Capítulo 32 🎻

Krestel

Cientos de hombres inclinan las cabezas e hincan una rodilla cuando entro en la sala de entrenamiento. Mi tío Darko entre ellos. Registro cada cuerpo, mirada y postura. Ninguna señal de miedo ni rabia. Renuncian a muchos de sus sueños y familiares para unirse a mi ejército.

No entreno a cobardes.

Antes de estar aquí ellos superaron varias pruebas como sobrevivir una noche en el bosque de los lamentos. Kiro no debería ser la excepción, pero confío en que algún día logrará sorprenderme. Sus emociones actualmente son un descontrol y está roto. Tiene otras batallas que lidiar primero. Los traumas le robaron su inocencia y nunca volverá a recuperarla.

Camino a pasos lentos, rodeando a los hombres como un depredador. Me detengo frente al niño de cabello oscuro, ojos marrones y con una cicatriz muy notable en su ceja izquierda. Viste el uniforme característico de los caballeros. Negro y rojo. Le sienta bien. Ya no es el vagabundo que vi ayer.

—¿Qué tal su noche, soldado? —pregunto.

Kiro mira a los demás con una expresión confundida, como si no pudiera creer que le hablo a él. Cuando está convencido responde en voz alta.

—Bien, alteza. Agradezco su generosidad.

Asiento para seguir mi evaluación al resto de los soldados. Nikov se une al salón, deteniéndose en el marco de la puerta mientras mastica una manzana.

—Los entrenamientos a partir de ahora serán muchos más duros y exigentes. Con esto me refiero a que los descansos no existirán —espeto. Mi voz hace eco—. Hay una amenaza que muy pronto no vamos a poder controlar y tendremos que enfrentarla.

Mi tío Darko me pide permiso para hablar y le concedo.

—Hablamos del mundo de sombras —intercede —. Forma parte de otra dimensión y quiere quebrar los portales para tener acceso a Arkos. Las criaturas de ahí son demonios dispuestos a cualquier cosa para robar nuestras almas. Seremos sus alimentos si no los vencemos a tiempo.

Hay un coro de jadeos que paran cuando levanto un dedo.

—No estoy declarando ninguna derrota, pero quería advertirles que tampoco se trata de un tema que deben tomar a la ligera. Quiero que se concentren y pongan todo su compromiso en los entrenamientos. La unidad es muy importante en estas situaciones —declaro —. Nada de romper las reglas ni desobediencias. Ninguna será tolerada.

Silencio.

—Sobre todo, escuchen cada instrucción del comandante —Miro a mi tío Darko —. Su única intención es hacerlos más fuertes de lo que son. Aquel que no cumpla una sola orden quedará fuera y volverá a su patética vida sin propósitos. ¿He sido claro?

Colocan las manos en sus pechos.

—¡Sí, majestad!

—Bien —sonrío —. Demuestren que aún vale la pena luchar por ustedes y no me hagan perder el maldito tiempo.

🐇

Raven

Mirko se une a mí en los establos mientras termino de ensillar a Bruma y después me ayuda a subir en su espalda para empezar a montar. El hombre que se encarga de cuidarla me saluda y prosigue con el resto de las tareas. Se llama Karl y aprecia a Krestel. Me ha preguntado por él más temprano y me dio su apoyo porque sabe lo que ha ocurrido en la capital.

No imaginé encontrar a alguien hablar tan bien del rey, pero la vida es una experta en las sorpresas. Karl afirma que son amigos. Hay tanto de Krestel que debo conocer.

—Entré en shock —susurro mientras Bruma da pasos cuidadosos bajo la nieve —. Olvidé todos tus entrenamientos y me sentí impotente. Las manos de él en mi cuerpo me paralizaron.

—Raven... —Mirko me sigue de cerca en su caballo blanco —. Estuvieron a punto de violarte y estabas aterrorizada. Tu reacción fue normal.

Se me nublan los ojos.

—No puedo concentrar mi mente en otra cosa. Intento distraerme, pero mi cabeza siempre regresa a ese callejón. Me siento como una inútil por no luchar con todas mis fuerzas. Si el violín no me defendía quizás estaría muerta.

Mirko aprieta la correa del caballo en su puño. Su cara refleja la misma indignación que la mía. Él quiso protegerme, pero falló por un error que nunca volveré a cometer. Ava tiene razón. Llevará tiempo aprender las lecciones y mantengo la fe de que seré una gran reina. Me motiva a seguir adelante con esto a pesar de las pruebas difíciles que han sido impuestas.

—¿Cómo era tu antigua vida antes de que llegaras aquí?

La tristeza viene de inmediato a mis pensamientos, pero también un toque de felicidad. No me cansaré de decir que extraño mucho a mi familia.

—Muy feliz —sonrío —. Mi familia no es perfecta, pero sí muy unida. Trabajamos en equipo, nos apoyamos mutuamente y nos protegemos porque somos una manada. Daríamos la vida por el otro.

—El mundo mortal es diferente a Arkos —murmura Mirko y pasamos por un bosque repleto de pinos y más nieve. Veo una cascada cerca con agua congelada —. Hay reglas muchos más explícitas y gobernadores que no se parecen en absoluto a Krestel. Aquí las bestias están sueltas y no les da miedo mostrarse tal y como son. Atacan sin piedad. Allá son contenidas por las leyes.

—Los seres sobrenaturales vivimos escondidos entre las sombras. La mayoría de los humanos no conocen nuestra existencia.

—Estabas más protegida y contabas con el apoyo de tu familia —prosigue él —. Tienes dieciocho años, Raven. No has vivido ni la mitad que yo o cualquier otro arkano.

