Capítulo 16 🎻

Raven

Hay un enorme mapa extendida sobre la mesa que enseña toda la geografía de Arkos. El océano que lo rodea está marcado con una X mientras Krestel explica el plan que llevaremos a cabo. Lo miro hipnotizada, escuchándolo hablar con emoción, pero también hay ira en su voz. Los piratas lastimaron a muchas personas y él no se quedará de brazos cruzados.

Me da miedo pensar cómo terminará esta aventura. Me advirtió que podríamos estar hasta una semana entre las aguas oscuras de Arkos. Hay muchos peligros que nunca he enfrentado en mi vida, pero no me retractaré. Es mi deber como futura reina estar al tanto de las amenazas que nos acechan.

—Drui Kav y sus aliados tomaron el Puerto Invernal. Saquearon, robaron y lastimaron a los más indefensos —expone Nikov atento en Krestel —. Evidentemente aprovecharon tu ausencia para hacer de las suyas.

Krestel rueda los ojos.

—¿Algo más que debas agregar?

—Envió un mensaje para ti —Nikov ladea las cejas, mirándome con suspicacia —. No creo que debería decirlo delante de una dama y una niña.

Hago una mueca, Ava resopla.

—Supongo que no es nada delicado —dice mi hermana —. Adelante, dilo. Ver a muertos resucitados es mucho más aterrador.

Ava fácilmente podría haber vivido mil vidas y nunca me enteraría. Tengo curiosidad de saber qué pasa por su mente sabionda. Me llena de escalofríos recordar lo doloroso que fue para ella al principio y ahora domina sus dones a la perfección. No olvidaré esas noches que despertaba gritando y mi padre estaba ahí consolándola.

—En simples palabras ha dicho que le chupes las bolas —Nikov carraspea —. Está muy convencido de que no darás la cara.

—Una provocación patética —murmura Krestel —. Pronto le daré lo que busca realmente. El kraken tendrá nuevos sabores que probar.

No debería sentirme tan satisfecha con esa respuesta, pero lo hago. Drui Kav durante años entregó a mujeres como sacrificio al kraken para tenerlo de su lado y le ha llegado el karma. Tendrá el mismo destino trágico que impuso a cientos de personas inocentes.

—¿Intentarás dialogar con él o iremos directo a la guerra? —pregunta Nikov.

Krestel me mira un segundo antes de enfocarse en su primo.

—Sabes lo que sucedería si empiezo a una masacre.

Nikov suspira.

—Eres capaz de destruir una ciudad completa.

—Primero me gustaría jugar con esos bravucones —Su sonrisa arrogante es gigantesca y brillante —. Quiero ver qué tipo de vida han tenido sin mi intervención y luego voy a arrebatárselos. Quiero que me supliquen por perdón y besen las suelas de mis zapatos. No me he divertido en mucho tiempo. Mi salida del castillo tiene que valer la pena.

—Son cientos de piratas tomando el puerto —aclara Nikov —. Muchos de ellos manejan el glamour, Krestel.

Que haya glamour en Arkos es un recordatorio de cuan peligroso es y que muchos individuos la dominen lo hace aterrador. Krestel tiene acceso a ella, aunque está débil. Unos piratas sádicos usando magia lo hace peor.

—¿Qué tan fuerte es la magia del violín? —pregunto —. ¿Debo tocarla todo el tiempo que desee matar a las amenazas?

Ava se ríe.

—Estás a prueba, Raven. Si el violín quiere podrás usar gran parte de su magia sin necesidad de tocar una nota, pero en cuanto los piratas sepan que lo tienes van a orinarse en los pantalones. Será una muestra de poder.

Observo a Krestel.

—¿Podrás combatirlos sin sangre en tu sistema?

Sus ojos son hostiles y distantes.

—Puedo manejarlo.

No estoy muy convencida. La palidez en su cuerpo delata cuan indefenso está y no me arriesgaré a exponerlo. Su terquedad debe terminar hoy antes de que viajemos. Me repito una y otra vez que lo necesito vivo.

—Hay algo más que debemos resolver y es un tema que no está en discusión. En el mar abundan criaturas peligrosas y créeme que el kraken no es el único.

—Aquí vamos... —murmura Nikov.

Krestel se toca los labios, Ava me da una sonrisa orgullosa.

—Mi hermana habló con tu primo y claramente no estás de acuerdo.

—Si es por la sirena...

—Se llama Briella —Lo corto —. Tiene hermanas peligrosas y vengativas. Ellas no van a quedarse tranquilas mientras es destrozada por el kraken gracias a tus órdenes. Estás sacrificando a una criatura inocente.

—¿Debo recordarte quienes crearon al kraken como castigo?

—Briella, sin dudas, no fue.

Nikov se aclara la garganta mientras hace un gran esfuerzo para no reír. No está acostumbrado ver a alguien darle pelea a su primo el tirano. No permitiré ni apoyaré que Krestel tome una decisión tan estúpida. Pondrá en peligro a su propio pueblo. Las sirenas odian a gran parte de los arkanos y no les daremos más excusas para ganarlas como enemigas.

