como un animal si lo tocas sin su autorización. Secuelas de años de abusos.

―Me alegra que estés aquí, Kiro ―musita Raven con una cálida sonrisa que él aprecia y asiente.

―Gracias por la oportunidad. Prometo que no la decepcionaré, majestad.

―Sé que así será.

Raven vuelve a mí mientras el resto de los soldados retoman los entrenamientos. Junto su mano con la mía para llevarla a un sitio más privado. No permitiré que mis hombres la miren en ese pantalón ridículamente ajustado que resalta su culo. Incluso echo un vistazo sobre mi hombro para asegurarme que nadie cometió un delito de esa magnitud. Soy capaz de matarlos.

Una vez en la sala con colchonetas y herramientas, cierro la puerta a nuestras espaldas. Raven se siente atraída por la cantidad de espadas y cuchillos en la pared. También hay arcos y otros instrumentos interesantes.

―Aprenderás a usar todas, pero la espada es el arma más importante. Vamos a perfeccionar las técnicas que te enseñó tu amigo el soldado. No me voy a contener.

Sorpresivamente, no discute ni se tensa.

―Lo sé.

―Cuando seamos expuestos a las pruebas no serán fáciles, Raven. Un solo error y estarás muerta. ¿He sido claro?

―Sí.

Me muevo a la pared y recojo unas de las espadas que le perteneció a mi padre. Lo lanzo en el aire y Raven lo atrapa con dificultad. Después elijo la mía y me pongo en posición para empezar el combate.

―Ahora muéstrame lo que tienes.

Una chispa de adrenalina se enciende en sus ojos azules cuando ataca, usando una cantidad de energía que mueve mi cuerpo algunos centímetros. Nuestras espadas chocan y cortan el aire.

―Otra vez ―instruyo ―. Solo saldremos de aquí hasta que seas capaz de hacerme un rasguño.

Pone los ojos en blanco.

―Idiota arrogante. Te cortaré las pelotas.

Me río porque la estoy haciendo enfadar y me encanta.

―Vamos, ven por mí.

Ataca de nuevo, pero no llega tan lejos. En un segundo tengo su garganta en mi mano y aprieto dejándole marcas de dedos para que le hagan compañía al de mis colmillos. Raven lucha, su cara roja por la falta de aire y la furia.

―Estás muerta, amor ―La suelto y tose ―. Hazlo mejor.

En la tercera ocasión no permite que le ponga una mano encima porque responde con más violencia. Esquiva los golpes, se desprende de mi agarre y me propina una fuerte patada justo en la entrepierna. Me ahogo el gemido de dolor mientras la veo sonreír con satisfacción. Cuando nota que estoy indefenso, la punta de su espada corta mi barbilla sin delicadeza y gotas de sangre negro ensucian el suelo de mármol.

―Estás muerto, amor ―repite mis palabras ―. Hazlo mejor.

Hago desaparecer las dos espadas con un chasquido y me mira indignada. ¿Quién es el mejor?

―Hijo de puta tramposo...

En un instante, la tengo acorralada contra la pared y empieza a luchar. Me golpea el pecho con los puños y hasta recibo una cachetada, pero solo me excita más y mi boca domina la suya. Nuestras lenguas se reúnen y hunde las uñas en mi cuero cabelludo.

―Suplica ―exijo entre besos —. Dime lo que quiero oír.

―No, vete a la mierda.

Me alejo para respirar mejor y me froto el rostro. Raven está agitada con las mejillas sonrojadas y los labios húmedos. Jamás hubiera creído que estaría tan loco por una mujer. Me controla como un títere y yo obedezco con gusto. Lo que siento por ella no es puro, ni sano. Es crudo y retorcido. Una obsesión tan poderosa que me impulsa a quemar el mundo el día que no esté conmigo. Si la bruja tiene razón...

―¿Kres?

Las espadas regresan a nuestras manos y me oriento. No quiero pensar en la absurda idea o perderé la cordura. Confío en ella. No le daré credibilidad a un familiar de Morana.

―La próxima vez quiero un corte más profundo.

Raven me mira confundida.

―¿A dónde has ido?

―No te gustará saber ―contesto ―. Vamos, pelea. Tenemos una sola semana.

🐇

Después del almuerzo, Raven y yo nos dirigimos a los establos para buscar a los caballos. Karl está cargando una pesada bolsa de heno y lo ayudo para acomodarlos.

―Gracias por su ayuda, alteza.

―No es nada. ¿Cómo estuvo tu día?

