Capítulo 19 🎻

Raven

Krestel y yo buscamos nuestras ropas apresuradamente cuando la puerta del camarote suena con un golpe brutal. Nikov suelta gritos alterados que me pone los vellos de punta. Mierda, su peor pesadilla ha despertado.

Volver a utilizar el vestido no es una buena opción porque me tomará bastante tiempo colocarme el corsé así que opto por la camisa blanca de Krestel. Mi aliento se frena por los nervios acechándome y los escalofríos zarandean mi piel.

El destino de este barco depende de mí.

Y debo dar el concierto más importante de mi vida.

Descalza y vestida con nada más que una camiseta y ropa interior, encuentro el violín y lo saco de su estuche. Vibra en mis manos como si supiera que ha llegado el momento. Su magia es atrayente, hipnótica y mortal. Me hace sentir poderosa e imparable.

Miro a Krestel.

—Es hora.

Termina de abrocharse los pantalones y asiente. El rubor inunda mi cara mientras pienso en lo que estuvimos haciendo hace minutos. Qué cambio de ambiente tan drástico. Todo era caliente y ahora siento un profundo frío. La guerrera tomará el lugar de la reina enamorada.

—Tu único objetivo será tocar el violín —espeta Krestel —. Ignora todo lo que ocurre a tu alrededor y toca. Nada más que la nota importa. ¿De acuerdo?

Demuestro determinación a pesar de que por dentro soy un desastre nervioso.

—De acuerdo.

—Vamos —dice, agarrando mi mano y juntos salimos del refugio.

Afuera es un completo caos de gritos y puro terror entre los tripulantes. La tormenta de nieve dificulta que las antorchas del barco iluminen lo que está sucediendo, pero puedo verlo claramente.

El monstruo del mar.

El kraken.

Mi pecho se aprieta a medida que pasan los segundos, mis pies están congelados en su sitio mientras escucho a Krestel lanzar órdenes bruscas y Nikov hiperventilando. Los latidos de mi corazón se disparan, pulsando tan rápido y fuerte que es todo lo que puedo oír entre mis oídos. El miedo me araña la garganta, dificultando la respiración.

Nunca imaginé ver algo así.

Ni siquiera en mis peores pesadillas.

Un profundo remolino se forma alrededor de él mientras la gigantesca bestia ataca el barco con sus tentáculos. Es negro con el tamaño de una isla flotante, ojos rojos y una enorme boca con colmillos afilados que trata de succionar la tripulación entera. Estaríamos muertos si el escudo de protección que creó Krestel no fuera resistente. Dioses...

—¡¿Qué demonios les tomó tanto tiempo?! —exclama Nikov en tono desesperado —. ¡El hijo de puta quiere masacrarnos y ustedes están follando!

Krestel le da un fuerte puñetazo para que se concentre. Nikov hace una mueca mientras un hilo de sangre corre por sus labios. Auch. Está teniendo un ataque de pánico.

—Concéntrate —espeta Krestel con un gruñido molesto —. Si vas a chillar como un moribundo mejor regresa a tu camarote. Nos haremos cargo de él.

Nikov se limpia la boca con una sonrisa.

—Me lo merecía —acepta —. No suelo pensar cuando está cerca. No volví a ser el mismo desde que devoró vivo a alguien muy querido.

Entrecierro los ojos hacia él. Su trauma me recuerda al de mi tío Andrew con los muertos.

—Le daremos justicia a tu amigo.

Me mira de pies a cabeza sin dejar de reír y mi cara se calienta a pesar del clima congelado. Ruego a los dioses que no haya escuchado nada o me lanzo como voluntaria para ser el alimento del kraken.

—Ya veo que no fue necesario sacar a la tripulación. Tuvieron un excelente revolcón.

Krestel aprieta los dientes en señal de irritación. Tiene la misma paciencia de un cactus.

—Mantén calmados a los soldados o te lanzaré a la criatura marina.

Su primo hace un saludo militar y retrocede con las piernas temblorosas.

—Si precisan ayuda no cuenten conmigo.

—Qué lindo de tu parte, Nikov —digo con sarcasmo mientras se pierde con el resto de la tripulación —. ¡Muy valiente!

Entrecierro los ojos contra la tormenta de nieve e ignoro el olor a putrefacción que inunda el mar, tomándome mi tiempo para que mi visión se acostumbre al cambio drástico atmosférico. Tengo el corazón en la garganta a pesar de que finjo que no estoy asustada. ¿Qué pasa si fallo?