—Drui manipuló por años a la bestia para tenerlo de su lado dándole sacrificios. Si el violín no funciona tendremos un plan B.

—No matarás a una criatura ajena a las acciones de sus antepasados. Eso te hará igual de repulsivo que los piratas que quieres condenar.

Sus ojos rojos destellan en una emoción inquietante.

—Nunca dije que soy mejor que ellos.

Y luego siento un pequeño estirón dentro de mis pensamientos, algo crudo que me cuesta empujar lejos. Entonces su voz suena clara como una nota musical. Suave y grave.

¿Cuándo dije que soy un buen hombre, amor? Lo hemos establecido en más de una ocasión.

Un jadeo conmocionado sale de mis labios, obligándome a retroceder por el impacto. Acaba de hablar en mi cabeza por primera vez desde que nos conocimos. Utilizó al lazo.

—Tú...

Su sonrisa arrogante me hace apretar los puños para reprimir el impulso de darle una segunda bofetada. Mi rostro se contrae de rabia.

—¿Nos estamos perdiendo de algo? —inquiere Nikov.

Mantengo los ojos en cierto strigoi invasor de la privacidad.

—Vamos liberar a la sirena esta misma noche —sentencio a lo que él responde inmediatamente:

—No.

Doy un paso cerca de él, tan cerca que nuestros labios están a un suspiro de rozarse.

—No me obligues a usar recursos extremos como la última amenaza. No te gustará.

Una sonrisa sesgada atraviesa su rostro.

—Dejé vivo a tu amigo el soldado y sigue siendo tu entrenador. No habrá segundas excepciones.

—¿Seguro? Porque si la sirena no está libre mañana mismo, te prometo que no volverás a tocarme nunca más. Soy una mujer de palabra.

Su pulgar recorre el contorno de mi mejilla lentamente hasta detenerse en mis labios. Aprecia las pecas en mi rostro como si fuera adicto a ellas.

—¿Es lo que quieres?

—Sí.

Da un paso atrás y sufro por la pérdida de contacto.

—Bien —dice simplemente —. Liberen al pez.

Lo miro boquiabierta, desconcertada por la facilidad que ha cedido. Hay algo más aquí y lo adivino cuando vuelve a susurrarme en mis pensamientos:

El precio será muy caro, mi reina.

Ava y yo compartimos una mirada triunfal, pero las palabras de Krestel no desaparecen mucho tiempo y me estremezco al pensar a qué estaba refiriéndose.

—Gracias —balbuceo.

Krestel camina a la puerta, pero antes murmura:

—Sáquenla de mi castillo o cambiaré de opinión.

🦇

Tengo un vistazo de la sirena de cabello dorado y ojos tan azules como el zafiro. Su larga cola es roja y sus brazos están cubiertos por escamas sutiles. La juventud en su hermoso rostro me golpea. No debe superar los dieciséis años. Se acerca bastante a la edad de mi hermana.

Es una niña y Krestel estaba dispuesto a sacrificarla.

Flota débilmente dentro del enorme cristal encantado rodeada de agua y espumas. Sus ojos vacíos me miran como si supiera lo que he hecho. Negocié su libertad. Ava a mi lado está hipnotizada por ella, fascinada y atraída. Se vuelve más difícil cuando la sirena abre la boca y una nota adictiva resuena en la habitación. Es un idioma desconocido que no puedo descifrar.

—A dónde quiera que vaya este recuerdo se irá conmigo —susurra Ava con los ojos fijos en ella —. A mi regreso tendrás mi eterna gratitud.

Sonrío.

—Es hermosa.

Nikov tose detrás de nosotras.

—Es la más joven de sus hermanas. Mi objetivo era atrapar a las adultas, no a una niña que apenas ha vivido.

—Estaba mal en cualquier situación —Lo miro sobre mi hombro brevemente.

Él asiente.

—Mi maldita consciencia estaba matándome —admite —. Hoy podré dormir en paz porque no lanzaremos como sacrificio a una niña sirena.

—¿Entonces estamos en paz con el océano? —pregunto —. Su gente debe entender porque Krestel quiso utilizarla. Fue injusto, lo sé, pero intenta proteger a los habitantes del Puerto Invernal.

—Las sirenas tampoco son felices con la existencia del kraken —dice Ava—. Soltar a Briella es una buena elección. No nos arrepentiremos por salvarla.

Nikov avanza hacia el cristal con los hombros tensos.

—Serás libre esta misma noche, pero necesito que les des un mensaje a tus hermanas. Queremos matar a la bestia del mar, no lastimarlas a ustedes. ¿Quedó claro? No somos el enemigo.

La sirena presiona una mano fina sin escamas con largas uñas puntiagudas sobre el cristal que nos separa y le sonríe a Nikov. No entiendo su idioma, pero sé que ha dicho gracias.