—Lo sé.

—¿Entonces por qué eres tan dura contigo misma? —cuestiona —. Nadie está preparado para vivir situaciones como esas.

No importaba quién era en ese momento. Mi título, la ropa o mi cercanía con Krestel. No merecía ser atacada ni acorralada por esos monstruos en el callejón. No fue mi culpa. Yo no les di ninguna invitación.

—Gracias —musito con una suave sonrisa —. Necesitaba escuchar algo así.

Mirko me guiña un ojo.

—Sucedió una vez, pero no volverá a repetirse nunca más. Lo juro por mi vida.

Asiento con un peso menos fuera de mis hombros. Cuento con el apoyo de Ava, Krestel y Mirko. No estoy sola.

—¿Te animas a una pequeña carrera?

Mirko se prepara.

—Hecho.

—A la cuenta de tres...

Ni siquiera espera que empiece el conteo porque su caballo sale disparado y grito indignada.

—¡Vuelve aquí, tramposo!

Bruma resopla y lo persigue sin esperar ninguna orden. No es una buena perdedora. Lamentablemente perdemos la apuesta y le prometo que la próxima victoria será nuestra en sentido superior. Mirko es un sucio ganador.

Después regreso a mi habitación a escoger el vestido perfecto para mi cita con Krestel esta noche. Una suave sonrisa se desliza por mis labios y la calidez me atraviesa. Esta faceta de él es fascinante. Cuando lo conocí por primera vez no me esperaba encontrar a un hombre tan apasionado. Creí que sería un idiota frívolo sin sentimientos. Idiota con sentimientos, sí.

Exploro el armario, deteniéndome en diferentes tipos de telas: encaje, seda, algodón, cuero, lana, raso. Finalmente me decido por un brillante vestido dorado. Es largo y una apertura deja al descubierto mi muslo. Me gusta. Sensual y elegante al mismo tiempo. Mi estilo.

—Te quedará hermoso.

Sostengo la seda entre mis dedos y miro a Morana parada en mi puerta. Me olvidé de cerrarla. Había olvidado su existencia porque estos días no se metió en mi camino. Mantuvo el perfil muy bajo. Demasiado para mi gusto. ¿Qué se trae entre manos?

—Gracias —digo —. ¿Necesitas algo?

—Hablar un momento. ¿Puedo pasar?

—Adelante —Miro de nuevo el vestido.

Ahora debo escoger un zapato que se adapte al atuendo y un abrigo que me ayude a disimular un poco el invierno.

—El plateado es cómodo.

Miro a la ninfa sobre mi hombro y cierro el armario con las prendas.

—Gracias —repito —. ¿Vas a decirme por qué estás aquí?

Se mantiene de pie con un aura misteriosa que me pone nerviosa. Ava no ha podido leer sus verdaderas intenciones, yo mucho menos. Esta mujer es un enigma. Es el antihéroe de la historia. Alguien que aboga por sus propios intereses porque nadie más lo hará por ella.

—Hice un trato con Krestel... —murmura a la ligera y luego se corrige —: Quise decir, hice un trato con el rey.

No oculto la conmoción en mi rostro porque no me esperaba en absoluto esa bomba. Menos con los antecedentes de Krestel y Morana. Se odian. ¿Qué buscarían ambos en este pacto?

—Espera, espera —Traigo las manos a mi pecho —. ¿Por qué él haría algo así?

Se encoge de hombros y se sienta en el sillón cerca de la ventana. Robin se esconde bajo la cama.

—La desesperación nos impulsa a hacer cosas inesperadas. Baltor siempre será una llaga en Krestel.

Siento un repentino choque de ansiedad. Anoche y esta mañana tuvimos tiempo para hablar. Él no me dijo nada. Que me entere por Morana me molesta y mucho.

—Te habló sobre la posibilidad de que puede revivir.

—Sí —suena satisfecha —. Está interesado en encontrar las notas de la melodía mortal que lo matará para siempre en caso de que reviva.

La tensión en mi estómago me enferma.

—Tú no sabes dónde está.

—Le di el nombre de la persona que sí tiene dicho conocimiento en su poder.

—¿Qué te prometió a cambio de tu generosa ayuda?

Su cara adquiere un rastro de oscuridad que me pone la piel de gallina. No es un juego para ella.

—Mi libertad.

Sin palabras.

—Oh, wow...

—El problema aquí es que no le creo —Se pone de pie y observa el paisaje que ofrece el balcón —. Le di algo más para asegurarme de que cumplirá su palabra.

—¿Eso es...?

—Acabar con Baltor si regresa.

No puedo moverme, pensando que la escuché mal. Todo lo que puedo hacer es quedarme quieta con los latidos desbocados de mi corazón.

—¿Tú harías algo así? Lo dudo muchísimo, tu lealtad por Baltor es más grande que cualquier cosa.

Se gira hasta que ahora está cara a cara frente a mí. Nunca había visto tanto disgusto en sus ojos oscuros. La máscara que llevaba ha caído y logro leerla por primera vez. Mi comentario le desagrada.

—No me conoces en absoluto y no sabes por lo que he pasado —masculla. Su garganta se contrae con cada palabra—. Sí, lo amé alguna vez y acepté mis errores, pero pasaron casi trescientos años y acabó con mi vida. No solo mató a la familia de Krestel y me esclavizó. Fui su puta durante siglos. El juguete que lo entretenía a él y sus amigos. Si Baltor es libre vendrá por mí, Raven. ¿Sabes por qué? No hice nada para sacarlo del maldito bosque.

No siento otra cosa que no sea horror. Sabía que fue lastimada y utilizada por Baltor, pero... no a esta magnitud.