—No fallarás —Krestel me rodea con sus brazos desde atrás y habla en mi oreja —. El violín solo escoge a guerreras y tú eres una.

Trago saliva. El barco se balancea de un lado a otro mientras resiste a hundirse en el remolino. El océano palpita con vibraciones. El kraken ataca la barrera de protección que poco a poco parece romperse. Se forma grietas, provocando fuertes temblores.

—Puedes con todo —alienta mi compañero —. Ve por él.

Dejo escapar una exhalación temblorosa y camino erguida a la proa con el violín ubicado firmemente bajo mi barbilla. Ignoro el temblor de mis manos y el resto de mi cuerpo mientras mantengo los ojos en la bestia. Sus tentáculos atacan una y otra vez. Pronto lanza una sustancia tóxica de color púrpura que levanta una buena cantidad de humo que cegaría a cualquiera.

Muévete, Raven.

Imagino que los telones se abren y me encuentro en el escenario de un teatro británico. Uno al que siempre quise asistir p ara dar mi maravilloso concierto. La imagen del kraken se borra y es reemplazada por la sonrisa de mi familia aplaudiéndome. No hay tragedias. Solo momentos felices.

Entonces cierro los ojos y toco.

Nada de Bach, Mozart, Chopin o Strauss.

Elijo a Megadeth, tocando Symphony Of Destruction en su versión acústica. Presiono mis dedos contra las cuerdas acompañados del arco y toco porque mi vida depende de ello. Con cada nota aumenta mi confianza y el miedo desaparece. Golpeteo el suelo con los pies, moviéndome suavemente con el ritmo de la música.

Toco la canción con una pasión que nunca experimenté antes. Los recuerdos que evoca mi cabeza son felices y puros. Me llevan a la época dónde era una niña llena de amor. Veo la sonrisa de mi madre, los abrazos de Roy, mi padre presentándome a Robin, los consejos de Ava, Allie y Ronan, Melissa, Ellie, mis primos, mis abuelos, mis tíos...

Sigue tocando, Raven.

Una sacudida me hace contener el aliento y miro impactada las luces rojas que me envuelven. Iluminan la noche y mis pies se levantan del suelo. Estoy levitando mientras toco el violín.

El kraken gruñe, pero hay algo diferente en él. Escucha hipnotizado la música mientras su forma desaparece en diminutas partículas que se pierden en el remolino del océano. El violín vibra en mis manos, enviando ondas de color rojo que chocan contra él. La criatura monstruosa ruge de furia y su atención se centra en mí. Ojos llenos de odio me taladran y le dedico una sonrisa de suficiencia.

Ven por mí, monstruo.

¿Ya no eres tan valiente?

La nota de la muerte ha sellado tu destino y no podrás huir.

Ríndete a la música y no habrá dolor.

Ríndete.

Ríndete...

—Eres una diosa —susurra Krestel —. Mi diosa.

La canción sigue fluyendo a un ritmo adictivo que tiene a todos los tripulantes arrodillados ante mí en una reverencia. Mi corazón se hincha porque esta no es la primera vez que la música me salva la vida.

El agua brilla y el enorme remolino se traga al kraken. La magia del violín es tan fuerte que trae lágrimas a mis ojos. ¿Así se siente tener poder? Se escucha un fuerte estallido cuando las partículas se disuelven y luego no queda nada.

—¿Se ha ido? —pregunta Nikov —. ¡Díganme que se ha ido, maldita sea! ¡Se ha ido!

Mi forma regresa al suelo y aparto el arco de la cuerda a medida que asimilo la situación. Escucho murmullos, aplausos y miro a un Krestel totalmente conmocionado. Me admira como si no me conociera. El brillo en sus ojos me roba el aliento y frena a mi corazón.

—Me encanta el azul de tus ojos, pero el rojo es espectacular.

Un balbuceo brota de mis labios y miro las puntas de mi cabello. Están más brillantes.

—¿Qué...?

—¡Raven!

La voz de Krestel se escucha lejana y sus palabras no tienen ningún sentido. ¿Qué está pasando? Algo violento atrapa mi cuerpo y soy empujada directo a las olas del mar. Suelto un grito de auxilio y agito los brazos, pero es tarde.

Unos tentáculos aprietan mi cuerpo y las profundidades me devoran. La toxina se mete en mi boca y mis oídos. Todo es oscuro, frío y doloroso. No importa cuánto luche o me agite. Es inútil porque nada vencerá al enemigo que quiere llevarme con él. Oh, dioses. Voy a morir aquí. ¿Qué pasará con mi pequeña hermana? ¿Mi familia? ¿Krestel? ¡No! ¡Esto no puede terminar así! Me niego.