—No es nada —suspira Nikov —. Te liberaremos esta misma noche. ¿Quieres acompañarnos? —Mira a Ava.

Mi hermana me da un vistazo en busca de permiso y asiento. Sé que Nikov la protegerá.

—Puedes ir.

—¡Gracias! ¡Gracias! —Da saltitos —. Será un placer conocer personalmente las olas.

🦇

Encuentro a Krestel sentado en la sala de tronos. Las antorchas reflejan su impresionante rostro y me quita el aliento. Su semblante es distante y serio. No lo he visto tan informal como ahora. Su camisa blanca está desabrochada, fuera de sus pantalones de cuero. Sus abdominales marcados con un paquete de seis sobresalen y trago saliva para recomponerme de mi reacción. Debo dejar de actuar como si nunca hubiera tenido contacto con un hombre, pero es Krestel Markovic. Él no es cualquier hombre.

—Puedo aceptar que me cuestiones en presencia de mi primo y tu hermana, pero frente a extraños no se repetirá. No volverás a quitarme autoridad de esa forma.

—Lo sé.

—¿Lo sabes? —cuestiona —. No tienes ni la mínima idea por todo lo que he pasado para encontrarme dónde estoy. He sido despreciado desde que era un niño por mi naturaleza. Muchos en Arkos no aceptan mi título de rey y dudo que lo hagan algún día. Seguirán oponiéndose a mi reinado y que mi futura esposa desprecie mis decisiones ante la primera oportunidad no ayuda. ¿Vas a actuar así cuando nos enfrentemos a cosas peores? ¿Nunca estarás lista?

Enderezo la postura a pesar de que mi pulso está desbocado.

—Siempre abogaré por los inocentes. Mirko y la sirena no merecen tu ira.

—No se trata de quién lo merece. Es un juego de poder, Raven. Mover las piezas que nos beneficiarán.

—Sacrificar a Briella no iba a funcionar.

—No —acepta —. Pero más situaciones como esta van a presentarse y tú no puedes quitarme autoridad con amenazas. No funciona así.

—¿Entonces quién seré si no tengo mi propia voz? ¿Una muñeca de trapo que colgará de tu brazo?

—Deberás aprender a usarla en los momentos oportunos. No desacreditando a tu rey.

La risa áspera sacude mi garganta.

—¿Mi rey? Oh, bien. Claramente ya dejaste claro tu punto sobre quién tiene la última palabra aquí. Soy un accesorio más —Elevo el mentón —. Si tú no me respetas nadie lo hará en Arkos. Tus hombres ni siquiera son capaces de obedecer una orden mía sin tu consentimiento.

Se levanta del trono, acechándome como una araña que me mantendrá atrapada en su tela.

—El que quiere ser obedecido debe aprender a hacerlo bien.

—Esa respuesta también la aplica en ti. Si quieres que respete tu autoridad debes empezar a darme el mismo trato y no convertirme en una ridícula que suplica... —Me detengo, demasiado avergonzada por la imagen que reproduce mi cerebro.

Yo en la sala de entrenamientos, tirada cerca de sus pies, lamentándome por pedirle que consuma mi sangre.

—Esto no funcionará —Me limito a decir, Krestel me observa en silencio —. ¿Cuál es el punto si prefieres recurrir a otras antes que a mí? ¿Dónde estuviste durante esa semana que no nos vimos?

Su cuerpo se pone rígido.

—Ese tema no viene al caso, no te estoy dando explicaciones.

—Bien —respondo —. Buena suerte.

Doy media vuelta para irme con mi dignidad destrozada. Odio ser tan transparente y mostrar mis emociones. Estas son las consecuencias de no tener ni la más mínima experiencia con las criaturas extrañas llamadas hombres. ¿Quién demonios los entiende? Un día me hace sentir maravillosa y al siguiente una inútil.

—Aún no puedes irte.

Me giro y lo enfrento.

—Lo haré —refunfuño —. No necesito tu permiso, no quiero hablar con un mentiroso.

El color rojo se vuelve más intenso en sus ojos.

—¿Mentiroso?

—¿Cuántas veces has dicho que mi sangre es especial? Mil veces, pero prefieres consumir las de otras.

Krestel asalta el espacio entre nosotros, agarrándome la mandíbula y forzando mi cabeza hasta que sus labios están contra mi oreja.

—Cuando te muerda no habrá vuelta atrás —Su voz se calma y exhala —. Se convertirá en unos de los momentos más importantes de mi vida porque estaremos vinculados para siempre y serás el nuevo centro de mi universo. No me importará nada más excepto tú, Raven. ¿Entiendes lo que significa? Respiraré por y para ti. Mi corazón latirá por ti.

Me quedo quieta, sintiendo la adrenalina subir en mi torrente sanguíneo. La marca de un vampiro no es una simple mordida. Es una unión perpetua. Su alma me pertenecerá así como la mía a él. Y Krestel no está listo.