—Lo lamento.

Rueda los ojos.

—Ahórrate las disculpas, no necesito tu lástima ni la de nadie.

De acuerdo...

—¿Qué quieres de mí? Hiciste el trato con Krestel.

—Sí, pero eres tú quien tiene el poder sobre él —Toca el collar en su cuello—. Haré mi parte cuando llegue el momento y te asegurarás de que Krestel cumpla con su palabra. Es eso o nada.

Es un trato justo y espero que sus promesas tengan validez y no sean vacías. ¿Qué podría perder en caso de que mienta? No le teme a la muerte por su inmortalidad. El collar le impide salir del castillo y solo Krestel puede quitárselo.

—De acuerdo —cedo —. Pero si es una trampa te mataré yo misma. Tengo el poder, tú misma lo dijiste.

Me dedica una sonrisa complacida.

—Finalmente estás sacando tus garras, lobita—Pasa por mi lado y se dirige a la puerta —. Ambas tenemos un pacto a partir de ahora. Suerte con tu cita.

Abandona la habitación y me aviento en la cama con un denso suspiro. Dudo que Krestel esté jugando con ella. Si le dio su palabra de liberarla creeré en él. Además, tengo la sensación de que la resurrección de Baltor es inevitable. Estará entre nosotros cuando menos lo esperemos y me asusta las consecuencias que desatará en Arkos. ¿Lo peor? Romperá a mi compañero nuevamente.

Que los dioses nos amparen...

🐇

No pienso mucho en mi conversación con Morana porque voy a molestarme y no debería cuando también le oculté secretos a Krestel como la aparición del supuesto licántropo. En mi defensa no había encontrado el momento oportuno para decírselo y él ha estado ocupado.

Ruego que esto no desate alguna discusión o malos entendidos. Tendremos una seria conversación cuando acabe la noche y todo estará bien. Trabajaremos en equipo para encontrar la solución más razonable.

—¿Piensas que vale la pena hacer un trato con ella?

Ava unta una gran porción de helado en la cuchara para llevárselo a la boca.

—Es una mujer golpeada por la vida —concuerda después de tragar—. Sus ganas de vivir son nulas, pero también tiene sueños como todos. Ha estado atrapada en este castillo durante mucho tiempo. Imagina lo deprimente que fue para ella.

Aplico un poco de rubor a mis mejillas y pinto mis labios de un suave tono rojo.

—Si nos traiciona...

—¿Cómo podría traicionarnos? ¿Uniéndose a Baltor?

—Sí.

—Volverá a ser el mismo títere que él manipuló —Se lame los labios—. Quiero creer que no es tan estúpida y tiene amor propio.

Guardo el maquillaje en el cajón y aliso mi cabello.

—También quiero creer lo mismo.

Ava se acomoda en la cama que comparto con Krestel y suspira.

—Es muy arriesgado, pero eres increíblemente poderosa, Raven. Krestel también. Hay un demonio dentro de él que será liberado.

—No quiere que lo vea.

—Bueno, lamentablemente para él en su forma demoniaca es mucho más fuerte y poderoso.

Frunzo el ceño.

—¿Incluso más de lo que he visto? Puede congelar el tiempo y a las personas. También tiene control sobre los muertos.

—No hemos visto ni la mitad de su poder.

—Bueno, wow...

—Hablando de Romeo —dice Ava en tono burlón.

Krestel entra por la puerta apestando a sangre. Sus ojos rojos se encuentran con los míos y al instante se tensa al ver mi flamante vestido de seda. Ya estoy lista para nuestra cita mientras él ni siquiera está limpio.

—Llegas tarde —reprocho.

—Mierda, lo siento, amor —Se acerca y me aparto cruzando los brazos sobre mi pecho—. Me daré una ducha rápida —Mira a mi hermana—. Hola, Ava.

—Krestel —responde entretenida y come otro bocado de helado.

Mi compañero niega con la cabeza antes de encerrarse en el baño con un portazo y cuento hasta diez para no estallar. Se he presentado dos veces en las mismas condiciones.

—Esta es mi señal para irme —Ava se levanta—. Oye, cambia esa cara y no te estreses. Recuerda que es un hombre.

—¿Es una justificación para sus actitudes?

—Sabes que sí —acota—. Disfruta la noche y mañana me cuentas todo. Te amo.

—Yo a ti. Llévate a Robin, por favor. No quiero que se sienta solo en mi ausencia.

—Bien —recoge a mi conejo en sus brazos y me besa en la mejilla—. Deja de pensar tanto y relájate.

Pongo los ojos en blanco.

—¿Desde cuándo los papeles se han invertido aquí?

—Siempre he sido la hermana más lista, Raven. Supéralo de una vez.

La empujo hacia la puerta sin delicadeza.

—Ya vete.

Su carcajada resuena cuando desaparece con Robin y me siento para ajustar las tiras de mis sandalias alrededor de mis piernas. Krestel vuelve desnudo a la habitación y huele delicioso. Santos dioses. Le perdono todo.

—¿Más gaxas muertos? —pregunto.

—Algunos monstruos sueltos que no podían controlar, pero no quiero hablar de ellos ahora.

—Si estás muy cansado podemos postergar la cita.

—No —Se apresura a decir y seca su cabello con la toalla—. Si me quedo voy a follarte por horas para sacar mi frustración y no es correcto.

Una ola de calor atraviesa mis muslos apretados.

—A mí no me molestaría.

Me da una sonrisa encantadora.

—Sé que no, pero mereces que te lleve a una cita y te diviertas. Has pasado por mucho las últimas semanas y necesitas un descanso.

