04: †Atrapada entre vampiras†
El carruaje avanzaba a través de los caminos rocosos, y aunque el viaje no era largo, la sensación de estar alejada de la casa de Donna y cada vez más cerca del castillo de Alcina me hacía sentir un nudo en el estómago. La presencia de Alcina, tan imponente y fría, me rodeaba, y aunque su silencio era tan pesado como el aire que respiraba, había algo más detrás de su mirada, algo que no alcanzaba a comprender. Las palabras de Miranda aún resonaban en mis oídos: "No quiero matarla, ni dejarla sin extremidades". ¿Pero qué significaban realmente esas palabras? ¿Cómo serían las pruebas que me aguardaban?
El carruaje avanzaba por un sendero rodeado de árboles que se alzaban como sombras, creando un laberinto de oscuridad que parecía nunca acabar. Las ruedas crujían a cada paso, resonando en el aire silencioso. En ese momento, la única compañía que tenía era el sonido de mi respiración, el leve crujir de las ruedas, y la constante presencia de la dama de la casa.
Alcina me miraba con ojos penetrantes, pero no decía nada. Sólo supe que sus pensamientos estaban tan lejos de los míos que no me atreví a romper el silencio. Sin embargo, no podía evitar pensar en lo que me esperaba. Si Donna me había considerado una especie de "muñeca rota", ¿qué sería de mí bajo las manos de la familia Dimitrescu? ¿Las hijas de Alcina me tratarían de la misma manera que la dama Beneviento había tratado a mis emociones? ¿O sería peor?
El camino terminó siendo más largo de lo que esperaba, y cuando finalmente el carruaje dio un giro hacia una colina elevada, mi corazón se hundió al ver la silueta del castillo de Alcina Dimitrescu recortada contra el cielo gris. Era una estructura gigantesca, oscura, como una fortaleza que se alzaba sobre el paisaje, y su presencia era tan amenazante como el rostro de la propia Alcina.
"Este es el final", pensé. No sabía qué esperaba, pero era como si el castillo mismo tuviera vida, y no tenía intención de dejarme escapar.
Alcina ordenó al cochero que detuviera el carruaje frente a una de las puertas principales, las cuales eran tan grandes que parecía que el castillo mismo iba a devorarnos. La dama salió primero, y con un gesto de su mano me indicó que la siguiera. Mis piernas temblaban con cada paso, pero no tenía otra opción más que seguirla.
El interior del castillo era aún más imponente que su fachada. La luz de las lámparas que colgaban del techo iluminaba tenuemente las paredes adornadas con tapices antiguos y estatuas de figuras inquietantes. Todo parecía estar cuidadosamente colocado, como si la belleza y el peligro fueran uno solo. Alcina me guió por pasillos amplios, con cada uno más sombrío que el anterior.
El eco de nuestros pasos resonaba en los interminables pasillos del castillo, mientras mi mente se sumía en la confusión. Las paredes, cubiertas de antiguos tapices y cuadros sombríos, parecían mirarme fijamente, y las sombras danzaban a la luz vacilante de las lámparas. La diferencia entre este lugar y el primer encuentro con Alcina era palpable. En ese momento, había sido una mujer de una apariencia impresionante, pero con un halo de distancia, un misterio casi etéreo que me atraía, pero ahora, con su actitud fría y calculadora, era una figura mucho más temible, más aterradora. La cortesía y la amabilidad que había mostrado antes parecían haber desaparecido por completo, reemplazadas por una presencia autoritaria y, sobre todo, fría como el hielo.
"¿Por qué me trajeron aquí?", me pregunté a mi misma, mientras mis pies seguían el ritmo de Alcina, aunque aveces temblaban de ma ansiedad, quien caminaba con una elegancia que no hacía más que intensificar mi temor.
Recordé cómo había llegado por primera vez a este castillo: herida, casi al borde de la inconsciencia, y la sensación de estar completamente a merced de sus hijas. Aquella vez, el miedo había estado presente, pero también una pequeña chispa de esperanza, una pizca de incredulidad ante la posibilidad de que me salvaran, de que no todo estuviera perdido. Pero ahora, con el peso de la orden de Miranda, sentía que no quedaba esperanza alguna.
Alcina se detuvo frente a una gran puerta de madera maciza. Era tan grande como el propio castillo, y la cerradura que adornaba su centro parecía una boca dispuesta a devorarme.
Alcina:Este es el lugar donde comenzarás las pruebas. No esperes que sea fácil *dijo Alcina con voz grave, cortante. Su tono carecía de la suavidad que había mostrado antes, y sus palabras caían sobre mí como un golpe seco.*
Con un leve movimiento de su mano, la puerta se abrió, revelando unas escaleras hacia lo que parecía ser un sótano. Nuevamente tomó mi mano con algo de dureza y me guío por los pasillos los cuales estaban iluminados por faroles y antorchas que apenas alcanzaban a iluminar bien la zona.