―Fue muy productivo como siempre ―observa a Raven detrás de mí ―. Alteza.

―Hola ―Raven le sonríe encantada y me levanta una ceja. Sí, cualquiera se sorprendería si supiera que puedo ser amable. Karl no. Me ha tratado con nada más que respeto y hace que mis días no sean aburridos ―. El lugar es un santuario, gracias por cuidarlo.

―Es mi trabajo, alteza. Me siento a gusto aquí, es mi segundo hogar.

―¿Tiene familia?

―Una muy numerosa, por cierto ―respondo entretenido ―. Doce hijos.

Karl está sonriendo ampliamente.

―Oh, wow... Aquí no existe la televisión sin dudas.

―¿Televisión? ¿Qué es eso?

―Un aparato que transmite los eventos que ocurren en el resto del mundo, pero no lo entenderías ―explica ―. Es mejor que lo veas con tus propios ojos.

―Suena fatal.

―Oye, las cadenas de streaming transmiten series y películas increíbles.

Mi expresión aturdida y la de Karl lo dicen todo. Raven se ríe más fuerte.

―Vamos a montar de una vez.

Sigo en blanco. ¿Televisión? ¿Streaming?

―Karl ―Pasamos al hombre y buscamos a los caballos.

Una vez que están ensillados y listos, montamos por los bosques en silencio. Desde niño ha sido mi pasatiempo favorito, pero compartirlo con Raven es gratificante. Nunca le he mostrado a nadie las cosas que me gustaba hasta que llegó ella.

―¿Vas a decirme dónde estuviste toda la noche? No quise preguntar más temprano porque estabas muy cansado y creí que era inoportuno.

―Fui al puerto invernal y no tengo buenas noticias.

Los caballos galopan uno cerca del otro.

―Encontraste algo más relacionado a él.

―Sí, metió a sus zombis en mi territorio para enviarme un mensaje ―resoplo ―. No está contento porque elegí un bando. Sabe que pelearé la guerra con sus enemigos.

―Mi familia.

―Te elegí a ti ―Se queda en silencio mientras procesa mis palabras ―. Lucharé en tu nombre cuando llegue el momento.

Sus ojos continúan intactos en el camino frente a nosotros.

―¿A cuántos mataste?

―Cincuenta, quizás. Perdí la cuenta.

―Nadie puede garantizarnos que no hay más.

―Exactamente.

―Con más razón debemos superar las pruebas y encontrar las canciones de Niss ―Suena preocupada ―. Él es poderoso y no sabemos cuándo atacará.

―Lo sé, pero necesitamos esta semana para prepararte ―concedo ―. Tenemos que manejar todo de forma perfectamente calculada. Sin errores. Tus dones te ayudan a aprender rápido.

Libera un pesado suspiro.

―No fallaré ―asegura.

—Sé que no.

Los siguientes minutos nos perdemos en los bosques, disfrutando la naturaleza y animales exóticos que se dejan ver. Raven queda anonada con una ardilla de gran tamaño que sostiene su nuez y se esconde en el hueco de un árbol. Todo es nuevo para ella y es muy fácil sorprenderla. Le mostraré cada rincón de Arkos con tal de ver esa misma expresión en su lindo rostro.

Cuando llegamos al castillo, la ayudo a bajar del caballo con mi mano en su cintura. El beso que compartimos durante el entrenamiento no fue suficiente. Si ella no cede pronto me veré en la obligación de suplicar y no me importará.

—Mañana en el mismo horario a menos que se presente otro inconveniente.

Sonríe.

—Espero que no, extraño a mi prometido y odio que te vayas por mucho tiempo.

El momento de calma es interrumpida por Ava. Luce furiosa y angustiada. Sus ojos azules nos miran acusatoriamente antes de apretar los puños.

―¿Dónde demonios estaban?

Entrecierro los ojos.

―¿Disculpa? ―pregunta Raven ―. Fuimos a montar.

―¿Les llevó tanto tiempo cuando los necesitaba?

Me quedo callado y permito que Raven se haga cargo de la situación. Cuando Ava está alterada es mejor no discutir.

—Solo cálmate y dime qué ha ocurrido. No puedo entenderte.

—¿Calmarme? ¡Llevo horas esperando porque aquí no existen los malditos teléfonos y quiero que me lleve el diablo!

—Ava...

—¡Karrie no está! ¡Ha desaparecido hace más de una hora!

🐇

Instagram: JessiR17

Twitter: JessiRivas17

Facebook: Jessica Rivas

Tiktok: Jessica_Rivas17

Pinterest: JessiRBooks

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top