—Tú también necesitas un descanso.

Se viste en un tiempo récord sin dejar de mirarme.

—Esta noche se trata de ambos. Vamos a disfrutar una obra y después terminaremos la noche con un gran premio.

—¿Sí?

—Yo dentro de ti.

Mi cara se llena de rubor y vuelve a reír mientras se coloca la chaqueta. ¿Cómo es posible que alguien sea tan increíblemente hermoso? El olor fresco de su aroma inunda la habitación y me encuentro a mí misma suspirando en aprobación. Es demasiada distracción cuando se viste así. Está claro que le gusta la ropa oscura y elegante. El conjunto es un abrigo de color azul marino y su cuello vuelto hacia arriba enmarca los delicados huesos de su rostro. Está recién afeitado con sus altos pómulos y su fuerte mandíbula en exhibición. Luce como un dios del sexo. Mi dios.

—¿En qué piensas? —inquiere con toque de burla y sacudo la cabeza para salir de mi aturdimiento —. Tienes un poco de baba. ¿Te traigo una servilleta?

Le saco el dedo del medio muy sonrojada. Soy tan obvia y poco disimulada.

—Cállate.

Ríe.

—¿Ansiosa?

—Oh, sí. Ya quiero conocer el famoso teatro mágico. ¿Iremos con Skar?

—¿Y arruinar tu hermoso vestido con el viento? Mmm... no. El único que lo romperá soy yo.

Abrazo la tela en un gesto protector.

—Ni se te ocurra, Markovic. Me gusta mi vestido y quiero conservarlo.

—Te compraré más.

—No te saldrás con la tuya esta vez.

Hace un puchero frustrado.

—Tus deseos son órdenes, mi reina —dice, agachándose y ata los cordones de sus zapatos negros y brillantes—. ¿Sabes cuál es mi condición para salir?

—¿No hablar con nadie?

—Puedes hacerlo, pero no te apartes de mi lado.

—De acuerdo.

En un chasquido está perfectamente vestido y se me hace agua la boca. Abre la palma de su mano y veo un brillante collar con una piedra preciosa roja como amuleto. Rubí.

—Ven aquí.

Obedezco y me pongo de espaldas a él para que coloque el collar alrededor de mi cuello.

—Hermosa —susurra simplemente.

Entrelazo nuestros dedos y me derrito contra él.

—Gracias por el regalo.

—Te daría el mundo, Raven.

🐇

Nos transportamos del castillo a un hermoso salón que tiene mis ojos bien amplios y mi mandíbula tocando el suelo. Krestel está atento a mi reacción. El enorme techo de cúpula es una obra de arte. Veo la batalla de hadas y demonios talladas en él. Es tan real que siento a las imágenes moverse mientras relata una historia trágica dónde se ha perdido millones de vidas.

Me quedo mirando más tiempo de lo necesario a las mariposas negras y rojas que vuelan libremente. No es la parte impactante. Mis sentidos se encargan de absorber cada detalle porque nunca imaginé ver algo así en el mundo mortal. Nunca. Tanto que apreciar. Tanto arte.

Las hadas tienen rasgos de animales y personas: orejas puntiagudas, pieles azuladas, verdes, rosa, naranja, cuernos llamativos, colas, hocicos de gatos, alas de mariposas, emplumadas y las de murciélagos. Es hermoso y horroroso al mismo tiempo. Una fantasía en toda su expresión. En cuanto a la ropa es un estilo de moda que los humanos envidiarían. La mayoría visten con sedas y muchas plumas.

Las antorchas y luciérnagas iluminan el salón decorado con un escenario y telones. Las sillas están perfectamente alineadas. Krestel pone una mano en mi espalda baja y soy conducida al tercer balcón que es privado. Las hadas charlan animadamente y la melodía angelical con toque deprimente suena detrás de mis orejas. Cierro los ojos, disfrutando de las notas. Siento que he encontrado mi zona de confort en Arkos.

—¿Qué tal todo? —pregunta Krestel—. ¿Es de tu agrado?

Nos sentamos en nuestros asientos que ofrece una excelente vista al escenario. Me giro para mirarlo con una pequeña sonrisa de alegría y agradecimiento.

—Me encanta, jamás había visto algo así —Miro el ambiente con la mirada desenfocada aún sin creerlo —. Es precioso.

Recoge mi mano y besa el dorso.

—Quiero que seas feliz.

—Lo soy —sonrío.

Una preciosa hada se acerca con una reverencia y los ojos tan abiertos como los de un búho. Me evalúa por varios segundos y se tropieza con sus propias palabras. La tranquilizo con una sonrisa porque está muy nerviosa. Pobrecilla.

—Altezas, es un privilegio tenerlos presentes. Gracias por honrarnos con sus presencias —Su sonrisa es tan gigantesca que luce dolorosa—. ¿Puedo servirles algo? ¿Alguna bebida o comida?

—Estamos bien, gracias —dice Krestel sin esperar una respuesta de mi parte—. Puedes retirarte.

La joven hada asiente con otra reverencia.

—Altezas —Se retira y respira profundamente.

Le frunzo el ceño a Krestel y le dirijo una mirada molesta. Yo sí quería comer algo, pero antes de que abra mi boca aparece una pequeña mesa con bandejas de aperitivos, refrescos, frutas y postres. Solo fue necesario un chasquido.

—No correré el riesgo de que te envenenen —explica—. No confío en nadie cuando se trata de ti.

—De acuerdo, pero la próxima vez me dejas hablar. Tengo mi propia voz y voluntad.