Cada vez le parecía más una mazmorra y teniendo sus sentidos algunos, un olor fuerte casi la hizo gruñir de ambre... No... Mejor dicho que desde abrieron la puerta casi le dió hambre pues todo este lugar tenía un fuerte aroma a sambre y muerte.
Estubimos caminando por un largo tiempo hasta que finalmente llegamos a una celda vacía y algo oxidada y olvidada por el tiempo. La dama abrió la celda y acercó una antorcha en la entrada para que pueda ver lo que me esperaba al cruzar esas rejas de hierro... Fue cuando sentí el verdadero terror.
En la celda era lo que había temido: un lugar de tortura, una especie de santuario de sufrimiento. La silla de madera en el centro estaba acompañada de una mesa cubierta con objetos que no tardaron en hacerme comprender de inmediato su propósito. Los bisturís, las pinzas, los clavos, los mazos... Hasta logo visualizar piezas de hierro listas para calentarse con el fuego de las antorchas y quemar su piel... todo estaba ahí, perfectamente alineado, esperando para su llegada.
Alcina no mostró ni un atisbo de compasión, su rostro permaneció imperturbable, como una máscara de hielo. Me miró fijamente, observando mi reacción, como si quisiera ver si me quebraba antes de que comenzaran las pruebas.
Alcina:Si logras resistir, aprenderás lo que significa verdaderamente ser parte de esta familia *dijo, su voz fría y calculada. El tono en su voz no era de reproche, sino de pura certeza. No había lugar para dudas en su mundo. No había escape.*
El hedor a sangre se hacía más denso a medida que el tiempo pasaba, y el terror se cernía sobre mí como una sombra interminable. No podía ignorar el terror que sentía, aunque tratara de calmarme con la racionalidad que aún quedaba en mí. Este no era un lugar común, este castillo no era solo una fortaleza física, sino también una prisión mental. La familia Dimitrescu no era solo peligrosa por su poder físico ganado por la megamiseta, sino también por su control sobre la mente de aquellos que caían bajo su influencia.
Alcina se acercó a la mesa, tomando uno de los instrumentos con una precisión clínica. Su expresión era inescrutable, pero algo en su mirada me hizo estremecer aún más. Era como si se deleitara con el control que tenía sobre mí, sobre mi destino, y sobre todo, sobre el miedo que comenzaba a apoderarse de mi cuerpo.
Me empujó suavemente hacia la silla, y aunque mi cuerpo quería resistirse, no pude evitar seguir el movimiento. Era como si el terror me anclara al suelo, como si no pudiera dar ni un solo paso atrás.
Alcina: Si sobrevives a lo que te espera aquí, si realmente eres capaz de soportar lo que te haremos, serás libre... al menos, hasta que nuestra madre decida qué hacer contigo. Pero hasta entonces... serás nuestra... De mis hijas... Pero también serás mía
Sus palabras fueron suaves, pero cargadas de una amenaza tan palpable que casi me ahogaba.
Antes de que ella me atara a la silla, unos zumbidos de moscas llamo nuestra atención.
Las moscas zumbaban alrededor de nosotras, creando una atmósfera aún más inquietante en ese sótano. El sonido del zumbido resonaba en mis oídos como una sinfonía macabra, un preludio a lo que estaba por suceder. Las hijas de Alcina, las temibles Bela, Cassandra y Daniela, aparecieron en la entrada de la celda, sus ojos ámbar, brillando con una mezcla de curiosidad y diversión... Ellas eran las ángeles de la muerte que comenzaron mi destino cruel... Ahora y por horas del destino pueden que sean los últimos rostros que vea en mi último aliento de vida.
Bela:*La mayor y seria de las tres, fue la primera en hablar, su voz grave y fría como el hielo.* ¿Es este el nuevo juguete, madre? Parece que ya está lista para ser moldeada.
Cassandra:*La hermana del medio, siempre la más impulsiva, se acercó con una sonrisa de complicidad.* ¡Espero que sea fuerte! Me encantaría ver cómo se resiste a las pruebas que tengo preñada para ella.!
Daniela:*La menor de las tres hermanas, por su parte, solo rió suavemente, una risa inquietante que se desvaneció en el aire pesado.* Parece que tiene carácter. Esto será interesante.