—Me asusta matarte, pero me aterra más saber que serás el motivo de mis próximas respiraciones. Y eso te hace una debilidad muy grande.

—No tienes que verlo así.

Me libera, apartándome de él.

—Todas las personas que amé alguna vez murieron y no me acostumbro a la idea de que pronto estarás en esa lista.

Aspiro un aliento jadeante, sus palabras están destrozándome. No creí ver a este hombre autoritario, dominante y aterrador en un estado tan vulnerable.

—Nunca estaré en esa lista.

—Estás en la lista de las personas que me importan desde que empecé a verte como algo más que una bolsa de sangre.

Mi corazón late, el ritmo es cada vez más rápido.

—¿Y cómo me ves ahora?

—Mi mujer, mi reina.

—Krestel...

Sus fríos labios chocan contra los míos, robándome cualquier respuesta y el aire de los pulmones. La barba incipiente me araña la piel y contrasta con la suavidad de su deliciosa boca. El sabor a vino inunda mi lengua en una caricia dulce. Se sienta en el trono, tirándome bruscamente sobre su regazo. Todo lo que siento es a él, su sabor, su cruda brutalidad y las llamas que arden siempre que estamos en el mismo espacio. Despierta mi naturaleza más salvaje.

—Voy a demostrarte lo especial que eres.

Escalofríos me recorren desde los talones hasta mi columna, comiéndome viva mientras un gemido quiere liberarse desesperadamente. Quiero callarme, pero él me obliga a ser más ruidosa con los mordiscos bruscos en mis labios.

—No te atrevas a privarme de esos soniditos —gruñe. Estoy sentada a horcajadas, sintiendo la dura erección que se frota lentamente contra mí. Sus dedos se clavan en los huesos de mis caderas, su lengua explora mi boca —. Muévete.

Sigo las instrucciones, moviéndome en su regazo a pesar de la ropa que separa nuestras pieles. Encuentro el broche de mi vestido en la parte trasera y libero mis pechos pesados. Los ojos de Krestel se nublan. Su cabeza cae hacia atrás en el trono, las venas en su cuello sobresaliendo por el esfuerzo de controlarse. Quiere comerme viva.

—¿Te has visto? Eres hermosa.

Mi espalda se arquea mientras envuelve los labios alrededor de mi pezón y chupa. Le acaricio el cabello con los ojos cerrados, rotando mis caderas de un lado a otro. Se toma su tiempo con mis pechos dándole el tipo de atención que volvería loca a cualquiera. Cada beso y toque es duradero al punto de hacerme perder la cabeza.

—Tú quieres matarme—susurro.

Empuja la mano bajo mi vestido, encontrándome mojada. Hunde dos dedos en mi interior, tocándome como si me hubiera memorizado las últimas semanas. Jadeo en busca de más fricción sin poder controlar la reacción de mi cuerpo.

—No, quiero romperte —gruñe él —. Romper todas tus piezas y volver a construirte. ¿Qué se siente ser mía, Raven?

Quiero responder, pero todo lo que sale es un sonido incoherente. La cabeza me da vueltas por la falta de oxígeno y el roce de sus dedos en mi clítoris me desata. Me aferro a su cabello para no caer de este abismo que ha creado. Voy a venirme muy duro.

—Krestel... —Lo intento de nuevo.

Sus largos dedos escarban más profundo, trabajándome para darle a mi cuerpo justo lo que necesito. Estoy montando su mano sin inhibiciones al mismo tiempo que me chupa el cuello. Sus colmillos raspan la piel sensible, llenándome de escalofríos. Si tan solo rompiera las reglas...

—Responde mi pregunta. ¿Qué se siente ser mía?

Sus ojos se mantienen conectados a los míos mientras su pulgar presiona firmemente mi clítoris y gimo. Justo así. Solo un poco más y voy a estallar. Me estoy deshaciendo, rompiéndome, derritiéndome por este calor abrazador que nunca se apagará.

—Emocionante y aterrador.

Cuando las palabras salen la recompensa viene y me derrumbo con su nombre en mis labios. Mi mundo entero convulsiona, el chillido rebota en las paredes y se me escapa una lágrima. El placer carnal es demasiado. Me empuja fuera de su regazo para sentarme en el trono y se arrodilla ante mí. Estoy sin aliento mientras ubica mi pierna derecha sobre su hombro y lame las gotas de excitación. Dioses... Su boca. Sus labios. Su lengua. Me vuelve loca.

—Dioses... —suspiro. Mi voz hace eco en la sala, las antorchas parpadean y trato de ahogar los quejidos.

—No —advierte Krestel —. No te contengas, nadie va a escucharte.

El deslizamiento de su lengua limpia la evidencia de mi orgasmo y mantengo las piernas abiertas en un gesto obsceno que calienta mi piel. Sin embargo, no me avergüenzo. No cuando se siente tan bien. Krestel planta besos en el interior de mi muslo antes de ponerse de pie con una sonrisa. ¿Qué ha sucedido? No puedo respirar. En estos momentos no existo.

