🌩️
La mirada de aquel chico de pálida tes se encontraba perdida, y mostraba un vacío absoluto. Sus manos apretaban con fuerza aquella chamarra sobre su espalda y las gotas escurrían desde su cabello negro hacia sus sienes, desde sus sienes a sus mejillas, de sus mejillas a sus labios, para finalmente terminar pérdidas entre los dobleces de su cuello.
—Aquí tienes—habló Sol tendiéndole una taza recién preparada de chocolate caliente.
El pelinegro levantó la mirada, deteniéndola sobre el delantal color verde militar. Ella la miro confundida, era la primera vez que aquel chico le regalaba una muestra de atención, algo de tacto.
—Gracias—le respondió casi en un susurró.
Estaba tan avergonzado como para tan siquiera atreverse a mirarle. La chica no puedo hacer otra cosa más que sonreír satisfecha.
—¿Te encuentras mejor?—preguntó tomando asiento frente a él, regalándole otra de sus sonrisas reconfortantes.
—Estoy bien—se limitó a contestar bebiendo con cuidado de no quemarse la lengua con la bebida.
—Parece que esta noche te llevaré a casa—hablo mostrando las llaves de su motocicleta—Es decir, estás empapado, y nuestro turno está a punto de terminar, si regresas caminado lo único que ganarás será un resfriado.
—No es necesario—contestó Min Yoongi dejando la taza sobre la mesa, se quitó la chaqueta de cuero de la espalda y se levantó—Lo agradezco, aún así.
Sin brindarle la oportunidad de contestar a la chica quien se hallaba confundida, caminó hasta la puerta y marcó su hora de salida antes de marcharse despidiéndose con el tintineo de la campanilla.
Nada ocupaba más espacio que la ausencia. Sabía que había perdido aquello que un día quizo dar, a pesar de que no estaba seguro de darlo, pero quería hacerlo, quería arriesgarse, porque no quería esconder todo lo que sentía.
Pero hoy se sentía sin nada.
Dudaba de sí mismo. Su mente lo estaba auto destruyendo.
Caminaba bajo la tenue luz de la luna a un paso lo bastante lento como para incomodar a quienes caminasen detrás suyo sobre esas calles llenas de charcos, con la brisa azotando su cabello, y el olor a tierra mojada adentrándose a su nariz. Recordando lo sucedido, recordando aquella mirada de su salvadora, bajo la casi inexistente lluvia.
Qué miedo a enamorarse cuando ya había tenido su mayor amor, cuando ya había conocido al amor de su vida, y se le había ido como arena entre los dedos.
El...sólo era una persona más que intentaba sentir lo mismo que sentía con esa persona, tenía tanto miedo de volver a equivocarse, tanto miedo de perder, de lastimarse. Con esa intermitencia de pisar nuevamente en falso y volver a retroceder. No quería arriesgarse, no quería volver a apostar por alguien, y se paralizó por la incertidumbre.
Se estaba lentamente apagando, se estaba muriendo de soledad y nada le daba más miedo que volver a amar.
¿Por qué no podía superarla ya?
Entonces una fuerza se apoderó de él, y la furia invadió su cuerpo.
¿Hasta cuándo viviría así?
Llevo sus dos manos a la cabeza y apretó los ojos.
¿Por qué esa desgarradora sensación que lo asfixiaba no desaparecía?
Un grito desgarrador salió de él, y plantó fuertes puñetazos a la pared de su izquierda, una y otra y otra vez. Quienes lo presenciaron se quedaron callados y se alejaron asustados.
—¡Maldición!—exclamó cayendo sobre sus rodillas derrotado mientras sangre resbalaba sobre sus nudillos.
¿Por qué no podía ser todo como antes?
Su corazón corría a una velocidad loca, como si tratase de alcanzar algo que le hacía sombra, pero no causaba más que maltrato, pues al final no alcanzaba nada, a nadie.
Es que la extrañaba tanto.
Entonces antes de caer al oscuro vacío de la melancolía. Unos brazos envolvieron su alma con lentitud y delicadeza, como si tuviese miedo de causarle algún daño.
Ella estaba ahí, abrazándolo. Y no había ningún lugar en el ahora delicado mundo donde se podía sentir más seguro, lo sentía, y hacían de esa sensación un mundo nuevo.
Uno más brillante.
Pasados unos minutos, se separaron lentamente, sintonizando así con la mirada, y el peli negro podía jurar que esa sensación de estar ahogándose se desaparecía, y que ahora estaba respirando por primera vez.
—El sol brilla Min Yoongi—le susurró esa chica cerca de su oído—El cielo sigue siendo azul.
—Es de noche—se atrevió a contestar perdido aún en sus ojos causando una risa por parte del pelirrojo.
Al menos su sentido del humor no se había perdido del todo.
—La luna ilumina la vida cuando se encuentra en rotunda oscuridad, cumple más deseos que las estrellas fugaces—contestó tendiéndole la mano y con algo de dificultad le hizo de palanca para ayudarlo a levantarse—Vamos, te llevare a casa esta noche. No estás en condiciones de ir solo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top