—Lo siento —alcanza un ramo de uva y me lo ofrece—. Hace cinco años mi tía Serenity asistió a una obra y su error fue comer una manzana acaramelada. Tuvo diarrea por días y casi murió.

Abro la boca y me trago tres deliciosas uvas. Krestel mantiene su atención en mis labios con una expresión ardiente.

—Eso suena terrible.

—Lo hicieron con mala intención, por supuesto —continúa y llena las dos copas con vinos—. A la curandera le llevó horas encontrar una poción que alivie su dolor de estómago. Desde entonces no consumo nada que no venga del castillo o mi propia magia. Es por seguridad.

—Bien, bien. Es totalmente entendible, pero dame la advertencia con antelación y no me quites la oportunidad de interactuar con los demás.

—Lección aprendida.

—¿Cómo se llama la obra que veremos? —pregunto sin dejar de masticar la uva.

—El lamento de la sirena. Relata la historia de cómo fueron esclavizadas por el kraken.

Me pongo más cómoda en mi asiento, el interés provocando brincos en mi corazón.

—¿Mi nombre estará escrito en los libros? Maté a una criatura mística que aterrorizó al mar durante siglos.

Una lenta sonrisa curva sus labios húmedos.

—Claro que sí, amor. Obligaré a que cada escritor y erudito que lo plasmen en los libros más populares de Arkos.

—No me gusta como suena eso. Quiero que reconozcan mi trabajo de manera justa, no porque tú los obligaste.

Krestel emite un gruñido.

—Corromper tu alma será un reto muy difícil.

—Pensé que te gustaba tal y como soy.

—Me encantas —dice él—. Pero algunas cosas son más divertidas con un poco de malicia. ¿Entiendes mi punto?

Ruedo los ojos.

—Sí.

Las antorchas se apagan un momento y después la única luz que proviene del techo ilumina el escenario. La obra está a punto de comenzar y estoy muy ansiosa. Alcanzo el pote de frutas, encorvo la espalda y no aparto la atención de los telones que empiezan a abrirse lentamente.

—Wow...

El acto empieza con una hermosa sirena de cabello oscuro y piel morena sentada sobre una roca y cantando. Su voz me estremece en el mejor sentido. Es angelical, suave y delicado. Me provoca lágrimas en los ojos.

Está perdida en el canto, apasionada con la canción. Todos están maravillados con su voz, abrumados en la obra, pero no todo es felicidad. Un pescador se acerca a ella con la mirada hipnotizada y lujuriosa.

La sirena ya no canta.

El pescador aprieta los puños y le exige que lo haga de nuevo, pero ella se niega. Terminará mal, lo veo venir.

—Oh, no... —Me tenso.

Agarra una lanza del mar y apunta su cuello. La orden viene de nuevo y la pobre sirena le implora que se detenga. No es lo peor. El siguiente acto es una escena de abuso sexual muy explícita y quiero vomitar.

—El kraken era un hombre y quería algo que no podía tener —susurra Krestel enfocado en el escenario—. Entonces lo tomó a la fuerza a pesar de que no tenía ningún derecho. Mientras más prohibido sea, más se encaprichan.

Suelto un suspiro tembloroso.

—Escuché eso antes.

Sonríe.

—Te dije que mi padre trajo libros del mundo mortal —Se da un golpecito en los labios—. ¿Sabes cómo termina la historia?

—El pescador fue castigado por la reina de las sirenas y lo convirtió en un horrible monstruo. A partir de ese momento mataba a cualquier hombre que intentaba lastimarlas, pero no todo sucedió como ella esperaba. El kraken tenía voluntad propia y las traicionó.

—Sí. Mataba a hombres y también sirenas. Era invencible hasta que llegaste tú y acabaste con él—Una de sus manos se levanta y me toca la pierna—. Mi nota de la muerte. Mi Raven.

Puedo sentir su calor; puedo escuchar su corazón martillear en su pecho mientras miro sus ojos rojos. Quiero perderme en ellos para siempre.

—Yo...

—Quiero que hagas realidad mi fantasía.

Trago duro.

—¿Cuál?

—Tú, desnuda, tocando el violín solo para mí.

Un relámpago de placer emociona cada terminación nerviosa de mi cuerpo. Soy un charco de deseos incontenibles.

—Dioses...

Mi piel se sonroja mientras me imagino desnuda y a Krestel sentado en su trono, mirándome fijamente mientras toco el violín. Sacudo la cabeza para apartar la imagen de mi mente y bebo un sorbo de vino. Este hombre nunca dejará de hacerme sentir nerviosa y tan necesitada por él.

—¿Podemos disfrutar la obra, por favor?

Se ríe suavemente.

—Cómo prefieras, pero tú y yo sabemos que deseas otra cosa.

—¿Una cita normal sin que termine desnuda y contigo dentro de mí?

Krestel eleva una ceja oscura y hasta yo misma estoy sorprendida por mi tono. Lo dije como si fuera algo muy malo y mierda... ¡Me retracto!

—Mantendré las manos quietas el resto de la noche —sentencia—. No te tocaré a menos que me supliques.

Cierro los ojos, odiándome por soltar un comentario tan estúpido.

—No es lo que quise decir y lo sabes.

Sonríe contra el borde de su copa.

—Tarde, amor. Te dejaré disfrutar la obra.

Idiota.

Estoy a punto de dar pisotones como niña pequeña. Soy muy débil cuando se trata de él y lo deseo cada minuto del día. Si me priva de sus toques mucho tiempo no sé qué haría.

Al finalizar la obra, Krestel me presenta a algunos miembros más importantes de la elite de Arkos. Son hadas con los mismos rasgos un poco retorcidos, pero me ahorro cualquier comentario y fuerzo una enorme sonrisa en mi cara. No quiero parecer prejuiciosa y debo acostumbrarme porque también soy parte de ellos desde que asumí el papel de reina.

