Satoru Gojo
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εïз)¡Espero que les guste mucho!
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"Corazón de chocolate rosa".
Estaba consciente de la popularidad de su profesor por toda la escuela, e incluso en algunas calles de Tokio; las chicas no iban a perder la oportunidad de cruzar palabra con el albino de ojos celestes, algunas incluso apuntaban a llegar a algo más, pero su final era tan trágico ni bien Satoru les rechazaba con una risotada y esas palabras crueles que para él no lo eran. Con ello en mente, la castaña no se rindió. Se acercaba el catorce de febrero y ella quería hacer su intento, prometiéndose el no llorar en caso de un rechazo, ya que su autoestima siempre le hacía la misma pregunta.
¿Qué vería él en ti que no lo haría en otra?
Era una hechicera simple, a veces distraída, aunque amable y fuerte de alguna forma. Su cuerpo no era el mejor de todos y esa barriga hecha por las horas en donde pierde el tiempo era una buena prueba, y, con ello en juego, ella no se dejó vencer porque hizo caso a las emociones que había cocinado para Satoru en su pecho y que su edad le decía, era un hombre interesante, porque a sus 27 años de edad ya había tenido más de una historia de amor en donde creía haber encontrado al correcto.
Él era alto y ella baja. Él era cruel con sus comentarios y ella, al contrario, cuidaba sus palabras. Estaban en distinto extremos que lograban atraerse hasta obligarse a perder el sentido y aliento en la forma de sus ojos, arrancarse el alma con sus voces y formarlo en un rosal donde sus emociones y lealtad descansan hasta después de sus muertes.
Las voces dicen que las personas suelen prepararse desde un día o dos antes del tan conocido San Valentín, y por eso no fue extraña la visita de la castaña en el supermercado después de sus horas laborales como hechicera. La noche había alcanzado su ritmo y creyendo que no se encontraría con nadie conocido, se atrevió a andar segura por los pasillos del lugar que su luz pintaba de un blanco falso.
Tomó un paquete de chocolates con fresa, pensó que sería una buena opción para Satoru y sus amigos. Había planeado hacer chocolates en forma de flores para sus amigos y uno de corazón para Satoru, pero no tardó en rechazar el paquete que tenía en manos.
—Seguramente va a recibir muchos de este sabor mañana —se dijo, formó una mueca y dejó el paquete en donde lo encontró.
Sí, lo más seguro era que Satoru iba a recibir el día de mañana todo tipo de sabores de chocolate que de pronto se sintió desanimada. Percibió una enorme brecha abrirse entre ella y el albino, una que por muy ridículo que era, la creaba la simple decisión de qué sabor usar.
—¿Oooh? —escuchó a sus espaldas esa voz profunda, burlona e irreconocible darle los ánimos para no abandonar su lucha. Dio un paso por delante y se topó con Satoru; tenía sus gafas oscuras ocultando sus ojos y sus manos en sus bolsillos y a causa de su estatura le fue fácil darse cuenta de las intenciones de la castaña al soltar un paquete de chocolates—. Te vi desde el otro extremo del pasillo y quise saludarte, pero no creí que planeabas hacer trampa el día de mañana.
¡La había descubierto! Y no solo eso, Satoru confundió las cosas. Ella negó con rapidez, evocando en él una sonrisa burlona; el rostro se le coloreó de rojo.
—¡No voy a hacer trampa! —respondió ella casi colocándose de puntitas para defender su punto.
Satoru elevó una ceja y ladeó la cabeza.
—¿No? —le preguntó divertido—. ¿Y por qué te encontré con una bolsa de chocolates en mano? ¿Eso es lo que tenías preparado para mañana?
—¡Te estás equivocando! —dijo ella pensando en mentir para no ser descubierta, y lo hizo con tal tono que por un momento el albino de verdad pensó que la hizo enojar—. No es para mañana, solo vine a dar una vuelta antes de verme con Nobara en un rato. En todo caso, ¿tú que haces aquí? No tienes necesidad de comprar chocolates.
Satoru formó una sonrisa bien grande después de creerse las palabras de la castaña y levantó las manos como su hubiese sido arrestado.
—Me atrapaste —confesó sin perder su distinción—. Solo quise dar una vuelta y ver qué podía comprar para comer; soy culpable.
Ella chasqueó los dientes y por sorpresa recibió una caricia en la cabeza por parte de Satoru. Percibió su mano tan grande que su expresión lo reflejó en una tierna ilusión.