No puedo respirar por mucho que lo intente y la extraña sustancia que invade mi cuerpo me paraliza completamente. Mis miembros dejan de luchar, mis ojos se desvanecen y ruego que el dolor se detenga.

Cuando pienso que todo terminará, los tentáculos desaparecen y dos brazos sujetan mi cintura mientras regreso a la superficie. Las palmas presionan mi pecho, una voz desesperada exclama mi nombre y escupo el líquido viscoso de mi garganta con un olor repugnante. Toso y toso. Toso tanto que mis intestinos parecen a punto de salirse.

Krestel vuelve a presionar las palmas contra mi pecho.

—Eso es, amor. Respira —suplica con la voz grave. El agua rueda por su cara y cae por mis mejillas —. Sigue respirando, por favor. Está bien. Todo está bien. Te tengo. Estoy aquí.

Me doblo en un costado y vomito restos de mariscos, algo muy parecido a tinta negra y lloriqueo. Mi estómago es cómo ácido que me quema las entrañas. Me cuesta mucho respirar. El hedor hace que mis arcadas continúen hasta que no hay nada más que vomitar.

—¿El violín?

—Está aquí, no te preocupes —dice Nikov.

Gracias a los dioses. Olvidé que tiene voluntad propia y escoge quien puede tocarla. Buena chica. Me retuerzo, abrazando mi estómago mientras presiono mi frente contra el frío suelo para no perder los estribos.

—Kres...

Me levanta en sus brazos y soy trasladada a la velocidad de un rayo al camarote. Mi garganta expulsa más líquidos que trae lágrimas a mis ojos. No entiendo qué ha ocurrido. Pensé que el violín acabó con la bestia. Pensé que ganamos.

—Ganamos —responde Krestel a mis pensamientos —. Pero tenía a su servidor escondido que no dudó en atacarte cuando supo que mataste a su progenitor.

¿Una cría?

—Sí —prosigue —. Ha almacenado sus crías en otras de su especie y aquí el resultado. Más como él. No tan grandes, pero letales.

Se mueve por el camarote y agarra un frasco verde. Me ordena que abra la boca y obedezco mientras un líquido amargo llena mi garganta.

—Son pociones contra la toxina y ayuda a expulsarla —explica —. Estamos preparados para enfrentar a esta criatura desde hace siglos. Parte de la protección se rompió porque estaba distraído mirándote y te atacaron. Nunca me lo voy a perdonar.

Presiono mi mejilla contra su palma, observándolo con adoración. Mis pulmones suspiran de alivio y puedo respirar con normalidad a pesar del gusto agrio en mi lengua. Asqueroso, pero efectivo. Ya no me siento tan mal.

—Estoy bien. Me salvaste la vida —musito —. No dudaste en saltar por mí.

El cabello húmedo le cae por la frente y lo aparta con una mano. Su pecho sube y baja con movimientos exagerados porque sigue aterrorizado. Él sintió mis miedos. Escuchó mis pensamientos.

—¿Por qué diablos iba a dudar? Te buscaría hasta el fin del mundo, Raven.

Una sonrisa cansada sube a mis labios.

—Te ves hermoso —Niega con la cabeza y me estrecha entre sus brazos en un agarre firme —. Hueles a mierda de pulpo.

Se ríe.

—Tú también.

—Bueno, hay que remediarlo —Le echo un vistazo a mi cuerpo húmedo apenas cubierto por su camisa blanca. La tela transparente enseña mis pezones y mi ropa interior. Traga duro —. Aún puedo sentir esos tentáculos rodeándome.

Sus labios encuentran mi frente y deja un besito ahí.

—Déjame borrar esos espantosos recuerdos.

—Por favor.

Una vez más soy cargada en sus brazos y nos dirigimos al baño. Hay una impresionante tina con agua burbujeante y una ducha. Krestel elige la segunda y me quita su camiseta y la estropeada ropa interior. Realmente apesto.

—Mis hombres se atrevieron a mirarte y estuve a punto de arrancarles los ojos.

—No es momento para tus celos, patán.

—Siempre es momento de recordarles que eres mía —Se desabrocha los pantalones mojados, bajando la cremallera. Mi pecho respira superficialmente y parpadeo hacia él con ojos saltones. Me toca los labios con una sonrisa socarrona —. ¿Qué pasa?