—¿Todo bien por ahí? —Se burla.

Agito la mano débilmente.

—Sí —Mi voz está áspera.

Suspiro agotada sin intenciones de moverme. No arreglo mi desastroso aspecto. Estoy medio desnuda con los pechos expuestos y las piernas de gelatina. Un vistazo a su erección despierta nuevamente mi hambre.

—Si me tomas en tu boca no sobreviviré —dice, lamiéndose los labios. Me ayuda a levantarme y arregla mi aspecto desaliñado. Peina mi cabello con los dedos, luego sube el broche de mi vestido —. ¿Quién diría que una chica buena como tú desea chuparme el pene?

La vergüenza sube a mis mejillas.

—Yo no... —Me callo porque sería absurdo negar lo evidente.

Mi curiosidad de saber como se sentirá darle placer con la boca es muy grande. Quiero experimentar con él. Darle todas mis primeras veces.

—Está bien —Me rodea con sus brazos desde atrás, presionando mi espalda contra su pecho —. Prometo que pronto voy a correrme en esa linda boca tuya cuando estés lista. ¿De acuerdo?

Lo único que hago es asentir y se ríe orgulloso. Oh, dioses... ¿En qué me he convertido? Krestel me da un pequeño golpecito en el trasero.

—Te llevaré a la cama. Estás agotada y mañana será un día muy pesado.

—Espera —giro en sus brazos y miro la obra de arte. Su cabello ondulado cae sobre su frente y sus ojos rojos arden. Está satisfecho, en paz —. ¿Por qué debe ser justamente de mi cuello? ¿Quién lo comprobó?

—Mis padres —responde secamente.

—Nosotros podemos ser una historia diferente —musito —. Cuando lamiste la sangre de mis piernas parte de tus poderes despertaron. Las mínimas, pero el resultado ha sido muy bueno. ¿Cómo sería si bebes una copa llena? Te dará la suficiente fuerza para enfrentar lo que viene mañana.

Los músculos de su mandíbula se tensan.

—Raven...

—Shh... —Pongo un dedo en sus labios, silenciando cualquier excusa. Si vuelve a rechazarme estaré muy herida —. Déjame hacer esto por ti, tenemos que intentarlo. No vale la pena que sacrifiques a más donantes que no pueden darte lo que necesitas. Yo sí.

—¿Y si no funciona?

—No volveré a insistir y sucederá cuando tú lo desees.

Su frente presiona la mía y cierra los ojos con un suave suspiro.

—Cuando te vi por primera vez me prometí que no iba a caer, pero haces que sea un trabajo muy duro, Raven Karlsson.

🦇

Krestel y yo ingresamos a mi habitación para terminar lo que acordamos. Robin levanta la cabeza al ver a mi compañero y no se esconde como sucedió con Morana en varias ocasiones. De hecho, se lanza a sus pies y lo huele. Me río.

—Lindo —dice Krestel.

El conejo mueve la cola como un cachorro y me cubro la boca para no reírme muy fuerte.

—Le gustas.

Krestel lo toma sin delicadeza en sus brazos y lo mira fijamente. El conejo mantiene en alto sus largas orejas blancas sin dejar de mover la colita de un lado a otro. Alguien está hechizado como yo. El vampiro tiene su encanto.

—¿No ha salido de la habitación?

—No.

—Bien. Mantenlo vigilado y lo más lejos posible de Skar y sus amigos.

Me vuelvo rígida inmediatamente y abrazo a Robin en un gesto protector.

—No permitiré que le hagan daño.

—Yo tampoco, pero es mejor tomar precaución. Son monstruos y no razonan cuando tienen hambre.

Le doy mi expresión más mortal y llevo a Robin hasta mi cama para cubrirlo con las cobijas.

—Si tu monstruo se atreve a dañarlo conocerá lo peor de mí. Robin fue rescatado por mi padre y lo tengo conmigo desde que era una niña. Es mi amigo más fiel.

—Le pondremos un hechizo de protección —dice Krestel —. Algo que mantenga alejado a Skar o cualquiera de su clase.

—¿Es posible?

—Por supuesto —asegura —. Observa con atención.

Con un movimiento de su muñeca aparece un escudo de protección alrededor de Robin. Es color rojo que lo mantendrá a salvo hasta de un terremoto.

—Oh...

—Solo nosotros podemos percibir el escudo, él y los demás no. Cuando Skar y sus amigos lo vean ignorarán su existencia.

Me pongo de puntitas y le doy un beso en la mejilla como agradecimiento.

—Ahora dormiré más tranquila.

Me mira pasmado y luego sus labios carnosos se tuercen en una sonrisa socarrona.

—Te haré más favores a cambio de tus besos.

Ruedo los ojos.

—Te daré tu recompensa —Busco en el cajón un pequeño frasco y la tijera —. Si unas gotas hicieron ese efecto estoy segura de que esto funcionará.