Estamos rodeados de conversaciones y buena música. Un piano de cola está en la esquina y una hermosa mujer toca las notas que se adapta al ambiente. Tiene que haber al menos mil hadas en el amplio espacio, sosteniendo copas de néctar y vino mientras se pasean con los aperitivos.

—Tu presencia ha estado provocando un gran alboroto—Se ríe un atractivo hombre de cabello blanco y brillantes ojos turquesas. Me recuerda a mi tío Andrew —. No te he visto aquí en mucho tiempo, viejo amigo.

Krestel le responde con una agradable sonrisa que usa para muy pocas personas.

—Kai. Ella es Raven, mi reina y mi futura esposa.

El hombre a diferencia del resto está vestido con un sencillo traje violeta y corbata. Sus ojos me examinan atentamente y sonríe. Dos colmillos aparecen.

—Mucho gusto —musito.

—El honor es mío, bella dama —Mira a Krestel —. Eres muy afortunado.

La mano de Krestel cae a mi cintura de manera posesiva.

—Lo sé.

—Escuché lo que sucedió en el pueblo —Sacude la cabeza—. Esos desagradecidos no saben cómo comportarse.

—Afortunadamente los puse en su lugar.

La diversión brilla en los ojos de Kai.

—Con la ejecución de las tres mujeres y los gaxas tu punto quedó más que demostrado. Los delincuentes no saldrán de las sombras pronto. Has hecho un gran trabajo como siempre —suspira —. Es una lástima que no sepan apreciarlo.

Me reservo mis comentarios porque no concuerdo con él. Nunca estaré a favor de la violencia ni la ejecución de vidas, pero estoy en la obligación de acostumbrarme. Ya no vivo en mi mundo y los monstruos de Arkos son incontrolables. Los gaxas merecían lo peor por todo el daño que causaron a las hadas. En cuanto a Sauna y sus hermanas prefiero no opinar.

Nuestro recorrido sigue y Krestel me presenta a viejos conocidos que lo saludan entusiasmados. Algunos un poco reservados. Hablan de política y otros eventos. Huelo la hipocresía y sus falsas felicitaciones por nuestra boda. Odian a Krestel porque no podrán derrocarlo por más que lo intenten.

El tipo de magia que controla mi compañero es insuperable y lo convierte en el hombre más poderoso de todo Arkos y el único indicado para sentarse en el trono. Cualquiera que lo enfrente estará muerto.

—¿Estás cansada? —me pregunta.

Se me escapa un bostezo.

—Sí.

—Lamento que te estés aburriendo.

—De hecho, no —Apoyo la cabeza en su pecho y él me abraza —. Es realmente divertido ver cómo mienten en tu cara. Muchos de ellos no son leales a ti.

—Nada nuevo, por supuesto.

—¿No te deprime?

—¿Qué cosa?

—No tener verdaderos amigos.

Acaricia mi mejilla y me rindo ante el contacto. Lo adoro tanto.

—Te tengo a ti, Raven. El resto es irrelevante en mi vida. Pueden intentar derrocarme, pero nunca lo lograrán.

Vuelvo a bostezar y sonríe con diversión. Los botones de su chaqueta están abiertos y dejan al descubierto su fuerte pecho. Lo inhalo de nuevo, maravillada por el aroma. Estoy perdida.

—Ven, es hora de ir a casa.

🐇

Mis dedos acarician los suaves rizos oscuros. Krestel descansa la cabeza sobre mi estómago, murmurando que le encanta la calidez de mi cuerpo. Sonrío porque somos opuestos en todos los sentidos. Es fan de mi fuego y yo de su frialdad. Me encanta tenerlo aferrado. Es como una armadura que recibiría una bala por mí.

—¿Confías en Morana?

Traza la piel de mis muslos y hago lo posible para mantener la respiración uniforme. Puedo resistir sin sexo un par de horas. No ganará la apuesta. No voy a suplicar.

—Sabes muy bien la respuesta.

Centro la mirada en el techo. Esta noche es transparente y veo los copos de nieve caer del cielo. Deseo desesperadamente que salga la luna y termine con mi incertidumbre. Necesito cambiar pronto.

—Habló conmigo esta mañana —musito —. Me dijo que le ofreciste un trato, pero prometió aceptarla a cambio de mi garantía.

Krestel suspira en la oscuridad y se desprende de mi cuerpo. Sufro por la pérdida.

—Se hará costumbre que intenten usarte para llegar a mí.

Me muerdo el labio.

—¿Cumplirás con tu palabra?

Su respuesta me deja perpleja como el resto de sus acciones de los últimos días.

—Lo haré si no me apuñala de nuevo.

—¿Es fiable?

—No lo sé.

Mierda... Otra vez caminando a ciegas dónde hay riesgos peligrosos, pero no quedan muchas opciones.

—¿Qué tan poderosa es Morana? ¿Realmente necesitamos su ayuda en caso de que él sea libre?

—Es inmortal y absurdamente poderosa. Tiene control sobre el océano y otras criaturas marítimas.

—¿Por qué no nos ayudó con el kraken?

Se ríe.

—¿Y arriesgarme a que manipule al monstruo y lograra escapar? No. Hay una sola cosa capaz de matarla.

Me tenso.

—El violín.

—Tu instrumento puede matar al dios más poderoso.

—¿Incluso al dios de sombras?

—Dicen que existe antes de que la tierra sea creada —Me atrae hacia él y descanso una pierna en su cadera—. No tiene un origen exacto, pero su control hacia la muerte lo hace invencible.