—Aún no me acostumbro a esto —Me cubro los pechos con mis brazos —. Actúas tan natural al respecto.

—¿Natural? —Me aparta los brazos —. La mayor parte del tiempo me dejas sin aliento, pero verte desnuda es un sueño, Raven.

Nos lleva bajo la ducha y el chorro cálido corre por nuestros cuerpos. Unta jabón líquido en las palmas y me lava los miembros adoloridos mientras el agua limpia los restos que ha dejado el océano en mi piel. Los tiburones son más agradables en comparación al kraken.

—Se siente bien —confieso con un suspiro —. No te detengas, eres un excelente masajista.

—Tengo muchos talentos.

—Muéstrame todas, alteza.

Krestel lava mi cabello y besa mi cuello. Me pierdo en sus tiernas atenciones, disfrutando cada caricia que le proporciona a mi cansado cuerpo. Cuando está satisfecho es mi turno de consentirlo. Su nuez de Adán se balancea mientras paso el jabón por su piel, desde su cabello oscuro hasta sus abdominales y antebrazos definidos. Sigo sin superar que sea todo mío.

Me mira a través de las pestañas mojadas, atento al próximo movimiento que daré. Mi mano encuentra su erección y envuelvo los dedos alrededor de él. Es duro y suave al mismo tiempo.

—Raven...

Lo beso en todas partes. A lo largo de su mandíbula, su cuello, detrás de su oreja y lentamente voy bajando por sus abdominales hasta que estoy de rodillas. El agua gotea por su cuerpo, eliminando los restos de jabón. Murmura palabras en un idioma que desconozco cuando mi lengua lame la punta y chupo.

—Ahora entiendo al maldito destino —jadea, enredando las manos en mi cabello. Controla el ritmo, moviendo mi cabeza hacia adelante y atrás—. Fuiste hecha para mí.

Su agarre en mi cabello se suaviza a pesar de su brusca inhalación. Se me llenan los ojos de lágrimas cuando penetra la parte posterior de mi garganta. Llega hasta el fondo, generándome arcadas. Sin embargo, no voy a parar.

—Mírame —manda.

Pone un dedo debajo de mi barbilla y me obliga a mirarlo fijamente. Lo introduzco más en mi boca y hago girar mi lengua. Su semen me inunda y todo lo que hago es tragar. Su cuerpo tiembla porque el orgasmo se aproxima y no está encantado con la idea de correrse en mi garganta. Krestel tiene otros planes.

—Sostente a la pared.

Me levanta por debajo de las axilas y presiona mi cara contra la pared. Separa mis pies con sus rodillas, pone una mano en mi cintura y con la otra guía su pene en mi interior. Arqueo la espalda, gimiendo mientras muerde mi hombro y se alimenta. Dios... Se siente tan increíble. La primera vez fue despacio, pero ahora no está preocupado de ser descuidado. Es salvaje y feroz. Me toma con fuerza, golpeando sus caderas contra mi trasero. Giro la cabeza hacia un lado y encuentro sus labios.

—¿Cómo se siente? —pregunta entre besos, su respiración trabajando duro —. Dime cómo se siente, Raven.

Golpeo las palmas contra la pared de madera, mis pechos aplastados y mi piel resbaladiza. Es mucho más alto que yo, pero consigue que encajemos perfectamente. Su invasión a mi cuerpo es completa. Se asegura de que cada parte de mí se sienta llena.

—Maravilloso —respondo con el aliento entrecortado. Mis gemidos provocan una reacción en él porque se mueve más fuerte —. Tenerte dentro de mí se siente maravilloso.

Retuerce mi cabello con su puño, girando mi cabeza para que lo mire. Sus ojos rojos brillan con una ardiente posesión que me pone más húmeda. Puedo sentir sus manos en todas partes que necesita ser adorado. Nunca me he sentido tan consumida.

—Ahora dime como lo quieres —ordena, pellizcándome el lóbulo de la oreja con sus colmillos —. Tendrás que ser muy explícita porque amo esa boca sucia.

Hay tantas cosas que quiero decir y mi cara arde porque una sola palabra viene a mi mente. Sin embargo, no me avergüenzo. Estar con él me hace sentir deseada, irresistible.

—Duro —consigo decir, mi boca abierta por los quejidos y cierro los ojos —. Lo quiero duro, Krestel.