Él se mueve hacia la puerta, marcando una gran distancia. Puede atacarme si el olor de mi sangre es demasiado. Presiono la punta de la tijera contra mi muñeca y chorros caen dentro del frasco. Krestel aparta los ojos. No siento ningún tipo de dolor. Es satisfacción porque podré ayudarlo.

—Desapareciste una semana —susurro mientras las gotas llenan el frasco —. ¿Dónde fuiste?

—A calmar mi tortura.

—Eso no responde a mi pregunta.

—¿No vas a olvidarlo?

—No.

Se raspa el labio con los colmillos.

—Existe algo además de la sangre que me ayuda a calmar la ansiedad. Lo disfruto tanto como recibirlo o ejercerlo.

Mi pulso se acelera.

—Dolor —susurro.

—Es una parte de mí que aún no puedes explorar.

—¿Por qué no?

—Porque no lo entenderías —dice, pasándose una mano por el pelo —. Eres... demasiado inocente.

Me echo a reír sin un gramo de humor, ofendida por la palabra. ¿Las cosas que hicimos son inocentes?

—¿De verdad crees que soy inocente?

—Sí, te escandalizarías si supieras.

—Pruébame.

—No.

—Pruébame —La tijera se hunde más profundamente en mi piel y el frasco se llena con la sangre —. Pruébame.

Los tendones en su cuello resaltan y escupe:

—Me he lastimado a mí mismo desde que era un niño porque quería mantener ocupada mi mente con otra cosa que no sea el recuerdo de mis padres muertos. ¿Es eso lo que querías escuchar?

Suelto la tijera por su admisión y un flujo constante de lágrimas humedecen mis ojos. Ahora tantas cosas tienen sentido. No me ha permitido tocarlo o darle placer porque necesita el dolor.

—No hagas eso, no quiero tu lástima.

—No es lástima. Yo solo... —Me acerco, pero él me detiene con una mano. Mierda, la sangre —. No quiero que vuelvas a sentirte así nunca más.

—Tengo malas noticias. El dolor es esencial en mi vida.

—Puedo dártelo. Estoy segura de que a tu lado se sentirá muy bien.

La sonrisa tensa que me dedica no llega a sus ojos.

—No sabes lo que dices.

—Krestel...

—No —me interrumpe —. Será mejor que terminemos esta conversación o tomaré todo lo que me ofrezcas sin sentirme culpable.

Se me corta la respiración.

—Quiero dártelo por voluntad propia.

Sus hombros suben y bajan cuando suspira.

—Es el lazo, ¿no? —Se humedece los labios con una mueca —. Te hace someterte a merced de un monstruo como yo. No encuentro otra explicación.

Yo tampoco conozco a esta nueva versión de mí. He visto a mis padres y mis tíos amarse. He sido testigo de cuán fuerte es la conexión por medio del lazo, pero no me siento obligada ni bajo ninguna coacción. Simplemente soy una chica de dieciocho años que quiere disfrutar su sexualidad al lado de alguien que la mira como si fuera la mujer más hermosa del mundo.

—No se trata del lazo... —Trato de explicar, pero el frasco de mi mano ha desaparecido y Krestel también.

El resto de la noche abrazo a Robin y me cuesta mucho dormir. Todo lo que pienso es un pequeño Krestel lastimándose a sí mismo para tratar de olvidar los horrores que ha vivido. Haré que sus heridas solo sean cicatrices y ya no duelan.

🦇

Morana aprieta los cordones de mi corsé y me reservo cualquier comentario. Me ha obligado a levantarme muy temprano por órdenes de Krestel. Partiremos en la próxima hora y debo estar lista. Enrosca mi cabello en una larga coleta manteniéndolo fuera de mi rostro, haciendo que el maquillaje destaque mis pecas y mis ojos. Admito que me veo muy bien. El vestido rojo es hermoso y resalta mi figura.

—Irás al viaje como su prometida —explica Morana —. No puedes usar tu atuendo mortal.

Hago una mueca.

—Bien.

—Viajarán en carruaje hasta llegar al muelle y pasarán por la ciudad —continúa —. Los habitantes deben ver que la nueva reina está dispuesta a seguir las tradiciones. Además el rey saldrá del castillo después de años...

Cualquier molestia sobre el comentario anterior es disipada y sonrío genuinamente. Él admitió que yo fui su motivación para dar ese paso.

—Es suficiente motivo para una celebración.

Morana coloca una rosa detrás de mi oreja.

—Estoy segura de que lo harán en el regreso. La victoria está asegurada —musita —. Las aguas me lo han dicho.

Nuestros ojos chocan, el misterio llenando la habitación.

—¿No te da miedo decir en voz alta lo que ves?

Su sonrisa es fría.

—Mis dones no se rigen bajo ninguna regla.

Los míos sí y he sufrido por ello desde que era una niña.

—Es un alivio, supongo.

