Toge Inumaki
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Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:
εïз)Toge x lectora.
εïз)Más de una persona pidió la segunda parte y aquí se las traigo, como es la costumbre en este libro.
εïз)Como dicen, hoy se come, familia.
εïз)Tiene +18.
εïз)¡Espero que les guste mucho!
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"Ordenes"
Segunda parte y final de Una broma fallida.
Aquellas emociones que en el día con día se escondían, pulularon en ese momento alrededor de ambos cuerpos unidos dentro de un espacio reducido y caliente. El celular, motivo por el que había iniciado la revuelta, cayó al piso y ni uno o el otro se molestó en prestarle atención.
—No te muevas tanto —las palabras de Toge hicieron eco y el cuerpo de la castaña dejó de presentar la poca pelea hasta entonces.
Ambos jadearon, el desgaste en el rubio encontró el final justo donde comenzaba el placer que su cuerpo obtenía con los roces del trasero de la castaña. En un pobre transcurso de segundos su zurda se había abierto pasó debajo de su ropa, llegando a rozar sus dedos en su intimidad bajo esas bragas que a duras penas tenían un rol en la escena.
—Está mojado... caliente —bisbiseó el rubio. Repasó dos de sus dedos entre los labios de su novia, asegurándose de rozar levemente el clítoris. Sostuvo su acción por un poco más de tiempo, el suficiente como para sentirse todavía más duro y ella más húmeda.
La castaña tembló, negó con la cabeza teniendo todavía un poco de sentido común. Estaban en un lugar público. Nunca habían hecho algo similar y, además, se suponía que era un día común, una jodida cita común donde comprarían ropa y luego pasarían el rato en otras tiendas.
Con los miembros pesados, en especial las piernas flexionándose sobre la fuerza que Toge ponía sobre ella en el abrazo para ayudarle a mantener el equilibrio, la jovencita alzó su mano y la colocó por encima del brazo de Toge, aquel que sabía cómo complacer su intimidad. Creía que era necesario detenerlo.
—Espera... no es correcto —murmuró ella, sintiendo la garganta seca debido a la orden de la víspera del rubio. Dolía, tanto como también el placer ayudaba a callarla con suspiros y jadeos—. Se darán... cuenta.
Si alguna vez la castaña tuvo un poco de cordura, ese día, la perdió ni bien el rubio jugó con sus dedos, estimulándola en respuesta. Los movía de forma lenta, a veces pronta cuando ella respondía de buena forma y extendía su camino húmedo casi hasta rozar la entrada entre las colinas rosadas y aperladas de su virginidad. Aquel fluido candente comenzó a corre de sus dedos has los muslos de la castaña, ensuciando un poco sus calzones.
—No lo harán —respondió Toge con el aliento pesado. La ansiedad se asomó en un atisbo de pausa—. No hables, solo siente esto.
En ese momento le hubiese gustado ver, admirar la expresión dominante que Toge podía formar a pesar de la mayoría del tiempo, ser el chico más tierno que conoce. La conciencia de la castaña se nubló y como le fue ordenado, se entregó a las sensaciones que hacían brincar a su cuerpo gracias a las caricias de Toge.
Sabiendo muy bien cómo complacer a su novia, leyendo bien su estado corporal, el rubió calló para poder deleitarse con la pesadez de los jadeos de la castaña, quien no solo se había entregado a él, sino que le dio acceso a sus pechos bajo su ropa. Con el brazo libre, Inumaki se abrió paso hasta los pechos de la castaña y atrapó uno; inició por masajearlo con lentitud, sabiendo que el tamaño cabía perfectamente en la palma de su mano, pellizcó con poca fuerza su pezón.
La castaña mordió su labio y sin poder contenerlo más, dedos atacándola con delicadeza y amor, además de la atención que sus pechos recibían, terminó corriéndose con un espasmo que tensó su cuerpo y alertó a Toge con un movimiento de sus piernas.
—Toge... —llamó ella cuando se sintió un poco más libre de la orden de silencio. Su pecho bajaba y subía; Toge detuvo su acción—. Me corrí...