Me folla contra la pared, moviéndose justo como le pido. Duro. Rápido. Crudo. Se mece dentro y fuera, estimulando mi cuerpo al borde de la locura. Aparta los mechones que cubren mi cara, saqueando mi boca en un beso implacable que nos condena a ambos.

—Oh, dioses... Ah...

Hago un sonido de protesta cuando me gira y desliza las manos debajo de mi trasero. Coloca mi espalda contra la pared y me penetra con rudeza. El calor abrazador desgarra mi cuerpo y oculto mi rostro en su cuello. Me sostengo a sus hombros para mantenerme firme. Se oye el sonido de nuestros cuerpos al chocar mientras me balanceo y encuentro mi propio ritmo, acompañando sus embestidas. Esto. Él. Simplemente es... alucinante.

—¿Quieres venirte?

Pasa los colmillos por mi garganta y hunde sus dientes. La succión me priva de la respiración y araño su pecho. Krestel tararea otra aprobación.

—Oh, mierda... sí.

—Suplica —me penetra más duro, casi lastimándome.

—Por favor...

Mi cuerpo convulsiona y veo estrellas detrás de mis párpados. La galaxia completa, todo el maldito sistema solar. Su boca cubre la mía antes de empujar un par de veces más y venirse dentro de mí. Permanezco inmóvil en sus brazos sin poder respirar de la forma correcta. Krestel me abraza aún enterrado dentro de mí.

—A tu lado no necesito dolor —susurra en voz baja y ronca.

🦇

Al terminar la ducha, nos acurrucamos desnudos en la cama. Su brazo permanece alrededor de mi cintura mientras descanso la cabeza en su pecho. Los ojos me pesan porque estoy demasiado agotada. Tuvimos sexo dos veces en una misma noche y el enfrentamiento al kraken me ha dejado agobiada.

—Háblame de ella.

—¿Mmm?

—Tu madre —digo con un bostezo —. Quiero conocer un poco a la mujer que me ha regalado un compañero increíble en la cama.

Su pecho se sacude con la risa. Nunca me cansaré de oír ese sonido.

—Ella era amable y dulce. Todo lo contrario a mi padre —responde, pasando los dedos por mi espalda desnuda —. Pienso que te habría amado. En más de una ocasión le escuché decir que deseaba tener una hija.

—¿Sí?

—Le encantaba ayudar al sector más vulnerable y por eso el reino la adoraba. Nunca entendí cómo pudieron traicionarla después. Ella era el hada más gentil que había conocido. Su sonrisa eclipsaba a cualquiera cuando entraba a un lugar. Y su voz... era hipnotizante. También amaba cantar. Mi padre construyó un teatro en su honor.

Levanto la cabeza de su pecho, la emoción invadiéndome.

—Suena como un ángel. Estoy segura de que nos habríamos llevado muy bien —sonrío —. Amo los teatros. ¿Algún día puedes llevarme?

Me toca los labios, sus ojos atentos a los míos.

—Cuando quieras, preciosa.

Vuelvo a acurrucarme a su lado, el sueño poco a poco llevándome profundo.

—¿Krestel?

—¿Mmm?

—Eres mejor de lo que esperaba —susurro, durmiéndome en sus brazos.

Lo último que recuerdo es oírlo susurrar unas cuantas palabras desconocidas mientras coloca un beso en mi frente.

🦇

Krestel ajusta perfectamente los cordones del corsé. Anoche se encargó de quitarme el vestido y hoy vuelve a ponérmelo. Llegaremos a la ciudad de reyes dentro de una hora. El barco ralentizó su ritmo por petición mía. Quiero disfrutar unos momentos más el océano y después regresar al castillo.

Fue una aventura peligrosa, pero increíble. Cuando regrese a Canadá con el resto de mi familia voy a contarles como maté a un pulpo gigante con un violín mágico. Será un tema de conversación durante el almuerzo o la cena. Mis padres estarán muy orgullosos de mí.

—¿Y si hay más pequeños kraken? —inquiero.

Krestel se arrodilla y ajusta los tirantes de mis zapatillas. Un rey inclinado ante su reina. La vista me impacta y me marea.

—Nos ocuparemos de ellos en otra ocasión. No serán un problema, menos ahora que he recuperado gran parte de mi fuerza —Coloco mi pierna en su muslo y él me sonríe —. Anoche fue una excelente manera de revivir entre los muertos.

Mi pierna se mueve y presiono mi tacón en su pecho. Su sonrisa se vuelve más amplia y arrogante.

—¿Vas a recargar tus energías?

