Mei mei
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Antes de leer esto, debes tener en cuenta lo siguiente:
εïз)Mei mei x lectora.
εïз)Nadie lo pidió, pero seguramente era necesario.
εïз)Tiene +18.
εïз)¡Espero que les guste mucho!
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"La princesa granada".
La forma en cómo habían terminado en tal situación perdió peso ante la frialdad y su temblar. De hecho, el cuerpo entero de la castaña, hechicera de un rango bajo, se había convertido en una masa gigante y sensible de gelatina.
La opaca luz de la habitación cubría sus cuerpos al desnudo sin vergüenza. A sus espaldas sentía la calidez de un cuerpo protegiéndola con recelo; volvió a suspirar, estando bien consciente de lo caliente que se encontraba su cuerpo y la fuerza de sus brazos se esfumó, dándole solo la oportunidad de llevarlos sobre su vientre.
—¿Qué sucede? —escuchó a sus espaldas y el calor del aliento de Mei le erizó la piel de pies a cabeza. Desde hace un tiempo se había vuelto algo más que una simple aprendiz de la peli plata—. De pronto te callaste.
La castaña mordió sus labios. Era cierto, minutos antes en los que todavía poseía un poco de cordura, pedía a Mei pensar las cosas, que aquello que estaban haciendo no podía ser tan correcto; más su cuerpo parecía discrepar. Estaba disfrutándolo sin ningún tipo de restricción.
—Es solo que...—bisbiseó la castaña con sumisión y repentinamente chilló cerrando los ojos cuando
Mei movió un simple dedo. Se encogió de hombros y la mayor sonrió con picardía, alimentando sus ojos rasgados de un brillo irracional.
—¿Qué? —respondió ella, su zurda se elevó hasta atrapar un pezón de la castaña. A su merced, lo apretó con poca fuerza y torció lo suficiente como para hacerla temblar y mojarse todavía más—. No es malo, eso dice tu cuerpo. Mira... —la invitó cuidando su tono, volviéndolo pesado y seductor—. Qué tan mojada estás, y si hago esto...
A la sazón, Mei mei movió el dedo índice y corazón de su diestra en forma de tijeras dentro de la intimidad de la castaña. La humedad humectó lo necesario y cada que los movimientos se hacían más fuertes y precisos, recorriendo toda su vagina, la castaña liberaba los mejores jadeos que ningún otro hombre pudo haberle hecho rezar. Volvió a temblar, se aferró a ella misma en un abrazo y la sensación dada por Mei al procurar su pecho y granada la enloqueció al punto de tener un solo pensamiento.
Quería correrse ya.
Pero Mei mei tenía otros planes. Sus cabellos blancos y sueltos se unieron a los castaños y rizados de su compañera. Aprovechó el silencio formado y atrapó en sus labios su oreja y con una lengua en el limite de la experiencia, la recorrió formando un mapa en ayuda de sus labios hasta su cuello y hombros. Se aseguró de hacerlo lento, cada beso era una tortura cuando de a poco atendía su cuerpo entero y dejaba marcas con poca fuerza.
Todos sus sentidos estaban aturdidos y el solo placer era el que reinaba.
—Tu sabor es delicioso —dijo Mei, mientras la castaña ponía los ojos en blanco recibiendo aquellos espasmos antes del orgasmo. La peli plata rio por debajo, incluso ella sentía intoxicarse con la única mujer que despertaba su apetito sexual—. Con solo tocarte y besarte parece que vamos a estar en problemas. Dime, ¿quieres más?
La castaña no respondió. No podía cuando sus piernas, las cuales eran dos masivas columnas de temblores, perdían su poder. Su mismo espíritu estaba a merced de los belfos carmines de Mei y su corazón, en bandeja de oro, dispuesto a se entregado. Y, sin embargo, su rostro reflejaba lo que tanto deseaba.
—Uh... —balbuceó—. Quiero... más.
La pobreza de su volumen y locura del mismo fueron suficientes para Mei. Sonrió victoriosa, teniendo a su disposición a la princesa granada más hermosa y exquisita de todo japón; la llenaría de amor, tanto que no se sentiría sola. En un solo movimiento unió sus labios en un beso donde sus lenguas jugaron de un centímetro a otro, creando hilos de saliva que se unían al sudor que aperlado adornaba sus cuerpos.
—Veamos... —dijo Mei mei, en un segundo—. Cuantas veces puedes correrte.
Lo haría las veces necesarias hasta dejarla satisfecha. Sus dedos comenzaron a jugar con el clítoris de la castaña, quien se dedicó a suspirar y jadear como un coro de ángeles. Lo acariciaban lento y luego rápidamente, en círculos y todo tipo de patrones; le daba un tiempo de tregua mientras exploraba el cuerpo entero de la fémina. La hacía temblar, jadear por más y sentir el corazón saltando en éxtasis y deseo.
Para cuando sus dedos iban todavía un poco más allá y profundo, sin descuidar ciertos puntos, la castaña reconoció su límite. La conexión que creó Mei mei con sus movimientos, roces, besos y ataques a su vagina hicieron florecer como a una rosa el mejor orgasmo, creando una efímera, pero memorable descarga de placer y electricidad que la castaña reconoció como la mejor recibida en toda su vida.
No era algo solo sexual. Había encontrado algo más cuando todo terminó y Mei mei la rodeó en un abrazó besando su mejilla con delicadeza.
—¿Se sintió bien? —le preguntó, como si esperara no haberla lastimado.
La jovencita asintió con ternura y una corta sonrisa.
—Mucho —le dijo y cuando sintió que no había una respuesta mejor a la que tenía en mente, tomó la iniciativa enredando sus labios una vez más.
En un descuido de su mayor, se atrevió a cambiar las posiciones con las piernas temblando. La sensación del orgasmo pasado todavía no lo perdía, pero logró montarse por sobre el regazo de Mei mei y rodear su cuello con sus brazos.
—Quiero hacerlo para ti —se confesó, con el deseo de descender y con su lengua, probar la intimidad de su mentora.
Mei mei evocó su aprobación en un gesto y atrapó a la castaña por sus caderas, sintiendo su humedad en sus piernas. Oprimió sus labios una vez más, y esperó a que su princesa actuara robándose el mejor papel de la noche de su vida, aquel que antes la hubo convencido con una mirada a amarla y desearla solo para ella misma, todavía más que el dinero.
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