Yoshino Junpei

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Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:

εïз) Junpei x lectora.

εïз)Les recomiendo ver el video de arriba. Es la canción que le dedico a Junpei y la que, personalmente, creo que le queda excelente.

εïз)No tiene +18.

εïз)No he superado nada, así que prepárense para ver muchos escenarios de este personaje. 

εïз)La historia de este escenario se sitúa en una fecha anterior a lo que vemos en el manga/anime. Puede tener errores, pero digamos que es a favor de poner una situación bonita con Junpei. 

εïз)¡Muchísimas gracias por todo su apoyo!

εïз)¡Espero que les guste mucho!

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"Una razón para Junpei".

Si alguien más, antes de todo, le hubiera dicho a Yoshino que su vida en el instituto Satozakura, en el primer año, sería un total infierno del cual solo podría salir muriendo, le habría creído. De hecho, hasta se habría sentado, pidiéndole con curiosidad a esta persona que le hablara más del tema. Tendría sus dudas y hasta planearía con anterioridad su muerte sin afectar a nadie más, pero esta inexistente posibilidad, no solo era eso, sino que, si tuviese una oportunidad de ser real, se vería totalmente arruinada por la existencia de una jovencita risueña.

La depresión que Junpei era extinguida con las risas de la joven. Él se perdía en la profundidad y el color otoñal de sus ojos. Olvidaba sus pensamientos cuando ella hablaba y experimentaba un calor en el pecho cuando la jovencita le participaba que él era el único en el que podía confiar.

Si alguien más, le hubiera dicho que terminaría en una ruina social y depresión, pero también enamorado por una compañera de su escuela de tercer año, esta vez no se lo creería.

Pero había sucedido. Cuando menos se lo esperó, siendo molestado por unos chicos de segundo año al haberse equivocado en la tare que le obligaron a hacer, ella apareció para ayudarlo espantando a los abusadores. Entonces cruzaron miradas, compartieron sonrisas para luego estrechar las manos.

Desde entonces ella ha sido quien lo busca en los descansos, en los partidos y cualquier actividad escolar que les permita pasar un tiempo juntos. Desde luego, Junpei al principió pensó que todo era parte de una broma, que algo querían hacerle pasar para humillarlo, pero esta creencia se fue difuminando cuando ella parecía actuar siempre con honestidad.

Yoshino decidió confiar, y quien sabe cómo, pero en un punto llegó a aceptar sus posibles sentimientos en cuanto a la castaña de rulos cortos. Ahora le costaba un poco más verla a los ojos sin comenzar a temblar, o intercambiar algunas palabras sin que su voz le traicionara y le obligara a tartamudear. Cada que ella le mencionaba lo tierno que era por ser tímido, y, además, del buen gusto que tenía por películas, él quería esconder la cabeza bajo tierra. Era algo vergonzoso, pero le gustaba mucho escucharlo desde la voz de ella.

Las películas comenzaron a tener para él otro toque todavía más especial.

Pero las cosas, fuera de ese pequeño punto de luz en su vida no cambiaron para bien, sino para mal. El acoso que sufría fue incrementando y aunque ella le apoyaba, él no quería preocuparla de más. Por eso, de un día para otro comenzó a faltar a la escuela, encontrando que esta sería una de las mejores soluciones sin tener que llegar al limite de la muerte.

Salía de casa desde temprano. Le enviaba un mensaje a la chica de que no iría a la escuela porque estaba enfermo o alguna situación familiar, a la vez que, a su madre, le decía que ya iba a la escuela. Se pasó algunos días mintiendo a las dos personas que se preocupaban por él y como era de esperarse, se paseaba por la ciudad hasta llegado el atardecer, a eso de las cinco a seis y media de la tarde, hora en que los jóvenes de su edad ya habían terminado los estudios, él se dirigía al mismo parque de siempre para sentarse en los columpios y pasar el ultimo rato solo antes de llegar a casa.

Ese día no fue la diferencia. Mamá salió antes que él y como era su costumbre, a las dos mujeres les envió mensajes con un contenido distinto. Llegado el momento en donde el sol comenzó a descender, el jovencito se encaminó al su parque favorito y se dejó caer sobre un columpio. Comenzó a balancearse, sintiéndose repentinamente tranquilo, pero culpable.

¿Qué sería de su futuro si se saltaba las clases? Le dolía ser honesto, pero una gran parte de su ser le gritaba la indiferencia que tenía en cuanto su propia vida.