—Bueno, espero hacerlo nuevamente esta noche —Desliza la mano entre mis piernas y pellizca mi clítoris —. Mi fuente de alimentación es adictiva y deliciosa.

—Oh...

Sacude la cabeza y se levanta sin dejar de reír. Besa mi frente, presionándome contra su pecho.

—Pequeñas dosis. ¿Recuerdas? No quiero agotarte por culpa de mis actos egoístas.

Le frunzo el ceño.

—¿Actos egoístas? ¿De qué estás hablando? Cada cosa qué hicimos fue consensuado. Yo estaba más que dispuesta.

—Lo sé, pero no quita que sea peligroso. Mis emociones cambian continuamente. Hace horas pude controlarme, pero no puedo asegurar que sucederá lo mismo en otra ocasión. Soy impredecible.

—Estaré ahí para hacerte volver.

—No siempre funciona.

Resoplo, dándole la espalda para terminar de vestirme yo misma. Krestel se arregla la camisa por su cuenta.

—Tu falta de optimismo apesta, Markovic.

—Estoy cuidándote, Karlsson. Es mejor prevenir que lamentar.

Pongo los ojos en blanco, frustrada por su pésima confianza.

—También dijiste que debes acostumbrarte a mí y recordarte que no soy una simple bolsa de sangre —Peino mi cabello con algunas horquillas —. Tienes que entrenar a tu cuerpo.

Ladea una ceja.

—¿Entrenar a mi cuerpo? Supongo que te refieres a mí enterrado profundamente dentro de ti.

¿Para qué mentir? Quizás seré yo la adicta en esta relación.

—Sí.

Me tira a su pecho y su aliento acaricia mis labios. Huele a vino, también con el aroma amaderado muy distintivo de él. Se traga el jadeo cuando me besa muy suavemente. El roce de sus dedos contra mis pezones cubiertos por el corsé provoca una reacción inmediata a mi cuerpo. Lo quiero de nuevo.

—Son efectos secundarios del intercambio de sangre —explica Krestel —. Nos sentiremos así durante varias semanas.

—¿Es tan malo?

Mis sentidos se agudizan, siento cada contacto en mi piel como llamas. Me duele. Su cercanía duele si no me llena de la forma que deseo. Escucha mis pensamientos porque sitúa mi cuerpo sobre una cómoda cerca de la ventana. Engancha el pulgar en la cintura de sus pantalones mientras sube la falda del vestido y abre mis piernas.

—Jodidamente malo como bueno —Sus dedos rozan mi clítoris y gruñe satisfecho. Estoy lista para él. Siempre lo estaré —. Porque no querré dejarte descansar nunca.

—No quiero descansar.

Con una fuerte estocada, se entierra tan profundamente dentro de mí que apenas me da tiempo de gritar. Agarra un puñado de mi cabello mientras mi cuerpo se desplaza sobre el mueble.

—Serás mi muerte.

Y me folla los siguientes treinta minutos.

🦇

El dolor entre mis piernas es leve, un recordatorio de lo que hemos compartido. Krestel por su parte actúa como si nada hubiera ocurrido mientras mastica la tarta de fresa. Nikov no ignora en absoluto la situación. Su sonrisa burlona lo dice todo. Ay, no. Tendré que soportar sus chistes el resto del viaje.

—¿Entonces cuándo será la boda? Imagino que habrá luna de miel.

Mastico el pan con mantequilla, tratando como el infierno no verme avergonzada. Krestel y yo no hicimos nada malo, pero Nikov es un incubo. Sabe que apestamos a hormonas y excitación. Que los dioses se apiaden de mí. ¿En qué me he convertido?

—No hablamos mucho del tema —expongo —. Hay otros asuntos del reino qué resolver.

Krestel lee atentamente el periódico sin echarnos un vistazo. La nota relata sobre la muerte del monstruo más grande de Arkos y la caída de los piratas. Un evento muy importante que no olvidarán en años. Salvamos el océano y sus habitantes.

—Los piratas no son los únicos traidores —dice Krestel —. Si Baltor planea regresar apuesto a que tiene más aliados en alguna parte y debemos descubrirlos. No dejaré a ningún maldito traidor vivo.

Nikov se aclara la garganta.

—¿Crees que ella está involucrada nuevamente? No me sorprendería en absoluto. Sigue siendo una amenaza. Hace siglos te dije que la mataras y vuelvo a repetirlo. Encuentra la manera de matarla.

El shock provoca calambres en mi estómago y los miro boquiabierta. Sé muy bien a quién se refieren.