—Destruyó a mi familia.

—Lo sé —Traza mi mentón con su dedo —. Sé que hay una historia cruda con él, pero por mucho que me encante la idea de que lo mates con el violín no sería posible. Es... inmune a la muerte.

Hago una mueca de dolor.

—No pierdo nada con intentarlo.

Se ríe suavemente.

—Muy valiente.

—Debo decirte otra cosa.

—¿Mmm?

—Prométeme que no vas a enfadarte.

Su semblante se vuelve serio.

—Si me lo pides así sabes que me voy a enfadar.

Pongo los ojos en blanco.

—Kres...

Suelta un gruñido frustrado y echa la cabeza entre las almohadas. Su nuez de Adán se mueve bruscamente cuando traga. Sería tonto retractarme porque ya abrí mi boca y no lo olvidará.

—Habla.

¿Por qué postergarlo? Va a enterarse tarde o temprano y es mejor que lo haga por mí.

—Vi a un licántropo más temprano. Estaba a pocos centímetros lejos del castillo—Mi voz titubea —. Reconocí su aroma.

No reacciona al principio, el silencio se vuelve denso y fuerte. Se cubre los ojos con el antebrazo y vuelve a suspirar con cansancio.

—Bastardo hijo de puta —murmura simplemente.

—¿No vas a enfadarte?

Me mira.

—¿Debería?

—Depende de mi decisión.

Resopla una risa sarcástica.

—¿Tu decisión es hablar con ellos?

—Sí y espero que lo entiendas. No me detengas, por favor. Necesito hacer esto.

—¿Por qué lo haría? ¿Ha servido mis advertencias cuando pasaste por alto todo el daño que me hicieron? Ignoraste cualquier bandera roja, Raven. ¿Me escucharás si vuelvo a pedirte que no te acerques a ellos?

Silencio.

Extiendo la mano a través de la cama y le aprieto los dedos. Krestel no responde el contacto.

—Estoy tratando de ayudar y adoptar el enfoque más diplomático posible. Sabemos las consecuencias que traería si Baltor revive ahora que el señor de las sombras está en ecuación. Lo ayudará con o sin mi cambio.

Nunca encuentra mi mirada.

—Dijiste que tenías tu propia voluntad y voz. Entonces úsala —susurra —. No apoyo tu decisión, pero no eres mi prisionera.

Trago el nudo en mi garganta.

—Gracias.

Su cuerpo yace inmóvil en la cama con los ojos perdidos y en completo silencio. Se gira de lado hasta que está de espaldas y me acurruco contra él.

—Tú y yo somos un equipo—Lo abrazo fuerte—. Siempre seremos tú y yo, Krestel. Seguiré de tu lado sin importar lo que ellos me digan. Eres el motivo de mi felicidad y no quiero perderte.

Pasa mucho tiempo antes de que sus dedos se entrelacen con los míos y me dé un apretón. Duermo en paz el resto de la noche.

🐇

La mañana empieza cargada de tensión. Krestel afirmó que respeta mi decisión, pero lo he notado distante. No habló mucho y tampoco ha sonreído. Nuevamente vuelve a ser el mismo hombre frío que conocí la primera vez.

Me cuesta mucho adaptarme a este cambio de actitud tan radical. Ava nos mira con un enorme signo de pregunta en la cara, pero todo lo que hago es encogerme de hombros. Cuando le demuestre a mi compañero que está equivocado respecto a los licántropos, espero que supere su resentimiento. La idea es tenerlos de nuestro lado cuando empiece la guerra. No hablo de una minoría. Me refiero a un ejército.

El vuelo con Skar es breve mientras pasamos por el bosque de los lamentos y nos detenemos en un pantano. Según Morana, aquí vive la bruja que conoce la ubicación de las notas musicales. Antes de llegar a una cabaña hecha de piedra, veo a un venado muerto atrapado en una enorme telaraña. Hago una mueca y busco a tientas la mano de Krestel. No quiero arriesgarme a ser devorada.

—Todo aquí es superior en cuanto al tamaño —comento con la voz temblorosa.

Se ríe bajito por primera vez en el día.

—Eso ya te lo he demostrado.

La ola de calor se arrastra hasta mis mejillas, pero sonrío porque extrañaba sus comentarios fuera de lugar.

—Idiota pervertido.

Caminamos a la cabaña con una gran chimenea que desprende humo verde y aroma a especias. Las enredaderas se abren paso entre las piedras y el suelo con plantas carnívoras. Me siento como si estuviera en un campo de minas porque cualquier cosa que pise es peligrosa.

—Nada es peligroso para el rey de Arkos —masculla Krestel —. Todo lo que hay en estas tierras me pertenecen.

Ladeo una ceja y veo a las enredaderas marchitarse con las plantas carnívoras para darnos paso. El alivio que siento es instantáneo. Nada malo podría sucederme mientras sostengo la mano de este hombre. Krestel ni siquiera toca la puerta y entra sin pedir permiso. Casi me pongo a protestar por la falta de respeto, pero es único. Hace lo que quiere.

Una vez dentro, nos agachamos para que los objetos colgantes no golpeen nuestras cabezas. Hay gallinas decapitadas, velas, flores marchitas y una estantería que contiene frascos con líquidos verde y etiquetas en un idioma que desconozco.

—Arkano —susurra mi compañero—. Lo que ves ahí significa lágrimas de hadas.

—¿Y la de ahí? —señalo el frasco azul.

—Sueños.

Me siento curiosa y atraída por la gran variedad de artículos. Observo el humeante caldero sobre la parrilla, pero al instante quiero vomitar. Se está cocinando extremidades humanas. Eww...