—Así que vas con Nobara —le dijo antes de despedirse—. Bueno, en todo caso fue una lástima, porque me gustan esos chocolates. Aunque me gustan todos los sabores, con fresa es mejor porque se parece al color de tu cara cuando te molesto.
Y dicho esto, antes de la reacción de la castaña por asestarle un empujón, el albino escapó, dejándola en un silencio que le susurró que tomara ese empaque; si al menos iba a hacer trampa lo haría segura.
El día estaba llegando a su fin. San Valentín había sido un éxito para ella porque pudo entregar todos los chocolates a sus amigos y se sorprendieron por la forma de flor tan perfecta que les dio. Fushiguro dijo que se aseguraría de guardarlo y no comerlo, caso contrario de Itadori, que ni bien lo tuvo en su posesión, lo tragó de una diciendo que se robaría el de Megumi y Nobara; cada cual le dio una respuesta satisfactoria y divertida, pero la que estuvo esperando todo este tiempo pensó que estaba fuera de su alcance.
En todo el día no se había topado con Satoru, porque al parecer estaba en una misión que solo él podía manejar. Perdió todas las esperanzas y sintió que de igual forma él había recibido chocolates de todas con quienes cruzaba camino; pensó que no era justo, y cuando volvía a su habitación a descansar con un último chocolate rosado en manos, sus inseguridades se disiparon.
—¡Qué coincidencia! ¡La chica que hace trampa con los chocolates! —dijo Satoru, juntando sus manos al nivel de sus mejillas. Esta vez traía puesta su venda negra—. Justo quería encontrarte.
Por un momento pensó que aquel Satoru frente a ella era una proyección de sus deseos destrozados, pero entendió que era real cuando se echó a reír y esa sonrisa que se supone era indefensa, la hizo enojar como siempre. Era el mismo Satoru de siempre.
—¿No estabas en una misión? —preguntó la castaña y él asintió.
—¡Pero soy tan fuerte que me encargué rápido de ella! —respondió sin un ápice de humildad al mismo tiempo que comenzó a buscar algo dentro de sus ropas—. Quería darte algo...
Entre sus murmuros, la confusión de la castaña que no alcanzaba a hacerse una idea a lo que se refería, el profesor buscó dentro de su abrigo como si dentro fuese otro mundo. Emitió un grito cuando dio con aquello y lo hizo aparecer de sus ropas como si fuerza un acto de magia.
—¡Tadan! —dijo, animado y con la punta de su nariz un tanto roja; le ofrecía a la castaña su flor favorita y un chocolate que, aunque simple, tenía la forma de un corazón y sus iniciales torpemente talladas; Satoru lo había abierto solo para hacer ese detalle innecesario—. Para ti; ayer pensé que te había hecho enojar.
La castaña tomó temblorosa los detalles. Y, si bien estaba feliz, le pesaba creer que lo mismo le había hecho a alguien más; lo expresó con el brillo opaco en sus ojos.
—No, no me hiciste enojar —confesó ella riendo suavemente—. Bueno, no más allá de lo acostumbrado.
—¡Es que es divertido! —confesó el albino, pues esa era la única forma en como sentía que podía tener la atención de la castaña, aunque sabía que estaba mal—. Quise darte celos con los chocolates que recibí, pero solo pensé en darte algo, solo a ti...
Esta vez fue ella quien se echó a reír, saber ahora la verdad la tranquilizaba y no podía evitarlo.
—Pero seguramente recibiste todos los chocolates por ese gusto tuyo por lo dulce ¿verdad? —le preguntó y él asintió, como si se tratara de un niño dentro del cuerpo de un hombre de más de veinte años. Al momento le entregó el chocolate que ella le había preparado y un peso de encima se le cayó de los hombros al ver el rostro iluminado y emocionado de Satoru—. Lo hice para ti, o bueno, hice trampa para ti.
Con tal corazón de chocolate ella quería transmitirle lo mucho que lo amaba y que, si bien lo callaba aún, pronto estaría dentro del juego para ganarse su corazón. Satoru cayó conmovido y con el favor de la discreción del la noche y el significado de las ultimas horas del catorce de febrero, la tomó por sorpresa en un abrazo, le robó un par de besos, aceptando su intención de dar inicio a una nueva historia qué proteger con la pesadaz de sus ojos.
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