Sus ojos grises comenzaron a perder el brillo. Su figura comenzó a crecer en cuanto el sol se ocultaba más entre los árboles y sus últimos rayos eran entre rojos y naranjas. La sensación de un atardecer para él era extraña; cuando era niño era divertido, pero ahora... era como si el día muriera con todos los pensamientos que dio vida en su momento. Lo hacía sentir vacío.

Al menos así se sintió hasta que un fuerte golpe en la espalda lo hizo gritar del dolor y tensarse. Escuchó un gruñido a su espalda y tras observar detrás suyo pudo encontrar a la chica molesta, formando un mohín y con las manos en la cadera.

—Con que estabas enfermo —fue ella la primera en hablar y obviamente estaba molesta—. ¡Pues qué enfermo te ves, casi al borde de la muerte!

Junpei tragó saliva en seco. Hacerla enojar era como firmar su muerte. Desvió la mirada, todavía sintiendo el dolor del golpe en su espalda.

—Senpai... —dijo en un hilo de voz, mientras ella tomaba lugar al frente—. Ya me sentí mejor, por eso salí a caminar.

—¡Y un cuerno! —bramó ella deteniendo el columpio, aferrándose a las cadenas de este y por ende acortando la distancia entre ambos—. Me mentiste. Nadie se lastima un pie y sale a caminar en el mismo día, Junpei. Además, si yo no hubiese pasado a comprar un poco de pan por esta zona no me habría dado cuenta. ¡Quien sabe cuantas veces me has mentido!

El azabache se incomodó por la cercanía, pero no podía hacer nada, su superior estaba molesta.

—No es para tanto... —murmuró, encendiendo todavía más la furia en la chica frente suyo.

—¡¿Qué no es para tanto?! —respondió ella al segundo siguiente, las ganas de golpearlo con la bolsa del pan la traían loca, pero se tranquilizó—. Me siento sola cada que no vas a la escuela. ¿Entiendes lo difícil que es? Ya no tengo a nadie con quien hablar de Friends o alguna película.

—Ya le he dicho que no me gusta esa serie —atacó Yoshino, armándose de valor para mantener miradas con la castaña. Sus pies estaban temblando, pero por suerte estaba sentado y estos colgaban—. Además, tiene más amigos aparte de mí.

Había dado en su punto débil. La chica formó una "o" corta con sus labios y después, ya harta de tener que ocultar una verdad bastante obvia y que la baja autoestima de Junpei no lo dejaba discernir, dejó en el suelo la bolsa que traía en manos, además de su mochila y se atrevió a atrapar al azabache de sus mejillas. Así evitó que este escapara. Se inclinó un poco, casi lo suficiente para que sus narices se tocaran y ella pudiera admirar el color grisáceo del ojo de Junpei.

—Senpai...

—Yoshino Junpei —llamó ella, con tono firme a la vez que se atrevía a remover el flequillo de su rostro y que tapaba la mitad de este.

—¿S-Sí? —respondió él.

El mencionado enrojeció. Nunca le había mostrado las marcar en su piel. No quería que ella las viera, ahora más que nunca tenía una fuerte necesidad de huir del lugar y no volver a hablar con ella.

Estaba entrando en pánico, sus ojos se estaban llenando de lágrimas y sus labios temblaron. La tomó de los brazos, pero ella fue más pronta en plantarle un beso en la frente.

—Para mi nadie es como tú —le dijo, con una corta sonrisita llena de aprecio, que lo hizo sentir asfixiado—. Me gustas, Junpei. Por eso me preocupo mucho por ti, te busco en mis ratos libres e intento ver las mismas películas para poder hablar más tiempo. Me gusta lo tímido que eres y lo nervioso que actúas cuando hablo bien de ti.

Aquello le cayó como un balde con agua fría. Ya no sabía exactamente qué sentía, porque en su barriga más de un sentimiento se hizo presente y de alguna forma él tuvo el valor necesario para juntar sus labios con timidez e inexperiencia. La castaña se mantuvo aferrada a su cabello azabache, y él desvió sus manos hasta sus caderas.

En cuanto pasaron unos minutos, se podía encontrar a una pareja de jóvenes charlando en la zona de los columpios, comiendo una pieza de pan y riendo de cuando en cuando. La sombra que alguna vez estuvo sola, ahora estaba acompañada por una femenina, que le recordaba que a veces, los atardeceres podían ocultar otro significado mucho más cálido y confortante. 

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