—Bienvenidos a mi humilde hogar, altezas —La voz cálida y seductora me obliga a mantener la compostura—. Siempre será un honor recibir a los reyes de mi tierra sagrada.

Se inclina con mucho respeto y la sonrisa que curva sus labios casi me hace olvidar que esta mujer es un demonio en persona. Su cabello negro está decorado y atado con flores. Su piel es de un extraño color gris que la hace lucir enferma y sus labios son azules. Dos cuernos sobresalen de su cráneo. Su belleza es única.

—Gracias... —empiezo.

Su sonrisa sigue intacta.

—Askandra.

—Muy bien. Gracias, Askandra—carraspeo—. Estás al tanto del motivo de nuestra visita.

—Por supuesto —Se mueve por el escaso espacio y recoge un frasco. Lo abre y después inhala como si fuera adicta. ¿Cocaína al estilo de Arkos? —. Mi dulce Morana los ha enviado.

Es familiar de Morana. Krestel a mi lado no luce sorprendido.

—Ella es mi esclava y ha sido sometida desde hace siglos. ¿Te gustaría saber qué ocurrirá con tu dulce Morana si la información que nos das es falsa?

Su cabeza se inclina en un ángulo escalofriante y cuando sonríe veo sus dientes amarillentos.

—¿Y quitarle la oportunidad de que al fin sea libre? —Se mofa la bruja—. La guerra es inevitable, majestad. Las sombras tomarán el control y Baltor surgirá entre ellos.

El miedo se infiltra y Krestel se tensa.

—No si la nota acaba con él.

Esos extraños labios azulados se extienden en otra sonrisa socarrona.

—No deberías temerle a Baltor, reina de Arkos. El verdadero enemigo aún sigue esperando el momento indicado para atacar —Inhala por segunda vez el humo del frasco y jadea —. ¿Quieres mi consejo? Toma lo que quieras sin dudas y demuestra de qué estás hecha. Tienes el violín en tus manos, el pueblo ha logrado verte con otros ojos y tu gente te espera.

Mi ceño se frunce por la confusión.

—Los licántropos...

Vuelve a reírse y la risa no es nada agradable. Se sienta en una vieja silla de madera, cruzando las largas piernas. El vestido que trae puesto es tan corto que puede verse sus partes más privadas. Mantengo los ojos en su cara sin inmutarme.

—Saca tus propias conclusiones.

Krestel gruñe.

—¿Nos dirás dónde están las notas musicales o seguirás hablando como una cotorra? Hice a un lado otras de mis obligaciones para venir aquí y solo he escuchado cosas sin sentido. Mi tiempo es importante.

La bruja expulsa una capa de humo verde de su nariz.

—Como ordene, mi rey —Descruza las piernas y voltea la silla para sentarse a horcajadas. Me irrita la forma que está mirando a Krestel—. Tenga en cuenta que esta melodía no ha sido tocada en milenios. No desde la muerte de Niss.

—¿Dónde encontramos las secuencias lineales? —pregunto.

—En las tierras más profanas de Arkos. Tú y tu esposo deberán buscarlo —expone —. Primero deberán pasar una serie de pruebas si quieren tenerla.

El escalofrío vuelve a mí por la palabra esposo, pero no la corrijo. Tendré el apellido Markovic pronto y me sentaré a su lado en el trono.

—¿Qué tipo de pruebas?

—No tengo idea, alteza. Deberá descubrirlo por sí misma.

Krestel alcanza mi mano y me lleva a la puerta. Sus ojos atentos en la bruja que lo mira de pies a cabeza. Hay un brillo perverso en la mirada de la mujer que despierta mis celos. ¿Qué me pasa? Definitivamente no fue una buena idea venir aquí. Voy a dejarla ciega.

—Tu cabeza se cocinará en tu caldero si fallamos —amenaza Krestel —. Estás advertida, Askandra.

La bruja golpea una uña negra puntiaguda en su labio azulado y noto sus pezones duros bajo el vestido.

—Ya sabes dónde encontrarme si te sientes solo. Ella no estará a tu lado por siempre y lo sabes.

¿Qué mierda...? Mi mandíbula se aprieta por sus palabras sin sentido y doy un paso hacia ella. Krestel me detiene a tiempo. Acepté que nos tutee, pero esto no.

—¿Disculpa? —inquiero muy enojada—. Hemos venido aquí con mucho respeto porque te estamos dando un voto de confianza y nos pagas de esa manera. ¿Qué carajo está mal contigo?

—Raven...

—Le arrancaré los ojos —La bruja se limita a sonreír. Maldita asquerosa. ¿Cómo se atreve? —. Cambié de opinión. Su palabra no vale nada.

Askandra estalla en carcajadas.

—Entonces busquen a alguien más que les dé la ubicación, no lo encontrarán.

—Vete a la mierda.

Krestel a mi lado está perplejo y mira a la bruja con la mandíbula tensa y voz amenazante.

—La próxima vez te cortaré la lengua por decir blasfemias.

Entonces abandonamos la cabaña sin esperar respuesta. Me cuesta mucho mantener la compostura a raya porque mis latidos son un completo caos. Hija de puta.

—Krestel...

—Vamos a casa antes de que la mate.

Avanza rápido hasta a Skar y lo sigo con las lágrimas picando en los bordes de mis ojos. No entiendo qué ha sucedido. Pensé que me sentiría aliviada por obtener la ubicación de las notas, pero pagamos un precio muy alto. La inseguridad de Krestel acaba de aumentar y construyó un muro de hielo que protege a su corazón. Maldita bruja.

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