—Yo decido cuando—Krestel dobla el periódico y lo lanza en la mesa —. Ella nunca desperdiciaría la oportunidad de apuñalarme.

Bebo un sorbo de café, sintiéndome mal por entrometerme, pero debo saber qué hizo exactamente. No me cae mal, aunque tampoco se ha ganado mi confianza. Ella dijo que algún día me contará su versión de la historia.

—¿Cuál fue el mal qué hizo Morana?

Krestel se ríe, reclinándose en la silla.

—¿Sabes por qué la puse como tu dama de compañía? Fue una prueba —expone —. Quería ver si era tan estúpida como atentar contra mi reina. Me sorprendió que no lo hiciera, aunque sospecho que hay un motivo.

Me tenso.

—No te importó exponerme en ese entonces.

—Ahora no dudaré en quebrarle la espalda si te pone una mano encima —dice con los ojos fríos —. Le arrancaré la garganta si te toca.

—¿Qué hizo? —insisto.

Nikov vuelve a carraspear y finge que la gaviota siendo cazada por Skar es más interesante. El murciélago demoniaco ha hecho guardia toda la noche. Nunca dejará de proteger a su amo. Vagamente me pregunto si algún día voy a volar con él. Me asusta la idea, pero también me encantaría.

—¿Qué no hizo? —pregunta Krestel a cambio —. Fue la maldita amante de Baltor. Ayudó al enemigo para destruir a mi familia.

Sus palabras me dejan la mente paralizada y en blanco. Tenía mis sospechas, pero no deduje que sería algo tan grave.

—Vi fotografías en las paredes del castillo. Se criaron juntos.

—Eso le importó una puta mierda —Krestel maldice, la rabia adueñándose de sus rasgos —. Se acostó con el enemigo y le dio acceso a cada habitación del castillo. Ella insiste que fue manipulada, pero la vi ese día, Raven. Sonrió mientras mi madre colgaba muerta de un árbol.

Hago una mueca de dolor, el frío me entumece el corazón.

—¿Por qué le perdonaste la vida?

—Una parte de él aún la aprecia —contesta Nikov —. El collar de esclava que viste en su cuello es un hechizo.

Parpadeo confundida.

—¿Hechizo?

—El hechizo que le ha quitado su magia —añade Krestel con indiferencia —. Soy el único que puede liberarla de esa condena.

—¿Qué tan poderosa puede ser una ninfa acuática?

—Morana no es cualquier ninfa acuática —dice él —. Su madre era una hechicera que le heredó todos sus conocimientos y me maldijo.

—Hija de Arwyn.

Asiente.

—Aún conserva sus habilidades de ver el futuro por medio de las aguas, pero el día que alguien la libere de sus cadenas será imparable. No habrá forma de matarla.

—¿Por qué?

—Es inmortal. No existe nada ni nadie en Arkos que puede matarla.

La inconfundible tensión en el aire es mucho más alarmante. Ese collar la domina, pero dudo que la debilite. Morana es inteligente y peligrosa. Solo espera el momento perfecto de ser liberada.

—¿Y si descubrimos la forma de matarla? Tú lo lograste con su madre.

—Muchos conocíamos la debilidad de Arwyn, pero antes de morir fortaleció a su hija. Sabía que intentaría matarla así que arruinó cualquiera de mis planes.

—Veo cosas —Le recuerdo —. Si me lo propongo puedo lograrlo. También mi hermana. Tienes dos médiums en tu castillo...

A menos qué...

Recuerdo la angustia de Ava, el pánico porque de repente algo estaba bloqueando sus habilidades. No podía ver cosas relevantes o de mucha utilidad. ¿Será Morana la culpable?

—¿Qué ocurre?

Me estremezco, el mal presentimiento quiebra mis huesos y el miedo hace que piense en lo peor. Mi hermana no está a salvo sin mí.

—Ava ha tenido problemas con sus habilidades —explico —. No pudo ver casi nada desde que llegamos a Arkos y es muy extraño. Siempre ha sido la médium más poderosa de mis hermanos.

Nikov entrecierra los ojos y Krestel tensa los puños.

—Sabía qué Morana estaba jugando sucio.

—¿Cómo?

—Me ha dicho que tu hermana es muy extraña y me dio la sensación de que no confía en ella. La considera una amenaza.

—Ava es una niña —siseo —. Debemos regresar lo antes posible, por favor. Dile a tu capitán que se mueva más rápido.

Krestel continúa relajado, como si nada grave estuviera ocurriendo.

