Naoya Zenin
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Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:
εïз) Naoya x lectora.
εïз) Pedido hecho y dedicado a KarenAvila989 ¡Gracias por todo tu apoyo!
εïз) Es la primera vez que escribo algo así, espero me perdonen si algo no es correcto o si la personalidad de Naoya se me fue de las manos.
εïз) Sí tiene +18.
εïз) ¡Espero que les guste mucho!
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"Good girl".
Traerlo a su memoria era igual que dibujar un grupo de laureles con los mejores pigmentos del alma en el lienzo del corazón. En tan poco tiempo se había convertido en el dueño de sus emociones y tactos, en el hombre al que su cuerpo reconocía con la llama imperecedera de sus orgasmos. A la par de Naoya se fundieron en un juego donde expulsaron al mundo; eran ellos dos y el amor que a su manera expresaban en los roles más íntimos y placenteros.
Todo agotamiento del día que pasó como estudiante de hechicería al lado de Itadori y compañía, se disipó cuando llegó la noche y abrió su armario para vestir las ropas que sabía, le gustaban a Naoya. Sonrió, había planeado ser una niña buena y llegar temprano a su encuentro donde solo se veían ellos y conocían nuevos rincones de su cuerpo.
Quería ser la única para él. Obedecerlo y postrarse de rodillas a favor de recibir un alago de su mayor, de Naoya Zenin.
La castaña se acomodó ese uniforme rosado que a duras penas cubría su intimidad. El peso de sus sentimientos adornó a la perfección el colorete de sus mejillas y su peinado, con delicadeza se mostró accesible para resaltar el bello tono aperlado de su piel tierna. Se lamió los labios y llamó a la habitación del rubio.
Alguien del otro lado atendió la puerta y su mirada descendió hasta la existencia de la castaña, quien se encogió de hombros y el corazón de sus labios se extendió en una coqueta sonrisita. Naoya le dedicó el mismo gesto y se hizo de lado para dejarla entrar.
—No has tardado esta vez —dijo Naoya con tono bajo, casi calculador, mientras cerró la puerta. Sus ojos rasgados y fríos fueron el espejo donde encontró ella el dulzor de su pasión y prisa por sentir.
—Esta vez quiero ser una niña buena para ti, daddy —contestó la castaña con un tono dulce y sumiso, viéndose atrapada en un abrazo en donde las manos de Naoya no tardaron el recorrer superficialmente su cuerpo y poner su piel de gallina.
Había sentido sus pechos ser invadidos y masajeado hasta saciarse. Parecía ser una escena obscena y no por ella libre de un amor al borde de la fidelidad.
Ella ahogó un suspiro. Los latidos de su corazón fueron en aumento. Podía sentir muy bien el temblor de sus piernas, quienes reconocían a Naoya como el domador de todo su ser.
El rubio emitió una risa pesada que no tardó en convertirse en un sendero de besos en el cuello de la castaña hasta sus labios. La unión de sus belfos se tornó en una acción pesada donde Naoya llevó el control, asegurándose de saborear el sabor frutal de los labios de su compañera. No tardó en abrirse paso a su cavidad bucal y unir sus lenguas en un combate que, disfrazado por un baile, calentó sus cuerpos en un acto caliente y alocado.
En medio del acto, la castaña dio media vuelta, siendo esto de provecho para Naoya, pues una de sus manos atrapó con fuerza uno de sus glúteos formando una sonora nalgada. Apretó tanto que ella dio un salto; terminó con el beso no sin antes rodar la mirada y formar una mueca dubitativo. Ella se aferró a su pecho en un intentó de no caer tan pronto.
—Eso no es suficiente para ser mi niña buena —dijo Naoya con un sutil tinte de burla y travesura. La mano que antes tuvo en la retaguardia de la castaña, cambió de posición hasta rozar el rosado y humedad de su intimidad.
La fémina reaccionó uniendo sus piernas. Naoya albergó una sonrisa socarrona y como si sus pasos fuesen una música pegajosa qué seguir, llevó consigo a la castaña hasta tumbarla en la cama y posicionarse sobre ella.
—¿Y cómo puedo ser tu niña buena? —preguntó ella encontrándose en un espiral de emociones despertado por la voz de Naoya, por sus movimientos y lo pasional que era—. Quiero ser la niña buena de daddy.
Como si aquello fuese música para sus oídos, el semblante del rubio se endureció. Indiferente presentó un brillo asesino en sus ojos llenos de orgullo.
—Entonces dime qué es que quieres que te haga —propuso directamente mientras unía sus frentes y su mano volvía a descender a los labios de la castaña.
La castaña suspiró. Estaba consciente del color intenso de sus mejillas y la vergüenza que suponía sincerarse y hablar de su cuerpo cuando el rubio sabía perfectamente lo que quería. El juego había comenzado en el primer momento que se encontraron y ahora ninguno de los dos iba a detenerse.
Abrió sus piernas con cuidado, casi temblando y Naoya mordió sus labios; era como ver a un corderito antes de transformarse en la mujer de sus sueños; tan lasciva y sucia.
—Quiero que... —murmuró ella cruzando de cuando en cuando sus miradas—. Que metas tu dedo y...
—¿Y? —continuó Naoya acariciando las bragas de la castaña, provocándole leves espasmos mientras la humedad se esparcía en ellas.
—Y me hagas correr, daddy —confesó por fin evitando encontrarse bajo la atención de su pareja.
Naoya sonrió de oreja a oreja satisfecho. Lo había hecho bien a pesar de lo tímida que se mostró en esta ocasión.
—Buena niña —le premió, acarició su cabeza y antes de su ataque la obligó a mirarle—. ¿Quién te ama?
—Tú, daddy —fueron las palabras de la mujer antes de saltar por la sorpresa de sentir un dedo invadir su entrada. Éste se movía formando más de una figura, entraba y salía con insistencia hasta hacerla gemir y suspirar con fuerza.
Entonces Naoya quiso llevar el juego a otro nivel en donde hacerla sentir acorralada. Unió nuevamente sus labios con brusquedad a la par que introducía un segundo dedo con rudeza; la castaña ahogaba su placer en un beso que le prohibía otra cosa más que jugar con sus labios y lengua mientras un estallido de emociones coronaba su cuerpo y corazón.
Un momento en donde encontró el final de la cuenta regresiva y tembló cuando sus fluidos fueron expulsados en un orgasmo fuerte que no obtuvo la tregua de Naoya. Insistente seguía introduciendo sus dedos bien lubricados.
—¿Se sintió bien? —le preguntó dando fin a su gesto, ella asintió con la mirada perdida en una desesperación pecadora—. ¿Ahora qué sigue? Mi niña.
Atrapó al rubio con sus piernas, moviendo con suavidad sus caderas, mientras sentía sus labios adormilados.
—Quiero tener el pene de daddy dentro —le dijo—. ¿Puedes?
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