Nobara Kugisaki

≻───── ⋆✩⋆ ─────≺

Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:

εïз)Nobara x lector.

εïз)Escenario re subido de otro libro. Comenzaré a subir este tipo de escenarios a este libro.

εïз)Oigan, perdí la mayor cantidad de pedidos que me había hecho por comentarios. Por favor dejenmelos en esta parte, lamento mucho las molestias :C

εïз)No tiene +18.

εïз)¡Espero que les guste mucho!

≻───── ⋆✩⋆ ─────≺

"El otoño de Nobara".

El día 22 crecía en opacidad y silencio. Los colores del inicio de esa temporada comenzaban a marcar en la joven de hebras castañas un dolor facial inexplicable.

Cada año era igual para ella. Cada inicio de otoño Nobara dejaba de ser la misma mujer extravagante y el brillo de su alma descansaba en los días próximos, como si entonase una canción triste y desconocida para sus dos amigos de primer año de la escuela de hechicería de Tokio. A simple vista se notaba que su vida pasada se mezclaba con el presente y poco a nada podían hacer aquellos dos.

Cada otoño de Nobara le recordaba en un suspiro el destino mortal que había cruzado con el viento a sus sentimientos y corazón, destrozando la única e irremplazable ilusión de una doncella guerrera.

—Fushiguro —llamó Itadori a su compañero—. ¿No te parece que Nobara es más cruel con nosotros en estos días? Además de que parece más triste...

El mencionado dio un mordisco a su emparedado. Ese día era de clases teóricas y por suerte, Nobara salió para la hora del almuerzo, argumentando que debía encontrarse con Maki en el patio de la escuela.

—Uh... —Fushiguro arrastró su poca atención a las palabras de su amigo. Había notado el cambio de Nobara, pero no deseaba ir más allá de lo que ella quería mostrar; tragó el bocado y asintió—. Sí, algo así.

—¡¿Algo así?! —respondió Itadori incrédulo—. ¿Acaso no te preocupa? Es tu amiga, Fushiguro; ¡¿Qué tal si la amenazaron de muerte?!

Y muerte fue la palabra correcta para describir la expresión en respuesta de Fushiguro.

—¿No estás exagerando? —le preguntó, elevando el brazo con la amenaza de asestarse un golpe en la cabeza—. ¿Quién en todo japón podría tener el valor necesario para amenazarla? Si eso pasara, creo que no saldría vivo.

Itadori formó una mueca; le dio la razón a Fushiguro. Había dicho e imaginado algo bien ridículo.

—Entonces si no es eso —respondió Yuuji—. ¿qué puede ponerla de mal humor todos los años?

Fushiguro respondió con un movimiento de hombros. Antes se había hecho la misma pregunta, pero no tardó en dejarlo pasar y, sin embargo, desde lejos solía cuidar de la castaña. Era su amiga y si ella no quería hablar, lo iba a entender, pero no era tan tonto como para dejarla a su suerte.

—Quien sabe —le dijo, dispuesto a terminar con ese tema o temía que Nobara los escuchase—. Por la mañana me dijo que odiaba a los hombres cuando no le pude dar la hora. Casi me desea la muerte.

Mientras Itadori escuchaba, se quedó en silencio poco después; estudiaba una y otra vez el comportamiento de la castaña y no alcanzaba a entenderla; era como si algo, un suceso que no ha conocido, se le estuviera escapando de las manos.

—Suena a ella —respondió con extremo cuidado de sus palabras—. Y aun así no lo parece...

Todo parecía no y sí tener sentido. Internamente ambos coincidieron en que Nobara era difícil de entender y que, si bien su carácter era uno de sus muchos atractivos, no se podían creer que alguien en todo el mundo pudiese entender en qué era lo que pensaba en esa cabecita orgullosa.

De pronto, la respuesta le vino a ambos asomándose por el umbral de la entrada dentro de una cabellera verde y atada en una coleta. Era Maki, saludándolos con una sonrisa enorme y su ceño fruncido.

—¡Maki-senpai! —dijo Fushiguro, como si la estuviera presentando a escena. La de cabellos verdes se adelantó hasta colocarse frente a ambos con una postura llena de fuerza—. ¿No se iba a encontrar con Kugisaki?

—¡Cierto! —agregó Itadori—. ¿Qué hace aquí?

—Le mentí un poco—respondió ella guiñando un ojo—. La verdad es que los escuché hablar de ella y ese cambio. Hace poco me contó el motivo y pensé que necesitaban saberlo al menos para entenderla, porque ella misma sabe que no necesita ayuda.

Itadori y Fushiguro se observaron, el azabache dudó en si eso era lo correcto.

—¿Y ella no se molestará si nos enteramos? —preguntó Fushiguro y terminó Itadori—. No quiero morir por algo que no debía saber.