—Tranquila. Seré el primero en enterarme si Morana tira sus cartas —masculla —. Entiendo que estés preocupada. Te doy la razón, pero cuando regresemos necesito que actúes normal sin levantar sospechas. Dará un paso en falso y se quitará la máscara. Está buscando la forma de liberar a su amado.

—No arriesgaré a mi hermana.

—Tiene un escudo de protección como Robin. ¿Pensaste que la dejaría indefensa y a merced de esa serpiente?

No sé si quiero besarlo o abofetearlo. Maldito efecto Markovic.

—Debiste decírmelo antes.

—Preguntarías por qué razón y te estresarías —suspira —. Lo importante es que ella está bien y nada malo ocurrió. Confía en mí.

Mastico una pasa de uva para controlar el leve escalofrío en mi cuerpo.

—La enviaré a casa después de la boda —musito —. No la quiero aquí.

—Es tu decisión —dice Krestel.

Nikov bosteza.

—¿Algún día tendremos el honor de ir al mundo mortal? Krestel nunca quiso atravesar el portal, pero yo sí. Me da curiosidad ver cómo son las tradiciones humanas.

Mis hombros se relajan por el cambio de conversación. Todo estará bien, Raven.

—Serán más que bienvenidos en mi casa.

—¿Tienes algún primo qué presentarme? —pregunta Nikov —. O tal vez ese mellizo tuyo. Apuesto a que es interesante.

Sacudo la cabeza con una risita. Nikov es atractivo como Krestel y posee un encanto natural que enamora a cualquiera. Y le encantan los chicos al igual que Roy. Ambos se llevarían muy bien.

—Mi hermano está comprometido con una chica —murmuro —. Cualquier diversión está fuera de sus límites.

Nikov hace un puchero.

—Qué pena.

—Tu padre querrá matarme —dice Krestel —. Le robé a su pequeña.

—A estas alturas lo habrá superado.

—Lo dudo.

Poso una mano en su mejilla, sonriéndole.

—Te ganarás su aprobación tarde o temprano. Él es más parecido a ti de lo que piensas. Está muy interesado en la política.

—¿De verdad?

—Se postuló como alcalde, pero no fue posible —Mi tono animado se vuelve triste —. El señor de las sombras arruinó sus planes.

No fue suficiente para él arrebatarnos a Ronan. Le robó todos los sueños de un futuro mejor a mi familia y nos expuso al mundo como escorias. Algún día pagará. Confío ciegamente en el karma.

—Si decide venir a Arkos estaré encantado de escuchar sus consejos.

Le aprieto la mano.

—Sueño con ese día.

🦇

Llegamos a la ciudad de reyes al mediodía. Esta vez no nos ocultamos de la multitud ni evitamos las atenciones. El carruaje se mueve por las calles mientras las personas se amontonan para ver qué sucede.

El camino de piedra está decorado con pétalos de flores y nos lanzan rosas rojas. Tengo los sentimientos a la deriva. Un sinfín de emociones me invaden y no quito mis ojos de la ventana. Lloran y aplauden. Otros se arrodillan con las manos en el pecho.

—Mataste al kraken con la nota de la muerte —murmura Krestel —. El hielo está descongelándose y lograste que el rey salga del castillo. Un día bastante memorable para el pueblo de Arkos. Ellos reciben con una cálida bienvenida a la futura reina. Eres una leyenda. Tu nombre estará escrito en las historias.

Se me cierra la garganta. Que me vean como una reina sigue siendo impactante. Dioses, tengo dieciocho años. Tantas responsabilidades me aterran.

—¿Qué pasa si no soy lo que esperaban?

Atrapa su labio inferior entre sus colmillos.

—Eres más de lo que esperaban —dice en voz baja, repitiendo la misma frase que pronuncié anoche —. Eres una reina y te verán como tal.

Esbozo una sonrisa a pesar de los nervios.

—Mientras mi instructor sea bueno haré un excelente trabajo.

El carruaje se sacude por arte de magia y termino en su regazo. Le frunzo el ceño y libera una risa. Idiota tramposo.

—No necesitas la aprobación de nadie. Mientras tengas la mía el resto no importa.

Sus palabras no deberían reconfortarme tanto. Vine a Arkos con el propósito de ganarme su apoyo y enfrentar la guerra que acecha a mi familia, pero algo cambió profundamente. Solo quiero a Krestel.

Nadie más.

Yo tampoco quiero a nadie más, mi reina.

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