Satoru Gojo

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Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:

εïз)Satoru x lectora.

εïз)Tiene +18.

εïз)Estoy muy triste, realmente no sé por qué escribí esto, pero espero les guste.

εïз)El siguiente +18 lo escoge el primer comentario. ¿De quién lo quieren?

εïз)¡Espero que les guste mucho!

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"Panorama ciego y sin sueño".

Las risas se mezclaron con el silencio y los suspiros inspirados por las sensaciones que solo el roce de sus cuerpos podían entonar. Había pasado un tiempo desde que Satoru había cambiado en aquel incidente; había visto la muerte de primera mano, el dolor a un fallo y el abandono de un apreciado camarada.

Cambió. Podían decir que ya no era el mismo, y sus deseos de aumentar su fuerza se unieron a un libido repentino en su mirada y acciones. A veces las palabras que salían de sus labios eran tentadoras, calientes y amargas en ocasiones; jugando por completo con con las emociones de la femina. Aquella que fue blanco del albino al acompañarlo todas las tarde en su entrenamiento, comenzó a ceder a un baile lento y peligroso en donde sus cuerpos se tornaban en mantequilla caliente y dulce.

Respiró profundo. El clima de una noche de verano le acarició la nuca con una brisa leve, combinada con la respiración agitada de Satoru.

—Estás temblando —murmuró el albino con la voz ronca. Aun era joven, pero su hombría no podía esconderse tan fácil como esos ojos celestes.

Totalmente consciente de la posición en la que la castaña se encontró de rodillas frente al filo de su cama, desnuda y con un vibrador invadiendo la cuenca de su orquídea, bordeada por la sensibilidad de una doncella, se encontró saciado en una diversión obscena cuando rozó la punta de sus dedos sobre la tela que colocó sobre los ojos de la femina.

Era en esos momentos cuando dejaba de ser el mismo hombre egocentrico, burlón y despreocupado, pues se tornaba en alguien totalmente diferente; aficionado a llevar el control, un poco sádico y nada flexible.

Ella saltó, la sensación ya había sido suficiente como para arrancarle un suspiro y mueca en sus labios ya bien saboreados e inflamados levemente por los ataques de los belfos demandantes de Gojo. Sentía su corazón correr a toda prisa y el miedo había perdido importancia ante la excitación e incertidumbre sobre lo que tenía planeado para ella en esa ocasión.

—Satoru... —susurró en respuesta, sintiéndose un tanto invadida en su entrada. Se removió y el sonido atrevido de sus fluidos en sus muslos levantó una sonrisa de demonio en el albino. Su mirada se apagó y la dureza en su expresión se incendió: estaba disfrutándolo de alguna manera—. ¿Qué pretendes...?

—¡Un juego! —respondió inmediatamente con el cambio repentino de su voz a un tono dulce y divertido. Entonces tomó asiento en la cama, no sin antes bajarse los pantalones y ropa interior—. Debes usar tu boca, tus labio, tu garganta, mientras que sientes...

El cuerpo de su pene de un tamaño totalmente comprensible y proporcional a su altura, se alzó duro y palpitante. Estaba tan duro que Satoru sintió la sangre acumularse en él y en sus mejillas; le había cubierto los ojos a la castaña pues todavía no alcanzaba la confianza suficiente para desvelar su desnudez.

No estaba seguro sobre cómo expresar sus emociones por ella, por su fuerza en combate y sumisión con la ternura de la que cae un cerezo de su cuna, pero habiéndose encontrado en un estado mental comprometido había llegado a estos límites en donde sólo la cama podía volverlos honestos y atrevidos.

—¿Un juego? —continuó ella, intentó levantar su mano, pero se encontró aprisionada con los brazos atados tras la espalda—. Nunca habíamos hecho esto. Satoru, mis brazos... No entiendo.

El haber escuchado su voz bajo un tono caliente y cansado encendió el libido del mencionado. Se repasó el cabello suduroso con su mano y lo peinó de lado en un intento desesperado de no ahogarla tan arbitrariamente. Tomó aire y lo liberó en un gruñido.

—Pronto vas a entender —respondió a los límites en donde no tardó el presionar un botón del control que tenía en manos y la respuesta de la castaña fue inmediata—. Solo debes sentir y hacermelo.

El vibrador que hasta entonces tenía oculto y pasando desapercibido dentro de ella se encendió en una sacudida bien descarada. Tembló desde dentro, sus rodillas se vencieron y Satoru la tomó por el mentón, obligándola a levantar el rostro.

La vista era deliciosa. El albino se lamió los labios, la castaña entre abrió los suyos e intentó ahogar los gemidos que un nivel bajo en ese aparato le encendían desde sus entrañas. Percibió su clitoris sensible, su secreción emergía de forma abundante y su corazón se subió a su garganta.