—Estoy segura que no hará nada si lo saben —dijo Maki, arrastrando una silla hasta ella. Tomó asiento y como se trataba de la única mujer en la que confiaba, su expresión se volvió seria— Es algo que necesitan saber y ella no se atreve a contar porque cada año destruye su alma y cuerpo. Se podría decir que es una maldición mental inofensiva; ¡Calma! Lo único que hay que exorcizar es imposible de hacerlo cuando está adherido al corazón de un enamorado que ha perdido el sentido.

Y todas las palabras que salieron de Maki lograron confundir todavía más al par de varones.

—¿Está diciendo que Nobara tiene una maldición? —preguntó Itadori.

Maki negó.

—Eres tonto, ¿verdad? —le preguntó ella.

—Algo así —respondió Fushiguro por Itadori—. ¿Entonces Kugisaki está enamorada?

Maki asintió y tronó los dedos dándole la razón a su primo.

—Les contaré la historia del peor otoño de Nobara.

Dime, Nobara, ¿por qué eres tan fuerte y hermosa a la vez? Admiro mucho eso de ti.

Soy hombre y tu lo has visto, lloro incluso porque me llaman tonto.

El sol ya se había puesto. Nobara no quería volver al aula porque entendió el movimiento de Maki, y en todo caso, con la voz de aquel joven que conoció en su pueblo, tomo asiento en una de las bancas del patio, observando como las sombras se volvían grandes y la luz del día moría.

Los recuerdos le volvieron y hecieron meditar en silencio. Se mordió los labios, saboreando su dolor y el amor que seguía con ella, más no tenía destino.

Cada que cuidas de mi y limpias mis lágrimas, me gusta pensar que la vida es mejor sonriendo a tu lado. Me gustas mucho, Nobara.

El recuerdo del chico que conoció de niña y cuidó, comenzó a torturarla. En ese tiempo no entendía la razón por la que seguía a su lado, pero ahora, siendo una mujer, supo que él era el único que podía encontrar la verdadera forma de su ser; era como el único con el poder en las manos para sostener su corazón mientras lo arropaba con sus lágrimas.

Un río se formó en las mejillas de la actual Nobara y con una sonrisa en un suspiro las limpió.

—Si tan solo ese tonto no me hiciera llorar tanto... —dijo, ejerciendo fuerza en su dentadura y frente a ella, como un reflejo creado como un oasis, las sombras de dos niños corriendo y riendo pasaron por su frente.

Era doloroso, tanto que su cabeza le hiciera creer que él seguía ahí.

Decía odiar a los hombres, pero la verdad es que quería abrazarlo y jamás soltarlo. Quería que todo lo que sucedió en el pueblo antes de salir de él jamás hubiese pasado.

Le había invitado a irse con ella, pero él respondió con una sonrisa tan dolorosa en la que ocultaba el poco tiempo que tenía para estar juntos. Esa tarde Nobara jamás la olvidaría, porque fue donde recibió su primer beso y la noticia que conectó con sus emociones y destruyó su corazón.

Se había enamorado del joven de hebras castañas, de alma frágil y cuerpo marchito. Nobara había conocido algo más allá del mundo de las maldiciones y no tardó en desaparecer un 22 de septiembre cuando la noticia de la muerte del joven llegó a sus oídos.

Había sido una enfermedad que a día de hoy olvidó o temía odiar. Una simple enfermedad lo había alejado de sus brazos, y de ella no pudo protegerlo más que escuchar su último aliento y presenciar la última mirada de vida.

En sus ojos cristalinos se reprodujo la escena que marcó su vida. Nobara se volvió a limpiar sus lágrimas, pero aquellas que derramó por él hicieron crecer en su tumba un par de flores que no tardaron en morir, pues el milagro estuvo hecho cuando se le concedió conocer el amor.

Dio vida una forzada sonrisa y con los colores de un día de otoño muerto y a favor de la mirada nublada por las lágrimas, por un segundo le pareció haber visto frente a ella la figura de aquel joven, extendiéndole la mano, como si la invitara a jugar.

Nobara no llora porque sus lágrimas no se las merece nadie, lo sigue intentando hasta callar a todos ¿verdad? No hagas caso de los adultos y vamos a jugar.

Siendo una niña, seguramente hubiese limpiado sus lágrimas, esas que solo él podía ver y con una nueva cara de coraje, le hubiese tomado la mano para levantarse y volver a jugar.

—Es cierto, pero tu sí las merecías —dijo—. Esa es tu Nobara.

Y la castaña se limpió las lagrimas con el recuerdo grabado en ellas, y se levantó del asientiso dando la mano a la nada, a un joven que desde la muerte le daba sus mejores deseos porque el otoño de Nobara era el tiempo para volverse todavía más fuerte. 


[052]


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top