Alcina no reaccionó ante sus comentarios, su rostro impasible como siempre. Con un leve movimiento de su mano, las tres hermanas se acercaron lentamente, cada una tomando posición alrededor de la celda, como hienas al acecho de su presa. Mi respiración se volvió más irregular, el terror era palpable, pero al mismo tiempo, algo dentro de mí se despertaba, una furia latente que se mezclaba con el miedo, pero que me mantenía erguida, sin ceder por completo a la desesperación.
Alcina:*Con una calma perturbadora, levantó la mirada hacia sus hijas, sus ojos fríos como el acero.* He decidido que esta será una oportunidad para que cada una de ustedes... aprenda algo sobre la resistencia. No será fácil, pero es necesario. *Sus palabras flotaban en el aire, cargadas de una amenaza implícita que helaba la sangre.* Madre Miranda ordenó que no muera así que hay que procurar no ser tan rudas con nuestra "invitada". *agregó, casi como si estuviera meditando en voz alta.* Y tal vez, si demuestra ser digna, podría aprender a ser más que una simple víctima. Podría convertirse en algo más. Pero eso, mis queridas hijas, lo sabremos pronto.
Las tres hermanas intercambiaron miradas cómplices. Aunque sus rostros mostraban una leve fascinación, algo en sus ojos brillaba con una sed insaciable, como si ya estuvieran anticipando el sufrimiento que estaba por venir.
Bela:*dio un paso al frente, su mirada fija en mí.* ¿Cómo te llamas, pequeña? ¿Qué nombre le das a la desesperación que ya se avecina?
Tragandome el miedo, y con una respiración profunda respondí casi de inmediato.
-Yo no poseo un nombre... Aunque no creo que importe mucho en estás circunstancias- Respondió algo nerviosa mientras trataba de no demostrar tanto miedo ante ellas.
Bela:*sonrió, una sonrisa fría y llena de desdén, y dio un paso atrás, regresando a la formación junto a sus hermanas.* Sin nombre, ¿eh? Quizás es mejor así... Un sin nombre puede ser tan vacío como el destino que te aguarda aquí.
Su tono era implacable, como si ya me hubiera condenado sin siquiera conocer mi historia.
Cassandra:*que parecía ansiosa por comenzar, chasqueó los dedos, interrumpiendo el silencio que se había instalado.* ¡Vamos a ver qué tan fuerte eres, entonces! No estoy aquí para escuchar palabras vacías, quiero ver cuánto puedas regenerarte, serás nuestra juguete por toda una semana.
Sus ojos brillaban con emoción, como si la tortura misma fuera un juego del que quería disfrutar.
La menor de las hermanas solo rio divertida mientras jugaba con la pequeña Oz que siempre lleva consigo.
Daniela:Si no tienes uno, entonces te daremos uno por ahora *dijo divertida*... Eres nuestra lobita.
Alcina alzó la mano para que sus hijas guardarán silencio y ellas obedecieron mientras la dama del castillo, tomo el bisturí y lentamente arrastró el filo de este sobre mi brazo amenazando que en cualquier momento puede apuñalar me.
Alcina:... A partir de ahora... Cada una de nosotras vendrá a tu celda a jugar contigo pero sin matarte lobita... Empezaré yo... Luego mis hijas... *roza su bisturi en su mejilla*... Así que no pienses en escapar... Por qué nunca te dejaremos ir....
Antes que pudiera responder la dama apuñaló mi mano con el bisturí, causando que suelte un pequeño grito de dolor, la sangre comenzó a salir de mi y los ojos de las vampiras estaban en dirección de mi herida.
Yo estando atada y bajo la Merced de 4 vampiras, savia perfectamente que mantenerme firme en este infierno no sería tan fácil.
Lo siguiente que paso... Fueron mis gritos de dolor que llenaron el calabozo del castillo, acampoñados con las risas divertidas de las hermanas.
La tortura acababa de comenzar. Y con ella, una parte de mí sabía que tendría que encontrar alguna forma de resistir, de seguir luchando, aunque solo fuera por no perder lo que quedaba de mí misma.
En algún lugar, en lo más profundo de mi ser, ya no podía permitirme ser una simple víctima.
🐺⚔️🎻🎶🎶🎶🎶🎶🎶🎶🎶🎻⚔️🐺
¿Qué les pareció el capitulo?
Si bien, creo que nadie ha esperado esto. Pero les recuerdo que es mi punto de vista de las cosas.
No sé preocupe que después de la tortura que está recibiendo la protagonista, ya poco a poco se ganará de cierta manera el corazón de estás vampiras cedientas de sangre. Solo esperen y verán.
Pero claro, acepto sus teorías, sugerencias, y cualquier comentario que pueda ayudarme a mejorar la historia. Será un gusto escucharlos.
Bueno, eso sería todo por ahora.
Nos vemos en una próxima actualización amigos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top