—En Arkos no hay reglas —repite Morana.

La puerta es abierta y Ava ingresa con un fuerte bostezo. Su cabello rojo está despeinado y aún viste su pijama con zanahorias estampada en la tela. Cortesía de mi madre. Ama esa bendita ropa porque es su manera de sentirse más cerca de nuestra familia.

—No podía permitir que te vayas sin un abrazo —dice mi hermana, estrechándome.

Le devuelvo el gesto apretándola fuertemente contra mí. Morana se retira para otorgarnos privacidad.

—¿Estarás bien? Porque no me iré hasta que me prometas que estás segura aquí.

Ava se aparta poniendo los ojos en blanco.

—Mis promesas no son vacías, Raven. Serenity está a cargo, más tarde iremos a dar un paseo en la gran ciudad de Reyes.

—Por favor, cuídate mucho.

Su brillante sonrisa disminuye mi preocupación.

—Nada malo va a pasarme. La que debería estar preocupada aquí soy yo —resopla —. Tú enfrentarás a un pulpo gigante con tu violín mágico. Hazme el favor y no te hagas pis encima.

La golpeo en el hombro juguetonamente.

—Gracias por la confianza, hermanita.

Me abraza de nuevo, apoyando la cabeza en mi pecho.

—Estaré aquí cuando regreses. Lo prometo.

🦇

Los guardias me guían fuera del castillo dónde un impresionante carruaje negro con toques rojos nos espera. Los caballos están ensillados, listos para partir. Estoy impaciente e inquieta. Mi estómago es un revoltijo de emociones. Mi última conversación con Krestel fue incómoda y vuelvo a maldecirme por presionarlo. No debería ser tan directa sobre mis deseos.

¿Qué consejos me darían Melissa o Allison? Las obvias, por supuesto. Que Krestel venga a mí sin necesidad de arrastrarme por su atención. Basta, Raven... ¿Qué hay de mi sangre? ¿Finalmente decidió beberla sin recurrir a las donantes? ¿Seré suficiente? Odio sentirme tan insegura. Él me juró que cuando me muerda me convertiré en el motivo de su existencia. ¿Qué más debería pedir?

Mis pensamientos venenosos se callan cuando hace acto de presencia. El recuerdo de lo endiabladamente guapo que lucía la noche anterior no se compara a verlo en plena luz del día. Su piel no es pálida con el tono enfermizo. Es de un rico bronceado a pesar de la nieve y el clima frío de Arkos. Su barba incipiente acentúa su fuerte mandíbula y el cabello oscuro ondulado cubre sus ojos. Viste un pantalón de cuero con botas que llegan hasta sus rodillas y un largo tapado.

Es el hombre más hermoso que he visto en mi vida.

No puedo dejar de mirarlo y refuerza la teoría de que mi sangre definitivamente funcionó en él. ¿Qué otra explicación habría? Nikov lo acompaña igual de guapo con la amplia sonrisa ligera que lo caracteriza. Krestel no disimula en absoluto cuando observa mis pechos altos y firmes gracias al corsé. Recorre mi cintura y luego encuentra mis ojos. Sonríe. Mi cara se sonroja.

—Lamento despertarte tan temprano, pero era necesario. Es mejor partir por las mañanas así llegaremos al puerto Invernal durante el mediodía.

—No hay problema —digo, sosteniendo mi pequeño bolso dónde conservo el violín y algunas prendas —. Hola, Nikov.

Morana dijo que Krestel se hizo cargo del resto y el barco estará equipado con todas las comodidades posibles.

—Hey. Te ves muy bien.

—Gracias.

La nieve empieza a caer en forma de llovizna y me aferro con fuerza a mi capa. Un soldado me saca el equipaje de la mano y lo lleva dentro del carruaje. Krestel me tiende la mano y acepto con un suspiro.

—¿Habrá otros tripulantes? —pregunto.

Nikov asiente.

—Intenté hablar con los piratas dando el mejor papel de cortesano, pero no funcionó. Así que decidimos llevar a unos cincuenta hombres que nos custodien si las negociaciones de Krestel fracasan.

—¿Dialogaron con delincuentes?

—Mantuve a Drui de mi lado porque era bueno cuidando el océano —dice Krestel —. Me hizo una promesa de que sus mercancías eran tesoros incautados de las islas infinitas y que no lastimaría a mi pueblo. Fue así al principio, pero después abusó de la confianza que le otorgué. Rompió su juramento y le dio la espalda a su rey. El poder tarde o temprano corrompe las almas.

—Te dije que fuiste un idiota por confiar en él —gruñe Nikov.

—No olvidé los favores que me hizo.

—¿Qué favores? —inquiero.

Krestel exhala un suspiro.

—Es una historia larga que te la contaré en algún momento, pero ahora debemos irnos.