Balbuceo el nombre de Satoru, no pedía ayuda, solo sentía sus pensamientos tan cruzados que lo único que se formaba en su cabeza era su nombre. El placer le brindó un panorama ciego en donde la única luz era la imagen de Satoru Gojo.

—Ya, ahora... Lame bien —dijo Satoru y la castaña acató fielmente la orden mientras su interior se derretía—. Ah...

La lengua de la femina recorrió el pene de Satoru en un temblor único, era lento pero delicioso. El albino jadeo y llevó su cabeza para atrás; el tiempo que ella se tomaba para lamer como si fuera un dulce lo relajó por el momento, incluso abrió bastante bien sus piernas exponiéndose sin vergüenza.

No veía con claridad y todos sus sentido están muy comprometidos. La poca luz de la habitación y el negro de la tela que tenía por sobre sus ojos, sólo le podían otorgar una vaga imagen de un sombra traviesa.

—¿Se siente bien tu vagina? —preguntó y ella intentó afirmar mientras los fluidos de Satoru se unían a la viscosidad de su saliva. Sonrió y apretó dos veces el mismo botón de la víspera para poner el vibrador en el último nivel.

La reacción de la castaña fue única. Liberó un agudo gemido y se detuvo, no pudo saborear más la intimidad de Satoru. Era un choque de sensaciones que su mente lelgota colocarse en un blanco repetitivo.

—¿Eh? No te he dicho que dejaras de lamer —intervino Satoru, inclinándose lo suficiente para tomarla de la nuca mientras el casi imperceptible sonido del vibrador continuaba con su faena—. Vamos, esfuerzate. Tú puedes.

Entonces el cabello castaño de la chica se enredó en los largos dedos de Satoru. Su lengua alcanzó la punta de su pene y cuando un par de segundos murieron, lo había tragado por completo sin usar sus dientes. Mamaba con fuerza, rapidez y dedicamiento, tales que Satoru gruñó.

El cuerpo de ambos tembló. La castaña balbuceando cosas sin sentido se entregó a ese tipo de placer en donde a cada mamada, deseaba más y más, ir más profundo y saborear minuciosamente los fluidos del albino. Por suerte la venda de sus ojos se resbaló, era la misma venda que Satoru usaba todos los días y entonces podo estudiarlo a la perfección.

En el reflejo de sus ojos oscuros detectó la imagen de un Satoru sumiso, a diferencia de sus palabras y el peso de las mismas. Su cabeza bajaba y subía, pero la expresión de Satoru sobre el placer y deseo era la misma; su rostro encendido, sus ojos medio abiertos en el cielo y temblorosos, sus labios húmedos formando hilos de saliva como telarañas.

—Voy a correr... —enunció la castaña atragantandose, pero Satoru reaccionó y negó. Su piel lechosa le dio un toque tiernos y sus ojoz celestes se cubrieron de un velo extrañamente tierno—. Sato... Ru.

El mencionado emitió una gutural negativa. Sus caderas se movían a la par que los labios de la castaña. Siendo así, se encontró avergonzado y sin poder dar un paso atrás, se rindió ante la súplica.

—Espera... —le dijo—. Hagamoslo... Juntos.

Finalmente ambos se encontraron en un prado de sensaciones. Sus cuerpos susceptibles no esperarían más en silencio, deseaban unirse y no sólo simples caricias. Se corrieron a la par, sintiendo una descarga eléctrica recorrer todo su ser y Satoru alcanzó a evitar que la castaña se ensuciara del rostro cuando su esperma salió en un chorro directo y sus músculos se tensaron formando el nombre de la jovencita.

Alma era lo único que podía encontrarse intacto en sus creencias, pues sus cuerpo se pertenecieron en las cenizas de su amor imperecedero. Satoru, en medio de un coro de suspiros, apagó el vibrador, lanzó lejos el control y tomándola del la barbilla la acercó en un beso profundo, húmedo y exigente.

—No es suficiente —le dijo en medio del acto donde sus lenguas eran los actores principales. Recorrió sus lsbios hasta la oreja de la castaña y con su lengua la estudió a la perfección, hasta que hubo marcado cada centímetro con sus colmillos—. Quiero estar dentro, que me comas por completo.

¡La nevada de su piel que marcó el corazón! La castaña respondió a ello con un asentimiento y cuando se encontró liberada por los brazos, lo atrajo por el cuello a un ultimo beso, mientras se recostaba debajo de él, aprisionando su cintura con sus piernas. Le estabas obsequiando una atenta invitación a entrar a las paredes de su existencia.

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