Con la confesión, que no fue necesaria pedir con su ritual, Toge había hecho lo suyo. Ella pronto recuperó su fuerza y con lentitud, ya en una complicidad traviesa, se dio la vuelta sintiéndose mojada y caliente; rodeó el cuello de su novio y unió sus labios por poco tiempo en un beso exigente; todavía no habían terminado.
—Te toca, tramposo —le dijo la castaña manteniendo miradas. Conocía a la perfección el desgaste que las ordenes producían en su pareja. No quería verlo lastimado o escupiendo sangre por algo así, por lo que le dio a escoger una ultima cosa, sonriendo sensualmente—. Antes de huir dime, ¿quieres que la chupe o meterla?
Después de esto, Toge tomó unos segundos para pensarlo. Sentir estar tan duro que no estaba seguro de cuanto podía correrse y estaba consciente de que en ese momento no traía un condón con él. Desvió la mirada y con un bello contraste del momento, sus mejillas se pintaron del rosa robado a los sakura en primavera.
De momento sería lo suficiente hasta llegar a la escuela y encerrarse en su habitación.
Sus labios articularon su ultima orden.
—Quiero que la chupes —respondió y como era de esperarse, la castaña acató sus palabras.
Sea o no por el ritual de Inumaki, su pareja se arrodilló lo suficiente como para estar cara a cara con la dureza que escondían sus pantalones. Los bajó un poco y de su ropa interior un pene erecto se abrió paso sin vergüenza. Toge tembló solo un poco al momento que la castaña lo atrapó en su mano.
—Tu pene... —dijo la castaña, y Toge no pudo sino sentir vergüenza—. Te haré sentir bien.
Y como la atención que ella recibió, su mano comenzó con los mimos movimientos lentos, pero esta vez de arriba hacia abajo. Se detenía y daba suaves golpes a la punta, a veces bombeaba con rapidez, al son de los jadeos de Toge y otras veces iba más allá hasta mimar sus testículos.
La sangre y calidez de Toge se acumularon en ese punto. Su corazón aumentó su ritmo y por mera curiosidad bajó la mirada y se encontró con la imagen de una castaña preparando sus labios, acercándolos a la punta para chuparla y besarla con dedicación. Un estremecimiento lo asaltó y en lugar de pedirle que parara, colocó su mano por sobre la cabeza de la joven.
Quería hacerlo rápido, era bastante bueno, pero también doloroso. Lo mejor era acabar pronto.
Y como si lo hubiese pedido con viva voz, todos sus vasos capilares respondieron de improviso a la acción de la castaña cuando introdujo el miembro por completo a su garganta. Apretaba de una forma espectacular, estaba tan húmedo y estimulante que Toge ahogó un grito.
Los dos corazones que en ese momento se habían escondido del mundo se enredaron en un espiral húmedo y pasional, en donde la cordura resplandecía por su ausencia. La castaña comenzó a bombear y chupar repetidamente con cuidado y recelo, parecía querer presionar a Toge en llegar a su límite; incluso las caderas del rubio se movieron unos centímetros y al poner los ojos en blanco, conteniendo su amor mientras mordía sus labios, se corrió en parte dentro de ella y otro poco por fuera cuando no pudo tragar todo en su totalidad.
La naturaleza de ambos estaba expuesta; seguramente lo volverían a intentar en otro momento, pero por ahora la castaña se limpió los rastros de semen y al ver que la erección solo disminuyó un poco, se erigió y atrapó a Toge en un abrazo.
—¿No fue suficiente? —cuestionó ella ayudándolo a colocarse sus ropas.
—Katsuobushi —respondió Toge haciéndola sonreír.
—Entonces volvamos pronto a la escuela —respondió ella y cuanto estuvieron en apariencia como si no hubiera pasado nada, salieron del lugar.
Toge se colocó de vuelta su cubrebocas y retomaron su camino tomados de la mano, dejando el secreto de lo ocurrido en sus memorias hasta llegar a su lecho y unirse nuevamente en complicidad.
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