No protesto e ingresamos al carruaje que es ostentoso como supuse e increíblemente cómodo. Krestel y yo nos sentamos juntos. Nikov en el lado opuesto. Los bancos son de cuero y hay una pequeña mesa con frutas, bebidas y comidas. Agradezco tener alimento a mi disposición porque no pude desayunar a gusto. Solo una taza de café que no fue suficiente.

Agarro una cuenca de frutas cortadas, con panqueques de arándanos y té. El carruaje se pone en marcha ligeramente. Aprecio el paisaje por medio de la ventana mientras mastico. Krestel y Nikov repasan detalles del plan. Mencionan las rutinas de los piratas, cómo se encuentra el pueblo bajo coacción entre otras cosas.

—¿Pasaremos por la ciudad? —pregunto, tragando.

Krestel niega.

—Tomaremos atajos para evitar a las personas. No quiero que mi presencia arme un escándalo.

—Pero Morana dijo...

Nikov me interrumpe con una risilla.

—No creas todo lo que venga de Morana.

Le frunzo el ceño a Krestel.

—No confías en ella. ¿Por qué la asignaste como mi dama de compañía?

—De nuevo es otra historia que pronto escucharás.

Brillante.

Simplemente brillante.

Antes de llegar a Arkos le importaba un comino mi seguridad y no dudó en entregarme a una traidora del reino. ¿Por qué me molesta tanto? Ni siquiera nos conocíamos. Desayuno en silencio sin volver a observar a Krestel, pero siento sus ojos sobre mí.

Desearía ser más experta en este tipo de situaciones y no tomarme personal la mayoría de sus acciones. Es un monstruo. Él me lo advirtió. No debería estar decepcionada o sorprendida, aunque mi parte irracional celebra que mi sangre haya dado frutos. Eso significa que las donantes terminarán.

Piensas demasiado.

Me sobresalto en mi asiento, dándole una expresión cargada de indignación.

¿Qué haces metido en mi cabeza? ¡Largo!

Mientras me mira fijamente, sin pestañear, una sonrisa se dibuja en la comisura de sus labios.

Nuestra conexión se volvió más fuerte desde que empecé a beber tu sangre y eso me da poder sobre ti. Me cediste tu confianza y también una llave que abre la puerta de tus pensamientos. Qué encantadora.

¿Por qué tú sí puedes entrar y yo no?

Porque no quiero.

Es injusto.

La vida es injusta.

Esbozo una falsa sonrisa a pesar de lo mucho que me enoja saber que tiene poder sobre mis pensamientos. Este hombre no sabe hasta donde soy capaz de llegar con tal de ganar. Soy mala perdedora.

Sigue molestándome, Markovic. Tú sales perdiendo, yo no.

Nikov carraspea ruidosamente, rompiendo la conexión.

—¿Serían tan amables de compartir la conversación? Sigo aquí, chicos.

Krestel desabrocha algunos botones de su abrigo y saca una petaca. Arrugo la nariz al ver que se trata del asqueroso néctar. Su risita regresa cuando mira mi cara disgustada y me ruborizo. Apuesto a que recuerda a la Raven borracha que admitió estar en celo. Imbécil.

—Le estaba dando las gracias a mi reina por darme el honor de beber su sangre. Nunca me sentí tan bien como ahora —enfatiza Krestel.

Y por más que sus palabras suenen ridículamente exageradas, percibo el agradecimiento en su tono. Está siendo sincero.

—¿Te sientes capaz de enfrentarlos? —pregunto.

Vacía casi la mitad de la petaca sin mostrarse afectado. Yo en su lugar estaría rendida y desmayada.

—Contigo a mi lado sí —responde.

🦇

Diez minutos después llegamos al Puerto Invernal.

Las aguas del océano no están congeladas como el resto de Arkos. Hay grandes montañas de hielo, pero es posible navegar a través de ella. El barco es tan gigantesco que los ojos casi se me salen de las cuencas. Está hecho de madera con cinco velas en cada fila. Hay una bandera blanca que tiene estampada un nombre femenino.

Heliana.

El barco se llama Heliana.

Miro a Krestel que tiene la vista fija en el barco, sus ojos vacíos y sin ninguna emoción.

—La nombré en honor a mi madre —susurra.

Nikov se aparta mientras lleva nuestras maletas al barco sin ninguna ayuda. Él sabe que este tema es sensible para su primo y prefiere no estar presente. Gracias.

—Es un nombre precioso —musito —. Y también un gesto muy lindo de tu parte llamar al barco en su memoria.

Asiente con el rostro tenso.

—No quiero hablar de ella.

—Está bien.

Entrelaza su mano con la mía y me quedo mirando nuestros dedos unidos. Encajan a la perfección a pesar de las diferencias. La mía es más pequeña y suave. La suya es fuerte, callosa. Sin embargo, se siente bien sostenerla. Es un gesto íntimo.

—¿Vamos? —pregunta con una sonrisa más relajada.

—Vamos —repito.

Entonces subimos juntos las escaleras del barco sin pronunciar otra palabra.

🦇

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